LA CABALA DEL RENACIMIENTO
NUEVAS APERTURAS

FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS
 

CAPITULO II
PRECURSORES DE LA CABALA HERMETICA EN EL RENACIMIENTO (2)

Nicolás de Cusa
Nicolás de Cusa está presente en la obra de Ficino y de Pico, así como en la de Reuchlin y posteriormente en la de Giordano Bruno, (el tema está estudiado en diferentes monografías),80 aunque estos autores no lo nombraran, así como el Cusano no mencionó en su obra al maestro Eckhart salvo dos veces, pese a que su presencia invade todo su pensamiento que, como el de los que acabamos de nombrar, es heredado de Platón o del neoplatonismo, en este caso como en muchos otros cristianos, también por intermedio del Areopagita, o sea la versión de Proclo, a quien el cardenal estudió a fondo, habiendo adquirido el llamado por algunos platonicus oculus. Pero igualmente siempre se ha vinculado su pensamiento y su obra con la Cábala y con la geometría sagrada y la aritmosofía; asimismo se lo considera como precursor de la ciencia actual y al mismo tiempo el primer filósofo moderno.Nuestro autor comparte con la Cábala la idea de la Iniciación, derivada del Conocimiento de los "tres mundos", análogos a los cuatro en que se despliega el Arbol de la Vida.81 El ascenso por sus sefiroth es análogo al ascenso por las esferas, lo que va tipificando grados de conocimiento que se diferencian de los profanos. No todos los hombres gozan de la misma intuición intelectual aunque todos somos seguramente necesarios al plan creacional que todo lo incluye. El viaje del ascenso del alma no sólo es igual al propio conocimiento de nuestra naturaleza sino asimismo al viaje del alma después de la muerte, tema destacadísimo en muchas tradiciones, que incluyen también ritos análogos.82También comparte la idea del Dios desconocido,83 de la triunidad de los principios, que junto a la docta ignorancia y oposición y concordancia de los contrarios conforman la parte esencial de su obra que asimismo reflexiona una y otra vez sobre el lenguaje como expresión del pensamiento. Igualmente sobre la teoría neo–platónica y hermética de la Emanación y la creación por el Intelecto, equiparable a la Sabiduría divina.No es siempre fácil seguir el discurso del Cusano, en gran parte por la terminología que emplea, nueva, con respecto a Platón y el neoplatonismo, como los conceptos de implicación y explicación, contracción y expansión, máximos y mínimos, opuestos que se complementan. Pero él mismo lo sabe y por ello y otros ejemplos evidentes de oximorones directos del Renacimiento como festina lente y en el caso que nos ocupa concordia-discors, desarrolla su "teoría" de la docta ignorancia. Su lenguaje es lógico, matemáticos sus conceptos y se ayuda muchas veces de los símbolos geométricos para demostrar sus teoremas metafísicos. Su prosa es breve, condensada, sintética, a veces axiomática, apta para mostrar por momentos el fulgurante poder, la belleza y la luz de sus intuiciones intelectuales.Su obra ha sido utilizada asimismo por distintos especialistas los que intentan verla desde el ángulo de la filosofía política, la antropología y la metafísica.84 Ella es numerosa y fundamental y queremos enumerar sus títulos de acuerdo a las traducciones contemporáneas de Jasper Hopkins al inglés de sus libros filosóficos y los tratados teológicos en el orden en que fueron escritos:85 De Docta Ignorantia; De Coniecturis; De Deo Abscondito; De Quaerendo Deum; De Filiatione Dei; De Dato Patris Luminum; De Genesi; De Ignota Litteratura; Apologia Doctae Ignorantiae; Idiota de Sapientia; Idiota de Mente; Idiota de Staticis Experimentis; De Pace Fidei; De Visione Dei; De Theologicis Complementis; De Beryllo; De Aequalitate; De Principio; De Pos–sest; Cribratio Alkorani; De Li Non Aliud; De Ludo Globi; De Venatione Sapientiae; Compendium; De Apice Theoriae.Se notará la ausencia de la Concordia Catholica y la Coniectura de Ultimus Diebus, así como trescientos sermones por considerarlas obras religiosas o de carácter eclesiástico.86 Igual con respecto a De Quadratura Circuli, De Arithmeticis, De Transmutationibus Geometricis que son considerados tratados matemáticos. No se puede aquí sino destacar algunas de las facetas de esta luminosa arquitectura y construcción de su obra, a la que se le han dedicado muchos escritos.

