EL BIENAVENTURADO

 

MARCELINO CHAMPAGNAT

 

 

EN SUS INSTRUCCIONES  Y

 

 

SERMONES INÉDITOS.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

MEMORIA DE LICENCIATURA

 

PRESENTADA

 

EN LA FACULTAD

 

DE TEOLOGÍA DE LYON

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ALEXANDRE  BALKO, fms.

 

 

LYON, NOVIEMBRE DE 1972

 

 

 

 

(TRADUCCIÓN DEL HERMANO JOSE LUIS CASILLAS VELÁZQUEZ)

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

 

El Bienaventurado Marcelino Champagnat, sacerdote de la Sociedad de María, fundador de la Congregación de los Hermanos Maristas, falleció el 6 de junio de 1840, en la casa de  N. S. Del Hermitage, municipio de Izieux ( Loire ). El mismo día de su muerte, se llamó a un pintor deSt-Chamond, el Sr. Ravery, amigo del Bienaventurado, para hacerle una pintura..

 

   “El pintor debió de trabajar de prisa, y su cuadro reproducía fielmente la rigidez cadavérica y las órbitas hundidas por la muerte” ( P. Zind, Viajes y Misiones, n. 108 )

 

“ Estaba completamente pálido, pero de ninguna manera desfigurado; su rostro había conservado sus rasgos viriles, ese aire de bondad y de dignidad que le daba durante su vida tanto ascendiente sobre los espíritus y que le ganaba todos los corazones.” ( Vida de J.B.M. Champagnat, por uno de sus primeros discípulos, T. 1, p. 304 ).

 

Es así que después de 132 años, los Hermanos Maristas que quieren recordar los rasgos de su fundador, no tienen otra forma, más que fijar sin cesar su mirada sobre el retrato de un muerto, del que ningún intento ha podido reproducir al mismo tiempo,  hasta el presente, los “rasgos enérgicos” y “el aire de bondad”, con éxito.

 

Guardando toda proporción, es un problema análogo, pero más importante, lo que ocurre con la biografía del fundador. La tradición atribuye al biógrafo,  Hermano Juan Bautista Furet, este propósito significativo : “ El Padre Champagnat será como yo lo haga”. Es la impresión que da al examinar la obra de cerca. Es una síntesis personal, una larga conferencia ascética y pedagógica, ilustrada con imágenes estilizadas, con bellas diapositivas, con actitudes fijas en la santidad. Cómo quisiéramos nosotros dar vida a esta serie de imágenes para observar los movimientos de un hombre vivo, que lucha, que sufre, que duda muchas veces y que progresa : Dar una dimensión humana a este personaje hierático.

 

Además, hoy nos gusta meter el dedo en la verdad para sentir la presencia concreta, como Santo Tomás sintió palpitar el corazón de su maestro resucitado. El Hermano Juan Bautista nos dice que se ha servido de los testimonios escritos y orales de personas que han conocido al Padre Champagnat, así como de los escritos de éste, aunque él consideró conveniente hacer desaparecer la documentación que había recabado. Si  tiene razón al presentar al fundador desde la perspectiva de su tiempo y el éxito que logró habla a su favor, nosotros estamos muy desprovistos en nuestra intención de redescubrir los elementos primitivos a través de la síntesis, con la finalidad de pedir al fundador ejemplos y consignas para nuestro tiempo. Bajo la gruesa capa aplicada por una piedad filial mal comprendida, quisiéramos reencontrar las viejas piedras, sentir su rugosidad y ver centellear los cristales bajo el sol y la luz.

 

Es con este empeño de entrar en contacto directo con la personalidad de Marcelino Champagnat que hemos emprendido la tarea de examinar de cerca los manuscritos que tenemos de sus sermones e instrucciones, a pesar de lo difícil y estéril que nos resulta esta empresa. Este encuentro directo con un hombre que se enfrentó con las dificultades de la composición, nos ha proporcionado algunas pistas sobre su carácter, sobre la naturaleza y los límites de su inteligencia, sobre sus posiciones doctrinales, al mismo tiempo que sobre algunas orientaciones de su vida espiritual. Ahora bien, desde los primeros contactos con las fuentes, la convicción es cada vez más clara con respecto a que el redactor de esos manuscritos, casi siempre inconclusos, sufría de una especie de incapacidad o de limitación en su trabajo intelectual. Como dirigimos al mismo tiempo una pequeña investigación histórica, hemos encontrado suficientes pruebas que confirman la hipótesis. Nos ha parecido también que esta forma de presentar las cosas, situando al personaje en su espacio y en su tiempo, permite dar una interpretación armoniosa al conjunto de testimonios que la historia nos relata respecto a él, colocando su grandeza allí donde ella está verdaderamente, es decir, en la bondad de corazón y la prontitud para la acción, al servicio de la fidelidad a una misión.

 

En esta perspectiva de posibilidades intelectuales limitadas, los componentes de la personalidad de un hombre, así como el contenido y las orientaciones de su actividad, están, más que de ordinario condicionadas por los intercambios con su medio educativo y vital. Nosotros atribuimos mucha importancia al hecho de que el padre del bienaventurado fuera funcionario, convencido, aunque moderado, al servicio de las novedades revolucionarias presentando a los ojos del muchacho un vivo ejemplo de apertura al mundo moderno, destruyendo toda idea de restauración de la antigua forma de pensar. Insistimos con bastante amplitud sobre ciertos detalles de los estudios en el seminario, en relación directa con la intuición central de este trabajo.

 

Evidentemente, el estudio de los manuscritos ocupa un lugar central, por su importancia y su extensión en el conjunto de esta investigación. Nos hemos concentrado especialmente en ellos para observar los procesos de preparación del predicador, distinguiendo diferentes etapas en su evolución, así como en las orientaciones doctrinales y espirituales que se ven bosquejadas en ellos.

 

En la tercera parte quisiéramos sintetizar las ideas que este estudio nos sugiere sobre la personalidad y las orientaciones espirituales de Marcelino Champagnat. Se trata de muchas sugerencias que no se hacen realidad más que tomando materiales de otras fuentes de conocimiento del personaje. El fundador de los Hermanos Maristas se nos presenta en el movimiento irrefrenable de una actividad dinámica, sostenida interiormente por un corazón que vibra de amor a Dios y al prójimo, a quien no detiene ningún obstáculo y cuya simpatía y entusiasmo comunicativos, arrastran con su estela las almas de los humildes, afines a la suya. Si la  grandeza del Bienaventurado Padre Champagnat viene de su acción; de la vida intelectual no han resultado para él más que penas y humillaciones, que son, posiblemente, su participación en la cruz redentora, fuente de fecundidad apostólica.

 

La honradez exige hacer notar que esta no es la primera vez que un observador atento entrevé dónde está la verdadera grandeza de Marcelino Champagnat.

 

   “Un patrimonio espiritual, de hecho, no se divide, y los dos Institutos ven hoy como su más auténtica riqueza todo lo que hizo y sufrió el bienaventurado, por la única Sociedad de María.” ( Jean Coste, sm, Boletín del Instituto de los Hermanos Maristas, n. 162 )

 

 

 

 PRIMERA PARTE : REFERENCIAS HISTÓRICAS

 

 CAPÍTULO I

 

 LA REGIÓN Y LA FAMILIA

 

 

Aunque la parte más importante de este trabajo consiste en el análisis de los manuscritos y las conclusiones que se puedan sacar de ellos para el conocimiento de la personalidad de Marcelino Champagnat y de su fisonomía espiritual, nos ha parecido indispensable llevar al mismo tiempo una pequeña investigación histórica para evitar el peligro de hacer interpretaciones fantasiosas y alejadas de la realidad. Los datos históricos, aunque parezcan modestos, poseen referencias que es necesario respetar : Ellos señalan los caminos de interpretación. Hechos históricos y sugerencias provenientes del análisis de los textos contribuyen así a un mejor conocimiento del personaje, iluminándose recíprocamente. Entre los datos históricos y los testimonios, preferimos evidentemente los que están más cercanos a nuestro personaje, teniendo en cuenta la situación histórica general cuando hay una verdadera probabilidad de incidencia sobre la vida de nuestro héroe .Definitivamente, no se trata de escribir una biografía, sino de destacar los acontecimientos, o más frecuentemente, las situaciones más o menos difusas que orienten la vida de un hombre y ayuden a comprender su carácter y su comportamiento.

 

 “Un hecho, es lo que tiene un sentido, inclusive varios, varias fases” ( F. Roulier, Significado de la Historia, p. 13 )

 

   Advirtamos además que la convergencia de varios datos menos explícitos tiene más valor que un hecho o un testimonio aislado, cuyo significado puede ser falseado por un motivo particular de acción o una interpretación tendenciosa. Es preciso, por otra parte, desconfiar siempre de las actitudes admirativas inspiradas por una piedad mal entendida, así como de posiciones negativas a priori, bastante generales en los medios eclesiásticos del 19º siglo y causadas por una verdadera fobia hacia todo lo que recuerde la Revolución.

 

   “Buscar una explicación no quiere decir celebrar a un héroe o encontrar un culpable” ( ibidem, p. 4 )

 

   “Reunirá bajo la trama inevitable de los testigos, la esencia de los sentimientos y de las ideas auténticas que encierran su relaciones” ( F. Desramaut, La Memoria de Giovanni B. Lemoyne, p. 410 )

  No hay evidentemente hechos históricos al natural, aunque lo ideal sería darles el sentido que tenían en el pensamiento de sus autores.

 

   “Hacer obra de historiador, es encontrar en la medida de lo posible las posibilidades, las razones, y las elecciones de hombres de otro tiempo” ( F. Roulier, Significado de la Historia, p. 19 )

 

  Todo ser viviente está ordenado a un medio, en el sentido amplio del término, del que depende en gran medida, puesto que su vida está condicionada por los continuos intercambios con ese medio. El medio vital de un hombre es a la vez geográfico y social, es decir, humano. Esos factores van a influir sobre su temperamento, modelar su carácter, proporcionar esquemas a la expresión de su personalidad, cuadros mentales a su reflexión y a su actividad.

 

  Marcelino Champagnat nació el mismo año de la Revolución, el 20 de mayo de 1789, en el caserío del Rosey, municipio de Marlhes ( Loira ).Era el noveno entre diez hermanos y hermanas; de hecho, el menor, puesto que su hermano más pequeño,  vivió poco tiempo. La pequeña aldea de montaña con rudos inviernos y un suelo poco fértil, presentaba dificultad paras dar alimento a sus 2 700 habitantes. Se puede aplicar a éstos las cualidades que J. M. Chausse atribuye a sus vecinos de Jonzieux :

 

   “Pertenecían a esa raza fuerte y sana de las montañas del Forez y del Velay, de donde continúan saliendo en gran número, desde hace tres cuartos de siglo, sacerdotes, hermanos y religiosas” ( Vida de J. L. Duplay, 1887, T I, p. 16 )

 

  He aquí la opinión del mismo autor sobre los paisanos del Padre Champagnat :

 

   “ La población agrícola de esta parroquia tiene una fama bien merecida de honestidad religiosa. No hay otro lugar donde se hayan conservado las buenas costumbres de manera semejante” ( ibid. P. 308 )

 

  Esta raza fuerte, fortalecida por la lucha milenaria contra la dureza del suelo y el rigor del clima, está habituada a las privaciones de una vida austera, que la coloca al mismo nivel de las Bienaventuranzas .“¡Bienaventurados los pobres!” La posición retirada y poco envidiada de esta aldea de las montañas del Forez la tiene apartada de las guerras de religión, aún de la propaganda jansenista y en gran medida, de los excesos de la Revolución.

 

  En 1789, Marlhes se encontraba en el límite noreste de la provincia de Velay, en contacto con la de Forez, de Biennois y de Vivarais; perteneciendo a la Diócesis del Puy, en lo espiritual la parroquia pertenecía al sur. Debido a esto, se ha beneficiado de tres misiones del apóstol de Velay y del Vivarais, San Francisco Régis.

 

  “Entre todas, una parroquia del Forez meridional, dependiente en lo espiritual del Obispo del Puy, parece haber sido para el santo, un oasis reconfortante : Marlhes. Allí regresó tres veces...Su población vigorosa y sana no había sufrido ningún ataque calvinista; las guerras religiosas casi no habían sembrado allí sus odios y sus divisiones. El santo la ama así como Jesús a Betania...De esas misiones de Régis, queda todavía en la región, después de tres siglos, una reconocida devoción, de la que el mejor testimonio es una fe y una vida cristiana sólidas..Yo lo he visto, declara el cura Jacques André; todos corrían detrás de él, seducidos por su santidad...Los campesinos lo esperaban en los cruces de los caminos y se unían a la caravana. Yo lo he visto con mis propios ojos, en los tiempos más rigurosos, ser obligado a detenerse en un claro, para dar gusto a los que reclamaban una palabra de consuelo...En un mes escuchaba en mi parroquia más de dos mil confesiones, casi todas generales...Después de la primera misión, yo no reconocía a mis parroquianos, tanto habían cambiado”. ( G. Guitton, S. Francisco Régis, 1941, pp. 189-193 )

 

   Es este pueblo profundamente cristiano, santificado por la palabra, las fatigas, los sufrimientos, las oraciones y los milagros del santo apóstol, es esta buena tierra que hace fructificar la palabra evangélica al céntuplo, que ha producido al bienaventurado Marcelino Champagnat y su obra. La tumba del Santo en la Louvesque continúa siendo el centro espiritual de esos campesinos; es allí, por otra parte, donde,  tanto Marcelino Champagnat, como J:M. Vianney, irán a buscar el socorro para una vocación muy comprometida.

 

   Tenemos testimonios escritos de la devoción personal del seminarista Marcelino Champagnat hacia el Santo, venerado en la región. Después de haber pedido la protección de la Santísima Virgen, él concluye así su reglamento de vacaciones :

 

   “San Francisco Regis, tú que eres tan poderoso ante Dios, para obtener la salud del cuerpo, ¿ lo serás menos con respecto al alma, esta sustancia creada a imagen de Dios.? No, no es así. Es pues, por tu intercesión que espero cumplir el reglamento que yo me impongo ahora”. ( Copia de los Manuscritos, p. 167 ).

 

   Además, el Santo está siempre presente entre las invocaciones habituales del Padre, al final de su resoluciones. Por otra parte, el santo misionero ha dejado una reliquia en Saint-Sauveur, que el escolar pudo venerar fácilmente con su tía Margarita Chirat, casada con Joseph Pauze, cuyos antepasados han albergado y guardado al apóstol una noche, cerrando cuidadosamente la puerta para impedirle salir. Como lo testimonia su bastón que había olvidado al partir : “¡ Guárdelo, es lo que mi pobreza puede ofrecer a cambio de sus bondades!”. ( G. Guitton, ob. Cit. p. 197 )

 

   Los fieles que han visto actuar al Padre Champagnat  son testigos de que pasó de la invocación a la acción :

 

   “ No podría expresar mejor mi opinión sobre el Padre Champagnat, dice el P. Courbon, más que diciendo que por lo importante y difícil de sus trabajos, lo comparo gustosamente a San Franciso Régis.” ( Positio Super Fama Sanctitatis in Genere, p. 235 )

 

   Pero hay un medio social aún más importante que una fervorosa comunidad cristiana, para el florecimiento de un alma, es las familia. Allí siempre, el elegido del Señor recibe los buenos ejemplos e influencias que lo encaminarán a su vocación personal especial.

 

   En su Vida del Padre Champagnat, el Hermano Juan Bautista consagra algunas líneas al papá, una página a la tía religiosa, que vive con la familia y dos páginas a la madre. ( pp. 2-4 ) Ella conduce su casa con economía y en orden perfecto. Piadosa, discreta y sabia, aconseja y ayuda gustosamente a las amas de casa del caserío. El autor resalta especialmente sus cualidades de educadora enérgica, que tiene cuidado de formar a sus hijos en las virtudes cristianas, en el orden, en la sobriedad y sobre todo en la piedad. Julienne Epalle la conocía bien , ya que era su vecina :

 

   “Ella estaba orgullosa por la elección que el buen Dios hizo de su pequeño Marcelino, a quien amaba, se puede decir, más que a los otros, a causa de sus virtudes.” ( Positio Super Veritatibus, I,p. 71 )

 

   “La madre Champagnat amaba a su pequeño Marcelino más que a sus otros hijos, puesto que él era más dulce, más piadoso, más servicial que sus hermanos, y porque casi no se separaba de ella.” ( J.P. Granottier, cura, ibid. P. 51 )

 

   Además, su gran estatura y su robusta constitución física, la debía indudablemente a su madre. Marcelino Champagnat gozaba de una herencia materna preciosa : Devoción a María, vida laboriosa y entregada, educación exigente, que son gracias tangibles que prepararon al futuro fundador de los Hermanos Maristas. La que los Anales del Hermano Avit califican de “Descendiente de la mujer fuerte del Evangelio”, estaba también sin duda destinada a ser un elemento de moderación y de equilibrio en la vida de su marido, ese joven de 19 años, abierto y emprendedor, en un período que presentaba grandes posibilidades y grandes peligros. Como su marido, ella pertenecía a una de las familias de clase media de la parroquia de Marlhes, las que eran calificadas de “honestas”.

 

   En la familia vivía igualmente Luisa Champagnat, tía materna ( sic. ) de Marcelino, Hermana de San José, de Marlhes, a quien los acontecimientos obligaron a retirarse con su hermano en 1791. Esta circunstancia debió ser igualmente señalada entre los medios privilegiados de que la Providencia se sirvió para preparar al joven Marcelino a su futura misión.

 

   “Frecuentemente durante su vida, se le escuchó hablar de su piadosa tía y era fácil ver la manera como se expresaba, que estaba aún penetrado de los sentimientos que ella había tratado de inspirarle. Él le conservó un reconocimiento y un afecto que habrían de durarle toda la vida, y es posible que pensara en ella cuando aseguraba a sus hermanos más tarde, que las enseñanzas recibidas durante la infancia, no se olvidan jamás.” ( Vida I, p. 5 )

 

   Perteneciendo a una congregación muy dinámica y muy popular en la región, la buena religiosa, habrá derramado en esta alma, ya preparada por la gracia, el excedente de una carrera apostólica truncada. Siendo así que la fe sólida heredada de la madre, será matizada por la atención interior, la instrucción espiritual y las prácticas más metódicas de la religiosa. El hermano R. Gibson señala que el fracaso escolar de Marcelino, lo habrá llevado a la escuela y a la estrecha influencia de su tía religiosa.( Father Champagant, The man and his Spirituality, Roma 1971, p. 68 )

La humildad y la severidad que las Hermanas de San José poseen de San Francisco de Sales, serán el tema frecuente de las resoluciones del seminarista y del joven sacerdote.

 

   “Como no lo he hecho hasta el presente, quiero practicar más la virtud  de la mansedumbre” ( 12 de oct.  1820 )

 

   ¿ Cuántas veces no habría evocado ella la necesidad de educar y de catequizar a los niños, la urgencia de llenar los huecos en las filas del clero diezmado por la Revolución, en esos tiempos en que tantas almas ardientes soñaban con grandes propósitos para el servicio de la Iglesia?. No se dan más las cosas por generación espontánea ni en el orden espiritual, ni en el natural. Ya desde seminarista, Champagnat se entrega  con  éxito a la catequesis durante las vacaciones y cuando da su nombre al grupo de los Maristas, después de su último año de seminario, tiene ideas muy claras:

 

   “Siempre he experimentado en mí un atractivo particular por un establecimiento de Hermanos; yo me uno gustosamente a ustedes y si lo juzgan a propósito, yo me encargaré de esa obra” ( J. Coste, Orígenes Maristas. T 2, doc. 752 )

 

   El Hermano   Pierre Zind tiene una intuición muy sugestiva comparando la Congregación naciente de los Hermanos Maristas, con la de las Hermanas de San José que trabajan en la región :

 

   “Como no tenían todavía verdaderas Reglas, los Hermanos Maristas se entregaban con todo el ardor de su celo de neófitos. Una frugalidad digna de los anacoretas de la Tebaida no les impedía entregarse, una vez terminada la clase a toda clase de buenas obras; pedir para los pobres, niños o adultos, visitar a los enfermos, hacerles el aseo de su casa, velarlos durante la noche, todas esas ocupaciones extraescolares los convertía en fiel réplica de las Hermanas de San José.” (  Diploma de Estudios Superiores, La Aplicación de la Ordenaza del 29 de febrero de 1816 y la Situación de la Enseñanza Primaria en el Distrito de Saint-Etienne ( Loire ),pp. 109-110 )

 

   Igualmente, al visitar un profesor del seminario mayor a su familia en 1803, su vocación se declara tan súbita como inquebrantable, esto no es probablemente más que el surgimiento incontenible de una corriente subterránea formada y alimentada por infiltraciones tanto silenciosas como constantes. La vitalidad y la receptividad de Marcelino Champagnat no son objeto de la inteligencia, sino del corazón y  del movimiento de la acción :  Él será formado  por influencia, en  contacto con las personas y los acontecimientos.

 

   Es en este sentido que damos mucha importancia a la posición social de Juan Bautista Champagnat, padre de Marcelino. El Hermano Juan Bautista, que ha tenido la oportunidad de recopilar al menos tantos documentos sobre este personaje con un puesto público más sobresaliente, que sobre la madre de familia confinada a la dirección de la casa, elude claramente el problema. El analista, Hermano Avit, amante de detalles truculentos, pero animado por convicciones antirrevolucionarias sólidas y muy comprensibles, evoca hechos y presenta documentos, deja de excusarlos por la debilidad de carácter del personaje, o la influencia perniciosa de su primo Ducros “profundamente perverso, republicano exaltado” ( Notar el reproche ).

 

   El autor de la Vida de J:B:M: Champagnat aparecida en 1856, dieciséis años después de la muerte de su héroe, es al menos lógico con él mismo en su decisión de no mencionar más que los aspectos favorables de su personaje:

 

   “Su padre era hombre de mucho juicio y muy instruido para el tiempo y la región donde vivía. Había sabido por su prudencia y su carácter conciliador, ganarse la estima de todos los habitantes de la parroquia. Era el árbitro en las discrepancias que surgían entre ellos, todos se atenían a su fallo y reconocían su probada honradez”. ( Vida, p. 24 )

 

   El analista, quien escribe una treintena de años después y que ha tenido la buena idea de hacer un lugar a la actividad política de J:B: Champagnat, no obstante, no ha tenido éxito en hacer una síntesis satisfactoria de los rasgos , juzgados por él contradictorios, de su personaje. Evidentemente, si el padre del futuro bienaventurado, debía ser necesariamente bueno, y por otra parte, la Revolución, intrínsecamente mala, es difícil conciliar al diablo y al buen Dios y es todavía la lógica que se acostumbra seguir en esto. Que se juzgue por estas líneas de juicio global, que dan tono al resto de la narración:

 

   “ Juan Bautista Champagnat tenía una  buena reputación, un juicio incompleto, un carácter débil y una instrucción bastante adelantada para su tiempo. Era muy estimado por sus paisanos, quienes aceptaban fácilmente sus decisiones en las discrepancias que surgían entre ellos...Fue jefe de los Penitentes de Marlhes; pero los acontecimientos de la Revolución le resultaron fatales. No era del todo malo, dicen nuestros ancianos, según su parientes, pero su carácter débil lo hizo cometer algunos actos dignos de reprensión...Sabiendo la gran influencia de que gozaba Juan Bautista Champagnat entre sus paisanos, los jefes de la Revolución lo engatusaron...se dejó arrastrar por la corriente...los jefes del partido demagogo lo nombraron juez de paz en 1793, y lo encargaron de perseguir a los sacerdotes refractarios, los religiosos y las personas honradas. Parece que ponía poco entusiasmo, puesto que fue acusado de favorecer a quienes debía perseguir...Colocado de esta manera, bajo la tutela de su fatídico primo, Juan Bautista Champagnat realizó algunas acciones reprensibles...” ( Anales, pp. 9-14 )

 

   Se menciona a favor del “acusado” haber recogido a su hermana religiosa y haber permitido a su familia asistir a misas clandestinas. También ha tenido la valentía de salvar la Iglesia de St-Genest y de boicotear la aplicación de muchos decretos de los comisarios de la Revolución. He aquí los principales artículos de acusación:

 

   “ Colocado de esta manera, bajo la tutela de su fatídico primo, Juan Bautista Champagnat, realizó algunas acciones reprensibles. Según los registros municipales de Marlhes, lanzó una perorata un día de décadas, desde el púlpito de la Iglesia, transformada en club. Hizo resaltar que las cosechas eran magníficas, atribuyendo esto a la gloria de la diosa Razón. De acuerdo con los ancianos que hemos consultado, Juan Bautista Champagnat habría llevado personalmente los ornamentos sacerdotales de la parroquias de Saint-Etienne, para ser quemados: Tal hecho no nos parece suficientemente comprobado. Los mismos ancianos lo culpan de haber tomado decisiones subversivas siendo presidente de la municipalidad, durante el año 7 y el 8. Nos leyeron una docena de fallos firmados por él, siendo presidente, pero en realidad, no contienen nada reprensible.” ( Anales p. 14 )

 

   Juan Bautista Champagnat, nacido el 16 de julio de 1755 en Marlhes, era muy estimado en su parroquia, tanto en el plano social, como en el religioso. Era instruido y por el mismo hecho estaba comprometido en la educación de las capas menos favorecidas de la población. Además de que tenía el espíritu despierto y era emprendedor y activo:

 

   “ Hábil y experto, con frecuencia sus servicios eran solicitados en el arreglo de herencias y otros problemas, solucionando las dificultades surgidas. A este noble empleo, se unía el de comerciante, agricultor, y cuando el tiempo era favorable, explotaba uno de esos pequeños molinos, que la gente del lugar llamaba: “Escucha si llueve “ ( Anales, p. 9 )

 

   “Su padre tenía mucho tacto y sabía de todo, según decían los vecinos de la familia. Él le enseñó a hacer trabajos de carpintería y de albañilería y todo lo que pide el cuidado de una finca” ( Vida I, p. 8 )

 

   Añadamos, entre paréntesis, que ese personaje tenía los rasgos de un hombre de acción, según el parecer de los fisonomistas: “...Frente amplia, rostro largo y delgado, nariz gruesa...” ( Filiación de J.B. Champagnat, reproducida en el Boletín del Instituto, no 207, p. 574 ). Hubiera sido bastante raro que un personaje, disponiendo de tal cantidad de cualidades y actividades no fuera tentado por la política en un período de la historia en el que la mayoría de los franceses aspiraban a una renovación y a cambios importantes. Si esto es ambición, es natural y sana, prenda de progreso para la sociedad.

 

   El Hermano Gabriel Michel dice, en su estudio sobre los años oscuros de Marcelino Champagnat, que el clero de la región era muy “progresista” al inicio de los acontecimientos.

 

   “ No obstante, el 19 de junio ( 1791 ) parece que se reúnen con entusiasmo al sonido de la grande campana, en la capilla de la Cofradía del Santísimo Sacramento, para nombrar electores. Se elige como presidente de esta asamblea primaria a Louis Opuse, cura de Riotord, que ya en 1789, residía en Montbrison como delegado del clero a la asamblea electoral. El cura de Marlhes, Antoine Allirot, es nombrado secretario, y su vicario, Claude Laurens, será escrutador con Jean Riboud, notario y juez y J. D. Courbon de la Faye, alcalde.”( Boletín del Instituto de los Hermanos Maristas, no 197, p. 472 )

 

   “ 71 por 100 de los sacerdotes que permanecían en las iglesias al servicio del culto, hubieran aceptado resueltamente la Constitución Civil del Clero.” ( J.B. Galley, St-Etienne y su distrito durante la Revolución, I, p. 284 )

 

   En las elecciones del 26 de agosto de 1792, el cura de Jonzieux, Antoine Linossier, es secretario, J.B. Champagnat, escrutador. Y es Champagnat quien estará por encima de este sacerdote culto, que se va a revelar más tarde como uno de los mejores profesores eclesiásticos de su tiempo, pilar de seminarios. Él es uno de esos delegados que se reunirán en las capitales de Departamento para las elecciones de la Convención. ( cf. Boletín..., no 198, p. 571 ). Los pensadores más serios, como el futuro superior del seminario de San Ireneo,  Ph. Gardette, habían puesto su esperanza en el nuevo estado de cosas, antes que los Pontons de Rochefort los hayan lanzado brutalmente hacia las ideas de restauración a costa del Antiguo régimen:

 

   “ Yo era bastante inexperto para aceptar como tantos otros las bellas promesas de reforma que nos hacían esperar los Estados Generales y la Asamblea Constituyente...Aprendí a reconocer la hipocresía de los revolucionarios y he seguido con pavor los progresos de esta conspiración contra el altar y el trono, que nos lleva directamente a la anarquía.” ( J. Canard, Ph. Gardette, Roanne 1942, p. 10 )

 

   Era pues, más lucidez y ánimo que comprometerse en los nuevos caminos que debían de conducir a todas las conquistas de los dos últimos siglos, a pesar de los excesos y los errores que desacreditándolos, han frenado su eficacia :

 

   “ Yo quisiera detener allí esta historia. ¡ Ah! ¿ Esa bandera tricolor  de Wattignies no habla ya de la gloria de la Patria, el triunfo de la Revolución, la liberación del espíritu, la mejora de los miserables, la paz en la humanidad reconciliada? ¿ No es este el ideal que los soldados aclaman cuando aclaman la República?... ( J.B. Galley, ob. Cit. I, p. 846 )

 

   No obstante, la Restauración fue aún un error de más grande envergadura , por su pretensión  de querer remontar el curso de la historia. Condenando en bloque la obra de la Revolución, ella hacía el gesto de “tirar al niño junto con el agua” por hablar como los ingleses. Hasta que no se pruebe lo contrario, estamos autorizados a pensar que J. B. Champagnat estaba realmente a favor de las nuevas ideas, esforzándose por amortiguar sus brutales repercusiones tanto en el campo social, como en el religioso. Son probablemente estas convicciones republicanas o progresistas que le han hecho atribuir un “juicio incompleto”, exactamente como las medidas de compromiso impuestas por la situación, han hecho que se le considere como débil. ¿ Qué  otra cosa hacer, sino esquivar los golpes de un poder que se ha vuelto incontrolable, con el que, no obstante, no quiere romper frontalmente? Digamos más bien que es un sentido político real y no mal de honradez por salir de la Revolución sin perder más que su fortuna, conservando su cabeza al mismo tiempo que la estima pública.

 

   J. B. Champagnat ha sido secretario forense del Municipio de Marlhes, coronel de la guardia nacional, comisario del Consejo General de St-Etiernne, primer elector en la Asamblea Departamental, jefe de la administración del cantón de Marlhes. En la primavera de 1793 su estrella política comenzó a palidecer. Los acontecimientos se precipitaron: Partida del cura, cambio del alcalde, aumento de desertores con ocasión del levantamiento en masa. “ El levantamiento en masa de marzo de 1793, en Marlhes como en otras partes, es el momento crucial de la Revolución.” ( H. Gabriel Michel, Boletín del Instituto de los Hermanos Maristas, n. 198, p. 573 ) El 30 de marzo, el nuevo secretario de la alcaldía lo califica sencillamente de agricultor. El comisario Benoît Pignon se dio cuenta de la tibieza de Champagnat para ejecutar las órdenes vejatorias:

 

   “ Considerando que el ciudadano Champagnat, delegado por nuestro hermano Beraud para recoger los bienes de los facinerosos en todo el amplio perímetro de Marlhes, no da a las órdenes que le han sido conferidas toda la efectividad necesaria, considerando que el ciudadano J. P. Ducros se ha ganado la confianza de los representantes del pueblo y que él debe ser digno de la nuestra, hemos decidido de que en virtud de nuestros poderes, adjuntamos al llamado Champagnat al susodicho Ducros para cooperar conjuntamente con él y en conformidad con su manera de pensar, para bien de la cosa pública. En consecuencia, ordenamos al antedicho delegado, vigilar las municipalidades del Cantón de Marlhes y las circunvecinas, a dirigir todos los procesos verbales contra los delincuentes...Autorizamos igualmente a Ducros a hacer detener y transferir a las prisiones de St-Etienne a todas las beatas y fanáticas y a todos los sacerdotes refractarios que pudieran detener...Asegurar el mobiliario, ultramarinos o mercancías...El presente poder siendo común al dicho Champagnat, el cual, también como Ducros permanece autorizado a requerir todas las fuerzas armadas necesarias para la ejecución de los presentes...Los susodichos Ducros y Champagnat ( son ) solidariamente responsables de todas las órdenes arbitrarias que excedieran los presentes poderes.” ( 11 de oct. De 1793; cf. Boletín, n. 198, p. 572-573 )

 

   En la lista de los agentes de Pignon, encontramos “Champagnat, adjunto a Ducros: Marlhes, cabeza de distrito.” ( Galley, ob. Cit. I, p. 775 ). Es necesario creer que B. Pignon tenía razones para cuidar a J. B. Champagnat para amonestarlo con tanto cuidado y contentarse con poner a su lado un “monitor”, tomado de su parentela, republicano más apasionado que prudente. Habitualmente él usaba métodos mucho más descarados respecto a sus subordinados, imitación de su maestro Javogues.

 

   “ Es todavía acusado de haber forzado a los oficiales municipales de Boeuf de registrar las órdenes arbitrarias emanadas de él para la encarcelación de diferentes personas amenazándolas con hacerlas detener y destituir.” ( Actas de Acusación contra B. Pignon, 6 de julio de 1794; cf. Galley, ob. Cit. I, p. 663 )

 

   Por esta misma época el juez de paz de Marlhes obtiene sin trabajo un certificado de civismo y su firma aparece junto a la de Reboud, quien firmaba solo desde hacía un año y medio.

 

   No obstante, Champagnat sabrá guardar su distancia con respecto a su desdichado primo, quien caerá víctima del terror blanco en la prisión de Sainte-Marie de St-Etienne, el 2 de junio de 1795. El mismo B. Pignon estará un tiempo en prisión y escapará con dificultad tras varias persecuciones. Él mismo va a confesar el fracaso de su propia política.

 

   “ En los cantones de Boeuf y de Pelussin el pensamiento está bastante fanatizado, cada vez  se degenera más y pierde  la altura en que estaba cuando yo pasé por primera vez”.

 

   Él propone a la sociedad popular de Chavanay derribar la cruz y profanar la Iglesia. A la noche siguiente, se atan cruces de paja en las puertas de su vivienda  a los gritos de “ ¡ Abajo Pignon!, nosotros queremos a nuestros sacerdotes y quemaremos la casa  de los que escondan a Pignon.”

 

   “Temeroso de un motín, fui obligado a aceptar que el domingo siguiente fuera dicha una misa en la Iglesia de Chavanay por el cura, el cual, habiéndose en seguidas retirado a las montañas por temor a ser arrestado, la municipalidad fue a buscarlo prometiéndole ponerlo bajo su custodia. Este cura, llamado Frontón, no ha abdicado jamás, ni dado su renuncia”... (Galley, ob. Cit. II, p. 295 )

 

   Esta confesión del comisario B. Pignon justifica la política caracterizada por la moderación de J. B. Champagnat, ilustrando con esto, la mentalidad y la actitud de las municipalidades y de las poblaciones forezianas con respecto a las exigencias vejatorias del gobierno revolucionario.

 

   El hecho de que J. B. Champagnat haya sido llamado a la presidencia de la administración municipal del Cantón de Marlhes, el 29 de diciembre de 1797, puede ser considerado como un homenaje rendido a la sinceridad de sus convicciones republicanas, puesto que el gobierno central se preocupaba de purgar las administraciones de infiltraciones realistas. El elegido duda ante el cargo, sus “conocimientos eran demasiado confusos para cumplir con el cargo.” Es la constatación del hombre que reflexiona frente a la sucesión alucinante de las corrientes de opinión, de decretos contradictorios y de facciones que se combaten y se eliminan en nombre de la Revolución. Él acepta, no obstante y hace una declaración destinada a meter en confianza a las autoridades:

 

   “...es muy doloroso caer en semejantes extremos, pero es absolutamente necesario que yo cumpla mi deber consagrado al gobierno; también yo les aseguro que los encubridores de esos sacerdotes refractarios van a ser rigurosamente perseguidos...ustedes se han dejado seducir por los infames sacerdotes que os han corrompido...su poder es como el crimen. Si hasta el presente he usado  de conmiseración con ustedes, por lo que he sido censurado por el gobierno, es porque esperaba de ustedes que saldrían de ese gran error...¡Ah! recalcitrantes, son ustedes los que quieren la fuerza armada...Los infames sacerdotes han cegado sus ojos y han inspirado en sus corazones el odio del gobierno bajo el cual los franceses serán muy dichosos.” ( Bulletin, n. 199, p. 676 )

 

   Es interesante constatar que los motivos religiosos sufren las consecuencias de esta autocrítica indirecta, y de una manera más precisa la actitud respecto a los sacerdotes. Las quejas reiteradas a lo largo del razonamiento revelan la poca decisión del autor. No obstante, puede hablar con libertad, puesto que no hay ningún refractario en el pequeño cantón y él lo notificará en su oportunidad. No queda tampoco excluido que el hombre político vigile a algunos que fomentan los desórdenes escudándose en la fidelidad a la religión, en esa época en la que movimientos de conciliación empiezan a aparecer. Numerosas sumisiones se realizan bajo consejos del Sr. Emery:

 

   “...Obispos y sacerdotes que no respiran más que para la guerra...Ellos se dieron cuenta demasiado tarde que la religión de Jesucristo puede adaptarse a todo gobierno de aquí abajo.” ( Palabras de un sumiso, La Iglesia Católica y la Revolución Francesa, I, A. Latreille, p. 221 )

 

   Notemos, todavía en el mismo contexto, cómo evita el autor hablar directamente de la supresión de los signos religiosos:

 

    “Anuncio además a los ciudadanos que posean cruces u otros signos religiosos, que los gastos que ocasione el quitarlos, correrán a costa suya y serán perseguidos como rebeldes.”

 

   Oficialmente protegido por esta declaración que le ha sido posiblemente sugerida, Champagnat se preocupará sobre todo de proteger contra las exacciones a los ciudadanos que representa. Las declaraciones y cuentas rendidas se siguen siempre con el mismo resultado. El 12  Vendimiario, año 7 ( 4 de octubre de 1798 ), los gendarmes y comisarios han hecho una batida totalmente vana. Ellos han perseguido a  “los requisados,  desertores, sacerdotes refractarios y agentes de Inglaterra, pero no han encontrado ninguno.”  Aunque el ciudadano Trillard, comisario, constata:

 

   “ Es con pena que veo en el cantón despreciar las leyes, al punto que quedan sin ejecución...” ( Boletín de los Hermanos Maristas, n. 199, p. 677 )

 

   Después del 18 Brumario, año 8, ( 9 de noviembre de 1799 ), Marlhes pierde el rango de  cabecera de cantón en beneficio de St-Genest-Malifaux. J.B. Champagnat se encuentra ahora entre los nuevos consejeros municipales; él firma el registro oficial por última vez el 30 de septiembre de 1800.

 

   Si se miran las cosas de cerca, y teniendo en cuenta las circunstancias históricas, se puede afirmar que, no solamente Marcelino Champagant no se ha avergonzado de su padre, sino que éste, por su apertura y su actitud prudente al mismo tiempo que valiente en este período de transición de lo antiguo a lo nuevo, ha abierto a su hijo, por medio de su ejemplo y su arrastre paterno el camino para un servicio eficaz a la Iglesia de los tiempos modernos.

 

   No sería difícil limpiar la figura de este funcionario de la República, de suposiciones de cobardía, aún a partir de los pocos documentos de que se dispone. El Hermano Gabriel Michel declara no haber encontrado las huellas del discurso que Champagnat habría hecho en honor de la Diosa Razón. ( cf. Boletín de los Hermanos Maristas, n. 198, p. 573 )

 

   “De acuerdo con los registros municipales de Marlhes, él da un discurso un día de década en la Iglesia, transformada en club. Hizo notar que las cosechas eran magníficas y atribuyó la gloria a la Diosa Razón. Era el mes de mayo. Dos o tres días después, el 24, una helada y una gran capa de nieve destruyeron por completo las cosechas tan alabadas. Los habitantes echaron pestes contra el orador tan poco sagaz.” ( Anales, p. 14 )

 

   Notemos que el analista siendo casi ciego, no podía liberarse personalmente de la investigación y de la crítica de los documentos. ( cf. p. 14, “ Se nos han leído una docena de deliberaciones firmadas por él...). Sus secretarios, por desgracia, no estaban a la altura del trabajo histórico. “ La mayor parte tenían poca ortografía, poco estilo y captaban muy poco de lo que les era dictado.” ( p. 6 ). ¿ Quién nos garantiza, entonces, que los relatores han hecho bien la distinción entre la Diosa Razón, expresión cristalizada por el horror de los cristianos del S. XIX y el Ser Supremo, que se podía invocar cuidando las dos partes?. Ya en el momento   en que ocurrieron los acontecimientos, la confusión es tal en el espíritu del pueblo, que éste va hasta agradecer al Ser Supremo, la muerte de Robespierre ( cf. A. Latreille, ob. cit. I, p. 169 ) . Por otra parte, el episodio es pintado con tanta sencillez que lleva los indicios del gusto por lo fabuloso en el pueblo, fenómeno contra el cual el Hermano Avit no parece estar muy a favor, como se deduce del episodio de la muerte del primo Ducros. ( Si no es cierto, está bien narrado )

 

   En cuanto al hecho del traslado de los ornamentos sacerdotales a St-Etienne para ser allí quemados, no debería preocuparnos ,aún si fuera comprobado. El manuscrito de Jean-Louis Barge, secretario en la Valla ( Loire ), nos proporciona un relato análogo. Se esconde todo lo que tiene valor, desde los utensilios y ornamentos de iglesia, para llevar lo que no tiene valor a St-Etienne diciendo que el cura en su huida ha llevado el resto. No se les cree verdaderamente, pero el cura Gaumont será ejecutado ( cf. J. B. Galley, ob. Cit. II, pp. 193-195 ). Si Champagnat debe hacer concesiones ( de las campanas de Marlhes que son también quitadas ), el cura y el vicario de Marlhes permanecen en el lugar hasta la primavera de 1793, y su misma huida no los llevará muy lejos, como lo atestigua el documento siguiente:

 

   “ Le dirijo una lista con los nombres de algunos sacerdotes expulsados por la Revolución, por fomentar en nuestras montañas el espíritu de sublevación y de contrarrevolución...todos cuentan con pasaportes falsos o los han adquirido debido a la flaqueza y cobarde perfidia complaciente de las municipalidades, que ellos han tenido la astucia de asociar a sus peligrosas opiniones...Alliraud, cura de Marlhes; Laurent, vicario de Marlhes; Peyrard, vicario de Jonsieux... ( 9 de octubre de 1794; cf. J. B. Galley, ob. cit. II, p. 690 )

 

   Por otra parte, el párroco no debía tener una  opinión tan mala del funcionario al que conocía muy bien, puesto que en 1804, al paso de los reclutadores eclesiásticos, los conducirá él mismo a su familia.

 

   Los intereses de los habitantes de Marlhes serán igualmente salvaguardados por este hombre a quien los ideales revolucionarios no hacen que deje de ser realista. Su primera declaración al inicio de su carrera pública simboliza una actitud constante. Acaba de ser nombrado secretario forense y acepta este cargo “bajo la condición de ser pagado y asalariado para su sostenimiento en el tiempo que deberá emplear en el cumplimiento de su cargo.” ( Boletín del Instituto de los Hermanos Maristas, n. 197, p. 472 ). Esos montañeses se comportan de una manera salvaje con sus sacerdotes, con sus hijos y con sus bienes: Sus representantes tendrán que esforzarse mucho para defenderlos contra las represalias vengativas de los comisarios. J. B. Galley, ( ob. cit. II, p. 205 ), censo de 32 desertores en la primavera de 1794,  sólo  en la comuna de Marlhes. No obstante, las investigaciones permanecen siempre sin resultados. El problema de las contribuciones no es menos fácil de resolver. En su carta de l8 Pluvioso, año 7 ( 27 de enero de 1791 ), J. B. Champagnat hace notar que él ha expuesto una lista de 200 solicitantes indigentes, y que, por otra parte, Marlhes paga “una mitad más de lo que debería sufragar.” ( Boletín del Instituto de los Hermanos Maristas, n. 199, p. 678 ).

 

   J. B. Champagnat, por otra parte, está lejos de actuar aisladamente en su política personal: Es el estilo de la mayoría de las administraciones de la región. Al adoptar las nuevas instituciones no entrega abiertamente su familia, sus bienes y sus tradiciones religiosas a los comisarios aventureros. El incidente de Chavanay podría ser reeditado con muchos ejemplares. St-Victor-sur-Loire es tomado en flagrante delito de culto en 26 de julio de 1794.

 

   “ Conclusión: El cura Frécou, juramentado, elegido el 25 de septiembre de 1791, el alcalde y el agente nacional, serán detenidos; los “efectos” de la iglesia serán confiscados y puestos bajo sello;...Dos meses después, el cura Frécou sigue en St-Victor y el distrito ordena en todo momento a la municipalidad actuar severamente contra él.” ( Galley, ob. Cit. II, p. 701 )

 

   “ En Ardèche, los comisarios del poder no ordenaban persecuciones ( para los refractarios ) más que cuando sabían que sus resultados serían negativos. Transmitían gustosamente los testimonios de las autoridades locales afirmando que ellos no  conocían ningún sacerdote sujeto a deportación ( A. Latreille, La Iglesia Católica y la Revolución Francesa, I, p. 218 )

 

   Podemos afirmar en conclusión, que J. B. Champagnat ha demostrado ser inteligente frente a las circunstancias y tener una valiente apertura al espíritu cívico, al mismo tiempo que una prudencia y un equilibrio que han estado a la altura de esos tiempos fecundos y peligrosos. Se tiene el derecho de preguntarse qué parte corresponde en este equilibrio a la esposa profundamente fiel a las tradiciones religiosas de su pueblo y capaz de hacer respetar, si no es que imponer sus convicciones. No olvidemos que ella es superada por su cuñada religiosa, más propia probablemente para discutir con el político. Sería difícil pensar que todo se ha arreglado sin tensiones. La familia Champagnat es entonces una Francia en miniatura, en donde lo nuevo, presente y activo, está profundamente unido a lo antiguo, en lo que éste tiene de mejor. La historia sigue su curso, pero los nuevos valores no niegan los antiguos que, a su vez se asocian al progreso, contribuyendo al nuevo equilibrio mediante una gran profundidad humana y por la sinceridad de los sentimientos religiosos.

 

   Bajo cierto aspecto se podría afirmar que la historia moderna es la del nacimiento de un mundo nuevo, de una humanidad más protegida de necesidades, más libre, más adulta. Desgraciadamente la Iglesia se ha presentado frecuentemente bajo la figura de una madre autoritaria que no permite que el niño avance hacia la edad adulta a través de los cambios de la adolescencia. Lo que ocurre en la Restauración puede ser visto como aclaración de las vicisitudes del S.XIX. La Iglesia reaccionó con energía contra los excesos de la Revolución y de los filósofos del siglo 18º, apoyándose pesadamente sobre las instituciones de una monarquía de otros tiempos. El favor de que gozó, le permite rehacer sus cuadros, repoblar seminarios y casas religiosas, pero se aparta más, con las intenciones vueltas hacia otros horizontes. “( La Restauración ) deja más pastores y menos ovejas.” ( A. Dansette, Historia Religiosa de Francia Contemporánea, I, p. 283 ) Esta dialéctica deletérea, este apego visual a la antigua mentalidad, seguida por la aversión y la cólera del partido progresista, atraviesa todo el siglo, haciendo un daño inmenso a la Iglesia y conduciendo a la esterilidad un gran número de iniciativas generosas.

 

   Marcelino Champagnat forma parte de esos hombres del siglo XIX que están destinados a dejar una huella en la historia religiosa. No es un genio, lejos de ello; el examen de sus sermones e instrucciones revelan claramente  una limitación en la actividad directamente intelectual. No obstante, él ha creado un instituto religioso dinámico y próspero para la instrucción y la educación de los niños del pueblo; a tal punto que su obra ha extrañado, casi escandalizado a aquellos que lo habían conocido. Intentando descubrir los factores humanos de su éxito, más allá de la gracia de Dios a quien le agrada servirse de medios humildes, nos remontamos hasta su situación familiar. Hemos señalado ya la acción de la madre y de la tía, acerca de su formación religiosa. Pero si un muchacho deja moldear su vida del corazón por las relaciones con su madre, es su padre su ideal natural cuando considera el papel futuro que tendrá en la sociedad. Este ideal tiene, por otra parte, tanto más atractivo, cuando la función del padre aparece más de relieve. El temperamento de Marcelino, por otra parte, no era para fijarse únicamente en el modelo femenino. Ya hemos visto cómo ha sabido sacar provecho para su formación, de muchas competencias practicadas por su padre. Este hombre instruido y sinceramente abierto a los movimientos de renovación no debía limitarse a asociar a sus hijos a los trabajos manuales. Sus aspiraciones, sus angustias, sus luchas, sus impresiones sobre los acontecimientos debían derramarse de su alma, sobre su familia, para encontrar allí un eco o una réplica. Un hombre del pueblo raramente reflexiona solo y “en voz baja”. Si Marcelino dijo la últimas palabra de los problemas y de las situaciones, él que contaba con más intuición que con medios intelectuales, habrá recibido en cierta medida por simpatía natural, la forma de ser de su padre.

