FISGONEO



CARBERTO

05 de agosto de 2000

Las verdades duelen y además queman. .




Pensamientos con Filosofadas

¿Cuántas exactitudes y también exageraciones, salidas de tono, desdibujadas con un "jocoso sarcasmo" de su propia cosecha, revela y retrata Mario Fernando Prado en su SIRIRÍ "Réquiem por el Cauca"?. Es una pregunta con respuesta "in pectore", que todos los "popayanejos, payaneses o patojos", nos formulamos y en nuestro fuero interno respondemos, también con otra pregunta: ¿tiene razón?. Evidente que está retratando una certeza palpable, una realidad que no se puede ocultar y que ha causado "ampolla", pues la verdad también quema. Y eso es bueno. Los estamentos, o para emplear una palabra de moda "la dirigencia" de Popayán reaccionaron. Despertaron de sus gloriosos sueños ancestrales.

No soy yo la persona, indicada ni autorizada, para enrostrar responsabilidades. Ya cada uno de los "litigantes" han manifestado sus autorizadas opiniones. Conste que no digo "descargos". Pienso yo, que Mario Fernando habló con la franqueza y el realismo del "publicista". Tal vez también retrató, con crudeza y palabras "fuertes", una realidad que de verdad le duele a él, y lo quema, también.

Pero yo si me doy golpes de pecho, y conmigo debemos hacerlo todos los "popayanejos, payaneses y patojos", y vuelvo a nombrarlos a todos, pues existen, entre los tres, marcadas similitudes, también notorias diferenciaciones. Debemos sentirnos culpables, reitero, pues todos, para desdibujar nuestro real sentir, hacemos eco, a cada momento, de nuestra indiferencia por lo que en Popayán acaece. Y lo retratamos en el gracejo aquel que: "de Popayán es más placentera la salida que la entrada. No hemos retribuido en lo más mínimo, algo de lo que "mamamos" de esa "ciudad fecunda". Hicimos realidad, lo que alguna vez, expresó el gran Maestro Guillermo Valencia, hace ya muchos años: "Popayán, pare los hijos pero no los amamanta". Enseñoreamos como propio ese pensamiento del Maestro. Y no se puede decir que "dejamos" sino lo que es más evidente, "abandonamos" por siempre a Popayán. No sólo aquellos a los que la vida con todas sus tristezas, golpeó inmisericorde. Ellos no podían retribuir nada, porque nada tenían para ofrecer, a no ser sus propios problemas. Pero... los que almacenaron riquezas, conocimientos, prestigio y nombradía, ¿alguna vez se manifestaron con algo productivo?. Jamás. Son contados en los dedos de la mano, para emplear un símil ya viejo, que no pierde actualidad, los que si han lavado su conciencia- preñada de ingratitud: "no desatendiendo a Popayán". Y son más, no cabe duda, aquellos que no volvieron al "lugar nativo" y ni siquiera recuerdan "la pelota de trapo y la cometa de papel". Esos dejaron de ser, popayanejos, payaneses o patojos. Embelesan y deleitan, con su charla fácil, y su prodigiosa memoria, al "borde de una mesa de cantina" o a la luz de candelabros de plata de las mesas extranjeras, a los contertulios o a la aristocrática concurrencia, recordando los "epigramas" de esa tierra lejana, donde se dan silvestres, como el "ingenio". Pero eso no produce empleo, no destierra la pobreza, no genera desarrollo. Existe una obligación, hoy ineludible, a todos los hijos de Popayán y del Cauca en general, para contestar a lista. Que el "Réquiem" de Sirirí se convierta en un Gloria de alegría y un Magnificat de esperanza, por el bien de Popayán y del Departamento del Cauca. Todos estamos obligados a lograrlo. Atención. Firmes.

¿Cuántas exactitudes y también exageraciones, salidas de tono, desdibujadas con un "jocoso sarcasmo" de su propia cosecha, revela y retrata Mario Fernando Prado en su SIRIRÍ "Réquiem por el Cauca"?. Es una pregunta con respuesta "in pectore", que todos los "popayanejos, payaneses o patojos", nos formulamos y en nuestro fuero interno respondemos, también con otra pregunta: ¿tiene razón?. Evidente que está retratando una certeza palpable, una realidad que no se puede ocultar y que ha causado "ampolla", pues la verdad también quema. Y eso es bueno. Los estamentos, o para emplear una palabra de moda "la dirigencia" de Popayán reaccionaron. Despertaron de sus gloriosos sueños ancestrales.

No soy yo la persona, indicada ni autorizada, para enrostrar responsabilidades. Ya cada uno de los "litigantes" han manifestado sus autorizadas opiniones. Conste que no digo "descargos". Pienso yo, que Mario Fernando habló con la franqueza y el realismo del "publicista". Tal vez también retrató, con crudeza y palabras "fuertes", una realidad que de verdad le duele a él, y lo quema, también.

Pero yo si me doy golpes de pecho, y conmigo debemos hacerlo todos los "popayanejos, payaneses y patojos", y vuelvo a nombrarlos a todos, pues existen, entre los tres, marcadas similitudes, también notorias diferenciaciones. Debemos sentirnos culpables, reitero, pues todos, para desdibujar nuestro real sentir, hacemos eco, a cada momento, de nuestra indiferencia por lo que en Popayán acaece. Y lo retratamos en el gracejo aquel que: "de Popayán es más placentera la salida que la entrada. No hemos retribuido en lo más mínimo, algo de lo que "mamamos" de esa "ciudad fecunda". Hicimos realidad, lo que alguna vez, expresó el gran Maestro Guillermo Valencia, hace ya muchos años: "Popayán, pare los hijos pero no los amamanta". Enseñoreamos como propio ese pensamiento del Maestro. Y no se puede decir que "dejamos" sino lo que es más evidente, "abandonamos" por siempre a Popayán. No sólo aquellos a los que la vida con todas sus tristezas, golpeó inmisericorde. Ellos no podían retribuir nada, porque nada tenían para ofrecer, a no ser sus propios problemas. Pero... los que almacenaron riquezas, conocimientos, prestigio y nombradía, ¿alguna vez se manifestaron con algo productivo?. Jamás. Son contados en los dedos de la mano, para emplear un símil ya viejo, que no pierde actualidad, los que si han lavado su conciencia- preñada de ingratitud: "no desatendiendo a Popayán". Y son más, no cabe duda, aquellos que no volvieron al "lugar nativo" y ni siquiera recuerdan "la pelota de trapo y la cometa de papel". Esos dejaron de ser, popayanejos, payaneses o patojos. Embelesan y deleitan, con su charla fácil, y su prodigiosa memoria, al "borde de una mesa de cantina" o a la luz de candelabros de plata de las mesas extranjeras, a los contertulios o a la aristocrática concurrencia, recordando los "epigramas" de esa tierra lejana, donde se dan silvestres, como el "ingenio". Pero eso no produce empleo, no destierra la pobreza, no genera desarrollo. Existe una obligación, hoy ineludible, a todos los hijos de Popayán y del Cauca en general, para contestar a lista. Que el "Réquiem" de Sirirí se convierta en un Gloria de alegría y un Magnificat de esperanza, por el bien de Popayán y del Departamento del Cauca. Todos estamos obligados a lograrlo. Atención. Firmes.




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