ANTOLOGIA
RESEÑAS
 

ANTOLOGIA. Federico González. Libros del Innombrable. Zaragoza, Barcelona, 2008. 560 pp.
(En http://geocities.datacellar.net/symbolos)

Federico González lleva más de 30 años difundiendo la enseñanza de la Tradición Unánime en Occidente con un lenguaje apto para los hombres y mujeres de este ciclo. Antología es una muestra de su obra escrita, de la transmisión que se ha servido de los textos impresos para ser efectuada (a la fecha, 15 volúmenes y una larga lista de artículos en varias lenguas) y que tiene su correlato en muchos otros ámbitos tales como la enseñanza oral, internet, el teatro, el cine, la poesía, etc.

Esta Antología nos ofrece una visión panorámica de la obra de Federico y de su significado: la restitución de la memoria de nuestra verdadera identidad, infinitamente más amplia que el nichito al que la individualidad ilusoria se entesta de continuo en confinarla. Infinitamente, decimos, puesto que no hay más Realidad que lo Absoluto, y como tal, metafísico. El autor nos transmite esta enseñanza y los vehículos para penetrarla (los símbolos y su significado) a través de textos doctrinales tales como La Rueda o Introducción a la Ciencia Sagrada; estudios como Las Utopías Renacentistas o Presencia Viva de la Cábala en los que se reúnen las voces unánimes de numerosos testigos de la Tradición Hermética; y más recientemente, obras de dramaturgia y literatura como la ya publicada Noche de Brujas o la aún inédita Defensa de Montjuïc por la donas de Barcelona, de la cual Antología nos anticipa un fragmento.

Escribe Federico en el poema Nombrando lo Innombrable que cierra este riquísimo volumen:

“Hoy al despertarme en la mañana, durante el transcurso del día, al levantarme de la siesta, aparecen las manifestaciones de Dios que guardo siempre secretas.

Sus atributos, sus nombres, el de la Creación por la Palabra, la Luz, el Rayo, el Señor de ida y vuelta, el Siempre perenne, el que se autogenera, el Dios que se ignora. El que se recibe a Sí Mismo, el que no sabe quien es, el que no es sin mí. El que siempre te sume en la ignorancia. El escondido. El que no Es, el disfrazado de todas las cosas. El que se inventa a sí mismo.

¿Por qué esto es lo único que me interesa desde siempre?

Ciertamente, no sabríamos qué contestarle al autor. Pero hay algo que sí sabemos a ciencia cierta: sin su búsqueda incesante de lo Innombrable y la generosa transmisión de su experiencia en el camino del Conocimiento, nos hallaríamos en la inopia más completa pues “estamos sobre el barco pensando en si hemos de tomarlo o si habrá ya partido sin nosotros”... Marc García


Presentación de Antología de Federico González
(En http://raulherrero.blogia.com)

A cargo del autor, Raúl Herrero y Francisco Ariza. Jueves 19 de junio de 2008, 19.30 h. Alibri Llibreria, Barcelona.

Dentro de las celebraciones de su 10º aniversario, Libros del Innombrable tiene el gusto de publicar esta Antología de Federico González, de quien la editorial ya ha editado Simbolismo y Arte (2004) y Presencia Viva de la Cábala (2006). Esta selección –que incluye dos textos inéditos: un fragmento de Defensa de Montjuïc por las donas de Barcelona y Nombrando lo Innombrable–, como toda la obra del autor, es una visión de conjunto de las disciplinas esotéricas, especialmente de las occidentales y de su relación entre sí. En ella se manifiesta la unidad de la Vía Simbólica que conforma a la Tradición Hermética y que permite establecer relaciones con todas las expresiones de la Tradición Unánime. El Hermetismo nos instruye acerca de las dos corrientes cósmicas presentes en el caduceo de Hermes, y nos enseña no sólo a no negarlas (en cualquiera de las indefinidas manifestaciones en que se nos presenten) sino a aceptarlas, a conjugarlas. En este sentido la obra de nuestro autor habla con claridad meridiana de esa dualidad y de cómo conciliarla y por sobre todo hace que no olvidemos que la Cosmogonía y la Ontología son soportes de la Metafísica. Es un canto a la Unidad y a la posibilidad de la transmutación, un canto de esperanza y de fe. Para muchos su obra ha sido y es el hilo de Ariadna para salir del laberinto y abandonando la multiplicidad, recrear en sí mismos un estado de amor y comprensión en el que todo es posible. Libros del Innombrable


Presentación de Antología en Alibri Llibreria (Barcelona, 19 de junio de 2008)

En primer lugar queremos agradecer a “Libros del Innombrable” la edición de esta Antología de la obra de Federico González, agradecimiento que se hace extensivo naturalmente a la librería Alibri, que nos ha vuelto a ofrecer su sala de conferencias para este evento. Mi intervención va a consistir fundamentalmente en hacer primero una introducción a la obra de Federico y a su pensamiento, que está expresado en esa obra, y posteriormente, y si el tiempo me lo permite, me gustaría decir algo también sobre cada uno de sus libros y del conjunto de dicha obra, a la que podríamos dividir en dos grandes bloques:

1º La exposición de la Cosmogonía Perenne y la Vía Simbólica: El Simbolismo de la Rueda; El Simbolismo Precolombino. Cosmovisión de las Culturas Arcaicas; Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha; El Tarot de los Cabalistas. Vehículo Mágico; Simbolismo y Arte.

