LAS UTOPIAS RENACENTISTAS,
ESOTERISMO Y SIMBOLO
I. ARTES IGNOTAS DEL RENACIMIENTO
FEDERICO GONZALEZ

"El mundo, pues, es todo sentido, vida, alma, cuerpo, estatua del Altísimo, hecha para su gloria con potestad, discreción y amor. De nada se lamenta. Se producen en él muchas muertes y vidas, que sirven para su gran vida. Muere en nosotros el pan, y se hace quilo, luego muere éste, y se convierte en sangre, luego muere la sangre y se hace carne, nervios, huesos, espíritu, semen, y padece varias muertes y vidas, dolores y voluptuosidades; pero sirven para nuestra vida, y nosotros no nos dolemos, sino que gozamos. Así para todo el mundo todas las cosas son gozo y sirven, y cada cosa está hecha para el todo, y el todo para Dios a su gloria."

"Están como lombrices dentro del animal todos los animales dentro del mundo, y no piensan que él sienta, como las lombrices de nuestro vientre no piensan que nosotros sentimos y tenemos un alma mayor que la suya, y no están animados por la común alma feliz del mundo, sino cada uno por la propia, como las lombrices en nosotros, que no poseen nuestra mente por alma, sino su propio espíritu."

"El hombre es epílogo de todo el mundo y admirador de éste, si es que quiere conocer a Dios, pero es algo creado. El mundo es estatua, imagen, templo vivo de Dios, donde ha pintado sus gestos y escrito sus conceptos, lo adornó con estatuas vivas, simples en el cielo y mixtas y débiles en la tierra; pero desde todas hacia Él se camina."

"Bienaventurado aquel que lee en este libro y aprende de él lo que las cosas son, y no de su propio capricho, y aprende el arte y el gobierno divino, y por consiguiente se hace a Dios semejante y unánime, y ve con Él que cada cosa es buena y que el mal es relativo, y máscara de las partes que representan gozosa comedia al Creador, y consigo goza, admira, lee y canta al infinito, inmortal Dios, Primera Potencia, Primera Sapiencia y Primer Amor, de donde todo poder, saber y amor deriva y es y se conserva y muda, según los fines que se propone el alma común, que del Creador aprende, y siente el arte del Creador presente en las cosas, y mediante aquél cada cosa hacia el gran fin guía y mueve, hasta que cada cosa se haga cada cosa y muestre a toda otra cosa las bellezas de la idea eterna."

T. Campanella, Del sentido de las cosas y de la magia.
Trad. Juan Andrés Iglesias


Se suele considerar al Renacimiento como una época histórica excepcional para la humanidad ya que este período es el inventor del mundo moderno, es decir del progreso, y ha dado lugar a la ciencia, la técnica y todo aquello de lo que goza el hombre contemporáneo al haberse impuesto sobre la oscuridad e ignorancia de la Edad Media. Esta visión generalizada tiene como contrapartida otra igualmente ilusoria; se trata de la de aquellos que ven en este período histórico el fin de toda tradición al perderse la hegemonía religiosa y dogmática. En definitiva, es el mismo planteo, pero de signo inverso, a saber: se juzga la cuestión por determinadas características que se le atribuyen, a las que se supone malas o buenas, según la perspectiva que le asigna el espectador de acuerdo a una postura –generalmente un cliché– tomada de antemano.

Desde nuestro punto de vista la Edad Media se niega a ser considerada como un grosero infierno de ignorancia poblado de leyendas negras, y bien por el contrario vemos en ella una serie de esplendores manifestados en su arte (románico y gótico), la brillantez de sus cortes (como la de Alfonso X el Sabio entre otras), la variedad de sus ciencias (astronomía, alquimia y matemáticas) y sus técnicas (las innumerables artesanías que van desde los tapices y tejidos a la joyería y todo tipo de artefactos de uso cotidiano), muchos de ellos innovadores con respecto al legado clásico; algunos por mediación del Islam y otros por su propio acervo en correlación con la geografía de Occidente; todo ello sin olvidar su aporte intelectual en el que sólo nos bastaría nombrar a Dionisio Areopagita, Scoto Erígena, Robert Grossetteste, Bernardo de Tours, Teodorico y los hermanos De San Victor en la Chartres del siglo XII y la filosofía escolástica –la aceptemos o no– producida por iniciativa de Alberto Magno y signada por Tomás de Aquino y sobre todo por el aporte posterior de esta escuela de sacerdotes dominicos, formada por el maestro Eckhart, Enrico Suso y Juan Tauler, a los que habría que agregar el genio florentino de Dante y la inmensa construcción de su Divina Comedia.1 

Por otra parte la visión esquemática de un Renacimiento liberador del hombre en cuanto lo independiza de oscuros saberes y le otorga una novedad absoluta con la que se rompen las cadenas que lo aprisionaban, es aceptada hoy únicamente por aquellos que siguen a éste o al otro rebaño igualmente simplificador que "opina" lo contrario: o sea que la tradición se acabó definitivamente en el Medioevo. Ambos se equivocan simplemente porque no se han tomado el trabajo de estudiar los numerosos elementos que se encuentran hoy a consideración, dada la gran cantidad de investigaciones que se han producido en los últimos decenios sobre el particular.

El Renacimiento, como su nombre lo indica, es un período histórico donde surgen nuevas posibilidades latentes en la propia historia de Occidente, frente a valores ya caducos de la organización medieval que, como todos los períodos históricos y en virtud de la dialéctica que los opone, se transforman permanentemente en nuevas realidades, abonando así el discurso de la historia. En ese sentido es que su nombre, relacionado con un nuevo nacimiento de posibilidades dormidas de la antigua ciencia sapiencial que corre desde los egipcios, griegos y romanos –con el aporte de numerosos pueblos que la han engrosado–, y que desemboca afortunadamente, valiéndose de una serie de hechos claves, en el período histórico al que estamos haciendo mención, posee validez propia.

Es así como una corriente –influida por Bizancio y el pensamiento griego–2 comienza a manifestarse en la Italia del siglo XV, centro otrora del antiguo poder romano y su cultura, sede también de la Iglesia Católica, aunque no se oponen estos nuevos valores sapienciales a los del cristianismo, sino que bien por el contrario, encuentran su conjunción, de la que participan sabios de un acendrado conocimiento metafísico encarnado por religiosos y laicos de la talla de Nicolás de Cusa, el cardenal Bessarion, el también cardenal Egidio de Viterbo, y sobre todo Marsilio Ficino, el representante más destacado de esa corriente que complementa el cristianismo con la filosofía de Platón y Hermes Trimegisto.

Sin olvidar las artes y la ciencia experimental, llamada magia natural –que tiene en esa época sus orígenes– conformando una sola doctrina donde se conjuga la belleza con la sabiduría, comprendiendo todos los aspectos de la naturaleza y la vida del hombre en la armonía única que manifiesta la Ciencia Sagrada, que considera al ser humano como un modelo del Cosmos.

