ENCONTRAR LA VIDA

 

durante mil ciento ochenta y dos días

estuve ciego

recorrí laberintos interminables

tocando solamente largas y frías paredes

mis dedos fueron callejones sin salida

donde mi amor se agolpaba

nervioso y triste

                           esperando

mis manos aprendieron a volar

en sílabas y palabras

sin poder pronunciar nunca un “te quiero”

mis brazos fueron como niños huérfanos

que buscan y buscan a sus padres

mi cuerpo gritó basta

sin que nadie escuchara

y cansado y oculto esperó la muerte

resignado y solo ansió la muerte

y después de mil ciento ochenta y dos días

cuando la luz se hizo

sediento y olvidado

encontró

               en vos

                            la vida

 

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