2º La Historia de la Cultura y de las Ideas: Hermetismo y Masonería. Historia, Doctrina, Actualidad; Esoterismo Siglo XXI. En torno a René Guénon; Las Utopías Renacentistas. Esoterismo y Símbolo; Presencia Viva de la Cábala; La Cábala del Renacimiento. Nuevas Aperturas.

Como vemos en el primer bloque estarían los libros dedicados a exponer las ideas de la Vía Simbólica y la Cosmogonía Perenne, las cuales nos conducen al conocimiento de la Metafísica, de los principios y arquetipos más altos. Y en el segundo estarían aquellos destinados a exponer sintéticamente cómo esas ideas se han expresado en la Historia, surcándola con nombres propios y a través de las diferentes tradiciones. Ideas que por sobre todo han hecho posible la Cultura, dándole sentido y significado. También tendríamos que añadir para completar esta exposición de la obra de Federico el libro En el Vientre de la Ballena. Textos Alquímicos, que ha sido adaptado recientemente en la obra teatral En el Útero del Cosmos. En este sentido hay que decir que Federico es también autor de una obra literaria y dramatúrgica, en la que algunas de las ideas que expresa en su obra propiamente doctrinal están presentadas de manera distinta aunque complementaria con ella. Fragmentos de esa  producción literaria y dramatúrgica también están incluidos en esta Antología.

Como íbamos diciendo, Federico hace una síntesis de todo lo que ha conocido y comprendido de las tradiciones y culturas que ha estudiado y también con las que ha tenido un contacto directo, y naturalmente para nosotros esto es un enorme regalo, porque esa labor, que también tiene mucho de erudición (pero de una erudición que Federico pone al servicio justamente de las ideas) es un beneficio para todos los que conocemos su obra y hemos comprendido a través de ella, y en la medida que esto sea, lo que se oculta tras el velo de la realidad visible.

Precisamente esta Antología que hoy presentamos es un verdadero compendio de la obra de Federico. Para mí es un nuevo libro, y no tan sólo una selección escogida de esa obra. Así se lo manifesté a él cuando la leí por primera vez. Efectivamente, esta es la primera impresión que tuve al leer la Antología: la de estar en presencia de un libro nuevo, pues aunque todos los textos seleccionados ya los conocía por haberlos estudiado en sus libros originales, el hecho de verlos reunidos bajo otra disposición me ofrecieron una nueva perspectiva de esa obra, que en sí misma es tan inconmensurable como los temas que trata, todos ellos referidos a la Ciencia Sagrada y la Cosmogonía Perenne como he dicho anteriormente.

En esta Antología se hace todavía más evidente que la obra de Federico tiene una estructura circular, donde cada libro es un radio emanado de un centro único, y donde un tema te lleva a otro y así sucesivamente, entrelazándose y relacionándose unos con otros a través de múltiples analogías y correspondencias, lo que sin duda alguna nos ayuda a su comprensión, es decir a la comprensión de lo que se dice en esos textos. Es como si se tratara de un tejido u organismo vivo, o mejor dicho: es un organismo vivo cuyas partes están en relación armónica entre sí y con el todo, con su unidad, tal como si habláramos del propio cosmos.

Ese centro, unidad o eje conductor al que nos referimos no es otro que la doctrina Metafísica, la que para hacerse inteligible ha tomado como soporte necesario a la Cosmogonía y a los distintos códigos simbólicos que la expresan. De entre estos códigos, así como de las ideas y principios universales que les sirven de soporte, Federico ha hecho especialmente hincapié en los de la Tradición Hermética, que tiene vínculos muy estrechos con la tradición pitagórica, con el platonismo y la Cábala judeocristiana, es decir con el núcleo mismo de la Tradición Occidental. En esta Tradición reconocemos nuestros orígenes culturales, y es ese reconocimiento lo primero que aprendemos de la obra de Federico que, digámoslo sin más preámbulos, es hoy en día la que ha revivificado esa Tradición dentro del ámbito más concreto de los países de habla hispana; y diríamos aún más: nos ha dado a conocer también la Tradición Precolombina, aún viva en distintas lugares del Nuevo Mundo, a través de ese libro extraordinario que es El Simbolismo Precolombino.

Pero si vamos todavía más al fondo veremos que la obra de Federico establece por su intermedio un vínculo no tan sólo con una determinada forma tradicional, ya sea la Hermética, la Precolombina o cualquier otra, sino con el modelo original de todas ellas, con la Tradición Primordial, también llamada Filosofía Perenne o Tradición Unánime. Es decir que nos encontramos ante una obra que se nutre directamente de las ideas y principios universales, que además estas ideas y principios están expresadas a través de un discurso donde su didáctica se conjuga con el necesario rigor intelectual, y el resultado de todo ello adquiere el nombre de Belleza, que al decir de Platón es el resplandor de lo verdadero.