La Visión de Dios, escrito en su madurez es uno de sus textos más importantes junto con la De Docta Ignorantia y el De Beryllo, término equivalente a una lente o lupa con la cual se van enfocando distintos temas de forma que el orden de su desarrollo constituye una enseñanza. En La Visión de Dios toda la meditación se basa en un cuadro o icono que es de aquellos en los que la imagen de un personaje, o mejor, su mirada nos persigue mientras cruzamos la sala en donde se encuentra colgado, de Este a Oeste y de Oeste a Este y vuelta,87 lo cual se explica en el capítulo IX: "La visión de Dios es a la vez universal y particular, y qué camino conduce a la visión de Dios", donde se puede leer:

Puesto que tú contemplas simultáneamente a todos y cada uno, como lo representa incluso esta imagen pintada que miro, me maravilla cómo en tu poder visivo coincide lo universal con lo particular. Pero porque mi imaginación no capta cómo pueda suceder esto, ya que busco en mi capacidad visiva entender tu visión, la cual no está contraída a un órgano sensible como lo está la mía, considero, por tanto, que me engaño al juzgar.88

Aunque:

Confiando en tu ayuda, Señor, vuelvo de nuevo para intentar encontrarte más allá del muro de la coincidencia de la complicación y de la explicación. Y cuando, a través de esta puerta de tu verbo y de tu concepto entro y salgo simultáneamente, encuentro el más dulce alimento. Cuando te encuentro como el poder que complica todas las cosas, entro. Cuando te encuentro como el poder que explica, salgo. Cuando te encuentro como el poder que conjuntamente complica y explica, entro y salgo a la vez. Entro desde las criaturas hacia ti, que eres el creador, desde los efectos a la causa. Salgo de ti, creador, desde la causa a los efectos. Entro y salgo a la vez cuando veo que simultáneamente salir es entrar y entrar es salir, lo mismo que el que numera, explica y al mismo tiempo también complica: explica el poder de la unidad y complica el número en la unidad. El salir de ti la criatura es el entrar de la criatura en ti, y explicar es complicar. Y cuando te veo, Dios, en el paraíso, al que circunda este muro de la coincidencia de los opuestos, veo que tú ni complicas ni explicas disyuntiva o conjuntamente. La disyunción a la vez que la conjunción constituyen el muro de la coincidencia, más allá del cual existes tú, desligado de todo aquello que pueda decirse o pensarse.89

Y en el capítulo XII (50), llamado "Donde el invisible es visto, el increado es creado":

Permite, piadosísimo Señor, que una vil criatura te siga hablando. Si tu ver es tu mismo crear, y tú no ves algo distinto de ti, sino que tú eres el objeto de ti mismo –pues efectivamente eres el que ve, el objeto de la visión y también el ver– ¿cómo entonces creas cosas distintas de ti? Parece, por tanto, que te creas a ti mismo, lo mismo que te ves a ti mismo. Pero tú me consuelas, vida de mi espíritu, porque aunque se alce ese muro de la absurdez, a saber, el de la coincidencia del mismo crear con ser creado (parece, en efecto, que admitir esto sea afirmar que una cosa es antes de que exista; pues cuando crea, es, y además no es, porque es creada), sin embargo no existe obstáculo. Tu crear es, en efecto, tu ser. Crear y al mismo tiempo ser creado no es otra cosa que comunicar tu ser a todas las cosas, de modo tal que eres todo en todas las cosas y sin embargo permaneces desligado de todas ellas. Llamar al ser a las cosas que no son, es comunicar el ser a la nada. Así, llamar es crear; comunicar es ser creado. Y más allá de esta coincidencia de crear con ser creado estás tú, Dios absoluto e infinito, ni creante ni creable, aunque todas las cosas son lo que son porque tú eres.90

Para los que han leído los textos de los cabalistas la relación de este discurso con el de José Chiquitilla o Azriel de Girona, sin mencionar el Zohar es evidente como en el capítulo V (15):

¿Qué otra cosa es, Señor, tu ver, cuando me miras con ojos de piedad, sino que tú eres visto por mí? Viéndome, tú que eres Dios escondido, me concedes que tú seas visto por mí. Nadie puede verte sino en cuanto tú le concedes que seas visto. Y verte no es otra cosa que tú ves al que te ve. En esta imagen tuya veo cuánto te has abajado, Señor, para mostrar tu rostro a todos los que te aman. Nunca cierras los ojos; jamás los retiras hacia otro lugar. Y aunque yo me separe de ti cuando me vierto completamente a otra cosa, no por eso tú cambias tus ojos ni tu rostro. Si no me miras con los ojos de la gracia, la culpa es mía, porque estoy separado de ti por aversión y conversión a otra cosa, a la que prefiero en vez de ti. Y sin embargo tú no te separas absolutamente de mí, sino que tu misericordia me sigue, por si acaso yo quisiera en algún momento volverme hacia ti, para ser capaz de tu gracia. Que tú no me mires se debe a que yo no te miro, sino que te rechazo y te desprecio.91

