Este trabajo fue presentado en el Concurso Nacional de Cuento 1997, del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, según las bases, sólo los cuentos triunfadores pasarían a formar parte del acervo institucional, por lo que, al no resultar triunfador creo estar en libertad de darlo a conocer en este medio.

Lo que van a leer es en gran parte autobiográfico, por lo que cualquier parecido con la realidad no es coincidencia.

 

"La fantasía no es la realidad, pero es todo lo demás"

Diderot

 

"Aferrarse a las cosas detenidas, es ausentarse un poco de la vida..."

Pablo Milanés

"Sofía"

Patricio no daba crédito a lo que sus ojos veían, dominando la sala "B" del museo se encontraba el cuadro titulado "Sofía", era el óleo de una mujer, la mujer más extraordinariamente bella que él hubiera visto jamás, pero ¿que le hacía aparecer tan bella? ¿la armonía de su rostro? ¿El cuerpo de mujer tierna que se adivinaba debajo del vestido del siglo XVIII que la dama lucia? ¿O era acaso la pasión que se escondía en sus ojos de cierva, negros y perfectos?

Patricio no imaginaba que en la vieja casona que albergaba el museo, con sus grandes salas, sus pisos de duela que rechinaban a cada paso, sus jardines cuyas paredes se cubrían con enredaderas dejadas en el olvido, con esculturas clásicas que veían a los visitantes con sus ojos sin vida; encontrara de golpe a aquella dama. ¿El destino? Quizás. Ruleta de la vida, algunas veces sublime, las más de las veces cruel, le había conducido aquella tarde a encontrarse con ella.

Patricio no era, ni con mucho un hombre aventurero, se podría decir que aún y cuando aparentaba audacia y seguridad, en realidad era una persona tímida y vulnerable, sólo una vez se había enamorado o pensó que lo había hecho, eso lo condujo a un matrimonio insípido y exento de pasión, digamos más bien, a una relación fría y distante con la mujer que había elegido como compañera. Su pasión desde pequeño eran los libros, y aunado a eso, su ya mencionada timidez lo habían convertido en un soñador.

Ahora que se encontraba delante del cuadro, se había quedado sin habla, la imagen del cuadro era lo que en sus más aventurados sueños imaginaba como su ideal de mujer.

El museo aquel ya de por si solitario se convirtió para él en una sucesión borrosa de imágenes en blanco y negro en la mente de Patricio. Para él sólo existía el rostro de Sofía.

Desde aquel momento ella se convirtió en su obsesión, buscaba cualquier pretexto para acudir al museo; tan asidua asistencia provocaba suspicacias en los guardias que custodiaban las obras exhibidas, hasta que por fin, el más viejo de ellos lo cuestionó, Patricio no supo o no quiso contestar con la verdad, no era común en una persona "cuerda" una atracción tan fuerte por algo inanimado.

Y sin embargo, estaba a diario observando a Sofía, desde todos los ángulos, a cualquier hora del día, cuando caminaba por la ciudad, creía adivinar su rostro en los miles de rostros anónimos que veía, esperaba encontrarla en cada esquina, poder tocarla, poder transmitirle ese sentimiento que cubría todos sus sentidos, que lo apartaba de la realidad de los demás mortales, pues ahora, vivía en un mundo donde la mentira no tenía cabida, pues la verdad - "su verdad" - lo cubría todo, su verdad era el amor. Por la noche en su cama, la imaginaba a su lado, escuchando su respiración, percibiendo su aroma de hembra joven, ocupando el espacio de su compañera, de su esposa, de su amante.

Nunca nadie se obsesionó tanto por algo, tendría que obtener permiso de los guardias para estar con "ella" a solas; hablo con ellos, los convirtió en su cómplices "que daño puede hacer…" habría comentado uno de ellos y obtuvo el permiso.

Ahora la visitaba a diario por la noche, cuando todos se habían marchado, cuando discretamente los guardias evitaban pasar por la sala del museo donde "ellos" estaban. Y él le leía poemas de Neruda y cuentos y novelas de García Márquez y le hablaba de Mauricio Babilonia y de sus mariposas amarillas y de su amor por Ursula Amaranta y ese amor le parecía poco, comparado con lo que el sentía, ese amor sordo, desesperado, del que se siente en las entrañas, ese amor que duele, ese amor que te cubre la piel, ese amor que lo traes en los huesos, ese amor que corre por las venas, ese amor que respiras y te mantiene vivo…, se le podía ver al pobre enamorado caminar a lo largo de la sala sosteniendo un libro en la mano, mientras con la otra daba énfasis a su lectura y veía a su amada y callaba y le hablaba con el alma, allí donde nadie lo podía oir, ni cuestionar.

Así era, sin saber como Patricio se había enamorado locamente - como un quinceañero - de un sueño, de una imagen y ese amor, aún y cuando le daba fuerzas para vivir, se había convertido en su tormento, las horas del día se alargaban casi insoportablemente, mientras, él hacía planes, elegía textos, se preparaba como todo enamorado para verla nuevamente, para declararle su amor una y otra vez, para decirle que con ella sentía que le hervían la sangre y la piel.