 

   Recordemos aquí  un hecho significativo, aunque difuso, que muestra bien en qué profundidad los principios igualitarios penetraron en el alma del niño y del adolescente. A pesar de una obediencia escrupulosa, jamás se ha podido someter, bajo el deseo del Padre Colin, su superior, quien quería establecer dos categorías entre los hermanos:  Trabajadores manuales y maestros de escuela. Nadie sabe en qué medida esta diferencia de puntos de vista con quien consideraba como representante de Dios, habrá ensombrecido los últimos años de su vida, porque el Padre Colin no disimulaba su inconformidad. El Padre Champagnat rompía así categóricamente con las tradiciones de una Iglesia, donde, por una paradoja lamentable, las distinciones honoríficas parecen indeseables.

 

   Él ha vivido los años de su juventud en el seno de una familia donde los problemas del mundo no se presentan en toda su agudeza y han recibido una solución moderada, aunque positiva, Esta familia era, a imagen de Francia, crisol de la nueva civilización. La confrontación entre lo antiguo y lo nuevo encontraba allí su solución a nivel de las personas, y más profundamente en las conciencias individuales.

 

   Es así que Marcelino Champagnat, quien ha aprendido todo en la escuela de la vida, partió bien armado para el combate del mundo. Los seminarios estarán llenos sobre todo, por los hijos de aquellos que han permanecido apegados a las antiguas instituciones, los simpatizantes de la Revolución eran frecuentemente ganados por los “filósofos”; será más fácil hacer de estos agentes fervorosos de la Restauración. Marcelino Champagnat no tiene nada que restaurar: corta los puentes tras él. La influencia familiar contrabalanceará tan eficazmente las presiones educativas del seminario, que el resultado parece una neutralidad perfecta. No se encuentra prácticamente ningún rasgo  de política en sus escritos, ni en su vida, cuando los misioneros y predicadores mezclan sin vergüenza fidelidad a Dios y fidelidad al rey. La orientación política debía destruir en buena parte los frutos del celo de la Iglesia; habiéndose dejado penetrar por las instituciones monárquicas, ella es arrastrada en su desgracia. Champagnat está al abrigo del equívoco trágico. Después de las destrucciones morales y religiosas de la Revolución, él se esfuerza por reafirmar y extender los principios cristianos, por medio de la educación, pero mira hacia el futuro desde el punto de vista social. Su obra, especialmente popular, encuentra su lugar en el vasto movimiento de ascensión social, por la educación de las capas desfavorecidas de la nación. Él mismo salió del pueblo, llama a sus discípulos que salen de ese pueblo, que van a retornar a sus hermanos para alfabetizarlos y catequizarlos. Avance en la sociedad, avance en la Iglesia, sobre todo de los pequeños hermanos que se encuentran entre el laicado y el sacerdocio. Si Marcelino Champagnat no hubiera aprendido más que esta lección de su padre, el ánimo político de este hijo del pueblo, hubiera ya merecido el reconocimiento de la historia. Qué lástima, pues, que no haya habido más hijos de comisarios de la Revolución en los seminarios durante el Imperio y la Restauración.

 


 

 CAPÍTULO  II

 

EL  SEMINARIO

 

 

 

   “ Mi primera educación ha sido insuficiente; yo sería feliz con procurar a los otros las ventajas que yo mismo no he tenido.” ( Orígenes Maristas, II, p. 752 )

 

   El Padre Champagnat se refiere evidentemente a su educación primaria.

 

   “ Su madre y su tía, no habiéndolo podido enseñar a leer más que muy deficientemente, lo enviaron con un maestro de escuela para que lo perfeccionara en la lectura y para que lo enseñara a escribir.” ( Vida, I, p. 6 )

 

   Pero las formas brutales de este maestro, desaniman de tal manera al muchacho, que no regresa a la escuela y se entrega con más gusto a los diversos trabajos de la granja, en los que muestra mucha destreza. Comienza, inclusive por su propia cuenta un pequeño negocio de cuidado de borregos, cuando el llamado de Dios lo vino a despertar como de un sueño. Si su tía no ha tenido éxito en enseñarlo a leer, ella ha llenado de tal mera su alma de Dios, que el pescado muerde y definitivamente a la primera carnada lanzada., por medio de un reclutador eclesiástico.

 

   “ Sus padres que sabían que contaba con pocos medios, buscaron disuadirlo recordándole las dificultades que había tenido para aprender a leer y el poco gusto que había mostrado por el estudio. Pero todo eso que ellos pudieron decir, fue inútil.” ( Vida, I, p. 13 )

 

   El maestro de St-Sauveur, su cuñado, con quien pasa un año escolar, es categórico:

 

   “ Su hijo, dice a sus padres, se empeña en querer estudiar, pero cometerán un error si se lo permiten: tiene poca capacidad para el estudio.” ( Vida, I, p. 13 )

 

   Habiendo sido él mismo seminarista, era doblemente competente en la materia. Marcelino hace caso omiso de esa advertencia, como también del argumento económico, aportando su pequeña fortuna, 600 fr. Es un carácter inflexible que aparece, pero las dificultades sólo acaban de aparecer.

 

   Los inicios en el seminario menor de Verrières son difíciles. Cuidadoso por eliminar las sombras del cuadro, el Hermano Juan Bautista da un resumen de los hechos que hace suponer muchas omisiones.

 

   “ A su llegada al seminario, se le había encontrado tan frágil en la lectura y en la escritura, que se le propuso pasar algunos meses en una clase de francés; pero él no aceptó y rogó con tanta insistencia al superior que lo dejara comenzar el latín, que éste, aceptó para darle gusto, muy convencido de que en algunos días se desanimaría y saldría de él mismo pedir ser enviado a la clase de lectura. Fue de otra manera, al fin de algunos meses, era uno de los primeros de su clase y este primer año, hizo el octavo y el séptimo cursos.” ( Vida, P. 16 )

 

   Queriendo componer bien las cosas, el biógrafo se ve obligado a unir detalles poco compatibles.

 

   “ Como era muy tímido, los primeros días le fueron un poco difíciles; no se animaba a pedir lo que necesitaba; aún en la mesa, no se atrevía a presentar su plato para que le sirvieran...” ( ibid. P. 14 )

 

   ¿ Se puede imaginar ese muchacho tímido, extraño a la vida del colegio, discutir sobre los programas y las clases que él no conocía, con el jefe del establecimiento y eso después de un examen de entrada lamentable? Se dirá, por otra parte ( p. 15 ) que los progresos del joven serán debidos a sus funciones de jefe de dormitorio que le permitirán velar en su alcoba. Pero la continuación del texto precedente prohíbe el atribuirle ese puesto de autoridad en los inicios.

 

   “ Su timidez, su aire confuso, su aspecto de campesino, le trajeron al principio las burlas de los alumnos...Él tenía entonces diecisiete años y una gran estatura; de suerte que era el más grande y el más atrasado de su clase.” ( pp. 14-15 )

 

    Se ve. Pues, claro, que el Hermano Juan Bautista evita hablar del primer año del seminario, que terminó en un fracaso, como evita mencionar los compromisos revolucionarios del padre de Marcelino. ( Aquí, como ocurre frecuentemente, los Anales siguen la Vida ). Tenemos, en efecto, al menos tres testimonio explícitos sobre este primer año en Verrières:

 

   “ Después de un año de estudios infructuosos, el joven lloraba porque se juzgaba que era inútil hacer otro intento, pero la piadosa madre lo consoló. No llores más, le dijo; vamos en seguida a la Louvesc. Una vez hecha la peregrinación, se rogó al P. Allirot, cura de Marlhes ,escribir a Verrières. Se sabe que los esfuerzos de Marcelino Champagnat fueron este año coronados con el éxito en Verrières, puesto que hizo dos cursos en lugar de uno. El buen Dios le había dado la inteligencia que él deseaba.” ( Positio I, p. 51 )- ( C. Joannes Claudis Granottier, Parochus )

 

   El Hermano  Marie-Abraham ( p.55 ) dice lo mismo. Él está bien documentado, puesto que cita las mismas notas del estudiante. Julienne Epalle, vecina de Marcelino Champagnat, a quien éste dio lecciones en vacaciones, está también enterada de la peregrinación que hizo el seminarista a la Louvesc. ( p. 71 ) ( cf. también Hno. R. Gibson, ob. Cit. P. 73 )

 

   De este modo se explican mejor los acontecimientos. Es en el segundo año que Marcelino logra parar en octavo grado a pesar de los resultados mediocres del año preparatorio. Es también este segundo año, que debido a su seriedad, piedad y fuerza de carácter, se le nombra vigilante del dormitorio, en calidad de veterano, del que se conoce lo serio, la piedad y la fortaleza de carácter. Es débil en francés, y lo será toda su vida, parcialmente, a causa de sus malos inicios y de su atraso. Pero la Gramática Latina que él comienza, puede engullirse por pequeñas dosis y no es la voluntad lo que le hace falta. Por otra parte, se puede constatar su marcado gusto por esta lengua en sus sermones e instrucciones, donde raramente falta una cita latina y añade éstas a veces  y casi no comete faltas, mientras que su francés permanece defectuoso. Además, él tenía un cuaderno de sentencias en latín, hoy perdido.

 

   En cuanto al famoso pasaje de dos cursos en un año que se esgrime como bandera para celebrar la inteligencia del seminarista, una vez que se estabilizó en sus estudios, no es más que un argumento superficial al servicio de una piadosa mala fe. No se podrá de ninguna manera atribuir a esta promoción “ propter barbaram” el sentido que le dará el contexto escolar actual. La enseñanza estaba desorganizada y el establecimiento de Verrières no hacía más que comenzar bajo el cayado de un  cura de buena voluntad, Pierre Périer. Se les daba clase de francés y de latín a esos jóvenes muy atrasados, que se distribuían de la mejor forma posible, a su llegada. según su nivel de instrucción. J. Soucié recalca la pobreza intelectual, muchas veces, aún moral, de los candidatos al sacerdocio, después de la Revolución. ( cf. La formación de los Clérigos en el Seminario de San Ireneo , II ).

 

   “ La dureza de los tiempos que se estaban viviendo no permitía despedir a tales sujetos aunque estuvieran poco preparados...Se usaría para con ellos de bondad y de indulgencia, para facilitarles el desarrollo y se hicieran apreciar mejor.” ( Consejo  Arzobispal, 27 de marzo de 1809, citado en “El Reclutamiento del Clero para el Seminario de San Ireneo, 1801-1815”, por D. Grange ).

 

   El Cardenal Fech, quien piensa que es mejor labrar el campo del Señor con asnos que dejarlo sin cultivar, favorece pues, toda buena voluntad y se preocupa por liberar del servicio militar a los alumnos de los seminarios menores. Bajo esas circunstancias, ciertas promociones revisten más bien el carácter de medidas administrativas. Marcelino Champagnat tiene ahora 19 años. Como ha adquirido seguridad y se muestra como un seminarista piadoso y decidido, se aprovecha de esto para disminuir de un año el retardo de este alumno que aprende bastante bien sus declinaciones y sus conjugaciones. Él batallará todavía durante varios años con la Gramática Latina. Esta medida, atañía probablemente a todo un grupo de alumnos.

 

   Es así que durante el año escolar 1807-1808, Marcelino Champagnat se encuentra en una clase de sexto, con 28 alumnos, cuya edad media es de 15 años, entre niños de 10 años y jóvenes de 23. Sus calificaciones se han conservado;  capacidad: Bastante; Trabajo: Bastante; Conducta: Mediocre. Dos observaciones se imponen aquí .Entre el mediocre profesor, el Sr. Simon Brevil; un estudiante de teología de 10 años y el alumno, notablemente de la misma edad, las relaciones debían de ser un tanto tensas. Se comprende que la inseguridad del maestro improvisado, ante un auditorio compuesto por alumnos en la fuerza explosiva de su juventud, haya desencadenado una respuesta de severidad y aún de agresividad mal adaptada para dominar a los jóvenes con un cierto grado de energía. Marcelino Champagnat  mostrará frecuentemente en el curso de su vida, que hay algo de irreducible  en su personalidad. Podemos con toda razón suponer que no estaba todavía suficientemente adelantado en la vida ascética para cambiar la situación, por medio de la virtud de humildad. No era del todo perfecto en los inicios.

 

   Con respecto a las capacidades, consideradas como suficientes, recordemos aquí a esta clase de buenos alumnos que se mantiene gracias  a la aplicación y a la memoria, pero que se eclipsan frente a un trabajo verdaderamente intelectual; este será el caso de M. Champagnat, quien será un mediocre estudiante en teología, cuando esta disciplina habría debido interesarle normalmente en cuanto a piedad.

 

   Durante el año escolar 1808-1809, Marcelino Champagnat está en el quinto curso, pero en 1810 lo encontramos en tercero.

 

   “ Marcelino Champagnat pasará pues, directamente de quinto a tercero, como Juan Claudio Colin y sin duda también E. Terraillon y Ph. Janvier...Es bastante probable que el deterioro de las relaciones entre Napoleón y la Santa Sede y entre el Emperador y su tío, haya inspirado a este último temor por sus seminaristas y lo haya llevado a adelantar lo antes posible los estudios de todo un grupo de seminaristas, haciéndolos pasar directamente al tercero. Hasta el cuarto, en efecto, estaba contemplado estudiar latín. El paso a tercero señalaba la entrada en un ciclo superior. Por otra parte, gran número de alumnos no entraba al seminario hasta este curso, después de haber estudiado latín con su cura párroco.” ( J. Coste, Orígenes Maristas, I, p. 145 )

 

   El alumno continúa en seguida normalmente: 1810-1811, humanidades; 1811-1812, retórica; 1812-1813, lógica, primera división; J. C. Colin no ha cursado su retórica.

 

   “ Esta primera división comprendía a los alumnos más avanzados, es decir, prácticamente a los que ya habían cursado la retórica...;esta segunda división...agrupaba a los alumnos provenientes de las clases de segundo, incluso tercero.” ( Orígenes Maristas, I, p. 160 )

 

 Una vez explicada  la presencia de Marcelino Champagnat en la primera división de la clase de lógica, he aquí sus notas: Estudio: Mucho; ciencia: débil, mediocre, débil; Conducta: Muy buena; Carácter: Bueno. Es la constatación de un alumno intelectualmente poco dotado, seminarista fervoroso, pero cuyo carácter podría aún mejorarse.

 

   A partir de 1807 el Padre Linossier antiguo cura de Jonsieux, está al frente de los estudios en Verrières. ¿ El excelente profesor tuvo atenciones particulares para los hijos de J. B. Champagnat, con quien había colaborado en la nueva política?. Él no ha sido ciertamente su profesor de retórica, puesto que en 1811 es llamado al seminario menor de Sn. Juan. Entre los compañeros de Marclino Champagnat, es preciso hacer notar a otro de los que conformará el futuro grupo marista, el excelente alumno Juan Luis Duplay, quien será el confidente y el sostén del Fundador en las horas difíciles, y quien en calidad de casi paisano debe ser un recurso valioso para Marcelino en sus múltiples problemas intelectuales.

 

   Sus últimas notas testimonian que Marcelino Champagnat trabajaba mucho en Verrières y que allí su conducta era juzgada de muy buena el último año. El ambiente de esta casa donde en medio de una austera pobreza, la piedad y el trabajo eran orgullo, debían agradar a nuestro seminarista.

 

   “ Gracias a nuestro deseo de aprender, vivíamos felices y contentos.” ( J. M. Chausse, ob. Cit. I, p. 79 )

 

   “ El Padre Périer quería que la fuerza de su establecimiento estuviera en la práctica de las virtudes religiosas. Él daba con una convicción que convencía, frecuentes instrucciones, no pudiendo evitar derramar abundantes lágrimas cuando pronunciaba el nombre adorable de Nuestro Señor Jesucristo...Más tarde, el Padre Linossier se esforzaba también por extender el espíritu de fe del que estaba animado. Todos los domingos comentaba las epístolas o los evangelios en forma de homilía...Nadie igualaba el encanto de sus lecturas espirituales. Todo  contribuye para el espíritu penetrante del P. Linossier, el tema de una observación interesante, de una aplicación moral, de una mordaz alusión” ( ibid. Pp. 95-96 )

 

   Esta doble encarnación de la piedad y de la ciencia era a propósito para atraer a esas jóvenes almas a la vocación sacerdotal.

 

   Hombres eminentes y un medio donde el fervor está estrictamente organizado, he allí lo que encontrará el Padre Champagnat en el seminario de San Ireneo. Es la profundización de su fe y el perfeccionamiento de su vida interior lo que será el mejor fruto de sus tres años de teología. La función del seminario es menos instruir que formar sacerdotes piadosos, dice el canónigo Leflon, citando la ( Pietas seminarii ) . “ El fin primero y último del seminario no es otro que una vida centrada en Dios por medio de Jesucristo.” ( Leflon, M. Emery, II, p. 230 )

 

   El 8 de mayo de 1813, el Cardenal Fesch emitió dos reglas para los estudiantes en filosofía de la sección de Verrières:

 

   “ Los mejores estudiantes permanecerán durante las vacaciones para estudiar la retórica y para practicarla. Los estudiantes de lógica que son antiguos y muestran mediocre capacidad, serán enviados a teología con los estudiantes de física. Los otros comenzarán la física para la fiesta de Todos los Santos.” ( Stanley N. Hosie, Anonymous Apostle, New York, 1967, p. 26 )

 

   J. C. Colin pasa a teología con sus amigos, pero se lamentará de no haber elegido la física, desalentado probablemente por su mala salud. Como Marcelino Champagnat  tenía un año más que  su amigo, es posible que sea más bien la mediocridad intelectual, que la edad, lo que decide su paso a San Ireneo. De hecho, su calificación de examen en el primer trimestre, la última que le conocemos y que caracteriza bien sus capacidades intelectuales, es “ Valde Mediocriter .” En cuanto al examen de fin de año, he aquí una apreciación general del P. Gardette, del 28 de julio de 1814 :

 

   “ En general, no hemos estado contentos con el examen de los alumnos del primer año, ni por su estudio, ni por su aplicación. La mayoría están atrasados; a unos les falta la lógica para razonar y a otros el latín, para expresarse correctamente. Por lo que sólo hay entre ellos unos quince o veinte buenos sujetos.” ( O. M. I, p. 169 )

 

   En Sn. Ireneo, El Padre Champagnat habrá adquirido el perfil definitivo de su personalidad eclesiástica, mucho menos por la apertura y la formación de la inteligencia, que por los intercambios con el medio y sobre todo, con las personas. Los jóvenes teólogos de 1813 han tenido esta gracia rara de beneficiarse de un equipo de directivos jóvenes, inteligentes, fervorosos, y dinámicos, dirigidos por un verdadero confesor de la fe, Philibert Gardette, encarnación de la entrega total al servicio de Dios y de la Iglesia, en la lucidez, la decisión y una fidelidad indefectible. Todo el grupo profesoral había sido formado en Sn. Sulpicio y tendían a continuar las enseñanzas, el espíritu y las tradiciones de esta institución. El Padre Champagnat parece haber puesto toda su confianza en el P. Gardette y continuaba recurriendo a él en sus dificultades, después de haber salido del seminario.

 

   “Es con mucha confianza que acudo a usted en busca de consejo y consuelo en mis dificultades...Nadie más que yo sabe cuáles son mis problemas. No sé por dónde comenzar para enumerárselos...( Carta, mayo de 1827 )

 

   Es el P. Gaedette quien será el refugio del fundador contra el Vicario Mayor, el P. Bochard, que se quiere anexar a sus hermanos. Es el mismo intercesor quien le obtendrá el apoyo de Monsr. De Pins en un momento muy crítico para su Instituto ( cf. Vida, I, p. 134  y 139 ). Parece que la apertura de corazón por la confianza y admiración por su santo superior, haya desencadenado en el joven padre un intenso movimiento de imitación. Se diría que los biógrafos de los dos personajes se han  puesto de acuerdo para presentarlos:

 

   “ Al primer contacto con él , daba la impresión de ser un poco rudo y severo, pero se cambiaba esta impresión una vez que se le había tratado, puesto que irradiaba misericordia y ternura.” ( J. Canard, Ph. Gardette, p. 39 )

 

   “…El aspecto grave, modesto, serio y que inspiraba respeto y frecuentemente, aún al primer encuentro, timidez y temor. Pero esos últimos sentimientos se cambiaban pronto por la confianza y el amor cuando se había conversado unos instantes con el buen padre; porque bajo  esas formas un poco duras, y un exterior que tenía algo de severo, escondía el más feliz carácter.” ( Vida, II, p. 3 )

 

   Se podría establecer un paralelo entre los dos santos sacerdotes por lo que se refiere a la sencillez, la modestia, la fidelidad heroica al deber, etc. Contentémonos con señalar el culto a la Regla, herencia del discípulo de ese maestro que “ personifica la austeridad del deber y el deber cumplido por la observancia estricta del reglamento.” ( J. Canard, ob. Cit. p. 40 )

 

   “ Además, él encontraba este regla ( del seminario ) tan sabia, que la tomó como modelo de la que dio más tarde a la Congregación. Numerosos sujetos, que antes de entrar al noviciado del Hermitage habían pasado por el seminario mayor, decían que ellos encontraban en nuestra Regla, más o menos las mismas prácticas de devoción y los mismos ejercicios de piedad que en el seminario mayor y, en el Padre Champagnat la regularidad del P. Gardette, su antiguo superior” ( Manuscrito del  Hno. Silvestre, p. 7 )

 

   Todavía he aquí dos rasgos paralelos que caracterizan los últimos días de los dos valerosos atletas:

 

   “ Obligado a permanecer en el cuarto y frecuentemente en la cama, él oraba sin cesar. No se quejaba sino de no poder observar la regla, y en más de una ocasión fue necesaria una orden para impedirle hacerse transportar allí donde el deber llamaba a los otros.” ( J. Canard, ob. Cit. p. 59 )

 

   “ A pesar de sus sufrimientos, no se dispensó de seguir el reglamento de la casa. Así, continuó levantándose con los hermanos a las cuatro de la mañana a decir la misa comunitaria y estar en el comedor durante las comidas, aunque la mayor parte del tiempo, no tomó nada, asistir a los recreos,  e ir al trabajo. Toda su dicha y todo su consuelo, eran estar con los hermanos, orar y trabajar con ellos y encontrarse con la comunidad.” ( Vida I, p. 268 )

 

   “Regularum apprime tenax “ este epitafio del maestro habría podido ser igualmente el del discípulo; como de los mejores hijos espirituales de éste, de tantos Hermanos Maristas, en la vida interior muy sencilla, cuyo fervor se apoyaba gustosamente sobre una regla de perfección. En este sentido, el Instituto fundado por el Padre Champagnat ha sido probablemente y durante mucho tiempo, uno de los herederos más directos de San Sulpicio.

 

   En realidad, es el modelo monástico que se proponía como ideal, tanto en los seminarios, como en las pequeñas escuelas, y que  este título parecía convenir especialmente a un instituto dedicado a la enseñanza. “Qui Regulae vivit, Deo vivit.” La fidelidad a Dios, cristalizada en la observancia escrupulosa de una regla de perfección debía también convenir al temperamento activo del Padre Champagnat cuya capacidad de inventiva espiritual, ( como intelectual ) se revela limitada. Tendremos ocasión de constatar en el análisis dogmático, en qué medida el Padre Champagnat se ha embebido de la espiritualidad sulpiciana, bajo la dependencia de su venerado superior.

 

   Según el P. Gardette, la figura más notable y la más comprometida del equipo de los (profesores) directores, es el joven profesor de moral Juan Cholleton. Igualmente de formación sulpiciana, es un modelo de vida regular. Sus cualidades personales de inteligencia, de piedad, de buen carácter y de fervor apostólico, serán puestas sin reserva al servicio del seminario y le la diócesis. Las circunstancias de su entrada en escena dan una idea de su prontitud constante al servicio de la Iglesia. En 1811interrumpió sus estudios de lenguas orientales en París, para responder al llamado del Cardenal Fesch, obligado a reemplazar a los sulpicianos, expulsados del seminario por un decreto imperial. Haciendo virtud de necesidad, se improvisa como profesor de moral a los 23 años “teniendo completo éxito y haciéndose apreciar por todo el mundo” ( P. Gardette ). A pesar de los ánimos que J. Cholleton prodiga al grupo de los maristas, al que terminará por unirse, la correspondencia del P. Champagnat no permite suponer relaciones particularmente íntimas entre los dos sacerdotes. El Padre Champagnat no estaba en condiciones de aparecer al nivel de las discusiones del grupo donde se situaban las intervenciones del activo profesor.

 

   Preguntémonos entonces, si el profesor de moral ha marcado con su enseñanza el espíritu y la conciencia del seminarista. En esos tiempos en los que la instrucción del clero se reducía al mínimo práctico, los cursos del seminario eran particularmente preciosos. J. C. Colin se servirá durante nueve años de sus resúmenes; por otra parte, batallará para librarse de los principios rigoristas que adquirió durante sus estudios. Porque, a pesar del fervoroso ultramontanismo que domina en el clero, la doctrina oficial sigue siendo el rigorismo galicano tradicional. Esta teología moral cuyos orígenes se remontan al Siglo XVII, se caracteriza por el legalismo y una concepción pesimista y fría de la naturaleza, frutos del  Cartersianismo y del Jansenismo. Las declaraciones de los jansenistas impresionan a los católicos, quienes no adoptan las doctrinas condenadas, pero se dejan influenciar por su espíritu y su mentalidad moral. Ahora bien, durante los años de teología del Padre Champagnat ( 1813-1816 ), el Jansenismo, introducido por Monsr. De Montaste ( + 1788 ) conservaba todavía mucha fuerza. En la Diócesis de Lyon. San Alfonso de Ligorio, era entonces prácticamente desconocido en Francia. Los dos manuales utilizados, Bailly y Poitiers, optan claramente por el tuciorismo y el Probabilismo: “ Valde periculosa est laxitas in lege.” La consecuencia es una actitud rigorista e injustamente dura hacia la sexualidad en el matrimonio y los pecados habituales, la demora frecuente en dar la absolución, la severidad para la admisión a la comunión, la negación de los sacramentos a los pecadores públicos, etc.

 

   “ Se sacrificaba  la defensa de las buenas costumbres, la valoración de los principios sobrenaturalmente vitales que deben sostener e inspirar éstas.” ( J. Leflon, Eugène Mazenod )

 

   Aún  siendo J. Cholleton un maestro admirado por sus superiores y los alumnos, tenía poca preparación. Tenía el método de ponerse al nivel de sus alumnos mediante explicaciones sólidas y claras. Si ha aceptado los cambios de Montaigne, su profesor en St-Sulpice, con respecto a las cosas ordinarias, en general permanece a favor del rigorismo tradicional, aún después de las publicaciones de Monsr. Cousset sobre San Alfonso de Ligorio

 

   “ ¿ Cómo liberarse en seguida de la doctrina, habitualmente severa que se enseñaba entonces en Francia, durante los años de formación eclesiástica?” ( Mulsant, Vida del Padre Colin, p. 35 )

 

   Un simple sacerdote era prácticamente controlado por el manual, la enseñanza del seminario y la vigilancia de las autoridades. J. C. Colin estuvo atrapado muchos años en esas redes. Es Monsr. Devie y los contactos con Roma que lo orientan definitivamente hacia San Alfonso a partir de 1833. En 1843, el Padre Colin elegirá al joven Padre Epalle, no al Padre Cholleton para las conferencias sobre moral en Belley.

 

   El grupo marista sigue probablemente la evolución. El Hermano Silvestre afirma que el Padre Champagnat citaba frecuentemente en sus conferencias a Santo Tomás de Aquino, a San Ligorio y a San Francisco de Sales. ( Manuscrito, p. 143 ) Hay que destacar que el Padre Champagnat se ha  revelado desde los inicios como un confesor muy apreciado. Los testimonios sobre este punto son numerosos:

 

   “ El Padre Champagnat confesaba mucho, en la Valla  a casi todo el mundo, en el Hermitage a las tres cuartas partes de los Hermanos. Durante mi noviciado yo he seguido su dirección eminentemente paternal. En confesión era tan bueno, tan interesante, tan animador, que este ejercicio ordinariamente tan pesado a la naturaleza, era con él agradable y aún atractivo.”

 

   “ El Padre confesaba mucho en la Valla y especialmente lo buscaban a él. Tuvo siempre más gente para confesar que los otros sacerdotes con quien vivía. En sus directrices era muy paternal.” ( Proceso Informativo, p. 132 )

 

   Nos reservamos el matizar la oposición categórica que sugieren los testimonios con respecto a la enseñanza rigorista del seminario Mayor.  Contentémonos con observar que si el buen estudiante J. C. Colin ha absorbido fuertemente las teorías rigoristas, el estudiante mediocre M. Champagnat era favorecido aquí por su misma limitación intelectual. El equilibrio vital, la fe, y el sentido apostólico práctico, no tendrán dificultades para rechazar, las nociones mal asimiladas, en la posibilidad de las fórmulas que no han sido jamás vivificadas por una verdadera adhesión intelectual personal.

 

   El profesor de dogma, Simon Cattet tendrá problemas con el Padre Champagnat después de su visita canónica al Hermitage en 1826, donde despliega un celo intempestivo. ( Los caracteres autoritarios no son del agrado del Padre Champagnat ). La correspondencia, de naturaleza administrativa del Fundador con el Vicario General, encargado de los institutos religiosos,  está marcada por el respeto y la sumisión debida a un superior.

 

   “ Simon Cattet es igualmente llamado por el Cardenal Fesch para ocupar la cátedra de dogma en Sn. Ireneo, donde adopta, probablemente, el Galicanismo moderado de su maestro sulpiciano Boyer, que toma él mismo del P. Emery. Los libros de texto, Bailly y Poitiers, de carácter dialéctico y polémico, exponen un Galicanismo crudo, pero no hacen una exposición racional del dogma. La enseñanza de Sn. Sulpicio está igualmente faltante de base filosófica, habiéndose abandonado la antigua filosofía y no habiéndose asimilado todavía la nueva. Boyer aborda los problemas del tiempo, tales como la indiferencia religiosa y la jurisdicción de los obispos. Esta viene de Dios, pero la Iglesia ha confiado al Papa el derecho de dar el poder de jurisdicción. Con respecto al Papa, él es el centro de la unidad y de la comunión católica de la que no se puede separar bajo ninguna excusa. Su falibilidad queda reducida a una posibilidad hipotética. Permanece La superioridad legislativa del concilio. Las libertades galicanas son legítimas si son aprobadas por toda la Iglesia y no deben jamás convertirse en un pretexto para separarse de Roma. Del resto, él recomienda una veneración profunda por el Papa y una gran confianza en el Vicario de Cristo.

 

   Simon Cattet ha quedado marcado por el fervor de sus  profesores, tanto como por sus principios galicanos. Su juventud, su apego a Sn. Sulpicio, al mismo tiempo que el control de la jerarquía diocesana le habrán impedido romper este círculo. Su galicanismo era un sistema teórico, moderado y sin convicción, purgado de su veneno, con muchas puestas en guardia contra sus abusos y de exhortación a la obediencia completa al Papa. Por otra parte, él casi no evolucionará y permanecerá como galicano moderado. En 1842 cita “tan prudentes, tan  moderadas” estas palabras de Monsr. Frayssinous:  “El Papa no puede tener por encima de él, sino a toda la Iglesia Católica junta, como dice Bossuet.” A pesar de las enseñanzas de Sn. Sulpicio y de las que ha aprovechado el joven profesor, era mucho más negativo, a la defensiva, que positivo y constructivo.

   “ Para romper con los métodos del pasado, los errores del pasado; se sueña mucho menos en poner los argumentos en comparación con las aspiraciones y la mentalidad del presente.” ( Leflon J. Eugène Mazenod ).

 

   Será preciso sobre todo estar atento al nacimiento de un mundo nuevo que la Iglesia debe elevar a Cristo.

 

   El Padre Colin sacará de su curso sólidas convicciones antirracionalistas: “...! pobre razón¡  ella pierde al mundo...la filosofía ha hecho un mal tremendo...Ella prepara el fin de los tiempos...Desconfiemos de un racionalismo que se mezcla en todo hoy.” Revolución y Liberalismo son sinónimos de terror. La autoridad ha sido puesta en fracaso: será necesario restablecerla en política y en religión.

 

   Por lo que se refiere al dogma, será preciso todavía tiempo para superar la mezcla de Galicanismo y de devoción al Papa, aún en el espíritu de algunos maristas, porque el esfuerzo de la Restauración insiste sobre una acción apostólica, no sobre una reflexión doctrinal., No obstante, el Padre Colin parece ser la excepción: “Esas ideas no han podido nunca penetrar en mi cabeza, aún en el  seminario cuando se nos enseñaban.” ( Espíritu de la Sociedad de María” , p. 394 ). Como en la Orden de los Jesuitas, que los Maristas tienen el deseo de imitar, el ultra -montanismo está unido al espíritu de la Sociedad de María.”  “.Allí está el espíritu de la Sociedad.” ( Padre Colin, 1845 ) ( Para toda esta parte nos hemos inspirado en un excelente estudio del P. Luis alonso, s.m. de la biblioteca de los Padres Maristas de Roa: “Formación Intelectual de J. C. Colin en el Seminario de S. Ireneo de Lyon”, 1813-1816)”.

 

   La actitud del Padre Champagant es descrita por medio de estas líneas del Hermano Silvestre:

 

   “ No solamente creía él en la infalibilidad del Papa, sino que deseaba que todos los miembros de la congregación, la enseñasen a los niños. Él tenía una especie de aversión natural al Galicanismo...”  ( Manuscrito, p. 143 ).

 

   Si las “razones del corazón” lo llevaban con los jóvenes clérigos del inicio de la Restauración, eso debe ser particularmente verdadero en el Padre Champagnat.

 

   No obstante, será raro que un hombre, cualquiera que fuera, haya pasado por los errores y excesos de su tiempo, sin participar de ellos , en ciertas medida. Los manuscritos de los sermones e instrucciones llevan las huellas del impacto del espíritu del tiempo y de la enseñanza recibida sobre el lenguaje apostólico del vicario de la Valla.

 

   Él se sirve relativamente poco del término “salvación” y es habitualmente para recordar el conjunto de las obligaciones cristianas. Pero en el pasaje siguiente, la palabra tiene su sentido normal:

 

   “ Lo que sabemos es que hay pocos que se salvan, y es NSJC quien nos lo enseña cuando nos dice que son muchos los llamados y pocos los escogidos.” ( Copia de los Sermones, p. 113 ).

Notemos que esta frase no es un texto doctrinal, sino que se encuentra en una exhortación a la conversión. La palabra “sacrilegio” es igualmente rara y se presenta en el curso de una enumeración. A pesar de su presentación impresionante, la comunión sacrílega ( p. 70 ) da una impresión aún más notoria de artificio literario. Los sermones sobre el tema “ Memorare novísima”, substancialmente copiados sobre un modelo, no ven casi en esas postrimerías, sino la muerte del pecador. Por otra parte, todos los sermones sobre la muerte que poseemos, describen la muerte del pecador. En la página 33, él no duda en reproducir la molesta fórmula:  “Este sacerdote acaba de absolverme, ¿ Y Dios no acaba de condenarme?. Confesemos que el celo que quiere causar un “temor salvador” al pecador, va un poco más lejos. Los sermones sobre el infierno reproducen de la misma manera todas las imágenes convencionales del terror sagrado. Muchas veces se tiene la impresión de que el Padre Champagnat agobia como por gusto, la pobre naturaleza humana ( pp. 54-55 ) en imitación torpe de la doctrina  de anonadamiento y de humildad de la Escuela Francesa.

 

   No obstante, repetimos que él suaviza frecuentemente la severidad de sus modelos y que algunos de esos detalles se reducen a nada si se les compara con la mayor parte de sus contemporáneos, sobre todo, con el Cura de Ars. La fórmula encontrada en la página 60 es sugestiva: “ Temor razonable de nunca convertirse si falta esta ocasión .” Como no está seguro de ciertas posiciones, las necesidades de la exhortación producen las fórmulas tomadas. No es capaz  de inventar otras, salvo, probablemente, en las conversaciones familiares, en donde es verdaderamente él mismo.

 

   Si esas posiciones pueden ser consideradas como teóricas, sabemos que perseguía con obstinación el pecado impuro, sobre todo en las circunstancias convencionales, como los bailes. La virtud de pureza le preocupaba especialmente y, por otra parte, debía conocer suficientemente las costumbres aldeanas. A pesar de todo, sacrificaba los prejuicios corrientes, puesto que recomienda amenazar con correr al criado poco inclinado a cumplir sus obligaciones cristianas. Sin embargo, no es rigorista puesto que en sus instrucciones sobre la confesión, suprime las consideraciones sobre el rechazo de la absolución. Está lejos de ceder al formulismo o al legalismo en moral. Su sentido profundo de Dios se aplica en llenar de piedad a las fórmulas usadas y a las prácticas amenazadas de rutina. Une la observancia de los deberes cristianos al mandamiento del amor y de la adoración; es por eso que insiste de tal manera sobre la observancia ferviente del día del Señor. Por otra parte, es toda la vida que está destinada a convertirse en oración, por la práctica, muy sulpiciana, de ofrecer las acciones a Dios.

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 CAPÍTULO III

 

 EL MINISTERIO

 

 

1816. El Padre Champagnat comienza el ministerio sacerdotal en calidad de vicario en la Valla, parroquia del Forez. La Iglesia de Francia parece dar un viraje definitivo, como el mismo país, cerrando el paréntesis de la Revolución, por la vuelta al trono del cristianísimo Rey. Se pone a la obra con entusiasmo para reconstruir las ruinas y restaurar las cosas a su antiguo estado. Pero se dará cuenta rápidamente que algo ha cambiado profundamente y ese algo, son los mismos franceses. Si una parte de la nobleza cree sinceramente en el apoyo mutuo del trono y del altar, a pesar de que las personas más próximas a Luis XVIII manifiestan frecuentemente “una indiferencia apacible”, la irreligión hace estragos en las clases medias, las más activas.

 

   “...en Francia sobre cien hombres, hay apenas cinco que cumplen con la Pascua...Sobre cuatrocientos ( estudiantes de 17 a 20 años ) se encontraban cuando más, quince o veinte que cumplían con esa obligación, y todavía con una especie de misterio y como escondiéndose.” ( Saint Chamans, citado por A. Latreille, Historia del Catolicismo en Francia, III, p. 269 )

 

   La Iglesia, autoritaria y tradicionalista acaba de sufrir un fracaso sangriento en la lucha secular que dirige contra ella el mundo laico, deseoso de emanciparse y de conquistar el título de adulto. El movimiento iniciado en el Renacimiento y en la Reforma, ha sido enérgicamente frenado por la Contrarreforma del Concilio de Trento, pero ha retomado la iniciativa en el Siglo 18º y ha prorrumpido durante la gran Revolución. En el fondo, la corriente no es probablemente antirreligiosa, pero la Iglesia ejerce una tal influencia sobre todas las manifestaciones de la vida y ella misma se ha dejado penetrar por la mentalidad y las instituciones del Antiguo régimen, que los innovadores pueden difícilmente evitar atacarla. No queremos hacer abstracción del misterio del mal que se realiza en todos los momentos de la historia humana, pero es preciso evitar la idea preconcebida que lanza toda la responsabilidad en el campo del adversario, como lo hacía el clero de la Restauración. Si la Iglesia hubiera sido más  fiel al Evangelio, no habría provocado hasta tal punto la hostilidad y la indiferencia del mundo moderno.

 

   “ Porque la sacudida revolucionaria ha seguido su camino. Muchas tendencias, difusas hasta allí, son desde ahora inscritas definitivamente con los hechos, al punto que se puede definir al hombre moderno como aquél que profesa los principios del 89, los de la primera declaración de los derechos del hombre; y lo mismo, la sociedad moderna como aquélla que nació de la Revolución, basada en esos principios.... ( La Restauración ) no habrá sido jamás más que una etapa de compromiso y de transacciones entre la antigua sociedad, monárquica, aristocrática, religiosa.” ( E. Germain, Hablar de  Salvación, p. 17 )

 

   Es preciso, no obstante, rendir justicia al celo de un clero diezmado por el Terror y el estancamiento relativo del Imperio.

 

   “ El primer tercio del siglo 19º en Francia, ofrece el espectáculo de una renovación de santidad, que, si se hace abstracción de evidentes diferencias, recuerda el de  la primera mitad del siglo 17º. En los dos casos, una terrible prueba ha cribado a los cristianos e iluminado entre el pequeño resto de los fieles,  sea entre los sobrevivientes de la persecución, sea entre los jóvenes que han sido marcados por el ejemplo de sus mayores, una llamada ardiente que se va a propagar rápidamente...La diferencia capital de una a la otra, es que en el tiempo de la Sra. Acarie y de Jean de Bernières el ardor de los laicos aguijoneando a un clero frecuentemente muy lento, mientras que en el tiempo de J. M. Vianney y de A. H. Fournet, el celo de los sacerdotes arrastra penosamente una masa de bautizados frecuentemente reacios o seducidos por otros llamados.” ( A. Latreille, ob. Cit. III, pp. 251-252 )

 

   Es lamentable, que una gran parte de  tan buen celo estuviera condenado al fracaso por haberle mezclado a la restauración del sentimiento religioso, un apego ya anacrónico a una forma de vida social que recuerda la teocracia.

 

   “ El valor indiscutible y los graves límites de la reacción cristiana después de la Revolución, son para nosotros una advertencia y una enseñanza para  nuestra conducta a tener en la confrontación actual del mensaje cristiano y de las culturas modernas.” ( Hablar de Salvación, prefacio de Joseph Bournique ).

 

   “ Para reconquistar  esta sociedad que se le escapaba a la Iglesia de entonces, verdaderamente se ha apoyado sobre dos remedios: La educación de la juventud a través de las obras de enseñanza y el catecismo, y para los adultos, los ejercicios de las misiones.” ( ibid. P. 21 )

 

   Y es la fórmula de la misión que se va a imponer a la predicación parroquial, durante todo este período. El “Misionero Parroquial” de Chevassu ha conocido seis reimpresiones entre 1758 y 1852, de las que una fue hecha bajo la Restauración de 1819.

 

   “ El  único medio de remediar esas funestas consecuencias de nuestra revolución política no puede encontrarse más que en esta otra revolución religiosa que produce casi siempre en las ciudades y en los campos, la aparición de esos enviados extraordinarios, que vienen a replantear las fe allí donde ha sido arrancada y, nuevos apóstoles, a anunciar las verdades  cristianas a los pueblos que el despojo de todo socorro religioso conduce cada día a un olvido del nombre de Dios más aflictivo que la misma idolatría de sus padres.” ( Misiones de Francia y Extrajeras, citado en Hablar de la Salvación, p. 22 )

 

   La campaña contra “las funestas consecuencias de nuestra revolución política” se ha revelado prácticamente, en un verdadero culto al pasado, con un lugar especial para la monarquía. “Viva Jesús, Viva la Cruz, Viva el Rey.” ( Misión de Bordeaux ). Los Borbones pasaban muchas veces antes de la fe: “¡ Viva Francia! ¡ Viva el rey! ¡ Siempre en Francia los Borbones y la fe!” ( Hablar de Salvación, p. 23 ). No obstante, “una revolución había cambiado el mundo y cambiado, en el mundo, la situación de la Iglesia.” ( Lacordaire). Los misioneros adoptan los métodos, muy frecuentemente el estilo de las explicaciones completas, de los sermones predicados cien o doscientos años antes.

   Después de la difusión de las doctrinas protestantes, la Iglesia atribuye una gran importancia a la instrucción religiosa. El Concilio de Trento ordena a cada sacerdote, exponer durante la misa, los domingos y días de fiesta,  “Sacra eloquia et salutis monita”, textos sagrados y avisos saludables. ( Sesión XXIV, Decreto de Reforma, c. 7 ). Pero, ante la situación catastrófica de su tiempo, los pastores de la Restauración olvidan en general los “ Sacra Eloquia “, para insistir de una manera dramática, pero finalmente bastante exterior, sobre la salvación, en un ambiente de salvamento in extremis. “No tengo más que tres palabras qué decir : Velen, huyan y oren.” ( Bonnardel, Cursos de Instrucciones Familiares, Tomo I, p. 195 ). Una misión es entonces, “ el tiempo favorable, el día de la salvación” para remediar los desórdenes que “nos ha traído esta espantosa Revolución.” ( Misión de Bordeaux ). Los misioneros recuerdan todo lo que puede producir una impresión “salvadora” sobre el pueblo, como las grandes representaciones y las procesiones, las ceremonias de la calavera durante las tardes y en el cementerio, los sermones terroríficos sobre la muerte del pecador y del infierno. Se trata de producir choc, despertar a los dormidos, suscitar una crisis; es la exhortación de Pedro: “ Pónganse a salvo de esta generación perversa.” ( Hch. 2, 40 )-

 

   “ Todos los misioneros , no obstante, se parecen, por la fogosidad de sus discursos, por la exageración de los cuadros con los que asustan a su auditorio, y por su constancia en condenar al mundo.” ( Misión de Autun, 1819 ), en Sevrin, Las Misiones Religiosas, p. 184 )

 

   Es la tónica que se sigue en la predicación dominical y en las programaciones.

 

   “ Hay ciertas materias fuertes, más interesantes, que tienden a las salvación de manera más próxima y  eficaz, como la preparación a la muerte, el juicio final, el paraíso y el infierno, la espera del tiempo en que llegará la conversión, la santa misa, la comunión indigna, la impenitencia final...que deben ser tratadas con más empeño y celo, con más precisión y fuerza en un buen sermón. El pastor, debería tres o cuatro veces por año, predicar él mismo o por medio de su vicario, más que por extraños, algunos de estos sermones fuertes y completos, con las sencillez del Ave María y sus partes.” ( Método de Besançon, Tomo II, p. 76 )

 

   “ Además de que la religión está fundada sobre esas verdades terribles de las que sus ministros no podrían liberarse de exponerlas y que se duda tanto al escuchar que son más eficaces para operar conversiones aparatosas..., no conozco una materia que abra un campo más vasto al arte oratorio.” ( Maury, Ensayo sobre la Elocuencia de la Cátedra, Tomo I, p. 152 )

 

   Y ante todo, se trata de elocuencia. Esas construcciones artificiosas y uniformes, dan la impresión de que el fin esencial es hacer un gran discurso, más que llegar a la verdad y hacerla descubrir a los otros. Su mismo tema gira alrededor de un egoísmo fundamental, aún si se relaciona con el mundo de la fe. No era  a Dios a quien se predicaba, sino los medios prácticos para hacer triunfar “el asunto” de la salvación y para evitarse los tormentos del infierno. Si es de la religión, es una religión muy decadente. En eso, la predicación de terror nos hace remontarnos a la época en que un cristianismo exangüe venía de la sensibilidad, no de la sensualidad de los protestantes germánicos, entonces que los jansenistas franceses la sometían a un tratamiento cartesiano caricaturesco. Después de todo, este “terror espiritual” de los sermones, no era, posiblemente, más que judaísmo al uso del pueblo.

  Desde otro punto de vista, el recurso sistemático al temor en la predicación es señal de que la Iglesia siente que el mundo se le escapa,. Pero no son las palabras terribles ni las grandes representaciones paralitúrgicas que van a hacer volver a un pueblo que mira hacia nuevos horizontes de vida.

 

  “ Es preciso preguntarse : ¿ Cada vez más los hombres del siglo 19º, se sienten atrapados por arreglar al mundo, por los descubrimientos de la ciencia,  cada vez más los predicadores siguen torpemente sin insistir sobre la muerte y el otro mundo; una muerte y un más allá opuestos a la vida de aquí abajo.? ( E. Germain, ob. Cit. , p. 83 )

 

  Es, entonces, de vida y de esperanza, no de muerte, que hubiera sido necesario hablar en este momento de la historia, pero esto hubiera supuesto la fe en la renovación de la humanidad.

 

   El Padre Champagnat no podía escapar a su tiempo, y la proporción de sermones sobre las grandes verdades dan testimonio de esto. No obstante, se tiene la impresión de que él no ha sido víctima de este error de perspectiva que es el drama del  siglo 19º cristiano. Por su educación estaba resueltamente adelantado, colocado en el movimiento de renovación; no encontramos una sola alusión realista en los manuscritos de los sermones, y toda su vida está consagrada a la formación religiosa y social de los niños del pueblo. Sus sermones sobre las grandes verdades son substancialmente copiados; y por otra parte, se muestra incapaz de imitarlos. El sermón sobre la conversión, compuesto por él, muestra que lo pone instintivamente frente a la adoración, la oración y el amor de Dios. Probablemente no es en los sermones compuestos, sino en las charlas familiares y a corazón abierto, que es preciso buscar al verdadero Padre Champagnat.

