LA
CABALA DEL
RENACIMIENTO FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS |
|
Nos parece necesario comenzar un libro sobre la Cábala en un período histórico, el Renacimiento, explicando lo que es la Cábala en sí, aunque nos hayamos referido a ella en varias oportunidades.1 La palabra Cábala, que los ingleses escriben Kabbalah, su nombre, y los franceses ahora Cabale, y antes Kabbalah, es en realidad una misma siempre y su significado es literalmente Tradición, y también recepción en el sentido de recibir esa Tradición. Desde luego se trata de la Tradición judía aunque esta fue permeable a otras con las que habitó y emparentó, especialmente con la Egipcia y la Caldea. Sin embargo eso fue en tiempos pretéritos porque lo que se conoce hoy como Cábala nace en el siglo XI en el Occidente Cristiano (con antecedentes en siglos pasados de esta Era) y está estrechamente unida en su pensamiento al hermetismo y gnosis diversas, desde los primeros siglos del judeocristianismo, al punto que puede identificarse un origen y una inspiración común, que acaba aflorando en el medioevo en el sur de Francia y Sefarad (España). Para los cabalistas la Cábala se entregó a Moisés en el Monte Sinaí, junto con las tablas de la ley, es decir los mandamientos exotéricos que gobernarán las conductas de ese pueblo. La Cábala es por lo tanto el aspecto esotérico del pueblo de Israel, el auténtico conocimiento, o sea la Tradición, la Ciencia Sagrada de los judíos que fue revelada a Moisés en cuarenta días.2 La cual ciencia y arte se ha expresado en textos que se presentaron fundamentalmente como comentarios a la Torah, o sea al Pentateuco, los cinco primeros textos bíblicos del Antiguo Testamento, cuya redacción era atribuida al propio Moisés. De hecho, la vinculación de los textos cabalísticos a autores míticos es común, tal la del Sefer Yetsirah a Abraham. Hacemos dicha observación sobre este libro específico pues él es fundamental en la Cábala; el cual es mencionado por primera vez en el siglo X, aunque algunos lo fechan en el VI y su autoría es anónima. Otro libro fundamental es el Bahir, igualmente anónimo, cuya fecha de edición manuscrita es el siglo XI, aunque algunos estudiosos creen que es mucho más antiguo. Pero el libro más importante de la Cábala es el Zohar, que se creía obra del mítico sabio Simón bar Yohai (siglo II) como se dice en el mismo texto, aunque la crítica del siglo XX, que es la que ha realizado los estudios más reveladores sobre esta ciencia, encabezados por Gershon Scholem, lo atribuye a un solo individuo, Moisés de León, autor también de otros textos firmados con su propio nombre.3 Como se puede apreciar el aspecto esotérico del pueblo de Israel es oscuro y mítico –tal cual sucede con el de todos los pueblos– por lo que es necesario estudiar sus textos tanto en sus mismas fuentes como de la mano de los ya mencionados comentaristas y estudiosos del siglo pasado. Esa dicotomía entre lo exotérico y lo esotérico es también propia de casi todas las tradiciones, refiriéndose la primera a la ley exterior mientras que la segunda siempre se relaciona con lo interior, o sea con el Conocimiento del universo y el hombre, ambos emanados de una fuente única e inteligente que ha existido siempre y siempre existirá y que las religiones suelen denominar Dios, que se presenta en el alma del ser humano, que es el plano intermediario entre su cuerpo y los númenes. Hoy en día puede parecernos pesado o fastidioso comenzar un nuevo estudio, tal cual la Cábala, de acuerdo a lo que entendemos por ello. Pero lo que se comprende como algo pesado se convierte en una maravillosa aventura del pensamiento, donde se nos hace presente el origen de todas las cosas y se nos brinda la posibilidad de Conocer, o sea, la obtención del oro de los alquimistas o el brillante supremo de la tradición oriental (vajra). En tal sentido, los cabalistas afirman que existen cuatro planos en cualquier creación, comenzando con la del mundo, y que se denominan –de lo alto a lo bajo– Atsiluth, Beriyah, Yetsirah y Asiyah y se corresponden con el mundo de las emanaciones, de la creación, de las formaciones y de la acción. Por otra parte hay diez sefiroth (numeraciones) que se manifiestan en estos cuatro planos o mundos conformando un diagrama cosmogónico válido tanto para el Universo como para el ser individual, llamado el Arbol de la Vida, o Arbol Sefirótico,4 a partir del cual los cabalistas efectúan todas sus meditaciones y especulaciones cuyo fin último es el Conocimiento.
