LAS UTOPIAS RENACENTISTAS,
ESOTERISMO Y SIMBOLO
III. LA CIUDAD DEL SOL
FEDERICO GONZALEZ

Sin duda una de las figuras más señeras e importantes de una época tan fundamental como el Renacimiento, dentro de la pléyade de autores que lo conformaron, y que se debe destacar, es Tomaso Campanella (1568-1639), autor de una enorme bibliografía1, que tiene como una de sus obras cumbre a La Ciudad del Sol, texto basado como el de Moro2 en la filosofía teúrgica de Marsilio Ficino y heredera también del Picatrix, conocido ampliamente en la Edad Media y donde se describe la mágica ciudad –reparar en que la utopía es consustancial a la ciudad3– de Adocentyn construida en Egipto por Hermes Trimegisto: en ella una montaña que era coronada por un templo poseía un faro que iluminaba, de acuerdo a los signos astrológicos, a la construcción radial edificada en círculos concéntricos como el modelo original de la ciudad ideal narrada por Platón en el Critias. La Ciudad del Sol de Campanella tiene análogas cualidades, aunque merece destacarse que el propio Campanella, a semejanza de Bruno4 participó en una revolución en Calabria, donde pretendía instalar en política los conceptos expresados en su obra –y vertidos también en otra anterior denominada Aforismos políticos– lo que a temprana edad le significó un proceso por herejía, y que por cierto estaba relacionado con la acción militante en este sentido. Todo ello le valió a nuestro autor diferentes juicios por ese mismo cargo en los que pasó preso veintisiete años de su vida y en los que escribió innumerables tratados sobre teología, metafísica, astrología y magia. Heredero de Marsilio Ficino, como se ha dicho, los planetas tenían para él una influencia extraordinaria no sólo sobre la psiqué humana sino sobre todas las cosas y en todo tiempo y lugar, ya que constituían la cosmización permanente del Universo que era visto como un animal gigantesco que tal como el hombre poseía cuerpo y alma o sea que estaba animado perpetuamente y no podía repetirse puesto que cada una de las variables posibles era una singularidad propia de su manifestación. De hecho esta es, explicada mal y brevemente, la fundamentación de cualquier magia y las analogías y correspondencias que mantienen el microcosmos y el macrocosmos. Y tal como Marsilio Ficino, se entregaba a ritos estelares que eran acompañados por aromas y perfumes especiales, música adecuada, vestimenta apropiada, incantaciones e incluso por la ingesta de vino con el propósito de atraer las energías celestes a la máquina del mundo –y a las situaciones particulares o generales– las que eran también reproducidas en talismanes, jeroglíficos, amuletos, o pantáculos que recogían el poder de estas energías para aplicarlas de modo benéfico.

Tomasso Campanella.
Tomás Campanella, grabado en madera. En el ángulo superior derecho el númen toca con su dedo la campanilla –campanella– que nos despierta.

Desgraciadamente desde el comienzo tanto la obra de Moro como la de Campanella, a pesar de que en círculos de tipo filosófico se tomaran en el sentido esotérico en que habían sido escritas, la mayoría de sus lectores las entendió de modo literal, y no era para menos dada la crítica que se hacía en ellas de las sociedades de su tiempo. En una visión de tipo esotérico existen distintos planos o lecturas de una misma realidad que no se excluyen ni interfieren entre ellas; el hecho de que Moro hiciera una crítica exacta de los males que aquejaban a la Inglaterra de su época puede también ser visto como una descripción de las pasiones individuales, –incluso las propias–, que asolaban de forma más o menos oculta a todos los miembros de la sociedad y les impedía por ende cualquier posibilidad de otro tipo de conocimientos tanto de sí mismos como de otros planos de la realidad que aquellas pasiones velaban a los sujetos; igualmente la descripción de los males del mundo para rechazarlo y a través de esa negación efectuar el paso de lo profano a lo sagrado.5

De hecho estas variables que han tomado formas sociales y económicas referentes a la constitución de los Estados, es decir políticas (recordar que polis significa ciudad en griego, lo cual como ya dijimos es propio de estas Utopías), se han prolongado hasta nuestros días negando cualquier otra pretensión de conocimiento. Sin embargo algunos autores modernos como Pedro Rodríguez Santidrián han visto con claridad que separadas de su contexto esotérico no serían sino banalidades a las que los autores por su propia trayectoria no podían haberse nunca prestado.

