(H. Ignacio Martínez Hernández, “Siguiendo sus pasos...”, Editorial Progreso, 1995, II Volumen, 368 pp. p. 166-p.172)
La historia de la Provincia de México en sus cincuenta primeros años, se halla íntimamente ligada a la historia personal del H. Pedro Damián. Desempeñó papel de primer actor en la fundación de las primeras obras en nuestra patria y fue el instrumento de Dios en el despertar y cultivar la vocación de muchos de nuestros primeros Hermanos mexicanos.
En Ecos de Familia, a partir del número 129, del mes de julio de 1957, se publicaron 5 remisiones del H. Basilio Rueda, trazando magistralmente este paralelo entre ambas historias.
Precisados por los límites que nos hemos impuesto, a ella referimos a quienes deseen acercarse con más detalles a tan interesante y edificante serie.
Nació Paul Antoine Bonnet el 20 de junio de 1865, en un barrio de la ciudad de Nyons, Drôme, cuyo nombre resulto profético en Paul Antoine: La Croix Blanche. Regenerado a los cuatro días en las aguas bautismales, ingresó al llegar a la edad requerida, al colegio que los Hermanos dirigían en la ciudad. Allí se preparó a la primera comunión y a la confirmación. Allí también se despertó en él la vocación marista, atraído por la vida sencilla y altamente edificante de sus maestros.
El 2 de abril de 1879 ingresó al juniorado de Saint Paul y un año después, al noviciado en el mismo lugar. Revistió el Hábito Marista en la Fiesta Patronal del 15 de agosto de 1881 con el nombre de Fr. Pierre Damien.
Emitido su voto de obediencia el 19 de septiembre del año siguiente de 1882, pasó la prueba de la cocina en Monteux, iniciando después el escolasticado en Saint Paul.
Nuevamente cocinero de la comunidad, esta vez de Saint Maximin, se inició luego como profesor en la misma comunidad. por 6 años. En 1886 tomó parte en el retiro preparatorio a la Profesión Perpetua y se consagró definitivamente a Dios, en la cuna del Instituto, La Vala.
Otros 3 años como profesor, esta vez en Salon, y en 1891 inicia su trabajo de formador en Saint Paul como profesor en el noviciado y luego en el juniorado de Mataró. Un año en cada lugar.
Tenía treinta años y se hallaba en la plenitud de la vida, cuando fue nombrado maestro de novicios en Canet de Mar. Durante 4 años desempeñó allí esta delicada misión con entusiasmo y plena dedicación. Al trasladarse este noviciado a Vich, continuó en este nuevo lugar su delicada función anterior, al mismo tiempo que la de Director del colegio.
Ya con este cúmulo de experiencias, fue llamado al Segundo Noviciado. Aquí, el H. Bérillus les hablaba con entusiasmo de las nuevas misiones; les hacia gustar sabrosos plátanos llegados de Colombia y organizaba carreras de caballos y otras suertes, con los pobres animales que tiraban del carro del mercado y con cuatro pequeños novicios colombianos, entre ellos el H. Luis R. Nates.
Al H. Pedro Damián en particular, le hablaba del Caquetá en Colombia, a donde pensaba enviarlo. Pero finalmente, fue para iniciar la obra marista en Guadalajara, en Jalisco, en México, que fue escogido.
Solemne y emotiva resultó la ceremonia de despedida en Vich, en Saint Paul y en Saint Génis. En esta última, el orador les expresó: "Noé soltó del arca una paloma que luego regresó trayendo en el pico un ramo de olivo. Ustedes, Hermanos que van a México, lleven también un ramo de olivo. Plántenlo en tierra mexicana, que allí arraigue y llegue a ser un árbol corpulento cuyas ramas lleguen a cubrir toda la República Mexicana."
Una devota peregrinación a L’Hermitage, a Fourvière y al Sagrado Corazón, y el primero de julio el “Normandie” partió de Le Havre rumbo a Nueva York.
Tras largo viaje por tren, llegaron a Guadalajara el 21 de julio. Después de una cálida recepción, quedó constituida la primera comunidad marista en nuestra patria: Hnos. Pedro Damián, Filogonio y Anselmo: 36, 22 y 20 años. En casa, los Hermanos vestían su Hábito religioso y en la calle, la capa madrileña cubría esa indumentaria.