Pocas obras como la de Federico expresan actualmente, y no tan sólo en el ámbito de los pueblos de habla hispana, el pensamiento tradicional con tanta coherencia y rigor intelectual. Una coherencia y un rigor que se hacen además necesarios para que esas mismas ideas puedan ser transmitidas y recibidas sin desviación alguna, cosa que hoy en día es bastante común entre la mayoría del personal que supuestamente se dedica a estas labores.

La importancia de la obra de Federico es reconocida por muchísimas personas, que la han visto efectivamente como una actualización o adaptación de estas ideas universales a la mentalidad de los hombres y mujeres de nuestro tiempo y dirigida especialmente, como decimos, a un marco geográfico determinado, aunque hoy en día, en un mundo tan globalizado, esas fronteras se han diluido bastante, y la obra de Federico, que está en Internet y traduciéndose a varios idiomas, puede ser leída por cualquier persona en cualquier lugar del planeta.

Una de las personas a la que nos referimos es el prestigioso investigador de la historia del esoterismo Jean-Pierre Laurant, que en un libro recientemente publicado: René Guénon. Les Enjeux d’une lecture, dice lo siguiente:

“América Latina ha sido visitada por el pensamiento de Guénon llevando una nueva mirada sobre la tradición que enseguida alcanzó a España (...) Una de las llaves maestras de este movimiento es Federico González que publica en 1985 Introducción a la Ciencia Sagrada: Programa Agartha, de nombre evocador, inaugurando un ciclo de enseñanza tradicional destinada a la Argentina, Brasil, Colombia y Ecuador, así como a México y Costa Rica. Federico González edita en Guatemala la revista Symbolos desde 1991; ella difunde en lengua española los textos de René Guénon y los trabajos concebidos en el espíritu tradicional en francés y en inglés principalmente (...) La franc-masonería y el hermetismo ocupan un lugar privilegiado en la visión de la tradición universal de Federico González, como se puede constatar en el balance establecido con Esoterismo Siglo XXI.

En efecto, la obra de Federico es una llave maestra que ha servido para introducir en Hispanoamérica (es decir en España y América) el pensamiento tradicional que comenzó a despuntar nuevamente en Occidente a principios del siglo XX gracias a la obra de René Guénon. En Esoterismo Siglo XXI, que se subtitula precisamente En torno a René Guénon, Federico toca algunos aspectos de la obra de este eminente autor y la influencia que ella ha ejercido dentro de las corrientes esotéricas de nuestro tiempo.

La labor que está llevando a cabo Federico con la difusión de su obra es algo tan insólito y sorprendente en un medio tan extremadamente hostil a estas ideas como es el mundo moderno, que no tenemos más remedio que concluir que ella es un presente que la Providencia ha querido hacernos a los hijos de este fin de ciclo para no caer definitivamente en el olvido de lo que en cada uno de nosotros constituye lo más esencial: la identidad y la unión con nuestro verdadero Ser, con el Sí Mismo, pues al fin y al cabo el mensaje de la Enseñanza tradicional concentrado en la obra de Federico, consiste en llevarnos al centro de nuestro ser y acceder a través de él a nuestra naturaleza increada, a la “docta ignorancia” de que hablaba ese gran maestro hermético y metafísico que fue Nicolás de Cusa, uno de los precursores del Renacimiento y tantas veces citado por Federico. Aquí mismo, en la Antología, hay un acápite dedicado a él y que pertenece a La Cábala del Renacimiento, otra obra fundamental de Federico, en la que contó con la colaboración de Mireia Valls, al igual que en Presencia Viva de la Cábala.

Nicolás de Cusa es uno de los precursores, junto con Marsilio Ficino y otros importantes maestros herméticos y neoplatónicos, de esa época de esplendor cultural que fue el Renacimiento. Y hablando del Renacimiento quiero destacar la importancia de éste dentro de la historia de las ideas, y decir que ha sido gracias a la obra de Federico (y más concretamente de los textos que más se centran en él, como Hermetismo y Masonería, Las Utopías Renacentistas y La Cábala del Renacimiento) que hemos podido acceder a la verdadera esencia de ese tiempo y lo mucho que en él se hizo para la preservación y continuidad en Occidente de la Filosofía Perenne. Los autores contemporáneos dedicados a la difusión del pensamiento tradicional apenas si le han prestado atención a esta época, y cuando lo han hecho ha sido para destacar más bien sus aspectos negativos. Federico, por el contrario, y sin desconocer dichos aspectos negativos (que por cierto existen en todos los períodos históricos) ha penetrado en el espíritu del Renacimiento y ha destacado sobre todo sus virtudes y los enormes beneficios intelectuales que engendró. El Renacimiento no sólo recoge la herencia de la Tradición Clásica, Antigua, sino también la de la civilización medieval (otra gran desconocida también), haciendo una síntesis de todas ellas presidido por el espíritu de la concordia. Cultural e intelectualmente hablando nosotros vivimos gracias a la gran síntesis que se produjo en el Renacimiento, y esto es lo que Federico, entre tantísimas otras cosas, nos revela en esos libros mencionados: saber cuales son nuestros orígenes y de dónde procede lo mejor nuestra cultura. Para todos los que estamos interesados en estas ideas se trata de un hecho muy importante que tiene que ver con la recuperación de una memoria que quizás permanecía olvidada, pero no perdida. Esto lo tenemos que reconocer puesto que es una realidad que vivimos en nuestro interior, pues finalmente todo renacimiento histórico es un símbolo del renacimiento espiritual e intelectual que el ser humano vive dentro de sí.