Es un libro clave, esotérico, iniciático, que necesita ser leído con atención,

nos dice el prologuista.6

La asimilación de la ciudad, o estado, con el propio ser humano7 y la divinidad viene de antiguo y así A. K. Coomaraswamy puede decirnos en su estudio "¿Qué es Civilización?" lo siguiente:

En el pensamiento de Platón hay una ciudad cósmica del mundo: la ciudad del estado, y hay un cuerpo político individual, y ambos son comunidades (griego koinônia, sánscrito gana). "Las mismas castas (griego genos, sánscrito jâti), iguales en número, han de hallarse en la ciudad y en el alma (o sí mismo) de cada uno de nosotros"8; el principio de la justicia es el mismo en todo, a saber, que cada miembro de la comunidad cumpla las tareas para las que ha sido dotado por la naturaleza; y el establecimiento de la justicia y el bienestar de la totalidad depende, en cada caso, de la respuesta a la pregunta: ¿Quién gobernará, lo mejor o lo peor?, es decir, ¿una única Razón y Ley Común, o la multitud de los hombres ricos en la ciudad exterior y la de los deseos en el individuo? (República 441, etc.).

¿Quién llena, o puebla, estas ciudades? ¿De quién son estas ciudades, "nuestras" o de Dios? ¿Cuál es el significado del "gobierno de sí mismo"? (una pregunta que, como muestra Platón, República 436b, implica una distinción entre el gobernante y el gobernado). Filón dice que: "En lo que concierne al poder (kyriôs), Dios es el único ciudadano" (monos polites, Cher, 121), y esto es casi idéntico a las palabras de la Upanishad: "Este Hombre (purusha) es el ciudadano (purushaya) en todas las ciudades" (sarvasu pûrshu, Brihadâranyaka Upanishad II.5.18), y no debe considerarse como contradicho por esta otra afirmación de Filón, a saber, que "Adam (no 'este hombre', sino el Hombre verdadero) es el único ciudadano del mundo" (monos kosmopolites, Opif. 142). Nuevamente, "Esta ciudad (pur) es estos mundos, la Persona (purusha) es el Espíritu (yo'yam pavate = Vâyu), a quien, porque habita (shete) esta ciudad, se le llama el 'Ciudadano' (puru-sha), Shatapatha Brâhmana XIII.6.2.1 –como en Atharva Veda X.2.30, donde "Al que conoce la ciudad de Brahma, por cuyo motivo la Persona (puru-sha) se llama así, ni la visión ni el soplo de la vida le abandonan en la vejez", aunque ahora la "ciudad" es la de este cuerpo, y los "ciudadanos" sus facultades dadas por Dios.9

Pero volvamos a la obra del dominico y señalemos otro de sus escritos primeros: La Monarquía de España, país que tenía el poder hegemónico del mundo durante la época de los Habsburgo (y contra la cual paradojalmente se rebeló en Calabria y se le castigó con su primer encarcelamiento) en el que sostiene la posibilidad de un solo Emperador en un reino unificado bajo la religión católica, todo ello bajo la tutela espiritual del Papa, el emisario de Dios sobre la tierra, lo cual tiene singular relación con el gobierno de su ciudad solar, aunque en esta última el poder real y el espiritual se hallaban unificados en una sola persona; estas ideas le valieron la simpatía del papa Urbano VIII quien le liberó de su prisión romana y lo hizo su astrólogo y hombre de confianza y al que convenció parcialmente de crear un grupo de misioneros aleccionados por Campanella que irían a predicar estas ideas por toda Europa. Amenazado por un nuevo proceso pasó a Francia donde trató de que esta misión fuera aceptada por Luis XIII, aunque no consiguió convencer al monarca pese al apoyo que le brindó el célebre y poderoso cardenal Richelieu.

Casi todas las utopías son insulares, como ya lo hemos mencionado, al igual que numerosas cosmogonías como la china, la hindú y la tolteca, entre otras, donde la isla dentro de las aguas está representada por un animal mítico. En el caso de la Atlántida según el Critias de Platón, la ciudad de esta isla tenía las siguientes características:

A partir del mar, cavaron un canal de trescientos pies de ancho, cien de profundidad y una extensión de cincuenta estadios hasta el anillo exterior y allí hicieron el acceso del mar al canal como a un puerto, abriendo una desembocadura como para que pudieran entrar las naves más grandes. También abrieron, siguiendo la dirección de los puentes, los círculos de tierra que separaban los de mar, lo necesario para que los atravesara un trirreme, y cubrieron la parte superior de modo que el pasaje estuviera debajo, pues los bordes de los anillos de tierra tenían una altura que superaba suficientemente al mar. El anillo mayor, en el que habían vertido el mar por medio de un canal, tenía tres estadios de ancho. El siguiente de tierra era igual a aquél. De los segundos, el líquido tenía un ancho de dos estadios y el seco era, otra vez, igual al líquido anterior. De un estadio era el que corría alrededor de la isla que se encontraba en el centro. La isla, en la que estaba el palacio real, tenía un diámetro de cinco estadios. Rodearon ésta, las zonas circulares y el puente, que tenía una anchura de cien pies, con una muralla de piedras y colocaron sobre los puentes, en los pasajes del mar, torres y puertas a cada lado. (115d-116a).