El 20 de agosto se abrió el Colegio de La Inmaculada Concepción con 30 o 40 alumnos, en la Avenida Alcalde 2. El Diario local publicó: "¡Han venido a salvar a nuestros hijos. Benditos sean!" El año terminó con un centenar.
Durante los 3 años de su gestión, el H. Pedro Damián supo de prosperidad, de alegrías y de triunfos. También de momentos de dolor. Enumeraremos algunos de estos:
· pretensión de algunos miembros del Comité de participar en el "negocio; · cambio del uniforme que él había establecido; · proyecto de construcción no aprobado; · incendio en la cocina de la casa; · promoción vocacional tomada como lavado de cerebro; · traslado del noviciado de Tlaquepaque a Zamora. De esto último señala en una comunicación personal: "no sin dejar una espina clavada en el corazón."
En el mes de junio de 1903, el H. Pedro Damián recibió obediencia de fundar un nuevo colegio en San Cristóbal Las Casas, en Chiapas. El viaje duró 18 días, en tren, en malos caballos, en carreta y con las penalidades causadas por la plena temporada de lluvias.
Aquí como en Guadalajara, supo de penas y de alegrías pero también aquí como allá, supo ser el religioso íntegro, el apóstol ardiente. Permaneció en Chiapas cuatro años, hasta 1907 en que recibió una nueva obediencia: "Lo mando a Jacona para qué la llene de buenas vocaciones." Al mismo tiempo, esto implicaba la Dirección de la Casa Provincial.
“Cada tres o cuatro meses, hacia una salida de un mes por las poblaciones de Jalisco y Michoacán. Juntaba un grupo de niños algo escogidos, los catequizaba y les daba un tiempecito para decidirse. Luego juntaba a los que se animaban; tomaba informes y...los admitía o no. Todavía les dejaba otro tiempecito de prueba y los que perseveraban, los llevaba a Jacona."
Al cabo de pocos años. se logro organizar un juniorado con 50 o 60 juniores y un noviciado de 20 postulantes y novicios. El escolasticado se organizó también, con un número regular de Hermanitos.
Todo marchaba bien con entusiasmo y magnifico espíritu. Se palpa la protección maternal de Ntra. Sra. de La Esperanza, patrona de la población.
Pero llegó la hora de la cruz. La revolución triunfante llegó a Jacona y clausuró violentamente tan bella y prometedora obra, en 1914. Los Hermanos y sus formados fueron dispersados. El H. Pedro Damián, como Director General, proveyó a que todo saliera menos mal. Los Hermanos mayores y en formación se reagruparon en Tlalpan. Los juniores fueron devueltos a sus casas.
En cuanto amainó la tempestad revolucionaria, el H. Pedro Damián con el H. Valerio, se dieron a la tarea de reunir a las ovejas dispersas. El primero en Jalisco y el segundo en Michoacán, lograron reunir un pequeño grupo de voluntarios que reanudaron su formación en San Antonio.
Tras los acontecimientos anteriores, el H. Pedro Damián se recogió en La Quinta Soledad. Aquí, en un tiroteo entre villistas y zapatistas, una bala se incrustó en la puerta, poco más arriba de su cabeza. Dando gracias a Dios, comentó luego sereno: "¡La ventaja de ser chaparro!" Actuó un tiempo como Maestro de Novicios provisional, mientras el H. Florent con un saco al hombro, buscaba en medio del peligro los víveres indispensables para la juventud. Novena tras novena, obtenían a veces de manera maravillosa “el pan nuestro de cada día" implorado.
En 1916 fue Diputado al XII Capítulo General. Al regresar, volvió al Juniorado de Huichapan y al clausurarse también éste de manera violenta, volvió a su labor de localizar y enviar a Espirá de l’Agly a los juniores que aceptaron.
Ya con 60 años, se recogió en la Quinta Soledad.
En 1931, en compañía del H. Marie Joachim y del H. Sébastien, recibió las muestras de respeto, agradecimiento y cariño de los Hermanos, en las primeras Bodas de Oro que se celebraron en la Provincia y diez años después, él solo en las Bodas de Rubí.
