"La
cara de Jonás se alzaba atenta al caballero que le
inquiría, yendo y viniendo a su vista, al compás de
las mil sombras y luces que entraban por la
ventanilla del tren.
-
"Y por último, Sr. Jonás, ¿ha sido usted
feliz?"
-
"Yo, señor, he sido feliz los momentos perdidos
que me ha regalado la vida. He sido feliz cuantas
veces no he pensado en ser feliz, cuando me he
olvidado de mi mismo y no me oía respirar, cuando
escuchaba al amigo y no sabía lo que decía; las
veces que esperaba el regalo, justo hasta que
llegaba. En el tiempo que podía abrazar, junto a
cualquier sueño colado por alguna rendija de la
vida, acariciando algún engañarme y besando todas
mis gotas de incultura, cerrado el pensamiento a
cualquier meta, todo mi ser nada y yo andando entre
esponjas por cualquier pasillo, sin buscar, sin
andar, sin amar, huyendo del más pequeño proyecto,
de la más mínima moral, de la más pura idolatría,
del mínimo murmullo social. He sido feliz en esos
momentos; y he sufrido tanto."
"Hablemos
de pasar de largo por un buzón con una carta en la
mano o de aquella película tan buena que nunca
vimos. Hablemos, yo hablo y tú escuchas, yo digo y digo
y tú, en silencio, dejas que me engañe solo."
"Pero
el espejo es tan tonto."
"Luego,
tomando el autobús. Luego, andando hasta allí.
Luego."
"Pero
ahora no, ahora no me dejes escapar, como siempre,
espejo, llevándome todo el desengaño, llevándome
toda tu ducha fría de poros de mi piel, acariciándome
el alma con tu papel de lija. Sígueme un poco la
corriente como cuando éramos niños y no sabíamos
vernos. Cuando disfrutábamos abrazados haciéndonos
muecas y el pelo no se hacía blanco al verte.
Acuérdate de aquel joven que que se miraba de reojo
al pasar, de aquel hombre que te fue olvidando para
olvidarse el porqué. Y olvídame la vida que ten
enseño otra vez."
"Carlos
V. I. se levantó perezosamente de la cama al tiempo
que subía el volumen del receptor; sentado en ella,
pies descalzos sobre el suelo, se fue encontrando otra
vez con toda la mentira que le olvidaba el sueño,
empaquetada y sellada desde hacía ya. Una voz neutra
y de corcho acalló la música del aparato y dijo
así:
"CANTAR
DE LA LLAMADA LUZAZUL"
(ÉPICA
DE LA QUE NACIÓ JOVEN AL SER DESHIMENADA)
Tiempo
no ha.
El
alba, de papel blanco satinado,
ahuecándose
en su morbosidad
con
olohirientes requiebros de placer,
se
rasgó, en sacrílego himeneo,
por
los rayos del sol.
Al
mismo tiempo, entremezclándose con la voz de las
cuatro paredes de la habitación, surgió una
melodía suave y entrecortada, hecha de notas
inexistentes en la escala:
"Adormecida,
entre tus sábanas rosas, me recuerdas aquella hoja
entre algodón que guardaba, ya no se quién, en el
cajón secreto de los tesoros de aquella época. Te
siento tan lejana, acariciándote con la vista,
acercándome a ti, paso a paso, de puntillas, con
miedo a tropezar; te noto tan humo blanco en pipa de cerámica
y creo que ya te me evaporas en un instante, no me
atrevo a pestañear. Tus ojos dormidos, barca
atracada al muelle de qué sueños, tan nítidos, tan
tuyos y vividos, llenos de excursión de fin de
semana y dulces, y recreo, y esa muñeca tan hermosa
que te compré ayer. Y estar ya tan cerca, rozándote
los pies, pensarte mujer, mi niña, y perderte,
perderte otra vez."
Y
entre la brecha catedralicia abierta, Él vió su
figura formándose.
Él,
que sólo no ve; él, edificador de nirvanas
ultratumbas; él, entre góndolas de Venecia,
acariciador de pálidas; él, que sólo es llamado
él.
"Tu
pelo es como de oro, moreno, Noelia, y tu mirada,
resabiada, acostumbrada a ganarme la terquedad, me
lleva hacia tu despertar, me ata y me guia por tu tobogan
de juegos, mentiras y esa impúdica promiscuidad.
Tus
manos me tocan de jugar, a alcanzar un rato más, un
cerca más, un lleno de guiño y sonrisa pícara de
ti, niña traviesa, de yo, loco viejo que me guardo
la intención y te toco con dolor.