La obra de Federico, y en correspondencia con la de todos los que han integrado e integran la “cadena áurea” que ilumina la Historia desde tiempo inmemorial, es también eso: un antídoto contra el olvido y la desmemoria de nuestra identidad, o sea que el conjunto de toda ella constituye una anamnesis, un “recuerdo de sí” como decía Platón al referirse a la función principal de la Filosofía, que no es otra que la de contribuir a que el hombre no pierda su filiación con la Sabiduría, o sea el amor hacia la diosa Sofía, puesto que es esa filiación y ese querer a lo más sagrado lo que nos llevará a conocer no sólo nuestra individualidad, sino también, y sobre todo, lo que está “más allá” de ella: aquello que en cada ser humano existe de realmente universal, que es justamente lo que nos rescata de ese olvido y nos lleva a conocer otros estados mucho más sutiles que yacen dormidos en nuestra conciencia. Estamos sin duda alguna ante la presencia de una obra cuya labor está encaminada a “despertar” todas esas posibilidades superiores que yacen dormidas en nuestro interior, y es en este sentido que decimos que ella es providencial para todos los que la han aceptado y la han tomado como su permanente guía intelectual, como su faro luminoso en el sendero de su vida.

En muchas ocasiones, leyendo cualquier libro de Federico, por ejemplo El Simbolismo de la Rueda, o Los Símbolos Precolombinos, Simbolismo y Arte, Las Utopías Renacentistas, Presencia Viva de la Cábala, En el Vientre de la Ballena, etc., nos encontramos con la constante evocación de esa Tradición primigenia y los diversos vehículos simbólicos que la ejemplifican, hasta que repentinamente esa evocación cristaliza en una certeza que se traduce en nuestro interior como el nacimiento a una realidad muy concreta pese a su intangibilidad: el vínculo con esa Tradición y el comienzo de una nueva andadura existencial que en su cotidianidad va reconociendo poco a poco la impronta que en ella deja una realidad vertical siempre presente. Como se dice en el Taoísmo (una tradición muy cercana a la Alquimia y al Hermetismo) esa realidad vertical no es otra que la “atracción de la voluntad del Cielo”. En este sentido, Federico ha dicho numerosas veces, en sus libros, conferencias y clases que “la revelación es coetánea con el tiempo”, o sea que siempre es posible encarnar el Ser, que en cualquier circunstancia histórica o personal siempre existe una coyuntura favorable para ello, una escisión en el tiempo reiterativo y circular que permite que el “jardín del alma florezca y el Conocimiento se haga en nosotros”.

La obra de Federico es, aquí y ahora, esa coyuntura favorable, por donde la revelación de un Pensamiento universal, de una Filosofía Perenne, se hace coetánea con nuestra circunstancia histórica y personal, liberándonos finalmente de ese condicionamiento al participar de una nueva concepción del mundo y de nosotros mismos, que coexistía con esa circunstancia de manera virtual, siendo el símbolo y su comprensión lo que produce su actualización, la que se lleva a cabo de forma paulatina y gradual, como si fuera en efecto un paso de las “tinieblas a la luz”, dicho en lenguaje masónico; o como dicen los textos hindúes “de la ignorancia condúceme hacia el Conocimiento”. Cuando se accede a la obra de Federico también podemos decir eso: que dicha obra nos lleva gradualmente de la ignorancia hacia el Conocimiento, o sea hacia un co-nacer, un nacer de nuevo a través de las ideas. Efectivamente, conocer las ideas de la Filosofía Perenne, y encarnarlas, es nacer de nuevo.

En este sentido la anamnesis platónica es también el recuerdo del tiempo mítico, o sea la recuperación de una memoria que permanecía oculta en el fondo de nuestra conciencia y que el contacto salutífero con el lenguaje simbólico hace aflorar; y entonces la propia vivencia del tiempo adquiere otra dimensión, donde en vez de ser un obstáculo que nos oprime se convierte en un instrumento que nos libera de sus condicionamientos.

Esto es lo que dice precisamente Federico en el capítulo titulado “Ciclos y Ritmos” que pertenece al Simbolismo de la Rueda, y también recogido en esta Antología. En dicho capítulo Federico nos habla de la verdadera naturaleza del tiempo, y es complementario con aquel otro titulado “El Ser del Tiempo” que aparece en Simbolismo y Arte.