La Ciudad del Sol tiene una estructura análoga según podemos observar:

En el centro de una vastísima llanura surge una elevada colina, sobre la cual descansa la mayor parte de la Ciudad. Sin embargo, sus numerosas circunferencias se extienden mucho más allá de las faldas del monte, de modo que el diámetro de la Ciudad tiene dos o más millas, y siete el recinto íntegro. Mas, por el hecho de encontrarse edificada la Ciudad sobre una colina, su capacidad es mayor que si estuviera en una llanura. Se halla dividida en siete grandes círculos o recintos, cada uno de los cuales lleva el nombre de uno de los siete planetas. Se pasa de uno a otro recinto por cuatro corredores y por cuatro puertas, orientadas respectivamente en dirección de los cuatro puntos cardinales. La Ciudad está construida de tal manera que, si alguien lograre ganar el primer recinto, necesitaría redoblar su esfuerzo para conquistar el segundo; mayor aún, para el tercero. Y así sucesivamente tendría que ir multiplicando sus fuerzas y empeños. Por consiguiente, el que quisiera conquistarla, tendría que atacarla siete veces. Mas yo opino que ni siquiera podrá ocupar el primero de ellos: tal es su anchura, tan lleno está de terraplenes y tan defendido con fortalezas, torres, máquinas de guerra y fosos.10

Tomasso Campanella.
Esquema volumétrico en forma de zigurat, de la Ciudad del Sol, según descripción de Campanella. G. Reale y D. Antiseri, Historia del Pensamiento Filosófico y Científico II.

La ciudad es un mandala vivo, y por lo tanto un talismán e instrumento mágico que toca a la totalidad de los pobladores que viven allí, es decir al ser humano individual –y a todos los hombres– en su integridad.

En la Utopía de Moro se destacan los jardines, las huertas, es un vergel que recuerda a Virgilio en sus Bucólicas y a una metrópolis paradisíaca, y se dice que el plano y la ejecución de este proyecto se deben al propio fundador, Útopo; por otra parte, de las casas se puede entrar y salir libremente, y se comparten y se cambian cada diez años.

En cuanto al gobierno de la Ciudad del Sol –en la que juega un papel tan importante la aritmética pitagórica como la astronomía-astrología– Campanella es particularmente claro en su exposición.
Su forma de gobierno es teocrática: Existe un príncipe sacerdote llamado Metafísico que acompañado de otros tres príncipes adjuntos ostentan tanto el poder temporal como el espiritual. Las ciencias y las artes se hallan expresadas en un solo libro que se encuentra pintado sobre los muros de la ciudad y que se aprende desde niños como jugando. En ese libro están explicados e ilustrados la totalidad de los conocimientos en todos los ámbitos derivados de las siete artes liberales.

Las propiedades, los alimentos, los conocimientos y aún los hijos y las mujeres son compartidos; ello se debe a que de ese modo no se posee amor propio ni todos los vicios derivados del individualismo y la propiedad. En estos aspectos Campanella hace puntualizaciones y aclaraciones que por numerosas no podemos enunciar aquí. Luego el poder se comparte con una cantidad de oficiales encargados de enseñar y gobernar un espacio entre otros denominado "virtud" en el sentido que tenía en la antigua Roma el término, y que es entregado a aquellos que se han destacado en esa rama desde pequeños. El poder se reparte de modo cuaternario entre los príncipes y todos los habitantes tienen un jefe siendo el supremo el Metafísico, llamado Sol (o Hoh). Todos se instruyen en la totalidad de las ciencias y las artes que van desde la filosofía hasta los oficios mecánicos y artesanales bajo la guía de estos cuatro jefes que producen oficiales. El candidato o llamado a gobernar debe conocer el conjunto íntegro de las ciencias y artes: matemáticas, física, astrología, etc. etc., las que aprende con suma rapidez, pero se aclara que "no se interesa por conocer las lenguas pues tiene intérpretes", aunque por encima de todo es necesario para llegar a ser Sol que sea metafísico y teólogo.

Los solares (los habitantes de la Ciudad), en cuanto a la posibilidad de que un sabio de este tipo sepa gobernar, piensan que tal vez no sea algunas veces muy eficiente, aunque jamás será tirano, o cruel, o perverso.