 

   Aunque la manera de predicar y de ejercer el ministerio parroquial depende sobre todo de la personalidad del vicario, no será inútil recordar por medio de algunos rasgos, la historia del pueblo y el carácter de los parroquianos, para comprender mejor su actividad y su éxito. Tenemos la suerte de poseer las memorias de Jean Louis Barge ( 1762-1855 ), habitante de la Valla, quien fue uno de los principales protagonistas de los acontecimientos locales de su tiempo. Secretario del municipio, adjunto de la guardia nacional, fue íntimamente afectado por las repercusiones locales de los sobresaltos políticos ocasionados por la sucesión de la Revolución, del Imperio y de la Restauración. Inteligente, hábil, modesto, se contenta con un rol efectivo muy importante, sin pretender los honores. Nos será útil intentar conocer a sus  paisanos a través de las actitudes que él les ofrezca, al mismo tiempo que por la apreciación de sus reacciones personales.

 

   La pintoresca aldea de la Valla-en-Gier ( Loire ) se encuentra situada sobre el camino de montaña que va serpenteando de St-Chamond a Bourg Anrgental., escalando el Mont Pilat. Suspendida en el flanco de una montaña un poco abrupta y rocallosa, sus casas se escalonan en espalderas comunicadas por calles, caminos tortuosos e irregulares. Aparte de dos placitas, delante de la Iglesia y delante de la alcaldía , y el camino que atraviesa el pueblo de lado a lado, no hay más que escaleras y caminos pulidos que escalan la montaña. Esta situación, al dominar un valle largo y profundo, puede ser el origen del nombre de la  población en el habla popular de la región. ( cf. F. Gonon, Reseña sobre el Pueblo de la Valla-en-Gier ).

 

En el curso de su larga historia, este municipio que primitivamente se nominaba el Toil,

perteneció sucesivamente a partir del siglo 13º , a las familias de Jarez, de Beauvoir, de Roussillon y de Tournon. Se le daba importancia a la posesión de un pequeño castillo perdido en un recoveco del monte Pilat, que fue incendiado en 1652 durante las guerras de religión y ha permanecido en ruinas. La iglesia actual data de 1844-1848; la antigua mostraba en uno de los ángulos de su fachada, una piedra que llevaba la fecha de 1165. Es la familia de Tournon quien manda construir la primera iglesia y la hizo consagrar a St- Andéol, apóstol del Vivarais, su tierra de origen. La capilla de l’Etrat, reconstruida en seguida, se remonta a la época de las grandes pestes ( 1628-1636 ) donde los pobres enfermos, rechazados de la población, se agrupaban alrededor de N.S. de la Piedad. El Padre Champagnat acudió allí frecuentemente en peregrinación con sus Hermanos, para implorar la protección de la Santísima Virgen en los momentos difíciles ( Vida, I, p 135 ). Se piensa que es en el siglo 16º  que vinieron a establecerse a la Valla, los Bolonais Gayotti, aportando en la región la industria del trabajo de la seda, que debía más tarde tomar un gran auge en St-Chamond, a tal punto, que las riberas del Gier estuvieron pronto bordeadas de fábricas más o menos importantes. Es posiblemente también la perspectiva de las múltiples posibilidades de utilización del agua del Gier, lo que hizo que el Padre Champagnat se estableciera donde se encuentra actualmente la casa de N. S. de l’Hermitage.

 

   “ La Valla en 1789. Parroquia situada en montaña, muy extensa y de un terreno estéril, se recoge centeno para el consumo. La explotación de los bosques y la fabricación de cintas en St-Etienne y St-Chamond son su principal recurso. También allí se fabrican clavos.” ( J. Combe, El Bessat y sus Alrededores, p. 66 )

 

   En 1789 se rehace el techo de la iglesia y se instala un reloj, destinado a marcar horas llenas de agitación, después de siglos de apacible existencia en medio de la pobreza. La primera reacción al saber la noticia de la toma de la Bastilla, es un pánico ciego acompañado por el toque de alarma que suena toda la noche.

 

      “ Se expandieron rumores que decían que tropas de salteadores habían entrado en Francia  para matarnos , y que se habían abierto las prisiones y las galeras, para aumentar el número de asesinos.” ( Barge )

 

   Después, es el despertar de este otro instinto primitivo que es la codicia, con la violencia a su servicio. Es el pillaje en el bosque comunal donde varios guardias han pagado con su vida el cumplimiento de su deber. ( Uno de ellos fue salvajemente decapitado ). El procurador Guillaume Rival, quien había intentado tomar algunas medidas, estuvo a punto de perder la vida en una emboscada, bajo una lluvia de piedras. Fue también la codicia que llevó a los campesinos bajo los muros de Lyon : “ Se hizo marchar en masa a las gentes del  campo y de las ciudades, bajo el incentivo de pillaje.” ( Barge ). “ La Valla fue en gran número” ( ibid ). Un joven lyonés que se escondía en el pueblo, fue liberado de los ejecutores y su protectora vio su casa saqueada.

   Paro, pronto se cambiaron los papeles. La Valla era muy mal vista por la administración : Además del pillaje de los bosques, no se aportaban los productos del mercado más que en cantidades insuficientes, los jóvenes en condición de servir, se escondían en los bosques, se resistía a la descristianización y se protegía al cura Gaumont, a quien no podían atrapar. Javogues había hablado de hacer fusilar a todos los habitantes. Las tropas republicanas que son enviadas para hacer varias pesquisas, roban en su gira, pero los astutos campesinos acaban generalmente por liberarse de ellos, emborrachándolos. Cuando el 29 de marzo de 1814 van a ir a la Valla 104 dragones austriacos, después de la primeras reacciones de preocupación, los habitantes “ se formaron con una botella de vino en la mano y vasos”.  (Barge )

 

   Sin embargo, la estratagema no resultó siempre. En 1802, el 22 de enero, es en la puerta de la iglesia que los gendarmes cuidan a los conscriptos con ocasión de un entierro, y es disfrazados “de niñas blancas” que algunos son llevados a St-Etienne. El 4 de mayo de 1800, los gendarmes matan a un joven llamado Ginot. Los habitantes, reunidos en la calle obligan a la tropa a largarse y se defienden con obstinación contra la falsa reconstrucción de los hechos, por la gendarmería.

 

   Por lo que se refiere a las convicciones políticas, F. Gonon afirma ( p. 23 ) que la mayoría de los habitantes eran realistas ( no había club revolucionario ), pero un poco más alto, reporta cómo J. L. Barge y el alcalde, rechazaron unirse a la sublevación realista que se organizaba en Chevrières. Si las Memorias de Barge no dejan   suponer ninguna simpatía especial por la antigua monarquía, nos hablan en cambio de un apego no equívoco a la religión tradicional. La Valla es el objeto de la vigilancia y de las molestias continuas de los revolucionarios ateos de St-Chamond. En el curso de una persecución, “ellos acuchillaron los santos y las cornisas de los altares y desgarraron los libros. Habiendo abierto el tabernáculo encontraron ostias que sin duda, no estaban consagradas y que ellos pisotearon , profiriendo horribles blasfemias en presencia de las gentes que estaban indignadas, pero que no osaban decir una palabra, mientras que el terror era grande.”

 

   Era necesario llevar a St-Etienne un botín simbólico de utensilios de sacristía, pero lo más precioso, estaba en lugar seguro. Estos aldeanos astutos habían logrado guardar sus campanas a pesar del encarnecimiento de los comisarios al reclamarles. El 21 de diciembre de 1793 llega d’Izieux una tropa de hombres “con todos los instrumentos para derribar las campanas y para romperlas.” Se les invita a reanimarse; “el pequeño vino gris” los pone de buen humor; para completar la fiesta se hace  “venir a las niñas y a un tocador de violín.”  La danza y la botella, añade Barge, hicieron el efecto que nos habíamos propuesto.”

 

   El 28 de diciembre de 1793, los gendarmes se dieron cuenta al pasar cerca de la capilla de l’Etrat, que allí se cantaban las vísperas. “ Indignado Morel, entró en la capilla  con el sable desenvainado, así como los gendarmes a caballo.” Tumbaron todo “ y los asistentes, asustados, suplican que los dejen salir.” Finalmente, el 5 de noviembre de 1801, se abrió la iglesia para los oficios y para cantar el Te Deum. “ Todo iba mejor.” “ Se hizo un día de fiesta” y se “tiró la casa por la ventana.”

 

   No obstante, no se ha llegado allí sin trabajos y sin sacrificios; lo más notable es indiscutiblemente la muerte del valiente cura Gaumont. El atrevido J. Thibaud “quien trató a golpes a los dos truhanes del club” de Saint-Chamond venidos para derribar las cruces del cementerio, quien se salvó de la guillotina, gracias a la muerte de Javogues. El cura, así como su vicario Robin, han rechazado pronunciar integralmente el juramento constitucional pedido. Ellos habían jurado obediencia y sumisión a las leyes y decretos de la Convención en todo lo referente al orden civil, pero declaraban obedecer a la autoridad diocesana en lo que se refiere a lo espiritual. Un proceso verbal fue también dirigido por el hecho de que ellos continuaban ejerciendo su  ministerio a escondidas y a que el cura se ha negado a leer en el púlpito la carta del obispo constitucional Lamourette.. J. L. Barge se ha arriesgado a ser fusilado en lugar del cura, con el que se veía en secreto, trayendo en la bolsa una orden de arresto contra él. No obstante, el valiente cura fue tomado por sorpresa el 23 de agosto de 1894 y ejecutado en Feurs, a pesar de la guardia que montaban sus parroquianos alrededor de él. No lo quería especialmente Jean-Louis Barge, reprochándole ser altivo, y recibir “con demasiado celo las adulaciones de sus parroquianos” Hay también altercados con el señor Rivoiry “quien había abdicado del sacerdocio durante el terrorismo” y regresó como cura a la parroquia, metiéndose “a conspirar y a intrigar” para tener el primer lugar. Más tarde, no tenía más  simpatía por el cura Rebos, a quien juzgaba demasiado autoritario.

 

   “ Algún tiempo después ( 1818 ) hubo una fiesta con J. Chuzel, tabernero; el cura y su vicario me encargaron de disipar esta reunión en ausencia del alcalde, lo que hice alrededor de las ocho de la noche, pero dije al que tocaba la gaita que se fuera a la casa de la viuda Matricon, donde estaban ya el señor Vincent Nre. Matricon des Saignes, el alcalde y aún otras personas, así como numerosos muchachos, muchachas y mujeres que saben bailar; cerramos las puertas con cerrojo y bailamos tranquilamente buena parte de la noche...” ( Barge ).

 

   Es la única alusión que encontramos en las memorias del padre Champagnat, quien permaneció en la Valla de 1816 a 1824 como vicario del P. Rebos. Se tiene la impresión de que  el “sabio” del pueblo tenía, sobre todo a los eclesiásticos en su contra. Por ese lado, el Padre Champagnat no corría grandes riesgos; además, él era sencillo y muy afable con las gentes. “ Nuestro vicario no es orgulloso, se le puede decir todo lo que uno quiera.”  (Positio, super virtutibus, I, p. 155 ). Como probablemente los acontecimientos de la vida devota no atraían especialmente la atención del cronista de la Revolución, él no tenía razón suficiente para consagrarle ni siquiera un párrafo. Esto podría ser considerado como un testimonio indirecto a favor de la no intervención del Padre Champagnat en los asuntos públicos.

 

   He allí pues, a los parroquianos del Padre Champagant. Gentes toscas, con pasiones elementales pero fuertes, respecto a sus bienes, astutos, testarudos, teniendo en buena consideración “la danza y la botella.” No obstante, esos campesinos sencillos y fuertes, muestran un apego obstinado y valiente a la religión y a su pastor. ( Aquí es de lamentarse que no encontremos en las memorias ningún testimonio más directo sobre la vida religiosa de los fieles ). Es pues, esta fe que el pastor deberá alimentar y profundizar, luchando contra las fuertes y primitivas pasiones, muchas veces, por qué no, recurriendo a alguna reflexión saludable sobre los fines últimos.

 

   “ El venerable era muy sencillo en sus instrucciones y cuando se sabía que él iba a predicar, todos acudían. Se decía : Ese sacerdote es de Rosey y sus palabras son suaves como rosas.” ( Positio, I, p. 97 )

 

   Este testimonio , que se repite unánimemente en boca de los contemporáneos, no puede evitar dejar perplejo a aquél que ha examinado los sermones escritos del Padre Champagnat. Esos textos, casi siempre copiados y habitualmente no terminados, hablan de esfuerzos regularmente terminados en fracaso y dan una impresión de limitación y de impotencia, diametralmente opuesta a la apreciación elogiosa de los testigos. ¿ Hay qué concluir que hay dos Marcelinos Champagnat? No seguramente, pero constatar una vez más que en los sermones, en los desarrollos lógicos y en las frases estudiadas, el Padre Champagnat no logró caer en la cuenta de que no es el mismo en ellos.

 

   ¿ Cuáles son entonces los elementos del éxito popular y apostólico de este humilde personaje? Se podría responder, simplificando el fenómeno  y rayando en la paradoja, que es la limitación intelectual misma. Haciendo a un lado el rodeo teórico y el velo artificial de la cultura, él está al mismo nivel que sus auditores y puede establecer un verdadero contacto de vida y de sentimientos con el pueblo. Todos los testimonios mencionan la sencillez y la familiaridad de sus pláticas :

 

   “ El Padre no era elocuente, él daba sobre todo, pláticas familiares y amaba mucho predicar.” ( Positio, I, p. 132 )

 

   “ El Padre predicaba frecuentemente y aún fuera de la iglesia. Gustaba mucho su predicación sencilla y práctica, llena de unción; decía cosas tan naturales, que agradaba escucharlas.” ( ibid. P. 90 )

 

   “ El Padre predicaba frecuentemente y de una manera práctica...No usaba más que términos fáciles de comprender y jamás expresiones por encima del alcance de sus oyentes.” ( ibid. P. 120 )

 

   El Padre Champagnat  no tenía más que ser él mismo para encontrarse al nivel del pueblo que prácticamente jamás ha podido superar. Por otra parte, era hijo de ese pueblo sencillo y tosco, de esas montañas de suelo árido y de clima rudo en invierno y encantador en verano. Partiendo a buena hora de Marlhes, un buen caminante como el Padre Champagnat podía estar a mediodía en la Valla ( cf. Boletín de los Hermanos Maristas, no. 204, p. 369 ). Él conoce la vida del pueblo, que ha sido la suya hasta la edad de dieciséis años y ha modelado su carácter. Las líneas de fuerza de su fe son las de la región sencilla y sólida de su pueblo, no conociendo ni los refinamientos de la teología, ni los de la vida espiritual. Su fervor se apoya en la enseñanza común de la Iglesia, que él vivifica desde el interior y se expresa en las devociones y las prácticas comunes a todos los fieles.

 

   “ En las instrucciones dirigidas a los fieles, fue siempre interesante y aún, atrayente, aunque predicando las grandes verdades de preferencia, no rechazaba a nadie, al contrario...El Venerable predicó en la Valla al principio; más tarde, dio algunos sermones en parroquias vecinas. Su predicación, de una doctrina segura, era muy piadosa y alimentada por la meditación.” ( ibid. P. 73 )

 

   A esta posición naturalmente popular, es preciso añadir el culto de la humildad y de la sencillez, así como la sinceridad de su propio compromiso ante Dios, que le hace descender al nivel de los pecadores a los que exhorta, para comulgar con sus sentimientos, o más bien,  para seguir sus huellas. Esta constatación puede ser hecha en la práctica a propósito de todos los textos atribuidos verdaderamente al Padre Champagnat. No es suficiente ponerse al mismo nivel del pueblo para llevarlo a Dios, es necesario ser uno mismo en movimiento. Es así como el fervoroso sacerdote exime de trazar límites al fervor de sus cristianos, y sus exhortaciones están de tal manera mezcladas de fervor personal, enfocadas de tal manera a la santidad, que se tiene la convicción de que se predica a sí mimo, tanto como al pueblo. (cf. Sermón sobre la Conversión ).

 

   “ Cuando nos hablaba en comunidad, lo hacía con un acento profundo y con tanta unción, que los más indiferentes quedaban  vivamente tocados.” ( Positio, I, p. 155 ).

 

   A su grande fervor personal hacia Dios, se mezcla natural e íntimamente un equilibrio de carácter, una bondad y una dulzura que, junto con su sencillez atrae a sus parroquianos y a sus hermanos; se le llama comúnmente el Buen Padre.

 

   “Hablaba gustosamente al primero que se encontraba con él; su franqueza, junto con una cordial confianza, eran el encanto de sus pláticas, a las que nunca dejaba de añadir algunas palabras edificantes; cada uno se sentía feliz de conversar con él;  después se añadía : “ Nuestro vicario no es orgulloso, se le puede decir todo lo que se quiera...Yo atestiguo que durante mi año de noviciado, nada nos cautivaba tanto como las catequesis que él nos daba. Cuando se sabía que él nos iba a hablar y era con mucha frecuencia, era parta nosotros una alegría general...”

 

   Se capta a través de estos testimonios un temperamento vivo y expansivo, que se convierte en irresistible, acrecentado con las delicadezas de la caridad.

 

   “ Sus predicaciones eran tan poco críticas, que todo el mundo se decía en la Valla : Es el Padre Champagnat quien predica; hay qué ir...” ( ibid. P. 90 )

 

   “ El Venerable estaba dotado de un carácter alegre, abierto, fácil y conciliador que ha favorecido su éxito en el santo ministerio.” ( ibid. P. 110 )

 

   El Hermano Juan Bautista ( Vida, I, p. 50 ), nos da dos o tres muestras de las exhortaciones del Padre Champagnat, aunque probablemente, retocándolas. Esos pasajes  testimonian la comunión del pastor con la vida cotidiana de sus fieles, y su preocupación por su crecimiento espiritual. En el momento de los trabajos pesados llama su atención sobre sus sufrimientos y sus fatigas cotidianas  y los exhorta a ofrecerlos a Dios, uniéndolos a los de Nuestro Señor, haciendo así de su vida una oración continua. La cosecha de los frutos le da ocasión para recordar la mortificación cristiana y la moderación en las palabras, en vista a reprimir las pasiones, evitar el pecado y atraer sobre ellos las gracias de Dios.

 

   Es hablando de sus hijos, que se dirige a las madres, exhortándolas a educarlos cristianamente, formándolos en la piedad y en la virtud y consagrándolos a la Santísima Virgen. Es mutua la participación y la simpatía entre la vida del pueblo de Dios y de la del ministro de Dios, éste, abrazando y conduciendo a aquellos hacia un ideal donde los dos se unen en el fervor de la fe. Es esta mezcla de simpatía humana y de fervor espiritual lo que caracterizó  al joven vicario desde el inicio de su ministerio :

 

   “ En su primer sermón, dice a los parroquianos que se da a ellos como Nuestro Señor se ha dado a los hombres en la Santa Eucaristía.” ( Positio, I, p. 120 )

 

   El Hermano Juan Bautista  añade una característica del método de Padre Champagnat y sugiere el alcance de sus posibilidades y de sus medios. Él estableció en la Valla  para el domingo “ la oración de la tarde y una lectura espiritual acompañada de reflexiones...Las lecturas, las exhortaciones las reflexiones sencillas, variadas, pero siempre patéticas que hacía, fueron, posiblemente, lo que más le sirvió para formar en la piedad y en una sólida virtud a ese gran número de cristianos fervorosos que fueron la gloria y la edificación de la parroquia. En esa especie de charlas familiares, descendía a los más insignificantes detalles acerca de las obligaciones del cristiano, de las prácticas de piedad propias para santificar las acciones de la jornada y volverlas meritorias para el cielo.” ( Vida, pp. 52-53 )

 

   La lectura tiene la ventaja de proporcionar al conferencista el tema, el plan  y aún, la expresión : Suple lo que le hace falta. Así, apoyado sobre un texto, puede dar libre curso a su sentido práctico, dejar hablar su corazón y su fervor, y permanecer sobre un terreno donde puede ser él mismo. Se puede presumir que la mayor parte de sus conferencias se aproximaban a esta fórmula.

 

   Como muchos apóstoles fervorosos, el joven Padre Champagnat se interesaba especialmente en los enfermos, en los viejos en los niños. “ Sus catecismos eran maravillosamente hechos.” ( Positio, I, p. 131 )

 

   “ Fue, sobre todo entre los viejos, que las enseñanzas del P. Champagnat produjeron frutos abundantes, preciosos y duraderos.” ( Vida, I, p. 51 ).

 

   El apóstol del Vivarais ha renunciado igualmente al lenguaje académico y aún, a toda originalidad doctrinal, para poner a Dios al alcance de los sencillos :

 

   “ Todo lo que el Padre decía era muy sencillo” ; algunos precisan “ de un estilo ordinario y común. Es más, “ del todo común .” Y no obstante, llegaba a los corazones...” ( G. Guitton, St- Jean-François Régis, p. 137 )

 

   No son  los bellos discursos que los verdaderos fieles van a buscar a la iglesia; ellos tienen sed de Dios, y es su palabra que van a escuchar cerca de los hombres de Dios.

 

   Todavía , veamos un testimonio más sobre el Padre Champagnat :

 

   “ A pesar de no gozar de  mucha elocuencia natural, predicó con éxito y agradaba escuchar su palabra apostólica. Sobre todo, trataba las grandes verdades de las religión.” ( Positio, I, p. 105 )

 

 


 

 

 SEGUNDA PARTE : ESTUDIO DE LOS MANUSCRITOS

 

 CAPÍTULO IV

 

 

 AUTENTICIDAD, CRONOLOGÍA, TEMAS.

 

 

 

   Aunque los sermones e instrucciones del Bienaventurado Marcelino Champagnat, no hayan sido jamás objeto de un estudio sistemático, han sido reconocidos, recogidos y recopiados, en vista del proceso de beatificación, del que los preliminares comienzan en 1886. El Hermano Avit, que redacta sus Anales a partir de 1884, escribe la listas de los mismos en los Anales de la casa de l`Hermitage. El Hermano Jules-Victorin, archivista, hace una reseña rápida en el Boletín del Instituto de los Pequeños Hermanos de María, n.. 166, abril de 1957.

 

   “ La casa madre conserva la copia de una veintena de instrucciones del Bienaventurado Padre, generalmente cortas y simplemente esbozadas bajo forma catequística, sobre diversos temas...” ( p. 453 )

 

   “ Los archivos de la casa madre poseen igualmente una veintena de sermones del Bienaventurado Padre Champagnat escritos de su mano sobre pequeñas libretas hechas de simples hojas de papel blanco, no rayado.” ( ( p. 455 )

 

   Finalmente, el R. P. Jean Coste, historiador indiscutible de los Orígenes Maristas, las menciona en dos ocasiones entre los escritos de Marcelino Champagnat : Orígenes Maristas, Tomo I, p. 69 y Tomo IV, p. 221 ).

 

   Por otra parte, es relativamente fácil distinguir los manuscritos salidos de la mano del Padre Champagnat : escritura armoniosa  y bella, más bien grande, con trazos vigorosos y cuidadosos, incluyendo letras siempre formadas de la misma manera personal. Se podrían también mencionar a guisa de criterio intrínseco, frases incorrectas, que no llegan a concluir respetando las reglas de la lógica y de la sintaxis; ellas se encuentran prácticamente todas las veces que M. Champagnat hace un esfuerzo personal de composición.

 

   En el estado actual de la investigación, no se está en capacidad de asignar unas fecha precisa a la gran mayoría de los sermones e instrucciones del Vble. No obstante,  hay algunos puntos de referencia.  En un cañamazo donde se relata el resumen de las meditaciones que el Padre Champagnat propone a los Hermanos, recogimos la fecha del miércoles 10 de octubre de 1838. El segundo sermón “Memorare novísima” ( p. 57 ), menciona el jubileo entre las observancias a no descuidar. Ahora bien, la Bula de proclamación de ese jubileo concedido por León XIII lleva la fecha del 24 de mayo de 1824. Según su lugar entre otras notas fechadas en el cuaderno n.. 8, el pequeño discurso sobre la Asunción, ha sido pronunciado el 15  de agosto de 1832.

 

   Por otra parte, los progresos realizados en la ortografía y la corrección de la lengua, la evolución de la escritura, así como de los métodos de preparación, permiten percibir una secuencia en sus escritos. La comparación de las cuatro versiones del sermón sobre el infierno, así como de las cinco versiones del tema “Memorare Novísima”     hacen pensar en tres etapas en el método de composición. Al principio, el joven sacerdote es manifiestamente inferior a su tarea. Copia servilmente su modelo, contentándose con cambiar algunas expresiones y efectuar cortes que no respetan siempre la continuación lógica de las ideas; su manuscrito está habitualmente no terminado. En un segundo tiempo, es una empresa más categórica de adaptación. El Padre Champagnat se aventura en frases y en composiciones personales donde se revelan regularmente sus defectos y sus debilidades en la composición. En un cierto momento, no redacta más que cañamazos, frecuentemente bajo forma de cuestionario. Si sigue su texto, se contenta con copiar el modelo, prácticamente sin esfuerzo de asimilación. Colocaremos gustosamente los dos primeros períodos, sin separarlos por un límite preciso, en el tiempo del vicariato del Padre Champagnat  en la Valla, 1816-1824, época en que fueron pronunciados la mayor parte de sus sermones e instrucciones. Luego, la escritura fue más viva y libre; el Padre Champagnat absorbido por el gobierno del Instituto, no tiene tiempo para intentar elaborar frases y es probablemente consciente de sus límites, así como de sus verdaderos recursos personales. Esta impresión se apoya en el examen de algunos trozos dispersos      en los cuadernos que llevan algunas notas fechadas.

 

   El conjunto de textos pueden ser considerados como sermones  o instrucciones o borradores de un tema a manera  de alocución ; ocupan alrededor de 140 páginas mecanografiadas. De extensión muy diversa, esos temas pueden ocupar hasta 20 páginas, como el sermón sobre el plazo para convertirse. ( pp. 91-111 ), o no consistir más que en un esbozo de algunas líneas, un cuestionario de media página. En general, el Padre Champagnat no peca por hacer largos sus sermones excepción hecha del sermón acerca de la conversión, completamente salido de su mano, que abarca tres largas páginas. ( pp. 112-115 ).

 

   Para caracterizar los géneros con los que se relacionan los diferentes fragmentos, se podría prestar atención a  dos vocablos que son  sermón e instrucción, aunque el término  “conferencia” figura frecuentemente en el título y muchas veces la palabra “ discurso “, más solemne. Es en el comentario práctico y fervoroso del detalle, donde el P. Champagnat es verdaderamente él mismo y tiende naturalmente a la alocución o charla. Dentro del conjunto, solamente algunas instrucciones se dirigen  seguramente a los Hermanos : “ De la humildad “ ( p. 116 ). “ Instrucción sobre el voto de obediencia” ( pp. 132-133 ), los esquemas de meditación para el retiro ( pp. 89, 90, 90 bis ), “ Instrucción sobre el examen de conciencia” ( pp. 32-33 )

 

   Los temas abordados por el Padre Champagnat pueden ser clasificados bajo los cuatro títulos siguientes : Grandes Verdades, Año Litúrgico, Prácticas de los Sacramentos, Exhortaciones Morales; correspondiendo el orden a la importancia respectiva del grupo. El lugar concedido a las grandes virtudes refleja bien las convicciones y las costumbres de los predicadores de la Restauración : 4 sermones sobre el infierno, 8 sermones sobre la muerte del pecador, 1 sobre el fin del hombre, 2 sobre la conversión, 1 sobre el retardo para la conversión; alrededor de 75 páginas ( sobre 140 ). La serie litúrgica comprende 2 sermones sobre el Rosario, 1 sobre la Purificación, 1 sobre la fiesta de Todos los Santos, 1 sobre la Trinidad ( Sagrado Corazón, Corpus Christi ), 2 sobre las Cuarenta Horas : alrededor de 30 páginas. Las instrucciones sobre los Sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía son tratados en dos series paralelas; la contrición y la satisfacción son objeto de tres borradores. Si el número de páginas consagradas a los diferentes temas, no tiene más que una importancia muy relativa, muchos de los temas permanecen incompletos o no estaban más que bosquejados, la aplicación de este criterio a las pláticas sobre los Sacramentos, nos inducirían ciertamente al error, la mayor parte de los textos se reducen a borradores.

 

   El grupo de las exhortaciones morales comprende dos sermones sobre el perdón de las injurias, y sobre la embriaguez, una sobre la impureza, una instrucción sobre los deberes de los padres y de los maestros, tres sobre la santificación del domingo, una sobre la oración. Podríamos añadir aquí los dos sermones sobre la limosna y sobre la gratitud, mencionados por el Hermano Avit en los Anales de l’ Hermitage y que no existen en los archivos. Es también el caso de un sermón sobre la impenitencia, para añadir al grupo de las grandes virtudes.

 

   Esta pasada rápida da la idea de un conjunto armonioso y bastante completo, capaz de iluminar y de mantener la vida cristiana de los parroquianos. No obstante, dos notas vienen repentinamente a la mente. El Padre Champagnat era muy de su tiempo al conceder el lugar de honor   a las grandes verdades. La cosa es normal en un hombre seriamente limitado en las actividades propiamente intelectuales y difícilmente capaz de iniciativa en ese terreno. La ausencia de textos referentes directamente al amor de Cristo y a la vida de unión con él ( salvo en los esquemas del tema de meditación ), nos puede sorprender más. Daremos con gusto la misma explicación que en el caso precedente. Es probable que esta vida interior, alimentada con los movimientos más íntimos del alma y que se expresa felizmente a través del flujo imperceptible de la afectividad, ha desalentado la pluma del pobre vicario, que se ha resarcido en improvisaciones fervorosas y prácticas que eran las delicias de sus parroquianos. Al leer ciertos pasajes de escritores eclesiásticos, habituados a violentar tanto el sentimiento, como la expresión, se lamenta  de que ellos no hayan tenido la sabia modestia del Padre Champagnat.


 

 

 

 CAPÍTULO V

 

 

 

 MÉTODOS DE PREPARACIÓN Y LÍMITES.

 

 

Un contacto serio con los manuscritos del Padre Champagnat constituye una sorpresa desagradable para el hermano marista acostumbrado a ver a su fundador a través de la presentación pulida y el estilo hagiográfico de su primer biógrafo. Se tiene la impresión de encontrarse ante un hombre de poca cultura, que ignora la ortografía, la puntuación, las mayúsculas, mostrándose habitualmente inepto para la composición personal, a pesar de una buena voluntad y esfuerzos evidentes.

 

   Partamos de la hipótesis de las tres etapas ( p. 49 ) para examinar los métodos de composición del Padre Champagnat. En sus inicios, el joven vicario copia textualmente a sus modelos, manifestando un deseo inequívoco de liberarse. Él tiene en su biblioteca personal las obras de Bourdaloue y no teme tomarlas en cuenta en tres ocasiones. Esta ambición o esta determinación por la cultura, en contraste marcado con las limitaciones de sus medios intelectuales, se deja descubrir a lo largo de los manuscritos y constituye uno de los numerosos aspectos contradictorios del personaje.

 

   “ La plática sobre el día de la fiesta de Todos los Santos”  tomada del Tomo II, p. 1,  de las obras completas de Bourdaloue, no tiene más que dos frases más o menos, que se le pueden atribuir al Padre Champagnat. Una de ellas es bastante significativa del carácter de las modificaciones que hace sufrir a sus modelos, así como de sus recursos personales de escritor.

 

   “Yo sé, como él me lo asegura, que un vaso de agua dado en su nombre, no quedará sin recompensa.” ( p. 45 )

 

Reemplaza un razonamiento abstracto por un dato (  aquí evangélico ) concreto. En esa fase, su proceder habitual es eliminar el aparato oratorio y las glosas literarias, para presentar ideas sencillas, esquematizando la argumentación. No osa casi apartarse de su texto. Su aportación personal consiste en retoques de detalles con la finalidad de simplificar los elementos directamente tomados de su modelo. En lugar de resumir un sermón completo o de asimilarlo para exponerlo en seguida, a su manera, copia prácticamente la introducción, una buena parte del primer punto y el inicio del segundo, no tocando el tercero.

 

   El sermón sobre el “perdón de las injurias “, tomado del tomo 5, p. 581 de las obras completas de Bourdaloue, es inmediatamente interrumpido al inicio del primer punto. Es la parte más difícil, reduciéndose el resto a ideas familiares, ricas en aplicaciones prácticas. Una sola frase del Padre Champagnat : “ Virgen Santa, imploramos tu asistencia.” ( p. 65 ).

 

   En el sermón sobre “la Purificación de la Santísima Virgen “ tomado del “Evangelio Meditado “ de Duquesne, Tomo I, p. 143..., el Padre Champagnat expone algunas reflexiones personales : Reprimendas al pueblo, contemplación tierna del misterio. Tiende a dar al principio de su texto la forma habitual del sermón, y añade el texto en latín a la cita francesa del texto evangélico explicado. Si el texto es casi integralmente copiado en su primera parte, la segunda mitad es despachada : No destaca más que el inicio de los párrafos, para no mencionar finalmente más que los títulos.

 

   Su vida y su actividad, se detienen desde luego, ante cierta limitación intelectual. Es también legítimo pensar que contaba con sus dotes personales de comunicación con su auditorio y de expresión entusiasta y práctica en el detalle. Si su inteligencia permanece estéril ante una hoja de papel, el púlpito lo lanza al seno de la misma vida de su pueblo con el que se identifica completamente. Desde entonces, es otro movimiento y otra lógica que entran en juego y revelan, probablemente, otro Padre Champagnat.

 

   Encontramos desde el principio las insuficiencias y las modestas posibilidades que caracterizan a nuestro personaje. Logró difícilmente dominar un conjunto de ideas o de matices : La lógica lo traiciona en el desarrollo de las ideas de un tema o en el encadenamiento de las proposiciones de una frase más compleja.

 

   “ Y es lo que nuestro divino Salvador nos dijo en el Evangelio cuando exclamó : Yo les diré “ mesuram bonam...superfluentem dabunt in sinum vestrum.” Se derramará... ( p. 46 )

 

   “ Porque no tenía excusa ese servidor duro e implacable por hacerse pagar sin demora la cantidad de cien denarios. Mientras que su amo, compadecido de él y teniendo consideración de su miseria, acababa de perdonarle diez mil talentos.” ( p. 65 )

 

   Pero, fijémonos más en un texto que se refiere a la primera etapa, por los procedimientos de preparación, a pesar de la corrección relativa de la ortografía, fruto probable de varios años de aplicación y de progreso. Se trata de la “ Conferencia sobre la santificación del penitente y sobre la absolución del sacerdote “ plagiando un texto de Chevassu ( Migne, Oradores sagrados, c. 596...). A falta de ideas personales, el compilador se esfuerza en hacer correcciones de expresiones de las que la mayoría no valen la pena.

 

Correcciones.                                                      Texto

 

Habiendo hecho escuchar su voz                          Había hecho escuchar su voz

Parece querer hablar                                              Tiene el deseo de hablar

Se está obligado                                     Es necesario

Fuertes razones                                                      Poderosas razones

Bastante satisfecho                                                Suficientemente satisfecho

Se puede                                                                No se puede

Impuesto                                                                Prescrito

Impuesto                                                                Ordenado

El confesor niega la absolución                             Juzga conveniente negar la abs.

 

 

Ver también la obsesión por el latín. El Padre Champagnat  resume habitualmente las ideas por medio de una cita latina que ha tomado del texto.- A causa de la cita latina que tiene  “solvendum, ligandum”,  vuelve los términos “retener”, “entregar” más claros y evangélicos . ( p. 75 ) es feliz de aportar una sentencia latina que permanece en su mente :  “Contariis contrario curantur”. ( p. 74 ). Se diría de buen grado que el joven sacerdote, consciente de su dificultad, quiere presentar ante los demás cierta imagen, entregándose a correcciones superficiales e injustificadas. En cambio, en la página 75, encontramos una frase horrorosa, que hace pensar instintivamente en la parábola evangélica de la paja y de la viga :

 

    “ cuando un penitente tiene una verdadera contrición, que ha  confesado y sobre todo que ha satisfecho o al menos que está bien resuelto a cumplir.”

 

   Se tiene allí una muestra de este lenguaje poco correcto que debía usar el Padre Champagnat en sus pláticas : “ apenas francés” dice el Hermano Avit  en sus Anales ( p. 139 ). No se encuentra nada realmente personal en esta preparación. A pesar de la paciencia que pone el joven sacerdote en plagiar la plática de Chevassu, y a pesar de su empeño en realizar correcciones superficiales, se nota un marcado divorcio con la cuestión intelectual.

 

   Además, del mérito del detalle concreto señalado anteriormente ( p. 40 ), el Padre Champagnat tiene siempre el don de dialogar con su auditorio manejando con habilidad la forma interrogativa.

 

   “ ¿ Y ustedes, hermanos que están tan apegados al mundo, pueden tener un lenguaje semejante con respecto al mundo y sus recompensas?”. ( p. 40 )

 

   “ ¿Qué piensan reclamar a un precepto tan claro que no cae por sí mismo?” ( p. 65 )

 

   Hay qué señalar también, entre las numerosas infracciones a la lógica y a la sintaxis, algunas frases que resumen bien un pasaje de modelo difícil. El Padre Champagnat no es absolutamente incapaz, pero los esfuerzos producen tan lentos y difícilmente los resultados, que comprendemos mejor los numerosos abandonos.

 

   En la evolución de los métodos de preparación de sus sermones e instrucciones, el Padre Champagnat parece haber seguido el esquema siguiente : texto ( poco modificado ). Encontraremos un ejemplo de esta tesis en las dos series de sermones sobre el infierno y la muerte del pecador. A este respecto, examinaremos dos preparaciones del Padre Champagnat que son una transición entre la servidumbre al texto modelo y el intento de composición completamente personal. Por otra parte, las dos versiones del tema “ Statum est  ómnibus hominibus semel mori”. Se colocan normalmente después del primer período, considerando la ortografía y la corrección del texto. La de las pp. 53-54, revela un serio esfuerzo de preparación. El Padre Champagnat se muestra atento al detalle y recurre a dos textos para inspirarse : Bonnardel, Curso de Instrucciones Familiares, tomo 5, p. 477; tomo 6, p. 115 ) La omisión del pasaje “desórdenes horribles a los ojos de Dios contra los cuales vuestros pastores no cesan de elevar la voz”. ( p. 477 ) podría sugerir una parroquia extraña de la que el predicador no conoce todos los problemas. ( Sabemos que en la Valla actuaba con dureza contra los bailes ). Por otra parte, el sermón queda incompleto, corto y termina en suspenso : Introducción, requisitoria contra los festejos del carnaval, invocación, descripción de un agonizante; dos páginas a máquina en total. El Padre Champagnat debía tener mucha confianza en sí mismo para contentarse con semejante preparación, si el sermón estaba destinado a un auditorio extraño. Se podría igualmente pensar en las dificultades que encontraba en esta preparación teórica.

 

   Aparte un pasaje oscuro :”...Ustedes que han abusado de todas los santas advertencias de vuestros pastores, de todas las gracias que habéis recibido y que ahora no tenéis en cuenta para nada”. ( p. 54 ), tenemos la oportunidad de recoger detalles que son testimonio a favor de un cierto talento oratorio del Padre Champagnat. La verdadera emoción encuentra fórmulas que pueden retomar su verdad a pesar de los desvíos :

 

   “... Terrible palabra que mil veces ha llevado la desesperanza al  corazón del impío...Pero eso está determinado, statum est...” ( p. 53 )

 

   “ Mis hermanos, ¿ qué es lo que turba al impío? ¿ Es la muerte?, no, sin duda. Es lo que sigue, el juicio.” ( p. 53 )

 

   El Padre Champagnat encuentra una buena fórmula, el diálogo, y posiblemente supera su modelo :

 

   “ Pero, después de todo, lo que hay de más terrible en la muerte, no es la misma muerte, son sus consecuencias.” ( p. 477 )

 

   Él debe ser consciente de sus posibilidades, puesto que emprende con sencillez mejorar su modelo y se reserva siempre improvisar el detalle. Se expresa más libremente cuando el tema le es familiar. Es posible que el contacto vivo con su auditorio haya notoriamente podido mejorar sus posibilidades de orador. El papel, es todavía la abstracción, el desierto donde él está perdido.

 

   El Padre Champagnat tiene aún el sentido del detalle vivido y de la expresión fuerte y viva :

 

   “...Ojos perdidos..., ya no perciben más los objetos que está alrededor de él...Se hablan en voz baja...ciertamente llegará para nosotros y posiblemente, ustedes ya llegaron”.

 

   “...Apenas puede aflojar los dientes...Pasarán tres minutos y él se habrás presentado al juicio de Dios...¿ quién los librará del infierno?...Yo supongo que ustedes tiene el tiempo y el juicio bastante libre”. ( p. 54 )

 

   En síntesis ,la descripción queda vigorosa y real. El Padre Champagnat elimina de su texto la extensión que lo diluye y la descripción complaciente de la corrupción.

 

   Si el Padre Champagnat demuestra gusto y aún un poco de iniciativa al contacto con el texto de Bonnardel, cae en la banalidad y la impotencia intentando reconstruir el tema. Es uno de los textos que sugiere claramente la pobreza de los medios intelectuales del predicador. Es banal, insulso, pero correcto : Lo que nos sugiere el segundo período. Tiene bajo sus ojos el bosquejo anterior puesto que no hay más que cualquier cosa que lo separa de éste y probablemente, del texto de Bonnardel.

 

   “ Consideramos al pecador bajo varios puntos de vista...( p.54 )...Préstenme su atención, no me alargaré ( p. 54 )...¿ En primer lugar, qué uso le ha dado el pecador a su salud?

 

   ( repite la introducción 5 líneas arriba : “ Veremos primero qué uso ha hecho de su salud, qué uso ha hecho de los primeros instantes de su enfermedad )

 

   “ La ha empleado en atesorar riquezas a base de infamias, usuras, rapiñas, robos, en una palabra por toda clase de medios injustos. Ha empleado, o más bien dicho, digamos, la ha arruinado entregándose a la borrachera, al libertinaje, a las intemperancias y a los crímenes infames contra la santa virtud de pureza. No hay un día en el que no haya cometido un gran número de pecados, sea de pensamiento, de palabra, de obra o de omisión”... ( p. 55 )

 

   Sólo una insensibilidad absoluta se puede comparar con semejante enumeración. Todavía un párrafo más de este estilo y es el final de la preparación. ¡Cómo se comprende el cansancio del Padre Champagnat¡ No evitamos recoger la única línea que nos ofrece un poco de vida y de frescura en esta desolación :  Es la invocación que reencuentra el ritmo de la oración del hombre de acción : “Espíritu Santo tu luz y tú, Virgen santa, tu asistencia.” ( p. 54 )

 

   Los dos sermones sobre el rosario constituyen igualmente un binomio representativo del pasaje progresivo a los intentos de composición personal. El Padre Champagant no toma su texto de la página 1, salvo la enumeración de los misterios; aún se las ingenia para cambiar algunas fórmulas .Éste bastante correctamente compuesto ( salvo los ejemplos populares ), podría ser la forma de un sermón modelo copiado por el seminarista previsor. En la segunda versión  (pp. 40-42 ), parece determinado a hacer y por él mismo. Será un trabajo en gran medida personal y llevará el sello en un estancamiento y una mediocridad características.

 

   Hay evidentemente la dosis habitual de frases incoherentes : “ El rosario es una de las devociones más distinguidas en la Iglesia y es una más a ganar sin que cueste nada.” ( p. 41)  Mis hermanos, ¡ Cómo es noble la acción que ustedes realizan! 1) Hacen lo que muchos santos hicieron antes que ustedes. En una palabra, ustedes dicen lo que Nuestro Señor Jesucristo ha hecho...Porque qué hacía N. S. JC. En Egipto  los 7 primeros años...Hacía lo que decimos...( p. 41 ) ( Repetición sin medida del verbo elemental “hacer” ). “ ¿ qué hacía pues N. S. JC en Egipto? Él no decía el Ave María, sino que realizaba lo que nosotros decimos cuando decimos : Yo te saludo María.” ( p. 41 )

 

  El Padre hace destacar su pequeño descubrimiento empezándolo de nuevo 5 o 6 veces ; ¿ es para llenar su hoja? ¿ Satisfacción por tener algo personal?. Por el mismo estilo los detalles considerados de la vida de Cristo, así como los números : El Padre Champagnat da la impresión de querer hacer brotar agua en el desierto.

No quedan más que algunas líneas para la segunda parte; el tema permanece sin terminar como casi siempre. ¿ Desaliento ante lo imposible? Él debe contar también con el efecto de su presencia viva. Se puede pensar que una vez iniciado el diálogo, se encuentra muy a gusto.

 

   La segunda etapa en la que el Padre Champagnat parece hacer un gran esfuerzo de trabajo personal, se subdivide todavía naturalmente por el hecho de que en numerosas preparaciones, abandona el esfuerzo de composición personal para volverse sobre la copia : Una serie de tentativas que terminan en el fracaso. En el estado actual de las investigaciones, no se le puede atribuir completamente más que dos o tres textos del conjunto de las instrucciones y sermones manuscritos. Insistiremos más sobre el estudio del “ Sermón sobre la Conversión” que nos parece el único terminado, completamente compuesto por el Padre Champagnat.

 

   No se puede afirmar que el tema sea verdaderamente creado. Carece de plan, de introducción : Apostrofa a los bailadores, a los que les falta fervor para santificar el domingo, ejemplos de los santos, recuerdo de sus obligaciones, llamadas vivas a la conversión, a la confesión. En resumen, hay una cierta unidad de impulso : La simpatía comunicativa, el fervor del predicador carga los problemas del auditorio y es como una sola persona que se encuentra ante Dios, ofendido. La conversión es ya un hecho físico cumplido. La conclusión práctica no falta : Invitación calurosa a la confesión.

 

   Si el sermón ha comenzado de una manera lamentable por el torpe recurso  a los reproches, que son propios   del tiempo, el fervor se ha  abierto camino y lo ha llevado al fin que ha pretendido, conduciendo al auditorio a un ideal de vida cristiana que debería mover, al mismo tiempo, sus aspiraciones y su contrición. En todo caso, se ha llegado ante Dios y se ha dejado penetrar por  las disposiciones que convienen en su presencia.

 

   Aquí, el Padre Champagnat, no obstante, no desdeña recurrir honestamente a los medios humanos :  Clichés oratorios de su tiempo, corrección relativa del texto. Se enfrenta con esos elementos de cultura que le perjudican habitualmente, pero la conciencia profesional exige recurrir a ellos : Es el medio normal de preparar un sermón. ( ¡ Pensar en la heroica preparación del Cura de Ars! ). En sus pláticas habituales en la parroquia de la Valla, o a la comunidad de los hermanos, acabará por abandonar este aparato estéril, a favor de la exhortación directa, donde sobresalía su alma ardiente y santa. No obstante, se imponía una preparación, como lo atestiguan sus resoluciones y se preocupaba de la exactitud doctrinal.

 

   “ La predicación del Venerable era de un estilo sencillo, muy doctrinal , pero de ningún modo contagiada de grande elocuencia.” ( Positio, I, p. 127 )

 

   Este sermón, preparado con cuidado, es probablemente pronunciado fuera de la parroquia de la Valla, considerando la insistencia del predicador sobre su buena acogida en el confesionario ( p. 114 ). Una alusión de la primera frase : “ Manchado por un crimen que sigue al baile”, hace pensar en un sermón de Las Cuarenta Horas, seguido de confesiones. El joven sacerdote está de tal manera satisfecho de su trabajo ( ¡ ), que tiene qué defenderse contra sentimientos de vanidad. Se distingue, en efecto, sobre el manuscrito, después del fin del sermón, este pensamiento aislado : “ Desde que yo  creo alguna cosa, dice un piadoso

autor, comienzo a no ser nada.”

 

   Y he aquí, en unos cuantos ejemplos, el fruto de ese gran esfuerzo literario.

 

   Entre las frases incoherentes o incorrectas :

 

   “ Si hoy no se convirtieran, cras morieris, mañana ustedes mueren pero con la muerte de los réprobos y así, de ese cuerpo formado de órganos y manchado por un crimen que sigue al baile, ustedes descenderán a un estanque de fuego y de azufre para arder allí eternamente.” (  1era.frase, p. 112 )

 

   La incoherencia difusa de la frase es bastante característica del Padre Champagnat : Los diversos elementos no llegan a ensamblarse verdaderamente para componer un todo lógico.