Conocimiento de lo sagrado que es inverso al recorrido de la creación pues parte del plano de la acción o concreción material, Asiyah, para remontarse por el mundo intermediario hasta el plano de Atsiluth conformado por la triunidad del Origen, Kether (corona), Hokhmah (sabiduría) y Binah (inteligencia).
Como se puede observar es en el número 10, Malkuth, donde se concretan las cosas tal cual las perciben los sentidos. Es entonces como la punta de un iceberg, o sea lo que se ve. Por encima de ello se suceden tres planos invisibles, con cuya ayuda se conforma la Creación. Se pueden conocer porque son espacios del alma que van en ascenso de lo más grueso a lo más sutil. Por lo que el plano de Asiyah que se corresponde con la creación material es superado por el plano de Yetsirah, más sutil, aunque aún formal. El plano inmediato superior es el de Beriyah igualmente sutil, pero ya informal. Finalmente asociado con los arquetipos, o ideas platónicas, se encuentra el mundo de Atsiluth o de las emanaciones. Es decir un recorrido de lo visible a lo invisible, o mejor, a los distintos planos de invisibilidad o los misteriosos grados de la luz, o del alma. Igualmente es dable observar en esta construcción metafísica que las sefiroth se oponen en dos columnas y una central que las complementa y es el eje del diagrama. La columna signada con los números 2, 4, 7 es llamada la de la clemencia, y la signada por el 3, 5 y 8 se denomina la justicia, y ambas se oponen entre sí, manifestando el orden cósmico, siempre presente en la conjunción de opuestos, y da lugar a la del equilibrio conformada por los números 1, 6, 9 y 10, origen y resultado de las otras dos en el drama cósmico e igualmente en el microcósmico o individual. La columna de la derecha se denomina también de la Gracia, mientras la opuesta es la del Rigor, y la del centro, el fiel de la balanza, es llamada la del Equilibrio, ya que es necesario el desequilibrio de un par de opuestos para que estos puedan conjugarse. En ese sentido la Cábala los ve de manera sexuada, como hombre y mujer, o sea como energía activa y expansiva a lo masculino y a la otra como femenina, pasiva y restrictiva, respectivamente la de la derecha y la izquierda de cara al espectador que observa el diagrama. Y efectivamente en eso estriba la labor del cabalista, en conjugarlas permanentemente en el eje del Arbol Sefirótico o el Centro en cualquiera de los planos en que se constituye. Y debe también tener en cuenta el estudioso –o el simple lector– que este diagrama es actuante no más se comienza a trabajar con él y por lo mismo teúrgico. Por otra parte a cada letra hebrea corresponde un número y antes de la notación actual, tal o cual letra indicaba el número correspondiente. Por ejemplo el nombre de Yahvé –que solo se puede escribir y no pronunciar– compuesto por las letras Iod, He, Vau, He (hwhy) tiene valor numérico 26 ya que la Iod (y) vale 10, cada una de las letras He (h) 5 y la Vau (w) 6; por lo tanto cualquier palabra que tenga ese valor está emparentada misteriosamente a ese nombre de la divinidad. En verdad cada sefirah es un nombre divino, o sea un atributo o categoría de Dios y los arcángeles, o ángeles, los dioses intermediarios entre la suprema deidad y el hombre. Siendo las palabras hebreas indefinidas, las relaciones entre ellas y los números correspondientes también lo son. De otro lado igualmente existen transposiciones y otros medios de trabajo en los que no podemos aquí explayarnos. Todo lo cual constituye una verdadera arte combinatoria5 llamada, junto con otros métodos, las ciencias del Tseruf, divididas en gematria, notarikon y temurah. No en vano estas operaciones constituyen formas de meditación cargadas de emanaciones metafísicas. De hecho, como se ha dicho, todo el Arbol de la Vida es una emanación entre Dios y el hombre, que va adquiriendo distintos nombres en su desarrollo decimal perfectamente equiparable al denario de Pitágoras y al de los neopitagóricos alejandrinos, o mejor griegos. Hemos