ESOTERISMO Y SIMBOLO |
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Juan Valentín Andrae, cuyo apellido es escrito muchas veces como Andreas, nació en 1586 en Herremberg y en 1654 murió en Stuttgart, publicando en el ínterin una inmensa cantidad de trabajos entre los que se destacan la Fama Fraternitatis, la Confessio (para nombrar sus títulos de modo abreviado) y Las Bodas Químicas de Christian Rosenkreutz, obras importantísimas y que nos interesan especialmente, sobre todo las dos primeras, pues causaron honda impresión en toda Europa, donde se difundieron de manera fulminante alcanzando un enorme éxito entre las individualidades más letradas a las que, por otra parte, estaban dirigidas. Aunque anónimas, su paternidad –que ha sido discutida– le fue inmediatamente atribuida a nuestro autor en su tiempo. Hijo y nieto de pastores protestantes conocidos intelectualmente y él mismo pastor y hombre de Conocimiento interesado por las artes y las ciencias desde su juventud, –que parece fue aventurera– estudia historia y filosofía y luego filología a raíz de sus numerosos viajes por distintos lugares, a la par que el latín y el griego. Posteriormente se dedica a las ciencias, en especial las matemáticas, la astronomía, la alquimia, a la que llama química, y finalmente la teología. Para ese entonces vive en Tubinga, ciudad cuya vida al parecer está impregnada de un espíritu investigativo y un acervo cultural de gran fermento, en la que posee numerosas amistades intelectuales, políglotas del hebreo y el caldeo, y buscadores del Conocimiento de distintos tipos pero de un mismo fervor aplicados al estudio de la naturaleza, o de las últimas aplicaciones de la técnica y del legado extraordinario de la antigüedad. Los textos de Hermes y Platón, junto a la obra matemática de John Dee y Euclides, diversos libros alquímicos, así como las obras de J. Boehme, C. Agrippa y Paracelso, etc., forman parte de sus estudios sobre temas (como el cabalístico) que no lo abandonarán hasta su muerte y que él menciona una y otra vez a lo largo de su obra, por otra parte, auténticamente cristiana.
Por problemas con el medio religioso luterano y con determinadas autoridades, y dadas también las diversas interpretaciones y derroteros que habían seguido la Fama y la Confessio, J. Valentín Andrae fue groseramente perseguido y tuvo que negar en varias oportunidades su autoría, incluso en su autobiografía, lo cual ha abonado las dudas de las que ya hemos hablado, pero que se despejan totalmente cuando se las pone en relación con Las Bodas Químicas de Christian Rosenkreutz, y Cristianópolis, obra que trataremos en el próximo capítulo, con las que tienen enormes vínculos que, en lo que sigue, y por el mismo desarrollo del discurso esperamos destacar, haciendo la salvedad que en las escuelas herméticas, como aquella a la que nuestro autor podía haber pertenecido en Tubinga, la paternidad de tal o cual obra de modo individualizado es secundaria ya que las iniciaciones que allí se otorgan son colectivas.
