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EDITORIAL

Terminamos el curso escolar 2000-2001 y con él nuestra oportunidad de hacer cumplir la meta que nos ha propuesto Marcelino: "dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar". ¿Cuántos y cuántas de nuestros estudiantes habrán aceptado el mensaje de amor y salvación?

Las encuestas a los alumnos de nuevo ingreso ponderan como principal motivo de elección de nuestras escuelas, la preparación académica (75 %, Encuesta Socioeconómica, escolar y familiar, CEDIM 2001). Y sólo el 17 % externa como motivo la formación cristiana.

Ciertamente, para que la escuela marista cumpla su función de escuela católica, debe ser primero escuela (Doc. Escuela Católica, 25), es decir, lugar de encuentro y adquisición de la cultura y de sus instrumentos y conocimientos. Pero, además, es verdad que debe ser un lugar en donde experimente y adquiera los valores cristianos (Laico Católico, 22).

Al principiar este año 2001, nos preguntamos ¿qué nos depararán estos nuevos tiempos invadidos por la tecnología, la globalización, la democracia? ¿Y en el ámbito congregacional, con los retos que se nos presentan, cuáles son los desafíos?

El Capítulo General, el XX, está a dos meses de su inicio. Gestando nuevos caminos, formas, líneas de evangelización, renovación y refundación. ¿Qué papel se reconocerá como relevante para la escuela marista? ¿Qué rol importante se dará a nuestro carisma educativo en los diferentes ámbitos de realización? Pluralidad como signo de estos tiempos.

Repito lo dicho en la anterior editorial: hoy tenemos el reto ya presente de abrirnos a la acción del Espíritu Santo y, como exploradores, ir tras las huellas del Resucitado, buscando los caminos que nos lleven a difundir la buena noticia del Reino por las vías de la educación.

Abramos nuestro corazón al Dios Bueno que nos ama y nos invita a trabajar en su viña.

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