 

   “ Entonces, jóvenes libertinas, jóvenes sin pudor, ustedes conocerán la importancia de la salvación, pero no tendrán ya tiempo para lograrla.” ( 2ª. Frase, p. 112 )

 

   Pensamiento no preparado, demasiado duro. El escritor no logró elaborar el tema mediante una reflexión progresiva. Su esfuerzo no condujo sino a desencadenar ideas preconcebidas guardadas en el arsenal de la memoria. Esta agresividad verbal era tradicional en esa clase de temas.

 

   “ Respóndanme todos ustedes que forman esas abominables asambleas y sobre todo ustedes, que proporcionan el lugar donde se realizan, ¿ conocen la importancia de la salvación?”

 

   El autor no llega a iniciar los matices de desarrollo; al final de su esfuerzo, es todavía un esquema que le sirve para todo, signo de estancamiento. Él es realmente de corta inspiración.

 

   Entre los tópicos : “ Abominables asambleas” ( p. 12 ), “ asambleas diabólicas”, “ abominables fiestas “, “ asambleas mundanas “, ( p. 14 ), “ La importancia de la salvación “ ( 8 veces ), “ yo me voy a lanzar a los pies del caritativo confesor” ( p. 114 )

 

   Entre las enumeraciones :

 

   “ Además de lo que ha hecho JC para salvarnos, eso que se hace y eso que hacen todos los días tantos santos de todas las edades y de todo sexo, para salvar las almas. Cuántos santos sacerdotes que no han temido sacrificar su bienestar, su descanso, su salud, libertad, su vida, en una palabra, todo lo que ellos tienen de más preciado y de  más querido. Nadie les ha podido impedir trabajar en la conversión de los pecadores, ni los tiranos, ni los más crueles...Porque un cristiano en el estado en que ustedes  han  santificado el domingo, cumple todos los mandamientos de Dios y de la Iglesia, ama a Dios por encima de todo, porque Él es infinitamente amable, infinitamente bueno, misericordioso y  nos ha llenado con toda clase de beneficios. 2) Cumpliendo todas las obligaciones de su estado “. ( pp. 112-113 ). ( La frase es patente ).

 

   Se nota un gran esfuerzo literario de un predicador inexperto, con poca inspiración. Desgraciadamente, no llega casi más que a desenterrar en su memoria algunos clichés y métodos que se repiten, semillas escolares estériles en ese cerebro ingrato.

 

   Pero el balance del esfuerzo de composición, no es completamente negativo.

 

   “ Ustedes están fatigados cuando se trata de asistir a los oficios, pero forzosamente se entregan a esas abominables fiestas, que traen más fatigas, más dificultades.” ( p. 112 ). El Padre Champagnat vive y siente  la realidad popular y la describe con un sesgo vivo : Aprovecha bien lo que le llega, lo concreto.

 

   “ Yo voy desde este momento, voy a lanzarme a los pies de un caritativo confesor.”  (p. 114 ) : feliz repetición constante.

 

   Numerosos bosquejos de diálogo con el auditorio :

 

   “ Respóndanme “, “ y ustedes también “, ( p. 112 ); “ ¿ Se reconocen ustedes en ese cuadro” ¿ ( p. 113 ); “ salgan de aquí “, “ vengan con confianza “. ( p. 114 ).

 

   Más allá del método oratorio banal, se podría ver allí un recurso de comunicación interpersonal que rescata en cierta medida la limitación intelectual. Los testimonios son unánimes en recordar el encanto de su palabra, a pesar de la rudeza y la sencillez de su lenguaje. ( cf. Proceso )

 

   Finalmente, destaquemos el gusto del Padre Champagnat por las precisiones numéricas :

 

   “ ¿ Se reconocen ustedes en ese  retrato? ¿ Cuántos hay que se reconocen en él? ¿ Hay quinientos entre los que me escuchan? ¿ Hay trescientos? ¿ Pero qué digo? No hay ni cincuenta.”

 

   Se podría todavía pensar una vez en un método oratorio bastante banal, pero nuestro predicador recurre a él con mucha frecuencia. ( pp. 54, 50, 51 ...) para que pudiéramos adivinar allí, uno de los rasgos de su temperamento activo.

 

   La instrucción sobre la comunión “ Gustate et videte quoniam suavis est Dominus” ( p. 70 ) deja perplejo. El autor parece echar mano de todos los clichés, sin cuidarse del resultado desconcertante. De una dulzura muy artificial “gusto celeste y delicioso” se pasa a un lugar común de predicador de trucos oratorios : “ Los sagrarios se abren, JC se adelanta.” “ La alegría que podríamos experimentar en ese momento es perturbada por el temor que la experiencia no ha más que justificado demasiado.” Esta frase parece llevarnos a una posición más realista, pero en realidad, nosotros somos arrastrados por otros excesos, a merced de otros lugares comunes. Existe evidentemente el respeto humano  y la presión familiar, pero es sobre todo con ocasión de la confesión, que es preciso pensar en el peligro del sacrilegio. En todo caso, con la mención de Judas y de la marca de traidor sobre la frente, y de la traición, se está lejos del “ gustate “...” Después de esas imágenes odiosas no se está poco sorprendido por la transición de una serenidad escolar e inconsciente : “ Yo estoy persuadido de que todos han purificado su alma...y que cada uno recibirá los efectos salvadores...”Sigue el esquema de una catequesis sobre los efectos de la comunión y los ejercicios de la acción de gracias, donde la idea del inicio es retomada por la dicha de comulgar”.

 

   Es difícil pensar que el Padre Champagnat se haya resuelto a copiar un texto tan híbrido.  (¿ Qué auditorio hubiera soportado semejantes zigzags oratorios? ) El tema es tan familiar, que se aventura a componer una cosa más personal..Hay bastantes lugares comunes e imágenes descoloridas que están en su memoria para hacerse la ilusión de hacer literatura. Por otra parte, la corrección de frases supone de su parte un buen esfuerzo de redacción. No obstante, el resultado es muy decepcionante : La lógica y el buen gusto sufren un cruel fracaso. El Padre Champagnat está lejos de dominar el conjunto : Jamás la ilación de ideas que le manejan las expresiones. Él intenta tocar un instrumento para el que está desprovisto de talentos. Esta página podría constituir un test de las capacidades intelectuales de M. Champagnat.

 

   Los dos borradores de meditaciones  para el retiro de los hermanos, no siendo realmente compuestos nos interesarán sobre todo por su doctrina espiritual. Notemos simplemente que el Padre Champagnat allí deja aparecer su incapacidad para construir frases :

 

   “ 1ra. Meditación, todavía sobre la obediencia de JC., siendo  Dios y a toda clase de personas y en todas las cosas, hasta la muerte, según la disposición de su Padre.” ( p. 90 bis )

 

   “ Clausura del retiro por la mañana. Sobre el amor de Dios, uniéndose al corazón adorable de Jesús.” ( p. 90 bis ).

 

   Confusión de los elementos : El autor no llega a seguirlos suficientemente para tenerlos en cuenta en sus relaciones recíprocas. Pobreza del lenguaje interior de la atención intelectual. Pero como la vida interior y la acción son también formas de expresión de sí mismo, el Padre Champagnat manifestará en ellas cualidades que se tendrá trabajo en admitir a causa de sus insuficiencias directamente intelectuales.

 

   Si el Padre Champagnat ha dejado de su vida una imagen de rompedor de rocas ( Vida, II, p. 209 ), el examen de su actividad intelectual nos habitúa a constataciones muy diferentes. Se tiene la impresión de que sus esfuerzos de composición, se han opuesto regularmente a un cerebro inerte y estéril. La serie que abordamos actualmente ha registrado el impacto de esos esfuerzos condenados al fracaso. Es una cicatriz que casi se puede seguir con el dedo en el cuerpo de cientos de sermones.

 

   Ocurre lo mismo con el trozo compuesto sobre el tema del fin del hombre ( p. 47 ). Ya la presentación exterior da testimonio de una contrariedad de composición. Un  primer intento rayado ocupa una buena mitad de la página 47 a. El valiente redactor, reinicia su tema en unas nueva página, para intentar un nuevo fracaso, exteriormente imperceptible, pero que el análisis del texto muestra claramente.

 

   El Padre Champagnat aborda el tema que se ha fijado y que debe atraer su alma ardiente y completamente entregada a Dios. Constata el alejamiento de la mayor parte de los hombres, casi completamente ocupados en perseguir riquezas, honores, placeres y recuerda el fin cristiano de la vida, fijado por las primeras líneas del catecismo. Pero he aquí que no logra tener éxito en el desarrollo; se atora, repite todavía dos veces la definición del catecismo en el espacio de algunas líneas, acumula faltas y tachaduras y...abandona. ( Borrador rayado, p.47 a ). El desarrollo pediría una pequeña estructura intelectual con las categorías de la apologética del tiempo. El Padre Champagnat se siente desprovisto, en una región extraña, a pesar del esfuerzo de  “literatura” del que se ve afectado este borrador y todo el texto adoptado. Él va pues, a recurrir a un modelo, intentando primero dominarlo, pero se desanima pronto y copia servilmente esas frases frías y bien hechas en las que no se reconoce. Esperamos que el alma del santo será compensada en algunos detalles no consignados, donde su impulso hacia Dios, un instante liberado, habrá arrastrado a su auditorio.

 

   Nuevo testimonio sobre el espíritu del Padre Champagnat, arisco a la formulación intelectual. Por tanto, el tema podría estar al alcance de un alumno poseedor de conocimientos religiosos normales. Se presta a explicaciones pidiendo permanecer en el campo de la religión natural, siendo un sentimiento natural la aspiración del alma hacia Dios. Decididamente, el vicario de la Valla, no tenia nada de su cohermano Savoyard...

 

   Sería muy instructivo reproducir los numerosos lapsus acumulados por el Padre Champagnat en las pocas líneas del borrador consagrado al fracaso : Es un ejemplo, por así decirlo, gráfico, de las dificultades insuperables que asaltan al ineficaz escritor. Pero no citamos aquí más que ejemplos de literatura, cueste lo que cueste, que hablan a su manera de una falta de inspiración, frases incoherentes que rompen con la corrección de la segunda parte, así como de los ejemplos de transición en los que se tiene la impresión de descubrir al Padre Champagnat pasando del trabajo personal a la copia.

 

   “ Para sacarlos, mis hermanos, de este extravío fatal que desgraciadamente llena los infiernos “. ( p. 47 ) : clichés. Viendo la conducta de la mayor parte de los hombres, se diría que el hombre no está en el mundo más que para adquirir riquezas y ser honrado durante su permanencia en él, que no está aquí, en una palabra, sino para gozar de sus placeres, sus comodidades y satisfacer todos sus sentidos “ ( 1ª frase, p. 47)  : Enumeración. Cuando, siendo joven todavía se os pregunta para qué os ha creado Dios ( p. 47 ) : Incorrecto. ¿ Ustedes gozarán la dicha aquí abajo?. Desgraciadamente, no, sin duda, porque si así fuera, Dios habría fallado el fin para el cual os creó.” ( p. 47 ) :  “Desgraciadamente”  es un contrasentido. Siendo y mereciendo todo, es imposible que se haya propuesto otro fin que él mismo.” ( p. 48 )

 

   Queriendo resumir la argumentación de su texto, el Padre Champagnat se pierde, y su texto con él. El fracaso le hace rendir las armas : El resto es bueno, pero ciertamente copiado.

 

   El texto intitulado : “Medio de aprovechar las oraciones de las cuarenta horas” ( p. 60 ) puede ser comparado con el sermón sobre el fin del hombre : El Padre Champagnat comienza un trabajo personal, pero lo abandona pronto para adoptar un modelo. Algunas frases de la página 61 llevan los rasgos de un resumen torpe : “La primera disposición que es necesario poseer para aprovechar bien las oraciones de las Cuarenta Horas, es la fe...Por consiguiente, es inútil venir a esta iglesia y prosternarse al pie  de los altares. Ustedes quieren adorar a Dios y aplacar su ira; el primer paso es hacer lo que la fe les propone.

 

   Saliendo de su casa y entrando en esta iglesia : vamos, alma mía, vayamos a asistir al triste espectáculo de un Dios moribundo.

 

   Segunda disposición que es necesario tener. Es la mortificación y el sufrimiento...”

 

   El resumen es oscuro y torpe : El Padre Champagnat no logró guardar la lógica en el desarrollo y la claridad de las ideas del texto original. Después, es en la copia directa donde la marca personal no parece estar constituida más que por numerosos errores.

 

   Se trata otra vez de un sermón en una parroquia que no es la suya, con ocasión de las plegarias de las cuarenta horas : “Vengo a la oración de sus pastores...” ( p. 41 ) El conjunto no tiene mucha unidad. En el manuscrito, la primera parte, el recuerdo del “año anterior” puede estar separado; es numerado aparte por el archivista. No obstante, la parte que comienza por “Sugerens festina velociter”, se relaciona con él claramente, puesto que comenta el primer punto, ( y nada más que éste ) :  “1) Asistir en la medida de lo posible a todos los ejercicios de las plegarias de las cuarenta horas.” A partir de “¿Qué vengo a hacer aquí mis hermanos?” ( p. 61 ) se podría contar un nuevo inicio. Por otra parte, la parte referente al escándalo de los Apóstoles ante la cruz, toma tal importancia que disloca todavía más un conjunto ya comprometido. Se ve que el Padre Champagnat debiendo componer un texto suficientemente largo ( para otra parroquia ), echa toda la leña al fuego y con poca inspiración, sobre todo parece preocupado por llenar sus hojas. Por otra parte,  volvemos a encontrar las “tres razones” para aprovechar las rogativas de las cuarenta horas ( p. 60 ) en los avisos enunciados al principio de un retiro ( p. 90 ter ), en las que están más en su lugar. Es más forzarlas un poco, que aplicarlas a las rogativas de las cuarenta horas Decididamente, el Padre Champagnat no tiene ideas para desperdiciar...La última frase del texto : “Retírate de mí, Satanás, me escandalizas” no indica evidentemente el fin del sermón; el Padre Champagnat se reserva la exhortación práctica.

 

   El corto texto sobre la Asunción nos servirá de ocasión y de ejemplo para dar una idea de la última manera adoptada por el Padre Champagnat para la preparación de sus sermones e instrucciones. El texto está completamente copiado ( Bonnardel, Tomo IV, p. 374 ), salvo la última parte, donde el predicador da otra orientación al tema. Tendría dificultad para seguir su modelo en las sutilezas que exige la descripción de la muerte por amor y del triunfo celeste. He aquí el texto modificado:

 

   “...ella muere y muriendo, ella misma triunfa de la muerte; es amortajada y triunfa del sepulcro, y es sobre todo en el cielo, que triunfa : Es elevada por encima de todo lo que no es Dios.” ( p. 139 )

 

   Las tres ideas adoptadas por el Padre Champagnat no serían más fáciles para desarrollar. Probablemente están tomadas de otra fuente, a menos que no sean más que una reminiscencia. Como no es anunciado ningún desarrollo,  suponemos con agrado que el resto estuvo confiado a la elocuencia del corazón, en ese día que el Fundador ha escogido para la fiesta patronal de su Instituto.

 

   Se puede decir que la ortografía es buena; aún la escritura, es bella, pero más cursiva. Según se encuentra en el cuaderno no. 8, ese pequeño sermón ha sido pronunciado el 15 de agosto de 1832, en la casa de los Hermanos probablemente. Así puede ser fijado y caracterizado este tercer período, en el que el Padre Champagnat trabaja cada vez menos su modelo. Puede también invocar los cuidados del gobierno del Instituto para renunciar a este esfuerzo de composición que se ha revelado siempre estéril y apoyarse sobre todo en su don de comunicación en la sencillez, que no le ha traicionado jamás ante su auditorio.

 

   Las páginas 67-68 nos presentan una instrucción de altura muy didáctica sobre la fidelidad a la gracia, sostenida sobre cuatro puntos. Es la teología moral progresando a base de citas latinas. El Padre Champagnat, evidentemente no domina su tema e intenta con dificultad recomenzarlo para volverlo menos indigesto en su crudeza científica.

 

   “Santo Tomás bien nos dice que nadie ha recibido la gracia sin medida, más que Jesucristo Hombre-Dios; y cómo está en su poder darla o no darla, o darla poco y diversamente como el padre de familia con respecto a sus servidores.  La razón de esto es que Dios no hace nada si no es con una grande sabiduría.” ( p. 68 )

 

   No tuvo éxito en presentar la doctrina con sencillez salvaguardando la coherencia de las ideas y de la frase.  ¿ Y qué auditorio popular podría estar satisfecho de la explicación proporcionada por la “razón” de la última frase? No pudiendo dominar su texto, el orador intenta encuadrarlo en algunas frases de su cosecha; pero, entonces, ¡qué diferencia de estilo!

 

   “Dios dice en sus divinos secretos : Tengo tantas gracias para dar a quien quiera. Quiero que aquél entienda diez, veinte, treinta sermones, y quiero que éste asista o pueda asistir a tres, cuatro rogativas de las cuarenta horas. Sólo Dios sabe el número de ellas. Después de ese número, si abusa, yo lo retiraré de este mundo. Yo quiero que este padre de familia, reciba esta advertencia de su cura. Si no aprovecha de esto...”

 

 

   “No, mis queridos hermanos, no tienen toda la dicha de tener las rogativas de las cuarenta horas. No me refiero a aquellos que no conocen la verdadera religión, sino más bien a aquellos que como ustedes, tienen la dicha de conocerla.” ( pp. 67-68 )

 

   El pequeño texto intitulado “Tercera conferencia sobre la manera de confesarse” ( pp. 76-77 ), de un ascetismo metódico, progresando con la ayuda de citas latinas, está claramente tomado de un libro para uso de los seminaristas o de los sacerdotes .

 

   “Desengañándose, piensan lo que deben hacer. Dicen a Dios: Dimite nobis peccata nostra. Dicen además, vistiéndose: Indue me Domine novum hominem...”

 

   “ La hipótesis podría ser corroborada por la frase que introduce el método en 5 puntos: “...Se sigue el método que prescriben los Santos Padres, los Teólogos...Los autores ascéticos, como muy propios para inspirar el arrepentimiento...” Se pregunta cómo el Padre Champagnat ha podido utilizar semejante texto que no podía aplicarse más a los hermanos que a los fieles.

 

   La “Conferencia sobre la Penitencia” de las páginas 80-81 da igualmente la impresión de ser poco más o menos textualmente copiada de una fuente más didáctica que teológica. Es un texto sencillo y claro, con una tendencia al racionalismo y al rigorismo ( allí se encuentra relación con el Ritual de Lyon editado en 1778 por el Arzobispo jansenista Montaste, Tomo II, pp. 2-3-4 ). Se sacan pasajes que semejan una fría demostración geométrica, aunque el Padre Champagnat no peca mucho de rigorista.

 

   “Esta necesidad de la penitencia...está fundada en dos leyes...1) Dios es el orden esencial e inmutable, no se reconcilia con el pecador más que cuando éste vuelve al camino de sus obligaciones. 2) Es preciso que todo pecado sea castigado...Es pues, absolutamente necesario que el pecador vuelva a los caminos que Dios ha trazado para él, que tenga muy en cuenta los intereses de su justicia...( p. 81 )

 

   ¿ A quién habrá dicho el Padre Champagnat esas frías abstracciones a las que no estaba acostumbrado? Fieles y hermanos formaban parte del pueblo bueno que cumplían sus obligaciones por un sentimiento religioso más o menos explícito, es más; por amor directo a Dios; en todo caso, después de un razonamiento.

 

   La segunda conferencia sobre el perdón de las injurias ( p. 85 ) plagia el resumen de Bourdaloue ( T I, p. 697 ). La elaboración es casi nula, pero las raras intervenciones personales del Padre Champagnat, manifiestan progreso en el sentido de un mayor despojamiento. No obstante, está siempre expuesto a hacer un mal uso de la lógica y de la gramática:

 

   3º “Culpables por poner al prójimo en lugar de Dios, lo rechazamos como consecuencia de la sustitución” ( p. 8 )

 

   El corto resumen sobre la recaída “Vade et jam amplius noli peccare” es de las que parecen menos trabajadas por el Padre Champagnat. La fineza de la escritura y el mejoramiento de la ortografía, parecen indicar el tercer periodo, así como un cierto equilibrio doctrinal frente a un tema delicado, sobre todo en Francia en ese primer tercio del Siglo 19º.

 

   El Padre Champagnat adopta el doble tema unido por el autor mediante un artificio literario de presentación paradójica. ( Cheminais, T. I, p. 113 ) :

 

   Io. El pecador  está tranquilo con respecto a sus caídas, porque frecuenta los Sacramentos; y yo pretendo hacerles ver que la recaída debe hacerle temblar sobre su penitencia. 2ª El pecador se aleja de los Sacramentos porque está sujeto a recaer; y yo pretendo que la recaída es el motivo más apremiante y la razón más fuerte que debe animarlo a acercarse frecuentemente.”

 

   Lo que podría parecer un enigma para un auditorio más conocedor, debía desconcertar todavía más a las gentes del pueblo. Había allí materia para dos sermones diferentes : Sinceridad en el arrepentimiento, constancia en levantarse por el recurso a los Sacramentos. Por otra parte, el Padre Champagnat no hace ninguna alusión al 2º punto sino en su introducción y el mismo Padre Cheminais, desarrolla, sobretodo, el primer punto. Nuestro predicador agrava todavía más la confusión del principio omitiendo dos explicaciones proporcionadas por el autor, para esclarecer sus proposiciones. El examen del modelo no ha sido pues, profundizado. Por otra parte, el todo es truncado, puesto que después de la introducción, no encontramos más que el esquema de la argumentación del 1er. Punto.

 

   Señalemos el lote habitual de expresiones estropeadas :

 

   “ Que no nos falte acercarnos a Dios en la fiesta de Pascua y en las grandes fiestas.”

 

   El texto “ De la Humildad”( pp. 116-118 ), parece de igual forma, copiado más o menos integralmente.

 

   “ La instrucción sobre el Voto de Obediencia” ( pp. 132-133 ) es copiado en su totalidad de un catecismo sobre los votos ( o de alguna otra obra análoga ) en la primera parte que define jurídicamente la obediencia, y en la Imitación de Jesucristo, para la segunda parte, con referencias en apoyo ( ¡Por una vez! ) : Libro I, c. IX.

 

   Aquí, tocamos el límite extremo del último procedimiento adoptado por el Padre Champagnat. Prepara una instrucción copiando, de los textos muy conocidos como el catecismo de los Votos y la Imitación de Cristo. Esto se convierte en un comentario, una especie de lectura explicada, ejercicio que él estima, según el testimonio de su biógrafo ( Vida, I, p. 52 ). ( Esta práctica podría demostrar, parcialmente,  los pocos testimonios escritos dejados en las Instrucciones del Padre Champagnat ).  Es la confesión  de una impotencia y posiblemente la marca de una nostalgia.

 

   De la misma manera se desarrolla la Instrucción sobre la Confesión, p. 134.

 

   Terminemos este estudio por medio de algunas reflexiones surgidas por dos series de textos que retoman el mismo tema con desarrollos paralelos; se trata de cuatro sermones sobre el infierno y cinco sermones sobre la muerte del pecador, que se prestan a una disposición sinóptica.

 

   El orden de composición para los cuatro “Discursos sobre el Infierno”, sugerido por la crítica interna, podría ser el siguiente : 1ª versión :pp. 14 a 22; 2ª versión :pp. 119ª 125; 3ª versión: pp. 6 a 13; 4ª versión : pp. 126 a 130 .

 

   En el no. 1 debe copiar servilmente un modelo hasta el fin del segundo punto. Salta todo el tercer punto ( después de haberlo anunciado ), así como una parte de la exhortación general del final, para insistir sobre la buena muerte y la evocación de un condenado. No hay conclusión explícita sino un trozo de sermón sobre la falta de confesión en el tiempo  de las cosechas ( que parece igualmente copiado ). El texto parece poco retocado y es en ese no. 1 que las referencias son dadas con más exactitud. Este sermón se podría remontar a los inicios del Padre Champagnat, donde casi no se aleja de un modelo, que podría ser un sermón copiado en el seminario. Toda su iniciativa ha consistido en reemplazar un punto del sermón, por un trozo obtenido, sin ocuparse más de que haya una continuación lógica : Sus exigencias en ese campo, no debían ir muy lejos.

 

   Ell no. 2, testimonia más iniciativa personal : Cambio de algunas expresiones, eliminación de algunos detalles oratorios. El tercer punto está en su lugar, dirigido a los justos, a los tibios, a los pecadores. El orador improvisa una conclusión rápida, citando :  “Vengan benditos de mi Padre...” Sin embargo, añade el informe que debió tener del Obispo de Mende, Monsr. Marianne, quien ha predicado en St-Chamond en 1817. El pasaje está compuesto en la confusión : El Padre Champagnat se repite en unas líneas más adelante. La introducción de ese trozo elimina los pasajes sobre la buena muerte y la evocación del condenado : Concepción sobre todo “mecánica” de la composición. La conclusión final, aunque llevando las huellas de algunos errores, podría ser la del modelo; es, por otra parte, bastante banal. El añadido del trozo atribuido al Obispo, dirige la recomposición del fin de la segunda versión, aunque se podría legítimamente hablar de cinco composiciones sobre el mismo tema.

 

   El no. 3 sigue habitualmente al no. 2 con un párrafo sobre St Laurent, patrón de la parroquia de Doisieu, en donde probablemente se dio el sermón. Elimina la conclusión prematura de la p. 124 y suprime la repetición de los apóstrofos. Retoma del no. 1 los dos pasajes sobre la buena muerte y la evocación del condenado. La conclusión parece abortada. En su totalidad bastante equilibrada : El predicador ha tenido probablemente el tiempo de progresar.

 

   La última versión retoma el modelo con grandes cortes, bastante arbitrarios. Comprende lo esencial del 3er. punto, con un inicio de conclusión. Si copia servilmente el modelo, tiene algunas expresiones en limpio  que muestran que el texto ha sido retomado. Estamos probablemente en el tercer período en que el Padre Champagnat no tiene ni tiempo, ni gusto, para retocar los detalles : Hace cortes, pero transforma poco.

 

   El lugar importante ocupado por el tema : “Memorare novísima” en el conjunto de los sermones del Padre Champagnat nos invita a analizar, aún si nuestras reflexiones resultan semejantes a las observaciones sugeridas por los discursos sobre el infierno. El orden de redacción de las cinco versiones parece ser el siguiente : 1º pp. 28-31; 2º pp. 56 a 59; 3º pp. 23 a 25; 4a pp. 25 a 27; 5a p. 142.

 

   En el no. 1 tenemos la adaptación de un texto por un principiante que no llega a manipular el conjunto. El procedimiento consiste en realizar cortes substanciales, en resumir algunos pasajes, en modificar algunas expresiones, y sobre todo, en dejar el trabajo incompleto. Muchas veces el corte o el resumen no respetan la inteligibilidad. En la página 31, por ejemplo, encontramos un párrafo oscuro que, por otra parte, permanecerá igual hasta la cuarta versión. La  fuente podría ser un sermón copiado en el seminario, pero que no es textualmente tomado : El 2º punto está acortado, el 3º, solamente esbozado y falta la conclusión. El Padre Champagnat hace siempre un esfuerzo de trabajo personal.

 

   La segunda versión revela un esfuerzo más grande de composición personal que, por otra parte, arroja un resultado muy decepcionante. Inicio ilógico : “Es entonces, mis hermanos, puesto que nosotros olvidamos...” ( p. 56 ). Es la respuesta a la pregunta que comienza la primera versión y que no ha sido revelada. Hay que notar también el número de frases incorrectas o incoherentes.

 

   Rehace el pasaje sobre los pecados, en una bella confusión. Pone al frente los pecados impuros, sobre los que insiste mucho, y habla de la negligencia de las obligaciones cristianas : Pascua, domingo, cuarenta horas, jubileo. Es el sentido práctico pastoral que prevalece sobre el orden lógico. Por otra parte, recae en el copiado, reconstruyendo dos páginas que quieren ilustrar el sobresalto del pecador por sus faltas pasadas. Esta fantasmagoría no corresponde al ejemplo concreto y escriturario de Antíoco que el Padre  Champagnat abandona en esta versión ( para retomarla en las otras ). El desarrollo se detiene al final del primer punto. La mención del jubileo nos lleva a los años 1824-1826. (¿El Padre Champagnat progresa., sobre todo después de la construcción de la casa de L’Hermitage, cuando debería asegurar la instrucción y la formación de los hermanos, así como las correspondencia oficial? ).

 

   La tercera variante representa una nueva elaboración de los números 1 y 2, más simple, más correcta. Siguiendo el no. 2, retoma a veces lo mejor del no. 1, que le facilita de nuevo el ejemplo de Antíoco, y no recoge el pasaje sobre la “carroña” y Senaquerib. La lista de los pecados comienza con las faltas contra los padres, hermanos y hermanas e insiste una vez más sobre los pecados impuros. La mención de los confesores relajados ( p. 25 ) que figura ya en la segunda versión, es un lugar común. En total, un trabajo correcto, sencillo, pero limitado al primer punto. El Padre Champagnat ha progresado notablemente en el dominio de la lengua, aunque no en la riqueza de las ideas. El hecho  de mutilar así el desarrollo, podría significar las dificultades y la lentitud del trabajo de asimilación. Pudiéramos pensar en el tercer período en el que el Padre Champagnat posee más los elementos del “arte de escribir”. Él es de esos hombres poco permeables, que acaban, no obstante, a fuerza de voluntad, por pulirse suficientemente para las necesidades prácticas de la vida.

 

   El no. 4 nos proporciona un resumen que parece completar el plan del no. 3 por medio de indicaciones rápidas sobre el segundo y tercer puntos. La mención del jubileo ( p. 27 ) nos conduce al mismo período ( 1824-26 ).

 

   La quinta parte no es más que un borrador : Escritura rápida, pequeña, ortografía descuidada.

 

   Esta rápida panorámica nos da una alta idea de la conciencia profesional del Padre Champagnat, quien recompone cada vez su sermón a pesar de su poca esperanza de manejarlo notablemente. Cómo rompe esta actitud con la de sus cohermanos , quienes retomaban incansablemente el mismo manuscrito, en la medida en que era leíble. Se han encontrado en  el curato de la Valla sermones reutilizados 19 veces, con fechas que van de 1766 a 1804. Otro predicador ha hecho una segunda copia de su texto, que resultó inutilizable por tanto uso...Si el santo hombre hubiera tenido alguna facilidad, habría producido, evidentemente, textos diferentes los unos de los otros, si no es que completamente renovados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 CAPÍTULO VI

 

 

 

 FUENTES UTILIZADAS POR EL PADRE CHAMPAGNAT

 

 

 

 

Hemos podido constatar a lo largo del estudio de los métodos de preparación del Padre Champagnat, que es prácticamente incapaz de iniciativa intelectual y, en consecuencia, muy dependiente de textos que retoca más o menos superficialmente. Para los sermones propiamente dichos, que exigen normalmente una cierta preparación literaria, sigue su modelo muy de cerca, evita dejar la preparación incompleta, como es habitualmente la costumbre. Para las “Conferencias”, recoge las divisiones y las definiciones precisas, reservándose el comentario y la aplicación. Tenemos, no obstante, muchos ejemplos en los que el Padre cede a la copia, a propósito de temas que pedirían una verdadera reflexión. Es decir, la importancia de las fuentes utilizadas por el predicador o el conferencista, para determinar gracias a un estudio detallado, las diversas reacciones del compilador frente a su texto, así como las ideas a los matices doctrinales que le pueden ser atribuidos.

 

   Según Jacqueline Genet, el Cura de Ars podía utilizar de 8 a 10 fuentes diferentes en la preparación del mismo sermón ( Enigma de los Sermones del Cura de Ars , p. 108 ). Felizmente, no ocurre lo mismo con nuestro personaje, que puede ser comparado bajo otros muchos aspectos con su ilustre condiscípulo. Si el Padre Champagnat permanece habitualmente fiel a un mismo texto, eso no quiere decir que la investigación de sus fuentes, sea fácil. Hemos examinado toda la colección Migne de los “Oradores Sagrados” aprovechando las indicaciones bibliográficas proporcionadas por la obra citada por J. Genet, sacando las indicaciones útiles ofrecidas por Elisabeth Germain en “Hablar de la Salvación”, París, 1868 ). Aprovechada metódicamente la bibliografía del “Pequeño Manual para uso del Seminario de St-Irénée, Lyon, 1833 ), y ensayando, por supuesto, todas las pistas sugeridas para nuestras lecturas y los progresos de nuestras investigaciones. Los límites del tiempo disponible, nos han impuesto un paro provisional. A este propósito, podemos enumerar, en total, trece textos escritos por el Padre Champagnat, de los que tenemos identificada la fuente. Los autores que más se aprovechan son : Bourdaloue, Bonnardel, Chevassu, Cheminais y Duquesne.

 

   Aparte de las “Instrucciones familiares para la oración de la tarde durante la Cuaresma” de Bonnardel, las “Obras de Bourdaloue” constituyen el único libro de sermones encontrado en la biblioteca personal del Padre Champagnat. En su época, Bourdaloue era, en efecto, el maestro admirado y como el símbolo de la elocuencia en el púlpito. He aquí una prueba de esto, sacada de “La Advertencia”, de la edición de 1823, p. IV.

 

   “ De esta manera, Bourdaloue pasa, con razón, por el verdadero reformador  del púlpito; y, si él no es el primero que lo haya purificado de sus defectos, ha hecho más, ha creado la elocuencia y el arte de la predicación; si en el arte oratorio no ha esclarecido nunca el caos, ha esclarecido la luz. Entonces, él ha sobrepasado a todos los que lo han precedido; no ha sido superado por ninguno de los que lo han seguido; y sólo Massillon ha tenido el honor de ser comparado con él.”

 

   El hecho de que el Padre Champagnat lo haya adquirido para su biblioteca personal, es testimonio de una voluntad y deseo de cultura, del que nos damos cuenta al acercarnos  a él. No obstante, no lo utiliza más que tres veces; es evidentemente un ideal  muy elevado para él, poco adaptable a su auditorio compuesto por campesinos. Para los dos sermones que toma del ilustre predicador, ( Sermón para la fiesta de Todos los Santos, T. 2, p. 1; Sermón para el perdón de las Injurias, T 5, p. 581 ), el humilde vicario se contenta con simplificar la expresión y sacar algunas ideas, esquematizando el argumento. Se siente de tal manera inferior a la tarea, que con dificultad se encuentran  una o dos frases que se le puedan atribuir completamente. No obstante, se tiene la impresión de que él tuvo éxito en volver a Dios menos lejano, introduciendo un poco de simple devoción en los razonamientos del ilustre orador. La “Segunda Conferencia sobre el perdón de las Injurias” copia  El Resumen de Bourdaloue ( T. 1, p. 697...) e intenta muchas veces simplificarlo todavía más, con riesgo de estropearlo.

 

   Bonnardel, es con Chevassu uno de los autores grandemente plagiado por el Cura de Ars. Por otra parte, los dos son recomendados por el “Pequeño Manual”, con Cheminais, que encontraremos pronto. De este predicador no se ha encontrado en la biblioteca del Padre Champagnat más que las “Instrucciones Familiares para la oración de la tarde durante la cuaresma”, ya mencionadas anteriormente y aparentemente no utilizadas para la preparación de los sermones. Es el “Curso de Instrucciones Familiares que utiliza en tres predicaciones. En esta obra, publicada en 1807, el autor reconoce sus deudas hacia “La Voz del Pastor” de Réguis, obra aparecida en 1766. Jacqueline Genet enumera las cualidades que destacan en la lectura del Padre Bonnardel, cura de Semur-en-Brionnais : “ Concisión tan simple y directa...profundidad y ternura, con una pequeña nota que nosotros juzgaríamos hoy sentimental.” ( ob. Cit. P. 16 ) Más adelante, ella señala “la claridad de expresión del canónigo de Autun, su tono adecuado que busca ser comprendido de todos, sin mostrarse jamás pedante, ni recurrir a una argumentación demasiado abstracta...” ( p. 17) .

 

   Un primer contacto con este autor puede ser calificado como saludable para el Padre Champagnat. Cuando intenta adaptar el sermón “Sobre la muerte del justo y del pecador”  (Curso de Instrucciones Familiares, T 6, p. 115 ), se le siente a gusto, capaz de emoción oratoria y de expresiones creadas y que brotan de la experiencia. Aporta igualmente su pequeña contribución, matizando ciertas actitudes del modelo. Parece emplear a los jóvenes para agobiar más a los adultos responsables :

 

   “ Piensan jóvenes, que se disponen a librarse al libertinaje, durante ese tiempo que debería ser empleado en disponerse a pasar santamente la cuaresma.” ( p. 53 )

 

   La expresión de Bonnardel es mucho más dura ;

 

   “ Piensan jóvenes libertinos, que se disponen a profanar ese santo día por desórdenes horribles a los ojos de Dios.” ( p. 477 ).

 

   Se puede notar igualmente que el Padre Champagnat no sigue su modelo cuando éste retoma las advertencias subrayándolas cada vez, por las amenazas del infierno; ejemplo :

 

   “Jóvenes, el amor a los placeres los hace despreciar las defensas del Señor; pero los fuegos eternos serán el castigo de su libertinaje.” ( p. 477 )

 

   Igualmente, el Padre Champagnat se expone a sugerir un pequeño matiz doctrinal, retocando o completando la expresión :

 

   “Es preciso morir, mis hermanos, es un obstáculo que ha sido dirigido contra los hombres.” ( Primera frase de Bonnardel ) “ Es preciso morir, mis hermanos, es un obstáculo que ha sido dirigido contra los hombres en castigo del pecado.” ( Padre Champagnat ).

 

   Añadamos que el mismo Padre Champagnat se mostrará perfectamente seco y mediocre intentando recomponer personalmente un texto sobre el mismo modelo. ( pp. 54, 55 ). Se le pensaría definitivamente desalentado al ver el poco provecho que saca de otros dos temas tomados del mismo autor. Del sermón sobre las fiestas de la Trinidad, del Santísimo Sacramento y del Sagrado corazón de Jesús.” ( T 8, p. 13 ) no conserva más que la introducción  y la despedida : “Dirijamos nuestras miradas a otros misterios más proporcionados a nuestras flaquezas.” ( p. 32 ) y omite todo intento de ilustración del misterio trinitario. La continuación está constituida por algunas citas evangélicas que se pueden aplicar a la Eucaristía y al Sagrado Corazón, y un rasgo de historia terminado con mal gusto. Él ha, pues, equivocado no solamente la evocación del misterio trinitario, sino aún, un pequeño discurso construido, sobre la Eucaristía y el Sagrado Corazón.

 

   También ha tomado la bella introducción del sermón sobre “La Asunción” ( T 4, p. 374 ): “Introduxerut Aream Domini...” Pero no se ha sentido capaz de seguir al autor en las sutilezas que exige la descripción de la muerte por amor y del triunfo celeste. ¿Sentimiento de impotencia o sobre todo, confianza en sus propios recursos? Los dos a la vez, probablemente.

 

   Podríamos considerar a Chevassu como el autor más explotado por el Padre Champagnat, puesto que le copia la estructura de cuatro de  sus “Conferencias” – esta cifra puede llegar a siete si contamos las repeticiones de tres conferencias sobre la confesión que no revelan más que la serie de las preguntas que vienen de los textos mencionados.

 

   El Padre Joseph Chevassu ( 1674-1733 ) antiguo alumno del seminario de St-Irénée de Lyon, cura de las Rousses, en la diócesis de Saint-Claude, es sobre todo conocido por su “Misionero Parroquial” ( Lyon 1753 ) que ha tenido seis reimpresiones de 1758 a 1853, de las que una se hizo bajo la Restauración de 1819. Comprende sermones para todos los días del año y conferencias sobre el símbolo de los Apóstoles, sobre los Sacramentos y sobre los Mandamientos de Dios y de la Iglesia. Es esta última parte que fue tomada por el vicario de la Valla en la mayor parte de sus instrucciones sobre el Sacramento de la Penitencia. Por otra parte, él tenían en su biblioteca las “Meditaciones sobre las Verdades Cristianas y Eclesiásticas sacadas de las Epístolas y Evangelios” ( Lyon, 1735 ) del mismo autor. El “Misionero Parroquial” se caracteriza así en su prefacio : “ “Instrucciones sencillas y sólidas, al  alcance del pueblo, tal como se hacen ordinariamente en las misiones.” J. Genet añade ( ob. Cit. P. 39 ) que ellas son animadas, ya que su autor posee dotes de orador.

 

   La “Conferencia sobre la Gula y la Embriaguez.”  ( p. 79 ) tomada de Chevassu ( Migne 94, col. 729 ) es un borrador de charlas prácticas cuyos puntos de desarrollo sólo son indicados. Será igual respecto a las tres instrucciones sobre el Sacramento de la Penitencia , sacados de la misma fuente. El conferencista debe contar con su experiencia, su ciencia práctica, el conocimiento de sus parroquianos y su “carisma” de comunicación”. ( Él tenía reputación de ser un excelente catequista ). Si el manuscrito recoge lo esencial de las preguntas y de las respuestas, de la misma manera testimonia que el compilador ha tomado a conciencia el adaptar su modelo al siglo 18º. Simplifica a veces la expresión, precisa y clarifica : La numeración es suya para el conjunto de las preguntas ( 1-10 ), así como para el de los efectos de la embriaguez ( 4 ). Tiene en cuenta el cambio de la mentalidad pública y de la evolución de las costumbres sociales :

 

“¿Qué conducta es preciso tener con respecto a los taberneros, que dan de beber a horas indebidas durante la misa parroquial y las vísperas?...( Chevassu )

 

   “¿Los taberneros que proporcionan su casa, que dan vino, son culpables?” (Champagnat ).

 

   A la pregunta “¿Cuáles son los efectos que produce la borrachera? , el Padre Champagnat responde con originalidad y una bella precisión : “Cuatro: La pérdida de tiempo, de su bien, de su salud y de su alma”. Es él quien pone de relieve la pérdida del tiempo, factor moral que casi no llama la atención de los moralistas; es también él quien condensa los prejuicios de ese vicio, englobándolos en la expresión trágica para un cristiano, de “la pérdida del alma”. Este pequeño trabajo da una impresión de equilibrio, a pesar de su poca originalidad.

 

   En sus instrucciones sobre la Contrición ( p. 71 ), el Padre Champagnat sigue igualmente a Chevassu ( Migne 94, c. 580...),para las preguntas y lo esencial de las respuestas, aplicándose a simplificarlas y a cambiar algunas expresiones no siempre a propósito. Un cierto número de sus intervenciones marcan la tendencia por reencontrar los movimientos de la piedad, escondidos bajo la pátina de las fórmulas. “Un dolor del alma y un aborrecimiento” ( c. 581 ) se convierte en un “dolor por haber ofendido a Dios” ( p. 71 ). Saliendo de las fórmulas legales, conduce al hombre a la realidad espiritual del pecado, que es ofensa a Dios. No deja de anotar un pasaje cuyo contenido le es familiar y constituye el objeto continuo de sus exhortaciones a los hermanos :

 

   “El pecado es el más grande de todos los males” ( p. 71 ). De igual manera en la página 72, la expresión “por amor” en lugar de “amor verdadero”, refleja probablemente su ideal de santidad, de amor de Dios sin mezcla.

 

   El Padre Champagnat suprime el pasaje referente a la cólera y a la venganza de Dios ( c. 584 ). La mención del pecado mortal  no se encuentra más que dos veces en su texto, mientras que su modelo, lo utiliza dos veces cada cuatro líneas. El conjunto da la impresión que el Padre Champagnat no se inclina hacia el legalismo y que no busca alarmar la conciencia de quienes lo escuchan: En esto, marca una bella independencia respecto a las costumbres pastorales de su tiempo.

 

   La “Segunda conferencia de la Confesión” ( 72 bis ) es testimonio de pequeñas intervenciones adecuadas, con relación al texto de Chevassu ( col. 587 )

 

   “La confesión, para ser buena, debe tener tres cualidades : Debe ser humilde, sincera y completa.” ( p. 73 ) . Si es el Padre Champagnat quien ha sacado esas tres cualidades, debemos  halagar su sagacidad: Lo esencial está allí, en poner el acento en las

disposiciones.

 

   Chavassu prosigue: :

 

   “Algunos autores le dan a la confesión hasta dieciséis condiciones...( col. 591 ).

 

   En cambio, la sustitución del “tiempo” al objeto del examen, no parece afortunado, sobre todo que la respuesta apunta a la materia del examen ( p. 73 ). Sin embargo, una última ventaja de la confesión, no mencionada por Chevassu, es indicada expresamente por el Padre Champagnat :

 

   “Sacar de la tibieza a los que han caído en ella” ( p. 73 ).Sin colocar al Padre entre los tibios, podemos pensar que se ilusionaba, probablemente de manera inconsciente, en su propia práctica del Sacramento de la Penitencia, incentivo de su fervor y de sus progresos en la perfección. Es así que la vida cristiana desarrolla todas sus dimensiones, gracias a la santidad de los ministros de la Iglesia; el Evangelio es el mismo para todos.

 

   Hemos tenido ya la ocasión de hacer notar en el capítulo de los métodos de preparación del Padre Champagnat, ( p. 41 ) qué impresión de pobreza intelectual se desprende de su adaptación de la conferencia “Sobre la satisfacción del penitente y la absolución del sacerdote.” ( Migne 94 col. 596...) No obstante, en este texto, como en los otros textos análogos, es necesario mencionar a su favor, el hecho de no tomar tanto las ideas curiosas, como de hacer cumplir la penitencia por otro;  descuida también la polémica contra los herejes que parece era importante para Chevassu.

 

   El Padre Cheminais de Montaigu, S.J. ( 1650-1689 ), cuyos sermones fueron editados por el Padre Bretonneau en 1690-1692, y dos veces reeditados bajo la Restauración, proporciona dos modelos al Padre Champagnat. Tenía un grande éxito entre sus oyentes. El prefacio le ofrece “buen gusto y fino discernimiento...mucha nitidez y método; inflexiones siempre sanas y juiciosas, con una expresión fácil y notable en su conjunto.”

 

   El “Sermón sobre la Impureza” ( Sermones del P. Cheminais, T 3, p. 215, París 1730 ), que el Padre Champagnat intenta adaptar ( p. 64 ) ha debido ocasionarle muchas dificultades. El tema de la servidumbre ha llamado su atención : No podía dejar de hacer eco de él, en este período post-revolucionario. No obstante, las precauciones a favor del pudor y las excusas que sirven de introducción al orador del siglo 17º, serían desplazadas frente a un auditorio de la Restauración : Él va a buscar un texto en otra parte. El pasaje sobre el placer, de acuerdo por el fondo con el tema de la pasión impura, está apenas considerado en el futuro, y no parece atribuido al Padre Champagnat. Por otra parte, descuida introducir el tema de la  servidumbre y aún el de la lucha entre la carne y el espíritu. La unidad lógica es aún comprendida por la supresión del segundo punto que habla de vergüenza, de razón y de grandeza. Se puede, entonces, preguntarse en qué medida la elección del modelo ha servido al predicador.

 

   Del examen del manuscrito se podría concluir en una cierta perplejidad del Padre Champagnat frente al juicio a hacer sobre el pecado de impureza.  “La servidumbre más perniciosa para la salvación”, queda en “perniciosa”, corregida en “muy perniciosa”, con el añadido “y casi siempre seguida de la reprobación.” ( p. 64 ) En el tercer punto, añade igualmente “que daña a los que se entregan a ese vicio, y son en muy grande número.”

 

   Es preciso observar que estas afirmaciones no llegan al pesimismo del modelo : “Condena a la mayor parte de los hombres” ( p. 126 ). Notemos que el Padre Champagnat no destaca ningún detalle del desarrollo: No tiene más que dejar hablar a su conocimiento del medio, su simpatía amistosa y la ferviente pureza de su alma para tocar y convertir.

 

   Hemos dicho anteriormente ( Métodos de Preparación, p. 52 ), cómo las sutilezas del Padre Cheminais han servido al vicario de la Valla en su intento de adaptación del “Sermón sobre la Recaída en el Pecado.” ( Sermones del Padre Cheminais, París, 1730, T I, p. 113...). Añadamos a su favor que, con experiencia en el trabajo pastoral, adopta posiciones claramente más equilibradas que el predicador, que cae muchas veces en la trampa de sus artificios literarios.

 

   En la página 115, el Padre Champagnat elimina la dura expresión: “La recaída es una señal de falsa penitencia.” De igual manera, en la página 116: “Recaída acompañada de circunstancias que no son más que bastante ordinarias”...El autor será prácticamente llevado en adelante a contradecirse. En la página 117, el Padre Champagnat descuida igualmente dejar sus suposiciones que rayan en lo ridículo: “...Que el pecador recaiga poco tiempo después de su penitencia...y algunas veces hasta al pie del altar donde acaba de participar en los sagrados misterios...” “El Padre Champagnat está, por otra parte, siempre atento a simplificar las expresiones abstractas o literarias, para hacerlas más accesibles a su auditorio.