La Fama
En efecto, la Fama comienza alabando la grandeza de Dios que ha sabido manifestar, en el tiempo en que fue escrita, sus dones:
lo cual destaca desde el comienzo el carácter cristiano del escrito. Igualmente se menciona el descubrimiento de América como una conquista de la ciencia que nos ha procurado obras y criaturas de la naturaleza desconocidas hasta ese momento, lo que nos recuerda otras Utopías: unas anteriores, como la de Moro que ubica su país en América –y también la de J. Hall– y otras posteriores, especialmente La Nueva Atlántida de Bacon que identifica a América con la Atlántida y que pone su énfasis en la nueva ciencia y su experimentación sobre esa misma naturaleza desconocida. El hermano C. R. viaja al Oriente y recorre Chipre, Turquía, Damasco, Arabia, Egipto y por todo el mediterráneo hasta Fez, donde:
aunque sospechó a menudo que la cábala de ese lugar no era completamente pura y que su religión la había contaminado:
y que todo lo que existe en el microcosmos está en acuerdo musical y melódico con Dios, con los cielos y la tierra. En la semilla está comprendido el árbol y en el microcosmos toda la grandeza del Universo. Luego pasó a España y expuso sus conocimientos a los presuntos sabios explicando una axiomática nueva capaz de resolver todos los problemas. Pero lo negaron pues:
Volvió a Alemania y se recluyó por cinco años, al cabo de los cuales admitió a tres alumnos con los que fundó la Fraternidad Rosacruz que:
y compusieron la primera parte del libro M. Siguieron trabajando con nuevos miembros al punto de que:
Continuaron reuniéndose y todos los años producían un libro o documento sobre sus investigaciones. Y agrega el texto:
Por lo que puede advertirse que la comunidad de los rosacruces no está, al igual que la ciudad celeste, en ninguna parte sino que es el lugar de reunión de todos aquellos que han alcanzado un nivel espiritual determinado que los hace conocerla, y por lo tanto ser uno con ella, al punto de ser los habitantes de esa Utopía, lo que indica sin duda una genealogía espiritual; una vinculación con una cadena que incluye también a los antepasados míticos.1 Y así se van sucediendo los temas y la vida de la fraternidad hasta llegar a la tumba o santuario, en forma de heptaedro, donde descansan los restos de C. R. –que ya ha muerto a la par que otros cofrades– que se describe minuciosamente y donde se anota que a lo largo de siete paredes había un armario que contenía:
al mismo tiempo que un:
Este señalamiento constante del Conocimiento –incluyendo al del libro– es quizás la constante de la Fama, en donde se atestigua que su fundador construyó un microcosmos correspondiente en todo al macrocosmos y elaboró un compendio de todas estas cosas. Entre la genealogía espiritual intelectual a la que nos referimos previamente se menciona a Enoc, Abraham, Moisés y Salomón, junto a Platón, Pitágoras y otros. Se termina la Fama denunciando a los libros alquímicos (químicos) falsos, así como se aconsejan las obras verdaderas dedicadas a este arte, lo cual confirma nuestra idea de la importancia dada en la Fama a la obra escrita como portadora del Conocimiento, cosa que no hemos visto destacada en los comentaristas de estos textos.
La Confessio Los Manifiestos Rosacruz fijan el ingreso a ese mundo, que es real, en otro espacio, e invitan de modo masivo a compartir su verdad a aquellos que por selección natural –si se pudiera emplear hoy este término– están capacitados para ello, y coexisten así con los que han conocido esa patria invisible en todos los lugares y tiempos, la que siempre ha de proyectarse hacia el futuro mientras exista este mundo. Ese es el propósito de cualquier escuela de Conocimiento: el de abrir una puerta hacia la sabiduría, tal como se dice en los Manifiestos y tal como los rosacruces se revelan a su tiempo con sus célebres escritos que tan extraordinario éxito tendrían en su momento y que gracias a ello pudieron influir al medio hasta nuestros días ya que su proyecto llegó a un vasto público de importante nivel intelectual, especialmente en el mundo germánico y anglosajón –y de allí a todo Occidente– y a prohijar diversas instituciones, entre las que es dable señalar la Masonería. En la Confessio se confirman los conceptos de la Fama y se reafirman sus valores, pero tal vez en forma más concreta, si fuera posible, en el sentido de atestiguar la idea de una sociedad secreta, de un colegio invisible, seguramente porque:
Aunque se advierte que:
Y se sigue:
Concluyendo:
Aclarando que:
Se pasa luego a considerar el tiempo transcurrido desde el nacimiento de Christian Rosenkreutz en 1378 y se repite que:
Y que:
Agregándose a modo de Colofón:
Frances Yates que ha estudiado a la Fraternidad Rosacruz3 a través de sus Manifiestos que acabamos de describir se refiere a "ella como la historia imaginaria de esta orden también imaginaria" con lo que no se puede dejar de estar de acuerdo, por lo que no dudamos en calificar a los manuscritos Rosacruces como una Utopía en sí, sin duda de la misma mano de quien escribió Cristianópolis, aunque el mismo J. Valentín Andrae lo negara en varias oportunidades. Por otra parte en una obra que lleva por título L'Utopie Rose-Croix du XVII siècle à nous jours Robert Vanloo constata algo evidente:
Igualmente existen
otras Utopías no vinculadas con la polis, que en el Renacimiento
y sus epígonos toman diferentes formas y se expresan en obras
disímiles, tanto anteriores como posteriores al movimiento Rosacruz,
que están directa o indirectamente relacionados con él
y a las que más adelante nos referiremos. Tal las de Francesco
Colonna, León Hebreo, Luca Pacioli, Michael Maier y Robert Fludd
entre otros, comenzando en realidad con la de Marsilio Ficino, tantas
veces mencionado, verdadero creador utópico del pensamiento
del primer Renacimiento y su desarrollo no sólo en Florencia
y en las distintas cortes italianas, sino en el extranjero, de lo que
da cuenta su extraordinaria correspondencia mantenida con las principales
figuras de ese periodo histórico con las que se trata de modo
familiar, muy amistoso, sobre asuntos doctrinales de principal importancia.
Muchos de estos corresponsales, que incluyen a Cosme y Lorenzo de Médicis,
Federico da Montefeltro duque de Urbino, Giovanni Niccolini arzobispo
de Amalfi y patriarca de Atenas, Antonio Vinciguerra secretario del
Senado de Venecia, Marco Aurelio gran canciller del mismo, Antonio
I. de Sarzana íd. de Volterra y Pistoia, Jacopo Ammannati cardenal
de Pavía, secretario apostólico de Pío II y amigo
del cardenal Bessarion, el Papa Sixto IV, etc. y Pico de la Mirandola,
Giovanni Cavalcanti, Bernardo Bembo, Angelo Poliziano, Cristóforo
Landino, Antonio Bienivieni, Naldo Naldi, Bernardo del Nero, Bartolomeo
Scala, Lorenzo Buonincontri, Amerigo Corsini, Giorgio A. Vespucci,
tío de Américo, etc. etc.) eran miembros de la Academia
Platónica de Florencia y existía entre ellos –en
distintas funciones– una verdadera red de comunicación
al más alto nivel, trabajando todos juntos para el saber y bajo
el patrocinio de Hermes Trimegisto, Platón, Proclo, Dionisio
Areopagita, etc. los que, en definitiva, fundamentaron e hicieron posible
con su labor el Renacimiento.5 |
T. Schweighardt, Speculum Sophicum Rhodo-Stauroticum, 1618. Edificio móvil del Colegio Invisible coronado por el Tetragramma cabalístico. |
NOTAS | |
1 | Ver El Simbolismo Precolombino, Cosmovisión de las Culturas Arcaicas. Cap. XVIII: "Mitología y Popol Vuh". Federico González. Ed. Kier, Buenos Aires 2003. |
2 | Contrariamente a la Quimera, representación del monstruo de la vana ilusión. |
3 | Ver El Iluminismo Rosacruz, Frances Yates. Cap. IV: "Los Manifiestos rosacruces". |
4 | Editions Dervy, París 2001. |
5 | Entre sus corresponsales se encuentran el neoplatónico John Colet en Inglaterra, los antes citados Lefèvre d'Étaples (traductor del Poimandrés y el Asclepio) en Francia y Johannes Reuchlin en Alemania, Matthias Corvinus rey de Hungría, etc. El mismo Ficino dice en su Opera Omnia que por medio de su correspondencia "mantuvo a toda Europa en una sujeción amorosa" (p. 891). |