O el capítulo II (8), "La visión absoluta abarca todos los modos de ver":

... Pero la visión desligada de toda limitación abarca simultáneamente y a la vez todos y cada uno de los modos de ver, siendo ella como la adecuadísima medida y el verdadero modelo de toda visión. Sin la visión absoluta no puede existir una visión limitada. Aquella abarca en sí misma todos los modos de ver, a todos y cada uno, y permanece completamente exenta de todo cambio. En la vista absoluta están de manera no limitada todos los modos de las limitaciones de ver. Toda contracción del ver está en el ver absoluto, ya que la visión absoluta es la contracción de las contracciones. Una tal contracción es incontraíble. Por tanto, la limitación simplicísima coincide con el Absoluto. Sin contracción nada hay contraído. De este modo, la visión absoluta está presente en toda vista, puesto que toda visión contraída existe por ella y sin ella no puede existir en absoluto.92

Angel Luis González,93 traductor de La Visión de Dios, se pregunta en su introducción:

Nicolás de Cusa señala que la criatura vista también ve; y ese será el tema capital de esta obra: ¿Cómo es posible alcanzar la visión o el conocimiento de Dios, que es el ver absoluto?94

A lo que el metafísico alemán responde en el capítulo XVIII (82) llamado "Si Dios no fuese trino, no existiría la felicidad":95

¿Pero cómo, Dios mío, podría alcanzar su fin tu esposa, el alma humana, si tú no fueses amable, de modo que amándote a ti, que eres tan amable, pudiera llegar hasta la vinculación y la más feliz unión? ¿Quién, por tanto, puede negar que tú, Dios, eres trino, cuando ve que si no fueses trino y uno, tú no serías un Dios noble, natural y perfecto, ni existiría el espíritu de libre arbitrio, ni él mismo podría alcanzar la fruición de ti y su felicidad? Puesto que eres intelecto inteligente e intelecto inteligible y la unión de ambos, el intelecto creado puede alcanzar en ti, su Dios inteligible, la unión contigo y la felicidad. Del mismo modo, al ser tú el amor amable, la voluntad amante creada puede alcanzar la felicidad y la unión en ti, su Dios amable. El que te recibe a ti, Dios, que eres una luz racional capaz de ser recibida, podrá llegar a una tal unión contigo que estaría unido a ti como el hijo lo está con su padre.96

De Docta Ignorantia es la obra más famosa de nuestro autor y una de las más importantes de su creación. Publicada en 1440 cuando su autor tenía treinta y nueve años, fue valorada desde entonces a tal punto que se hicieron numerosas ediciones de este libro que influenciaron el pensamiento de muchas mentes del Renacimiento, que veían en esta fuente hermética y neoplatónica unas enseñanzas que eran un alimento a sus inquietudes y obraban sobre ellas al modo de una comunicación, si no influjo, que era la respuesta a esas inquietudes, luego intereses, y necesidades con los que su alma verdadera y esencialmente se identificaba. Y eso, o ello, es la teúrgia, aunque los actores en el Gran Teatro del Mundo no lo sepan o finjan ignorarlo.

