Destacamento Rojo
Presentación
por LONGINO BECERRA a la Segunda Edición
Este libro, si hablamos con rigor, no es una novela, sino una crónica
novelada de acontecimientos que tuvieron lugar en nuestro país desde
1954 a 1957. Como crónica, se atiene estrictamente a los sucesos
que le interesan al autor y que ocurrieron en el período antes dicho.
Pero como novela, hay numerosos hechos secundarios -la escenografía,
el decorado- que son producto de un esfuerzo creador y que tienen
el propósito de hacer posible la presentación de los sucesos centrales.
Tres son los hechos históricos que Ramón Amaya-Amador se propuso
contarnos en este libro: la fundación del Partido Comunista de Honduras,
el estallido de la gran huelga bananera de 1954 y la agudización,
durante esos tres años, de las luchas del pueblo hondureño contra
la dictadura ultra conservadora impuesta a nuestro país desde 1933
hasta 1957. Los tres forman un todo indisoluble y, contados de manera
novelada, constituyen el tema central de esta obra, una de las más
importantes en el largo repertorio de nuestro compatriota.
Entre crónica y novela hay, sin duda, diferencias sustanciales.
La crónica es el relato de hechos de la vida cotidiana con apego
al tiempo, el lugar y los protagonistas de los sucesos. La novela,
en cambio, es básicamente una creación artística que, partiendo
del conocimiento de la esencia de la vida de un pueblo, presenta
cuadros que nos hablan en una forma perdurable y no pasajera de
ese pueblo. La crónica se refiere a personajes que vivieron o viven
en la realidad social respectiva; la novela trata de seres que no
han tenido ni tienen existencia real como tales, pero que encarnan
a la sociedad misma donde son creados. Los personajes de la crónica
son de carne y hueso; los de la novela son arquetipos sociales.
Por ello, los primeros no siempre revisten interés al margen de
los hechos que protagonizan, mientras los segundos en todo tiempo
son interesantes, por lo cual hacen de la novela un valor artístico
eterno.
La parte que este libro tiene de crónica es de un valor indiscutible
porque se refiere a formas de vida, hechos y paisajes propios de
Honduras en un momento de su evolución histórica. Cualquier persona
que se interese en conocer cómo ocurrieron esos hechos y que desee
revivir paisajes ya borrados por la acción transformadora del progreso,
sólo tiene que asomarse a estas páginas. Tal es lo que ocurre, por
ejemplo, con la gran huelga bananera de 1954 y con lo que entonces
significaba para los hondureños trasladarse de Tegucigalpa a la
Costa Norte. En el primer caso, Amaya-Amador nos habla con estricto
apego a la verdad histórica y, en el segundo, nos describe con lujo
de detalles las peripecias de aquellos viajes en camiones rústicos,
a través de una carretera polvorienta, con paso por Comayagua, Siguatepeque,
el Lago de Yojoa, Potrerillos y Chamelecón, lugares que nos son
descritos a grandes rasgos en sus características de entonces.
Naturalmente, como no se trata de una crónica en el estricto sentido
de la palabra, los protagonistas de los sucesos no figuran aquí
con sus nombres propios. Ello se debe a dos razones fundamentales.
En primer lugar, a que la naturaleza de la composición le exigió
al autor emplear nombres novelísticos; y, en segundo lugar, porque
cuando el libro fue escrito aún se consideraba un crimen lo que
aquellas personas habían hecho. Pero los nombres supuestos son perfectamente
identificables, algunas veces porque se hace uso de la isofonía
como recurso y, otras, porque se sabe exactamente quiénes protagonizaron
los hechos que se relatan. Son del primer caso: Andreo Neda (Andrés
Pineda), Tadeo Volencía (Manuel de Jesús Valencia), Mr. Halter (Walter
Turnbull, Juan Cañales (Juan Canales), José Josefo (José Pineda
Gómez), Tupho D'Oscariote (Oscar Flores), Gustavo Soto (César Augusto
Coto), etc. Son de los segundos: Rotundo García (Dionisio Ramos
Bejarano), Dalia de García (Nohemí de Ramos), el Coronel Obricida
(Eduardo Galeano), el indio Felicio (Ventura Ramos), el poeta Arcano
(Nicolás Urbina), el cura Leal (Ildefonso Orellana), Juan Pablo
Torres (Luis Manuel Zúniga). Cantaclaro (Alejandro Valladares),
el coronel Colombo Madero (David Tablada), etc.
Por otra parte, como hemos dicho con anterioridad, los sucesos
narrados son absolutamente verídicos en sus elementos esenciales,
no en los detalles (diálogos y escenas de circunstancia). Para el
caso, en el libro se habla de un episodio tragicómico que tuvo lugar
en uno de los tantos viajes a Guatemala que entonces hacían los
revolucionarios, a través de la cordillera de El Merendón, unas
veces para escapar de la policía hondureña y otras en cumplimiento
de las tareas propias de la lucha contra el régimen imperante. El
hecho a que se refiere Amaya-Amador tuvo lugar, efectivamente, en
octubre de 1950, a raíz del asalto a los talleres donde se imprimía
el periódico "Vanguardia Revolucionaria". Los protagonistas fueron:
Dionisio Ramos Bejarano, Ventura Ramos, Nicolás Urbina y Humberto
Linares, un emigrado salvadoreño. El caso es que, atravesando un
riachuelo muy crecido, ya en territorio guatemalteco, Nicolás Urbina
perdió el equilibrio sobre la viga que servía de puente y cayó en
el agua. Al prepararse Dionisio Ramos para ir en auxilio de la víctima,
Ventura le gritó: "No hagás eso, Nicho; que se ahogue uno, pero
no que se ahoguen dos". Por suerte, Urbina logró asirse de unas
ramas y escapar con vida del trance. El problema fue después, ya
que, no obstante sus chapoteos en el agua, él mismo había tenido
oportunidad de escuchar el grito de Ventura, por lo que, al salir
del riachuelo, fue necesario luchar con él para que no lo agrediera,
pues quería cobrarle la sentencia que había lanzado contra él.