 

   Aparentemente, el Padre Champagnat no toma más que un solo tema de los ocho volúmenes del “Evangelio Meditado para todos los días del Año” de Duquesne ( 1732-1791)  que tenía en su biblioteca personal. El autor había sido Vicario Mayor en Soissons y capellán de la Bastilla. Su obra, editada en 1773, ha nutrido la fe y la piedad de muchos cristianos durante la Revolución.

 

   “Sin falta de erudición, reunió todo lo que los Santos Padres han dicho de instructivo y de moral. Tiene toda la sencillez y la fuerza conmovedora del testamento que JC. Ha dejado a sus hijos, o más bien, a sus hermanos. Al mismo tiempo, que el espíritu es ilustrado, el corazón es tocado de los más tiernos sentimientos de piedad.”  (Nota en la edición de 1816 ).

 

   El sermón sobre “La Purificación de la Santísima Virgen ( p. 50-52 ), ( Duquesne T I, p. 143 ) ha sido igualmente evocado a propósito de los métodos de preparación del Padre Champagnat ( p. 40 )- Añadamos aquí que el compilador intenta componerle una introducción que parece llevar el sello de las dificultades habituales a su autor, respecto a las exigencias de la coherencia:

 

   “Este Hijo del Eterno es él mismo ofrecido a su Padre, aunque él sea también perfecto”  (p. 50 ). Se tendría necesidad de sutilizar para encontrar que los términos se convienen mutuamente.

 

   Algunas expresiones de su modelo, proporcionan al ferviente sacerdote ocasión de abrir su alma; la ley se convierte en “la ley de amor a Dios”, que implica todo un programa práctico; la descripción de la Sagrada Familia parece evocar su ideal personal de humildad, de modestia, de amor de Jesús.

 

   Mencionemos además “La Escrupulosa fidelidad a la ley ofrecida a la Santísima Virgen, así como la expresión de amor: “Ellos os estrechan oh, divino Jesús, tiernamente en su corazón” ( p. 51,52 ).

 

   Así como ha sido dicho anteriormente, la investigación de las fuentes de los sermones e instrucciones del Padre Champagnat deberá ser retomada. Somos conscientes de que ésta se nos escapa; entre otras, un género de catecismo o de ritual que probablemente ha proporcionado el texto a algunas instrucciones y que nosotros no hemos podido aún identificar a pesar del gran número de obras similares examinadas. No obstante, tenemos la impresión de que a partir de las comparaciones hechas posibles por las fuentes reconocidas, llegamos en general a distinguir los pasajes que no son de la pluma del Padre Champagnat sin pretender ser infalibles, por supuesto. Es así que no tenemos registrado el sermón más largo, que figura en los manuscritos e intitulado “Sermón sobre el Retardo para la Conversión” ( p. 91...) Su estilo académico persistente, su estilo oratorio, superan, sin sombra de duda, las posibilidades de nuestro personaje. Todas las investigaciones para encontrarle una fuente, habiendo permanecido estériles, hemos supuesto que el seminarista Champagnat, dotado de espíritu práctico y conociendo su poca aptitud en la materia ha tomado sermones o instrucciones modelo para inspirarse en la ocasión. Sabemos que el reglamento del Seminario de St-Irénée prescribía preparar un sermón durante las vacaciones. El Padre Champagnat, por lo menos ha presentado  dos, durante sus tres años de teología.  Tenemos a la mano un cuaderno de notas de un seminarista de 1812. En él se encuentran “Temas de Oración” del Sr. Cattet, una disertación sobre la devoción al Sagrado Corazón, una “Pequeña Palabra” de J:C: Cholleton, dos veces, “Trozos destacados del sermón de Tarp” ( que no figura entre los directores ) “Sobre el desprecio de sí mismo.”(Nombre desconocido ).

 

   No se superan, pues, los límites de lo probable al formar la “hipótesis  de que el sermón sobre el retardo de la conversión” es la copia íntegra de un sermón modelo de un maestro o de un alumno dotado. Por otra parte, el manuscrito constituye una pequeña libreta con letra apretada, terminando con el final del discurso: Como si la extensión del discurso fuera exactamente conocida antes por el copista. Por otra parte, el Padre Champagnat probablemente no se ha servido de él, puesto que el texto no parece llevar rasgos de su intervención, cuando todos los otros borradores llevan las señales de una elaboración más o menos impulsada y más o menos afortunada.

 

   Las cinco versiones paralelas del “Discurso sobre el Infierno” y del tema “Memorare Novísima”, son elocuentes en este punto de vista. Por otra parte, les hemos atribuido una fuente remontándonos al seminario, así como a los dos sermones sobre el rosario. Sería, pues, interesante, observar que la previsión ha considerado los temas más habituales de la predicación del tiempo. Hemos debido constatar que, vistas las incorrecciones de la redacción y de las lagunas importantes del plan, ninguna versión, aún aquélla que se supone es la primera en fecha, no reproduce integralmente la fuente. ¿Por qué, entonces, no se han encontrado las notas del joven seminarista? El Padre Champagnat, normalmente, ha debido guardar su pequeño caudal intelectual con los cuidados de las gentes que son conscientes de su pobreza.  ¿Es un celo mal entendido que en esto hubiera hecho tábula raza con otras notas de aquél a quien  se tendía a guardar su rango de fundador?.

 

   Al término de esta revisión de las posibles fuentes de los textos que nos han quedado del Padre Champagnat, es legítimo preguntarse cuál es su significación o su importancia en el conocimiento del personaje.

 

   Observamos primero que la mayor parte de las obras en cuestión, no figuran, muy probablemente en su biblioteca personal, la lista que de ellas ha sido hecha, no menciona de hecho, más que las obras de Bourdaloue, obras de predicación. Si J:B: Vianney ha heredado la biblioteca y los métodos de trabajo de un pastor inteligente y experimentado, parece que el vicario de la Valla se haya debido contentar habitualmente con hurgar en los libros disponibles en el curato, en la búsqueda de un punto de apoyo para el sermón del domingo o de la siguiente fiesta. Si la elección es prácticamente impuesta, pierde su significado. Es en estas perspectivas que tenemos preferencia, poniendo nuestra atención sobre la actitud y las reacciones del escribano, con respecto a su modelo, que pueden revelar más los rasgos de carácter, las actitudes mentales y las convicciones religiosas.

 

   Notemos además que el número de textos que poseemos es probablemente insignificante con respecto a la cantidad de sermones y de alocuciones pronunciados por el celoso sacerdote. “El Padre predicaba frecuentemente y aún fuera de la iglesia” ( Positio I, p. 90 ). Es preciso creer que la mayor parte de las veces, se trataba de un “fervorín”, exhortación que se nutrió, sobre todo, de la piedad y de las convicciones personales del orador.

 

    “Se amaba mucho su predicación sencilla y práctica, llena de unción; decía cosas tan naturales que daba gusto escuchar. Sus predicaciones eran tan poco críticas que todo el mundo se decía en la Valla: Es el P. Champagnat quien predica, es preciso ir a escucharlo” ( Positio I, p. 90 ).

 

 

 

 


 

 

 

 

 CAPÍTULO VII

 

 

ANÁLISIS DOCTRINAL

 

 

 

En el capítulo IV , página 38,  hemos clasificado los sermones e instrucciones del Padre Champagnat bajo cuatro secciones: Grandes Verdades, Año Litúrgico, Práctica de los Sacramentos, Exhortaciones Morales. Para hacer una exposición analítica de los elementos doctrinales y espirituales buscados en el curso de nuestro análisis, quisiéramos intentar utilizar un plan de exposición heredado del mismo Padre Champagnat. Según lo que conocemos de él, raramente se aventuró a componer un plan sin el auxilio de un texto no propio. Los sermones sobre la Conversión ( p. 112-114 ) y las dos series de esquemas de Meditaciones para el Retiro ( p. 89-90 ) parecen pertenecer a esos casos privilegiados. Es verdad que la primera mitad de la segunda serie de meditaciones, está perdida, pero el conjunto parece bastante completo; se puede suponer que el Padre Champagnat ha podido retomar los temas.

 

   Esquematizando sus posiciones se podría afirmar que no conoce más que esta alternativa : El pecado, seguido de la condenación, o la santidad en la unión a JC. Entre las dos se coloca la posibilidad de la conversión, que pone al hombre frente a Dios con sentimientos de humildad, de adoración, de amor, y le hace beneficiario de la Redención de Jesucristo. Las obligaciones de la vida cristiana parecen derivarse del amor de Dios o se relacionan con él. Si la Santísima Virgen es presentada como un modelo en el misterio de la Purificación, habitualmente es su papel de intercesión el que encuentra una aplicación en los textos examinados. Los santos no aparecen más que como modelos ejemplares y enviados a la vida cristiana.

 

   Intentaremos, pues, adaptarnos a la lógica del Padre Champagnat, agrupando los elementos doctrinales de sus manuscritos, en el orden siguiente :  1º Grandes Verdades : Fin del hombre, pecado, muerte, infierno; 2º Conversión; 3º Amor de Dios y Deberes Cristianos; 4º Cristo y la Virgen; 5º Imitación de Cristo ( y de la Santísima Virgen ).

 

   El tema del “Fin del Hombre”, es abordado en dos lugares por el Padre Champagnat : En una instrucción especial, sin título, páginas 47-49, y en una serie de meditaciones propuestas a los hermanos en retiro, página 89. Es todavía en ese esquema sin afectación que descubriremos mejor las convicciones profundas del santo hombre, siendo sobre todo el otro trozo representativo de un esfuerzo de composición, saldado por el fracaso y hundido en la copia.

 

   El tema es abordado con toda la seriedad que conviene a su naturaleza. Desde la primera línea se encuentra en el centro del problema y en el tono de la meditación que confronta al hombre con lo real :

 

   “Es Dios quien me ha creado...para que yo le pertenezca, para que desee estar cerca de él y que le ofrezca todas mis acciones.” Inclinándose hacia la actitud religiosa subjetiva y ferviente que recuerda el “Deus meus et omnia” atribuido a San Francisco de Asís. Un alto sentido de Dios está sobrentendido  en sus fines de frase que parecen someter a ritmo el impulso del alma hacia su polo de atracción.. Dios es la majestad y la grandeza misma ante quien la actitud natural es la adoración. Él es el bien supremo que orienta nuestras aspiraciones y nuestra actividad.

 

   “Inutilidad de la vida; acción desprovista de mérito; página blanca”.

 

   Para volver atrás, el Padre Champagnat entrevé la posibilidad de una vida lejos de Dios, sin relación con Él. En la progresión oratoria rítmica, es el vacío de la ola, después del impulso místico, que acaba de tocar una cima. Instrucción de la nulidad del hombre separado de Dios: aspecto negativo de la actitud de adoración. Es de este nivel de la constatación de otra realidad, que toma apoyo el sermón sobre el fin del hombre :

 

   “Al ver la conducta de la mayor parte de los hombres, se diría que el hombre no está en el mundo más que para ser rico en él, honrado; que no está en él, en una palabra, más que para gozar sus comodidades y todos los placeres de los sentidos.” Y recordar la enseñanza del catecismo : “No estás en este mundo más que para servir a Dios.” ( p. 47 ) A partir de otro punto de partida, y con otro vocabulario, el ministro de Dios, toma rumbo sobre el mismo fin a alcanzar. Dios toma entonces tal importancia, que el hombre es olvidado.

 

   La continuación de la meditación de la página 89, considera la posibilidad de un alejamiento de Dios, todavía más peligroso :

 

   “Vida llena de crímenes : página negra.” Bajo la banalidad de la expresión, está la intuición de lo trágico y de la locura de la oposición a Dios. Es el sentido de  Dios a través del pecado, que constituía uno de los aspectos del drama interior del Cura de Ars. La palabra “crimen” lleva la marca de la intuición y de la convicción profunda. Se recordará aquí gustosamente la palabra atribuida al Padre Champagnat por su primer biógrafo : “Ver ofender a Dios y las almas perderse, son para mí dos cosas insoportables que me desgarran el corazón.”  ( Vida II, p. 203 )

 

    Y  la meditación sigue :

 

 

   “¡Oh,  que eso es propio a humillar!” El pensamiento se fija sobre la precariedad de la condición humana frente a la grandeza de Dios, de la que ella depende, y que puede recaer con todo su peso sobre los hombres rebeldes. La humildad es la primera reacción del Padre Champagnat, una de sus convicciones profundas, que se encuentra en el primer plano de su preocupaciones espirituales. Es preciso destacar la verdad y la profundidad del sentido de Dios, manifestado aquí por el  padre Champagnat : La humildad, que se refiere siempre a Dios, siendo casi sinónimo de adoración; ella es uno de los componentes esenciales.

 

   Estas palabras se terminan con una invocación conclusiva : “Virgen Santa, obtenme la santa ( humildad ). Se creería que el Padre Champagnat se predica el retiro a él mismo. El compromiso personal es una de sus actitudes constantes y uno de los secretos del éxito de su palabra, a pesar de la pobreza de sus medios. Notemos también la invocación a María, recurso habitual, primer reflejo práctico de la oración; el gesto puede ser, por otra parte, interpretado como un homenaje sobrentendido a la humildad de la Virgen.

 

   Se podría hacer notar de pasada, la conformidad profunda al nivel de los sentimientos y de las convicciones del Padre Champagnat , con los principios y las tradiciones del teocentrismo de la escuela francesa. Si él no ha sacado mucho de la fuente de los grandes autores, su santa alma se habrá transformado en las líneas de fuerza de su espiritualidad a lo largo de los años de su formación en el seminario.

 

   Acabamos de señalar que la mirada del Padre Champagnat estaba atraída por la majestad de Dios, normalmente unido a su servicio, hasta tal punto  que parecía descuidar buscar su propio bien. Es por esta perspectiva que podemos explicar la ausencias del tema de la salvación de su repertorio. Este tema tan característico de los sermones de la Restauración, tendía al camino opuesto : La salvación era un “asunto” en el que era preciso trabajar, al que era importante asegurar un feliz resultado. Este antropocentrismo distraía la atención de Dios y de Jesucristo y da la impresión de una religión pasajeramente degradada.

 

   “El peligro es reducir la perspectiva a la medida del hombre, de lo que el hombre puede y debe hacer.” ( E. Germain, Hablar de la Salvación, p. 49-50 ). ( encontramos aquí una de las ambigüedades  de los movimientos religiosos de esta época )

 

   Se tiene la impresión de que el término no aparece en los textos del Padre Champagnat más que como una llave maestra que reemplaza la expresión que no sale de la pluma o el desarrollo que es necesario.

 

   La introducción de la instrucción sobre la fidelidad a la gracia, comienza en el mejor tono de los predicadores de moda :

 

   “Una cosa, que importa grandemente aquí abajo, una cosa que particularmente nos interesa, una cosa que nos concierne personalmente, es el gran asunto de nuestra salvación. Este gran asunto, este único asunto, depende en primer lugar de la gracia, en segundo lugar, de nuestra fidelidad a la gracia.” ( p. 67 )

 

   Pero en la lectura se percibe que esas frases estudiadas escapan al estilo y a las posibilidades del Padre Champagnat y le son tan extrañas como la mayor parte del texto siguiente.

 

   En todo un pasaje del sermón sobre la Conversión ( p. 113 ) el orador se pregunta cuál es el número de los cristianos perfectos cuyo retrato acaba de bosquejar, y termina expresando : “Mi Dios  tú lo sabes y nosotros lo ignoramos; pero lo que nosotros sabemos es que hay muy pocos que luchan por salvarse, y es N.S.J.C. quien nos lo enseña cuando nos dice que hay muchos llamados y pocos elegidos.” Después de haber hecho la parte que conviene al esfuerzo oratorio, cuyo objetivo principal no es la exactitud doctrinal, más bien la impresión a producir, decimos que, vista su mediocridad intelectual, el Padre Champagnat no podía aspirar a posiciones doctrinales muy claras,  y todavía menos, remontar la corriente de la enseñanza oficial rigorista. La mayor parte de los sermonarios, desde Bourdaloue hasta Bonnardel, pasando por Chevassu, estos dos últimos, modelos del Padre Champagnat, incluyen un sermón sobre el pequeño número de los elegidos. Por otra parte, sabemos, que si él duda muchas veces sobre la fórmula, se muestra habitualmente más moderado que sus modelos. Pero, él, destaca sobretodo en  encontrar la posición justa en la práctica del Sacramento de la Penitencia, donde sobresale desde sus inicios.

 

   “El Padre era un excelente confesor, muy apreciado de los fieles.” ( Positio I, p. 129 )

 

   En los otros tres pasajes, el término parece ser un recordatorio global de las obligaciones de la vida cristiana, aún si otra expresión hubiera servido mejor a la intención del orador Es un estribillo cómodo, pero poco adaptado, destinado a ritmar una requisitoria muy artificial sobre los excesos :

 

   “Entonces, hijas libertinas, jóvenes sin pudor, ¿conocerán la importancia de la salvación, pero esto no será por más tiempo. Respóndanme ustedes, que forman esas abominables asambleas, y sobre todo, ustedes, que proporcionan el lugar donde ellas se realizan, conocen ustedes la importancia de la salvación”. ( p. 112 )

 

   “Porque, ¿cumplimos, mis hermanos la ley de amar a Dios, todas las veces que ponemos en el primer lugar de nuestros asuntos importantes aquellos que no son más que temporales?  Todas las   veces que aplazamos el asunto de nuestra salvación. Todas las veces que después de haber oído una primera misa...” ( ibid. )

 

   “¿Cuántas veces no ha lanzado al ridículo a aquellos que procuraban alcanzar su salvación mejor que él?” ( p. 55 )

 

   El Padre Champagnat  parece, pues, escapar a un defecto mayor de la predicación de su tiempo. El principal mérito estriba probablemente, en la sinceridad de su fe y en la profundidad de sus sentimientos religiosos. El hecho de no estar bien integrado en las tradiciones intelectuales de su tiempo, permitirá a su ser profundo expresarse con mayor verdad. Esta constatación nos servirá para comprender muchos aspectos, muchas veces contradictorios de nuestro personaje.

 

   En la instrucción sobre la contrición, causa un poco de extrañeza que el Padre Champagnat se permita modificar el texto del Concilio de Trento, para simplificarlo y convertirlo a un estilo simple de la catequesis, sin duda, pero, sobre todo,  y nosotros podemos creerlo, a fin de poner de relieve la ofensa de Dios, el aspecto bajo el cual, él ve habitualmente el pecado :

 

   “Esta contrición, dice el Concilio de Trento ( sess. 14, cap. 4 ), es un dolor del alma y una detestación de los pecados que se han cometido, con la resolución de no pecar más en el futuro.” ( Chevassu, Migne, 94, col. 581 )

 

   “La contrición, dice el santo Concilio de Trento, es un dolor de haber ofendido a Dios, acompañado de un firme propósito de no ofenderlo más” ( Champagnat, p. 71 )

 

   En la página 72, reemplaza igualmente “Cuando se ha tenido la desgracia de caer en el pecado mortal” ( col. 584 ), por “Cuando se ha tenido la desgracia de ofender a Dios”

 

   En el sermón sobre la conversión, el predicador, en un momento religioso instintivo y profundo, conduce al pecador frente a la majestad de Dios, para que tome conciencia de su oposición personal, respecto a Él :  “Mi Dios, yo he tenido la desgracia de ofenderte...” ( p. 114 )

 

   Comprendemos, entonces, lo que el Padre Champagnat quiere decir en el tema de meditación destinado a los hermanos en retiro ( p. 89 ) :

 

   “Pecado, mal de Dios.” Esta fórmula lapidaria e impresionante se encuentra igualmente en el sermón manuscrito del Padre Dard, vicario de St-Pothin de Lyon, y contemporáneo del S. Champagnat. Si éste no lo ha inventado, lo ha asimilado, puesto que correspondía a sus propios sentimientos.  Probablemente se podría decir de esto, lo mismo que de la mayor parte de los pensamientos evocados en esos temas de meditación : La reflexión del Padre Champagnat está apoyada por las fórmulas familiares que se presentan en su memoria.

 

   La expresión es recordada y desarrollada por el Hermano Juan Bautista en “Avisos, Lecciones y Sentencias del Venerable Padre Champagnat, Lyon, 1868, c.8, p. 72, bajo el título “Lo que es el Pecado.” Él escribe también en la página 205 ( Vida, II ), señalando propósitos atribuidos al Bienaventurado Fundador :

 

   “Este pecado ( venial )...es, después del pecado mortal el más grande de todos los males...Esos males, en efecto, no son más que el mal de la criatura, mientras que el más ligero pecado venial es el mal de Dios...el pecado es un puro mal...”

 

   “Siendo  ofensa de Dios, el pecado constituye la injusticia más grande, la rebelión más temible, la ingratitud más negra, la locura más inconcebible.” ( Copia de los Sermones, p. 89 ) 

 

   Son variaciones sobre el sentido de la majestad de Dios a lo que ataca el pecado. Injusticia, escándalo, locura, allí desembocan directamente;  el desprecio es un aspecto del desconocimiento de esta majestad; la ingratitud se refiere a su bondad para los hombres. Entre los más fuertes adjetivos elegidos y puestos en superlativo, están allí para  sugerir la trascendencia de Dios. Están bastante bien elegidos, pero constituyen lugares comunes de la predicación y de la literatura espiritual ( injusticia y locura se encuentran en el capítulo mencionado de “Avisos, Lecciones y Sentencias” del Hermano Juan Bautista ).

 

   Después de una enumeración, indicio de agotamiento y de desfallecimiento de la inspiración, el Padre Champagnat encuentra de nuevo una idea fundamental : “Muerte y Pasión de N.S.J.C.; mis pecados son la causa de ella.” Es en el asesinato de Cristo  (Hombre-Dios ) que la malicia del pecado con respecto a Dios se traduce en un lenguaje comprensible al hombre. “Mis pecados son la causa de esto”. El pecado es uno de los aspectos dramáticos del misterioso cara a cara del hombre con el Dios vivo.

 

   El pecado mortal es el mal del hombre; lo priva de su vestidura de inocencia, de la amistad de Dios.” El Padre Champagnat desarrolla la idea de la malicia del pecado, poniendo su atención sobre los estragos que su aparición causa a la humanidad; se puede decir, no obstante, que su mirada queda fija en Dios, puesto que las consideraciones que siguen se refieren todas al orden sobrenatural. La inocencia está lejos de ser un valor simplemente negativo: refleja los tesoros de bondad y de pureza que unen al ser humano con Dios; en el régimen de la gracia, es la amistad de Dios, un bien inestimable, testimonio de la dicha perfecta.

 

   “Lo vuelve parecido al demonio, lo despoja de sus méritos, sometiéndolo a todo lo que hay de infame.”

 

   El Demonio se ha rebelado contra Dios y en esto lleva la maldición terrible; él es el símbolo de lo que es opuesto al bien, a la nobleza, a la felicidad, a la vida, a la pureza. El pecado priva al hombre del beneficio de sus esfuerzos anteriores hacia el bien y le hace entrar en una vida donde triunfa el mal y la impureza, la bajeza de toda clase, por medio de las pasiones egoístas: Es el camino hacia el abismo.

 

   “El pecado venial es el mal de Dios y el mal del alma,...ultraja todas sus perfecciones.” La intuición fundamental podría ser la idea de que el esfuerzo por practicar la virtud, es un homenaje rendido a la perfección de Dios : “Sean pues, perfectos, como su Padre celestial es perfecto.” ( Mt. 5,48  ). Es la oración de la vida, la tendencia de todo el ser a Dios en cada instante de su existencia. ( Por otra parte, se podría afirmar que la oración es  el esfuerzo por medio del espíritu y del corazón, para llegar a Dios. ).

 

   “Aquél que lo comete, desconoce el dominio de Dios sobre él. Dios lo defiende de darse esta ligera satisfacción, esta mentira; el pecador responde: Yo no haré nada de esto, “non serviam”. El “non serviam” se refiere al precepto que codifica la virtud ( semejanza a Dios) , pero retoma la idea de sumisión en la adoración, más accesible a un auditorio de gentes sencillas. El Padre Champagnat indica dos fuentes de pecados veniales: El atractivo del placer, forma de egoísmo, y la mentira, que hace igualmente preferir nuestros intereses a la ley de Dios. La observación es todavía justa: “Desconocer el dominio de Dios sobre él.”

 

   La oposición a Dios, fuente de vida y felicidad, desemboca lógicamente en la degradación del ser: “El pecado venial es el mal del hombre...Dios tiene horror a la tibieza. “Como ésta, ultraja la perfección de Dios, el pecado venial atenta contra la salud del alma y la hace vegetar. La tibieza es la enfermedad mortal de la vida religiosa que se define como tendencia a la perfección. Dios, puesto que es amor, aborrece la tibieza.

 

   A la definición del pecado, mal de Dios, mal del hombre, se unen particularmente dos pensamientos anotados por el Padre Champagnat con ocasión de otras alocuciones:.”El pecado es el  más grande de todos los males.” ( Instrucciones Sobre la Contrición, p. 71 ) “Es preciso morir, mis hermanos, es un castigo que deben sufrir todos los hombres, como castigo del pecado.” ( Sermón sobre la Muerte del Pecador, p. 53 ).

Pero, el sacerdote fervoroso padece con esos pensamientos; hace una ascensión relámpago, antes de volver a enfrentarse en un cara a cara con la muerte, consecuencia e imagen del pecado: “La perfección consiste en una íntima unión con Dios...Es precio copiar rasgo por rasgo a Jesucristo.” Desde esa cima, lanza una ojeada de santo sobre el “mundo” que dirige sus deseos en otra dirección y se expone a la locura del pecado a causa de los placeres y de los honores de este mundo:

 

   “El mundo no es nada, los bienes que él aprecia, no son nada...vanos nombres sin realidad” ( p. 89,90 ) Fuera de Dios es el vacío. Es otra manera de reconocer la excelencia incomparable de Dios, elegido por el religioso como su bien supremo.

 

   Se piensa de buen grado aquí en “el estado de muerte”por el cual el Sr. Olier descubrió la indiferencia inconmovible del alma ante los atractivos de las criaturas :

 

   “Es un estado en el que el corazón no puede ser conmovido en su fondo: Y aunque el mundo le muestra sus bondades, sus honores, sus riquezas, es sin embargo, como si las ofreciera a un muerto que permanece sin movimiento y sin deseos, insensible a todo lo que se presenta...Permanece insensible a todo, y no hace tampoco caso, como si todo fuera nada, puesto que él está muerto en Nuestro Señor...” ( Catecismo Cristiano, 1ª parte, lección 22 ).

 

   Después de haber intentado evocar el aspecto bajo el cuál el Bienaventurado  Champagnat veía el pecado, es normal preguntarnos cuáles son las faltas que atormentan más su espíritu, aquéllas que él combate habitualmente. La composición de la lista depende evidentemente del auditorio al cuál se dirige, y que están relacionadas con su propia vida espiritual.

 

   Encontramos una indicación general sobre las preocupaciones pastorales del Padre Champagnat en la lista de las exhortaciones morales encontradas  en sus manuscritos:  Impureza, embriaguez, perdón de las injurias, santificación del domingo. Para lo esencial, esa será la materia de las requisitorias que la tradición oratoria de la época incluye gustosamente en los sermones: cf. “Discurso sobre el Infierno”, p. 11; “Memorare Novísima”, p.23; Sermón sobre la Conversión, p. 112.

 

   Al observar, se ve claramente que el pecado impuro atrae muy especialmente la atención del predicador. Habitualmente está a la cabeza en las menciones y se convierte en el objeto de una insistencia particular. Si el llamado al orden es menos importante, es casi siempre la impureza bajo una u otra de sus formas, quien sale al quite. Allí se encuentra toda la gama de las faltas contra la castidad, desde “las malas miradas”, hasta las “acciones infames” ( p. 24 ). Se tiene la impresión  de que el predicador no se preocupa mucho de evitar la susceptibilidad de su auditorio, mensurando los términos de sus amonestaciones, al menos en esta materia:

 

   “Hijas sin pudor y sin modestia que frecuentan las reuniones mundanas.” ( p. 5 ) piensan, padres y  madres, maestros y maestras, que tienen la debilidad de dejar ir a sus hijos y a sus criados a esas abominables asambleas. Piensen en ello, sobre todo, los desgraciados que prestan sus casas para hacer de ellas lugares de prostitución. Sus casas son tragaluces del infierno, que infectan el universo.” ( p. 53 ).

   Notemos que todas las expresiones enérgicas de este pasaje, son del Padre Champagnat. He aquí las fases correspondientes a su modelo: “...que tienen la debilidad de dejar ir allí a sus hijos y a sus criados...que prestan sus casas para esos desórdenes ( Curso de Instrucciones Familiares, Bonnardel, T 5, p. 477 ).

 

   En cuanto a la expresión “hijas sin pudor”, la encontramos varias veces bajo la pluma del Padre Champagnat. ( cf. p. 112 ).  Éste, no duda en copiar las expresiones de su modelo en la evocación de un condenado: “Vean sus manos despellejadas, ardientes, justo castigo de sus acciones vergonzosas y de sus sucios tocamientos...Vean por último, al joven niño a quien él había instruido acerca del mal, quien con un látigo en la mano...( p. 12 ) .

 

   El vicio de la impureza está fácilmente asociado con la frecuentación de los bailes  y de las tabernas, tanto en las amonestaciones de los predicadores, como en las costumbres populares.

 

   “Yo los conozco, profanadores de los santos días de fiesta y del domingo; bailadores y bailadoras, ustedes que despreciando los sabios consejos, advertencias de su digno pastor, corren al salir de este santo lugar a las tabernas, guaridas de los demonios.” (p. 11 )

 

   Esas alegrías lugareñas incitan muy particularmente el celo del Padre Champagnat. Sólo en el sermón sobre la Conversión, ( p. 12 ) encontramos cuatro expresiones destinadas a denunciar: “Abominables asambleas –asambleas diabólicas- abominables fiestas- asambleas mundanas.” La mención de la embriaguez tiene su lugar como se podía esperar, en las acumulaciones de vicios de las que se nutren las requisitorias de los sermones, como era costumbre. “Yo los conozco bastante para que se sometan a mí, calumniadores, rencorosos, murmuradores, borrachos, fornicadores, orgullosos y ustedes, avaros, y ustedes, injustos ladrones de los bienes ajenos.” ( p. 11 ).

 

   Descubrimos al mismo tiempo otro lote en el campo de las flaquezas morales de los habitantes del campo: Son los pleitos entre los habitantes de la aldea, y entre los miembros de la parentela, alimentados, se adivina, por el reparto de los pobres recursos económicos. En esta época post revolucionaria en donde el pensar distinto se afirma en las mentalidades, la política podría estar también allí presente. No obstante, los remordimientos del pecador moribundo, parecen, sobre todo hacer alusión a los dramas vividos en esta sociedad en miniatura, que es la familia para cada individuo:

 

   “Veo el odio que he alimentado en mi corazón contra mis padres, cuando estaba bajo su dependencia, el mal que yo les he deseado, los defectos que he dado a conocer, las injurias, los malos tratos que les he dado. Veo todo eso que he hecho o deseado de mal a mis hermanos y hermanas, a mis maestros y maestras, todos los rencores que he guardado en mi corazón, las murmuraciones, las calumnias, los juicios temerarios; veo las injusticias que no he podido reparar” ( p. 24 ).

 

   En cuanto a la observancia del precepto dominical, se tiene la impresión de que las reprimendas del celoso vicario son más por la tibieza, que sobre verdaderas faltas :

 

   “ Y ustedes que aman hacerse ilusiones y equivocarse creyendo que santifican el santo día domingo, escuchando una primera misa y así pasando el resto del día...pero que perdiendo el tiempo que Dios les da, hacen lo que no cesa de prohibirles, dirigiéndose a los sitios donde se tienen las asambleas diabólicas.” ( 112 )

 

   Veremos adelante, que de hecho, la voluntad expresa del Padre Champagnat, como la del Cura de Ars, es de hacer de su parroquia una comunidad cristiana fervorosa; como hombre práctico, se apoya mucho en la santificación del domingo, para la realización de este programa.

 

  Para terminar este análisis, observemos que el Padre Champagant ha insistido poco sobre un tema frecuente de los predicadores de su tiempo, el sacrilegio. En la página 25 este término forma parte de una enumeración de los pecados directos contra Dios, tomado del texto plagiado :

 

   “Pecados contra la fe, contra la esperanza, contra la caridad, contra la religión, falsos juramentos, maldiciones, imprecaciones, blasfemias, profanaciones, sacrilegios.”

 

   La malograda instrucción sobre la comunión, de la página 70 da la misma impresión de ser artificial: Es un revoltijo pesado de tópicos irregulares en los que el término “sacrílego” parece responder más a la necesidad de encontrar con qué llenar su hoja, que de un verdadero problema pastoral. Porque todo hace pensar, y la historia lo confirma, que en esas montañas del Forez las poblaciones han permanecido sólidamente cristianas, conservando, con la fe, las tradiciones de la práctica sacramental regular y asidua. Habiendo sido asegurado ese núcleo esencial, queda la lucha, siempre abierta, contra las pasiones y las debilidades humanas:  La impureza, la borrachera, los pleitos. Aparte de esto,  el celo del pastor se enfrenta con el problema de la formación en el espíritu de fe, en la vida de oración y en la unión con Dios. Es en este punto donde se unen las trayectorias del pastor y de las ovejas, para no formar más que un mismo camino hacia la santidad.

 

   “En este tiempo, el laico, a ejemplo del monje, posee todavía una regla de vida: El espíritu de San Benito, anima, sin que se ponga esto en duda, su conducta diaria. La aldea norma su existencia, a ejemplo de una casa de oración, de trabajo y de paz.”  (Daniel Pézeril, Pobre y Santo Cura de Ars, Libro de Vida, p. 92 ).

 

   El ideal de oración y el ideal de pureza hacia el cual el Padre Champagnat impulsa a sus parroquianos, reflejan sus propios deseos de santidad. Posiblemente, podemos ir más lejos y remontar hasta las lecciones y los ejemplos de esta tía, Hermana de San José, que ha dirigido los pasos del niño en los caminos de la piedad.

 

   El examen de los textos relativos a la muerte, deja al lector perplejo, sobre todo si éste los quiere colocar en la categoría de la lógica. El Padre Champagnat es sensible al problema y se deja penetrar por él: Las páginas 53,54, testimonian movimientos de oratoria sinceros y  detalles personales en la descripción, indicios de un real compromiso en el desarrollo del tema. Es todavía de ese importante asunto que nos habla la pequeña nota garabateada, después de la segunda versión del mismo tema “Statum est” ( pp. 54-55 ) sobre la página que permanece en blanco: “Mi Dios, estoy perdido si no cambio bastante de vida.” Pero la impotencia del Padre Champagnat  ante una síntesis lógica un poco más difícil, lo conduce a fraccionar su sinceridad, o sobre todo, a adoptar actitudes igualmente verdaderas, pero que parecen opuestas. Tomemos pues, los movimientos sucesivos que nos permitirán, posiblemente, formarnos finalmente, una idea de conjunto.

 

   Partamos todavía del pequeño párrafo consagrado a la muerte ( p. 90 ), en el esquema de las meditaciones propuestas a los hermanos en retiro. El borrador no lleva ninguna idea original: El conferencista se pone límites y un escenario, destinado a ser vivificado por su reflexión y su fervor personal. La distinción del inicio “lo que hay de cierto en la muerte y lo que hay de incierto”, es un plan cómodo, gustosamente adoptado por los predicadores de la época. Tiene la ventaja de  influir en la descripción realista de la muerte física destinada a producir un choque “saludable” en vista de la conversión, al mismo tiempo que abre una vasta perspectiva para la evocación de las angustias del pecador que llega al umbral de la eternidad.

 

   “Además de que la religión está fundada sobre esas terribles verdades de las que sus ministros no podrían dejar de hablar de ellas y que son más eficaces para realizar impresionantes conversiones...Yo no conozco temas que abran campo más amplio al arte oratorio.” ( Maury, Ensayo sobre la Elocuencia de la Cátedra” T I, p. 152 ).

 

   Por otra parte, la continuación parece indicar que el Padre Champagnat entra en el camino sugerido.

 

 

   “El juicio particular, juicio general; resurrección de los muertos en el Valle de Josafat; separación de los justos; sentencia.”,

 

   El hecho es que en los manuscritos encontramos ocho sermones, más o menos completos, sobre el tema  de la muerte, de los que hay cinco versiones del mismo tema “Memorare Novísima.” Admitiendo la influencia de las costumbres pastorales del tiempo sobre un espíritu prácticamente desprovisto de iniciativa intelectual, observamos que el Padre Champagnat ha mordido bien el anzuelo. Además de la dureza de la vida en esas montañas pobres en recursos, además de las desgracias de las guerras de la República y del Imperio, la muerte era un fenómeno muy frecuente en ese tiempo en el que las familias eran numerosas y la esperanza de vida reducida. Por otra parte, hay en el carácter del Padre Champagnat algo de austero, a pesar de su dinamismo y de su atracción.

 

   “Inspiraba respeto, y aún, frecuentemente, al abordarlo por primera vez, timidez.” ( Vida II, p. 3 ). Esta inclinación personal por el tema, habrá pues comprometido a nuestro predicador a imitar a sus modelos, llevándolo muchas veces a la dureza en la expresión o la orientación de las ideas. No obstante, el sentido de lo real y del  equilibrio y también, probablemente, su simpatía y su amabilidad naturales, lo salvan muchas veces.

 

   El tema “Memorare novísima et in aeternum non peccabis”, claramente copiado en su conjunto y repetido cinco veces, reducen con obstinación esos “novísima” a la muerte del pecador y de un pecador condenado al infierno.

  

“Yo debo morir y a la hora de la muerte, si vivo mal, ¡ cuál será mi angustia en ese último momento! Es lo que me dice el Espíritu Santo en los Proverbios de Salomón: En el momento de la muerte, Dios se ríe de los que se han reído de él, al negarse a escuchar a sus ministros y a convertirse. Vamos a hablar hoy  del desdichado fin de los pecadores. Los vamos a considerar tristemente tendidos en su lecho. Consideremos el pasado, el presente y el futuro.” ( p. 23 )

 

   Los pecados van al asalto del pecador y lo penetran hasta la médula.

 

   “Descenderán con él en el infierno y allí agitándose esos gusanos en esta infame podredumbre que alimentará los fuegos iluminados por la cólera de Dios...Dirán que es carroña la que se remueve; pero de ningún modo, esos gusanos que ustedes ven en gran número, forman una misma cosa con el cadáver. He aquí la imagen perfecta de un pecador que va a morir.” ( p. 58 )

 

   Si nosotros estamos físicamente casi hastiados por semejantes evocaciones, es a la delicadeza de nuestra alma, a nuestra confianza en Dios, que parece oponerse otro pasaje de los manuscritos “Memorare novísima” ( p. 33 ). El Padre Champagnat lo copia, posiblemente desde el seminario, y lo adapta con sus retoques personales que comprometerán el desarrollo lógico, pero sin destruir su aspecto desagradable:

 

   “Ese sacerdote acaba de absolverme, ¿y Dios no acaba de condenarme?...¿Cómo me perdonaría él que sabe lo que hubiera hecho si hubiera todavía vivido? ( p. 37 ). Porque si él ha recibido el Sacramento de la Penitencia, eso ha sido sin contrición, sin enmienda, y sin deseo de corregirse.”( p. 38 )

 

   Claramente se tiene la impresión de que el predicador se ha propuesto empujar sistemáticamente al pobre hombre al infierno. Esta impresión es tanto más molesta en cuanto que el Padre Champagnat no aborda el segundo punto, destinado a hacerse durante el primero y que debería tratar de “la preciosa muerte de los justos.”

 

   Pero fijémonos más sobre dos sermones que tienen el mismo tema “Statum est omnibus hominibus semel mori” que el Padre Champagnat copia de Bonnardel. Aquí podemos expresar nuestras observaciones con más certeza, porque podemos determinar elementos claramente atribuibles al compilador.

 

   Hay primero una duda bastante significativa sobre la orientación del discurso: “Voy mis hermanos a describirles, lo que pasa a la muerte del pecador” ( p. 53 ). El texto del manuscrito continúa por “y a la muerte del justo”, pero esta parte está tachada. Es verdad que el Padre Champagnat sigue dos modelos: T 5, p. 477, “Sobre la muerte del justo y del pecador.” Si opta por la muerte del pecador, no escapará a la confusión, puesto que describe la muerte de todo el mundo: “Imagínense que está en el lecho de muerte” ( p. 53 ). ¿En qué medida esta comparación lleva a las convicciones del orador.? En todo caso, es una tendencia bastante habitual en Champagnat el redondear la expresión y agrandar el dominio del pecado abrumando como por gusto a la pobre naturaleza humana. “¿Cuál será su confianza en la misericordia de Dios, ustedes que han abusado de todas las advertencias de sus pastores, con relación a todas las gracias que han recibido.?” ( p. 54 )

   

 “En primer lugar, ¿qué uso ha hecho ese pecador de la salud? La ha empleado en atesorar riquezas por medio de infames usuras, por rapiñas, por robos, en una palabra, por toda clase de medios injustos. Ha empleado, o más bien digamos, la ha arruinado, dándose a la borrachera, a los excesos a las intemperancias y a los crímenes infames contra la santa virtud de pureza. No hay un día en que no haya cometido un gran número de pecados...No comete más el pecado porque no tiene fuerzas para cometerlo...Si se confesaba, era sin intención de cambiar de vida, sin un firme propósito de enmendarse, en una palabra, sin contrición y por eso, profanando los sacramentos...” ( pp. 54-55 )

 

   Y el fin es mostrar “cuál es su desesperanza a la hora de la muerte” ( p. 54 ). La palabra es probablemente arriesgada aquí, no verdaderamente pensada; forma parte de la “literatura” de la época, sobre el tema. Por otra parte, es preciso no olvidar que el fin dado a conocer de esos sermones, es el de impresionar y llevar a la conversión. He aquí una nota de Bonnardel que puede ser tenida en cuenta para el “modo de empleo” de su sermón.

 

   “El día de la fiesta del santo patrono, en Vísperas, se predicará alguna de las grandes verdades: O el pecado mortal, o el infierno, o la muerte, con el fin de apartar a los fieles de los excesos que tendrán lugar en ese día. Se podrá dar la instrucción que sigue.” ( Curso de Instrucciones Familiares, T. 5 p. 476 ).

 

   Añadamos en defensa del Padre Champagnat que los pasajes citados ( p. 54-55 ) forman parte de un borrador en el que intenta  arreglar el sermón por propia iniciativa, las acumulaciones de pecado son imputables en parte a su incapacidad y a su falta de inspiración. Pero se trata posiblemente también de una elección por la humildad, uno de los principios básicos de la espiritualidad francesa, muy en boga en el Seminario de San Ireneo, y particularmente sobresaliente en el cenáculo marista. El Padre Champagnat hace de ella uno de los principales objetos de su combate espiritual. ( Cf. Vida, II, p. 179 ).

 

   Por otra parte, si hay un cierto pesimismo en las fórmulas con respecto a la naturaleza humana, reflejo, sin duda de la formación recibida, el Padre Champagnat la neutraliza sin dificultad en la práctica apostólica, por su sentido de lo real y su legendaria bondad. Como en general los sermones no están completos, son la atrayente personalidad y la santidad del predicador que pesarán sobre todo en la balanza.

 

   No obstante, la objetividad nos impone mencionar que la adaptación es muchas veces  prueba de moderación, si la comparamos con el modelo. Él parece utilizar a los jóvenes para agobiar más a los adultos responsables, y no sigue su modelo, cuando vuelve a tomar las advertencias, subrayándolas por medio de las amenazas del infierno. ( Cf. Más alto, p. 57 )

 

   El esquema de meditación sobre el infierno ( p. 90 ) no comprende más que algunas palabras: Reproduce el plan del “Discurso sobre el Infierno” que se encuentra en versiones paralelas en los manuscritos. La mención del “Infierno de los sacerdotes” nos introduce de lleno en los procedimientos y las costumbres de la predicación de la época. ( ciertos predicadores “especializados” habían creado además, otra categoría: “El Infierno de los Religiosos”. De hecho, hay poco qué decir de los sermones sobre el infierno, ( de los que no hemos podido encontrar la fuente ), sino que reproducen el estilo y los temas comunes de ese tiempo de “terrorismo espiritual” que abusaba del incentivo del miedo para intentar conmover y ocasionar “con muchos trabajos una masa de bautizados frecuentemente reacios o seducidos por otros llamados.” ( A Latreille, Historia del Catolicismo en Francia, III, p. 262 ).

 

   Estamos en la generación del Cura de Ars que parece haber llevado al paroxismo la severidad del lenguaje.

 

   “Ustedes pueden contar con que todos los sacramentos que han recibido son más o menos sacrílegos.” ( D Pézeril, Pobre y Santo Cura de Ars, p. 118 ). “¡Cuántas almas en el infierno!...Los pecadores caen allí por millares continuamente...¡Cuántos cristianos condenados, cuántos cristianos perdidos, ya perdidos!” ( Ibid. P. 131 ).

 

   Después de estas afirmaciones desconcertantes, estaremos menos extrañados de ver “un joven niño” ( p. 21 ) imaginado en el infierno por el Padre Champagnat, o más bien por su modelo, o escuchar estas palabras dirigidas al buen pueblo cristiano: “Si la mayoría de las veces, no cambian de vida, el infierno, después de su último momento, será su herencia.” (p. 130 )

 

   Para intentar equilibrar nuestro juicio frente a esas formas de escribir y de hablar que nos desconciertan hoy, recordemos que el Padre Champagnat no era capaz de remontar una corriente que dominaba la predicación de su tiempo: Su celo debía servirse de los medios disponibles. Por otra parte, él tenía por naturaleza y por influencia del medio, una real inclinación a la austeridad. Hoy todo nos lleva a abusar en sentido contrario, pero las palabras inspiradas no pierden, por tanto, su verdad y su actualidad: “Memorare novísima et in aeternum non peccabis.” Los santos las han tomado en serio, es posiblemente a causa de esto, que ellos han entregado algo de su tiempo y de su carácter.

 

   Pensando en el Cura de Ars y también en el Padre Champagnat, se tiene la impresión de que los santos no conocen más que dos categorías: El pecado y la santidad. Es la misma conclusión que viene al pensamiento con la lectura del sermón “Sobre la Conversión” ( p. 112 ) que se puede suponer completamente compuesto por este último. De la requisitoria contra los festejos peligrosos, las tabernas y la observancia mediocre del día del Señor, pasa al ejemplo de los santos y de los mártires. Después de esta transición significativa y de una exigencia ingenua, “¿ es así mis hermanos, que ustedes se comportan?” ( p. 113 ), pasa a proponer una vida cristiana ferviente, donde los deberes religiosos y morales se relacionan expresamente con el mandamiento del amor. Todavía una transición “apremiante”: “¿Se reconocen en este retrato?” ( p. 113 ) y la conclusión está allí:

 

   “Que todos, pequeños y grandes, comiencen desde este momento dándose al Señor.” ( p. 114 ). El resultado no deja duda, visto el fervor y las calurosas invitaciones y llenas de comprensión del predicador: “Si tales son sus disposiciones, mis queridos hermanos, vengan con el corazón contrito y humillado, con confianza a lanzarse al pie del sagrado tribunal.” ( p. 114 )

 

   Pensamos seguir el mismo movimiento indicado por el Padre Champagnat examinando de más cerca su programa de conversión, expuesto en el sermón del mismo nombre y resumiendo en seguida en una reflexión global  los diversos aspectos de su enseñanza sobre el Sacramento de la Penitencia.

 

   Después del examen de sus métodos de composición, tenemos bases para afirmar que el Padre Champagnat es incapaz de desarrollar un tema en forma orgánica o continuar un tema sin interrupciones.  Entonces, después de un ejercicio estéril de composición al que se entrega por obligación, su alma ardiente y apostólica, entrega su contenido, deja exhalar sus perfumes, como un jardín aquejado por la tormenta. Porque este joven sacerdote, a falta de bellos discursos, da todo lo que tiene, su doble tesoro de ideal de santidad personal y de ideal apostólico, a través de un alma ardiente y buena.

 

   No volvemos sobre las ideas que forman la primera parte del sermón, habiéndolas ya analizado cuando vimos el párrafo sobre el pecado.  No obstante, el estremecimiento de movimiento de conversión comienza normalmente por el reconocimiento del estado de pecado, estado de alejamiento y de mala voluntad personal respecto a Dios. En una exhortación análoga, el Padre Champagnat expresa:

 

   “Mis hermanos ¡tengamos un poco de buena fe!” ( p. 51 ). “Ustedes están fatigados cuando se trata de asistir a los oficios, pero, ¿es necesario asistir a esas abominables fiestas? Desde luego, más fatigas, más dificultades. Yo les pregunto una vez más, ¿Allí es donde se conoce la importancia de la salvación?” ( p. 112 ) “Porque, ¿Cómo cumpliremos, mis hermanos la ley de amar a Dios, todas las veces que dejamos para después el asunto de nuestra salvación y le damos el primer lugar a los asuntos que son temporales? ¿Todas las veces que después de haber escuchado una primera misa, pasan el resto del día sin hacer ni oraciones, ni lecturas, ni obras de caridad!”? ( p. 51)

 

   El ardiente predicador abandona poco a poco el campo del pecado y de los deberes esenciales para reprochar a sus fieles su tibieza e impulsarlos a una vida cristiana fervorosa, comprometida a fondo. Se trata de emplear bien el tiempo del domingo, y sobre todo de no desperdiciarlo en diversiones frívolas; estas situación apasiona tanto al pastor, que no duda en recurrir a las amenazas.