En este sentido, me acuerdo que en cierta ocasión Federico dijo que estas ideas se depositan en nuestra memoria y que el tiempo ayuda a que germinen, que afloren y se desarrollen en nosotros; pero, claro está, es nuestra voluntad de ser la que tiene que darnos esa oportunidad, esa chance, pues sino es como nada. Es lo que ya hemos dicho anteriormente: uno tiene que amar a la Sabiduría para que ella nos corresponda. La vía del Conocimiento implica asimismo una relación de amor, de querer ser estas ideas, de que uno es eso. Esta es una de las enseñanzas que también hemos recibido de Federico.

He aquí lo que nos dice en “Ciclos y Ritmos”:

“En verdad, todo el trabajo para librarse de lo que en términos budistas es el samsara –o dar vueltas a la rueda de las existencias-, es decir, trascender el espacio cósmico y el tiempo cíclico, se realiza por medio del tiempo, o mejor, con el tiempo y en el espacio. O sea con los elementos vivos de la creación física, que posibilitan este pasaje o transmutación”.

Para realizar este camino de transmutación uno parte de su realidad concreta y de sus circunstancias, es decir de lo que tiene y no de lo que “imagina” que tiene, y lo que tenemos es nuestra realidad tal cual se presenta ante nosotros diariamente. Es lo que en la Cábala de denomina el mundo de Assiah, el plano de la concreción material, que encierra potencialmente y donde se refleja todo el Arbol de la Vida.

El símbolo, como el mito (el recuerdo del Sí Mismo) y el rito (el símbolo encarnado), es el vehículo de las ideas eternas y por lo tanto en él está la llave, o clave, que nos conduce a la Gnosis, al Conocimiento, que es propiamente hablando como decía anteriormente un co-nacimiento, es decir que esas ideas, cuando se encarnan verdaderamente, nos paren a la realidad a la que el alma anhela ingresar, y que no es otra que esa “altísima ciudadela de la bienaventuranza celeste” de que hablaba Marsilio Ficino, y que Federico recoge en el primer capítulo de Las Utopías Renacentistas.

“Conocer es ser”, nos ha recordado Federico numerosas veces también. Y si hay algo que él recalca constantemente en su obra es precisamente la importancia que tiene la función vehicular e intermediaria del símbolo, o mejor aún su función mágico-teúrgica, fecundante y transmutadora, pues sabe por experiencia propia que sin él, sin la comprensión de lo que significa la idea-fuerza contenida en el símbolo, la recepción de ese Conocimiento es prácticamente imposible.

Señala a este respecto Federico en el capítulo primero del libro de La Rueda:

“Gracias al símbolo nos revelamos a nosotros mismos, pues merced a éste se forma la inteligencia, se crea nuestro discernimiento y se ordena la conducta. Pudiera decirse que él es la cristalización de una forma mental, de una idea arquetípica, de una imagen. Y al mismo tiempo su límite; lo que posibilita el retorno a lo ilimitado a través del cuerpo simbólico, que permite así las correspondientes transposiciones analógicas entre un plano de realidad y otro, facultando el conocimiento del Ser universal en los distintos campos o mundos de su manifestación. Ya que expresa lo desconocido por su apariencia sensible y conocida.”

Hemos de decir que este capítulo, titulado “De los símbolos y la simbólica”, es fundamental pues ahí Federico expone el símbolo de la manera más nítida, clara y profunda posible, porque una de las cosas que tiene la obra de Federico es su claridad, es decir que haciendo un pequeño esfuerzo, rompiendo ciertas barreras psicológicas, uno accede a un discurso de una claridad sorprendente, y que basta con un gesto de nuestra voluntad para ingresar y participar también de la inteligencia de ese discurso. Ese capítulo nos da la oportunidad de conocer realmente lo que es el símbolo, o sea su estructura interna, sustentada como todos sabemos en las leyes de las analogías y las correspondencias; lo que son realmente esas leyes, lo que es en realidad el símbolo, y qué significa su enseñanza, es lo que dicho capítulo nos desbroza y aclara.

Y hablando un poco más acerca de este libro, El Simbolismo de la Rueda (que ha tenido varias ediciones a lo largo del tiempo; en la primera de ella tenía como título La Rueda. Una imagen simbólica del Cosmos) diremos que éste contiene una parte ilustrada sumamente interesante. Y esto es importante de señalar pues en el conjunto de la obra de Federico, las imágenes tienen su valor e importancia, como es lógico por otro lado, pues si esa obra está basada en la didáctica del símbolo es natural que utilice las imágenes como una forma también de la transmisión de la Enseñanza a través del arte iconográfico, que es una expresión del Arte sin más. El Arte, ha dicho Federico en cierta ocasión, produce “una emoción intelectiva que es un modo de conocer”.

Recordemos que los alquimistas se autodenominaban “artistas”, y esta forma de la transmisión a través del grabado y la pintura era muy común entre ellos, de ahí lo del Mutus Liber, el Libro Mudo, basado enteramente en imágenes (el Tarot de hecho no es sino eso: un libro mudo expresado a través de imágenes y figuras). La imagen simbólica nos ayuda a la concentración, y lo que podemos entender gracias a esa concentración nos lo revela el propio símbolo desde el momento en que nos concentramos en su forma para llegar a su núcleo, y cuando esa forma en este caso son las imágenes referidas a la rueda presente en las diversas tradiciones, entonces podemos llegar a comprender, entre otras cosas, la importancia que la revelación de la rueda, de su contenido, ha tenido en la construcción de la cultura y su desarrollo a lo largo de la historia. La rueda es un símbolo primordial que está en todas las civilizaciones. Y Federico ha sido el único autor, y no sólo en lengua castellana, que ha expuesto ampliamente su simbolismo desde la perspectiva de la Filosofía Perenne y de la Tradición Hermética en particular.

