JUBILEO AÑO SANTO 2000

¿Qué es un Jubileo?

La palabra jubileo tiene una raíz hebrea y otra latina. En la Biblia el término hebreo es "yobel" que significa el cuerno del cordero usado como instrumento sonoro que servía para anunciar el año excepcional dedicado a Dios. Inaugurado con el sonido del "yobel", aquel año era denominado año del "yobel", o sencillamente "yobel", que equivaldría a jubileo.

Pero el término latino es "iubilum", del verbo "iubilare", que inicialmente expresaba los gritos de alegría de los pastores y después simplemente alegría, gozo y alabanza.

Cuando San Jerónimo tradujo la Biblia del hebreo al latín, entre los años 391 y 406, tradujo la palabra hebrea "yobel" por la latina "iubilaeus", añadiendo el concepto de alegría al primer significado que tenía el año excepcional de remisión del antiguo Israel.

En la baja Edad Media la palabra jubileo se aplicó a la indulgencia que el Papa concedía cada determinado período de tiempo. Así pasó a todas las lenguas vernáculas para indicar aquel año de conversión de perdón,de gracia, llamado jubileo, año jubilar o año santo.

El papa Juan Pablo II en la carta apostólica Tertio millenio adveniente para preparar el jubileo del año 2000, subraya este significado:

"El término "jubileo" expresa alegría: no sólo alegría interior, sino gozo que se manifiesta exteriorrnente, ya que la venida de Dios es también un acontecimiento exterior, visible, audible y tangible, tal como recuerda San Juan (cf. I Jn 1, l). Así pues, es justo que toda expresión de gozo por esta venida tenga su manifestación exterior. Cosa que significa que la Iglesia se alegra por la salvación. Llama a todos a la alegría, y se esfuerza por crear las condiciones para que las fuerzas de la salvación alcancen a todos" (n. 16).

Antiguo Testamento

El texto bíblico más antiguo que habla del jubileo se encuentra en la ley de Moisés. Esta ley, que dispone la celebración de un año sabático cada siete años, también determina la celebración de un año jubilar cada cincuenta años. Dice así: "Cuenta después siete semanas de años, esto es, siete veces siete años, que hacen cuarenta y nueve años. Entonces, al llegar el día décimo del mes séptimo, que es el día de la Expiación, haz que resuene el cuerno por todo el país. Declarad santo el año cincuenta y proclamad la libertad a todos los habitantes del país. Este será el año del jubileo" (Lv 25,8-10)

Este año jubilar se caracteriza por cuatro disposiciones:

1.- El descanso de la tierra: Cada cincuenta años es una año jubilar. Aquel año no sembraréis, ni segaréis lo que haya crecido espontáneamente, ni cortaréis los racimos de las cepas que no habréis podado, porque es el año del jubileo, un año santo: comed lo que crezca en los campos" (Lv 25,11-12).

2.- La liberación de los esclavos: "Este será el año del jubileo. Aquellos que se hayan vendido así mismos, volverán a su clan" (Lv 25,10). "Si te venden como esclavo a un hemano hebreo, hombre o mujer, te servirán durante seis años, pero el año séptimo déjalo en libertad. Cuando lo liberes, no lo despidas con las manos vacías. Provéelo con generosidad..." (Dt 15,12-14).

3.- El perdón de las deudas: "Cada siete años condona las deudas de todos. La condonación de las deudas en honor del Señor todo aquel que hay prestado a otro israelita, un hermano suyo, le perdonará la deuda y no se la exigirá ya más... Entre vosotros no ha de haber pobres" (Dt 15,1-4).

4.- El rescate de la propiedad: "Este año del jubileo cada cual recuperará el patrimonio que se había vendido... Las tierras no pueden ser vendidas definitivamente, porque todo el país me pertenece, y ante mí vosotros no sois más que unos emigrantes y unos forasteros. Por esta razón, de todos los terrenos de vuestro patrimonio, conservaréis el derecho de rescate" (Lv 25,13.23-24).

Estas disposiciones de la ley mosaica eran ciertamente revolucionarias. Fundadas sobre la fe en Dios creador y libertador, que es el único amo y señor de todos, por consiguiente, sobre la incomparable dignidad del hombre y sus derechos.

Nuevo Testamento

Jesús liberó a sus contemporáneos del mal y del pecado invitó a todos a cultivar sentimientos de solidaridad, de entrega a los demás, de respeta para con los más débiles, opción preferencial en favor de los pobres. De este modo Jesús revelaba de forma nueva a un Dios que es Amoe que llamó Abbá, es decir, "Padre".