Esta etapa de esplendor del auténtico Renacimiento, antes de ser disuelto por los intereses de la Reforma y la Contrarreforma, es decir por las guerras religiosas, o mejor, simplemente por la religión en detrimento de la sabiduría y el conocimiento tradicionales, pese a que ha sido tratada por numerosos autores desde hace años en sus múltiples aspectos, se sigue desconociendo. Nos referimos al espíritu que irrumpió en Florencia en el siglo XV en la corte de Cosme y Lorenzo de Médicis, y que se proyectó inmediatamente en toda Italia y posteriormente a Francia, Alemania, Inglaterra, etc., e incluso España, hasta el siglo XVII –e incluso comienzos del XVIII–, tomando la forma del Iluminismo Rosacruz y la Ilustración, nombres que designan a una misma corriente de pensamiento cuyos epígonos han subsistido hasta el presente. Investigadores de la talla de Eugenio Garin, P. O. Kristeller, François Secret, Ioan P. Culianu, J. Godwin y otros muchos, que han tratado el Renacimiento desde sus múltiples facetas, se han dedicado a ello. También y especialmente la escuela del Warburg Institute, inspirador del método iconográfico: Wind, Walker, Panofsky, Saxl, Yates, etc., quienes nos brindan un panorama preciso, hermoso y armónico de la Tradición Hermética en el primer Renacimiento, antes de ser empañado por las huestes literales y el bajo intelecto, ligado a la pasión de la Reforma y la Contrarreforma, como hemos dicho.

Y fueron ellas las que destruyeron el primigenio soplo vivificador que lo animaba al punto de dejar casi sin huella ciertas artes de origen clásico que se produjeron durante este período histórico y que hemos llamado a nuestros efectos las artes ignotas del Renacimiento, a la par que condenaban a los sabios y las obras a ellos vinculadas; de lo que dan testimonio con su vida entre otros Tomás Moro y Giordano Bruno.

Entre dichas artes –tal el Arte de la memoria practicado por este último– queremos destacar otra que, con precedentes históricos en la antigüedad: Platón, Plutarco, Cicerón, etc., se efectiviza en el Renacimiento por obra del autor inglés: Tomás Moro, que la bautiza con el nombre de Utopía (U = ningún, nada; topos = lugar) y que es imitada posteriormente por otras obras renacentistas en el mismo sentido: Campanella, V. Andrae, F. Bacon, etc., las que incluso siguen hoy actuales de una u otra forma, ya que junto con otros valores que acuñó dicho periodo, basándose en la antigüedad, han sido capaces de proyectarse hasta nuestras fechas manteniendo así su vigencia, y por ello mismo los contenidos de nuestra cultura.

La original investigadora del dicho Warburg Institute, Frances A. Yates, que con su documentada labor ha esclarecido tal vez la mayor parte de estas artes ocultas del Renacimiento y a quien no tenemos inconveniente en seguir aquí nos dice de G. Bruno:

el aspecto de su obra que Bruno consideraba más importante era el intenso entrenamiento de la imaginación en sus artes ocultas de la memoria. En esto continuaba una tradición del Renacimiento que tenía también sus raíces en el resurgimiento del hermetismo, pues la experiencia religiosa de los gnósticos herméticos consistía en reflejar el universo dentro de la propia memoria.3 

Y agrega:

la insistencia en el aspecto hermético y mágico del pensamiento de Bruno no desacredita su significativa contribución a la historia del pensamiento. Ejemplifica el impulso religioso hermético como fuerza motivadora detrás de la formulación imaginativa de nuevas cosmologías.

Para terminar:

en la fase hermética del pensamiento europeo, que fue el preludio inmediato a la revolución del siglo XVII, [en Inglaterra] Bruno es una figura destacada. Observándolo bajo esta luz, la vieja leyenda del martirio del pensador avanzado vuelve casi a ser verdadera, aunque no en el antiguo sentido.

Efectivamente, después de seguir la vida, obra y pensamiento de Giordano Bruno de modo extenso4 y luego de haber tratado a lo largo de otros estudios una serie de temas del Renacimiento Italiano a través de un recorrido que desemboca finalmente en la Inglaterra Isabelina y se prolonga históricamente en el movimiento Rosacruz, el Iluminismo filosófico-científico y la Masonería actual, caen nuestras concepciones acerca de las ideas generalizadas que se tienen sobre ese período y su manifestación que, aún produciéndose de manera más o menos oculta no deja de signar y ser el origen en definitiva de toda la Historia del Occidente moderno, ya que de hecho constituye hoy el bagaje de ideas de cuya herencia subsistimos.

En otro lugar de la obra ya citada la autora afirma que:

En la Utopía de Moro, publicada por primera vez en latín en 1516, la religión de sus habitantes viene descrita del siguiente modo: "Unos veneran como dios al Sol, otros a la Luna, otros a uno de los demás planetas; hay quienes consideran a un hombre cuya virtud y fama resplandecieran en el pasado no sólo como un dios, sino incluso como Dios supremo. Con todo, la inmensa mayoría, y precisamente los más juiciosos, no creen nada de todo esto, sino en un único ser sobrenatural desconocido, eterno, inmenso, inefable, muy superior a la comprensión de la inteligencia humana, extendido por nuestro universo entero no en tamaño sino en poder. El origen, el crecimiento, el desarrollo, las vicisitudes y finales de todas las cosas, sólo a él los atribuyen, y a nadie sino a él tributan honores divinos."

Aunque aclara que:

Cuando un habitante de Utopía, convertido al cristianismo, se fanatiza y empieza a condenar a las restantes religiones, es severamente censurado y desterrado.

"Pues entre sus leyes más antiguas cuentan con la siguiente: a nadie debe servir su propia religión como motivo de perjuicio. En efecto, Utopo [...] decretó que cada cual pudiera practicar la religión que más le agradara e incluso hacer todo lo posible para atraer a otros a sus propias creencias, con tal que las argumentara con amabilidad y moderación y sin refutar las demás en términos violentos; si, a pesar de sus razonamientos, no convencía, que no acudiera a ningún género de violencia y se abstuviera de proferir injurias. Al que por este motivo disputa con vehemencia excesiva lo castigan con destierro o esclavitud."

Tomás Moro enunciaba los principios de la tolerancia religiosa antes de que diera comienzo la catástrofe del siglo XVI, antes de ser ejecutado, antes de que bajo el reinado de María tuvieran lugar los incendios de Smithfield, antes de que fueran torturados, bajo Isabel, los misioneros católicos, antes de las guerras de religión contra Francia y de la masacre de San Bartolomé, antes de la espantosa crueldad manifestada por los españoles en Holanda, antes de las ejecuciones en la hoguera de Servet, por obra de Calvino, y de Giordano Bruno, por obra de la Inquisición.

Sin duda todo esto nos ubica, por medio del estudio de la obra de dos pensadores a los que se rescata de la historia "oficial", en una perspectiva diferente a la que dábamos por sabida y nos presenta a la par una nueva posibilidad en lo que respecta a la Historia de las Ideas, es decir, a los motivos originales que conformaron la vida histórica de tal o cual pueblo en este o aquel período cristalizado de tiempo. En realidad la Historia permanece viva más allá de cualquier restricción temporal. Es tan actual ahora como lo fue en su momento si uno puede penetrar en ella. En particular si se encuentra sumamente cercana como la de griegos y romanos y ni qué decir del Renacimiento cuya perspectiva es casi contemporánea pues en él se ha gestado la Edad Moderna, y sus restos son prácticamente la única arca cultural con que contamos.

