FISGONEO



CARBERTO

19 de agosto de 2000

Mi Pupitre Universitario a mis 70 y pico .




MI PUPITRE DE UNIVERSITARIO A LOS 70 AÑOS Y PICO Volver a ocupar los banco universitarios, cuando ya la vida ha golpeado tanto en nuestras espaldas, nunca había pasado por mi imaginación, pero hoy ha sido una grata realidad.

Para un viejo jubilado como yo, que he visto a todos los hijos partir, y sé que debo encontrar alguna forma para "matar el tiempo" antes que "el tiempo me mate", retornar a los estudios ha sido mi propio rejuvenecer. Después de todo, lo dicen y lo aconsejan los expertos. Cada uno de los "vagos remunerados", como los llamo, encuentre diferentes formas de distracción: prefieren algunos las bancas de los parques, para -en compañía bien de otros "viejitos verdes", conocidos accidentales o también compañeros de escuela- buscar que el tiempo transcurra perezoso y soñoliento; levantan únicamente sus cabezas cuando desfila alguna "sardina", convierten así sus frustraciones físicas en sublimaciones intelectuales. Razón tenía un pensador popular cuando explicaba que a los viejos se les llama "verdes" por que no les apetecen las "maduras".

Otros jubilados en cambio disfrutan de la "paz hogareña", compartiendo la tristeza de la holganza con las acciones violentas, o los melodramas de los "enlatados" en la televisión. Una pequeña minoría, pensando conservar la forma física, para ellos esbelta, pero que hace mucho tiempo "va en reversa"; asisten a los gimnasios o en sus propios clubes de trote, buscan "relax" a la nostalgia de la juventud que se despidió hace varios años. Y la gran mayoría, prefieren las conversaciones sustanciosas a "lengua brava y a ají pique", en los cafés de moda o en los bares de prestigiosos centros sociales. Unos y otros, a su manera, siguen sirviéndose el plato de su gusto, en la mesa de su predilección y afecto.

Todo jubilado disfruta de una exuberante frescura de nostalgia, cuando encuentra compartir con cada compañero de quietud laboral, ese dolor de ausencia de los tiempos que dice él: No volverán.

Demasiadas horas perdidas, lo digo yo, con conocimiento de causa... Volver a los bancos universitarios y asistir a la universidad a mi edad, no es una realización cualquiera, es una experiencia tan acariciante, que sólo viéndola y compartiéndola, se descubre todo el significado espiritual y material que encierra. Es volver a vivir inquietudes intelectuales escondidas pero no olvidadas, es remozar conocimientos acordes con las nuevas técnicas modernas, y sobre todo es observar que están a nuestro lado condiscípulos a quienes casi podemos cuadruplicar la edad -podrían ser nuestros nietos- y que con ellos compartimos las mismas exigencias y estamos sujetos a las mismas obligaciones. Han cambiado los sistemas, pero el espíritu que se vive es el mismo al de mis años de bachillerato. La juventud será siempre la eterna ilusión que no envejece.

Como cualquier estudiante pierdo exámenes. Me "rajo" y raciocinio con una "rabia oculta en la tristeza", si fue porque no estudié, o quizás me "enredé en las espuelas", o lo más probable, ya los varios años han comenzado a manifestarse en mi físico y aún más triste, en mi intelecto. Sin embargo, una de las retribuciones más grandes, es ver la cara atónita de mis nietos cuando a su pregunta: Papeto, ¿cómo te fue?. Yo respondo: ¡Me rajé!.

De todos modos me fijé una meta que debo cumplir, no puedo defraudarme, ni en modo alguno "hacerle chancuco" a mi propia responsabilidad. Ya terminó el curso, me siento realizado gracias a mis profesores y a los compañeros con quienes compartí horas gratas edificantes. Guardo también una fotografía, en la que aparezco con el profesor y los seis "bombillos" del curso - entre los cuales no me incluyo- la que para mí tendrá eterna remembranza. He actualizado mis viejos conocimientos. Estoy hecho y el próximo semestre comienza en septiembre.

Cómo adquiere validez hoy, cuando ya he comenzado a sentir "la fatiga del metal", aquello que escribí, cuando traspasé la barrera de los 50 años:

Eres tan viejo como tus recuerdos o tan joven como tus ilusiones y esperanzas.




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