Recogemos aquí unas palabras de Federico referidas precisamente al Arte, y que encontramos en el tercer capítulo del Simbolismo de la Rueda, llamado “Perspectivas desde el Arte”:

“En ese sentido siempre nos ha interesado el arte como forma de conocimiento, o mejor, la actitud del artista como una manera de adentrarse en determinadas dimensiones del mundo lineal de su entorno –aunque él mismo sea poco consciente de ello-, mediante una concentración de sus posibilidades, ya fuese a través de un trabajo ordenado y paciente o de la síntesis catártica totalizadora. O de ambas, puesto que por cierto la una no tiene por qué excluir a la otra, sino que más bien se complementan allí donde el hallazgo o contemplación de la belleza produce una especie de emoción relacionada con un sentimiento de plenitud, ausencia o vacío, donde todos los seres y las cosas no son sino ellos mismos, en su pura realidad despojada, lo que equivale a vivenciar la idea arquetípica de armonía, aun en la desarmonía, y de equilibrio y justicia, aun en los conceptos que dialécticamente se les oponen.

Quisiéramos añadir además que en este libro de la Rueda Federico sintetiza el fruto de toda una enseñanza realizada a lo largo de muchos años, y en este sentido también podemos considerar como parte de su obra los muchos años que estuvo dedicado a la transmisión oral a través de los cursos y conferencias dictados a lo largo y ancho de América y España. Y desde luego también podemos considerar como parte de esa obra a la revista SYMBOLOS (y la página telemática del mismo nombre), así como a la creación de los distintos Centros de Estudios Simbólicos, como los de Barcelona y Zaragoza. Y últimamente ha fundado “La Colegiata Marsilio Ficino” dedicada a la difusión del Teatro de la Memoria.

Todo esto es la expresión tridimensional, es decir en el tiempo y el espacio, de un pensamiento que se manifiesta en nuestro tiempo y que ha creado todas esas estructuras culturales para que esa Filosofía Perenne, esa “Cadena Aurea”, perviva en nuestro mundo, y esto naturalmente tiene un valor incalculable; ¡y cómo no reconocer esto! Es una evidencia. Federico ha creado una Escuela de Pensamiento, ha adaptado y actualizado la Tradición Hermética a nuestro tiempo, a nuestro lenguaje también.

Asimismo quisiera decir algunas palabras sobre el segundo libro de Federico: El Simbolismo Precolombino. Cosmovisión de las culturas arcaicas. En cierto modo este libro (que también ha conocido otra edición anterior bajo el título de Los Símbolos Precolombinos. Cosmogonía, Teogonía, Cultura) es complementario con el de la Rueda, y en general con toda su obra, de la que hemos dicho es circular y todos los temas que trata está interrelacionados entre sí gracias a que son partes de un Todo y emanan de un centro único. Si el libro de la Rueda estaba dedicado más específicamente a la Tradición occidental (aunque trata de lo universal por supuesto, si bien el enfoque está más dirigido a Occidente), en cambio El Simbolismo Precolombino rescata las tradiciones de la América Antigua. Pero, además de darnos a conocer esas grandes civilizaciones nos permite también comprender lo arcaico, es decir la frescura de un pensamiento que todavía no está contaminado por la decadencia de ciertas estructuras culturales como pasa en las grandes civilizaciones, que conocen un período de nacimiento y de desarrollo que culmina con su madurez, a partir de la cual inician un recorrido que les llevará a su fin temporal. Pero lo arcaico no decae nunca, pues está vinculado con los orígenes, es decir se renueva permanentemente.

Aquí en Occidente lo más cercano al pensamiento arcaico es precisamente la Alquimia, que tan presente está en la obra de Federico, hasta el punto que podríamos decir que toda ella habría que leerla en esa clave, en clave alquímica, para entenderla en profundidad, es decir como un fermento de ideas e imágenes arquetípicas cuya comprensión hace posible la transformación de nuestro ser. Hemos de tener en cuenta además que lo arcaico o lo antiguo no son sinónimos de viejo o de caduco, sino que más bien se refiere a la Antigüedad en el sentido como en la cultura clásica se entendía a Saturno, esto es, como el dios de la Edad de Oro; y lo arcaico siempre se refiere a esa Edad mítica y a la posibilidad de ingresar de nuevo en ella, hecho que es factible a través de la transmutación de la conciencia.

Por eso mismo la obra entera de Federico está articulada en torno al Símbolo y a la realidad que éste constantemente sugiere. Y esa transmisión de las ideas y los principios universales constituye propiamente la Tradición, la que necesita desde luego de un alma receptiva que la acoja en su seno. O sea, que es tan importante la transmisión como la recepción de la misma. Recordemos que la palabra Cábala quiere decir tanto tradición como recepción. No hay copa sin líquido que la colme.