Y así fue como esa vibración, o energía, creó el ambiente "encantado" del Renacimiento, en donde se logró activar la magia del pensamiento, y Cusa fue un precursor, que seguido por Ficino, Pico y concretamente su compatriota Reuchlin alumbró por un tiempo a Florencia, las cortes italianas y toda Europa, donde brilló la transparente Academia Florentina, y florecieron todas las Artes y Ciencias, pese a las intrigas y violencias de las cortes con las que los filósofos coexistían a la par que continuaba encendida la luz de la Sabiduría.En este sentido habrá que destacar la labor eclesiástica y diplomática de Nicolás de Cusa que lo llevó a ser una figura clave, tanto en el Concilio de Basilea como en el de Ferrara; amigo de Gemistos Pletón y de su alumno el cardenal Bessarion, con quienes comulgaba en el pensamiento, fue encargado por el Papa Eugenio IV, del que fue paladín, de organizar un concilio solemne que significaba nada menos que la unión de la Iglesia Romana con la Griega, para lo cual viajó a Constantinopla en 1437. Esta iniciativa fracasó, aunque dejó el saldo extraordinario de la obtención de los preciosos textos que posteriormente tradujo Ficino y que incluían no sólo obras de Platón que no se conocían, sino el Corpus Hermeticum, libros neoplatónicos de Plotino, y fundamentalmente queremos señalar, el comentario al Parménides de Platón efectuado por Proclo, obra que el Cusano poseía en su biblioteca particular, ejemplar perfectamente subrayado y anotado, perteneciente a su colección y que se encuentra con el resto de su magnífica biblioteca –Ramón Llull es el autor más representado en ella– en el lugar de su nacimiento (Kues) hasta la fecha.97En 1448 siendo Papa su amigo Nicolás V, lo hace cardenal y en 1450, obispo de Brixen en el Tirol destacándose sus servicios en pos del papado y la fe.De 1450 al 52 a Cusa también le tocó una labor diplomática y de muchos viajes que lo llevaron durante dos años a las cultas ciudades alemanas y centro europeas donde conoció e influyó en los principales actores políticos y culturales de su tiempo, como lo haría posteriormente en Roma (1459), a donde fue llamado por otro amigo, Eneas Picolomini, el nuevo Papa Pío II. Igualmente, esa labor estaba encarada por nuestro personaje como una reforma de la Iglesia, como paso previo a una reforma de la educación y finalmente a todo el orden cristiano. No podemos, desgraciadamente, abordar estos asuntos de muchísimo interés desde el punto de vista de la Filosofía Política, y en este caso, de la metahistoria que generó el primer Renacimiento y sus valores, e impregnaría con una atmósfera siempre nueva y sutil, esta resurrección de la Teosofía, las Artes, las Letras y las Ciencias, por intermedio de la Teúrgia.Empero este generoso legado ha sido destruido por el desarrollo del mundo moderno y su infame ciencia, filosofía y religión, manejadas en términos generales por una verdadera mafia de ignorantes que se han apoderado tanto de la Iglesia, como de la Universidad, los medios de comunicación y los resortes del poder político y social.

Pero volvamos a La Docta Ignorancia, donde ya en el capítulo I "De qué manera saber es ignorar" se definen los propósitos de la obra.

... no son vanos los apetitos que hay en nosotros, deseamos verdaderamente saber que somos ignorantes. Si consiguiéramos alcanzar esto plenamente, habríamos alcanzado la docta ignorancia. Así, pues, a ningún hombre, por más estudioso que sea, le sobrevendrá nada más perfecto en la doctrina que saberse doctísimo en la ignorancia misma, la cual es propia de él. Y tanto más docto será cualquiera cuanto más se sepa ignorante. Con vistas a este fin asumí los trabajos de escribir unas pocas cosas acerca de esta docta ignorancia.98

Y prosigue en el capítulo II, "Elucidación preambular de las cosas que siguen":

... como la absoluta maximidad es una entidad absoluta, por la cual todas las cosas son lo que son, así también la unidad universal del ser procede de aquella que es llamada máximo absoluto; y de ahí que exista de modo contracto como universo, la unidad del cual está contraída en la pluralidad, sin la que no puede existir. Porque este máximo, en verdad, aunque en su unidad universal comprende todas las cosas, en cuanto que todas las cosas que existen por el máximo absoluto están en él, y él mismo está en todas ellas, no tiene, sin embargo, subsistencia fuera de la pluralidad (en la cual existe), en cuanto que no existe sin contracción, de la que no puede librarse.99

Más tarde revela en el capítulo III "Que la verdad exacta es incomprensible":

Así, pues, el entendimiento, que no es la verdad, no comprende la verdad con exactitud, sin que tampoco pueda comprenderla, aunque se dirija hacia la verdad mediante un esfuerzo progresivo infinito; al igual que ocurre con el polígono con respecto al círculo, que sería tanto más similar al círculo cuanto que, siendo inscrito, tuviera un mayor número de ángulos, aunque, sin embargo, nunca sería igual, aun cuando los ángulos se multiplicaran hasta el infinito, a no ser que se resuelva en una identidad con el círculo. Es evidente, pues, que nosotros no sabemos acerca de lo verdadero, sino que lo que exactamente es en cuanto tal, es algo incomprensible y que se relaciona con la verdad como necesidad absoluta, y con nuestro entendimiento como posibilidad.100

Desde luego que este lenguaje necesita de una hermenéutica que se irá concientizando en el lector.101 Efectivamente, "El máximo absoluto, con quien coincide el mínimo, es entendido incomprensiblemente":