 

   “Si el servidor del que habla el Evangelio fue condenado a tener los pies y las manos atadas y a ser arrojado al fuego porque no había hecho producir los talentos que le habían sido confiados, con mayor razón serán ustedes condenados, ustedes que los derrochan. Y no obstante,  no piensan en esto, que desgraciadamente se refiere a ustedes.”

 

   El empleo de la frase indica el agotamiento de una vaga oratoria. Pero, he aquí un nuevo impulso de fervor que va a culminar en “el amor de Dios por encima de todas las cosas”para volver a bajar en seguida y exhortar a la fiel observancia de los deberes del cristiano y a una vida de asidua oración. Ese movimiento hacia las alturas, esta nostalgia de las hazañas de los santos y de los mártires, es el ideal personal del joven sacerdote que ha tomado el relevo del predicador e intenta atraer en su seguimiento a su auditorio cristiano.

 

 “Además de todo lo que ha hecho  J.C. para salvarnos, vean lo que se hace y lo que todavía hacen todos los días tantos santos de todas las edades y de todos los sexos, por salvar las almas. Cuántos santos sacerdotes que no han temido sacrificar su bien, su reposo, salud, libertad, su vida, en una palabra, todo lo que ellos han tenido por más precioso y de más querido. Nadie les ha impedido trabajar en la conversión de los pecadores, ni los tiranos más crueles, ni los tormentos más insoportables...¿Es así hermanos, como ustedes se comportan?...( p. 112-113 )

 

   Es evidentemente fácil quejarse y destacar la incorrección de las frases, la enumeración destinada a reemplazar la inspiración ausente, la falta de lógica en la continuación de las ideas. No obstante, es también verdad que se puede percibir allí, huellas de una verdadera elocuencia y el movimiento de una lógica del ser, impulsos del corazón, de santidad. Otro predicador hubiera construido un discurso muy lógico y hubiera, posiblemente, encontrado ridícula la idea de hablar de los santos y de los mártires en un sermón sobre la conversión. Hubiera indicado el camino, hubiera impulsado; no hubiera arrastrado. Él, posiblemente no hubiera pensado jamás en evocar un ideal de unión a Dios y de camino de oración ferviente en un discurso que termina por una invitación apremiante al confesionario. Se ha dicho que los grandes pensamientos vienen del corazón.

 

   “Desde su levantada, comienza por ofrecer su trabajo a Dios, mediante una elevación del corazón: Dios mío, yo te doy mi corazón, dame el tuyo.” ( p. 113 )

 

   En la exhortación a los cristianos, es el alma del joven sacerdote que se revela, hasta hacernos dudar sobre el verdadero destinatario de las consignas dadas. La jaculatoria convierte ciertamente mejor al fervoroso sacerdote, heredero de los discípulos del Sr.

Olier, quien ha hecho de un recuerdo sulpiciano una práctica personal de unión al “interior de Jesús”.

 

   Siguen el ofrecimiento del trabajo, la lectura espiritual y la oración de la tarde en familia, sin olvidar la visita al Santísimo Sacramento .Las frases que encuadran este programa, muestran que el celoso vicario lo toma muy en serio: De tal manera la santidad se impone a sus ojos.

 

   “Pero, lo que sabemos es que hay muy pocos que se preocupen por su salvación, y es N.S.J.C. quien nos lo enseña cuando nos dice que muchos son los llamados y pocos los escogidos.” ( pp. 113-114 )

 

   Después de haber examinado la parte de la torpeza literaria y de las ideas teológicas recibidas y que el Padre Champagnat no era capaz de volver a analizar, quedémonos con la fuerza de la convicción de que no reconoce otros cristianos, que los cristianos fervorosos. Después de todo, Cristo no fue menos categórico: “El que pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás, no es digno del Reino de los Cielos.” ( Lc. 9, 62 ). He aquí hasta dónde va el ideal cristiano. Posiblemente, sólo los santos lo comprenden bien. Hay, en todo caso por qué permanecer confusos y materia para buenas resoluciones. El movimiento de vuelta ha sido bosquejado por las ardientes palabras del predicador: Se desea acercarse a Dios, se lamenta el pecado, no hay más que dar el paso decisivo de la confesión.

 

  “Que todos, pequeños y grandes, comiencen desde este momento dándose al Señor.” ( p. 114 ) Expresión de la generosidad pronta y resuelta que va más allá de los límites habituales de la “conversión”. Es el resultado integral.

 

   “Mi Dios, yo he tenido la desgracia de ofenderte”...El pecador, colocado directamente frente a Dios, toma conciencia de su oposición personal a su majestad y a su bondad: No hay verdadera conversión sin un verdadero sentido de Dios. “...desde este instante yo renuncio...voy desde este momento, voy a lanzarme a los pies de un caritativo confesor...”  El movimiento de conversión se expresa en una generosidad pronta y total. Son sobresalientes los bellos movimientos del corazón; pero un instante después, he aquí la angustia frente a la  actitud demasiado conocida de nuestro yo habitual: “El espíritu está pronto, pero...” Audacia de la empresa frente a la debilidad humana. De allí el grito respetuoso del hijo hacia su madre celeste que él sabe que es acogedora y caritativa para con los pecadores, “Santísima Virgen, tú que eres nuestra madre, el refugio de los pecadores, es bajo tu protección que voy a trabajar en mi salvación.” ( p. 114 ) He aquí una devoción mariana perfectamente comprendida: A Jesús por María.

 

   No olvidemos destacar un detalle que es un factor importante en el éxito apostólico del Padre Champagnat: Adopta los sentimientos que quiere comunicar al auditorio, se pone siempre en el lugar de los pecadores. Los pasajes que acabamos de citar son un testimonio verbal de esto, por lo hemos visto, son sus sentimientos personales los que animan más bien los cambios del discurso, que aquellos, más interiores, de la conversión.

 

   Finalmente, toda la última parte no es más que la puesta en contribución de la bondad de corazón del apóstol que multiplica sus invitaciones al santo tribunal de la penitencia.

 

   Si, en el curso del sermón, tuvo palabras severas, creemos gustosamente al buen sacerdote cuando concluye afirmando que no trabaja más que para hacer a sus cristianos felices “aún desde esta vida”, y sobre todo en procurarles “después de esta miserable vida, la felicidad eterna.” ( 9. 115 )

 

   Unimos a esta sección algunas notas sobre el sermón intitulado “Medios de aprovechar las oraciones de las Cuarenta Horas”, que confirma en lo esencial las características dadas a conocer por el estudio que acabamos de hacer sobre la “Conversión.” Como lo hemos señalado en la página 49, ese trozo parece pertenecer a los intentos fallidos de composición personal, y no contiene nada nuevo, salvo la buena voluntad y el fervor. La cita de San Agustín: “Suum est appropincuare ad vos vestrum appropincuare ad illum” traducida por el Padre Champagnat por “J.C. se siente feliz de acercarse a nosotros; nosotros debemos sentirnos felices de acercarnos a él”, presenta de nuevo la oración y la conversión bajo el signo del amor.

 

   Encontramos también su actitud habitual, consistente en ponerse en el lugar de los fieles, respecto al sentimiento de pecado, de reparación y de movimiento de acercamiento a Dios:

 

   “Vengo a la oración de sus pastores, para unirme a ellos y a ustedes, para reparar los ultrajes que nuestro Divino Salvador recibe en estos días”...( p. 61 )

 

Observemos una vez más que a la posición doctrinal del Padre Champagnat le falta seguridad y precisión. Ella está ya completa en este punto del inicio, que parece contener una idea rigorista: “Temor razonable de no convertirse jamás si falta esta ocasión.” ( p. 60). Nada de piadosas exageraciones, producto del celo ferviente del predicador, exponiéndose a la crítica:

 

   “Cuántos santos, que están en el cielo, no estarían allí si hubieran desaprovechado el momento favorable.” ( p. 60 ) Hay, ciertamente momentos cruciales en la vida de un hombre, pero el hecho de fallar en ellos o fallar en alguno, no ocasiona necesariamente la condenación: En la bondad de Dios, todos los momentos de la vida son favorables. “Cuántos condenados en el infierno y que no están allí sino porque no han aprovechado las menores ocasiones, o que las han despreciado.” ( p. 60 )  Si el hecho de “desaprovechar las menores ocasiones” de gracia fuera suficiente para ir al infierno, ¿quién estaría en el cielo?

 

   Si los diez leprosos no hubieran venido al encuentro de Nuestro Señor ( ellos ) ¡No hubieran sido curados! Si el centurión no hubiera pedido la curación de su siervo, si le hubiera fallado en esta ocasión convertirse, no se hubiera convertido jamás.” ( p. 60 ) El centurión ( Lc. 7; Mt. 8 ) es ya un modelo de fe y de humildad. Y si se trata del oficial real  (Juan 4 ), el efecto de la diligencia  será llegar a la fe total luego de la constatación de la curación. Hay que recalcar bien que probablemente, no tuvo en su vida una gracias semejante, que está lejos de ser pequeña y ordinaria. De igual forma, el reencuentro de los leprosos con Jesús es difícil de asimilar en las “menores gracias”.

 

   En todo esto, el Padre Champagnat no es lógico con él mismo. Los ejemplos muestran que se trata de una gracia única y excepcional, que orienta verdaderamente el destino de un hombre, y no de “aprovechar las menores gracias.”Por otra parte, con el Padre Champagnat ese defecto es probablemente imputable a su falta habitual de síntesis que lo hace incapaz de disponer los elementos para una frase más complicada y con mayor razón, ordenar los elementos progresivos de un discurso.

 

   Las instrucciones sobre el Sacramento de la Penitencia exigiendo posiciones doctrinales o disciplinarias precisas, el Padre Champagnat las ha tomado de obras que tenían fama, como el “Misionero Parroquial de Chevassu.” Esta precaución puede ser explicada tanto por su voluntad de ortodoxia, como por el conocimiento de los límites de sus capacidades. Estos textos han sido pues rápidamente analizados, sea en el capítulo de las fuentes del Padre Champagnat, sea en el de sus Métodos de Preparación.

 

   Cuando los temas parecen completamente copiados, se conoce por el aparato demasiado didáctico  que el Padre Champagnat no es él mismo, y revela frías abstracciones en las que no se puede encontrar su temperamento práctico y ardiente. Es superado por la tarea de simplificación. Sus instrucciones habrán tomado entonces todo su valor en los comentarios vivos a partir de esos textos ajenos.

 

   Ya hemos señalado que las modificaciones de detalle en la adaptación de los otros temas, revelan sus preocupaciones por animar con movimientos de piedad, las fórmulas abstractas o didácticas, vivificándolas para su propio fervor. Tiene simplificaciones adecuadas y se muestra muchas veces más equilibrado que su modelo, evitando las fórmulas excesivas o los detalles curiosos e inútiles. Mencionemos, por ejemplo, que no menciona los casos de rechazo de absolución: Eso se refiere a los confesores. En el sexto lugar de la enumeración de Chevassu se niega la absolución a los que tienen el hábito del pecado mortal “hasta que no se vea en ellos un verdadero cambio de vida.” No tenemos testimonios sobre este punto particular, pero los testigos son unánimes en afirmar que el Padre Champagnat era un confesor muy apreciado al que no se le dejaba una vez que se le conocía.

 

   Dos pasajes de los manuscritos parecen más característicos de las perspectivas en las cuáles considera el Padre Champagnat las obligaciones de la vida cristiana. En ninguno de los dos casos, el fin principal es exponer sistemáticamente las obligaciones de los cristianos. Es un género de programa improvisado que tiene más oportunidad de reflejar las convicciones personales del orador. Se recalca la observancia del domingo y constituye como una encrucijada en donde desemboca y se expresa el amor de Dios y de donde parten y se ramifican las diversas obligaciones.

 

   En el sermón sobre la Purificación, se trata de imitar a la Santísima Virgen que “observa todos los Mandamientos con una escrupulosa fidelidad.” ( p. 50 )

 

   “Porque cumplimos, mis hermanos, la ley de amar a Dios, todas las veces que ponemos en el primer lugar de nuestros importantes asuntos, los que sólo son temporales: Todas las veces que dejamos para después el asunto de nuestra salvación; todas las veces que después de haber oído una primera misa pasan el resto del día sin hacer ni oraciones, ni lecturas, ni obras de caridad. Guardarás los domingos. Mis hermanos, tengamos un poco de buena fe” ( p. 50 ).

 

   Si es necesario observar los Mandamientos “con escrupulosa fidelidad”, es que se trata de “la ley del amor  a Dios” que se expresa prácticamente en la santificación del día del Señor. Ese día está consagrado al  “negocio de nuestra salvación”, por la oración, las santas lecturas, la práctica de la caridad. El cristiano que se habrá fortalecido en este ambiente de fervor espiritual, que habrá despertado  y alimentado en él la llama del amor de Dios, habrá de igual forma de santificar los trabajos y los sufrimientos que le esperan en la semana, permaneciendo fiel a los Mandamientos de su Señor. El pequeño programa de la página 113 es idéntico por el fondo. En el sermón sobre la conversión, el Padre Champagnat acaba de recordar los ejemplos de fidelidad y de coraje de los santos y de los mártires. Decididamente, el fervoroso vicario no va más que por cuatro caminos:

 

   ¿”Es así, mis hermanos, como ustedes se comportan? ¿Es así que ustedes santifican sus trabajos, sus sufrimientos? Porque un cristiano, en el estado en que ustedes han santificado el domingo, cumplido todos los Mandamientos de Dios y de la Iglesia,  ama a Dios por encima de todas las cosas, porque él es infinitamente bueno, misericordioso y que nos ha colmado de beneficios de todo género. 2º cumple todas las obligaciones de su estado.”

 

   En lo fundamental de la cita, encontramos los mismos elementos esenciales : Santificación del domingo, observancia de los Mandamientos, amor de Dios. Pensamos que esas formulaciones espontáneas están sostenidas por un real sentido de Dios, del que las primeras exigencias son la oración y las adoración. El resto debe transcurrir normalmente y no estará expuesto a los peligros del formalismo rutinario. Pero, puesto que este sentimiento religioso es auténtico y puro, quiere que toda la vida sea adoración por la oración de ofrenda y las elevaciones frecuentes del alma  a Dios, a lo largo del día.

 

   “Desde su levantada, comienza por ofrecer su trabajo a Dios, mediante una elevación del corazón. Mi Dios, yo te doy mi corazón, dame el tuyo. Yo te ofrezco mi trabajo y todos mis sufrimientos, en unión a los sufrimientos de Jesucristo, en satisfacción por mis pecados. Es necesario todas las tardes alguna lectura cuando toda la familia está reunida y la oración en público. Es respetuoso y recogido en la iglesia. Es cercano, no deja pasar ningún día sin ir a visitar al Santísimo Sacramento del altar.” ( p. 113 )

 

   Esos mismos elementos, ampliados, se encuentran en el capítulo de la Vida del Padre Champagnat, que trata de su predicación. ( Vida, p. 53-54 )

 

   Se encuentran igualmente en las exhortaciones del Santo Cura de Ars, formado en la misma escuela:  “Sin cambiar nada en lo que haces, insiste él, trabaja en vista de obedecer a sus mandamientos que te ordenan ganar tu vida con el sudor de tu frente y allí tienes un acto de obediencia. Si es para expiar tus pecados, haces un acto de penitencia. Si es con el fin de obtener alguna gracia, para ti o para los otros, he allí un acto de confianza y de caridad.” Siguen las sugerencias de santos pensamientos y de prácticas piadosas que comprometen decididamente la vida de los cristianos en el campo de lo sobrenatural. El último consejo para el día da sentido a todo el resto y nos acerca más claramente a las consignas del Padre Champagnat: “Si se despierta durante la noche, será una bella ocasión para repetir: “Mi Dios concédeme la gracia de amarte en la medida que sea posible que te ame.” ( D. Pézeril, ob. cit. p. 94 ). Nos parece percibir claramente este ideal de vida cristiana perfecta que quería ser la vida monástica, que ella misma ambicionaba reproducir la vida de la primera comunidad apostólica de Jerusalén. El Cura de Ars hacía alusiones nostálgicas al respecto: “Mis hermanos,¡sería bueno vivir en la Tierra!...Vean una casa donde todos viven para Dios, es un pequeño paraíso...La primera dicha es amar un Dios tan bueno.” ( ibid. P. 102 )

 

   Estos pensamientos nos recuerdan la reflexión de un habitante de St-Chamond que conocía bien al fundador de los “Hermanos azules”: “El Padre Champagnat y el Cura de Ars, no eran hombres como los otros: Ellos sabían lo que es la religión.” Los santos son reconocidos y comprendidos por el pueblo de Dios, a pesar de lo mediocres que puedan ser sus capacidades humanas y  su elocuencia. Después de este intento de explicación de la orientación moral del Padre Champagnat, hemos terminado lo esencial de esta sección, habiendo ya analizado la mayor parte de las notas concernientes a los diferentes temas, sea con ocasión de las reflexiones sobre el pecado, sea en la comparación del compilador con sus fuentes.

 

   Encontramos en los manuscritos tres borradores de conferencias sobre la santificación del domingo. La de la página 86 es un texto didáctico que parece más o menos copiado íntegro. Demos a conocer esas páginas que dan una idea del celo requerido para observar el precepto dominical.

 

   “Es preciso desde la víspera, tomar sus precauciones para que nadie venga a impedirnos pasar santamente el gran día del domingo...Un padre, una madre, un maestro...deben dar sus órdenes para que los inferiores cumplan con sus obligaciones de religión.”

 

   En la página 87 el Padre Champagnat reforma el inicio del borrador precedente y continúa con ejemplos históricos y precisiones de los detalles siguiendo, probablemente, la explotación de la misma fuente. Resaltamos aquí la nota siguiente:

 

   “La mejor manera de entender la misa es unirse al sacerdote, seguirlo en las oraciones y los actos que realiza acerca de los misterios de la muerte y de la Pasión, representados en la misa, que es una inmolación.”

 

   El tercer borrador es un cuestionario en el que el Padre Champagnat introduce detalles de la vida campesina que testimonia su conocimiento del pueblo. “Un hombre que compra alguna cosa, está obligado a permanecer en el bar hasta que haya terminado sus negocios...Nos permitirán, si gustan, lavar la ropa. Cortar un poco de hierba para la semana.” ( Es el pueblo quien habla ).

 

   Hemos constatado que las faltas contra la pureza alimentan la mayor parte de las requisitorias, según costumbre de entonces, encontradas en los sermones del Padre Champagnat. Él tenía un alta estima por esta virtud, por ideal ascético personal y a causa de su grande veneración por la Santísima Virgen. La recomendaba y la inculcaba con insistencia a sus hermanos destinados a la educación de la juventud . ( Cf. Vida, II, p. 193 ). Aquí lamentamos mucho que la pobreza de sus medios no haya permitido al santo sacerdote transmitirnos por escrito la expresión positiva de su apego a esta virtud. Los contemporáneos leían este apego en sus ojos, en su vida y en sus actos: Los amantes de los bailes lo temían en toda la región. Aún allí, su celo no podía más que adaptarse a las convicciones morales de su tiempo.

 

   “Hay asambleas profanas en las que los hombres y las mujeres se mezclan, que frecuentemente son ocasiones próximas de impureza.” ( Chevassu, Conferencias, Migne 94, col. 738 )

 

   Y cita a San Juan Crisóstomo :

 

   “La sala donde se baila es como la tienda del demonio, donde expone toda clase de vicios y enciende las pasiones impuras.” ( De Poenit. Lib. II, cap. 6 )

 

   No obstante, no pensemos que la insistencia del Padre Champagnat o del Cura de Ars contra las manifestaciones del buen humor popular no eran atribuibles más que a los piadosos excesos de un celo intempestivo.

 

   “ Han sido necesarios cerca de ocho años al P. Vianney para acabar con el trabajo dominical. En cuanto a las libaciones y festejos que sobre todo los días de fiesta patronal se realizaban al son de los violines con un escándalo y una audacia dignas de Breughel, fue otra historia. Nuestros bailes de las ciudades o de arrabales, con su jazz, su falsa publicidad y su conjunto de contertulios tranquilos o trepidantes, no son gran cosa al lado de esas modas o kermeses atrevidas, de las que la rusticidad por fuertes temperamentos, excluía los términos medios.” (D. Pézeril, ob. Cit. p. 79 )

 

   A la pregunta “¿ Cuáles son los efectos que produce la embriaguez ?” El Padre Champagnat responde con una enérgica precisión: “Cuatro: La pérdida del tiempo, de su bien, de su salud y de su alma.” ( p. 79 ). El último término de la enumeración está  de acuerdo con esta frase de Chevassu, que el compilador no ha señalado:

 

   “Quien hubiera desterrado ese vicio de las parroquias, hubiera cerrado la puerta del infierno y abierto las del paraíso a la mayoría de las gentes del campo.” ( Migne, p. 94, col. 736 ). Conforme también con la práctica del celoso vicario:

 

   “En sus pláticas familiares o en sus sermones, atacaba vivamente los vicios, los abusos y los desórdenes que reinaban en la parroquia. La embriaguez, los bailes, las reuniones nocturnas.” ( Vida, I, p. 57 )

 

   Como buen observador Champagnat sabía que un vicio atrae a otro: “Nolite inebriari vino, in quo est luxuria.” ( Ef. 5, 18 ). Llama también juiciosamente la atención sobre la pérdida del tiempo, ese tiempo que significa trabajo y recursos vitales para las gentes de condición modesta. Pero, sobre todo es sensible al tiempo  que se desperdicia el domingo.

 

   “...pérdida de tiempo que Dios te da para trabajar en tu salvación, y que jamás, aunque lograras vivir cien años, podrás recuperar.” ( p. 112 )

 

   Ese día proporcionado por el Creador para el reposo del cuerpo y la respiración del alma, es un elemento práctico de primer orden en la vida cristiana del hombre demasiado ocupado en los cuidados materiales. Un hombre para quien el fin de la vida es el servicio de Dios y la santificación, no puede más que lamentar amargamente el desprecio que representan las pobres distracciones y el fastidio de los domingos. También  es precioso el tiempo que se emplea al servicio de Dios, realizando una obra que extraña a quienes conocen sus modestos medios. La virtud  del trabajo es objeto constante de sus recomendaciones: Habla de él hasta en su testamento espiritual.

 

   Los dos textos sobre el perdón de las injurias, aunque copiados de Bourdaloue, son testimonio del celo práctico del vicario, que sabe observar dónde corre el más grande riesgo, la caridad  entre las gentes rudas el campo. Sin atribuirle especialmente el mérito, digamos que el pasaje evangélico elegido ( Mt. 18, 23-25 ) testimonia un verdadero sentido de fraternidad humana, como el fundamento puesto al inicio.

 

   “Dios tiene el derecho de ordenarnos el perdón de las injurias”. Llama a un verdadero sentido de Dios. No podríamos terminar la revisión de la lista de las obligaciones cristianas que han dejado una huella en los manuscritos del Padre Champagnat sin mencionar el pequeño programa de educación propuesto a sus parroquianos:

 

   El padre de familia, tiene cuidado de educar a sus hijos en el temor del Señor, les enseña a rezarle, el catecismo y por sus ejemplos les enseña a frecuentar los Sacramentos.” ( p. 113)  Se trata de comunicarles el sentido de Dios, enseñarles a rezarle, a conocerlo y a servirlo, teniendo en cuenta la importancia del ejemplo: La religión se transmite como la vida.

 

   No obstante, de los hijos, el orador pasa a los criados y allí su texto choca de frente con nuestra sensibilidad moderna: “No descuidará nada de todo lo que puede llevar a sus criados a realizar su salvación  y los obliga a frecuentar los sacramentos, sin amenazarlos de echarlos a la calle.” Este celo que afecta la libertad es un recuerdo de la voluntad de “restaurar” un estado de cristiandad. Aquí el Padre Champagnat no parece haber asimilado los nuevos aspectos de la libertad. ¿ Es escrúpulo, o simple conformismo con la enseñanza recibida que el joven sacerdote no osa contradecir ? Sigue exactamente a los otros que consulta igualando a los criados con los hijos. ( Observemos que los criados eran frecuentemente muy jóvenes )

 

   “ Los amos no deben perder nunca de vista que reemplazan a los padres con relación a sus criados, y en consecuencia, han de cumplir respecto a ellos, más o menos las mismas obligaciones que los padres hacia los hijos...” ( Catecismo de Rodes, 1848, T V, p. 145 )

 

   “Dios que ha querido que ellos ( los criados ), sean puestos en este estado,  y que los amos y las amas fueran como padre y madre...( Pret de Fontenailles, manual religioso para uso de personas en servicio o en aprendizaje, c. I )

 

   En este contexto se explica la obligación, y es preciso creer que, vista  la bondad del Padre Champagnat, la amenaza no es más que una fórmula perdida, destinada a permanecer en ese estado, imputable tanto a torpeza del lenguaje, como al ardor del sacerdote demasiado celoso.

 

   Una pequeña reflexión suplementaria sobre la “Plática para el día de la fiesta de Todos los Santos.” ( 9. 43 ), podrá servirnos de transición entre la parte de este trabajo que trata de las obligaciones cristianas recordadas por el Padre Champagnat y aquélla en la que se intenta darse una idea de sus relaciones con Jesucristo.

 

   La esperanza cristiana según Bourdaloue, toma mucha de su fuerza en la comparación con las decepciones del mundo. El Padre Champagnat repite con  Bourdaloue: “Es de fe, mis queridos hermanos, que podemos merecer esta recompensa;” ( p. 43 ). Pero su certeza se inscribe en la esfera de la fe, porque “el verdadero cristiano está lleno de confianza en las promesas de Dios”, de quien “cumple su voluntad”. ( p. 45 )

 

   Él trabaja para un amo cerca “del cual se puede asegurar que no se perderá nada” ( p. 44 ) Si parece ir más lejos sobre la iniciativa del hombre “recompensa que es preciso ganar” ( p. 43 ), es que su confianza en “Nuestro divino Salvador” es tan grande, tan directa, que le hace hacer una excepción en la traducción del texto latino que cita:

 

   “Yo les daré...mesuram bonam...dabunt...” ( p. 46 ) “Yo sé, digo, como él me asegura, que un vaso de agua fresca, dado en su nombre, no quedará sin recompensa.” ( p. 45 )

 

 

 

   Es, posiblemente, esta confianza totalmente vuelta hacia Dios, en la fe, que ocasiona un juicio sin matices hacia las esperanzas mundanas:

 

   “Yo sé que me he confiado a un injusto, un envidioso, un celoso; yo sé, que lejos de recompensar lo que he hecho por él, me pagará con la más negra ingratitud.” ( p. 45 )

 

   Estas dos últimas frases, que, por otra parte, son las únicas de todo el sermón que salen completamente de la pluma del Padre Champagnat, expresan bien la posición resuelta y apasionada de un hombre completamente vuelto hacia Dios. ( Esta interpretación no impide cometer torpezas a un predicador novato ).

 

   Para este temperamento ardiente, en amor apasionado por Jesucristo, se precisa una orientación hacia Dios, cuyo nombre toma el lugar de las demostraciones solemnes y lejanas del texto del gran orador; Nuestro Divino Salvador, Este Divino Salvador, Este amable amo.

 

   Porque el Padre Champagnat es inepto para las abstracciones: El sermón intitulado “La Santísima Trinidad” ( p. 32 ) es una clara prueba de esto. Es sorprendente constatar que rechaza comprometerse en el menor intento de explicar el misterio. Esta capitulación no puede explicarse más que por su impotencia intelectual que  se siente desarmada ante las ideas abstractas. ¿ Quizá se pueda alegar su humildad ? Sí, pero a condición de no olvidar la obligación de insistir sobre un misterio fundamental de la fe cristiana. ¿ Él lo habrá hecho improvisando cuando copia completamente el rasgo de historia con que termina el manuscrito?

 

   Su modelo sentía también dificultad, puesto que intitula su sermón: Para el domingo de la Trinidad, sobre la fiesta de la Trinidad del Santísimo Sacramento y del Sagrado Corazón de Jesús” ( Bonnardel, curso de Instrucciones Familiares, Lyon 1821, T. 8, p. 13 ). Él esboza, no obstante, una corta presentación del misterio, antes de la transición liberadora del tercer párrafo, que el Padre Champagnat, vuelve a copiar, seguramente.

 

   “Volvamos nuestras miradas hacia otros misterios, más proporcionados a nuestra debilidad. El amor de Jesucristo para nosotros en el Santísimo Sacramento del altar y el don que él nos hace en su Sagrado Corazón, será el objeto de dos solemnidades próximas. Preparémonos a celebrarlas dignamente.” ( p. 32 )

 

   La composición está completamente deshilvanada, y rebasa los límites imaginables a partir de la precaución tomada con el modelo. No hay aquí más que un breve conjunto de algunos materiales: Seis líneas de citas evangélicas en desorden, seguidas de una historia terminada con mal gusto. La verdad de fe a ilustrar está por encima de las exigencias de la media psicológica normal, lo que, después de todo, es, posiblemente, la lógica de los santos. ( La más grande sorpresa es,  posiblemente, encontrar una exhortación a la comunión, desde el principio, cuando se esperaban algunas palabras sobre la Trinidad ).

 

   El Padre Champagnat habrá tenido mucho trabajo para dar unidad a todo esto; pero, posiblemente, él no tendría esta preocupación. Su preocupación, probablemente habrá sido insistir sobre el amor de Cristo en el Santísimo Sacramento y bajo el símbolo del Sagrado Corazón, como él dijo en el tercer párrafo. La historia habrá servido de ilustración para las imaginaciones, mientras que el movimiento de los corazones habrá sido puesto en movimiento por medio del fervor personal del predicador. Por otra parte, señalemos que  como se trata en el fondo de adoración y de amor de Dios bajo el velo del misterio trinitario, la reparación ha debido ser largamente hecha por las efusiones, a propósito de las palabras evangélicas, refiriéndose al amor de Cristo por los hombres, a la Eucaristía y a la intimidad con él. Pero qué bella ocasión habrá perdido el Padre Champagnat una vez más, de dejarnos por escrito algunos detalles sobre los pensamientos y los sentimientos que le animaban al evocar ante los fieles “las insondables riquezas de Cristo”, por medio de esas palabras evangélicas que son de las más bellas.

 

   “Vengan a mí, todos los que estén fatigados y cargados, que yo los aliviaré.” Es la compasión del Hombre-Dios para sus hermanos sufrientes y angustiados; él es su refugio y su esperanza. ¿ Qué mejor punto de partida para anunciar: “La Buena Nueva” a ese pueblo que sufre una vida pobre y difícil  y con un sentimiento religioso  sencillo y profundo?. Es probable que el austero sacerdote, que compartía la misma condición, los trabajos y las privaciones con su pueblo, abriera su alma tan grande, a la resonancia del mensaje. Es el mismo pensamiento beatificante del reposo en Dios que aflorará en el alma del infatigable Padre Champagnat al contemplar al Niño Jesús en los brazos de María y de José en el misterio de la Presentación:

 

   “Eres tú quien los alivia. Oh tierno niño, de sus fatigas. Ya comienza a realizarse esta promesa: “Venite ad me qui laboratis et onerati estis, et ego reficiam vos.” ( p. 52)

 

   “El pan que yo daré es mi carne, que debo ofrecer para la vida del mundo. Tomad y comed, este es mi cuerpo, que será entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía.” Es el Verbo de Dios quien ha introducido la vida divina en la naturaleza humana mediante su Encarnación: Él es la “Vida”. Él se ofrece en sacrificio de amor, para quitar la maldición del pecado y convertirse en el alimento espiritual de sus hermanos, a través de los siglos, para la vida eterna.

 

   “El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él; estas palabras que les digo, son espíritu y vida”. La Eucaristía es aún el sacramento de la unión íntima con Dios para esta vida y para la eternidad.

 

   Intentemos resumir lo esencial. Cristo, Hombre-Dios, llama a la humanidad enfrentada con un destino mortal. La rescata de la muerte dando su vida en un sacrificio de amor. Alimenta al hombre con su cuerpo, uniéndose íntimamente a él, para comunicarle, por su Espíritu, la misma vida de Dios.

 

   Completemos esta investigación rápida sobre la fe en Cristo del Padre Champagnat, recordando la fórmula de profesión de fe que proponía a los moribundos presentándoles el crucifijo.

 

   “Mi querido hermano, he aquí la imagen de tu Dios, muerto en la cruz para librarte de la muerte eterna.” ( p. 54 ) Esta formulación de la fe no estás lejos de la de los primeros cristianos, ( Jesucristo, Hijo  de Dios Salvador ), encuadrada con la expresión del afecto fraternal y de la esperanza en la vida eterna. Constatamos que si el Padre Champagant no sabe escribir, sus convicciones se revelan justas  y profundas.

 

   Es la misma impresión que se desprende del encuentro de una invocación a la Santísima Virgen, que concluye la introducción de un sermón sobre la muerte del pecador:

 

   “Virgen Santa, refugio de los pecadores, ruega a tu adorable Hijo para que disponga el corazón de mis auditores.” ( p. 53 ) Esta invocación, introducida en el texto por iniciativa del Padre Champagnat, es una fórmula dogmática completa, al mismo tiempo que la expresión de  piedad. Allí distinguimos las principales prerrogativas de María: Virginidad, santidad, Maternidad Divina, bondad maternal respecto al hombre pecador, poder de intercesión ante Jesucristo, su divino Hijo.  Ya hemos dado a conocer una invocación análoga que confía a la Madona la buena voluntad y la debilidad de un cristiano comprometido en el camino incierto de la conversión:

 

   “Santísima Virgen, tú que eres nuestra madre, el refugio de los pecadores, es bajo tu amparo que yo voy a trabajar en mi salvación.” ( p. 114 )

 

   En la vida espiritual el hombre permanece siempre un niño con paso inseguro y en peligro constante. Es allí donde nosotros sentimos la necesidad de la benevolencia indefectible de una madre, cuya mano guía los pasos y cuya protección nos tranquiliza en el resultado de una aventura que nos supera. Ordinariamente el hombre de acción que es el Padre Champagnat no se da el tiempo para cincelar una fórmula doctrinal. Entonces, su invocación se reduce a un llamado rápido, a lo esencial de la oración: “¡ Espíritu Santo, tu luz,  y tú, Virgen Santa, tu asistencia !”( p. 54 )

 

   Por lo demás, no encontramos en los manuscritos examinados una verdadera instrucción doctrinal sobre la Santísima Virgen, ni sobre Cristo. El sermón sobre la fiesta de la Asunción hubiera podido comprender este aspecto, pero se detuvo en la introducción. Copiando esta introducción, el Padre Champagnat habrá cedido a una pizca de poesía y de  exaltación mística que caracteriza las fiestas de la Santísima Virgen con los Maristas; tanto más, que se trata de la fiesta patronal elegida por el mismo fundador, para su Instituto.  (Introduxerut arcam Domini, Bonnardel, Curso de Instrucciones Familiares, IV, p. 374 ).

 

   Evidentemente, el tema está bien elegido, recordando doblemente la Maternidad Divina, privilegio fundamental de María: Arca de la Nueva Alianza, ella ha llevado en su seno al Autor de la Nueva Ley, él, J.C,, su Hijo, quien la introduce en su propia gloria divina.  (Notemos que San Juan Damaceno recurre al mismo tema en la lectura IV del 2º Nocturno del Breviario Romano ).

 

   No obstante, el Padre Champagnat no parece adoptar el plan de desarrollo propuesto:

 

   “! Oh qué bello día para el Hijo y para la Madre! Es aquí que se hace patente su mutuo amor. María muere, pero es por el ardor de su amor por Jesucristo; J.C. eleva a su madre a los cielos, y es su amor el que rige todo el aparato de ese soberbio triunfo.” ( Bonnardel, ob. Cit. P. 374 ).

 

   “¡ Oh qué bello día para María ! Ella muere y muriendo triunfa de la muerte; es sepultada y triunfa del sepulcro; y es sobre todo en el cielo donde triunfa; es elevada por encima de todo lo que no es Dios.” ( Champagnat, Colección, p. 139 )

 

    Él no sigue pues su modelo en el desarrollo de la muerte por amor, quedando bien claro que no le agradan las sutilezas, ni las cualidades intelectuales para entregarse a ellas. No obstante, permanece que el esfuerzo de simplificación elimina aparentemente al Cristo del desarrollo, después de haberle dado un papel en la introducción. Es preciso decir que en el examen “Muerto por Amor” y “Amor del Hijo  coronando a la Madre”,  no pueden ser tratados más que en frases rápidas y fugitivas, dejando el lugar a desarrollos menos abstractos y más fáciles. ( Esto podría ser un testimonio a favor del buen sentido del Padre Champagnat ).

 

   Por otra parte, si el Padre Champagnat abandona los temas que pìden sutileza e imaginación, los que elige ( recurriendo probablemente a otro texto ), son sólidamente dogmáticos. La muerte de María es verdaderamente un pasaje directo de la vida terrestre, precaria, a la vida eterna en Dios: Este triunfo sobre la muerte supone una santidad perfecta.. –La incorruptibilidad corporal, uno de los aspectos del Dogma de la Asunción, es la consecuencia de la Inmaculada Concepción y de la santidad total, siendo la corrupción de la muerte, tradicionalmente vista como el castigo del pecado.- La glorificación celeste, que exalta a la Madre de Dios, por encima de toda criatura, corona a la “llena de gracia”, y ratifica las palabras evangélicas: “Tú eres bendita entre todas las mujeres...Dichosa la que ha creído...Todas las naciones me llamarán bienaventurada, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas.” ( Lc. 1,42-49 ) El Padre Champagnat habrá dicho “ex abundantia cordis” lo esencial de todo eso a sus hermanos. También habrá insistido sin duda, sobre la imitación de las virtudes que han valido esta glorificación a la Santísima Virgen, como lo hace Bonnardel en su desarrollo. Éste, como es natural, insiste todavía sobre la confianza en la Reina del cielo. Allí, el devoto servidor de María, no dejará de mencionar una vez más el recurso incesante a nuestra Buena Madre.”

 

   De los dos sermones sobre el rosario, el segundo quiere ser una composición personal a partir del primero, claramente copiado. Es uno de los más fuertes ejemplos de indigencia  (intelectual ) de inspiración y de estancamiento. No obstante, descubrimos, todavía allí, rasgos ricos de significado. La frase evangélica en relieve “Mansit autem Maria cum illa”  (Lc. 1,56 ), y la evocación de la vida de Jesús con tanta insistencia, dan una orientación fundamental muy justa a la devoción al Rosario: Revivir los misterios de Jesús en la compañía de María, La definición que da del Rosario, llama la atención por su exactitud, al mencionar a Nuestro Señor antes que la Santísima Virgen como objeto de esta piadosa práctica mariana.

 

   “El Rosario es una devoción establecida para honrar a N.S.J.C. y a su Santa Madre” ( p. 40 ). Remontando la corriente de la piedad popular, preconiza una devoción mariana fundada en la fe, respetuosa del dogma. La divisa del inicio: “Ad Majorem Dei Gloriam et honorem V M” nos coloca desde el inicio en el ambiente fundamental de este ejercicio de piedad. El Padre Champagnat la ha hecho la “oración querida de los Pequeños Hermanitos de María”. No es pues raro, que haya querido tratar el tema de manera personal. Desgraciadamente, sus capacidades lo han traicionado una vez más; y aquí, el fracaso es muy significativo.

 

   El sermón de la Purificación de la Santísima Virgen es un tema compuesto, englobando el misterio , tanto a Jesús como a María, así como a San José. Por otra parte, si la parte principal parece ser hecha en la contemplación, ( el texto es tomado de una meditación de Duquesne, Evangelio Meditado, T I, p. 143 ) las lecciones morales y la imitación son expresamente fijadas, así como lo testimonia la introducción compuesta, probablemente por el Padre Champagnat.

 

   “Mis hermanos, qué admirables enseñanzas nos pone bajo los ojos la fiesta de hoy...Primero, mis hermanos, ¿ qué enseñanzas nos da María en su Purificación ? Ella nos enseña 1º la obediencia, 2º la humildad, 3º la pobreza” ( p. 50 ).

 

   Hemos ya utilizado un pasaje de este texto que coloca la observancia fiel del día del Señor, al servicio de la “ley del amor”, a la cabeza de las obligaciones del cristiano ( p. 81)  Ese sentido agudo de la virtud de religión se puede leer todavía en algunos pequeños detalles descriptivos, modificados o añadidos por el fervoroso sacerdote.”Llegando  a Jerusalén, ella se postrará en el primer pórtico del templo.” ( p. 51 )...” ella se presenta en el primer pórtico del templo ( Duquesne p. 144 ). Pero es con ocasión de la Presentación del Niño Jesús, que la devoción al Verbo Encarnado y la efusión mística afloran en el alma del Padre Champagnat, habitualmente tan pobre de expresión: “Ellos te estrechan, oh divino Jesús tiernamente sobre su corazón. Eres tú quien los alivia, oh tierno niño de sus fatigas. Ya comienza a realizarse esta promesa: “Venite ad  me qui laboratis et onerati  estis et ego reficiam vos.” A través de las expresiones y de las imágenes tomadas a la sensibilidad humana, encontramos las dos líneas de fuerza fundamentales de intimidad con Jesús y de reposo en Dios, sugeridas por citas evangélicas en la página 312, evocadas por el tema del sermón sobre la Asunción “Introduxerunt arcam Domini” ( p. 139 ). Misterio de la Encarnación y de la Redención, recuerdan los abajamientos y la obediencia del Verbo Encarnado, misterio de la intimidad mística, el tema de la Purificación debía llamar la atención piadosa del Padre Champagant, y proporcionar la oportunidad de expresar  su vida espiritual. Allí encuentra a la Sagrada Familia, incluyendo a San José, al que propone a sus religiosos como patrono y modelo. ( No siendo la abstracción su fuerte, su temperamento lo lleva a las devociones que revisten la forma del diálogo con las personas ). No obstante, el título del sermón parece reservar el lugar de honor a la Santísima Virgen en la contemplación del misterio. En esta contemplación admirativa de las virtudes de María que alimenta aquí la devoción, la cual  se expresa más habitualmente por medio de la invocación. No olvidemos que para los Maristas, la imitación de su Primera Patrona es un programa de vida. La circunstancia litúrgica privilegia la obediencia, la humildad y la pobreza; el amor por Jesús y la pureza encuentran, sin embargo, la ocasión de señalar su presencia. Las virtudes de obediencia, de humildad y de pobreza, tenían gran importancia en la vida del Padre Champagnat, a pesar de que la sumisión a sus superiores ha sido realizada a través de verdaderas tempestades suscitadas alrededor de su obra. No es la comodidad de la inercia donde hay que buscar la fidelidad heroica, sino en el coraje para seguir los movimientos y las exigencias de la gracia. Es el Padre Champagnat quien señala que la Santísima Virgen cumple la ley con “una escrupulosa fidelidad”; las dos palabras son de él. El término, más bien abstracto “puntualidad”, de su texto, lo hace regresar una vez más a la misma expresión “puntual fidelidad” ( p. 50 ) cuando se trata de la observancia de los mandamientos de Dios. La repetición de la palabra “fidelidad” nos sugiere una espiritualidad  de acción, animada por el fervor, y en segundo término, una intuición siempre actual de la majestad de Dios. ( El Padre Champagnat recomendará con insistencia el ejercicio de la presencia de Dios, (Vida, II, p. 67 ).

 

   Se puede suponer que en la descripción de la Sagrada Familia, el fervoroso predicador nos sugiere algunos aspectos prácticos de su propio ideal espiritual.

 

   “Veamos a esta Sagrada Familia avanzando hacia Jerusalén, sin orgullo, con su equipaje, sin duda, sin prisa, pero con un aire sencillo y recogido, con los ojos modestamente bajos y vueltos hacia su querido Niño Jesús.” ( p. 51 )

 

   La expresión “sin orgullo” podría sugerir la presencia controvertida de esta pasión en el alma de nuestro santo que hace de él presto, el objeto de su examen particular ( Vida, I, p. 20-23 ). Notamos en seguida el binomio modestia-recogimiento, actitud animada y focalizada por la persona de Jesús. Es probablemente  fruto de la educación del seminario, convertido en reflejo personal. En el tiempo del  Padre Champagnat, los seminarios eran mucho más noviciados que escuelas apostólicas, y las virtudes que se podrían llamar disciplinarias, gozaban de un favor especial después de la desbandada social y eclesiástica de la Revolución. El Padre Champagnat habrá retenido la lección, muchas veces a la letra, para hacer de ella una consigna importante para sus hermanos maestros.

 

   “ En las relaciones tan variadas, ellos ( los sacerdotes ) deben mostrarse buenos, modestos y dignos por la sencillez y las conveniencias de su porte, por la delicadeza en su forma de  actuar...Un porte decente, un rostro tranquilo y sereno, miradas modestas, son signos de un alma muy ordenada.” ( Tradiciones de la Compañía de los Sacerdotes de San Sulpicio, J. H. Icard, París, 1886, p. 82,83 )

 

   Por otra parte, el primer biógrafo del Fundador le proporciona “un aire modesto y serio...que inspira respeto.” ( Vida, II, p. 3 ). Estaríamos tentados de discernir en esos cuidados del sacerdote una atención especial al ser, tanto a la conciencia actual de sí mismo, como a la vida profunda del corazón. ( Una perspectiva abierta sobre el carácter del Padre Champagnat: Sentido y culto de la persona;  retiro al segundo plano en la vida intelectual )

 

   Con las reflexiones sobre la Purificación hemos comenzado la última parte de este análisis doctrinal, porque la contemplación de Jesús y de María se concretiza en la exposición de las virtudes de las que ellos son modelo. Es en esta línea que el Padre Champagnat considera la perfección cristiana:

 

   “ La perfección consiste en una íntima unión con Dios. ¿ Qué hay qué hacer para establecer esta íntima unión ? Es preciso copiar rasgo a rasgo a Jesucristo.”  (Continuación de los temas de Meditación para el retiro, p. 89 )

 

   Podemos analizar la primera máxima del P. Olier: “Primarius et ultimus finis hujus Institutis erit vivere summe Deo in Christe Jesu”...Es preciso, decía él, que para responder a los designios de Dios, inspiremos a la juventud los sentimientos y las virtudes de Jesucristo y que él vive en cada uno tan vivamente como el apóstol decía: Yo vivo, pero no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí.” Concluía con la misma máxima, que el deseo, la espranza, el ejercicio habitual de todo verdadero seminarista, debe ser vivir interiormente de la vida de Jesucristo, y de manifestarla externamente por la pureza de las obras.” ( ob. cit. P. 132,133 ), Ante esta iluminación, , copiar rasgo por rasgo a  J.C. concierne tanto a la vida interior como a la actividad exterior del divino Maestro. Si la santidad es participación de la misma vida de Dios, en la práctica, esa fijación general cede el lugar a las relaciones casi exclusivas con J.C. y tiende hacia la fórmula totalitaria de San Pablo: “Mihi autem vivere Christus est.” ( Fil. 2,21).

 

   Queriendo insistir en la unión a Cristo consagrándole toda una meditación, las intenciones del Padre Champagnat parecen de nuevo traicionadas por sus posibilidades intelectuales: Recae en verdades fundamentales, pero banales.

 

   “Sin esta unión no podemos participar en la redención. No podemos obtener el perdón de los pecados; no podemos hacer nada meritorio para el cielo.” ( p. 90 )

 

   Es la incorporación a Cristo que nos permite participar de los frutos de su muerte, en vista del perdón de nuestros pecados, y beneficiarse de su vida divina.  “J.C.N.S. quien ha sido entregado por nuestras ofensas y que ha resucitado para nuestra justificación.” ( Rom. 4,25) . Nosotros hemos aquí “recaído en la doctrina”, ( se podría decir con un poco de inconveniente), cuando la fórmula “copiar rasgo por rasgo a Jesucristo, nos prometía un poco de invención espiritual, en el estilo de San Antonio diciendo a sus discípulos: “Respiren a Jesucristo.”

 

   Como se hace alusión anteriormente, el esfuerzo del hombre hacia Dios se opera bajo dos planos que se deben compenetrar: El esfuerzo del corazón y del espíritu en la oración, el esfuerzo de la vida en la práctica de las virtudes. Es este último punto  el más importante, a pesar de su desconocimiento secular por las almas piadosas. Aquí la imitación de Cristo, es camino seguro, único y perfecto; en  efecto, el Evangelio nos enseña igualmente cuáles deben ser nuestras relaciones con nuestro Padre del cielo: “Adorar al Padre en espíritu y en verdad.” ( Juan, 4,2 ).

