PENSAMIENTOS SOBRE EL PATRIMONIO ESPIRITUAL MARISTA TOMADOS DE "REFLEXIONES PERSONALES BREVES SOBRE TEMAS VARIOS", DEL H. AURELIANO BRAMBILA
- Marcelino Champagnat: un hombre que supo amar. Amó a Cristo, a María, a la Iglesia, a la Sociedad de María, a los Hermanos, a los feligreses de Lavalla, a los niños... Francamente, si la educación es obra de amor, Marcelino estuvo que ni mandado hacer para convertirse en fundador de un Instituto de educadores.
- Una de las características de la personalidad de Marcelino es su equilibrio: ¡Qué bien se sitúa ante la realidad! Nada de extremismos.
- Marcelino es como un dedo que indica el camino. El no es el límite de ese camino. Marcelino apunta hacia Jesús. Fidelidad, pues, a quien Marcelino fue fiel. Una fidelidad que se quedara sólo contemplando a Marcelino lo traicionaría. Marcelino ha de ser trascendido. Hay que llegar a donde él apunta.
- Afirmar la santidad de Marcelino afianza mi propia vocación. No estoy al servicio de la quimera de un "iluminado". Me encuentro en el interior mismo de un plan de Dios para la Iglesia y el mundo, sembrado en el corazón de ese hombre trabajado por el Espíritu.
- Champagnat fue dócil a la acción del Espíritu. Esa presencia lo desborda por completo. Los Hermanos y los Seglares maristas, sus seguidores, no estamos, pues, al servicio de un mero ideal humano, por noble que sea, sino al servicio de esa misma acción del Espíritu Santo.
- Dios fue preparando poco a poco a Marcelino para que se vaciara de sí mismo. Cuando llegó el momento previsto por la Providencia, Champagnat se dedicó a la fundación del Instituto con toda naturalidad y sencillez así como con gran decisión y energía.
- Exteriormente la diferencia entre un inspirado y un obcecado es pequeña. Pero, interiormente, ¡qué distancias! Todo está en las motivaciones y en el vaciamiento de sí mismo. Esto es, en la búsqueda exclusiva de la cosas del Padre.
- Marcelino se dio cuenta desde muy chico de la mirada amorosa con que Jesús envolvía a los niños y a los jóvenes. Y quiso materializarla mediante los Hermanos que fundó.
- A Marcelino le resulta particularmente subyugante la figura de Jesucristo que se compadece de las miserias de los poquita cosa, de los afligidos, de los puestos de lado...
- Nuestro Fundador es de los hombres cuya vida es el mejor libro que escribieron.
- Champagnat juzgado por algunos de sus cohermanos en el sacerdocio: "Es un orgulloso, sólo quiere llamar la atención haciéndola de fundador". Eran los niños, la gente del campo, quienes veían las cosas diferente: una vez más, los sencillos detectan el paso de Dios por la vida de ciertos hombres... Esto me recuerda la acción de gracias de Jesús: "Te doy gracias, Padre, porque has revelado estas cosas a los sencillos...."
- Llama poderosamente la atención en Marcelino su gran congruencia entre lo que se propone realizar y los medios que emplea. Posee el sentido de la adecuación. Ello le permite ser un realizador. A esto llamo yo inteligencia práctica. Hay quienes tontamente reducen ésta a la mera habilidad manual: saber maniobrar con el martillo, la pala, el salpapico...
- Todas las líneas de fuerza en la vida de Marcelino tienden hacia un solo objetivo: la fundación de un Instituto que atienda a los niños y jóvenes que las demás instituciones eclesiales no atienden. Se trata de una gran solicitud por el aspecto espiritual, principalmente, pero sin descuidar los demás.
- Marcelino me fascina porque pienso que por su existencia pasó Dios hasta nosotros. No sabía leer bien, y nos enseñó a leer. No sabía escribir bien, y nos enseñó a escribir. De nosotros, analfabetas, hizo maestros. Sí, Dios actuaba desde la persona de Marcelino. Para nuestro beneficio, fue un hombre invadido por Dios.