De todo esto se sigue que el Renacimiento no es lo que generalmente se cree, en uno u otro sentido, lo que sin duda es extensivo a la Edad Media y seguramente a toda valuación historiográfica basada en cualquier movimiento político o religioso, especialmente en lo que concierne a Occidente, y a la influencia de la Iglesia de Roma y sus oponentes cristianos, secundados en su momento por las otras religiones, específicamente el Judaísmo y el Islam cuando han tenido poder, aunque es sabido que es el Cristianismo el que ha prevalecido en la cultura europea y sus derivadas.

Como dice P. O. Kristeller5:

Si tratamos de evaluar, al final de nuestro panorama, la herencia intelectual que el pensamiento renacentista dejó a los siglos subsecuentes incluyendo al nuestro, la respuesta no puede darse en una sola frase, y es sensato desmenuzarla y hablar separadamente de las diferentes tendencias que hemos estado discutiendo. …

El platonismo renacentista en algunos de sus aspectos está estrechamente relacionado con el humanismo. Es responsable del fácil acceso que tenemos a las obras de Platón y de otros escritores platónicos. Revivió o conservó viva la tradición platónica, que tiene tanto derecho como cualquier otra en el pensamiento occidental a ser considerada una philosophia perennis, y representa dentro de la historia del platonismo una de sus fases más importantes. En su orientación general y en algunas de sus ideas específicas, el platonismo renacentista está estrechamente ligado a la tradición racionalista e idealista en la filosofía moderna, y su influencia puede ser reconocida en muchas de las fases posteriores de esta tradición. …

Otro aspecto importante es el papel de la filosofía renacentista dentro de la historia del pensamiento occidental. La importancia filosófica de los grandes pensadores de la antigüedad y del siglo XVII nunca ha sido puesta en duda, y la importancia de los filósofos medievales del siglo XII, XIII y XIV temprano se ha ido reconociendo cada vez más durante los últimos cincuenta u ochenta años.

Y para finalizar su capítulo sobre Bruno en este estudio, Kristeller agrega:

Aparte de la influencia que la filosofía renacentista puede haber ejercido sobre el pensamiento de centurias posteriores y sobre la civilización de su propio tiempo, y aparte del lugar que pueda ocupar en la evolución histórica de la filosofía occidental, me gustaría subrayar el interés intrínseco que el estudio de esta materia, y el estudio de toda la historia de la filosofía, puede tener para el estudiante de filosofía. Se justifica no solamente por el efecto ensanchador que este viaje en el tiempo tiene sobre nuestra mente, como lo tiene el viaje a otros países, al ofrecernos posibilidades diferentes, en adición a las que nos son familiares, del pensamiento corriente, y al ayudarnos a ver nuestras propias maneras habituales de pensar en su perspectiva adecuada.

Pero donde este pensamiento revisionista acerca de los auténticos valores humanistas6 se expresa con mayor libertad es, desde los años veinte del pasado siglo, en las investigaciones de la Bibliothek Warburg y sus primeras publicaciones en Viena, especialmente sobre Arte, de la mano de Panofsky, Saxl,7 y posteriormente cuando la biblioteca fue trasladada a Londres huyendo del Nazismo y se creó el Warburg Institute del que deben destacarse diversos títulos y autores, especialmente el estudio revelador de Edgard Wind Misterios Paganos del Renacimiento, así como D. P. Walker8 y tantos otros entre los que destacó desde su comienzo la ya citada historiadora F. Yates, cuya influencia, que ha excedido el mero ámbito académico, se ha hecho sentir al menos en dos generaciones. Y aunque recientemente se han discutido algunos de sus escritos, nada puede decirse sobre la difusión de textos y documentos y sus comentarios, aunque no se adopte la totalidad de sus conclusiones con las que, en algún caso, sólo se difiere en detalle. Pero todo ello no es capaz de disminuir su genio, que se manifiesta en su obra, y sus libros pueden leerse también –pese a su erudición– como si se tratara de ficción.

Y si bien Yates y los demás investigadores mencionan destacadamente a Bruno y a Moro como participantes de esta corriente doctrinal, todo el mundo coincide en que es a Marsilio Ficino a quien corresponde el mayor papel en la creación del movimiento que dio vida al Renacimiento, por lo que consideramos fundamental la formulación que él ha hecho de sus contenidos.

Para mostrarlo nada mejor que reproducir aquí parte de su carta a Bernardo Bembo, publicada en The Letters of Marsilio Ficino, "Alabanza de la Filosofía", que constituye una síntesis de su pensamiento, por tanto, de todo el movimiento al que nos referimos, donde decía:

El divino Platón considera que el alma celeste e inmortal en cierto sentido muere al entrar en el cuerpo terrestre y mortal, y vive de nuevo cuando lo abandona. Pero antes de que el alma deje el cuerpo según ley de la naturaleza, puede hacerlo por medio de la práctica diligente de la meditación cuando la Filosofía, la medicina de los males humanos, purga la pequeña y débil alma, enterrada bajo la pestilente inmundicia del vicio, y la vivifica con la medicina de la conducta moral. Luego, por medio de ciertos instrumentos naturales, eleva al alma desde las profundidades atravesando todo aquello compuesto de los cuatro elementos, y la guía a través de los elementos mismos al cielo. Entonces, peldaño a peldaño por la escala de la matemática, el alma realiza el sublime ascenso a los más elevados orbes del Cielo. Y finalmente, cosa más maravillosa que lo que pueden expresar las palabras, en alas de la metafísica se remonta más allá de la bóveda celeste hasta el Creador Mismo de los cielos y la tierra. Allí, gracias al don de la Filosofía, no sólo el alma se colma de felicidad, sino que como en cierto sentido se convierte en Dios, también llega a ser esa felicidad misma. Ahí llegan a su fin todas las posesiones, artes y quehaceres de la humanidad y de entre todo su número solamente la sagrada Filosofía permanece. Ahí, únicamente es verdadera felicidad lo que es verdadera Filosofía, cuando de hecho se convierte en el amor a la sabiduría, tal como la definen los sabios. Creemos que la suprema bienaventuranza consiste en una condición de la voluntad que es deleite en la divina sabiduría, y amor por ella. Y el que el alma, con la ayuda de la Filosofía, pueda un día volverse Dios, lo concluimos de lo siguiente: con la Filosofía como su guía, el alma llega gradualmente a comprender con su inteligencia la naturaleza de todas las cosas y aprehende enteramente sus formas; asimismo, a través de su voluntad se deleita en las formas particulares y las gobierna, así pues, en cierto sentido, deviene todas las cosas. Habiendo devenido todas las cosas según este principio, peldaño a peldaño es transformada en Dios, que es fuente y Señor de todas ellas. Dios en verdad perfecciona toda cosa, tanto por dentro como por fuera.