 

   “La acción de N.S. en nosotros no se limita a los actos de religión hacia la majestad de Dios, ella se extiende a toda nuestra conducta, en todo lo que constituye la vida cristiana, la práctica de las virtudes que él nos ha recomendado y de las que nos ha dado ejemplo: La caridad, la dulzura, la penitencia, etc...como lo explica el P. Olier en sus diversos escritos, especialmente en la jornada cristiana y en la introducción a la vida y a las virtudes cristianas. Saca de esta doctrina dos consecuencias: La primera es que nosotros no debemos descuidar nada para vivir de la vida de N.S. en una completa dependencia de su Espíritu; la segunda, que debemos darnos a él frecuentemente, sobre todo al inicio de nuestras acciones principales, al fin de obrar en él, para que se digne obrar en nosotros.” ( H-I Icard, Doctrinas del P. Olier, París 1889, p. 205 ).

 

 Es en estas perspectivas profundas que parece estancarse el Padre Champagnat: “Es preciso imitar a J.C. Verdad importante, verdad fundamental. Imposible obtener la salvación sin esta imitación. No podemos obtener la entrada en el cielo más que con nuestra conformidad con J.C. nuestro modelo. Veni et sequere me” ( p. 90 ). No basta para la salvación del hombre que sea rescatado del pecado; debe entrar en el camino de la vida con Cristo y en su seguimiento, debe “revestirse de Cristo”, para participar de la filiación divina. La imitación o “el seguimiento de Cristo”, se convierte entonces en la fórmula más simple y más completa de la vida cristiana. “ A los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos  Hermanos.” ( Rom. 8, 29 ).

 

   El Padre Champagnat continúa en la espiritualidad del P. Olier por “la escrupulosa fidelidad” mencionada anteriormente y la práctica asidua de la ofrenda de las acciones o pureza de intención:

 

   “Intención pura para hacer todo para la gloria de Dios al inicio de cada día, examinar si se ha mezclado alguna cosa que vaya en contra, para reformarla”. ( p. 90 bis. )

 

   La práctica del ofrecimiento es uno de los temas familiares del Padre Champagnat ( cf. Vida, I, p. 53-54 ). En el sermón sobre la conversión ya hemos señalado este pasaje tan claro:

 

   “Desde que se despierta comienza por ofrecer su trabajo a Dios, mediante la elevación del corazón. Yo te ofrezco mi trabajo y todos mis sufrimientos en unión a los sufrimientos de J.C. en satisfacción de mis pecados.” ( p. 113 )

 

   Pero se tiene la impresión de que en este esquema de meditación lo esencial queda desplazado.  Toda la vida de los religiosos está ya consagrada a Dios: Se trata pues de purificar la intención, de aumentar el amor. Está claro que no es la ofrenda verbal la que cambia nuestros corazones o nuestras acciones. La ofrenda forma parte de la vida de oración: de elevación del corazón a Dios: Es con las acciones que se decide la orientación de todo el ser hacia Dios, con una victoria constante sobre el egoísmo. Es como una corrección constante de la trayectoria por el seguimiento incansable de Dios en sí mismo. De allí la gran importancia del examen que está en vela: Es el examen que está en guardia: Es el amor de Dios práctico. Más allá de las prácticas sulpicianas e ignacianas, nos hace remontar a las grandes tradiciones monásticas: “La atención a sí mismo” era ya uno de los grandes principios espirituales de San Antonio. Recordemos todavía  una palabra del P. Olier que coincide con las expresiones del Padre Champagnat:

 

   “ Entonces, para actuar como verdadero y fiel servidor, es necesario, comenzando su obra, acordarse de lo que dice N. S. : El que me quiere seguir , el que hace profesión de ser mi discípulo y mi servidor, que renuncie a sí mismo, abneget seme tipsum...” ( H-I Icard, Doctrina del P. Olier, p. 207,208 )

 

   En la primera serie de meditaciones el Padre Champagnat no menciona más que dos virtudes después de la unión a Cristo y la imitación de su vida: La pobreza, y la paciencia en los sufrimientos, o el espíritu de mortificación.  Esa elección podría revelar preferencias personales, inspiradas, en parte, por las condiciones precarias de la vida de su época. “Jesús pobre en el establo de Belén...en  la cruz. Sus Apóstoles han sido pobres... Todos los hombres apostólicos pobres...Jesús sufriendo desde su juventud, hasta su muerte. Los Apóstoles. “Pobreza y sufrimiento,  dos bienaventuranzas legadas por Cristo a sus fieles, especialmente a los Apóstoles. Es por esas virtudes que el Verbo Encarnado ha querido caracterizar su abajamiento, estimulando la adoración de su Padre a través de las humillaciones y de la dependencia de la pobreza y la abnegación del sufrimiento hasta el anonadamiento de la muerte en la cruz. ( cf. Fil. 2, 6-8 ).

 

   El P. Olier subraya a su vez la prioridad necesaria de las virtudes de humildad y de mortificación :

 

   “...Nuestro Señor ha puesto la abnegación  como el primer paso que hay que dar en la vida cristiana: Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo; porque esta propiedad y plenitud de sí impide la entrada de J.C. en nosotros y la plenitud de su vida divina...La abnegación es la síntesis de la perfección y el principio de la vida de las virtudes cristianas”. “Es por el ejercicio de estas dos virtudes, que es preciso comenzar la vida interior y divina. Es necesario, en primer lugar, trabajar en la renuncia de sí mismo: Y en seguida, muriendo a la carne, tratar de vivir conforme al espíritu.” (  ibid. P. 167 )

 

   En esta parte, evocamos frecuentemente al P. Olier y las tradiciones sulpicianas a causa de las claras huellas manifiestas en el espíritu del Padre Champagnat. Se pueden seguir las huellas aún a través de esos esquemas informes redactados de memoria. Se encontrarían coincidencias más precisas con el texto de las primeras ediciones de la Regla, donde se vuelven a encontrar a veces, las mismas formulaciones. El capítulo de la modestia religiosa podría constituir una ilustración demostrativa de esto. Esta impregnación lenta y progresiva del piadoso seminarista, por la doctrina ascética de venerados maestros, es indudablemente el mayor beneficio de su formación sacerdotal, y corresponde a los recursos de su personalidad, mucho más abierta a los valores vitales de los que se alimenta el crecimiento espiritual, más que las teorías intelectuales.

 

   El segundo borrador de temas de meditación para el retiro, del que no tenemos sino la segunda mitad, y que ya hemos utilizado a propósito de la pureza de intención, principia por algunas líneas, en resonancia fuertemente personal, con la obediencia:

 

   “Obediencia de N.S.J.C., siendo Dios, a toda clase de persona de autoridad y en todas las cosas, hasta la muerte, según lo ordena su Padre. De allí he tomado la resolución de imitarlo en el futuro en todo, por su gracia todo poderosa que hace fuerte a los débiles en las ocasiones” ( p. 90 ).

 

   Tres notas se imponen a propósito de este texto: La obediencia está centrada en la Imitación de Cristo, ella quiere ser totalitaria, e influye en la vida espiritual del Padre Champagnat. Citemos una vez más al P. Olier, cuyas ideas probablemente sustentan las consideraciones de esta meditación.

 

   “La obediencia es una virtud que nos inclina a seguir en todo la voluntad de Dios...El primer motivo de la obediencia es la calidad de criatura: Porque por esta calidad, debemos estar en dependencia completa de la voluntad de Dios, quien mueve y vivifica todas las cosas...Lo propio de un hijo es obedecer a su padre...N.S., en este camino, tenía siempre los ojos puestos en Dios su Padre, y esperaba exactamente los momentos de su divina voluntad. Ahora bien, su intención es continuar en nosotros la misma exactitud, y seguir con la misma puntualidad las órdenes de su Padre.”  (Introducción...p. 240 )

 

   Se deduce de los textos que poseemos, así como de los ejemplos de su vida, ( II, p. 253-256 ) que el Padre Champagnat no conocía las medias tintas en la obediencia. Como textos para un a “Instrucción sobre el voto de obediencia” ( p. 132,133, copia este pasaje tan agresivo para el amor propio, del Capítulo IX del primer libro de la Imitación de Cristo, adaptándolo completamente, probablemente porque reconocía en él sus propios sentimientos.

 

   “Es, sin embargo, un tan gran esfuerzo que tú, polvo y nada, tú, te sometas al hombre a causa de Dios;  cuando yo, el todo poderoso, yo, el Altísimo, que  he hecho todo de la nada, me haya hecho el más humilde y el último de todos, a fin de que mi humildad te enseñara a vencer tu orgullo. Polvo, aprende a obedecer, aprende a humillarte, tierra y limo, a abajarte bajo los pies de todo el mundo; aprende a quebrantar tu voluntad y a no rechazar ninguna dependencia...”

 

   En otra parte ( p. 131 ), copia un texto comentando la obediencia perfecta según San Ignacio, con los términos de comparación bien conocidos: Cuerpo muerto, cayado, estatua. Sabemos que la Sociedad de María quería organizarse sobre el modelo de la Sociedad de Jesús. La famosa carta de S. Ignacio sobre la obediencia, figura en las primeras ediciones de la Regla del Instituto. Sabemos, por otra parte, con qué cuidado se formaba a los jóvenes clérigos en la obediencia y en la regularidad, después de las revueltas y las divisiones ocasionadas por la Revolución. Por su parte, el Padre Champagnat ha inculcado fuertemente esta virtud, hermana de la humildad, a su naciente congregación.

 

   En su texto, además de la aplicación directamente personal y un poco angustiada, hay una velada alusión a las incomprensiones y molestias de las que es objeto de parte de personas constituidas como autoridad: “a toda clase de personas”. Se siente una especie de mala conciencia y ve el porvenir comprometido: “debilidad en las ocasiones”. No obstante, con voluntad firme, apoyado en la gracia de Dios, templa de nuevo sus energías: “Imitarlo en el futuro en todo.” No podemos más que admirar la sinceridad de un hombre que se deja cuestionar a tal profundidad por la preparación de un tema de meditación.

 

   Por lo que se refiere a la castidad, no tenemos más que una doble mención del tema: “Sobre la ventaja de la castidad-  Todavía sobre el mismo tema en seguida de una seria instrucción sobre eso...” De manera que, a pesar de nuestra convicción sobre la importancia de la virtud de pureza a los ojos del Padre Champagnat, no conocemos casi los detalles de sus enseñanzas al respecto. No tenemos pues, otro recurso que sacar algunos pensamientos de la fuente de donde venía su cultura religiosa, y que nos ayudarán a comprender mejor su exigente espiritualidad:

 

   “Un alma casta es un alma que ha resucitado en espíritu y que ha resucitado en la misma naturaleza que Jesucristo resucitado que ya no tiene más el peso y la rudeza de la carne, y que es espíritu como ángel y divino como Dios su Padre.” ( Introduc. P. 230)  Es imposible que J.C. viva en ustedes y que su vida se refleje en sus acciones,  si no mortifican su carne, siempre clavada a la cruz interior de Jesús, que tiene tres ramas, la pobreza, el sufrimiento y la humildad, a las cuales quedan reducidas las tres principales partes del hombre viejo y sus malos deseos, a saber: La soberbia, el placer y la avaricia...después que la caridad de Dios se ha dignado llamarme y hacerme conocer su Verbo crucificado, el cual ha muerto en una cruz por mí a fin de obtenerme la gracia de crucificar mi hombre viejo, yo jamás he dado libertad a ninguno de los deseos de mi carne”...( Doctrina del P. Olier, p. 154 )

 

   Otro elemento de la vida espiritual es objeto de una presentación bastante lacónica: “La dulzura a ejemplo de J.C. Practicarla en todo.” Esta virtud era una de las riquezas del carácter del Padre Champagnat, y probablemente un factor importante para el éxito de su ministerio cerca de los jóvenes y de los adultos.

 

  “La madre de Champagnat amaba a su pequeño Marcelino más que a sus otros hijos, puesto que él era más dulce, más piadoso, más servicial que sus hermanos y él casi siempre estaba con ella.” ( Positio I, p. 51 )

 

   “La virtud de la dulzura es el final del cristiano. Porque, supone en él el anonadamiento de todo lo propio, y la muerte de todo interés”...( Olier, introd....,p. 187 )

 

   Todavía una virtud sobresaliente y puesta en relieve por la experiencias monásticas. Comprende, en efecto, “toda la ley”, constituyendo el aspecto más práctico del amor del prójimo, así como de las virtudes de mortificación y de humildad, y expresamente referida a Dios, por la mención de la Imitación de Cristo.

 

   La clausura del retiro, manifiesta igualmente, algunos aspectos de las convicciones espirituales del B.M. champagnat. El tema del amor de Dios viene a coronar todo el esfuerzo espiritual esbozado: “Sobre el amor de Dios unido al Corazón adorable de Jesús.” Notemos el modo y el medio: En unión al Corazón de Jesús. Se piensa naturalmente en la palabra  evangélica: “Ego sum via, veritas et vita.” Imitar a Jesús, unirse a él, amarlo; amar en él y con él al Padre. Y termina de nuevo en la divisa del Apóstol, tomada por el fundador de Sn. Sulpicio: “Viventes Deo in Christo Jesu.” ( rom. 6, 11 )

 

   Encontramos algo acerca del ambiente de las misiones del tiempo, por la ceremonia de la imposición de los escapularios, y sobre todo, la implantación de una grande cruz en la propiedad, con procesión, sermón y fórmula indulgenciada: “A la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un solo Dios, por Jesús, María y José.” La mención de la “Trinidad terrena” da la mejor idea de las devociones concretas de este hombre de corazón y de su predilección por la vida íntima y escondida de la Sagrada Familia en Nazaret. Todavía allí, no es difícil seguir la huella hasta los orígenes sulpicianos: “La sociedad debe abrzar con una ternura particular los misterios de la santa infancia del Salvador, y tomar de ella el espíritu de Jesucristo; sobre todo el espíritu de humildad y de sencillez, que es el carácter esencial de ella.” ( Doctrina del P. Olier. P. 85 ) Y esta fórmula expresa integralmente el espíritu que el Fundador de los Hermanos Maristas ha querido legar a la Congregación.

 

   Lancemos una mirada retrospectiva sobre la primera serie de temas de meditación que hemos utilizado mucho, para intentar encontrar algunas pistas en el campo doctrinal y espiritual del Padre Champagnat. Aparentemente es el plan de un retiro austero sobre el tema de las grandes verdades: 6 días sobre 7. En la práctica, la vida espiritual y las convicciones personales del conferencista, abarcan varias retomas del tema y hacen desviar el curso de las reflexiones hacia objetivos mucho más positivos: La unión a Dios, bien supremo, en la primera parte: El deseo de la perfección y la imitación de Cristo en medio: La unión a Cristo Redentor y la imitación de su pobreza y de su vida sufriente, al fin.

 

   El Padre Champagnat tiene principios justos y profundos que revelan la experiencia personal del santo. Si las frases no pueden ser ordenadas  en una sucesión muy lógica, el movimiento instintivo tiene su lógica propia: Dios, el fin de mi existencia, y de mi dicha; el pecado que aparta de esto; unión a Jesucristo e imitación de su vida, para participar en su redención. Bajo una presentación externa poco afortunada, el Padre Champagnat toca verdades profundas y justas, puesto que ellas forman parte de su vida. Cuando puede ser él mismo, tiene cosas importantes qué decir.

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 TERCERA PARTE

 

 

 SILUETA DE MARCELINO CHAMPAGNAT

 

 

 CAPÍTULO VIII

 

 

LÍNEAS DE FUERZA DE SU PERSONALIDAD

 

 

 

   El examen atento de los manuscritos de los sermones e instrucciones del Padre Champagnat, podría sugerir una nueva perspectiva para el conocimiento real de su personalidad. En efecto, a pesar de las dificultades y los riesgos de semejante empresa, y sobre todo, de sus conclusiones, ese cara a cara directo, sin la intermediación del biógrafo, ofrece oportunidades de ver al personaje con nuevos ojos, y posiblemente, redescubrir algunos rasgos de su personalidad que renuevan la representación global que podemos tener de esto. Es exactamente el caso, para el problema, muy discutido, del nivel intelectual de Marcelino Champagnat. Digámoslo en seguida, y sobre este punto, la intuición del primer contacto con los manuscritos, no ha hecho más que confirmarse, matizándose, M. Champagnat padece una limitación intelectual clara y característica. Es inútil añadir que una laguna tan fundamental tendrá repercusiones importantes sobre la vida personal y la actividad del personaje.

 

   Habiendo sido detalladas las pruebas de esta tesis en el capítulo de los métodos de preparación de sus sermones, nos esforzaremos aquí por hacer un resumen rápido de ellos y sugerir la incidencia sobre algunos aspectos de la personalidad. No insistimos desmesuradamente sobre una ortografía continuamente errónea y una puntuación inexistente o caótica, aún en los textos habitualmente copiados, aunque ellos sugieren ya, que este sacerdote que ha hecho estudios, no posee su lengua materna al nivel más elemental. He aquí el testimonio de uno de sus cohermanos maristas, que le conocía bien, por haber vivido con él en el seminario y en el Hermitage:

 

   “El 25 de noviembre de 1850 el R. Padre Terraillon haciendo recuerdos del pasado, con un padre Marsita, para admirar la mano de Dios, le decía: El Padre Champagnat reunió hermanos para formarlos y él ignoraba lo que les enseñaba. Les enseñaba a leer y él no sabía leer; a escribir, y él no sabía observar las reglas de la Gramática, escribiendo” ( Memorias Mayet T 8, p. 430 ).

 

   Aunque pudiera percibirse a través de los años una clara mejoría en los manuscritos, con respecto a la corrección, el Padre Champagnat no llegará jamás a dominar verdaderamente su lengua materna, cometiendo faltas en sus escritos, durante toda su vida.

 

   “Su lenguaje, como su estilo, era sencillo, a veces apenas francés, pero era muy claro, firme y muy atrayente.” ( Hermano Avit, Anales, T I, p. 139 ): Relación del año 1837 ).

 

   La impotencia para dominar la lengua no es más que el aspecto más visible de las lagunas más graves. El Padre Champagnat se pierde habitualmente en las frases un poco más complejas, dando la impresión de que no tuvo éxito para abarcar los diversos elementos a tener en cuenta en sus relaciones lógicas. Las frases incoherentes que aparecen en sus escritos constituyen una característica, permitiendo frecuentemente distinguir su texto de el de su modelo. Lo que es más grave todavía, es que es incapaz de seguir un desarrollo lógico ( Cf.  Sermón sobre la Conversión ) y copia más o menos el plan y las ideas, reservándose la evocación de los detalles concretos y las exhortaciones prácticas .En el capítulo de los métodos de preparación, hemos señalado cómo se limita a copiar y cuántas veces capitula, sea ante un texto que rebasa su capacidad real ( la mayor parte de las preparaciones están interrumpidas ), sea ante el esfuerzo de composición que termina en el fracaso. No proporcionando la inspiración al escritor, más que banalidades y enumeraciones, abandona el trabajo imposible de realizar, para copiar un texto , que no habla de lo que realmente es.

 

   Es preciso, entonces concluir que la reputación de incapacidad del vicario de la Valla estaba, en general, justificada, aunque las conclusiones que han sacado de esto sus cohermanos, fueron excesivas, rebasando el dominio intelectual en el que ellas hubieran debido ser colocadas. El Hermano Juan Bautista pone esta  apreciación en boca del P. Allirot, cura de Marlhes, quien bautizó a Marcelino Champagnat:

 

   “ Su superior es un hombre sin experiencia, sin capacidad, sin inteligencia. El acto que hace retirándolo de aquí a pesar de mis observaciones, es una prueba de ello. Por otra parte, yo lo conozco desde hace mucho tiempo. -( Respuesta del Hermano Luis ) Esta no es la idea que se tiene en la Valla del P. Champagnat; todo el mundo lo considera como un hombre prudente y sabio. Y nosotros, hermanos, que vivimos con él y lo vemos de cerca, lo consideramos como a un santo.” ( Biografías de Algunos Hermanos, Lyon, 1868, p. 19 )

 

   Notemos la reserva con la cual es corregido el juicio del cura contrariado en sus proyectos: Si el Padre Champagnat es  prudente y  sabio para los parroquianos, no es más que un santo para los Hermanos. El Hermano Juan Bautista, si de ordinario elogia a su venerado Padre, apenas se deja sorprender en alabar su inteligencia. Aún se podría creer que su trabajo de escritor apunta  expresamente a llenar las lagunas de una doctrina espiritual y ascética que el Fundador no estaba en condiciones de legar a su Congregación:

 

   “El Hermano Juan Bautista parece haber considerado hacer un marco doctrinal, al escribir la vida del Venerado Padre Champagnat.” ( Anales p. 1 )

 

   Probablemente en esta línea se encuentra la explicación del hecho de que el Hermano Francisco, sucesor inmediato del Padre Champagnat y que desde hacía mucho tiempo había sido su secretario, no cita casi a su maestro. Los tres pasajes que hemos encontrado en la síntesis hecha por el Hermano Luis Lorenzo, los tres pertenecen a un texto del 7 de enero de 1857, siguiendo inmediatamente después de la publicación de la Vida del Padre Champagnat escrita por el Hermano Juan Bautista. ( 1856 )

 

   He aquí, todavía, una ejemplo de la idea que se han hecho del Padre Champagnat aquellos que habiéndolo conocido durante sus estudios, se extrañaban de sus realizaciones prácticas:

 

   “Un cura de la diócesis de Lyon, condiscípulo en el Seminario Mayor del Padre Champagnat, decía más o menos 25 años después de los inicios de los hermanos, muy extrañado: Dios lo ha escogido y le ha dicho: Champagnat, haz esto –Champagnat lo ha hecho...Él no podía explicar de otro modo ese hecho extraño.” ( Memorias Mayet, T. 8 p. 430 ).

 

   No obstante, intentamos suavizar la explicación del éxito práctico compensando la mediocridad intelectual, sin disminuir el papel de la grascia de Dios, ni la fidelidad del santo para corresponder a ella. Analizando los manuscritos se cae en la cuenta de que el Padre Champagnat pudo llegar a escribir frases correctas, pero pagando el precio de una aplicación y de una lentitud que habitualmente lo hacen abandonar el esfuerzo comenzado. Se tiene también las impresión de que tiene el sentido del detalle concreto y de la expresión vigorosa a propósito de temas que verdaderamente le son familiares ( cf. Tema “Statum est”, p. 53 ). También hemos observado que bajo las capas superiores de incorrecciones y aún de ausencia de lógica, se presenta una cierta lógica del corazón, del movimiento del ser mismo hacia Dios, y la existencia de convicciones cristianas comunes, pero justas y profundas. ( cf. Temas de Meditación para el Retiro, p. 89,90 y el Sermón sobre la Conversión, p. 112 ) .

 

   Misterio del Padre Champagnat, despreciado a causa de sus límites intelectuales, pero guardando verdaderos tesoros de vida bajo esos ingratos velos. Los que lo conocen de cerca, que participan de su dirección lo admiran y lo aman: Los que no lo ven más que externamente, encuentran muchos argumentos para criticarlo y despreciarlo:

 

   “En Lyon , el Padre Champagnat, uno de los primeros, comienza el establecimiento de los Hermanos Maristas en medio de la burla general, de la penuria más completa. Mientras él mismo construía el primer edificio con algunas ayudas, se reían de él como de un loco.” ( Memorias Mayet, I, p. 733 ). “El Padre Maîtrepierre me dijo: El Padre Champagnat, tenía, en efecto, todo lo que era necesario  humanamente para impedir el éxito de su empresa.” ( Memorias Mayet, I, p. 293 ).

 

   “Por sus frutos los reconocerán.” El Papa Benedicto XV enuncia el criterio justo en la apreciación de M. Champagnat proclamando “la heroicidad de sus virtudes.” Después de todo, la inteligencia, en su significado habitual de poder de construcción mental, es una súper estructura respecto al ser profundo donde reside el valor esencial de un hombre que produce su actividad más auténtica como el árbol su fruto. Es por eso que el P. Champagnat ha sido comprendido y apreciado, no solamente de los sencillos que compartían su fe y participaban de su bondad, sino de los hombres comprometidos en la vida espiritual y las responsabilidades del apostolado, como el P. Dervieux, cura de St-Chamond, el P. Gardette, superior del seminario de St-Irénée, y el P. J.J. Duplay, su sucesor, compatriota y condiscípulo de Marcelino Champagnat, que aconsejaba a éste y lo apoyaba en sus dificultades.

 

   “La vida  y la conversación de este venerable sacerdote, me edificaban.” ( J.M. Chausse, Vida del Padre J.L. Duplay, T I, p. 280 ).

 

   Pero en este punto hemos atacado el nivel de la vida en su surgimiento primordial que en M. Champagnat, parece apoyarse sobre la inteligencia discursiva. Con este hombre de constitución atlética y de bondad exquisita, las fuerzas nerviosas, así como las cerebrales, parecen estar de tal manera comprometidas en la actividad, sobre todo manual, y en la vida afectiva, que las facultades propiamente intelectuales quedan reducidas a la mínima expresión. Es cierto que la juventud de Marcelino está orientada en ese sentido, puesto que tenía 15 años cuando volvió a continuar seriamente con los estudios. Los educadores recuerdan muchos ejemplos de buenos muchachos, sensibles y dispuestos a todos los sacrificios, pero que se aburren desesperadamente estudiando. ¡ Y el Cura de Ars ! Mucho más limitado intelectualmente que su condiscípulo del seminario, este hombre endeble y nervioso parece haber consagrado al amor de Dios y a la  piedad, todas las energías de una naturaleza extremadamente sensible. En esos dos servidores de Dios, la actividad esencial ha fluido hacia la vida del corazón, con esta diferencia, que la vida afectiva del P.Champagnat está equilibrada por una inclinación natural muy pronunciada a la actividad. A propósito de esto, su biógrafo señala dos manifestaciones que vienen desde la infancia: Se inicia con gusto, ánimo y habilidad en los diversos trabajos que los múltiples oficios de su padre  se relacionan con la granja, y él inicia un pequeño negocio de cría de corderos por cuenta propia. Con respecto a esto, el Hermano Gibson hace la observación de que si el P. Champagnat es tímido y torpe en un medio extraño, se muestra activo y eficaz en el seno de su familia, donde crea una incipiente sociedad de cría y comercio con uno de sus hermanos. De igual forma, en el seminario menor, tímido y torpe al principio, poco a poco se afirmará hasta ser elegido como jefe del dormitorio ( Vida, I, p. 14,15 ). Intentemos explicar esta doble reacción mediante la  hipótesis psicológica mencionada. Las reacciones mentales muy lentas, no permiten realizar inmediatamente, la nueva situación, en vista a esbozar un inicio de adaptación conciente y racional, antes que la costumbre suscite automáticamente los reflejos, ajustándose a la situación vital. En esta posición de inseguridad, la huida se convierte en la reacción normal. Es probablemente la novedad del medio, así como el sentimiento de su inferioridad escolar, más que el bofetón dado por el  maestro a un escolar, que llevan a Marcelino a apartarse violentamente de la escuela del pueblo. Sería difícil creer que un pescozón dado a un muchacho, sea gran novedad en el pueblo.

 

   Es probable que el P. Champagnat haya conservado toda su vida este malestar y esta torpeza:

 

   “Un marista había dicho que lo que había perjudicado al P. Champagnat en París, era su gran sencillez, y que después de haberlo visto se decía: Es un hombre muy valiente, pero parecía que se le veía como a un hombre del campo...Era alrededor de 1838.” ( Memorias Mayet, I, p. 26 )

 

   Sería difícil imaginar un discurso más torpe que el que el Padre Champagnat pronunció en la elección del Padre Colin para el cargo de Superior General de la Sociedad de María. El 24 de septiembre de 1836:

 

   “Acabamos de hacerle un regalo muy malo; cuando sus hijos se presenten ante el gran juicio, usted permanecerá en el banquillo de los acusados, y si uno solo es condenado por vuestra culpa, usted responderá por ello...A las palabras sentenciosas fuertes y ( rudas ) ( sic ), fuertemente acentuadas por el Padre Champagnat, se puede decir con la fuerza del término, que era un mar de lágrimas; su rostro estaba inundado de ellas.” ( Memorias Mayet, T 5, p. 157 ).

 

   Se podría atribuir a la misma causa de adaptación inmediata, las bromas inoportunas que el Padre Colin reprocha al Padre  Champagnat.

 

   Concluimos, pues, que la reputación de mediocridad intelectual que acompaña a Marcelino Champagnat desde su juventud, y que está claramente confirmada por el examen de los escritos de sus sermones, corresponde a la realidad. Pero, como lo hemos sugerido anteriormente, su valor personal y la fecundidad de su obra, se sitúan en otro nivel, el nivel del corazón y de la acción. Queda uno impresionado por la prontitud con que este joven sacerdote pone en marcha su proyecto “necesitamos hermanos”, desde su llegada a la Valla, en calidad de vicario, en 1816. El 2 de febrero de 1817 marca el inicio de la primera comunidad de Hermanos Maristas, y en 1818 el joven fundador ha establecido ya un noviciado y dos escuelas, donde los jóvenes campesinos iletrados de ayer, lograr perfectamente encargarse, educar e instruir a otros jóvenes campesinos.

 

   “Dos años después de la consagración de los doce primeros Maristas en la antigua capilla de N.S. de Fourvière, la Sociedad de María de Lyon no presentaba todavía más que una sola realización, la de la rama no autorizada de los Hermanos Enseñantes, obra personal de Marcelino Champagnat. Ella poseía en el Diustrito de Saint-Etienne un noviciado, junto con una escuela de dos clases, la Valla, dirigida por el Fundador  (29 años ) y Juan María Granjon ( 24 años ), ayudado por Juan Claudio Audras ( 25 años ), Antonio Coutourier ( 18 años ) y Gabriel Rivat ( 10 años ); acababa de abrir en Marlhes una escuela bajo la dirección de Juan Bautista Audras ( 16 años ) y de Barthélemy Badard ( 14 años ). Los seis “Pequeños Hermanitos” habitaban en la Valla antes de su entrada en religión, todos eran hijos de agricultores y prácticamente sin instrucción a su llegada, todos eran jóvenes y compartían los mismos sentimientos, todos murieron como “Pequeños Hermanos de María”, a excepción del primero”. ( P. Zind, “Las Nuevas Congragaciones de Hermanos Enseñantes en Francia, de 1800 a 1830”, p. 128 ).

 

   Hay que hacer notar que el nuevo vicario manifestó el mismo ánimo en el apostolado parroquial, que es su tarea principal; escuchando a su biógrafo y los testimonios del proceso de beatificación, todo fue rápidamente puesto en movimiento, desde los catecismos de los niños, hasta la visita a los enfermos y las confesiones de los viejos, pasando  por la represión de la borrachera, la supresión de los bailes, hasta la persecución a los  libros malos. Añadamos que todas esas iniciativas estuvieron acompañadas del éxito y de la simpatía de la población.

   El Padre Champagnat se distingue por ser activo con un estilo particular. Comparado con otros fundadores, sobre todo del siglo XIX, que comienzan por levantar planos y constituciones, buscando la aprobación de una congregación que no existe aún más que sobre el papel, el Padre Champagnat llama la atención. Él actúa y realiza con generosidad y empeño lo que le inspira el celo por la gloria de Dios, en las circunstancias de tiempo y de lugar. Un poco como la abeja que construye sus panales sin tener conocimiento de geometría, él parece ignorar el ambiente intelectual que se vive a su alrededor. Su obra de Pequeños Hermanos para las escuelas, se extenderá poco a poco como una mancha de tinta, a partir de un punto muy modesto. Pide prestado dinero para comprar una pequeña casa para su naciente comunidad. Allí se aprende a leer en el Nuevo Testamento, allí se prepara en la piedad y en las virtudes y se fabrican clavos para vivir. Como la semilla es buena, se multiplica:  Será necesario construir una grande casa; será preciso formar maestros, visitar las escuelas, prever la administración, tratar con las autoridades, intentar obtener la autorización legal...y morir luchado a los 51 años, dejando una Congregación de educación popular y cristiana, en plena expansión. El artista ( G. Gouttard ), que había pensado representar al P. Champagnat bajo la forma de una flama, no estaba mal inspirado: Es una personalidad sin hiatos, en quien las intuiciones del corazón se traducen en realizaciones ardientes y fieles. Sus cohermanos lo acusaban de imprudencia y de ambición; de hecho, hay en este hombre una mezcla única de sencillez y de confianza en Dios, manifestándose un ardiente corazón sin intermediario a través de una dinámica voluntad.

 

   “ De una estatura imponente ( 1 m. 79 ), ojos color gris, frente amplia, el canto pronto sobre los labios, su inteligencia es claramente empírica: Procedía por etapas según las indicaciones cotidianas de la experiencia, con algunas consideraciones directivas generales. Además, lo que no daña a nadie, el P. Champagnat era un santo.” ( P. Zind, “La Aplicación de la Ordenanza del 29 de febrero de 1816 y la situación de la Enseñanza Primaria en el Municipio de St-Etienne ( Loire ), ( 1815-1822. p. 108 )

 

   Es igualmente en esta perspectiva que será preciso tener en cuenta la vida espiritual de M. Champagnat y la herencia religiosa transmitida a sus hermanos. Notemos también la importancia especial de la educación en la formación de este hombre que produjo sus obras, como un árbol sus frutos.

 

   Esta esquematización necesariamente un poco apoyada en la personalidad del Sr. Champagnat no debería suscitar inquietud. En todo tiempo se ha distinguido a los hombres de acción, de los teóricos. El ser es anterior al pensamiento que intenta comprenderlo y la vida se desenvuelve siguiendo sus leyes de crecimiento, sin esperar las consignas de los pensadores. ¿ Qué decir entonces de la intervención más directa de Dios en la conciencia de un hombre destinado a convertirse en el instrumento de la Providencia en el gobierno de las almas? Hay una lógica práctica, la de la acción, de la que las frases sucesivas están orientadas en cada instante a partir de la  apreciación global del estado precedente y del fin a esperar. Esta capacidad de los hombres de acción de comprender los datos complejos de situaciones inestables, puesto que están ellos mismos en la corriente, no es en nada inferior a la lógica explícita de los hombres de pensamiento, por el hecho que se tiene al interior del movimiento de la vida para orientarlo.

 

   Hemos dicho ya varias veces el fracaso del Padre Champagnat para la composición: Inicia con entusiasmo, tropieza contra lo imposible y finalmente desiste, contando probablemente con su facilidad de comunicación con el pueblo, para concluir con una charla. No domina el campo intelectual. Igualmente hemos tenido la ocasión de advertir que en el fondo, su mediocridad intelectual lo preservará en buena parte de las corrientes teológicas de su época, marcadas por el Galicanismo, el Rigorismo con tinte jansenista y la asociación de la Iglesia con la dinastía legítima. Los hechos están allí: Ausencia de alusiones políticas, actitud relativamente moderada en las instrucciones que lleva a la práctica de los Sacramentos, éxito inmediato en el confesionario, simpatía ardiente y respetuosa de la gente. Una personalidad sana y fuerte, formada por medio de una educación obtenida en un medio familiar fiel a la fe al mismo tiempo que abierto a la vida nueva. La fidelidad profunda del corazón a las solicitudes de la gracia, se muestra más sólida y eficaz para permanecer en la línea recta de la verdad, que los esfuerzos vacilantes de la inteligencia. Marcelino Champagnat ha pues triunfado en el ministerio parroquial; ha tenido éxito con sus hermanos que lo preferían a cualquier otro sacerdote o superior; ha tenido éxito en la implantación de su obra en un siglo en el que la Iglesia no respondía al ritmo de la historia. Si la inteligencia puede ser definida como la facultad de adaptación, él tenía la intuición de las situaciones vitales, el ánimo para enfrentarlas, el ardor y la fidelidad del amor por seguir el llamado de la gracia a través de las necesidades espirituales del momento. Si a todo eso añadimos una simpatía comunicativa, una bondad y una dulzura que hacía agradable su entorno, habremos descrito las principales cualidades de un auténtico jefe, a pesar de que su influencia se ejerció en los medios modestos de sus parroquianos y de sus hermanos, alejando los prejuicios intelectuales de los “sabios”.

 

   ”Tenía mucha unción en la palabra, y más tarde sus hermanos preferían sus conferencias que eran muy sencillas, a los sermones de los más grandes predicadores.” ( Positio, I, p. 114 ).

 

   “Aunque teníamos entonces dos excelentes Padre Maristas por confesores, los jóvenes querían dirigirse a él, la mayor parte de los hermanos hacían lo mismo.” (Positio I, p. 114 ).

 

   “Yo sé que el Siervo de Dios se vería perseguido y amenazado aún por una persona que habría debido sostenerlo, tuvo entonces el pensamiento de pedir ser enviado a las misiones de América. Habló de sus proyectos a sus hermanos que prometieron todos seguirlo hasta el fin del mundo.” ( Positio I, p. 145 ).

 

   “Mi padre venía frecuentemente al Hermitage a ver a mis hermanos religiosos al convento, y cada vez trabajaba varios días con los jornaleros. Cuando regresaba a la casa nos decía: “El Hermitage es un paraíso; se reza, se trabaja, se ama, se guarda silencio, y el Padre Champagnat es siempre el primero en todo, el más edificante de todos, atrae a todo el mundo por el amor y la veneración que se le tiene.” ( Proceso Informativo, p. 234 ).

 

   Marcelino Champagnat es una de esas raras personas que tienden a ser conocidas cada vez más.


 

 CAPÍTULO IX

 

 

 RASGOS DE SU FISONOMÍA ESPRIRITUAL

 

 

“Cada conciencia religiosa tiene su historia y su sello propios, que pueden ser dignos de interés. Rechazar una espiritualidad original a un fundador reconocido, sería pues, una rareza.” ( F. Desramaut, Don Bosco y la Vida Espiritual, París, 1867, p. 8 )

 

   Las reflexiones que acabamos de hacer para intentar señalar las líneas de fuerza de la personalidad de Marcelino Champagnat no serán inútiles para determinar los principales rasgos de su fisonomía espiritual.  El temperamento y el carácter de un individuo, con la mezcla de sus buenas y de sus malas inclinaciones y la gama de sus gustos y de sus aptitudes, constituyen el campo que la gracia de Dios va a sembrar para producir allí frutos de santidad y de apostolado.

 

   “Es en toda manifestación de la Iglesia un ley constante: La  llama de un nuevo ideal de perfección cristiana no se enciende jamás entre los hombres elegidos para propagarla, en el campo trascendente, frío y despojado de lo puro espiritual.” ( H. Rahner, Servir en la Iglesia, citado por F. Desramaut, Don Bosco y la Vida Espiritual, p. 9 ).

 

   Si se quisieran sacar todas las consecuencias de ese principio, sería preciso estudiar las condiciones familiares del personaje, la educación que ha recibido, así como la composición humana y las condiciones particulares del medio social e histórico donde se desarrolla su actividad. Habiendo emitido algunas reflexiones sobre estos factores vitales, en la primera parte de este trabajo, quisiéramos simplemente recordar aquí lo esencial de ellas, con el fin de esbozar una síntesis que podría sugerir la fisonomía espiritual de M. Champagnat.

 

   Este niño campesino, era de una constitución robusta; poseía una naturaleza sana y fuerte, fuente de feliz vitalidad, de bondad y de acción. “El aire grave, modesto y serio” que le atribuye su biógrafo, refleja tanto las condiciones de existencia austera de las montañas del Forez, como el sello impreso en la educación de los seminarios del tiempo,  especialmente por el Sr. Gardette, a quien se le reprochaba “una actitud demasiado austera frente a los seminaristas. “ ( J. Canard, Ph. Gardette, p. 42 ). Bajo esta capa superficial palpitaba una naturaleza ardiente, inclinada al afecto y tendiente a la acción.

 

   He aquí en su sencillez, el testimonio del Hermano Lorenzo, uno de los primeros discípulos del padre Champagnat:

 

   “Era de un carácter alegre y dulce, pero firme. Sabía mezclar en las conversaciones, palabras interesantes para animar la compañía. Jamás estaba molesto con los hermanos...Una madre no tiene más ternura para sus hijos como él la tenía para nosotros. En los inicios éramos muy pobres, teníamos  pan que era del color de la tierra, pero tuvimos siempre el necesario. Nuestro buen superior, como el más tierno de los padres, tenía gran cuidado de nosotros. Siempre me acordaré de cómo se preocupaba cuando yo estaba enfermo en la Valla. Venía a verme todos los días. Me llevaba siempre alguna cosa para aliviarme y mediante palabras de consuelo, me animaba a sufrir todo con paciencia por amor a Dios...Cuando nos hablaba del amor de Dios y de su bondad para con nosotros, nos transmitía ese fuego divino del que estaba lleno y que las penas, los trabajos y las miserias de la vida no hubieran sido capaces de hacernos vacilar. Tenía una tan grande devoción a la Santísima Virgen, que la inspiraba a todos...”

 

   En la primera parte del mismo documento, encontramos una descripción de un aspecto característico de la personalidad de M. Champagnat:

 

   “...Era enemigo declarado de los perezosos...amaba mucho el trabajo manual. No se cuidaba; hacía siempre lo más pesado y lo más peligroso. Es él quien ha construido nuestra casa de la Valla...Cuando había qué cargar algunas piedra pesadas, era siempre él quien las llevaba. Nosotros necesitábamos ser dos para poderlas cargar. Jamás se molestaba por nuestra torpeza para el trabajo...Cuando regresaba por la tarde, frecuentemente venía todo desgarrado, todo cubierto de sudor y de polvo. No estaba nunca más contento que cuando había trabajado mucho y sufrido mucho. Lo he visto trabajar muchas veces con lluvia y nieve. Nosotros dejábamos el trabajo, pero él continuaba trabajando, frecuentemente con la cabeza descubierta, a pesar del rigor del clima. El tiempo que no era empleado en el trabajo manual, era dedicado a la oración o a la meditación.” ( Archivos de los Hermanos Maristas).

 

   He aquí un llamado viviente de la consigna de San Vicente de Paúl:

 

   “Amemos a Dios, mis hermanos, amemos a Dios, pero que sea a costa de nuestros brazos, que sea con el sudor de nuestros rostros.” ( Charlas, T XI, p. 40 )

 

   A otro nivel, la vida espiritual de M. Champagnat ha estado fuertemente influenciada por su educación. Esta educación, marcada por sus grandes lagunas, como también por circunstancias favorables, parece llevar el signo de una intervención especial de la Providencia. En ella, se pueden distinguir tres etapas, o mejor, tres capas sucesivas: El período materno, la acción educativa de la tía religiosa, la huella definitiva del seminario. Marcelino ha sacado del contacto con su madre la fe fuerte y profunda de los habitantes de Marlhes, y una devoción  a la Santísima Virgen que también era tan natural a su pueblo como el pan y las papas, según expresión de S. Hosie, en su “Anonymus Apostle”, p. 14. El sentido de Dios y el fervor  religioso sembrados por las misiones de San Francisco Regis, no tendrán trabajo para abrirse en el cuadro sulpiciano del seminario.

 

   La parte de la Hermana de San José, será la de cultivar la vida espiritual del joven muchacho y de formar a éste en las virtudes cristianas, diremos gustosamente, religiosas. Después de haber mencionado el temperamento, las cualidades de alma y los encantos del espíritu de San Francisco de Sales como siendo reveladoras de su espiritualidad, el P. Pourrat añade:

 

   “A esos dones del corazón se añaden notables cualidades de relación. San Francisco de Sales recibió en un hogar lleno de ternura, una educación de gran señor que perfecciona todavía más las grandes disposiciones de su naturaleza.” ( La Espiritualidad Cristiana, T III, p. 410 ).

 

   Si Marcelino Champagnat no creció en una familia  señorial, se benefició de la herencia salesiana a través de la educación atenta recibida de su tía. En efecto, hay que considerar, cómo la dulzura y el encanto emanados de la persona de este sacerdote campesino, entregándose a trabajos pesados, es un fenómeno raro en estas regiones ásperas y esas gentes rudas.

 

   “Era tan bueno, tan paternal, y sus exhortaciones eran tan acertadas y tan llenas de unción y de amor de Dios, que yo salía siempre de con él, reconfortado y lleno de deseos de actuar mejor.” ( Proceso Informativo, p. 154 ).

 

   Cuando se tiene presente en el espíritu que el temperamento del joven Marcelino Champagnat lo orientaba a formarse sobre todo por la impregnación lenta y por contactos personales, no se está extrañando de encontrar los principio fundamentales de humildad y de imitación de la Sagrada Familia, en la base la espiritualidad de los Pequeños Hermanos de María, como en la pequeña congregación de las Hermanas de San José. En el curso de los análisis de los manuscritos  hemos notado la insistencia del Padre Champagnat sobre el pecado y su horror especial al pecado impuro, en relación probable con la educación recibida de su tía religiosa. Esas dos influencias conjugadas, la de la madre, mujer del pueblo y la de la religiosa, hija de San Francisco de Sales, no menos que el temperamento particular de Marcelino Champagnat, harán que la vida espiritual de éste, conserve siempre un carácter de devoción popular, de diálogo piadoso y de relaciones casi interpersonales con Jesús, María y José. La contemplación del Misterio de la Purificación sugiere al Padre Champagnat efusiones de amor y consideraciones ascéticas que recuerdan a la vez la piedad afectiva de la religiosa y el código de modestia y de recogimiento del seminario sulpiciano.

 

   Como hemos resaltado varias veces en el desarrollo del capítulo sobre la imitación de Cristo, la influencia sulpiciana del seminario ha marcado con su sello al Padre Champagnat. Si el árbol de su vida espiritual se enraíza en la fe maternal y se beneficia de la cultura experta de la religiosa, recibe su talla y su forma eclesiástica de los métodos y de las doctrinas sulpicianas. Resaltemos una vez más su teocentrismo y su sentimiento de la majestad de Dios, sus profundas convicciones sobre la humildad y su tendencia a abatir la naturaleza humana, la práctica de la ofrenda de su vida y de su trabajo, para unirlos al sacrificio de adoración del Verbo Encarnado. Su insistencia sobre el amor de Jesús, la imitación de sus virtudes, y la contemplación de sus misterios, sobre todo de la vida oculta, donde lo honramos en compañía de la Santísima Virgen. Hemos dicho anteriormente hasta qué punto ha estado marcado por la influencia personal del Sr. Gardette y su culto por la Regla.  En el sermón sobre la Purificación, subraya dos veces la “escrupulosa fidelidad” de la Madre de Dios en cumplir la ley del Señor.

 

   Pudiéramos preguntarnos ahora cuáles son los elementos ascéticos y  espirituales que que han dejado huella con una fuerza particular en la fisonomía espiritual de M. Champagnat, independientemente de toda referencia previa. Sin querer discutir de las prioridades, ni disminuir la importancia de lo que ha sido dicho antes, quisiéramos señalar lo que nos impresiona especialmente en esta grande figura: Su entrega al trabajo, las angustias de su fidelidad, la sombra de la cruz sobre su destino.

 

   Hemos quedado sorprendidos al encontrar entre las consecuencias de la embriaguez, la pérdida de tiempo mencionada con la pérdida del alma. De la misma manera, hubiéramos probablemente omitido hablar de la pérdida de tiempo en una instrucción sobre la santificación del domingo. Semejantes menciones son el reflejo de una convicción muy personal. Por otra parte, el testimonio del Hermano Lorenzo ( p. 107 ) que acabamos de citar, es un ejemplo claro de su sencillez. Se pueden decir muchas cosas sobre las ventajas de un temperamento activo, pero ¿ quién sería capaz de imitarlo? Ante tal efecto, no es exagerado pensar en la conjunción de varias causas de naturaleza diferente. El esfuerzo físico agotador del sacerdote sobre los andamios, es para tenerse en cuenta, después del estudiante obstinado, luchando año tras año, con un trabajo intelectual por encima de su capacidad. Antes de reconocer sus esfuerzos, concedamos su parte a una naturaleza robusta y generosa, que difícilmente acepta el fracaso. Ha visto a su padre jugar un papel social notable, gracias a su instrucción. ¿ Qué otro modelo podría tener? Si no quiere estar por debajo del ideal paterno, el camino está señalado, aún si éste supone terribles obstáculos. No es la única causa para atribuir a la fidelidad al llamado de Dios la obstinación para estudiar del adolescente que toma conciencia de su personalidad. Los móviles van a purificarse progresivamente, los motivos humanos se pondrán cada vez más al servicio de la vocación divina, pero no quedarán suprimidos.