Y sucedió que un día, al llegar Patricio a ver a su amada, ella no estaba, el cuadro seguía en la misma posición y sin embargo, ella no aparecía en él. Patricio jadeó, estaba confundido, aquello era imposible, cuando de pronto, la escuchó…

- Te esperaba -.


Una dulce voz hizo que Patricio palideciera, con el rostro lívido se volvió sobre si mismo y la miró. Estaba ahí, con los mismos ojos de cierva, luciendo el vestido antiguo que dejaba desnudos sus hombros y la sutil curva de sus senos, ¿que había sucedido? ¿como había ocurrido?, cientos de preguntas se agolpaban en su cerebro, ninguna tenía respuesta, simplemente estaba ahí.

El se aproximó, no medió entre ellos palabra alguna, sólo la besó, la besó despacio, muy despacio y en ese beso le dio todo el amor del que era capaz, le soltó el pelo y éste cayó pesadamente sobre sus hombros y la besó una y mil veces más, y la desnudó y aspiró profundamente de su aroma, del dulce perfume que exhalaba por toda su piel, de su cuerpo maravilloso y la admiró como un niño, asombrado, deslumbrado ante lo más bello que sus ojos hubieran visto jamás.

Y escaló sus montes y bajó a sus valles, exploró sus rincones y sediento, abrevó en su humedad y el olor almizclado lo embriagó y ebrio de pasión la tomó suavemente por la cintura y se depositó suavemente en ella y sintió como su cuerpo todo se cubrió con la piel de ella y vivió un pedazo de la gloria cuando descargó dentro del cuerpo de su amada el manantial de amor y deseo en él acumulado.

Era increíble, pero el amor de él había conseguido el milagro, un milagro de amor. Ahora, Sofía lo esperaba a diario, en el mismo rincón de la sala, y él sentía la misma opresión en el pecho, el mismo cosquilleo en la garganta cuando la veía, cuando la desnudaba…¿Cuantas veces la hizo suya? ¿trescientas? Más!, y todas fueron como la primera vez, con el mismo amor, con la misma ternura. Cuando exhaustos se miraban a los ojos, él le decía que viviría con ella para siempre, a pesar de todo, a pesar de todos y lo creía, ella sólo sonreía, cuando por fin tenía que dejarla, ella regresaba a su cuadro y se adivinaba en su rostro una sutil lagrima de tristeza. Oh Dios! Que martirio era alejarse de ella ¿como tenerla por siempre?, gruesas lagrimas de frustración lloraba el desdichado enamorado.

Por aquellos días, Patricio se ausentó de la ciudad, un dolor intenso invadió a los amantes cuando supieron que tenían que separarse, era como si lo intuyeran; él tenía que ir a otra ciudad, - sólo son dos días - le dijo a Sofía, para consolarla y consolarse a si mismo. Oh fatalidad! Cuando regresó se dió cuenta que el museo había sido destruido por el incendio más cruel. Sofía había desaparecido, no era posible descubrir los restos del cuadro en aquel ingente montón de restos y cenizas. Patricio sintió como se le desgarraba el corazón, sintió como se le destruían las entrañas, su amor, su único amor, su refugio, su morada ya no estaba, su razón de vivir ya no existía, ¿como vivir sin ella? O más bien ¿para que vivir sin ella?

¿Donde estás pequeña? Le gritaba, y oir aquel grito desgarrador erizaba la piel de todos cuantos lo escuchaban, pero ella ya no estaba, ella se había ido de su vida…

El pobre soñador enloqueció de dolor, dejó atrás todo, se marchó hacía las calles en busca de su amada, a todos les preguntaba si la conocían, si la habían visto y se olvidó de comer y de beber, él sólo quería amarla, ese amor se convirtió en su único alimento, cuando por fin su maltrecho cuerpo reclamaba descanso, él seguía buscándola en sus sueños, en otros planos, en sitios dónde sólo los que sienten un amor como él pueden acceder.

Poco a poco su cuerpo fue minándose, y así fue muriendo de a poquito, y sin embargo; la energía vital de su alma enamorada se notaba en sus ojos enfebrecidos que seguían buscándola…

Finalmente, un día triste de viento y de lluvia, Patricio fue reclamado por la madre tierra y murió solo y en su rostro lívido mostraba un gesto de desesperación al no haber cumplido el objetivo de encontrarse con su amada.

E P I L O G O

Pocos días después, apareció en los diarios una noticia extraña, el cadáver de un desconocido, muerto en circunstancias no aclaradas, se convertía, ante el asombro de los médicos que lo examinaban, en una extraña mezcla de pintura para artistas, en una especie de pintura al óleo…

- FIN -

 

Copyright 1997. Ismael Azuara Dueñas. Aguascalientes, México.

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