El episodio que también se relata en el libro sobre la captura
de Rotundo García (Dionisio Ramos) por el coronel Colombo Madero
(David Tablada) y el simulacro de fusilamiento que éste ejecutó
con el preso en las profundidades de una finca bananera a media
noche, no es histórico en su forma, pero se basa en numerosos actos
de solidaridad que aquel militar, otrora verdugo al servicio de
la Yunai, le prestó al entonces dirigente comunista. Uno de esos
actos, el empleado precisamente por Amaya-Amador como base del episodio
descrito en su obra, consistió en que cierta vez llegó David Tablada
a la casa de Ramos, siendo las cuatro de la mañana a comunicarle
que se había ordenado su captura y que a las nueve de ese mismo
día iba a ser asaltada su vivienda, lo cual ocurrió al pie de la
letra. Aquella actitud del hombre que fue el terror de los trabajadores
del banano en décadas anteriores, indicaba, sin duda alguna, que
una profunda transformación se había producido en su conciencia
y que comprendía en cierta medida la justa lucha de los revolucionarios
en nuestro país. Por ello Ramón Amaya-Amador valoró positivamente
la nueva actitud de David Tablada y se ocupó en describir, con indudable
simpatía, la forma en que fue asesinado por los esbirros al servicio
del tristemente célebre Guayo Galeano.
Toda la parte dedicada a la huelga bananera de 1954 es rigurosamente
histórica en su esencia, como lo hemos apuntado. Los orígenes de
la misma, su estallido y desarrollo, la participación de los comunistas,
la actitud traidora de Manuel de Jesús Valencia, las maniobras de
la empresa y el gobierno para quebrar la resistencia de los trabajadores,
los terribles problemas soportados por los huelguistas, los niños
muertos por el hambre, la represión de la soldadesca comandada por
Galeano, etc., todo esto ocurrió así en la realidad. Naturalmente,
como en los demás hechos de que se ocupa el libro, en éste también
existen los "complementos" novelísticos, destinados a crear las
condiciones para poner de relieve los puntos de mayor interés. El
lector debe, por lo tanto, diferenciar estos pequeños detalles imaginarios
respecto a la gran realidad que se presenta en la obra, tarea emprendida
con el dramatismo y la sinceridad que solamente un Amaya-Amador
podía poner en práctica al referirse a temas como éste.
Reeditar "Destacamento Rojo" era una necesidad indiscutible. Grandes
masas de hondureños, interesados en leer el libro, no han tenido
esa oportunidad. Ello se debe a que la primera edición, hecha en
1962 en México, con una tirada de dos mil ejemplares, fue recogida
por la policía política del gobierno liberal de Ramón Villeda Morales,
pues, tanto el autor como sus escritos, eran entonces objeto de
una feroz persecución en nuestro país. Solamente unos trescientos
ejemplares de aquel tiraje lograron circular en toda la república;
los demás fueron pasto de las llamas, según creemos. Este acto de
fe del régimen liberal, presidido por un hombre supuestamente de
letras, se llevó a la práctica como parte del cazabrujismo establecido
en todo el continente por el imperialismo norteamericano después
del triunfo de la Revolución Cubana en 1959, política que no tuvieron
escrúpulo en adoptar los que se dicen abanderados de las libertades
y derechos del hombre, Esperamos, naturalmente, que esta nueva edición
de "Destacamento Rojo" no corra igual suerte que la primera, sea
por las mismas manos o por otras.
Tegucigalpa, D. C., octubre de 1981.
Prólogo
A LA PRIMER EDICION
Esta novela, según el proyecto inicial del autor, formaría parte
de una trilogía de sus obras literarias relacionadas con el proceso
de desarrollo del proletariado hondureño principalmente de aquel
que está ubicado en las plantaciones bananeras y ciudades de la
costa norte de Honduras.
Prisión Verde /publicada/, Rieles Gringos /inédita/
y Destacamento Rojo integrarían esa trilogía bananera circunscritas
a tres etapas concretas, mas la vida del pueblo hondureño cada día
es tan rica de anhelos y de luchas en su experiencia histórica,
que el escritor novelista que se basa en la vida real para sus obras
literarias, se ve obligado a desistir de enmarcar en una trilogía
estrecha lo que es fuente inagotable de creación, lo que requiere
atención y trabajo suyos y de muchos más escritores, y en consecuencia
prefiere ampliar y modificar con otras nuevas obras el proyecto
inicial, reiteradamente anunciado al público lector.
Destacamento Rojo ha necesitado consecuente trabajo del
autor durante un periodo de más de ocho años y sus originales sufrieron
una serie de vicisitudes, aparejadas con la propia vida del autor
en gran parte de su exilio político en la etapa cruel y sangrienta
de las oligarquías en su país. Esto podría dar margen para escribir
lo que sería la novela de una novela, empresa no acometida aún por
este escritor.
Al poner en manos del lector este libro priva el anhelo en el novelista
de dar a conocer al través de la literatura /ya que como dijera
Picasso "el arte es una mentira que sirve para decir verdades"/,
grandes hechos inéditos o silenciados en los que, en Honduras aún
irredenta, se ha puesto de relieve el mejor héroe de nuestro tiempo
con su talla de hombre simple y a la vez gigante.
|