ya señalado en el bosquejo que acabamos de hacer y que seguiremos ampliando –comentando las ideas y textos de la Cábala en el Renacimiento–, que tiene como fundamento el Antiguo Testamento y la obra de algunos judíos helenísticos que escribían en griego y arameo y cuyo mayor exponente fue Filón de Alejandría en el siglo I de la era cristiana, que se expresa en términos alegóricos, netamente influenciados por el pensamiento griego. Por lo que desde sus comienzos la Cábala está relacionada con distintas gnosis entre ellas y especialmente el hermetismo y aún el pensamiento iranio y las numerosas sectas que pululaban en aquellos tiempos en la cuenca del mediterráneo, entre ellas las de los judeocristianos. En cuanto a la moral se habían agregado a su propia ley muchos elementos de los estoicos. Esto es asimismo válido para el propio Jesús y sus seguidores que eran judíos y no cristianos, en el sentido que tiene este vocablo actualmente después de los numerosos concilios eclesiásticos.6 En ese sentido Antonio Piñero afirma:
Después de los libros bíblicos y ya en nuestra era, tres son los textos cabalísticos fundamentales ya mencionados sobre los que se basa toda la estructura del Arbol de la Vida hasta nosotros. Ellos son el Bahir, el Sefer Yetsirah y el Zohar. Según Aryeh Kaplan, uno de los comentaristas modernos más autorizados, el Bahir, un texto que se suponía del siglo X-XI, sólo un poco anterior a la escuela de Provenza que fue la que conformó la Cábala tal cual la conocemos y atribuido al Rabbi Nehunia ben Hakana del siglo I, es anterior al Sefer Yetsirah que es el gran libro cabalístico y origen de todas las especulaciones pues en él está completa la estructura del Arbol Sefirótico8 y ha sido comentado por decenas de cabalistas tanto del mediodía francés como de la escuela de Gerona y de Castilla, o sea de Sefarad9 donde nació la Cábala como hoy la conocemos y que culmina con el Zohar, extenso libro, que ha sido tomado con la misma importancia que el Talmud por el pueblo judío. De la escuela española se destacan Azriel de Gerona, directamente emparentado con las enseñanzas de Isaac el Ciego y su familia, es decir con la Cábala de Provenza, y que junto con Ezra y luego Nahmánides en Barcelona y Abulafia en Aragón configuran una escuela que fue recibida por los grupos de Castilla y produjo autores tan brillantes como Chiquitilla y Moisés de León, todos ellos aunados en la doctrina de la Cábala. En 1492 son expulsados los judíos de toda España y se van estableciendo en distintas ciudades como Safed donde se afincan creando en Galilea una importantísima escuela. Pero antes también viajaron a Inglaterra y Holanda, Europa Central y Alemania,10 inclusive a Turquía, pero fundamentalmente a Italia donde se produjo la Cábala hermético alquímica del Renacimiento. Fueron terribles tiempos para los judíos sefarditas y se ve que España (Sefarad) fue para ellos su casa y su cultura, la que han añorado por siglos al punto de que continuaron hablando castellano en una modalidad llamada ladino, que contiene parte de los términos arcaicos del siglo XV, (lo que hemos podido conocer en un viaje a Turquía en la época actual; muchos de ellos han visitado a España por temporadas), o sea se han asentado allí; también en Israel y otros puntos de Occidente. Esta amarga experiencia del destierro sin embargo ha resultado positiva en el sentido de la expansión de su pensamiento, especialmente del esoterismo, o sea de la Cábala, y se corresponde con su doctrina en donde el ser humano es un exiliado en este mundo, situación que le ha sucedido en varias oportunidades a lo largo de su historia al pueblo judío. Como se puede apreciar nuevamente coexisten la religión judía y la cristiana que, por cierto, participan de un Origen común y un destino perpetuamente ligado pese a las amargas experiencias de incomprensión histórica; algo análogo al caso de católicos, protestantes y ortodoxos, o forzando un poco la comparación, al de los shiitas y sunitas en el Islam.