El máximo, mayor que el cual nada puede haber, siendo mayor simple y absolutamente que lo que puede ser comprendido por nosotros, no es posible alcanzarlo de otra manera que incomprensiblemente. Pues no perteneciendo su naturaleza a la de aquellas cosas que admiten algo que excede y algo que es excedido, está por encima de todo aquello que puede ser concebido por nosotros. Pues todas las cosas que son aprehendidas por el sentido, por la razón o por el entendimiento difieren mutuamente entre sí de tal manera que no hay entre ellas ninguna igualdad exacta. La máxima igualdad, que no es distinta o diferente de ninguna cosa, excede a todo entendimiento. Por lo cual el máximo, como es todo lo que puede ser, está absoluta y radicalmente en acto; y lo mismo que no puede ser mayor, por la misma razón, tampoco puede ser menor, pues es todo aquello que puede ser. El mínimo es, por su parte, aquello menor que lo cual nada puede haber. Y como el máximo es de la misma índole, es evidente que el mínimo coincide con el máximo. Y esto parecerá más claro si se contraen el máximo y el mínimo en la cantidad.

La cantidad máxima es la máximamente grande. La cantidad mínima es la mínimamente pequeña. Ahora bien, deslíguense el máximo y el mínimo de la cantidad, sustrayendo intelectualmente lo grande y lo pequeño. Se verá claramente que lo máximo y lo mínimo coinciden. El máximo es, pues, superlativo, del mismo modo que también es superlativo el mínimo. La cantidad absoluta, por consiguiente, no es más máxima que mínima, puesto que en ella misma el mínimo es, coincidentemente, máximo.102

Para terminar con La Docta Ignorancia he aquí graficado un teorema sagrado denominado "De las propiedades de la línea máxima e infinita" (cap. XIII):

Digo, pues, que si hubiera una línea infinita, sería recta, sería triángulo, sería círculo y también esfera. Y del mismo modo, si hubiera una esfera infinita, sería triángulo, círculo y línea; y lo mismo puede decirse del triángulo infinito y del círculo infinito.

Lo primero, que la línea infinita sea recta, se manifiesta así: el diámetro del círculo es una línea recta y la circunferencia es una línea curva mayor que el diámetro; así pues, si la línea curva tiene menos curvidad cuando la circunferencia sea de mayor círculo, la circunferencia del círculo máximo, mayor que la cual no puede haber otra, es mínimamente curva, por lo cual es máximamente recta. Coincide, por tanto, el máximo con el mínimo, de tal modo que, a la vista, parece ser necesario que la línea máxima sea máximamente recta y mínimamente curva; y no puede quedar ningún escrúpulo de duda cuando en la figura puesta al lado se ve cómo el arco cd del círculo mayor se aparta más de la de la curvidad que el arco ef, del círculo menor, y él se aparta más de la curvidad que el arco gh, de círculo menor aún. Por lo cual, la línea recta ab, será el arco del máximo círculo–, mayor que el cual no puede haber otro.103

En el epílogo de la traducción de El juego de las esferas104 (De Ludo Globi), J. Rafael Martínez E. afirma:

La epistemología del Cusano, desarrollada principalmente en La docta ignorancia, le permitió explicar cómo la mente finita de los humanos podía aprender la infinitud del cosmos y la eternidad de lo real. El cazador de la verdad, en su afán por alcanzar el estado mental de la docta ignorancia, procedía a conocer porciones del universo mediante un proceso de comparación y contraste de las cosas y, como consecuencia de lo limitado del ejercicio, podía alcanzar una primera intimación de los límites del conocimiento. Esta revelación podría ser descrita como una especie de conocimiento negativo: conocer lo que no se puede conocer. Extraña sabiduría la que se alcanza a través de la conciencia de la propia ignorancia.

El cardenal concedió que era por intervención de la gracia divina que la mente humana lograba concebir cosas e ideas que no podía realmente conocer. Podía, por ejemplo, imaginar metáforas acerca de la conciencia de opuestos, y concluir, como lo hace en La docta ignorancia y en Juego de las esferas, que el círculo infinito es lo mismo que la línea recta y que esta situación extrema se logra sólo en Dios. Este salto de nociones cuantitativas –el crecimiento del diámetro del círculo– a un estado cualitativo –la línea recta– lo logra el Cusano a través del argumentar que las nociones de cantidad no mantenían su validez cuando se discutía lo infinito.