Y así finalizaba con este himno:

ÁOh maravillosísima inteligencia del celeste arquitecto! ÁOh sabiduría eterna, nacida únicamente de la cabeza del más alto Júpiter! ÁOh infinita verdad y bondad de la creación, sola reina de todo el universo! ÁOh verdadera y generosa luz de la inteligencia! ÁOh curativa calidez de la voluntad! ÁOh generosa llama de nuestro corazón! ilumínanos, te lo pedimos, derrama tu luz sobre nosotros y enciéndenos, para que podamos resplandecer internamente con el amor de Tu luz, es decir, de la verdad y la sabiduría. Sólo esto, Dios Todopoderoso, es Conocerte verdaderamente. Tan sólo esto es vivir bienaventuradamente contigo. Ya que quienes vagan lejos de los rayos de Tu luz nunca pueden ver nada claramente, se encuentran perdidos y atemorizados por sombras irreales, como si se tratara de terribles pesadillas, y en todo lugar atormentados miserablemente en una noche perpetua. Pues siendo que únicamente aquéllos que viven celosamente contigo ven, aman y abrazan bajo Tus rayos aquellas cosas que son verdaderas, eternas e inconmensurables, tan sólo ellos considerarán cualquier cosa limitada por el tiempo o el lugar como ilusorio sueño sin importancia. Y así no pueden ser desalojados de la altísima ciudadela de la bienaventuranza celeste, ni por el deseo ni por el miedo a las cosas terrestres.

Marsilio Ficino nació en 1433 y murió sesenta y seis años después en Florencia donde creó en Careggio bajo los auspicios de la Corte de los Médicis, en 14689 la nueva Academia Platónica, a semejanza de la ateniense y basada como ella en la búsqueda del conocimiento, el cultivo de la filosofía y el ejercicio de la Ciencia Sagrada. Convencido cristiano, él mismo sacerdote y hombre de una pureza de costumbres notoria en la corte mencionada, se entregó desde muy joven al estudio de la filosofía y la teología, la medicina y la astronomía-astrología; reconocía la presencia de distintos niveles en el hombre y en el universo, lo que configuraba la existencia de mundos visibles e invisibles que actuaban de modo coordinado, sempiterno y constante entre dos polos: cielo y tierra. Y dado que estos planos se encontraban estrechamente unidos conformando un solo y único organismo vivo, se podría, en ese caso, actuar sobre ellos, es decir sobre energías sutiles y angélicas para que fecundaran así a los espíritus más gruesos, reconociendo de este modo la imponente armonía del conjunto e integrándose a ella mediante el reconocimiento de la unidad del Ser, del que el hombre, como microcosmos, estaba hecho a imagen y semejanza. Para este fin tres medios se destacan, el estudio y la meditación, propios de la filosofía, la oración del corazón conocido método cristiano y universal y la magia natural. Esta última basada en las correspondencias y analogías existentes en el cosmos y el hombre y la ligazón que las funde en la delicada vibración del plano intermediario. Según Ficino, siguiendo a Platón, la realidad es un caos pintado de formas.

Músico y ejecutante10 consideraba que el amor todo lo une pese a que es el "furor" o "entusiasmo" (poético, heroico) el que lo descubre.11 Su magia natural y experimental –que es el origen histórico de la ciencia actual– le llevaba a los mundos invisibles mientras empuñando una lira acompañaba su música con los himnos órficos que recitaba y cantaba inspirándose para todo igualmente en los libros del Corpus Hermeticum, que él mismo había traducido, junto con las obras de Platón, muchas de las cuales como hemos dicho no se conocían en su tiempo, o habían caído en el olvido.

D. P. Walker en su libro ya citado Spiritual and Demonic Magic... afirma:

Entre las fuentes de la magia a las que el propio Ficino se refiere las más importantes son el Asclepio, y seguramente Plotino. El Asclepio –como los Orphica– tienen gran autoridad para Ficino pues se trata de una obra de Hermes Trimegisto, un priscus theologus –aún más antiguo que Orfeo y contemporáneo de Moisés; Plotino sólo es un intérprete tardío de esta misma sabiduría del antiguo Egipto. En particular existe un pasaje en el Asclepio del que sería bueno nos ocupáramos,

Y a continuación ofrece una cita del propio Corpus Herméticum, concretamente los textos 37 y 38 del Asclepio:

Volvamos al hombre y a la razón, don divino por el cual ha recibido el hombre el nombre de animal razonable. Cuanto hemos dicho del hombre es ya maravilloso, pero todas esas maravillas no valen lo que esta otra: lo que despierta sobre todo la admiración, es que el hombre se ha mostrado capaz de descubrir la naturaleza de los dioses y reproducirla. Nuestros primeros antepasados, tras haber errado gravemente por lo que hace a la verdadera doctrina sobre los dioses (no creían en ellos en absoluto y no se interesaban por el culto ni la religión) inventaron el arte de hacer dioses; tras encontrarlo, le añadieron una virtud apropiada, extraída de la naturaleza material; y mezclando esta virtud a la substancia de las estatuas, como no podían crear propiamente almas, tras haber evocado almas de demonios o de ángeles, las introdujeron en sus ídolos mediante ritos santos y divinos, de tal modo que dichos ídolos tuviesen el poder de hacer el bien y el mal...

– ÀY los dioses llamados terrenales, oh Trimegisto, qué clase de propiedad es la suya? – Es el resultado, Asclepio, de un compuesto de hierbas, piedras y aromas que contienen en sí mismos una virtud oculta de eficacia divina. Y si se trata de alegrarlos con numerosos sacrificios, himnos, cantos de alabanza, conciertos de dulces sones que recuerdan la armonía del cielo, es para que el elemento celeste que ha sido introducido en el ídolo por la práctica repetida de ritos celestiales pueda soportar gozosamente su larga estancia entre los hombres.

Si bien el ocaso del Corpus Hermeticum se produjo cuando se comprobó su auténtica datación, muy posterior a la que creía Ficino, igualmente es cierto que estos contenidos del Asclepio, referidos a las "estatuas vivas" –que muchos autores han comprendido como dar nueva vida, insuflar el espíritu en cadáveres, o muñecos autómatas, para gestar el hombre nuevo mediante el proceso iniciático–, concretamente a partir de la violenta crítica de San Agustín se encontraban desprestigiados, para decir lo menos, y fue precisamente Ficino quien rescató estos saberes como lo hizo con los de la Academia Platónica, que volvió a fructificar en la Florencia de fines del siglo XV y el XVI. Y que posteriormente se irrigaría por toda Europa, hasta Descartes y el apogeo del Racionalismo y su concepción mecánica del Cosmos, que presagiaba la revolución industrial.12

Aquí he de pedir permiso al lector para mencionar ciertas cuestiones de orden personal y vinculadas con el que esto escribe en relación al asunto tratado. En efecto, interesado desde hace más de treinta años por la Cábala –palabra hebrea que significa literalmente tradición– a la que estudié por medio de La Puerta del Cielo de Cohen de Herrera y los demás textos incluidos en la antología Kabbala Denudata del Barón Knorr von Rosenroth, así como gracias a Paul Vulliaud, y A. E. Waite, –amén de los escritos originales: el Zohar, el Sepher Yetsirah y el Bahir– y por la obra contemporánea de G. Scholem, desemboqué en el libro de F. Secret La Kábbala Cristiana del Renacimiento.

Debo destacar que leí esta obra como complemento a mis estudios cabalísticos que se interesaban en ese entonces por la doctrina en sí, concretamente en el Arbol de la Vida sephirótico.13 Pero sin su vinculación histórica y lejos de comprender que esta ciencia y arte cabalístico –que asimismo se dedica a la metafísica por medio de la lengua, en este caso la lengua sagrada hebrea, sus letras y sus números correspondientes y las permutaciones que con ello se obtienen, así como con el trabajo con el Arbol sephirótico– había llegado a mí merced al Renacimiento (período del que sólo tenía elementos generales y los consignados en el meritorio libro de J. Burckhardt La Cultura del Renacimiento en Italia14).