Como hemos visto, el modelo del Arbol de la Vida es un pantáculo sintético del orden universal, al tiempo que un vehículo para la reminiscencia y la realización espiritual del iniciado, y aún más, un símbolo revelador de la realidad metafísica que lo trasciende, ámbito que en la Cábala se llama En sof (Sin fin), el misterio insondable que aunque nunca podrá ser conocido por su naturaleza inaprensible, atrae de manera irresistible el alma de aquel que no le opone resistencia. En realidad no hay palabras para definir lo que no tiene límites, ni condición o determinación de ningún tipo, por lo que los cabalistas siempre se han referido a esa región empleando términos negativos –como infinito, inabarcable, inefable, insondable, incognoscible–, o superlativos –supraconsciente, supraesencial, el Anciano de los Ancianos–, o bien interrogativos: "Mi" (¿Quien?), a sabiendas que la experiencia de ese estado de conciencia no se alcanza con el concurso del discurso lineal y racional, sino por las rupturas de nivel y los saltos cualitativos que promueve la irrupción del Intelecto, rayo iluminador y transmisor de la oscuridad más que luminosa de lo supracósmico, que rapta el alma del iniciado y la eleva a esa esfera sin contorno. En sof es reconocido por todo cabalista como el meollo de la búsqueda intelectual-espiritual, aunque no se vive como una meta o un fin en el sentido de algo a alcanzar o aprehender, sino como una experiencia innombrable y directa siempre presentida y presente por los medios extraordinarios de la conciencia. De esta manera se concibe que todo es y no es simultáneamente, que el límite convive con lo ilimitado, lo visible con lo invisible, no como una dualidad que coexiste en paralelo, sino como una misteriosa no-dualidad que en su indiferenciación incluye simultáneamente la aparente polarización de las posibilidades de ser con aquellas totalmente ocultas y por siempre innombrables del no-ser. Quizá el Silencio o el Reposo absoluto sean los símbolos que nos evocan ese dominio que muchos cabalistas ubican más allá del Arbol de la Vida, insinuándolo como una serie de velos en el caos precósmico, mientras que otros lo han visto como la cúspide de Kether. Por ello toda audacia del pensamiento en aras a esa experiencia se queda corta, y el cabalista se ve abocado a vivir una permanente paradoja, enajenándose y desarraigándose del mundo y su efímera contingencia, al tiempo que lo emplea como soporte para franquear sus límites y abismarse así en el Océano sin fin, o sea, que percibe el universo como un aula abierta de la mente, hasta llegar o pretender siempre llegar a lo más grande: un aula ahora ya vacía y oscura pero no tenebrosa, y por lo tanto sola, indescriptible, a la que los cabalistas aspiran constantemente. De En sof todo depende, pero él no depende de nada; en su indiferenciación contiene el nombre de todas las cosas, seres, mundos, ideas y arquetipos que se despliegan en el proceso cósmico, pero en sí es innombrable. En su soledad todo permanece en estado de pura potencia, y a ello se refiere otro concepto fundamental para la Cábala que es el del Adam Kadmon u Hombre Primordial. Este símbolo es el prototipo de la Creación en el reino de lo metafísico, el cual es visto como un Hombre de dimensiones gigantescas, que serán aplicables tanto al macro como al microcosmos; o sea una concepción del modelo del Universo anterior a su gestación, desarrollo y nacimiento, pues está claro que cualquier determinación, por más primordial que sea, es "fruto" de un inventor, de un poder que tornándose consciente de sus posibilidades