En 1514 se publicó en París la Opera Omnia del Cusano editada por Jacques Lefèvre D'Etaples. Las ediciones posteriores de su obra tienen diferencias mínimas entre ellas. Veamos ahora el De Ludo Glo–bi que es un tratado dividido en dos libros cuyo título completo dice: Diálogos acerca del juego de las esferas del reverendísimo en Cristo, nuestro padre, el cardenal Nicolás de Cusa, siendo sus interlocutores Juan, duque de Bavaria, y el cardenal Nicolás. Respecto del Segundo libro del diálogo acerca del juego de las esferas y sus protagonistas Alberto, duque de Bavaria, y el cardenal Nicolás, éste dice al joven duque cosas de una belleza y profundidad como ésta:105

El Cardenal: Aunque el reino de la vida se extiende en toda su plenitud desde el centro hasta la circunferencia, y esta extensión puede ser concebida mediante la imagen de una línea que contiene una infinidad de líneas similares desde el centro hasta la circunferencia, se tiene un centro común a todas y una circunferencia para cada cual. Sin embargo esta multitud innumerable de circunferencias está dividida en nueve grados, de manera que de grado en grado somos guiados a través de dicho reino, decorado con un hermosísimo orden, hacia donde el centro común y la circunferencia particular son idénticos, es decir, hacia Cristo. Porque aquí el centro de la vida del creador y la circunferencia de la creatura son idénticos. Pues Cristo es Dios y hombre, creador y creatura, es el centro de todas las creaturas benditas.Considere con atención que su circunferencia es de la naturaleza circunferencial de todas las circunferencias, es decir, de todas las creaturas racionales. Y como es la misma por su identidad personal con el centro de todo, esto es, con el creador, todos los bienaventurados representados mediante la circunferencia del círculo terminan por yacer en la circunferencia de Cristo, que es similar a la naturaleza creada. Y alcanzan su fin a causa de la unión hipostática de la naturaleza creada con la naturaleza no creada y por encima de la cual nada puede haber. De esto ve usted que Cristo es tan necesario para la beatificación de todo que sin él nadie puede ser feliz, por ser él el único mediador a través de quien se puede alcanzar la vida viviente...Número es la distinción de una cosa con respecto a la otra, a través de una o de otra o de una tercera, y así consecutivamente hasta el número diez en que se detiene. Por consiguiente todo número se detiene aquí. Los accidentes se distinguen en nueve clases de lo más general y de esta manera contribuyen a la noción de esencia [quidditatis] o substancia, sea por un accidente o dos o tres o cuatro o cinco o seis o siete u ocho o nueve, donde el número que se engloba en la unidad del número diez se completa.

Numerar es distinguir. Más aún, las cosas se distinguen especialmente a través de la substancia, y las substancias mediante cantidad, calidad y otros accidentes que quedan englobados en las nueve clases de accidentes. Por ello, para poder señalar esta distinción, he preparado la siguiente figura.

Y el duque responde con recato pareciendo conocer el tema:

Alberto: He escuchado que también los ángeles se distinguen en nueve coros.

A lo que el cardenal contesta, y lo hace de una forma con la que nuestros lectores ya están familiarizados:

El Cardenal: Los ángeles son inteligencias, y porque existe una variedad de ellos es necesario que tanto sus visiones en cuanto inteligencias como sus diferencias sean distinguidas intelectualmente mediante órdenes y grados desde el punto más bajo hasta el más alto (al que se llama Cristo, el ángel del gran consejo). A partir de esta distinción se descubren tres órdenes y en cada uno de ellos tres coros. Y la línea limítrofe es el centro, al igual que el número diez es la línea limítrofe de los nueve artículos.

Queremos del mismo modo destacar otro opúsculo, La Paz de la Fe, estudiado, traducido y anotado por Víctor Sanz Santacruz,106 que dio fama al Cusano por la idea de un mismo Dios y distintos ritos y que también hacen de nuestro autor una avanzada desde el punto de vista conciliar, de la Filosofía de la Historia, o de la Sociología Política. No abordaremos el temario por no ser propio de este libro.

Pero en todo este discurso metapolítico no falta el fundamento, expresado en el capítulo VIII (23 y 24):

