ANTE UN CADAVER
¡Y bien!
aqui estás ya... sobre la plancha
donde el gran
horizonte de la ciencia
la extensión
de sus límites ensancha.
Aqui donde la
rígida experiencia
viene a dictar
las leyes superiores
a que está
sometida la existencia.
Aqui donde derrama
sus fulgores
ese astro a
cuya luz desaparece
la distinción
de esclavos y señores.
Aqui donde la
fábula enmudece
y la voz de
los hechos se levanta
y la superstición
se desvanece.
Aqui donde la
ciencia se adelanta
a leer la solución
de ese problema
cuyo sólo
enunciado nos espanta.
Ella que tiene
la razón por lema
y que en tus
labios escuchar ansía
la augusta voz
de la verdad suprema.
Aqui estás
ya... tras de la lucha impía
en que romper
al cabo conseguiste
la cárcel
que al dolor te retenía.
La luz de tus
pupilas ya no existe,
tu máquina
vital descansa inerte
y a cumplir
con su objeto se resiste.
¡Miseria
y nada mas! dirán al verte
los que creen
que el imperio de la vida
acaba donde
empieza el de la muerte.
Y suponiendo
tu misión cumplida
se acercarán
a ti, y en su mirada
te mandarán
la eterna despedida.
Pero, ¡no!...
tu misión no está acabada,
que ni es la
nada el punto en que nacemos
ni el punto
en que morimos es la nada.
Círculo
es la existencia, y mal hacemos
cuando al querer
medirla le asignamos
la cuna y el
sepulcro por extremos.
La madre es sólo
el molde en que tomamos
nuestra forma,
la forma pasajera
con que la ingrata
vida atravesamos.
Pero ni es esa
forma la primera
que nuestro
ser reviste, ni tampoco
será
su última forma cuando muera.
Tú sin
aliento ya, dentro de poco
volverás
a la tierra y a su seno
que es de la
vida universal el foco.
Y allí,
a la vida en apariencia ajeno,
el poder de
la lluvia y del verano
fecundará
de gérmenes tu cieno.
Y al ascender
de la raíz al grano,
irás
del vergel a ser testigo
en el laboratorio
soberano;
Tal vez, para
volver cambiado en trigo
al triste hogar
donde la triste esposa
sin encontrar
un pan sueña contigo.
En tanto que
las grietas de tu fosa
verán
alzarse de su fondo abierto
la larva convertida
en mariposa;
Que en los ensayos
de su vuelo incierto
irá al
lecho infeliz de tus amores
a llevarle tus
ósculos de muerto.
Y en medio de
esos cambios interiores
tu cráneo
lleno de una nueva vida,
en vez de pensamientos
dará flores,
en cuyo cáliz
brillará escondida
la lágrima
tal vez con que tu amada
acompañó
el adiós de tu partida.
La tumba es el
final de la jornada,
porque en la
tumba es donde queda muerta
la llama en
nuestro espíritu encerrada.
Pero en esa mansión
a cuya puerta
se extingue
nuestro aliento, hay otro aliento
que de nuevo
a la vida nos despierta.
Allí acaban
la fuerza y el talento,
allí
acaban los goces y los males
allí
acaban la fe y el sentimiento.
Allí acaban
los lazos terrenales,
y mezclados
el sabio y el idiota
se hunden en
la región de los iguales.
Pero allí
donde el ánimo se agota
y perece la
máquina, alli mismo
el ser que muere
es otro ser que brota.
El poderoso y
fecundante abismo
del antiguo
organismo se apodera
y forma y hace
de él otro organismo.
Abandona a la
historia justiciera
un nombre sin
cuidarse, indiferente,
de que ese nombre
se eternice o muera.
Él recoge
la masa únicamente,
y cambiando
las formas y el objeto
se encarga de
que viva eternamente;
La tumba sólo
guarda un esqueleto
mas la vida
en su bóveda mortuoria
prosigue alimentándose
en secreto.
Que al fin de
esta existencia transitoria
a la que tanto
nuestro afán se adhiere,
la materia,
inmortal como la gloria,
cambia de formas;
pero nunca muere.
MANUEL ACUÑA