Y
desnudarte, ¡a acostarte!, y descubrirte gozosa,
lujuria de niña que juega a jugar a ganar y mis
gotas de sudor te sonríen la frente, arrimándote,
arrimándote, carcajada de mujer, y te odio tanto
tanto que te me rompes, juguete, entre gritos de
carnes rotas, de peluches sangrientos, y la ventana,
salto, me escapo, voces, sollozos, Noelia rota,
Noelia roja, Noelia muerta."
Hecha
figura, de polvos de luna, dibujada de estrella,
formándose de pétalos de sándalo.
¡Ah!.
Él, que la vió nacer, entregada a tan alto
quehacer, con su pubis, avenida de ensueño, sagrado
mausoleo, jardín público de cesped pisado,
estrechez de gentes, cohabitado, banco de quince
minutos.
Sus
senos, medialuna de bocados, cúpula de cópulas,
globos de azucar tiernos en los que rezamos.
"Tu
rostro, media luna, con la aureola del sol me ciega y
me tiembla las conciencias de todas las excusas.
Estás entre árboles verdes, bancos y piedrecitas
que pateas, enfadada, cuando no haces
"gua". Tu piel tan débil, tan blanca,
transparente de ideas y hechos, como espolvoreada de
azúcar y leche, y leche, niña jugando en el parque,
niña jugando en mi mente. Te me acercas al caramelo
y te me sorbes todo el engaño, con sonrisa hecha
estanque y cielo y peladilla fresca, aroma de nunca
vez, aroma, sonrisa, de sonrisa . Y tú, que eres mi
vida, niña, gota de rocio en hoja de otoño, en hoja
podrida, gota de lágrima en cascada de niña tirada
en algún callejón, desmembrada, muñeca rota "
"Y
sólo él, que te pudo poseer, que te hizo nacer, te
puede nombrar, Luzazul."
Carlos
T.H. trató de acabar con la última rendija de luz
de la persiana, como para romper el cordón umbilical
que le ataba con la lechosa claridad de la idea de
estar aún, de haber estado aún acallando durante
toda la noche el miedo a dejar de engañarse entre
focos, luces y sudor. Desconectó el receptor, dos
pastillas, y se durmió.
La
última vez que supe de Leonardo estaba ya enfermo;
no grave, claro, nadie imaginaba en qué iba a
desembocar su extraño alejarse de todo, su flotar
entre las llagas que le inflingía la gente. Él
nunca fue muy batallador; sí, chillaba, maldecía,
estallaba en un puro desventarse y, luego, con los
íntimos todo era un ayudarme, explicarme, por favor,
¿qué pasa?, ¿qué falla?. Recuerdo aquel cuarto revuelto,
aquel desván de Melquíades lleno de libros leidos,
de ropa tirada por el suelo, paredes desportilladas
decoradas de posavasos de infinidad de
"pubs" de infinidad de copas, dos mesas de
luz destartaladas y cojas, llovidas de mil recortes,
servilletas, apuntes y una luz amarilla muerta que
apenas se reflejaba en sus ojos tumbados en la cama,
baja, blanda, que me lleva su eco hablándome de la
inercia de tantos días, del aburrirse de aburrirse y
darle vueltas a la noria sin salir nunca de este,
otro, vaso vacio.
"Sí.
Acaso he sido feliz abrazando el sueño colado por
alguna rendija. Y también, las veces en que no he
pensado ser feliz. Pero ahora me dejas escapar,
espejo, te llevas mis muecas, mis preguntas, ahora
cuando sabía que no ibas a contestarlas. Acuérdate
de aquel joven que miraba de reojo, agazapado entre toboganes
de humo, extasiado ante la aureola de un sol, de un
sol. Jugaremos a ser, enturbiados por un rictus de
estrellas llagadas. Tú escaparás de lo que supones.
Yo supondré que escapo. Veremos, al final, un
espacio desnudo donde nos esperan los
amaneceres."
"Sigue
entrando la luz. Los ciegos tienen suerte de recordar
los días claros, su imaginación es una venda de
silencios que se dobla y se dobla y lo envuelve todo y
nosotros creemos ver que hay día y sólo es una
sábana pensada en la oscuridad. Un sudario para
inocentes ocasiones ilusas. Pero vamos. Una vez, te acuerdas,
me acuerdo, llegamos a creer en el mediodía. Una vez
despertamos del tiempo y corrimos como corren las
huellas escapadas de un final."
"Noelia
olvidó despedirse. Sirveme otra si has sido
feliz."
"Hace
frio si has sido. Hace mucho tiempo que es invierno y
las paredes lo saben, lo dicen. Las paredes tienen
memoria, como las hormigas y los locos. Cualquier loco
se despide de una pared, de su pared. No lo
olvidan."
"La
persiana ahogó la última rendija de luz y brotó
una extraña opacidad de vapores y ondas
perplejas."
El
tirador, viéndolos desde lejos, sonrió como de
rutina y se acomodó en su asiento.
Jol Law
|