- La existencia de la escuela (a secas) no es algo que tranquilizó la conciencia de Marcelino. Para él era necesario que la educación que en ella se impartiera fuese verdaderamente cristiana. Esto me lleva a pensar en la actualidad de nuestro carisma institucional aún en los países en que el gobierno ha asegurado a todos una excelente educación laica.
- El Instituto: la historia de un acierto. Por lo menos hay que reconocer que todo éxito merece aplauso. Llevar una idea a su realización concreta y exitosa ciertamente no es obra de subdotados.
- La idea de que el carisma fundacional es comunitario me parece muy importante. Dios actúa siempre a través de grupos. Los primeros discípulos de Marcelino también son fundadores con él. Tienen algo que aportar a los orígenes.
- "Gracias, Padre bueno, por habernos dado un Fundador tan bondadoso. ¡Qué bien nos hizo sentir el amor que tú nos tienes! Haz que ahora nosotros, sus hijos, a nuestra vez, hagamos otro tanto a las personas con quienes tratamos."
- Maravillosa pedagogía espiritual de Marcelino. Hacía que se asociara el sentido de la presencia amorosa de Dios con la visión de las cosas sencillas, de todos los días: cruces en los caminos, campanarios de iglesias, estatuas marianas...
- Si al P. Champagnat le preguntásemos qué es lo que él deseaba hacer al fundar el Instituto, nos contestaría mostrándonos a un H. Francisco, un H. Luis, un H. Estanislao,... Ciertamente no nos hubiera mostrado sus cartas.
- La expansión del Instituto: algo semejante a la narración de los Hechos de los Apóstoles. Las dificultades presentadas por las diversas mentalidades plantearon sin duda el dilema a los Hermanos de la época: ¿Mantenerlo todo rígidamente (confundiendo lo esencial con lo contextual), o ir adaptando las cosas según las diversas culturas? Como en la Iglesia, también en el Instituto se dio la presencia del Espíritu. Y se fue produciendo esa maravillosa unidad en la diversidad.
- La cuestión de las Provincias en el Instituto es muy relativa. Yo entré para ser Hermano Marista. Las divisiones son artificiales. Podrían ser cambiadas. De hecho, he estado viviendo en medio de esas divisiones, que en nada me afectaron. Además, he sido formado en "otras provincias".
- Las dificultades vocacionales de los primeros Hermanos manifiestan lo que serán las tentaciones más recurrentes entre los Hermanos Maristas de todos los tiempos: la autonomía espiritual (Jean-Marie) o la autonomía apostólica (Jean-François), la ida hacia el sacerdocio (Sylvestre).
- El Instituto de los Hermanos Maristas: hecho por marginados eclesiales (religiosos varones laicales, en una Iglesia, a veces y en algunos lugares, fuertemente tentada de clericalismo), para marginados sociales (el pobre, el niño gris, el indígena,..)
- También Marcelino podría a su vez decirnos: "Si de veras me amas, no menosprecies al menor de los míos. Si me amas, apacienta a mis Hermanos".
- No se trata de copiar a Champagnat, sino de traducirlo.
- El Hermano es una presencia de Dios entre los jóvenes. En el límite, aunque no diese catecismo, enseña mediante su testimonio de amor evangélico, de pertenencia a Dios... Por supuesto que se trata de una presencia orante. Los alumnos maristas, y por extensión todos los jóvenes que entran en contacto con nosotros, tienen asegurada la oración de los Hermanos, como comunidad.
- ¿Discursos del P. Champagnat? El más elocuente, el verdadero: el Instituto que fundó.
- El P. Champagnat no amaba a los primeros Hermanos por su rusticidad e ignorancia, sino que los amaba a pesar de ellas, lo que es bien diferente. Por ello, no es posible que podamos nunca, en buena ley, apoyarnos en la tradición marista para decidirnos a establecernos en la mediocridad intelectual, espiritual, artística o social.
- Es necesario que alguien en el Instituto desempeñe funciones internas que permitan vivir al conjunto de cara al exterior: Director de casa de ancianos, superiores, consejeros espirituales, investigadores del patrimonio, formadores...
- ¿Los documentos del Magisterio deben repetir simplemente el texto del Evangelio o han de traducir su espíritu para nuestro hoy? La respuesta es clara. Pues dígase lo mismo de la relación entre los documentos del patrimonio espiritual del Instituto y la palabra del Fundador.