El evangelista Lucas nos narra el día en que Jesús, estando en la sinagoga de Nazaret, inició su actividad pública. La escena bellamente descrita, nos ofrece una imagen vigorosa de la misión que Jesús venía a desempeñar:

"Fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era de costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

El Espiritu del Señor está sobre mí, porque él ma ha ungido.

Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor " (Le 4,16-2 l).

El significado de este episodio es claro: "el año de gracia del Señor" no es otra cosa que el año jubilar del Antiguo Testamento. Esto es, Jesús se presenta como el que viene a realizar aquel año santo prescrito por Moisés y que nunca se había cumplido del todo. Por eso, posee el Espíritu de Dios que le ha consagrado con su unción, es decir lo ha hecho Cristo (que significa ungido), lo ha hecho Mesías. Desde esta perspectiva, nosotros podemos afirmar con razón que ¡Cristo es el verdadero jubileo!

Signos Jubílares

Propios de todo jubileo

- La peregrinación

- La puerta Santa

- El don de la Indulgencia

Particulares del Jubileo 2000

- La purificación de la memoria: que pide a todos un acto de valentía y humildad para reconocer las faltas cometidas por quienes han llevado y llevan en nombre de cristianos (IM 11)

- "Un siglo de la misericordia de Dios, hoy especialmente necesario, es el de la caridad, que nos abre los ojos a las necesidades de quienes viven en la pobreza y la marginación" (IM 12)

- La memoria de los mártires. "Ellos son los que han anunciado el Evangelio dando su vida por amor. El mártir, sobre todo en nuestros días, es signo de ese amor más grande que comprendia cualquier otro valor"(IM 13).

 

Canto: ¡Glo-ria y^a-la-ban-za a ti, san-tí-si-ma Tri-ni-dad, ú-ni-co y^e-ter-no Dios!

Oración del Papa Juan Pablo II para el año Santo 2000

1. Bendito seas Dios Padre, que en tu infinito amor nos has dado a tu Hijo Unigénito, hecho carne por obra del Espíritu Santo en el seno purísimo de la Virgen María y nacido en Belén hace dos mil años. Él se hizo nuestro compañero de viaje y dio nuevo significado, que es un camino recorrido juntos en las penas y los sufrimientos, en la fidelidad y en amor, hacia los cielos nuevos y la tierra nueva en los cuales tú, vencida la muerte, serás todo en todos. Aclamación

2. Que por tu gracia, Padre, el Año Jubilar sea un tiempo de conversión profunda y gozoso retorno a tí; que sea un tiempo de reconciliación entre los hombres y de nueva concordia entre las naciones; un tiempo en que las espadas se cambien por arados y al ruido de las armas le sigan los cantos de la paz. Concédenos, Padre, poder vivir el Año Jubilar dóciles a la voz del Espíritu, fieles en el seguimiento de Cristo, asiduos en la escucha de la Palabra y en acercarnos a las fuentes de la gracia. Aclamación

3.- Sostén, Padre, con la fuerza del Espíritu los esfuerzos de la Iglesia en la nueva evangelización, y guía nuestros pasos por los caminos del mundo, para anunciar a Cristo en nuestra vida, orientando nuestra peregrinación terrena hacia la ciudad de la luz. Que los discípulos de Jesús brillen por su amor hacia los pobres y los oprimidos; que sean solidarios con los necesitados y generosos en las obras de misericordia; que sean indulgentes con sus hermanos para alcanzar de ti, ellos mismos, indulgencia y perdón. Aclamación

4.- Concede, Padre, que los discípulos de tu Hijo, purificada la memoria y reconocidas sus propias culpas, sean una sola cosa para que el mundo crea. Que se extienda el diálogo entre los seguidores de las grandes religiones y todos los hombres descubran la alegría de ser hijos tuyos. Que a la voz suplicante de María, Madre de todos los hombres, se unan las voces orantes de los apóstoles y de los mártires cristianos, de los justos de todos los pueblos y de todos los tiempos, para que el Año Santo sea para cada uno y para la Iglesia, causa de renovada esperanza y de gozo en el Epíritu.Aclamación

5.- A ti, Padre omnipotente, origen des cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, el Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos, Amén.  Aclamación

 

 

DIEZ FORMAS DE GANAR LA INDULGENCIA JUBILAR

Culmen del Jubileo es el encuentro con Dios Padre por medio de Cristo Salvador, presente en su Iglesia especialmente en sus Sacramentos. Por eso, todo el camino jubilar, preparado por la peregrinación, tiene como punto de partida y de llegada la celebración del sacramento de la Penitencia y de la Eucaristía.