A continuación se explica que estos sabios metafísicos que llegan a poseer el título de Sol no tienen que ver con los literales que han aprendido de memoria a Aristóteles, o a este o aquel autor, desarrollando un intelecto servil y libresco que empobrece el alma y que más bien es ignorancia, aunque esto no sucede a los que son de mente despejada y rápida que han sido entrenados para pensar por sí mismos. Practican además deportes y juegos y se ejercitan en el arte de las armas; todos estos trabajos y estudios son comunes a mujeres y hombres, sin embargo a estos últimos les corresponden las tareas para las cuales se necesita mayor vigor físico.

Y sigue explicando Campanella puntillosamente las condiciones de su ciudad del Sol de las que hemos señalado algunas de las características a nuestro entender más relevantes siendo imposible por las dimensiones de este artículo explayarnos en cada uno de los temas que toca, aunque destaca la guerra, la salud, la política, la moral, todas ellas derivadas de la organización cosmogónica. Los oficiales y los jefes dependen de un príncipe llamado Sabiduría (uno de los tres mencionados anteriormente) menos el Metafísico que es el Sol, y se reúnen durante la luna nueva y la llena para tratar los asuntos de la ciudad, etc. etc.

Se dice también que honran al sol y a las estrellas como seres vivientes y sirven a Dios bajo el símbolo del Sol y por ello sus sacerdotes los invocan junto con los Astros y el cielo, tomando a la creación como un templo. Piensan que es

verdad lo que dijo Cristo de que habrá señales en las estrellas, en el sol y la luna, que a los necios no les parecerán verdaderas, pero les llegará, como ladrón nocturno, el fin del mundo.

Finalmente

admiten que en el mundo hay una gran corrupción y que los hombres se comportan locamente y no con razón, y que los buenos sufren y los malos mandan

lo que es para nosotros una realidad obvia que ya era evidente en el siglo XVI en el que nació Campanella y engendró su Utopía: La Ciudad del Sol.


NOTAS
1 Recogida por L. Firpo: Bibliografia degli scriti di Tomasso Campanella, Turín 1940.
2 Ver aquí, "Necesidad de la Utopía".
3 Y casi siempre a una isla como es igualmente el caso de la de Moro y Campanella.
4 Con el que tiene numerosos puntos en común: ambos eran dominicos, del sur de Italia, y se sentían impulsados por la idea de una misión de tipo hermético aplicable a la sociedad (ver Frances A. Yates, Giordano Bruno y la Tradición Hermética, Ariel, Barcelona 1983). Es de destacar la estrecha participación de Bruno en el Arte de la Memoria, otra ciencia ignota del Renacimiento, también de origen clásico, estudiado por la misma autora miembro del Warburg Institute de Londres que tanto ha contribuido a investigar el Renacimiento, como llevamos dicho. F. A. Yates: El Arte de la Memoria, Taurus, Madrid 1974; Ensayos Reunidos I: Lulio y Bruno, II: Renacimiento y Reforma, III: Ideas e ideales del Renacimiento en el Norte de Europa, FCE, México 1990, 1991, 1993; La Filosofía Oculta en la Epoca Isabelina, Id., 1992; Las últimas obras de Shakespeare, Id., 1986.
5 Los errores que se denuncian en las Utopías y que justifican precisamente a las Utopías mismas por razones de tipo cíclico –en particular en un fin de ciclo cualquiera– vuelven a ser actuales en el presente ya que se repiten de modo análogo y de manera prototípica. La Utopía como tal no tiene espacio ni tiempo puesto que como estructura circular basada en el pasado se proyecta hacia un futuro creando un presente donde pasado y futuro son abolidos llegando a representar así el verdadero sentido oculto de la Utopía, el del Eterno Presente, siempre inalcanzable.
6 Introducción a: Tomás Moro, Utopía. Alianza Editorial, Madrid 1990.
7 Este no sólo es un tema platónico en la República (sobre las partes del alma) sino que en pleno Renacimiento fue tratado por Alfonso de Valdés en 1529 en un diálogo entre Mercurio y Carón, donde un rey y filósofo cristiano llamado Polydoro, posee su reino en el interior del alma y sus estados de conciencia.
8 "El Alma Inmortal (el Sí mismo) de Platón, y las dos partes del alma mortal (el sí mismo), junto con el cuerpo mismo, constituyen el número normal de las 'cuatro castas' que deben cooperar para el beneficio de la comunidad entera."
9 Publicado en The Albert Schweitzer Jubilee Book, ed. A. A. Roback, Sci-Art: Cambridge, Mass., 1945.
10 Por otra parte Tenochtitlan, la capital de México, también se encontraba asentada sobre un lago, y cuatro vías la unían a su centro atravesando diversos fosos de agua, según consta en varias crónicas y en el mapa elaborado por Hernán Cortés.

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