- La espiritualidad marista abarca más de lo que Marcelino dijo o hizo. Se identifica con todo lo legítimo del carisma a lo largo de la historia del Instituto.
- ¡Qué bueno que Dios nos ha ido obligando a completar varios aspectos inculpablemente descuidados en nuestro Instituto: estudios, títulos, pulimento humano!... Y todo ello mediante las crecientes exigencias del poder público. ¡Qué paradoja, Dios nos ha hecho crecer exactamente con lo que los hombres imaginaban hacernos morir!
- Una lectura simplista y acrítica de la Biblia produce Fundamentalismos. Estos son posturas típicas (en plural, pues hay de colores opuestos) de gente "pragmática". Se quedan con la cáscara y tiran la fruta. ¿No nos pasará algo semejante en nuestras relecturas de los orígenes maristas?
- El Espíritu Santo no nos ha dejado solos. Debemos y podemos seguir respondiendo según nuestro carisma al mundo y a la Iglesia de hoy. Hemos de creer en la fuerza del poder de Dios.
- Los primeros Hermanos eran del pueblo y para el pueblo. Además, vivían como la gente del pueblo. Y todo con gran naturalidad, sin desplantes proféticos, y menos aún demagógicos. Esa fue la clave de su éxito, bajo el punto de vista meramente humano.
- Aún cuando las biografías de los primeros Hermanos fuesen meras ficciones piadosas, conservarían intacto su valor inspirador de vida marista. Serían una especie de parábola dramatizada de lo que los primeros Hermanos consideraban la identidad dinámica de los discípulos de Marcelino. No hay que tener miedo de la dramatización. La Biblia abunda en ella. El Libro de Tobías es una novela, en cuanto a género literario. Y no por ello deja de ser inspirado. Es cuestión de saber leer los diversos géneros literarios.
- Cuando deje de entender lo que es el Instituto, me empezaré a desconocer a mí mismo.
- Maristas: llamados a ser los hermanos de los niños y de los jóvenes, sin mayores pretensiones: Compañeros en la vida.
- Francisco vivió con mucha elegancia su ser marista. Es un modelo de lo original. Fue una hechura de Marcelino. Además, Francisco nos enseñó qué actitud hemos de tener ante el Padre Fundador. Junto a una gran figura siempre hay, en la economía divina, un alma contemplativa que establece la actitud modélica de cara a esa figura. Así María con Jesús; así Francisco con Marcelino.
- Francisco: imagen viva de Marcelino. ¿Y esto, sólo por razones psicológicas? Yo creo que mucho hubo también, y sobre todo, de un plan providencial. Dios dotó a alguien del dispositivo necesario para que desease ser la réplica laical de Champagnat sacerdote. Esto era fundamental en un Instituto de solo Hermanos.
- Francisco está más cerca de nosotros que Marcelino. Fue la copia exacta, pero como laico. Marcelino no es imitable en todo, pues poseía una espiritualidad sacerdotal. A Francisco lo podemos imitar en todo. Además ofrece grandes garantías. Era el discípulo predilecto de Marcelino, su hechura, uno de sus mejores logros.
- ¿Qué reprocho a la teología subyacente decimonónica en la obra del H. Juan Bautista? Pues, la continua equivocidad de la palabra mundo, el monopolio de la santidad para los religiosos, el miedo obsesivo por el pecado, el pavor enfermizo por la condenación, la incapacidad de llegar a Dios a través de lo bello...
- ¿Es legítimo puentearse la evolución histórica del Instituto? La pretensión de querer sólo depender del punto inicial me parece, por lo menos, equivocada.
- Me parece muy legítimo que existan diversas interpretaciones de los hechos y diferentes lecturas de los documentos de nuestro patrimonio espiritual siempre y cuando ninguna pretenda ser la única verdadera.
- En el carisma institucional no sólo ni todo lo inicial es lo verdaderamente auténtico y esencial. Así pues, auténtico y primitivo no son sinónimos. El rodrigón fue una ayuda útil al árbol, pero nunca formó parte de su ser.
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