Mensaje de Agradecimiento
al P. Rodolfo Escobedo Díaz de León,
al terminar como Director de Educación Media Superior
en la Universidad de Monterrey

Pronunciado por el Lic. José Honorio Cárdenas Vidaurri,
Coordinador de Academia.

Buenas noches:

Apreciables colegas. Agradezco la oportunidad que me dan para dirigir un breve mensaje a nuestro buen amigo el P. Rodolfo. Y para hacerlo quiero evocar la historia de un expedicionario que cuando divisó a lo lejos la ciudad de Kammir, resolvió parar un momento para descansar y divisó al costado del sendero una colina cubierta de un verde maravilloso, con un montón de árboles y pájaros encantadores. La rodeaba por completo una valla de madera, muy bien lustrada. Entró el marchante por la portezuela de bronce y comenzó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó entonces que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor y, como sus ojos eran los de un buscador, descubrió que sobre una de las piedras, había una inscripción:

"Aquí yace Josué Kalib, vivió 8 años, tres meses, dos semanas y un día."

Se sobrecogió un poco al darse cuenta que esa piedra no era sino una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estuviera enterrado en ese lugar. Mirando a su alrededor el hombre se dio cuenta que la piedra de al lado tenía también una inscripción, en la cual decía:

"Aquí yace Abdul Tareg. Vivió 5 años, ocho meses, dos semanas y tres días."

El expedicionario se sintió terriblemente abatido porque ese hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba. Una por una, leyó todas las lápidas; y encontró que todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto. Pero lo que más le impactó fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los 11 años. Embargado por el dolor, el expedicionario se sentó y comenzó a llorar.

El cuidador del cementerio, que pasaba por ahí, le pregunto si lloraba por algún familiar, a lo que el expedicionario contestó que sólo le causaba dolor la cantidad de niños enterrados en ese lugar y le preguntó al anciano ¿qué horrible maldición pesaba sobre esa aldea para que murieran tantos pequeños?

El anciano cuidador sonrió y dijo: "Puede usted serenarse, buen hombre, pues no existe maldición alguna, solamente una vieja costumbre de nuestro pueblo: Cuando los niños comienzan a escribir, los padres le regalan una libreta como la que llevo yo colgada del cuello y cada vez que uno disfruta intensamente de algo se anota del lado izquierdo de la libreta el motivo del gozo y del lado derecho, cuánto tiempo duró el gozo: Por ejemplo, "conoció a su novia y se enamoró de ella. ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿una semana..? ¿dos? ¿tres semanas y media...? Y después, la emoción del primer beso, la fiesta de bodas, ¿cuánto duró la alegría del matrimonio? ¿dos días...? ¿una semana..? ¿y el casamiento de sus amigos...? ¿y el viaje mas deseado...? ¿y el encuentro con quien vuelve de un país lejano..? ¿Cuánto tiempo duro el disfrutar de esas sensaciones...? ¿semanas? ¿meses? Así, vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos. Cuando alguien muere es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo anotado, para escribirlo sobre su tumba, porque es, amigo caminante, el único y verdadero tiempo VIVIDO."

Padre Rodolfo; aprovechando esta circunstancia me he permitido tomar la libreta que contiene su único y verdadero tiempo vivido en la preparatoria y quiero compartir con esta comunidad la suma parcial hasta el día de hoy:

Por el gozo de:

Sub total: 13 años, 3 meses, 2 sem. y 5 días.

Justamente todo el tiempo que desde octubre de 1993 hasta enero de 1997 y desde 1992 a la fecha, tiene usted como director de DEMS.

P. Rodolfo, en su vida aquí en la prepa sí recuerdo algún disgusto, pero no tiempo perdido; sí recuerdo el confrontar, pero nunca el provocar; encuentro también ratos de dudas, pero no momentos sin sentido; no hay ejemplos de rutina ni tampoco de lamentos. Lo que sí encuentro es el testimonio de quien camina en la esperanza, de quien cree firmemente que vale la pena desgastarse día a día por la formación del bachiller, que será el adulto del mañana.

Con la serenidad de quien ve cumplida su misión y con la humildad de reconocer la buena obra que a su paso ya dejó, reciba a nombre de la UDEM y de cada uno de quienes la formamos, las más sinceras GRACIAS. Muchas gracias P. Rodolfo, por elegir a la UDEM, por elegir a los adolescentes y por elegirnos a cada uno de nosotros para regalarnos los mejores años de su vida.

De nuevo, muchas gracias.

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