de ser, diseña una arquitectura invisible en esa región ignota antes de revelarla o manifestarla.11 Para explicar este hecho misterioso en el seno de la Nada ilimitada, la Cábala, y en concreto las valiosas aportaciones de las meditaciones y certezas que transmitió Luria –que se fundamentan a su vez en enseñanzas ya esbozadas por algunos cabalistas medioevales–, elabora la teoría del tsim tsum según la cual una contracción en el seno de En sof hace que Dios se retire de sí mismo y deje un espacio vacío al descubierto, que al ser fecundado por el rayo supraesencial, originará ese ser prototípico conformado por diez potencias o receptáculos, las diez sefiroth del Arbol de la Vida, que a su vez serán colmadas por la luz supracelestial. Además, la idea del desmembramiento del Hombre Primordial o de la rotura de las siete sefiroth de construcción que lo conforman –que al no poder soportar el exceso de luz que las inunda se quiebran y en su caída dan lugar a todos los mundos y seres–, se vincula con el origen de la Manifestación y la doctrina de los ciclos cósmicos que la regirá a todos los niveles. Dicha teoría está presente de una manera u otra entre los pueblos egipcios, griegos y caldeos, que la heredaron a su vez de la civilización atlante12 según nos refiere Platón en dos de sus diálogos –el Critias y el Timeo–, hombres que fueron los descendientes y actualizadores de la Tradición Primordial en un momento determinado del ciclo de esta humanidad y que antes de desaparecer bajo las aguas del océano transmitieron las verdades eternas a esos pueblos mediterráneos. Esta concepción, tan viva todavía en los albores de las mencionadas culturas, se ha ido olvidando poco a poco, y su ignorancia ha provocado que muchos estudiosos contemporáneos de la Historia de las Religiones no puedan fijar con acierto el hilo sutil que religa a todos esos pueblos con el pensamiento primigenio emanado de la Tradición Unánime, acentuándose entonces las diferencias y los prejuicios hacia lo que no es "propio", y valorando las identidades entre todas estas culturas como algo fortuito, sino inexplicable o difícil de definir. Esto se constata igualmente a la hora de explicar la misteriosa androginia en Dios, que tantos problemas ha acarreado a las tres tradiciones monoteístas a medida que han ido ignorando o rechazando el esoterismo, cuya perspectiva es la que penetra y explica la esencia de esta simbólica tan paradójica. Es claro que no puede haber dualidad en la deidad, y que ésta es una con toda la manifestación, pero lo cierto es que para salir aparentemente de su mismidad lo hace revelando sus dos facetas, la masculina y la femenina, de cuya conjugación permanente emergerán todas las criaturas y entes del universo. Esta polarización está presente con mucha nitidez en la simbólica del Arbol de la Vida desde varias perspectivas: en sus dos columnas complementarias que se equilibran en la central, en el hecho que cada sefirah es receptiva respecto de la anterior y positiva en relación a la que le sucede, además de que cada una de ellas tiene una faceta luminosa que mira hacia Kether y una oscura que se orienta hacia Malkhuth, y muchas otras combinaciones posibles. Ello es perfectamente análogo a lo simbolizado por el caduceo de Hermes, entidad inspiradora de toda una literatura sapiencial que como iremos viendo tuvo, juntamente con la cabalística, una impronta crucial en el Renacimiento, y de la que evocamos estos fragmentos:
Es por tanto muy notorio en la Cábala el empleo de la simbólica sexual para expresar la "fragmentación" del andrógino primordial y su polarización en un principio masculino, benéfico y fecundador (de donde emana, al decir de los cabalistas, el Lado de la Derecha), y otro negativo, receptivo y riguroso que engendra y se despliega como el Lado de la Izquierda, principios –simbolizados en la tradición hindú por el linga y el yoni– que siempre se atraerán y rechazarán a diversos grados y niveles en virtud de la ley cósmica de la contracción y la expansión, alcanzando instantes de conjunción, los que posibilitan el emerger de una nueva posibilidad del ser en la accesis al Conocimiento, y así, conociendo el código secreto del universo, poder salir de él. Por cierto que toda la literatura del esoterismo judío está atravesada por esa simbólica de la androginia y la dualidad cósmica, como lo expresa el Sefer Yetsirah15 en este capítulo:
Entonces, el camino de retorno o de liberación es descrito en innumerables ocasiones a través del lenguaje erótico, cópulas y conjunciones a distintos grados y niveles ascendentes, lo que conjuga la visión de un camino apacible en un mundo feliz de una belleza arrobadora, con la experiencia de enormes convulsiones y descalabros de distinta índole, ideas estas que adquirieron un gran vigor durante el Renacimiento,16 que es el período en el que hemos centrado esta investigación, en el que confluyen mágicamente los rastros del legado greco-egipcio y judío17 y donde los sabios, magos, poetas y alquimistas de cada una de estas corrientes fueron todavía capaces de reconocer las identidades esenciales y establecer analogías y correspondencias al laborar con distintos modelos metafísicos, entre los cuales el del Arbol de la Vida y el del alefato hebreo. O sea, que en medio de las luchas políticas más feroces, intrigas y persecuciones en distintos flancos, floreció simultáneamente una de las más bellas manifestaciones del amor y la belleza en todos los órdenes y dominios, es decir, un estallido de las ideas fecundas y eternas, que en circunstancias bien paradójicas vivieron muchos de esos iniciados en propia carne. |
NOTAS | |
* | Este texto contiene letras hebreas, que pueden descargarse en esta dirección: (letra SPTiberian). |
1 | Federico González-Mireia Valls, Presencia Viva de la Cábala. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2006; Federico González, Simbolismo y Arte. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2004; Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Symbolos 25-26, Barcelona, 2003; Federico González, El Tarot de los Cabalistas. Kier, Buenos Aires, 1993; id., El Simbolismo de la Rueda. Kier, Buenos Aires, 2006. |
2 | En el Corpus Hermeticum leemos: "'Ellos', dijo Hermes, 'identificarán e interpretarán todos los secretos de mis escritos, y, aunque retengan algunos, los que prevengan sobre la buena conducta de los mortales, los grabarán en estelas y obeliscos.'" Textos Herméticos. Ed. Gredos, Madrid, 1999, pág. 380. |
3 | Siguiendo a Charles Mopsik estas son otras de las obras de Moisés de León: Or Zarou'a, "La luz sembrada"; Chocan Edout, "La rosa del testimonio"; Sefer ha-Rimon, "El libro de la Granada"; Nefech ha-Hakhama, "El alma inteligente"; Sefer ha-Michqal, "El libro de la balanza"; Chéquel ha Qodech, "El siclo del Santuario"; Michkan ha-Edout, "La residencia del testimonio"; Cha'ar Yessod ha-Merkaba, "El pórtico del fundamento del carro"; Maskiyot Kessef, "Los adornos de plata"; "Tratado sin título"; Che'elot ou-Techouvot, "Preguntas y respuestas"; Sod Esser Sefirot Belima, "El secreto de las diez sefiroth misteriosas" y una serie de textos pseudoepigráficos. |
