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Simbolismo y Arte.
Federico González. Symbolos 1998. Esplugues de Llobregat, Barcelona.
114 págs.
Describir la realidad del mundo, las leyes que lo regulan, sus códigos simbólicos, el espacio, el tiempo, el sonido, los movimientos estelares, los ciclos humanos y sus analogías con los ciclos cósmicos, concatenar con ideas ajustadas las múltiples expresiones de la vida, de toda la creación, y a través de ello mostrar la evidencia del Ser que los creó, no puede hacerse sino empleando un discurso pleno de inteligencia y belleza, en el que nada es agregado o modificado, sino sólo descrito, valiéndose el autor del arte de la palabra, de la expresión más adecuada, revelando mediante una correspondencia de ideas la obra del Artista Divino, al que el hombre imita, realidad ésta que se muestra a través del arte de conocer. "En el origen fue el verbo que es simultáneo con la perennidad de la creación; interpretar la armonía cósmica no es otra cosa que ser" (cap. VII, pág.107). La obra nos propone una lectura de la Cosmogonía Universal y Perenne, por mediación del símbolo, como "objeto sagrado por excelencia", por cuanto de su interpretación nace la inspiración o revelación del artista, en un desarrollo de ideas que consiguen religar la Creación con su Principio, a través de una explicación en espiral que asciende y desciende ofrendándonos la imagen de la perenne síntesis en que se muestra la Unidad Universal. Y todo ello con un eje discursivo tan firme como sutil y poético, vehiculando en la forma del mensaje un soplo o ritmo de verdadera libertad, consiguiendo despertar las propias posibilidades intelectuales del lector, con indicaciones tan precisas como llenas de claves simbólicas. Se ve claro que el autor no especula con las ideas sino que expone una visión de la Cosmogonía (considerada como el soporte imprescindible para acceder a la metafísica y lo supra-cósmico) a través del conocimiento de los vehículos de la Ciencia Sagrada, en este caso los de la Tradición Hermético-Alquímica y la Teúrgia, sin dejar de recurrir constantemente a analogías con los símbolos de otras vías tradicionales, ligadas todas ellas con la Tradición Primordial o Unánime, con lo cual las exposiciones quedan ampliadas, facilitándose con ello la comprensión de los conceptos, imágenes o ideas que llevan a comprender los diferentes planos del mundo que habitamos. Aquí no se trata simplemente de una teoría, sino fundamentalmente de una experiencia: la de tomar el arte como expresión del rito, es decir, de la acción hecha conforme a un orden: "... lo primero es llevar la idea de rito a todos los ámbitos de la vida y su cotidianidad personal. Lo segundo es saber que esto no debe realizarse nunca de manera literal, de una forma lineal, sino que más bien se trata de vivir al ritmo del compás cósmico, advirtiendo la sacralidad del entorno físico-anímico, derivado de un ser espiritual, tan invisible como inteligente. No es pues una sistematización de gestos e invocaciones que siempre acaban en forma esclerotizada, sino la intuición de la Verdad y la Belleza reunidas armónicamente en el cuerpo de la Inteligencia Universal, deidad tan precisa como esquiva, siempre aérea o radiante" (cap. VI, págs. 99-100). Recomendamos vivamente la lectura de este libro poético y musical a todos aquellos interesados en desvelar los secretos del universo y por su conducto llegar al conocimiento del Sí Mismo, a los amantes de la medida, de la proporción, de lo necesario, de lo justo, de lo bello, de lo recto, imágenes todas ellas capaces de acercarnos a la más perfecta de las obras hecha con manos no humanas, y en la que cada hombre o ser tiene un lugar, pues, como el autor concluye: "La diosa te aguarda, la esencia de su nombre sonoro es Sophia. Encántala con tu arte y espósala para siempre." Mª Angeles Díaz |
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