FISGONEO



CARBERTO

24 de junio del 2000

Un Coraje de 15 años. .




PENSAMIENTOS CON FILOSOFADAS

He leído con impactante atención, las palabras de Adriana Vidales, estudiante de sólo 15 años del Colegio Don Bosco en Popayán, mi "Ciudad Blanca", hoy emblema de paz ante una nueva tragedia: el asesinato aleve de 11 integrantes de las Fuerzas del Orden y el sacrificio de dos estudiantes, compañeros de Adriana. La muerte de sus compañeros en la emboscada guerrillera en Puracé (Cauca), despertó la fibra de la indignación y revivió sus más íntimos desconsuelos juveniles.

Sus palabras reflejan y retratan toda la indignación por la nostalgia de sus condiscípulos muertos y al mismo tiempo la incertidumbre de un futuro que ella, a sus escasos 15 años, imagina sombrío.

Pero no fue el "coraje' con el que cuestiona la alevosía de los guerrilleros y la incertidumbre de su propio porvenir y el de sus compañeros, lo que hizo aparecer en mi rostro revelantes lágrimas de satisfacción contenida. No. Sí fueron en cambio algunas de sus palabras implorantes para recordar lo que a gritos estamos pidiendo todos los colombianos. Oigámoslas: "Condena o silla eléctrica no es lo que pido para ellos, porque el que se atreve a matar no debe ser destruido, debe recibir un castigo peor". No reflejan sus palabras, como podemos deducirlo, "venganza". No y mil veces no. Piden y reclaman justicia. Esa "pronta y cumplida justicia" que hace mucho tiempo estamos esperando los colombianos y que una estudiante de únicamente 15 años nos lo recuerda. Desde el alto gobierno al más humilde de los jueces y también a todos nosotros.

Y no son las Fuerzas Armadas ni las entidades judiciales las que tienen la "hombría" - que en las mujeres también se da y en qué óptimo grado- para decirles: "Miserables, poco hombres, miedo es lo que reflejan sus actos... Les falta valor y no crean que por tener un fusil son hombres, son unos cobardes".

Cómo deben estar martillando en todos los oídos, los reclamos de una juvenil estudiante, repetidos ante un silencioso y mudo auditorio, donde el señor ministro de Defensa y el alto comisionado para la Paz escucharon con diáfana claridad. El eco de esas claras sentencias, sonará repetitivo en las mentes de estos funcionarios, cuando se encuentren haciendo un claro y perspicaz examen interior de este complejo problema.

Y si meditamos en las palabras de Adriana, reflejan "comprensión", pero al mismo tiempo "acción" por el crítico estado actual de nuestra patria. Oigámoslas: "Pido a la gente que ore por ellos, porque aunque se encuentren apartados de Dios, no los odio, pero sí protesto". Qué expresivas y valientes palabras. Cuánta ensoñación de postura y compromiso nos indican.

No odiar, pero sí "protestar". Eso es lo que las gentes de bien no hemos hecho, protestar. No tenemos la valentía ni el valor para reclamar. No protestamos hoy ni lo hemos hecho antes. En cambio una niña mujer, que apenas está entrando a la vida, rememora: "lo bello que es sentir la alegría cuando ves niños jugar y sentir tu corazón que palpita porque hay paz en ti...", nos está recordando ese derecho o mejor obligación: la protesta.

¿Despertará con esa palabra, que teníamos arrinconada, nuestro espíritu hoy acomodaticio a las circunstancias adversas que vivimos?. Adriana no sólo nos señala sino que exige acompañarla a soñar tiempos mejores. Con palabras comunes y duras llenas de arrojo en su sencillez académica, pero plenas de nostalgia y entereza conceptúa: "Piden diálogos de paz, pero ¿qué es la paz para ellos?. Piden reinserción y no sé que tantas porquerías, pero cómo diablos pueden estar en paz, si por dentro están en guerra". como en la ruleta a todos sus colores: al rojo de la sangre, al negro de la incertidumbre, al blanco de la paz y al verde de la esperanza.

Cualquier camino que se escoja para alcanzar la anhelada paz, se logrará si despertamos de este sueño abúlico del conformismo, de esa pereza de acción, de la desidia material que nos impide actuar.

Estamos en la época de la "acción". Una estudiante de tan sólo 15 años en la ciudad "pensante" de Popayán, no sólo nos ha puesto a "pensar", nos ha indicado el camino de la "acción". Ha llegado la hora.

¡Acompañémosla!. No la dejemos sola en su nostalgia.




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