23. "Si, por tanto, no hay igualdad que no sea igualdad de la unidad, ni nexo que no sea nexo de la unidad y de la igualdad, de modo que el nexo existe en la unidad y la igualdad, la igualdad en la unidad, la unidad en la igualdad y la unidad e igualdad en el nexo, resulta manifiesto que en la trinidad no hay distinción esencial. Las cosas que difieren esencialmente se hallan de tal modo que una puede ser sin que exista la otra. Pero como en la trinidad ocurre que, una vez puesta la unidad, se pone la igualdad de la unidad, y viceversa, y puestas la unidad y la igualdad se pone el nexo, y viceversa, se sigue de aquí que no es en la esencia sino en la relación donde una es la unidad, otra la igualdad y otra la conexión. La distinción numérica es una distinción esencial, pues el número dos difiere esencialmente del tres, ya que una vez puesto el dos no se pone el tres y de la existencia del dos no se sigue la del tres. Por lo cual la trinidad en Dios no es compuesta ni plural ni numérica, sino unidad simplísima. Quienes creen que Dios es uno no negarán, por tanto, que es trino al comprender que esa trinidad no se distingue de la unidad simplísima, sino que es la misma, de modo que si no fuera la misma trinidad en la unidad, no sería el mismo principio omnipotente para crear el universo y cada uno de los seres. El poder cuanto más uno es, tanto más fuerte y cuanto más uno, tanto más simple. Por consiguiente, cuanto más poderoso o fuerte, tanto más simple. De donde se sigue que, como la esencia divina es omnipotente, es simplicísima y trina. Sin la trinidad no sería un principio simplicísimo, fortísimo y omnipotente".

24. "Algunos llaman a la unidad Padre, a la igualdad Hijo y al nexo Espíritu Santo, porque esos términos, aunque no son apropiados, sin embargo significan de modo conveniente la trinidad, ya que del Padre procede el Hijo y de la unidad e igualdad del Hijo el amor o Espíritu. La naturaleza del Padre se traslada con una cierta igualdad al Hijo. Por lo cual el amor y el nexo provienen de la unidad y la igualdad. Y, si se pudieran encontrar términos más simples, serían más aptos, como son la unidad, la mismidad y la identidad. Estos términos parecen explicar mejor la fecundísima simplicidad de la esencia. Hay que advertir que en la esencia racional del alma hay una cierta fecundidad, a saber, la mente, la sabiduría, y el amor o voluntad, pues la mente produce a partir de sí el entendimiento o sabiduría, de donde procede la voluntad o el amor, y esta trinidad en unidad de esencia es la fecundidad del alma, que la posee a semejanza de la fecundísima trinidad increada; así, toda cosa creada lleva la imagen del poder creador y posee a su modo la fecundidad en la semejanza más o menos próxima a la fecundísima trinidad creadora de todas las cosas. De esta manera, no sólo la criatura tiene que ser del ser divino, sino que su ser fecundo es trino a su modo, por el ser fecundísimo trino y uno; sin este ser fecundo no podría subsistir el mundo ni la criatura podría ser del mejor modo posible".107

Podríamos, siguiendo este hilo, conformar una pequeña antología de cientos de textos, pero creemos que ya hemos hecho lo justo como para tener un perfil de los contenidos de la obra del Cusano, y contrastar su parentesco ideológico con los cabalistas hebreos y los conceptos en los que meditaban los cristianos y herméticos hebraizantes durante el Renacimiento y que, de otro lado, es el tema de este acápite en contra de lo que piensa Eugenio Garín, al criticar a E. Cassirer y negar la importancia que el Cusano tuvo sobre el Renacimiento italiano.