 

   Por otra parte, la obra de M. Champagnat, es de carácter social, al mismo tiempo que religioso. Viviendo en contacto con la existencia ruda y pobre de los campesinos de la montaña, y asistiendo al mismo tiempo a los inicios de la industrialización,  en el Valle del Gier y en St-Etienne, participa en su alma de las aspiraciones de ese pueblo en busca de un nivel de vida más digno. Ocurre frecuentemente que una grande convicción, muchas veces, una vocación, surge de una experiencia personal fundamental. La aspiración no expresada de los niños del pueblo, encuentra eco en su alma que ha vivido los mismos impulsos, tropezando con dificultades semejantes. Su respuesta de fundador, “nos faltan hermanos”, es su “Misereor super turbam”. En su sencillez y su rectitud el P. Champagnat no ocultará el origen de su vocación:

 

   “ Ahora bien, era justamente porque contaba con pocos medios que el P. Champagnat logró fundar la Congregación de los Pequeños Hermanos de María. Yo no llegué, escribía a Luis Felipe el 28 de enero de 1834, a aprender a leer y escribir, sino con mucha dificultad, por falta de maestros capaces: Comprendí desde entonces la urgente necesidad de crear una sociedad que pudiera, con menos gastos, procurar a los niños del campo la buena enseñanza que los Hermanos de las Escuelas Cristianas proporcionan a los pobres de las ciudades.” ( P. Zind, Las Nuevas Congregaciones de Hermanos Enseñantes.” ( 1800-1830 ), 9. 122 ).

 

   Este niño del pueblo, poseyendo más voluntad que instrucción, pulirá a otros campesinos iletrados, y estos volverán a su vez a sus hermanos analfabetas para ayudarlos a superarse. La educación cristiana y el catecismo, son los elementos  preciosos de una cultura de base que penetra en los humildes destinatarios para ser “buenos cristianos y virtuosos ciudadanos.” Con los santos la misericordia “corporal”, la piedad humana, acompaña siempre el celo espiritual. .Este no falta en el Padre Champagnat; toda su vida es un ejemplo de esto. Para comprobarlo, no tendremos más que leer la última parte del sermón sobre la conversión en el que recoge toda la caridad de su corazón para poner a los fieles en confianza y animarlos a dar el paso decisivo.

 

   Si las condiciones que preceden inmediatamente pueden chocar desde el principio, se debe a la convicción de que los santos no nacen santos y, por otra parte, no dejan de ser hombres. Pero con la vocación, Dios les envía la cruz redentora destinada a liberar las intenciones y la actividad, de la ganga del egoísmo y del orgullo. La cruz es igualmente la participación de Dios, tomada sobre la vida del hombre por el sacrificio de oblación, la señal y el recuerdo constante de su presencia y de su acción trascendente y primera en importancia. Moisés, el gran pastor que Yavhé ha preparado para conducir a su pueblo hacia la Tierra Prometida, era tartamudo, y el Apóstol de las Naciones, nos revela las misteriosa pedagogía de Dios para con él:

 

   “Pero llevamos ese tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria, es de Dios y no de nosotros.” ( ( 2 Cor. 4,7 )

 

   “...Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. Por ese motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: “Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza.” ( 2 Cor. 12,7-9)

 

   El  “pobre y santo Cura de Ars”, condiscípulo del Padre Champagnat, destinado por la Providencia a volver a tantos pecadores e incrédulos a Dios, participará largamente en las penas y en las angustias de la cruz de Cristo.

 

 “Yo le mostraré todo lo que tendrá qué padecer por mi nombre.” ( Hechos 9,16 )

 

   Llamado a ser un instrumento de elección en un momento decisivo de la historia del mundo y de la historia de la Iglesia, el P. Champagnat participa de cerca en las bendiciones amargas de la cruz redentora. Llevando su misión un aspecto social y humano, es preparado a ella por su medio vital ( sobre todo el ejemplo de su padre ), pero este elemento natural deberá ser purificado por el sacrificio, para ponerse al servicio de Dios. Es así que este fundador de un instituto enseñante, se estanca en sus estudios y no llegará al sacerdocio sino mediante una entrega y constancia heroica. En los primeros años de la fundación esta prueba se cambiará en un acuerdo de desaprobación y de sarcasmos contra el antiguo seminarista incapaz, que se propone jugar al fundador.

 

   “¿Cómo él, que no tiene recursos ni talentos, puede soñar en crear una comunidad? Es el orgullo el que lo lleva a semejante empresa; es la ambición, es el deseo de promoverse; es la tonta vanidad de ser llamado fundador que le inspira  semejante proyecto.” ( Vida, I, p. 132 )

 

   Es preciso decir que reconociendo su parte de envidia, estas críticas proviniendo particularmente de medios eclesiásticos, estaban fundadas en lo que se sabía del Padre Champagnat:

 

   “...Les enseñaba a leer y él no sabía leer; a escribir y él no sabía observar las reglas de la Gramática al escribir.” ( ( Memorias Mayet, T. 8, p. 470 )

 

   “Alguno decía del Padre Champagnat: ¿ cómo quiere que se apruebe a sus hermanos? Usted es su maestro; por consecuencia considerado más instruido que ellos; y sus cartas no están escritas en francés.” ( Ibid. P. 295 )

 

   Al mismo Padre Colin, superior del Padre Champagnat, se le escapará un día una observación que deja adivinar sobreentendidos significativos:

 

   “ Después de que el Padre Champagnat murió, todo va mejor que cuando vivía. Ellos tienen al frente tres Hermanos muy capaces.” ( Ibid. T I, p. 295 )

 

   Por otra parte, en su humildad, el Padre Champagnat era el primero en proclamar la insignificancia  de su porte personal en esta obra de la que atribuía el éxito a una intervención especial de la Santísima Virgen:

 

   “Lo maravilloso de la Sociedad es que Dios haya querido servirse para esta obra de semejantes instrumentos...Es el mismo Padre Champagnat quien me lo ha dicho, y se podría notar aquí su tono rudo, basto, por así decir, y un poco salvaje, con el cuál él lo decía.” ( Memorias Mayet, I, 293 )

 

   Esta misteriosa nota sobre el tono, nos induce a pensar que se trataba en el Padre Champagnat de una profunda convicción, que, por otra parte, no pasaba sin encontrar una resistencia pasional no despreciable. La declamación maquinal de un eclesiástico, de una simple fórmula piadosa, no hubiera ocasionado un semejante torbellino en profundidad. La humildad  que el fundador quería que fuera el fundamento espiritual de su Instituto, no es un elemento aportado por casualidad: Es el fruto de una convicción sembrada sobre el terreno de una situación vital, y madurada mediante el sol de la gracia. Si, según una célebre fórmula, la humildad es la verdad, por lo que se refiere a los orígenes del Instituto de los Hermanos Maristas, la verdad es la humildad. Por otra parte, esta pobreza inicial, verdadero “estado de gracia” compromete a dejar a Dios el lugar que le corresponde, y a los hombres, toda la iniciativa esforzándose en poner todo el ardor de su juventud, los recursos de sus talentos personales y los impulsos de su celo apostólico. Es esta convicción profunda que refleja de parte del fundador la repetición incesante de la fórmula: “Nisi Dominus aedificaverit domum, in vanum laborant...”

 

   Evidentemente, tales no eran los pensamientos de los detractores del humilde vicario, ya que éste era aprobado y sostenido por hombres que lo conocían más profundamente y estaban dispuestos a separarlo del plano estrictamente humano, considerando las obras de Dios .La Providencia le había proporcionado consejeros y protectores que lo apoyaban con su autoridad en los  momentos más peligrosos para la existencia de su obra: El Sr. Gardette, superior del Seminario Mayor, J.L. Duplay, su sucesor en este cargo y paisano del Padre, administrador de la Diócesis de Lyon a partir de 1824, y el Sr. Dervieux, cura de St-Chamond. Éste último pasa de la oposición enérgica al Padre Champagnat, a una amistad entregada y eficaz por el santo y su obra.

 

   A este punto llegamos al origen de las pruebas todavía más dolorosas para el alma del santo fundador. Hay gentes, por así decirlo, para quienes el deber es claramente conocido por la conciencia y que todo el esfuerzo moral consiste en determinarse a ejecutarlo. No es ciertamente el caso a nivel de los héroes y de los santos, que se sitúan más allá de los pactos  avanzando a tanteos, siguiendo con angustia el llamado del Señor en la oscuridad.

 

   “El Padre Champagnat ha tenido sus pruebas; yo las he conocido; no continuaba con el mismo ánimo y menos tratándose de su obra, impulsado por un corazón libre a través de las vicisitudes. Es que en sus esfuerzos, apuntaba por encima del interés personal, pensaba que era por Dios y sólo para Dios, por quien trabajaba. Uno de los grandes méritos de este sacerdote, es su paciencia en el sufrimiento y su silencio en la amargura...” ( Carta de J.L. Duplay a sus padres, citada en “Vida de el Padre J.L. Duplay”, por J.M.-Chausse, T I, p. 280 )

 

   Esta paciencia, este silencio, esta amargura, sugieren muchos penosos altercados con las autoridades eclesiásticas.

 

   Es el P. Bochard , segundo Vicario General que intenta anexar a la suya,  la obra ya próspera del humilde Vicario. Suscita una hostilidad general contra él: Es así que el pobre sacerdote es abandonado por su confesor y amenazado por el Sr. Dervieux de echarle a los gendarmes. No es sino con la llegada providencial del nuevo Administrador Apostólico, que se invertirá la situación, sobre los informes favorables del Sr. Gardette. J.L. Duplay intervendrá a su vez ante el dinámico cura de St-Chamond.

 

   En 1833 cuando la Congregación es ya floreciente, una nueva prueba más incidiosa, divide al Padre Champagnat entre la fidelidad a su misión de fundador y la obediencia directa a Monsr. De Pins. Es uno de sus cercanos colaboradores, el Padre Pompallier, futuro Vicario Apostólico de la Oceanía Occidental, que aconseja al arzobispado poner a los Hermanos Maristas en las manos más hábiles del P. Querbes, cura de Vourles, su pueblo natal.

 

   “El Padre Champagnat, a pesar de su piedad y su virtud, no tiene ninguna de las cualidades necesarias a un buen superior de comunidad; no es capaz de hacer una carta, de instruir a sus hermanos, de tratar con los fundadores de las escuelas, y de dirigir convenientemente el noviciado. Por otra parte, él casi no se ocupa de esas cosas y emplea casi todo su tiempo en desgajar la montaña; como consecuencia, los hermanos no están formados suficientemente en la piedad, en las virtudes religiosas, ni en los conocimientos necesarios a los ( religiosos ) maestros y que sufren de otras cosas.” ( Vida p. 223 )

 

   Monsr. De Pins hace presión sobre el Padre Champagnat para que se una con los Clérigos de St-Viateur, pero estando convencido de que debía oponerse, aún estando acompañada dicha presión de protesta de obediencia, deja al fundador un tiempo de reflexión.

“Con el conocimiento que tengo de las cosas, no creo, Monseñor, que pueda en conciencia prestarme a esta medida; si su señoría lo ordena, yo aceptaré, me resignaré, es mi obligación; pero dudo del futuro.” ( Ibid. P. 225 )

 

Todo permaneció como estaba; pero durante algún tiempo hubo frialdad en el arzobispado, con respecto a Padre Champagnat.

 

   “Ese buen Sr. Champagnat, se decía, es un santo; pero se deja llevar demasiado por sus ideas, y perjudica a su comunidad por su manera de hacerse distinguir.” ( ibid. )

 

   En ese caso, el Padre Champagnat, no obstante, fue bastante afortunado por constatar en el futuro, que su fidelidad interior a su misión de fundador era al mismo tiempo, una fidelidad más profunda hacia la Iglesia; lo escuchó de la misma boca de Monsr. De Pins:

 

   “Sr. Champagnat, quiero decirle que ha dado prueba de buen juicio, cuando se ha opuesto a la unión de su comunidad con la de St-Viateur. Lo felicito por la conducta que ha tenido respecto a esto. Hoy, no me sentiría bien si la unión se hubiera realizado y reconozco que aquellos que me habían aconsejado tomar esta medida, me habían mal informado sobre su Instituto.”

 

   El S. Bochard igualmente ha mostrado por su conducta ulterior, que no es el espíritu de Dios que lo animaba en sus gestiones.

 

   No obstante, el Padre Champagnat no estaba totalmente seguro de sí mismo, y la angustia parece acompañarlo hasta el fin de su vida, de tal manera tenía la obsesión de cumplir la voluntad de Dios en la obediencia.

 

   “Siempre he tenido una firme creencia de que Dios quiere esta obra, en este tiempo en el que la incredulidad hace tan espantosos progresos, pero probablemente quiere servirse de otros hombres para establecerla. Sea bendito su santo nombre. Deseo más que nunca cumplir su santa voluntad en cuanto la conozca. Acabo de exponer simplemente mi posición y usted actuará, según lo juzgue útil para la gloria de Dios. Después de haberlo puesto al tanto de las cosas, y como estas sucedan, yo me apoyaré en el Señor y en su Santísima Madre y bendeciré sus santos nombres.” ( Carta al S. Cattet, Vicario Mayor, 1827 ).

 

   ( Hagamos notar  la resonancia totalmente salesiana de este abandono tranquilo y amoroso a la voluntad de Dios ).

 

    El esquema del tema de meditación sobre la obediencia, fechado en octubre de 1838, se presta para una confidencia velada del Padre Champagnat, tironeada desde los principios de su obra, hasta su muerte, entre la incomprensión de sus superiores inmediatos y la fidelidad a la misión que él recibe de Dios.

 

   “Sobre la obediencia de J.C. siendo Dios y a toda clase de persona de autoridad y en todas las cosas, hasta la muerte, según el mandato de su Padre. De aquí he tomado la resolución de imitarlo en el futuro, en todo, por su gracia todopoderosa, que hace fuerte a los débiles en toda ocasión.” ( 90 bis. )

 

   No es temerario ver en este pasaje una doble alusión más o menos conciente a sus superiores, “toda clase de personas de autoridad” y a él mismo, “débil en toda ocasión”. Sus relaciones con el Padre Colin, su superior, no estaban siempre bajo el signo del acuerdo perfecto:

 

   “ Ya van cuatro o cinco veces que lo invito o que le solicito enviar un hermano al Sr. Chanut a la Diócesis de Bourdeaux. Mi petición, tan frecuentemente reiterada, le muestra la importancia que yo le doy a este acto de obediencia que espero de usted...Un hermano al servicio de los Padres de la Sociedad hace 20 veces más bien, en mi opinión, que si estuviera empleado en una comuna, donde a Dios gracias, no faltan los medios de instruir a la juventud hoy. Pero usted no ha podido nunca comprender esta disposición y esta finalidad de la Sociedad. Sea como sea, después de la recepción de mi carta, pasará tres días en una especie de retiro para humillarse delate de Dios, por haber hecho hasta aquí tan poco su divina voluntad, bajo ciertos aspectos...” (Carta del Padre Colin al Padre Champagnat, 22 de febrero de 1839 ).

 

   A pesar de esas enérgicas presiones el Padre Chanut no tendrá jamás hermano lego, como no habrás jamás Hermanos Josefistas con un traje diferente, dedicados únicamente a los trabajos manuales, de tal suerte que  esas medidas discriminatorias repugnaban tanto al Padre Champagnat como a sus hermanos. Podemos comparar aquí la diferencia de mentalidad entre el Padre Champagnat y su superior. A pesar de su inteligencia, éste, es prisionero de conceptos de otro tiempo, con una noción más bien clerical del apostolado. El P. Champagnat heredero de la mentalidad abierta de su padre, está, por otra parte, demasiado cerca de sus hermanos para traicionar sus aspiraciones. A pesar de su asombrosa rudeza hacia el santo hombre ya en decadencia, el Padre Colin acaba por rendirse:

 

   “He recibido con gusto su respuesta y la de los hermanos a mi relato sobre nuestros futuros compromisos. Como le ha dicho frecuentemente, jamás tendremos ninguna dificultad entre nosotros; haré mis observaciones; expondré mis ideas, que estoy muy lejos de creer infalibles; si ellas no son aceptadas, yo seré el primero en renunciar a ellas...A pesar de todo mi deseo de ordenar tan bien las cosas para que más tarde todo marche en paz y según el espíritu de Dios, no puedo dispensarme de decirle que mientras usted viva yo intervendré poco con los hermanos enseñantes; en consecuencia, usted podrá continuar gobernándolos, según el espíritu de Dios, como en el pasado.” ( Carta del 29 de febrero de 1840 ).

 

   Si se mira el rápido desarrollo del Instituto de los Hermanos Maristas como fruto de su adaptación a la mentalidad y a las necesidades del tiempo, el Padre Champagnat tuvo razón unas vez más. No olvidemos que el Instituto es su obra personal y que, en 1837, habiendo dado su dimisión, volvió a recibir de nuevo el nombramiento.

 

   La obediencia fue la cruz del Sr. Champagnat y posiblemente, la piedra de toque de su santidad. Si él mismo parece convencido de no practicarla perfectamente, es que su carácter enérgico de una sola pieza podría ser un obstáculo para ello. Su vida intelectual reducida no desplegando a sus ojos un amplio abanico de posibilidades, está unida a su concepción, que habiendo germinado sobre la experiencia, forma, por así decir, parte  de él mismo. La precisión de su juicio y la de la realidad vivida, de la que casi no podría alejarse. No obstante, trabajará para perfeccionarse en esta virtud, teniendo un grande culto por la voluntad de Dios. Lo que encuentra en él mismo de orgullo desde esos primeros años de seminario, es posiblemente, sobre todo una rigidez de espíritu, la obstinación del hombre en quien las opiniones son parte de la personalidad. Sabemos con qué empeño se separó de la escuela del pueblo y nadie pudo persuadirlo de renunciar a la idea de ir al seminario, una vez que tomó la decisión de hacerlo. Si en el sexto grado es mal calificado por su joven maestro, es porque todavía no ha aprendido a neutralizar el choque de los caracteres por una profunda humildad. De igual manera en 1823, cuando la oposición del S. Bochard autoriza al S. Rebod, cura de la Valla a exteriorizar su rencor contra su vicario que tiene más éxito que él, se tiene la impresión de que el joven sacerdote podría todavía progresar en la obediencia y la humildad. El Hermano Juan Bautista cuenta (Vida I p. 136,137 ) que el cura entonó el himno “O crux Ave”...para poner fin al  sermón del vicario.

 

   “El Padre Champagnat sin dejar aparecer ninguna emoción y sin testimoniar la menor congoja, continuó su sermón cuando el cura hubo acabado de cantar.”

 

   Si las cosas han pasado así, el silencio del Padre Champagnat pudo ser calificado de digno, sobre todo por él mismo, pero una obediencia más humilde hubiera puesto fin al sermón, intentando neutralizar el escándalo. Evidentemente, para discutir a fondo este problema, sería necesario definir el grado de obediencia que un vicario debe a su cura. Pero, ¿ por qué queremos que los santos lleguen al final sin progresar? El Padre Champagnat estaba todavía, aparentemente en camino, el camino difícil de la fidelidad heroica  sembrada de obstáculos,  de incomprensión humana.

 

   En 1963 se erigió una estatua al Venerable al pie de los peñascos de N.S. del Hermitage, que fue el teatro de la más bella porción de su actividad. Obra del escultor Gabriel Gouttard, este monumento encontró la incomprensión más o menos general. Es un bloque de granito de formas redondas que no deja percibir el detalle más que como a través de un velo.

 

   “...El autor muestra por medio de esta escultura al Venerable Padre como un hombre, lo que se llama un hombre; rudo como el granito de su tierra natal y que la gracia ha pulido en piedra, brotando en una forma de humildad, de pobreza y de acogida. Acogida a los menos favorecidos, para que ellos también se conviertan en hombres, hijos de Abraham, ramas de un mismo tronco en cruz.” ( Boletín de los Hermanos Maristas, no. 193, p. 60 )

 

   Es notable que la intuición libre del artista se haya mostrado más penetrante que una piedad filial demasiado cuidadosa del prestigio humano del Fundador. Todo lo esencial está allí: A partir de la fuerza del temperamento y de la sencillez del montañés, hasta la acogida de esos “pequeños hombres”, todavía informes, que gozan de un mismo impulso y de un mismo suelo que el buen Padre que ellos abrazan en forma de cruz. Lo que choca a la mayor parte de los visitantes, es lo que hace la originalidad misma de la intuición, el ocultamiento de una personalidad poderosa bajo un velo inexpresivo, al servicio de su modestia. Esta expresión velada es para nosotros, la limitación intelectual del servidor de Dios, forma de pobreza que le ha valido más  de desprecios, que de compasión; cruz que él ha llevado con ánimo, y que ha fecundado sus empresas. Su valor proviene esencialmente de lo que era y lo que ha realizado, no de lo que ha dicho. Ha formado discípulos a quienes ha infundido su alma ardiente y dulce, y que serán testigos de esto, innumerables sucesores: Allí están sus cartas de recomendación.

 

   “Al menos sus lecciones y sus ejemplos no se perderán; los encontraremos en los hermanos que él ha fundado.” ( Carta de J.J. Duplay, J.M. Cahusse, ob. cit. P. 280 )

 

   La más preciosa herencia de M. Champagnat, son las tradiciones vivientes de piedad, de virtud y de celo apostólico que llevan los ejemplos y el fervor del venerado Padre a través de las generaciones de sus hijos. Recordemos una vez más su mirada decididamente puesta al frente, pero no olvidemos que él permanece siempre al pie de la cruz, en compañía de la Madre de Jesús y de San Juan, “el primer Marista.”


 

 APÉNDICE

 

 

 NOTAS SOBRE LA VIDA DE M. CHAMPAGNAT

 POR EL HNO. JUAN BAUTISTA.

 

 

“Naturalmente en la Iglesia donde cada familia espiritual, cada instituto, cada diócesis, se esfuerzan por conservar memoria de lo que hubo de honorable en su pasado y recogen su tradiciones con la diligencia y las notas de idealización que caracterizan a los clérigos, las fallas de los débiles y la pálida existencia, han dejado menos huellas que los anales de los mártires. Y es bueno que esto sea así porque la historia no se convierta naturalmente, en escuela de desmoralización.” ( A. Latreille, La Iglesia Católica y la Revolución Francesa, T I(, p. 175 ).

 

   Nuestro propósito no era hacer un estudio crítico del trabajo tan meritorio del primer biógrafo del Padre Champagnat, pero la confrontación indispensable de los datos históricos y de las reflexiones provenientes de otras fuentes con la relación del Hno. Juan Bautista, suscita naturalmente algunas observaciones que son de interés para el objeto de nuestra investigación. Está bien claro que no se trata aquí de una confrontación metódica, pero observaciones parciales emanan de contactos reales con los textos, introducidos en el desarrollo natural de nuestro trabajo.

 

   Nos han llamado la atención las omisiones manifiestamente concientes del biógrafo con respecto a la actividad revolucionaria de Juan Bautista Champagnat, padre del Venerable y el primer año de éste en el seminario menor, un fracaso completo del que  el colmo fue el envío del muchacho a su familia. El biógrafo, demasiado complaciente opera un apagón general sobre esos elementos negativos y hace un tal empleo de los datos parciales favorables, que una piedad filial mal comprendida, tendrá de qué alimentarse hasta nuestros días. No obstante, el acomodo permanece bastante superficial para que se pueda seguir la huella una vez que se ha descubierto el hilo blanco en un punto. ( cf. ch. II, p. 17-20 )

 

   Aparece entonces que el autor realiza una elección condicionada por su punto de vista personal sobre los elementos aptos para exaltar al fundador y para excitar la veneración y la edificación de su familia religiosa. Es mucho menos la actitud del historiador que la del conferencista que no refiere más que los argumentos que van en el sentido del efecto a producir. Es decir, entonces, cómo es importante repasar detrás de la hagiografía para encontrar, más allá de la adaptación, los elementos primitivos que nos permiten darnos una idea más objetiva del personaje, antes de pedir ejemplos y consignas para nuestro tiempo. Por otra parte, el Hno. Juan Bautista has revelado su fórmula hagiográfica al Hno. Avit, en el curso de una conversación:

 

   “Sólo lo bueno en una biografía conviene que aparezca.” ( Anales p. 619 )

 

   Es así que no se incomoda por retocar algunos detalles en los textos de las resoluciones de M. Champagnat, modificando páginas, eliminando términos juzgados poco edificantes y encerrando todo entre las comillas de las citas textuales.”

   Se salta, entre otras, las páginas siguientes, reproduciendo las resoluciones del seminarista ( Vida I, p. 17-22 ) “jamás volver a una taberna sin necesidad ( Colección, p. 161 ) “¿Por qué los desprecio ( a mis compañeros ) ( ibid. ). Observando más adelante que el autor no duda en reproducir las resoluciones referentes a la murmuración  y la mentira, se tiene una idea sobre la arbitrariedad y subjetividad de los criterios que presiden la elección. Por otra parte, el episodio de la taberna, es retomado por un testigo y nos habla a favor de la fidelidad del seminarista a sus resoluciones:

 

   “Una religiosa originaria de Marlhes y fallecida en Vernaison ha contado frecuentemente haber visto al siervo de Dios en compañía de otros seminaristas de Marlhes, a la salida de los oficios de la Iglesia. Estos últimos lo invitaban muchas veces a tomar con ellos alguna bebida de la que podía tener necesidad. El siervo de Dios no aceptaba jamás y encontraba siempre alguna buena razón para reunirse con su familia.” ( Positio Super Introduccione Causae, Roma, 1896, p. 18 ).

 

   Pero el Hno. Juan Bautista no respeta la integridad de la forma,  sino la de fondo de los manuscritos. Esta frase, en su breverdad,  está llena de convicción :

 

   “Al fin, soy nada, un poco de polvo, nada.”  p. 152 se convierte en : “Yo no soy, en una palabra, más que un poco de polvo, ¿cómo envanecerme? Donde está suprimida la doble mención de “nada”.

 

   En la página 27 encontramos un ejemplo de ejercicio de resumen, que, suprimiendo lo largo, despoja el estilo de sello personal.

 

   “Santa Virgen, no ignoro que sin tu protección soy incapaz de cumplir fielmente este pequeño reglamento sobre los ejercicios y las ocupaciones del tiempo de mis vacaciones; es por lo que imploro tu poderoso socorro ante Dios y espero que vista tu ternura por los pecadores que anhelan su conversión, tú podrás obtenerme la gracia de cumplirla puntualmente, y eso para la más grande gloria de tu misericordiosísimo Hijo. Así sea. San Juan Francisco Régis tú que eres tan poderoso ante Dios para obtener la salud del cuerpo, ¿ lo serás menos con respecto al alma creada a imagen de Dios? No, no es así; es pues, por tu intercesión, así como por la de María que yo espero cumplir la regla que yo me impongo ahora.” ( Champagnat, Compendio, p. 167 ).

 

   “Santa Virgen, sin tu protección, soy incapaz de cumplir este reglamento. Es por lo que imploro tu poderoso socorro ante Dios, y espero que me obtendrás la gracia de ser mediante él fiel, para la más grande gloria de tu divino Hijo. San Francisco Régis, confesando que eres tan poderoso ante Dios, es también por tu intercesión que espero y pido la gracia de cumplir el reglamento que me he trazado.” ( Vida, p. 27 )

 

   En la página 107, citamos ampliamente el testimonio lleno de imágenes del Hno. Lorenzo sobre el amor al trabajo del Padre Champagnat. Se lamenta de no encontrar rastro de detalles bastante agradables en el capítulo de la “Vida” consagrado a este tema ( II, p. 207 ).  El capítulo se nota claramente muy compuesto: Después de un resumen general de las actividades del Padre Champagnat, es una conferencia sobre el trabajo y el estudio, adornado con tres o cuatro anécdotas montadas con alfileres e ilustradas con las prácticas introducidas en el Instituto por el fundador. Es igual en el capítulo sobre la pureza, donde encontramos algo del sermón sobre la contrición. ( p. 71 ). “El pecado es el más grande de todos los males.”

 

   La lectura paralela de los Sermones y de la Vida del Padre Champagnat del Hno. Juan Bautista, deja perplejo por el pequeño número de contactos entre los textos, sobre el mismo tema, atribuidos al mismo autor. Esta constatación viene a ser todavía más inquietante cuando se ha reconocido la pobreza intelectual del Padre Champagnat. Dos pasajes del sermón sobre la Conversión constituyen todo el fruto de la comparación. Tres líneas sobre la educación de los niños ( p: 113 ) se extienden sobre las páginas ( p. 55-57 ) en el modelo de sermón reportado por el Hno. Juan Bautista, así como las cuatro líneas sobre la ofrenda  (p. 113 ) se extienden sobre la s páginas 53-54 de la Vida. ( 1) Si añadimos que entre los dos sermones sobre la humildad ( p. 116, 118, 137 ), no encontramos más que una cita del Evangelio en común con el capítulo del mismo título en la “Vida” y las numerosas alusiones a esta virtud a través de la obra, tenemos el derecho de preguntarnos sobre los procedimientos de composición del biógrafo y del fin que persigue. ¿ Se ha tomado el trabajo de intentar reconocer lo que es verdaderamente doctrina personal del Padre Champagnat en lugar de recoger todo lo que copió de otros autores o aún de inventarle hechos a partir de los recuerdos transmitidos de memoria por los hermanos? Que se piense cómo estaremos equivocados si atribuimos todos los textos de los manuscritos al Padre Champagnat.

 

   Estamos llevados a preguntarnos si la obra del Hno. Juan Bautista no refleja la mentalidad de su autor al menos tanto como la del Padre Champagnat. El Hno. Avit lo presenta así en la página 670 de sus anales:

 

   “El año de 1872 fue considerado tristemente célebre en el Instituto por la muerte del Querido Hermano Juan Bautista, el confidente del Venerado Fundador, el autor de su vida, el principal redactor de l os proyectos de nuestras Reglas comunes, de la Guía de las Escuelas y de nuestras Constituciones, antes del Capítulo de 1852.”

 

   Él es pues, intelectual en su modesto medio, el Aarón de ese Moisés inepto para expresarse por la pluma, aquél que dotará al naciente Instituto, ya dinámico, de una doctrina ascética, espiritual y pedagógica a la medida de los grandes designios a los cuales él parece destinado. Su designio general parece ser el de crear, llenar una insuficiencia a pesar de las quejas de sinceridad y objetividad del prefacio, cuyo sentido está en función de una época y de una mentalidad.

 

   “ De esta manera, allí lo haremos hablar frecuentemente a él mismo un poco, según las notas proporcionadas por los hermanos, un poco, según nuestros recuerdos. No pretendemos transcribir textualmente sus propias palabras, cuando comunicamos lo que nos ha enseñado en sus instrucciones, en sus exhortaciones, la cosa como ocurrió no era posible; pero si no hemos podido reproducir sus expresiones; hemos comunicado fielmente sus pensamientos y sus sentimientos: También, tenemos la profunda convicción y nuestra conciencia nos rinde testimonio de que nuestro trabajo contiene el espíritu del Padre Champagnat, el análisis de sus instrucciones, sus máximas, sus sentimientos sobre las virtudes, sobre las Reglas y la manera de observarlas y no contiene más que eso.” ( PP XVIII, XIX ).

 

   Expresiones como “según”, repetidas tres veces “no podemos escribirlas textualmente” “sus pensamientos y sus sentimientos”, “el espíritu del Padre Champagnat”, guardan explícitamente un buen margen a la iniciativa personal del autor. Se puede entonces preguntar si en el edificio, el mortero del escritor no tiene más importancia que los materiales que provienen del fundador.

 

  Alabando el ánimo de este hombre, que se ha preocupado por revertir una situación de inferioridad intentando dar una forma conceptual, una forma escrita y transmisible a la santidad que casi no se había expresado en el fundador, sino a través de la vida y la acción, no es imposible considerar el volver a utilizar los pocos documentos escritos que vienen directamente del Padre Champagnat, sobre todo su correspondencia, para separar su silueta de la interpretación demasiado sistemática de su primer biógrafo.

 

   Por lo que se refiere al Hno. Avit y sus anales, se percibe que su versión de los acontecimientos sigue frecuentemente, con fidelidad, el texto del Hno. Juan Bautista. Por otra parte, manifiesta las deudas a su persona en los “Consejos a los Lectores” p. 1

 

   Sus cualidades de historiador pueden ser puestas en duda. No tiene mucho la obsesión por la verdad y mucho el gusto por los detalles anecdóticos que se acercan a lo vulgar. Sus juicios llevan humor y se colocan en categorías fijadas por una especie de espíritu partidario.

 

   Hemos señalado en el capítulo I la incoherencia de su apreciación de Juan Bautista Champagnat y el crédito desmesurado concedido a las narraciones populares. Su relato de la muerte de Juan Bautista Ducros, que coincide con toda la actividad revolucionaria de Juan Bautista Champagant, es un vivo ejemplo de esto.

 

   “Así, colocado bajo la tutela de su terrible primo, J B Champagnat hizo algunos actos lamentables.” ( p. 14 ) Ese infeliz tuvo un trágico fin. Queriendo continuar aterrorizando esas montañas, después de la caída de Robespierre, fue conducido a St-Etienne y encerrado en una prisión provisional. Su esposa obtuvo permiso para verlo. Le llevó un puñal. Cuando van los gendarmes para tomarlo y transferirlo a otra prisión, mata a uno. Para tener ventaja sobre ese hombre furioso, los gendarmes hicieron una abertura en el techo superior de la prisión y lo mataron de un balazo. Así acabó J P Ducros, después de haber sido el terror de sus conciudadanos, después de haber hecho el más grande daño a J B Champagnat, su primo hermano.” ( Anales p. 15 ).

 

   ¿ No es necesario hacer un gran esfuerzo para imaginar lo del puñal, pero cómo imaginar que los gendarmes hacen un hoyo en el techo para abatir a un hombre encerrado en un cuarto? La realidad es que el acontecimiento ha sido totalmente deformado por la invención popular. J B Galley presenta una amplia documentación sobre el incidente, en su obra “St-Etienne y su Distrito durante la Revolución.” ( T III, pp. 172-175; 180, 197 ) bajo el título “La Masacre de los Prisioneros” ( 2 de julio de 1795 ). Es una banda realista que ataca de noche la prisión Santa María de St-Etienne con la complicidad tácita de las autoridades. Son los prisioneros los que hacen un agujero en una pared para refugiarse en una pieza vecina. No obstante, una docena de éstos son atados, llevados a cierta distancia de allí y salvajemente ejecutados. Ducros intenta resistir defendiéndose con una punta de fierro, quien es nombrado indiferentemente siguiendo la narración. He aquí un estracto de uno de los procesos verbales:

 

   “...que el llamado J. P. Ducros, propietario, del pueblo de Jonsieux, uno de estos últimos, dio cuatro cuchilladas a los que quieren detenerlo, rompe de una patada el tobillo de uno de ellos, recibe él mismo al instante varios balazos, golpes de sable y bayoneta y cae muerto en dicho apartamento.” ( p. 172 )

 

   Según esta documentación, J. P. Ducros era un hombre valiente; en cuanto a su pretendido terrorismo, no encuentra lugar en los relatos  tan investigados por J B Galley. Si es dicho “profundamente perverso”, es probablemente porque es “republicano exaltado”  (Anales, p. 13 ). He aquí, por otras parte, una prueba de la exaltación republicana de los patriotas de JONZIEUX; se admitirá gustosamente que no es de demasiada mala ley:

 

   “El 21 de octubre, un oficial municipal del municipio de Jonzieux., provisto de una deliberación , aportó a esos ciudadanos el ofrecimiento de proporcionar abundantes provisiones y particularmente 200 “metants” de trigo. La comuna de Jonsieux era muy patriota. ( Su municipalidad denunció la actitud del distrito en 14 de julio ) inútil es decir la acogida que tuvo este ofrecimiento; se votó una mención al registro “del civismo y de las pruebas de amistad de los hermanos de Jonzieux” y “una carta de agradecimiento a los oficiales municipales.” ( J. B. Galley, ob. Cit. II, p. 239 )


 

FUENTES DOCUMENTALES DE LOS ARCHIVOS

 

1) ARCHIVOS DE LOS HERMANOS MARISTAS EN ROMA.

 

Sermones e Instrucciones de Marcelino Champagnat. ( número de referencia 134 )

 

Cuadernos de Resoluciones de Marcelino ( 131 ). ( En el presente trabajo, nos servimos de la copia mecanografiada colocada en los archivos y que hemos verificado sobre el manuscrito; la paginación es la de la copia.)

 

Cartas Escritas por Marcelino Champagnat (  n. 111,112,113 ) ( Han sido reunidas en dos volúmenes, vueltas a reproducir en 1968 por el Hno. Paul Sester bajo el título de “Los Escritos del Fundador,” T I, y II )

 

Manuscrito del Hno. Silvestre: Resumen de la Vida de Marcelino Champagnat bajo forma de documento, que sirvió a la introducción de la causa y redactado por uno de sus discípulos entre 1886-1887 ).

 

Manuscrito del Hno. Lorenzo, uno de los discípulos de la primera hora que bosqueja el retrato del Padre Champagnat en 1840. ( Este documento es reproducido en “Orígenes Maristas”: doc. 756, T II, pp. 759-763 ).

 

“Resumen de los Anales del Instituto”, redactado a partir de 1884 por el Hno. Avit, que había sido recibido en el Instituto por el Padre Champagnat . ( Aunque suficientemente informado, a este analista le falta rigor e imparcialidad. cf. apéndice ).

 

Las Actas del Proceso de Beatificación de Marcelino Champagnat:

“Positio super virtutibus I”.

“Positio super introductione causae”, Roma 1896

“Positio super fama sanctitatis in genere”, Roma 1900

 

( Los testimonios de los que han conocido a Marcelino Champagnat o que han escuchado hablar de ellos, tienen gran valor para nosotros, sobre todo por las concordancias respecto a un mismo hecho )

 

Las Memorias de Jean-Louis BARGE ( 1762-1885 ), Secretario de la Comuna de la Valla, Loire, que cubren el período 1789-1819. ( Citamos los textos reproducidos en las obras de Jean-Baptiste Galley, François GONON y Jean COMBE cf. Lista de las obras )

 

Entre los estudios sobre Marcelino Champagnat o su obra, utilizamos:

 

La Aplicación de la Ordenanza del 29 de febrero de 1816 y la situación de la Enseñanza primaria en el Disatrito de St-Etienne, ( Loire ). ( 1815-1822 ).” 15 de mayo de 1956- Diploma de Estudiois Superiores de Pierre Zind. (  El objeto demasiado vasto de este trabajo concede poco lugar a Marcelino Champagnat ).

“La Educación según el Venerable Marcelino Champagnat” por Marcel COLIN, 1968, 2 tomos en offset. ( Utilizamos poco este trabajo que concede demasiado crédito a los textos del Hno. Juan Bautista ).

 

“Father Champagnat: The man and his spirituality”, por el Hno. Romuald GIBSON , 1971, un volumen vuelto a reimprimir. ( A pesar de buenas intuiciones, el autor comete el error de apoyarse con demasiada confianza en el Hno. Juan Bautista y a tribuir al Padre Champagnat todo el texto de sus sermones ).

 

“Bulletin de L’Institut des Frères Maristes des Ecoles” ( Petits Frères de Marie ):  Una serie e estudios a partir de documentos inéditos, del Hno. Louis-Laurent ( Pierre ZIND ) Sobre los inicios de la obra de Marcelino Champagnat, bajo el título “Contribución a la recuperación de los los trabajos sobre los orígenes de los Pequeños Hermanos de María.”  (enero de 1955-julio de 1956 ).

 

Tomo   21   n.          157          451-459                 

                        158          531-540            

159          592-604                                

Tomo 22          161            83-99

162                             161-171 

163                             211-230

 

Otra serie de artículos del mismo Boletín, reproduce, bajo el título de “historia”, las investigaciones del Hno. Gabriel MICHEL sobre los inicios del Instituto. ( enero de 1967-diciembre de 1969 ).

 

Tomo   27   n.    204     pp.      365-374;

                           205             479-483;

                   207                       748-753;

                   208                         94-113;

Tomo 28     209                       255-280

                           210             409-413

 

 

( Hemos utilizado esta serie, y los documentos de archivos que allí están reproducidos para nuestra reflexión sobre la actividad revolucionaria de Juan Bautista Champagnat, padre del Bienaventurado ).

 

   “Voyages et Missions”, Revista trimestral de los Hermanos Maristas, ( Le Montet, 69- St- Genis-Laval ) editada regularmente desde abril de 1970, un artículo de Pierre Zind bajo el título: “Tras las Huellas de Marcelino Champagnat.” Nueve artículos han aparecido hasta el presente: No. 105-115. ( Los hemos utilizado poco, prefiriendo los artículos más investigados del Hno. Gabriel MICHEL en la serie señalada ).

 

2) ARCHIVOS DE LOS PADRES MARISTAS EN ROMA.

 

Las “Memorias” del Padre Gabriel-Claude MAYET: 9 volúmenes inéditos donde el autor anota sistemáticamente, de 1837 a 1854, hechos y propósitos que pueden servir de material a la historia de la Sociedad de María: ( allí hemos recolectado algunos detalles inéditos sobre el Padre Champagnat ).

 

ESTUDIOS:

 

“El Reclutamiento del clero en el Seminario de Saint-Irénée de Lyon de 1801 a 1815”, por Daniel-J. GRANGE.

 

 Formación intelectual de Jean-Claude Colin en el Seminario de San Ireneo de Lyon  (1813-1816 ) : Un buen estudio del P. Luis Alonso M. S.  Hecho bajo la dirección del Padre Jean Coste. ( De él hemos sacado sobre la formación de Marcelino Champagnat que estuvo en Saint-Irénée con el Padre Colin ).

 

II : LISTA SUMARIA DE OBRAS UTILIZADAS.

 

BOIS A., Las Hermanas de San José, hijas del Pequeño Proyecto, de 1648 a 1994, Lyon, 1950.

 

BONNARDEL ( cura ) , Curso de Instrucciones familiares para los domingos, las fiestas y los otros días principales del año, Lyon, 1821. ( fuente del Padre Champagant) .

 

BOURDALOUE ,Obras Completas, París, 1823. ( Fuente del Padre Champagnat ).

 

CANARD J., PHILIBERT Gardette ( 1765-1848 ), Roanne, 1942.

 

CHEVASSU J. , El Misionero Parroquial, en MINGE, Oradores Sagrados, n 94  (fuente del Padre Champagnat ).

 

CHAUSSE-J M. Vida del Padre Jean-Louis Duplay ( 1788-1887 ) Lyon 1887.

 

CHEMINAIS T., Sermones, París 1730 ( Fuente del Padre Champagnat ).

 

COMBE J. El Bessat y sus Alrededores, Saint-Etienne, 1969. ( Lo hemos utilizado mucho para la historia de la Valla ).

 

COSTE J. LESSARD G.,  “Orígenes Maristas”, Roma, 1960-1967. 4 gruesos volúmenes que recogen sistemáticamente los documentos concernientes a la Sociedad de María, de 1786 a 1836. ( Hemos tomado de ellos algunos datos y sacado algunos textos ).

 

DANSETTE A. , Historia Religiosa de la Francia Cotemporánea, 1948.

 

DESRAMAUT F. La Memoria de Giovanni-Battista  Lemoyne, Tesis de Doctorado en Teología, presentada en la Facultad de Teología de Lyon, 1961-1962.

Don Bosco y la Vida Espiritual, París, 1967.

 

GALLEY J. B. Saint-Etienne y su distrito durante la Revolución, St-Etienne, 1904.  (Nos hemos  servido de él para el estudio de la actividad revolucionaria de Juan Bautista Champagnat. Obra muy consultada, en 3 gruesos volúmenes ).

 

DUQUENSE ( cura ) Evangelio meditado para Todos los días del Año, 1816. ( Fuente del Padre Champagnat )

 

GENET Jacqueline, El Enigma de los Sermones del Cura de Ars. Estudio acerca de la predicación del Santo Juan María Vianney, seguido del análisis crítico y del texto de seis sermones transcritos a partir de los originales. París, 1961. ( De allí hemos sacado ideas y bibliografía ).

 

GERMAIN Elisabeth. ¿ Hablar de Salvación? En los orígenes de una Mentalidad Religiosa. La Catequesis de la Salvación en Francia de la Restauración. (Este libro nos ha sido muy útil por su estudio de la predicación del inicio del siglo 19º y por su rica biografía) .

 

GONON F. Estracto sobre el Pueblo de la Valla-en-Gier, seguido de las “Memorias” de Jean-Louis BARGE, Antiguo secretario de la alcaldía de la Valla. Saint-Etienne, 1942.

 

GUITTON G.. San Juan Francisco Regis, 1941. ( Sacamos detalles sobre el apostolado del santo en Marlhes ).

 

HOSIE STANLEY W., Anonymous Apostle: The life of Jean-Claude Colin, Marist. New York, 1967 ( Esta obra beneficia las investigaciones del Padre Coste )

 

ICARD H-I., Doctrina del Sr. Olier Explicada por su Vida y por sus Escritos. París, 1889.Tradiciones de la Compañía  de los Padres de Saint Sulpice para la dirección de los Seminarios Mayores.

 

Hermano Juan Bautista, Vida de José Benito Marcelino Champagnat, sacerdote, Fundador de la Sociedad de los Pequeños Hermanos de María, por uno de sus primeros discípulos. –2 volúmenes- Lyon, 1856. ( Todas las biografías y la mayor parte de los trabajos se basan en esta primera “Vida” del fundador.  Citamos este texto sobre todo para confrontarlo por los datos que vienen de otras fuentes. Como esta obra nos parece una síntesis muy personal, no tomamos más que las grandes líneas de su testimonio. Cf. apéndice ).

 

LATREILLE A., Historia del Catecismo en Francia, T. III, París, 1962. La Iglesia Católica y la Revolución en Francia ( 1775-1799 ) T. I. 1946 ( Hachette )

 

LAURENT B., La Iglesia Jansenista del Forez, Saint Etienne, 1942 ( Indicaciones biográficas para el estudio de la región ).

 

 LEFLON J. Señor Emery, La Iglesia del Antiguo Régimen y la Revolución., París, 1944.

 

MIGNE, Oradores Secretos ( Lo hemos frecuentado con asiduidad buscando fuentes del Padre Champagnat ).

 

OLIER, Introducción a la Vida y a las Virtudes Cristianas. Lyon 1831 ( Lo hemos leído con atención para encontrar fuentes doctrinales y espirituales del Padre Champagnat ).

 

PEZERIL D., Pobre y Santo Cura de Ars- París, 1959. ( De allí hemos sacado puntos de comparación para la personalidad y doctrina del P. Champagnat ).

 

POURRAT P., La Espiritualidad Cristiana- París, 1943-1947.

 

ROULIER F, ¿ Significado de la Historia?, Profac, mayo  1970.

 

SAINT-PIERRE L., La hora del Cenáculo en la Vida y las Obras de Pierre-Julien Eymard- Tesis de Doctorado en Teología, Lyon, 1967-1968.

 

SOULCIE J., La Formación de los Clérigos en el Seminario de Saint-Irénée de Lyon de 1659 a 1905. Tesis de doctorado, Lyon 1955.

 

ZIND P., Las Nuevas Congregaciones de Hermanos Enseñantes en Francia de 1800 a 1830- Tesis de doctorado en Letras, Lyon, 1969.

 

Sin nombre de autor: Pequeño Manual para uso del Seminario de Saint-Irénée, Lyon, 1833 ( Hemos aprovechado mucho la bibliografía de las obras recomendadas a los jóvenes sacerdotes ).

 

Constituciones para la Pequeña Congregación de las Pequeñas Hermanas de San José –Lyon, 1788. ( La tía de Marcelino Champagnat, encargada de su formación, era religiosa de esta Congregación ).

 

Madre Saint-Jean Fontbonne, Fundadora de la Congregación de San José de Lyon –París, 1929.

 

NOTA...Tenemos bajo la mano una colección de sermones y de notas de diferentes predicadores del siglo 18º y 19º, provenientes de la región del curato de la Valla.

 

 

 

 

 


 

 

 TABLA DE MATERIAS.

 

 

Introducción.

Primera parte:  Etapas Históricas.

 

Capítulo I:        La Región y la Familia.

                Marlhes

                La Madre

                La tía

                El Padre

 

Capítulo II:       El Seminario:

                Verrières

                Saint-Irénée

 

Capítulo III:      El Ministerio:

                La Predicación del Tiempo

                La Valla

                El Padre Champagnat Predicador

 

Segunda Parte: Estudio de los Manuscritos

 

Capítulo IV:      Autenticidad, Cronología, Temas

 

Capítulo V:       Métodos de Preparación y Límites

 

Capítulo VI:      Fuentes de los Sermones

 

Capítulo VII:     Análisis Doctrinal:

                Grandes Verdades

                Conversión

                Obligaciones

                Caridad, la Virgen

                Imitación de Cristo ( de la Virgen )

 

Tercera Parte: Silueta de M. Champagnat

 

Capítulo VIII: Líneas de Fuerza de su Personalidad

 

Capítulo IX:     Rasgos de su Fisonomía Espiritual

 

Apéndice: Notas Sobre la Vida de M. Champagnat

                Por el Hermano Juan Bautista

 

                Fuentes consultadas.

 

 

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