F. Secret, inteligente investigador no sólo de la Cábala, sino también del medio en que esta se manifestó en el ámbito cristiano cree que:

aceptada o rechazada, la Kábbala es un descubrimiento tan importante como el del Nuevo Mundo.

Ya nos llegará el momento de tocar el tema del Nuevo Mundo y los grandes viajes, asunto fundamental que signa el Renacimiento y revoluciona la ciencia de la antigüedad, comenzando por la geografía, los constantes descubrimientos de las ciencias naturales, encabezadas por la Botánica y la Zoología, sin mencionar la nueva cosmología, lo que dará lugar a los criterios científicos actuales y la experimentación, que era tomada entonces como una forma de la magia, en especial de la magia cabalística como bien lo declara el título del libro de G. Pico de la Mirándola: Conclusiones mágicas y cabalísticas.15 

Lo cierto es que después de un amplísimo recorrido por la historia del Renacimiento en relación con la Cábala hebrea y su importancia en el seno de la cristiandad, o sea, en Occidente y por lo tanto en la historia de las ideas, es decir de nuestra cultura, el autor concluye:

En una Europa que se encuentra en pleno despliegue social y político, que se abre a un mundo agrandado por los descubrimientos, por la toma de Constantinopla, si bien la Kábbala no da comienzo al Renacimiento, señala, sin embargo una de las tareas que habrá de asumir una cristiandad enfrentada contra el turco, junto con la reforma de la iglesia. Ésta, igual que cuando el "renacimiento" del siglo XII, se ve en confrontación con necesidades y problemas nuevos, especialmente planteados por la renovación del espíritu científico y filosófico. El siglo de Lorenzo Valla, autor del De voluptate, del De professione religiosorum, del De donatione Constantini y de las Annotationes in Novum Testamentum que editará Erasmo, el siglo de la Academia romana, de Pomponazzi, de Maquiavelo, es también el siglo de Marsilio Ficino, tan sensible al neoplatonismo y a las doctrinas herméticas, de Jacques Lefèvre d'Étaples y de la Prerreforma, de Erasmo, de Lutero, de Calvino. Es también el siglo de Pico de la Mirándola y de Reuchlin.

Por lo que la Cábala hebrea propagada en medios cristianos es también un ingrediente cultural fundamental en el Renacimiento cuya transmisión se ha prolongado hasta el siglo XX –junto con la Tradición Hermética y la Platónica– y constituye igualmente una de esas artes –o ciencias– ocultas del periodo al que nos estamos refiriendo. De eso dan testimonio en Francia Lefèvre d'Étaples (1450-1536) y Guillaume Postel (1510-1581), y posteriormente Guy Le Fèvre de la Boderie (1541-1598), todos ellos franceses, hebraizantes y cristianos. El pensamiento renacentista vinculado directamente con la Cábala también se propagó en Alemania por medio de Reuchlin.16

D'Étaples visitó Italia, donde estableció relaciones con Marsilio Ficino y Pico de la Mirandola interesándose en la Cábala a través de este último y continuando una correspondencia con Ficino de quien se decía alumno; Postel, traductor del Zohar y autor de La llave de las cosas ocultas, fue principal profesor del Colegio de Francia y limosnero de la Hospedería de San Giovanni en Venecia, habiéndose sumado a la reciente Compañía de Jesús con la que mantuvo relaciones difíciles.

Guy Le Fèvre de la Boderie (1541-1598, Encyclie des secrets de l'eternité), quien tradujo al francés De Harmonia Mundi (París 1579) de Francesco Giorgi, fue uno de los colaboradores en la Biblia políglota de Amberes. De él dice Maurice de Gandillac17:

cristianizó los Sefirot, en la línea de Pico y de Agripa, ensalza al más alto no sólo como "oriente" y "corona", sino incluso como la "nada" de la teología negativa…

Y más adelante:

… atribuye al "Atlante galo" el primer descubrimiento de América. Vinculándolos con los signos del Zodíaco, exalta los doce "patriarcados" en que desde China hasta Méjico y Perú, sin olvidar el cabo de Buena esperanza se ha conservado, según él, –como en Tartaria, Moscú, Jerusalén, París, Venecia, Etiopía y Marruecos–, una gnosis secreta.

Por otra parte dentro de esta legión de sabios debe destacarse que en varias ciudades de Italia escribió León Hebreo (1460-1520) sus Diálogos de amor, habiendo emigrado de España tras la expulsión de los judíos en 1492, obra esta publicada en 1535 que fue traducida al francés y al español además del latín, que trataremos más adelante.

Otra arte y ciencia cultivada, pues en aquella época no se hacía distingo entre ambas, fue la medicina espagírica, antecesora de la homeopatía que ha tenido en la figura del médico alemán Paracelso a uno de sus investigadores más conocidos. Esta Arte de la salud basada en principios universales está en estrecha relación con la Alquimia, o ciencia experimental que trabaja con la transformación de los metales. Si bien la alquimia es universal y se encuentra en diversos pueblos tradicionales de modo mineral, vegetal o animal, no fue preferentemente estudiada por griegos18 y romanos –salvo en sus aspectos de la transmutación del alma o Alquimia espiritual que es en definitiva su auténtico objetivo– pero sí practicada en la Edad Media. Ello se debe a la influencia árabe durante ese periodo, los que a su vez también la habían recibido de los griegos; de hecho su nombre se deriva (Al-Kemia) de la palabra Kemi que significa tierra negra u obscura, nombre con que se identificaban a sí mismos los habitantes del Egipto.19

La experimentación alquímica debe ser vinculada igualmente con los antecedentes de lo que hoy conocemos como ciencia, que floreció en el Renacimiento, y sus desarrollos posteriores20. La prueba de esta última afirmación debe verse en la Astronomía de la época con sólo mencionar los nombres de Copérnico, Galileo y Tycho Brahe, y muchos otros que a la par de ellos en muy diversos campos trabajaron sobre la transformación de la naturaleza, ayudando de modo teúrgico sus procesos siempre inacabados, puestos a disposición del hombre, como un demiurgo a escala microcósmica análogo al creador universal.

Los nombres de los siguientes sabios: Kepler, Boyle, F. Patrizzi, Newton, Francisco Bacon y otros, amén de los mencionados más atrás, están emparentados con el hermetismo y son los padres del empirismo científico que hoy predomina, sea cual fuere lo que de este se piense.

De esta misma categoría son los inventos de Leonardo de Vinci, numerosos y diversos, que como otros proyectos de Bacon anticiparon logros actuales.