NOTAS
80 K. Flasch, S. Meier-Oeser, K. Jaspers y finalmente F. W. Schelling en su Bruno. En castellano E. Colomer, De la Edad Media al Renacimiento. R. Llull, Nicolás de Cusa y J. Pico della Mirandola. Herder, Barcelona, 1975.
81 Atsiluth, plano o mundo intelectual, designa al Noûs, o espíritu, la primera triunidad; el mundo o plano de Beriyah y el de Yetsirah conjuntamente correspondiéndose con el alma superior e inferior, y finalmente Asiyah, el mundo de la materialización y la acción donde vivimos. Estos planos están vivos en el microcosmos, y por ello el alma del hombre los reproduce, y por lo tanto puede intuirlos y finalmente conocerlos.
82 Para Cusa estos grados de conocimiento o conciencia, o planos son: sensus, ratio, intellectus, visio.
83 Título de uno de sus libros.
84 Recordaremos de Giovanni Santinello, Introduzione a Niccolò Cusano, Editore Laterza, Roma, 2001, con bibliografía actualizada.
85 Arthur J. Banning Press, Minneapolis, 2001.
86 Nicolas de Cues, Sermons Eckhartiens et Dionysiens. Introducción, traducción, notas y comentarios Francis Bertin, Éditions du Cerf, París, 1998. En castellano han sido traducidos y publicados los siguientes títulos: Nicolás de Cusa, La docta Ignorancia. Orbis, Argentina, 1984; Nicolás de Cusa, Diálogos del idiota, El Possest, La cumbre de la teoría. Introducción, traducción y notas Angel L. González, EUNSA, Navarra, 2001; Nicolás de Cusa, La Visión de Dios. Traducción e introducción Angel L. González, EUNSA, Navarra, 1999; Nicolás de Cusa, El juego de las esferas. Introducción, traducción y notas J. Rafael Martínez, UNAM, México, 1994; Nicolás de Cusa, La Paz de la Fe, Carta a Juan Segovia. Estudio preliminar, traducción y notas Víctor Sanz Santacruz, Tecnos, Madrid, 1999; Nicolás de Cusa, De Concordantia Catholica o Sobre la Unión de los Católicos. Introducción y traducción José Mª de Alejandro Lueiro, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1987. Sobre el Cusano: Kurt Flasch, Nicolás de Cusa. Traducción Constantino Ruiz-Garrido, Herder, España, 2003; Jorge M. Manchetta y Claudia D'Amico, El problema del conocimiento en Nicolás de Cusa: genealogía y proyección. Biblos, Buenos Aires, 2005; Coincidencia de opuestos y concordia. Los Caminos del Pensamiento en Nicolás de Cusa. Sociedad Castellano-Leonesa de Filosofía, Salamanca, 2002.
87 En el De Ludo Globi toda la meditación y su posterior desarrollo está inspirada en otra trama aparentemente intrascendente: un juego de pelota.
88 Nicolás de Cusa, La Visión de Dios. Traducción e introducción de Angel Luis González, Ediciones Universidad de Navarra, Pamplona, 1999, pág. 82.
89 Ibid., capítulo XI (47), pág. 90-91.
90 Ibid., pág. 93.
91 Ibid., pág. 70.
92 Ibid., pág. 65-66.
93 El mismo estudioso ha traducido los Diálogos del Idiota, El Possest y La Cumbre de la Teoría. En su introducción a estos opúsculos manifiesta refiriéndose al De Beryllo: ... "En De Beryllo, comentando la frase de Hermes Trismegisto de que el hombre es un segundo Dios, señala el Cardenal de Cusa que lo mismo que Dios es el creador de los entes reales y de las formas naturales, de modo semejante el hombre lo es de los entes racionales y de las formas artificiales, que no son otra cosa que semejanzas de su intelecto, al igual que las creaturas de Dios son semejanzas del entendimiento divino. De esa manera, el hombre posee un entendimiento que es semejanza del entendimiento divino cuando crea; por eso, el hombre crea semejanzas de las semejanzas del entendimiento divino, como las figuras artificiales extrínsecas son semejanzas de la forma natural intrínseca. Si el Absoluto es creador, el hombre es configurador, o si se quiere creador o co-creador de su mundo". Nicolás de Cusa, Diálogos del Idiota, El Possest, La Cumbre de la teoría. Introducción, traducción y notas de A. L. González, Ediciones Universidad de Navarra, 2001, pág. 24.
94 La Visión de Dios, op. cit., pág. 26.
95 El lector tiene entera libertad de relacionar esta triunidad con Kether, Hokhmah y Binah del Arbol Sefirótico que ya conocemos y que constituyen lo más alto, los Principios, el Arik Anpin o Rostro Mayor que en la Cábala se conoce como ma–croposopos, un término griego, en oposición a microposopos, Zeir Anpin, Rostro Menor correspondiente a la construcción del cosmos y el alma del hombre.
96 La Visión de Dios, op. cit., pág. 113-114.
97 Ver Bibliothecae Selectae, de Cusano a Leopardi, a cargo de Eugenio Canone. Concetta Bianca, "Niccolo Cusano e la sua biblioteca: note, 'notabilia', glosse", Olschki Editore, Florencia, 1993, pág. 2.
98 Nicolás de Cusa, La Docta Ignorancia. Ediciones Orbis, Buenos Aires, 1984. Capítulo I, pág. 24.
99 Ibid., pág. 25, "exista de modo contracto como universo"; recordar la doctrina de En Sof y la Tsim-tsum, ver pág. 16.
100 Ibid., pág. 27-28.
101 Existen centros de estudios sobre el Cusano en distintas partes del mundo. También en castellano en España y Argentina.
102 La Docta Ignorancia, op. cit., pág. 29.
103 Ibid., pág. 47.
104 Nicolás de Cusa, El juego de las esferas. Introducción, traducción y notas de J. Rafael Martínez E., Ed. Facultad de Ciencias, UNAM, México D. F., 1994, pág. 43.
105 El juego de las esferas, op. cit., pág. 96 y ss.
106 Nicolás de Cusa, La Paz de la Fe. Estudio preliminar, traducción y notas de Víctor Sanz Santacruz, Editorial Tecnos, Madrid, 1999.
107 Ibid., pág. 20-22.

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