24 de noviembre de 1996:
Con motivo de celebrarse el 30º Aniversario de
la muerte de Ramón Amaya Amador, varias organizaciones de
carácter popular realizaron una Jornada Cultural en
la ciudad de El Progreso, Yoro, en homenaje al autor de Prisión
Verde.
A solicitud de la organización campesina Central
Nacional de Trabajadores del Campo, C.N.T.C. Regional El Progreso,
se incluyó una misa que dió origen al presente artículo del
sacerdote jesuita Ricardo Falla.
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Religiosidad de
Ramón Amaya Amador
por RICARDO FALLA S.J.
Carlos Amaya me invitó a celebrar la misa en el 30 aniversario
de la muerte de su padre el domingo pasado en la Iglesia de las
Mercedes, El Progreso, como parte de la Jornada Cultural, que también
incluyó una Feria del Libro, un Foro y Presentaciones artísticas
en el parque.
¿Qué diría tu padre?, le contesté. Y accedió a darme algún material
de lectura inédito, pero decidí centrarme con esa pregunta en la
obra clásica de 1950. ¿Qué diría Ramón Amaya Amador, traspuesto
a esta época, de su experiencia religiosa?
1. Lo obvio y primero, diría: yo respeto la religiosidad popular.
Hay muchos ejemplos de la religiosidad del pueblo tácitamente aceptada
por el novelista en Prisión Verde. Si recordamos el argumento de
la novela, se trata de una huelga, profética de la de 1954, que
se organiza en los terrenos de la Standard, en Olanchito, y que
termina con el desaparecimiento de su dirigente máximo, llamado
Máximo Luján. Cuando Máximo desaparece, el pueblo campeño lo busca
entre los vivos, hasta que se convencen de que ha sido asesinado.
Una mujer llamada Plácida, exponente femenino de la piedad popular,
decide hacerle el novenario que le corresponde pero no tiene otro
lugar más apto que "el cuzul" de Lucio, uno de los seguidores más
cercanos de Máximo. Sin embargo, Lucio no recibe a gusto el rito
religioso en su cuartucho porque "no andaba en buenas relaciones
con Dios y menos con la iglesia", pero cede al deseo de la mujer.
Al identificarse el novelista con ambos, con Plácida y con Lucio,
vive la tensión entre los dos polos, el pueblo y la iglesia, porque
respeta profundamente los sentimientos del pueblo, por un lado,
y, por otro, constata que la iglesia no está al lado de las luchas
de los campeños. Pero, en medio de ambos polos parece estar un sentimiento
latente, poco definido, hacia Dios, con el cual Lucio, aunque tenga
malas relaciones, todavía no ha roto. Recordemos también que el
novelista era hijo de un sacerdote, el cura párroco de Olanchito,
lo cual sería fuente de tensiones para él.
2. El novelista también nos diría que ese pueblo de trabajadores
con el cual él se identifica se encuentra trascendentalmente simbolizado
en los bananales. Expliquenos, don Ramón, le podemos decir. Entonces
él nos hará referencia a muchos pasajes de Prisión Verde donde describe
la naturaleza, pero en el centro de ella, dándole irradiación y
sentido, se encuentran las plantaciones de banano: "sobre las
plantaciones las manos del viento se hacen maternales", "las
plantaciones y el río recogen los ayes lastimeros" de los torturados,
"los bananales, con su concierto de ranas y murmullos, le dan
la bienvenida" a Lucio cuando lo van a matar... Los bananales
son como el horizonte que permite que la belleza de la naturaleza
se pueda percibir. Los bananales son amigos del trabajador y lo
protegen. Como también, por el contrario, los bananales pueden convertirse
en "una noche condenada" (infierno) para el traidor.
3. Pero, Don Ramón, todavía no comprendemos, ni cómo se identifica
el pueblo trabajador con los bananales, ni de dónde sale esa fuerza
simbólica tan fuerte. Entonces él nos idrá que recordemos cómo quedó
enterrado el mártir de la huelga, Máximo, porque allí se encuentra
la clave: "lo metieron en un hoyo y sobre él sembraron una mata
de banano", y por eso su compañera Soledad oye su llamado en
los bananales y anda buscándolo enloquecida tras cada mata, como
si fuera la misma Llorona.
Para el novelista, entonces, los bananales crecen de la sangre
de los que mueren por los trabajadores y de los trabajadores mismos
que están contínuamente muriendo por la explotación. Los bananales
son símbolo vivo, constitutivo, no arbitrario, por su trabajo y
por su lucha, de los campeños. Quien ve las plantaciones de banano
no puede menos que ver a los trabajadores. Y de esas plantaciones
emana esa fuerza trascendente, porque su savia es la sangre que
ellos han derramado por una causa que rebasa los límites de la vida
humana.
4. Por fin, aunque el novelista no lo diga explícitamente, la
Prisión Verde denota que su autor tenía una estructura cristiana
muy arraigada de interpretación de la vida. El protagonista, Máximo,
vive después de haber sido asesinado. El novelista no dice que "resucita",
posiblemente para ocultar el paralelismo y recalcar diferencias
con la resurrección de Cristo. Los compañeros de Máximo andan buscando
su cadáver, hasta que uno de ellos tiene la intuición final que
detiene esa búsqueda desesperada y les dice: "Estamos haciéndonos
los ciegos. ¡Buscando a Máximo y Máximo aquí, frente a nosotros
mismos, en nosotros mismos!" Como Jesucristo, también Máximo
tuvo un traidor y murió a manos de los poderes militares (el coronel
de Coyoles) e imperialistas (mister Foxter y mister Still). También
Máximo tuvo una Dolorosa, no madre sino compañera, que fue asumida
por él en su desaparecimiento. Soledad desaparece buscándolo y se
convierte en una leyenda que gime en las quebradas. Máximo también
deja discípulos que llevan "sus palabras metidas en los sesos
y en el corazón" y uno de ellos, Lucio, como protomártir, es
el primero en ofrendar su vida por él y develar a los autores de
su asesinato. Por fin, en uno de los cantos populares que se componen
al recuerdo de Máximo, se capitaliza el pronombre, cosa que no sucede
al acaso, dado el cuidado con que Ramón Amaya Amador corregía sus
manuscritos:
Por los campos bananeros
un llanto se oye por Máximo.
Nadie conoce su tumba,
pero vibra aún su palabra
porque El está con nosotros.
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