Además, la vuelta a la valoración del mito en todos los campos, particularmente en la escultura, la pintura y la orfebrería, produce artistas, amén de Leonardo (autor del Tratado de la Pintura, entre otros), de la talla de Durero, Botticelli, El Bosco, Parmigianino, Miguel Angel, Tiziano, Rafael, Veronese, Achille Bocchi, Arcimboldo, etc. y una pléyade de grabadores, escultores (Giovanni da Bologna) orfebres (Benvenuto Cellini), medallistas y relojeros, amén de arquitectos o tratadistas como León Battista Alberti (De Re Aedificatoria, 1485), Andrea Palladio (Los Cuatro Libros de Arquitectura, 1570), Brunelleschi, Luca Pacioli y su "Divina Proporción", Michelozzo, Francesco Giorgi, Filarete (autor también de un Tratado de Arquitectura, 1557-64, que incluye una utopía: Sforzinda, la ciudad de los Sforza, que se construye bajo los patrones de Vitruvio); e igualmente, bajo ese mismo patrocinio y protegido por la reina Catalina (de Médicis) de Francia, Filiberto de l'Orme, uno de los creadores del "estilo francés", admirador de la filosofía de Marsilio Ficino y autor de un Tratado de Arquitectura del que apareció un solo tomo (impreso en 1561), al que hay que sumar el traductor al francés de la obra de Vitruvio (1547), Jean Martin, que publicó también las de Hypnerotomachia Poliphili (1546) y el tratado de Alberti (1553), etc.21

Otra de las artes ignotas que no se suele recordar es la de la Perspectiva matemática y sus leyes, que sólo fue conocida en el Renacimiento. Se suele mencionar a Alberti, Brunelleschi y Durero como sus primeros cultores, aunque todo el periodo utilizó a la "máquina de la perspectiva" en mayor o menor grado.22 Aprovechando estas leyes el astrónomo florentino Toscanelli concibió la idea de utilizar a la perspectiva con el sistema reticular ptolemaico creando así la proyección cartográfica. De hecho, también la cartografía puede decirse que tuvo su renacimiento durante el periodo que nos ocupa, particularmente en Florencia. Toscanelli fue muy admirado por Cristóbal Colón que lo cita como una de sus fuentes. El sabio bizantino –y también geógrafo– Gemisto Pletón que acababa de editar la geografía de Estrabón se había reunido cuando el concilio de 1439 en dicha ciudad con intelectuales florentinos, entre los que se encontraba Toscanelli, para discutir las principales teorías de Estrabón y Ptolomeo y acerca de la geografía de las costas de Asia. Según su hijo Fernando Colón, Toscanelli fue la causa más importante que movió finalmente a su padre a relacionar todos sus otros conocimientos y llevar a cabo su aventura.

A todo esto debería sumarse la imprenta, otra de las artes olvidadas renacentistas, que a partir de 1452, en el taller alemán de J. Gutenberg inauguró su andadura hasta el sol de hoy, teniendo en cuenta que los talleres más importantes no alcanzaban a unos pocos cientos del total de las numerosísimas obras firmadas por distintos autores frente a los 200 o 500 ejemplares que se tiraban de cada uno de los libros por el nuevo ingenio, o sistema.23 Como se podrá observar esta fue tal vez la mayor revolución de difusión cultural que se haya producido nunca en la historia de Occidente y modificó todo tipo de relaciones y formas culturales como está comenzando a hacerlo la computadora y el Internet actuales.

Igualmente la renovación de todos los ámbitos de la educación y de la vida pública tocó a la música, y cortes como la de los Visconti en Venecia, los Sforza en Milán, los Médicis en Florencia, los Este en Ferrara, los Gonzaga en Mantua, los Malatesta en Rimini, miembros del poder y la cultura, promovían las artes y se fundaron al igual que en otros campos entidades como la Academia Filarmónica de Verona, el Instituto del mismo nombre en Bolonia o las cinco academias en iglesias de Ferrara. Se propagó esta actitud en Alemania y se crearon academias universitarias o eclesiásticas. Las cortes, para mantener su brillantez necesitaban música en los bailes, danzas y representaciones teatrales. Se redescubrieron, poniéndose de moda, las letras de las poesías de Dante (1265-1321) y Petrarca (1304-1374) y se perfiló un género, la balada; según se dice el mayor maestro en este arte fue Francesco Landini que murió en 1397. Era también filósofo y poeta y sus canciones eran acompañadas por el instrumento "lira de brazo", que como ya hemos apuntado sería tocada también posteriormente por el admirable Marsilio Ficino.24

Debemos destacar a Franchino Gafori (Gafurius, 1451-1522) amigo en Milán de Leonardo y de Luca Pacioli, del que Joscelyn Godwin25 dice:

En su temprana Theoricum Opus (1480), había parafraseado las correspondencias de Anselmi de los órdenes angélicos con los planetas; y toma de Ramis de Pareja las de los planetas con tonos, modos, y Musas.

Edgar Wind26, refiriéndose a su Practica Musicae (1496) analiza el grabado de la tapa –que en este libro reproducimos y que Gafori incluyera nuevamente en su importante tratado De Harmonia Musicorum Instrumentorum Opus– del siguiente modo:

En la parte superior del frontispicio de la Practica musice de Gafurius, que representa el universo musical, Apolo está situado de modo que a su derecha aparecen las tres Gracias y a su izquierda un jarrón con flores. Este último atributo parece un ornamento gratuito, pero cuando recordamos cómo estaba situada Venus en la Primavera [de Botticelli], entre las Gracias y Flora para indicar sus manifestaciones espirituales y sensuales, podemos sospechar que convenía dotar a Apolo de una diversidad de poderes semejante. La correspondencia se hace más explícita en el sistema de los intervalos musicales ilustrado bajo ese encabezamiento y explicado en el libro. La nota asociada a Apolo, sol, está situada aquí, una vez más, "en el centro" (in medio residens complectitur omnia Phoebus), pero de tal modo que hay tres notas por debajo de ella y cuatro notas por encima; la última de éstas trasciende completamente la música planetaria y pertenece a la esfera de las estrellas fijas...

La división de la octava resultante, con la cuarta nota tratada como central y la octava como trascendente mientras las seis restantes forman tríadas simétricas, corresponde de manera fiel a la composición de la Primavera. Es posible, por tanto, que la pintura quisiera transmitir una sugerencia musical, en el sentido de que las ocho figuras representan, por así decir, una octava en clave de Venus. Transportada a la clave de Apolo, la nota más alta de la octava pertenecería a la musa Urania, frecuentemente representada de espaldas para mirar a las estrellas, mientras que Gafurius compara la primera y más baja de las notas (Clío) al "suspiro de Proserpina", que rompe (como él decía) el silencio de la tierra. Cuando recordamos que Proserpina, a su regreso en primavera, era representada esparciendo flores por el suelo, nos parece probable que se quisiera percibir un eco de ese mito, o de su equivalente musical, en la progresión de Céfiro hacia Flora.

Todo esto sin menoscabo de señalar la figura señera de Francesco Giorgi (1466-1540) de Venecia, autor de un libro llamado De Harmonia Mundi (1525), quien puede ser considerado un tratadista o teórico de la música que creía por cierto en la armonía universal, como el título de su obra lo indica, y en las correspondencias y relaciones en la arquitectura del cosmos, de todas y cada una de las cosas, tomadas del modelo del Arbol de la Vida cabalístico.