Precisamente en otro de sus libros más emblemáticos, puesto que en él está presente mejor que en ningún otro el método que ha empleado en la Escuela por él creada, nos referimos a Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, Federico describe con su claridad habitual los trazos principales de Federico describe con su claridad habitual los trazos principales de la Filosofía Perenne, a la que define como:

“una serie ordenada de conocimientos interrelacionados, de una doctrina (jamás de un dogma), capaz de explicar a los hombres su propia naturaleza y la del mundo en que viven. Desde luego que esta ‘panacea’ universal, que diese respuesta a todas las preguntas, calmase las angustias del mundo moderno y suprimiera el sufrimiento provocado por la ignorancia, no podría ser una creación individual (ni mucho menos ‘colectiva’) sino que es la expresión de una revelación espiritual directa, lograda por distintas personas en diversos lugares, que reviste diferentes formas propias y que, por sobre todo, se halla presente en la entraña misma del ser humano y del cosmos que éste habita. Por lo tanto, la revelación de estos conocimientos arquetípicos no es sólo horizontal e histórica, sino fundamentalmente vertical y eterna, como son las ‘ideas’, principios que conforman el mundo y que se manifiestan mediante leyes universales que han sido conocidas de modo unánime por las distintas tradiciones que han conformado la Historia de la humanidad a lo largo y a lo ancho de su Geografía. Esta simple observación, continúa diciendo Federico, que cualquier lector armado de buena voluntad puede constatar personalmente, supone la idea de un modelo universal, de un juego de estructuras inmutables, visibles e invisibles, sin las cuales el mundo y el hombre no serían. De allí la importancia de conocer la cosmogonía como expresión simbólica de la Inteligencia Universal, energía subyacente a cualquier manifestación, tal y como sucede con el pensamiento, que antecede a la palabra. En efecto, este juego de estructuras esenciales se expresa simbólicamente, y es por medio de esas simbólicas y sus analogías y equivalencias como podemos entender la realidad última del cosmos y su instancia final: su naturaleza increada y sin embargo siempre actuante. Es este legado heredado de las grandes tradiciones de la antigüedad una auténtica cosmogonía arquetípica que, como tal, se corresponde con las distintas simbólicas arcaicas, mediante las que se expresa, reactualizando de este modo la realidad del mundo actual, el que aun huérfano de todo conocimiento verdadero sigue constituyendo una auténtica teofanía [es decir, añadimos nosotros, el Discurso Sagrado y permanente de su Creador, lo que los pitagóricos entendían por el Hieros Logos] para todos aquellos que son capaces de comprenderlo. De más está decir entonces que dedicarse al estudio de las disciplinas tradicionales y efectuar sus prácticas con el objeto de despertar las potencias dormidas del alma, constituye un método apropiado para el Conocimiento.

Estas palabras sobre la Filosofía Perenne le caben perfectamente a la obra de Federico, que por un lado nos da a conocer las estructuras vivas de la Cosmogonía arquetípica fundamentalmente a través del Símbolo de la Rueda, el Arbol de la Vida cabalístico, la Alquimia y el Tarot, al que por cierto Federico restituye su verdadera dimensión iniciática y esotérica. Estos modelos cosmogónicos contienen y están vinculados con otros códigos simbólicos, los que podríamos resumir en las Siete Ciencias y Artes Liberales ( la Gramática, la Lógica, la Retórica, la Aritmética, la Geometría, la Música y la Astronomía-Astrología). Por otro lado, esta obra es también la inspiración directa de una influencia espiritual, y no la elaboración de una individualidad, si bien como es natural esa individualidad al recibirla la manifiesta a través de un modo de expresión propio y particular, pero la esencia de lo que ella transmite siendo de índole metafísica es totalmente impersonal por su propia universalidad.

Lo que queremos decir es que la obra de Federico contiene en sí misma un influjo espiritual-intelectual, y es este influjo el que recibimos cuando la estudiamos como si se tratara de un rito, es decir de manera concentrada. Es así como hemos de afrontarla si queremos beneficiarnos de su contenido, pues la obra de Federico no tan sólo nos facilita entrar en la Vía del Conocimiento, en la Vía Simbólica, que ya es mucho desde luego, sino que toda ella jalona nuestro viaje, nos acompaña permanentemente y siempre aparece una idea nueva en un texto que habíamos leído anteriormente, y que resplandece en nuestra inteligencia revelándonosla. Esos textos responden a las muchas preguntas y dudas que se nos van presentando a lo largo del viaje de la vida, llegando a establecer un diálogo con ella, como si esos textos estuvieran vivos, y de hecho así es, están vivos por el espíritu encerrados en ellos. Y aquí reside a mí entender uno de los aspectos más importantes de la didáctica de Federico: como su obra es inseparable de su propia experiencia en el camino del Conocimiento, en ella necesariamente se refleja esa experiencia, que hace que el texto escrito recoja lo más exactamente posible la energía-fuerza de la vivencia que su autor ha tenido directamente con el mundo de las ideas. La obra de Federico, volvemos a repetir, ha sintetizado las ideas universales, y es como tener a nuestra disposición toda una Sabiduría que viene del fondo de los tiempos, pudiendo acceder a ella siempre y cuando, claro está, así lo queramos y lo deseemos. Sin duda ninguna la Tradición está viva en la obra de Federico González, como lo demuestra esta Antología de la misma. Francisco Ariza