4 | También aseguran que es más importante tener el diagrama presente y meditar en él hasta que se fije en la conciencia, con sus respectivos números y nombres, para que actúe en nosotros de forma subliminal, mágicamente. |
5 | Nombre de una obra de Ramón Llull (c.1232-c.1316). |
6 | "A pesar de ella, el grupo jerusalemita en su conjunto no entiende su fe como una nueva religión, una nueva interpretación del mundo, ni se sienten separados de Israel, ni netamente distanciados, como el grupo sectario de los manuscritos de Qumrán. Son judíos y permanecen judíos, y ciertamente viven unidos a sus connacionales compartiendo el abrigo de una misma religión; sólo se perciben como una nueva vía, un nuevo 'camino' dentro del judaísmo." Antonio Piñero, Orígenes del Cristianismo. Epílogo, Ediciones el Almendro, Córdoba, 1995, pág. 413-414. |
7 | Ibid., pág. 406. |
8 | "Diez Sefirot de la nada, diez y no nueve, diez y no once. Entiende con sabiduría, sé sabio con Entendimiento. Examina con ellas, y escruta desde ellas. Haz que [cada] cosa se yerga sobre su esencia, y haz que el Creador se siente en Su base". Aryeh Kaplan, Sefer Yetzirah. El Libro de la Creación. Editorial Mirach, Madrid, 1996, pág. 64. |
9 | Para toda esta parte ver nuestro estudio Presencia Viva de la Cábala. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2006. |
10 | Donde ya existían grupos conectados desde hacia años con el Languedoc francés. |
11 | El Adán terrestre es la síntesis, la reducción del Adam Kadmon Universal y éste, a su vez es la proyección agigantada y totalizadora del microcosmos en perfecta concordancia con el Adán macrocósmico. En ambos casos el nombre de Adán significa la energía vital y manifiesta la relación entre el micro y el macrocosmos, (invertidos entre ellos, hay que hacerlo notar), regulándolos, mediante el desequilibrio y la aceptación. |
12 | Es curioso observar que la imagen mítica que nos ha llegado de los atlantes es la de seres humanos de grandes dimensiones, lo que nos recuerda los nefilim de la Biblia, el gigante griego Atlas, el ex san Cristóbal cristiano y los gigantes de las culturas precolombinas, herederas también de la Atlántida. |
13 | Textos Herméticos. Poimandrés. Ed. Gredos, Madrid, 1999, pág. 86. |
14 | Ibid., pág. 389. |
15 | Sefer Yetsirah. El libro de la Creación. Ed. Mirach, Madrid, 1994, capítulo 3, mishna 2, pág. 174. |
16 | En virtud de la analogía entre el macro y el microcosmos, esta polarización se expresa en el ser humano, en el hombre y la mujer, tema éste que fue tratado en el medioevo por Ezra de Gerona en su Comentario al Cantar de los Cantares, (y por otros cabalistas), y que en pleno Renacimiento llamó la atención de Alemmano y de Fray Luís de León, entre otros, que tradujeron y comentaron esa obra atribuida a Salomón. |
17 | Zósimo de Panópolis, alquimista alejandrino judío de los primeros siglos de nuestra era, ya constata esa identidad: "El libro verdadero de Sofé el Egipcio y del Dios de los Hebreos, Señor de las potencias, Sabaoth, –pues hay dos ciencias y dos sabidurías, la de los Egipcios y la de los Hebreos– es más sólido que la justicia divina. En efecto, la ciencia y la sabiduría de las cosas más excelentes nace del fondo de los años –ningún maestro la produce, es autónoma– y es inmaterial y no busca nada de los cuerpos sumergidos en la materia y enteramente perecederos, pues ella opera sin padecer en sí misma ningún cambio. Ahora tú la posees como un don gratuito". A. J. Festugière, La Révélation d'Hermès Trismégiste I. L'Astrologie et les sciences occultes. Les Belles Lettres, París, 1989, pág. 261. |