Nos dice Joscelyn Godwin27:

Giorgi tiene mucho más de metafórico que de armonista literal. Las secciones de su libro se llaman "Cantos", "Modos", "Motetes", etc. Su tema envolvente es la armonía de toda la Creación –elemental, celeste y angélica– con las diez Sephiroth, arquetipos emanados directamente de la Mente Divina. A esta ilustración estupenda de esa armoniosa emanación Giorgi le aplica la aritmología platónica, escribiendo en efecto un vasto comentario sobre el mito de la creación del Timeo.

Igualmente, entre las artes ignotas queremos destacar el diseño de jardines a partir del siglo XVI. No sólo los jardines son mandalas que reflejan la estructura cósmica sino que a partir de ese tiempo su vinculación con la mitología se hace evidente y la sugestión y la evocación se apoderan de su trazado; su simbólica se manifiesta con claridad como es el caso de extraordinarias obras con laberintos y estatuarias, grutas y fuentes, los que las transforman en auténticos templos al aire libre, centrados a partir de un punto del cual van desarrollándose por irradiación formas geométricas. Al mismo tiempo bosques y arboledas de curiosas especies, macizos de flores de distintas formas, colores y olores con diferentes significados y organizados de modo de provocar determinadas sensaciones o despertar diversos pensamientos. Espejos de agua, pérgolas, glorietas, pabellones y templetes ordenan el conjunto al que se agregan diversos ingenios mecánicos, cascadas y juegos de agua, capaces de provocar el asombro y el interés por la magia y la ciencia.28 Y también los acertijos, epigramas e inscripciones que guiaban por sus recorridos, recordando que el propio Paraíso cristiano es un jardín.

Emanuela Kretzulesco-Quaranta ha dedicado un libro a Los Jardines del Sueño donde a partir de una obra hermética notable, El sueño de Polifilo de Francisco Colonna, que tanta influencia tuvo durante el Renacimiento y sus epígonos, y que en sí misma es una utopía, inicia un peregrinaje por numerosos jardines italianos en los que se ha depositado un mensaje oculto, una ciencia sagrada que la humanidad ha estado a punto de perder en numerosas oportunidades y que los iniciados en ese conocimiento han tratado de preservar y al mismo tiempo testimoniar y difundir de las más diferentes y aún extraordinarias maneras, pues siempre han pensado que cuando ese conocimiento se pierda definitivamente será el fin de esta humanidad sumida en la ignorancia y la peor brutalidad.29

También se citan en su trabajo los hombres, libros y academias que inspiraron estas obras y el ambiente renacentista en que cristalizaron hasta finalizar con los esplendores de los jardines de Versailles, alentados por Luis XIV, el Rey Sol, y realizados por sus paisajistas y arquitectos30.

Del cosmos hacia lo supracósmico.
Grabado en madera, Alemania s. XV.
Las limitaciones del cosmos y la salida hacia lo supracósmico están claras en este grabado donde se trasciende el sol y se observa la rueda dentro de la rueda de la visión de Ezequiel. (cliquear en la imagen y siguientes).

Llegamos así a la Utopía, género del que nos toca ocuparnos en este estudio, y del que esperamos demostrar sus raíces y vinculaciones herméticas, atestiguadas por las propias obras y autores y su intención de manifestar posibilidades ocultas para el género humano en estado profano y transmitir conocimientos y sugerir mundos y realidades no conocidas por los seres corrientes. Estos mundos o planos ignorados para las personas ordinarias, pero absolutamente reales para aquellos que los han experimentado, constituyen en última instancia el legado del Renacimiento, del que las utopías conforman una importantísima parte, desgraciadamente tomadas por los contemporáneos de manera literal, no simbólica, y casi exclusivamente de modo sociopolítico, destino que ha corrido también su principal antecedente, su paradigma, La República (y Las Leyes, el Critias y el Timeo) de Platón, pese a que en esa obra se encuentren el famoso mito de la caverna, la teoría de las ideas, el estudio de la Dialéctica como actividad suprema, la alegoría del sol, su pensamiento acerca del filósofo y el conocimiento, y sobre todo la equiparación entre el Estado, o sea la ciudad,31 y el alma humana (436a; 437b; 441c).


NOTAS
1 Es interesante que estos últimos –incluso parcialmente el de Aquino– hayan tenido problemas con la autoridad religiosa, hasta dentro de su propia Orden a la que por otra parte le tocó el vergonzoso papel de ejecutora de la Inquisición.
2 Estas ideas clásicas habían tenido un resurgir anterior por medio de los neoplatónicos, neopitagóricos y gnósticos –cristianos o no– en ambas orillas de la cuenca del Mediterráneo, focalizándose particularmente en la Alejandría de los primeros siglos de nuestra era, y desembocando en la síntesis magistral de Proclo (siglo V después de Cristo).
3 Debe destacarse aquí de modo particular la obra de Giulio Camillo El Teatro de la Memoria. El autor desarrolla a través de relaciones de imágenes, conceptos y vivencias, un sistema que presenta como un simple método mnemotécnico de raíz clásica pero que lleva intenciones mucho más altas, vinculadas con la "remembranza", o anamnesis platónica, la internalización de la doctrina cosmogónica, la contemplación del Arbol Sephirótico de la Cábala, y donde se describe un universo armónico, un mundo perfectamente construido en estructuras que ensamblan entre sí y permiten establecer los límites de un espacio otro, mágico por naturaleza, donde conviven todas las ideas como en el Jardín del Paraíso.

Para nosotros es importante la correspondencia de este sistema de juegos de relaciones con el Tarot de Marsella, o los distintos tarocchi italianos de la época, como los florentinos. Ver Giulio Camillo Delminio, L'idea del Teatro e altri scritti, Edizioni Res, San Mauro (Torino), Italia 1990, y nuestro El Tarot de los Cabalistas, Vehículo Mágico (Kier, Buenos Aires 1993) donde hemos relacionado el tarot y su arte, con el arte de la memoria.