Indicamos brevemente diez formas de ganar la indulgencia, contenidas en el documento de la Penitencía Apostólica, publicado junto con la Bula "Incarnationis mysterium".

1 Confesión sacramental, que debe ser en su forma individual e íntegra.

2 Recibir la Sagrada Comunión.

3 Rezar por el Papa.

4 Visitar las Basílicas de Roma, Tierra Santa o las iglesias indicadas por los obispos.

5 Visitar a los enfermos y a los encarcelados.

6 Abstenerse al menos durante un día de cosas superfluas, por ejemplo el tabaco, las bebidas alcohólicas.

7 Ayunar y practicar la abstinencia.

8 Dar una suma proporcionada de dinero a los pobres.

9 Sostener con una significativa aportación obras religiosas o sociales (especialmente en favor de la infancia abandonada, de la juventud con dificultades, de los ancianos necesitados, de los extranjeros en los países donde buscan mejores condiciones de vida).

10 Dedicar una parte conveniente del propio tiempo libre a actividades e interés para la comunidad u otras formas parecidas de sacrifio personal.

El Papa abrirá la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro la noche del 24 de diciembre de 1999 y la cerrará el 6 de enero del 2001.

Roma y Jerusalén (junto con Belén y Nazaret) tienen la misma dignidad e importancia a efectos del Jubileo.

Juan Pablo II a toda la Iglesia

Con la mirada puesta en el misterio de la encarnación del Hijo de Dios, la Iglesia se prepara para cruzar el umbral del tercer milenio. Nunca como ahora sentimos el deber de hacer propio el canto de alabanza y acción de gracias del Apóstol: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en Él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, [...] dándonos a conocer el Misterio de su voluntad según el benévolo designio que en Él se propuso de antemano, para realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra" (Ef 1, 3-5.g10).

De estas palabras se deduce evidentemente que la historia de la salvación tiene en Cristo su punto culminante y su significado supremo. En Él todos hemos recibido "gracia por gracia" (Jn 1, 16), alcanzando la reconciliación con el Padre (cf. Rm 5, 10; 2Co5, 18).

El nacimiento de Jesús en Belén no es un hecho que se pueda relegar al pasado. En efecto, ante Él se sitúa la historia humana entera: nuestro hoy y el futuro del mundo son iluminados por su presencia. Él es "el que vive" (Ap 1, 18), "Aquél que es, que era y que va a venir" (Ap 1, 4).

Ante Él debe doblarse toda rodilla en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua debe proclamar que Él es el Señor (cf. Flp 2, 10-11). Al encontrar a Cristo, todo hombre descubre el misterio de su propia vida.

Jesús es la verdadera novedad que supera todas las expectativas de la humanidad y así será para siempre, a través de la sucesión de las diversas épocas históricas. La encarnación del Hijo de Dios y la salvación que Él ha realizado con su muerte y resurrección son, pues, el verdadero criterio para juzgar la realidad temporal y todo proyecto encaminado a hacer la vida del hombre cada vez más humana.

El Año Santo es por su naturaleza un momento de llamada a la conversión. Esta es la primera palabra de la predicación de Jesús que, significativamente, está relacionada con la disponibilidad a creer: "Convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1, 15). Este imperativo presentado por Cristo es consecuencia de ser conscientes de que "el tiempo se ha cumplido" (MC 1, 15). El cumplimiento del tiempo de Dios se entiende como llamada a la conversión. Ésta es, por lo demás, fruto de la gracia. Es el Espíritu el que empuja a cada uno a "entrar en sí mismo" y a sentir la necesidad de volver a la casa del Padre (cf. Lc 15, 17-20). Así pues, el examen de conciencia es uno de los momentos más determinantes de la existencia personal. En efecto, en él todo hombre se pone ante la verdad de su propia vida, descubriendo así la distancia que separa sus acciones del ideal que se ha propuesto.

Como Sucesor de Pedro, pido que en este año de misericordia la Iglesia, persuadida de la santidad que recibe de su Señor, se postre ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos. Todos han pecado y nadie puede considerarse justo ante Dios (cf. f Re 8, 46).

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