Reseña de la presentación de Antología de Federico González
(En http://raulherrero.blogia.com)

Como mis amantísimos lectores ya saben el pasado 19 de junio se presentó en la librería Allibri de Barcelona el libro Antología de Federico González. Mis amigos de la revista El Arka han publicado en su página una reseña de la que doy noticia pasa uso y disfrute de todos. Desde aquí mi agradecimiento por su atención a las novedades de Libros del Innombrable y, en concreto, a las actividades de un servidor. Raúl Herrero


Presentación del volumen "Antología", de Federico González
a cargo del autor, Raúl Herrero y Francisco Ariza (fragmento).
(En http://www.elarka.es)

"... Entonces el proceso para mí, ya que estamos en tren de decir cosas, ha sido así en general: las cosas me han escrito a mí, mucho más que
yo a las cosas, eso sin duda."
Federico González

El jueves 19 de junio se presentó en la librería Allibri de Barcelona, la “Antología” de Federico González, libro publicado por “Libros del Innombrable” con ocasión del 10º aniversario de la editorial.

La presentación fue realizada por Raúl Herrero, como editor, Francisco Ariza como presentador, y además tuvimos la suerte de contar con la presencia del autor, Federico González, quien al finalizar su intervención leyó dos textos poéticos, incluidos en el libro: “Mayeútica” y el texto inédito, “Nombrando lo Innombrable”, que como él mismo definió constitiyen el alfa y el omega de la Antología.

La voz clara, sencilla, sonora y transparente del autor revelaba a los asistentes, a través de su intermedio, la voz de la Tradición. Tenemos la alegría de poder compartir este documento con nuestros lectores. Para acceder a él pueden seguir el siguiente vínculo que abre un archivo mp3. CES de Zaragoza


ANTOLOGIA, Federico González. Editorial Libros del Innombrable, Zaragoza 2008.
(En http://colegiataficino.blogspot.com)

Llega con el descanso estival la oportunidad de dejar de lado una serie de rutinas que durante el año nos van apelmazando; se trata de una oportunidad no siempre aprovechada pues puede traducirse en un cambio de aquellas rutinas por otras, relacionadas a menudo con el viaje consumista o el tedio soleado.

La lectura de un buen libro puede ser el recuerdo más potente que guardamos de alguno de estos paréntesis veraniegos.

Desde aquí queremos recomendar la lectura del último libro de Federico González, fundador y director de la Colegiata Marsilio Ficino: Antología. Se trata de una selección de toda su obra y que como nos dice el prólogo “constituye por ella misma una nueva obra en la que está presente de principio a fin el mismo mensaje claro y diáfano que el autor ya expresa en su primer libro La Rueda. Una Imagen simbólica del Cosmos.”

Estamos ahora mismo sumergidos en su lectura y queremos testimoniar que verdaderamente es así, el entramado de los distintos capítulos extraídos de cada uno de los libros conforman el itinerario de un verdadero Viaje que siendo “el de siempre”, el arquetípico, es completamente Nuevo. Y es que su composición interactúa en el corazón del lector de modo distinto, los textos se enriquecen entre ellos de una manera “original” produciendo en nuestro pensamiento concepciones “novedosas”. La luz nos baña desde ángulos diversos y así nos sorprende descubrir relaciones, sendas directas que hasta entonces recorríamos a través de otros vínculos, recodos insospechados que simultáneamente dejan de ser nada parcial, particular, para diluirse en el esplendor del espacio único, la Totalidad.

El auténtico viaje, que nos proporciona el “placer inefable del conocimiento”. La tercera de las gracias, Talía, se identifica con Placer, que junto con Belleza y Amor “esparcen alegría por doquier e inundan los corazones de los hombres”. En verdad todos los placeres no son más que pálidos reflejos del que nos proporciona Talía, que no por casualidad comparte nombre con una de las musas, precisamente la que preside el arte de la comedia. Así insertados en la Antología aparecen también el primer capítulo de Noche de Brujas y el segundo de En el Útero del Cosmos, -piezas teatrales interpretadas por la Colegiata- recordándonos la sintonía entre el poeta, el rapsoda y el actor, facetas de un mismo hombre de conocimiento inmerso en una única y fausta tarea: hacer Memoria.

Queremos también agradecer desde aquí la iniciativa del editor Raúl Herrero, y la bella y cuidada edición en sus Libros del Innombrable.

En la web del anillo telemático de SYMBOLOS http://www.elarka.es/
editorial/present_antologia.html
pueden encontrar la transcripción así como un “archivo de voz” de la presentación de esta Antología que tuvo lugar el día 19 de Junio del presente año en la Librería Allibri de Barcelona. La presentación corrió a cargo de Raúl Herrero, Francisco Ariza, y el propio autor Federico González. Antoni Guri

 

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