Siéndole ya imposible el trabajo de promotor vocacional itinerante, se dedico al cultivo de la huerta y de hermosas flores en los jardines.
En 1949 se celebraron las Bodas de Oro de la Provincia y el H. Pedro Damián fue el personaje central de los festejos, como único superviviente de los tres fundadores del Colegio de La Inmaculada en Guadalajara. En esta ciudad, la celebración tuvo lugar el 29 de junio, con la presencia de los Hermanos de la región por el H. Provincial Leoncio V. Lorenzo, de los exalumnos de la primera hora y de alumnos actuales. Su mensaje escrito a los Hermanos en esta ocasión es un reconocimiento humilde y un programa:
“Esa maravillosa prosperidad no se debe a la habilidad de los operarios, por lo menos en cuanto a mí toca. Sin duda contribuyeron en algo mis compañeros de fundación por su competencia como profesores y su virtud como religiosos. Hay que buscar la causa en otra parte:
1. El edificio de la Provincia fue construido desde sus cimientos sobre la cruz. esa es la roca que le sirvió de base, ese es el sello de las obras de Dios.
2. La protección de la Sma. Virgen, nuestra Patrona y Primera Superiora.
Que Dios nos conceda la gracia de saberlos apreciar y serle agradecidos y de ordenar siempre nuestra conducta según la voluntad de Dios. Así mereceremos que dentro de cincuenta años celebren con júbilo el Centenario con nuevos triunfos, para mayor gloria de Dios y honra de nuestra Inmaculada Madre, María Santísima."
Tenía entonces 84 años. Rodeado de la veneración y del cariño de todos los Hermanos, continuó en el silencio y en el trabajo su acción de gracias.
Todavía tuvo algunas grandes alegrías:
La visita del H. Leonida a quien había recibido como joven hermanito de 16 años en Jacona y ahora veneraba como su Superior General.
El año mariano de 1954, con ocasión del centenario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, en el cual como homenaje de la Provincia, se dedicó la monumental capilla de la Quinta Soledad.
En 1955, la gloriosa beatificación del P. Champagnat puso el colmo a la felicidad de su fiel, generoso y celoso discípulo. Ese fue también el año de su llamado a la recompensa.
Aunque cargado de años, sordo y ciego en alto grado, seguía dirigiendo el cuidado de sus flores. Ninguna enfermedad grave hacía presagiar su fin. Murió como había vivido, discretamente, sin llamar la atención. El jardinero, su asistente personal, lo descubrió: "El Sr. Pedrito está tirado en su cuarto y parece muerto..."
Al sepelio acudió un gran número de Hermanos y algunos de sus exalumnos de Guadalajara. Descansa en paz en el cementerio de Tlalpan, con sus Hermanos.
En una carta que vino a ser un mensaje póstumo, le decía a un Hermano: "Que alegría me da cuando pienso en las numerosas vocaciones de nuestra querida Provincia. Voy a tomar reposo en la casa del Padre que es la casa de la Sma. Virgen, con tantos Hermanos que me han precedido. ¿Ya es tiempo verdad?"
Este anhelo se vio colmado el 26 de octubre de 1955, a los 90 años, trece como Hermano Marista, 56 en Mexico.
El H. Provincial Salvador Méndez Arceo al comunicar este deceso a los Hermanos, dio el siguiente testimonio: "Religioso ejemplarisimo de una pieza y dechado constante de todas las virtudes genuinamente maristas, fue siempre el siervo fiel del evangelio, hijo amantísimo de María. Tipo acabado de piedad, mortificación, regularidad, veneración por los superiores y espíritu de familia. He aquí lo que siempre fue a lo largo de tres cuartos de siglo el buen y santo fundador de la Provincia Mexicana."
Y otro testimonio de fuente muy diferente, el de un viejo revolucionario, antiguo alumno suyo: "Para mi venerable maestro el H. Pedro Damián. fundador del colegio marista de Guadalajara en julio-agosto de 1899. Reverente y humilde besa su mano este viejo rebelde que pocas veces se ha inclinado en su vida, pero que hoy lo hace reverente con el corazón entero."
Fuente: Ecos de Familia.
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