4 Giordano Bruno y la Tradición Hermética. Ariel, Barcelona, reimpr. 1994.
5 Ocho Filósofos del Renacimiento Italiano. F.C.E., México 1985.
6 El primer Renacimiento fue verdaderamente humanista, aunque el término se encuentre desprestigiado hoy día por su aplicación políticosocial al relacionarlo con ideas falsas sobre el progreso, la evolución enunciada por Darwin, la ética puritana y la hipocresía consumista acerca de causas "justas" y políticamente correctas.
7 Durero y la Melancolía (1923), incluido en Saturno y la Melancolía. R. Klibansky, F. Saxl y E. Panofsky, Alianza Editorial, Madrid 1991.
8 Spiritual and Demonic Magic from Ficino to Campanella. The Warburg Institute, Londres 1958.
9 Se manejan varias fechas, que corresponden principalmente a: 1463, la entrega por Cosme a Ficino de los manuscritos griegos conteniendo las obras de Platón, Plotino, el Poimandrés y otros, así como de la villa de Careggi; noviembre de 1468, la celebración en esta última de un banquete con nueve participantes en memoria del nacimiento y de la muerte de Platón, donde se comenta el Convivio.
10 Al respecto Joscelyn Godwin apunta en su Armonías del Cielo y de la Tierra, "Escuchando las Armonías Secretas": "Todas las tradiciones religiosas que reconocen la existencia de ángeles coinciden en asignarles atributos musicales. Puesto que en las representaciones visuales no resulta claro cuándo alguien canta, suele asignárseles instrumentos musicales para que cumplan una función sencilla. Casi es innecesario mencionar a los ángeles-músicos que se hallan en las esculturas, tallas y vitrales de innumerables iglesias europeas, o en las pinturas en manuscritos y retablos. Finalmente la tradición cabalista del judaísmo habla de un canto que los ángeles entonan siempre que Israel entona su cántico de alabanza, resonando ambos juntos". Escuchando las Armonías Secretas. Cuadernos de la Gnosis, N¼ 6. Ed. Symbolos, Guatemala 1996.
11 Observar también al "furor" como un estado báquico-dionisíaco de raíz divina –al que a veces precede la melancolía–, y al mencionado "entusiasmo" poético, o inspiración de origen numénico y profético, generalmente relacionado con las musas, y la memoria –y que se produce en el templo del alma, labor de transmutación individual que nada tiene que ver con cualquier acción sociopolítica–, lo que constituye la inspiración de los artistas, que ha seguido adoptando diversas formas hasta el día de hoy; en ésta como en otras cosas olvidadas se ve cómo un concepto renacentista, y por lo tanto de origen clásico –que tiene como padre a Platón en este como en otros casos– llega a nuestros días a través de la función de este período histórico. Ver entre otros Fedro 249, c, d, e. Incluso se consideraba como "furor", y violencia contra sí mismo, la ira en tanto que energía desequilibrante para encontrar un equilibro regenerado y siempre nuevo.
12 Ver nuestro trabajo Hermetismo y Masonería, Doctrina, Historia, Actualidad. Cap. I: "Los Libros Herméticos". Kier, Buenos Aires 2001.
13 Modelo del Universo y mapa de la cosmogonía, es decir de la estructura del Mundo; por él descienden desde la Unidad las emanaciones que a través de un opacamiento y densificación finalmente acaban de conformar el Cosmos manifestado, del que somos parte, y al que percibimos por medio de los sentidos. A la inversa, por un camino poblado por ángeles, arcángeles, Potestades y Nombres de poder, es decir, por los atributos divinos y tachonado por las estrellas y planetas, o sea, por los héroes y los dioses, se retorna a la fuente de donde todo procede y que emana perpetuamente la Creación, obra inacabada y siempre presente.
14 Losada, Buenos Aires 1942.
15 Entre los maestros de Pico se debe nombrar en primer lugar a Menahem Recanati que introdujo la Cábala española (sefardí) en Italia en el s. XV, y a Elía del Médigo (1455-1493), al español Pablo de Heredia y al asombroso Mitrídates. Alguna utilización análoga de la Cábala hebrea y sus formas de trabajo ya había sido expresada en el medio literario cristiano por Raimon Llull (1235-1316) en su Arte Combinatoria, haya este autor mantenido relación directa con la tradición judía o no.
16 Johannes Reuchlin (1455-1522) fue corresponsal asimismo del director de la Academia Platónica de Florencia. El pensamiento cabalístico se difundió en Alemania por obra de este filósofo autor del De Verbo mirifico y De arte cabbalistica.
17 "La Filosofía en el Renacimiento", vol. 5 de Historia de la Filosofía. Siglo XXI Editores, México 1982.
18 Se suele mencionar a Zósimo de Panópolis y a Olimpiodoro de Alejandría como cultores de ella. Ver Textos de magia en papiros griegos (Ed. Gredos. Madrid 1987), El Papiro de Leyden (Ed. Atalanta, Mataró, Barcelona 1995) y Les Alchimistes Grecs, vol. I: Papyrus de Leyden, de Stockholm, Recettes (Les Belles Lettres, París 1981).
19 El aporte de la literatura alquímica es masivo en la época renacentista. Cientos de tratados casi todos anónimos dan fe de esto. Al mismo tiempo los textos eran ilustrados por hermosísimas imágenes que constituyen, por sí, un tipo de arte especial dentro de la historia de la pintura donde se dan cita los más extraordinarios símbolos.
20 Ver Hermetismo y Masonería, obra citada. Cap. III: "Apuntes sobre Hermetismo y Ciencia".
21 Para el tema de las artes plásticas, cuyo desarrollo en el Renacimiento requiere de por sí un volumen entero, ver Edgar Wind, Los Misterios Paganos del Renacimiento. Alianza Ed., Madrid 1972. También Simbolismo y Arte. Symbolos, Barcelona 1998.
22 Ver Javier Navarro de Zuvillaga, Imágenes de la Perspectiva, Siruela, Madrid 1996. En 1492 Piero della Francesca publicó un tratado sobre esta ciencia, a la que Luca Pacioli pondera en su Divina proporción.
23

Lo que da lugar a la Utopía moderna del libro –con antecedentes clásicos, neoplatónicos como la Biblioteca de Alejandría, y medievales, especialmente en cuanto a los manuscritos iluminados, realizados por monjes, que cultivaron la tradición del libro, su mundo, que incluye a escritores y lectores, editores, libreros, bibliotecarios, bibliófilos, eruditos y especialistas.

El poder de estos textos acompañados de imágenes se hace patente en el Renacimiento y a ello se suma la facilidad de los tipos de imprenta metálicos que reemplazaron a los de madera y permitieron una mayor difusión.

24 Se deben mencionar como exponentes del período que investigamos a: Giovanni P. de Palestrina (c.1525-1594), organista y cantor y maestro de la capilla Giulia en San Pedro de Roma y miembro del coro de la Capilla Sixtina del que fue expulsado por casarse; compuso cientos de obras, especialmente religiosas. Claudio Monteverdi (1567-1643), músico de Vincenzo Gonzaga duque de Mantua, y maestro di capella de San Marcos en Venecia; compuso óperas como Il ritorno d'Ulisse in patria (Venecia 1641) y el ballet-ópera Il ballo delle ingrate (Mantua 1608), además de numerosas piezas como sus Madrigales guerreros y amorosos y asimismo diversas músicas religiosas como lo exigía la época; y posteriormente la revolución de la música barroca, ya en pleno siglo XVII, encabezada por Antonio Vivaldi (c.1678-1741).
25 Joscelyn Godwin, The Harmony of the Spheres. A Sourcebook on the Pythagorean Tradition in Music. Inner Traditions International, Rochester VT 1993.
26 Edgar Wind, Los Misterios Paganos del Renacimiento, obra citada.
27 The Harmony of the Spheres, obra citada.
28 Igualmente estos ingenios mecánicos fueron utilizados en representaciones teatrales, juegos y fiestas en las distintas cortes renacentistas, donde la música y el espectáculo eran casi imprescindibles.
29 Se trata de los siguientes jardines italianos, algunos de los cuales son actualmente de acceso público: Palestrina, Tívoli-Villa Adriana, Ischia, Bomarzo, Tívoli-Villa d'Este, Camigliano-Collodi, Isola Bella.
30 Ver también Luc Benoist, Versailles et la Monarchie. Cap. II: "Les jardins d'Armide". Eds. de Cluny, París 1947.
31 Tendremos en cuenta también diversas utopías donde no aparece la ciudad como estructura principal en el discurso –al contrario de algunas ya tratadas– aunque están perfectamente construidas, constituyendo un espacio cerrado apto para manifestar la misma idea de un mundo ordenado, mágico y accesible, más allá de las cómodas y chatas perspectivas del hombre profano.

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