Diario/Cartas a alguien en París |
Dejame estar un poco contigo, en París, y pasear sin rumbo. Ya es primavera (no como aquí que es casi invierno) y como siempre todo parece nuevo, juegos del tiempo que nos obligan a los lugares comunes, pero igual que París nos dicen un secreto a voces: todo fluye y es eterno. Dias sin decirte nada, pero siempre tan escritos, tan sacados de un libro (o tan entrados en un libro). Como Rayuela, o mejor como el libro de Manuel lleno de cosas que recojo para ti, aunque ya había perdido la costumbre: plumas, piedritas, recortes, fotos, y varios hilitos o piolines conectándolo todo como un web sin electricidad. Hecho solo de palabras, complicidad y de mucho de lo mismo que están hechos los sueños. Estoy pensando en París, huele bien a café, tabaco negro, niebla, rio, casas viejas, y tu vas por los cafés como Oliveira, leyendo, escribiendome una carta larga que nunca me envías, buscando tantas cosas o como la Maga descubriendolas. Te comienzo a imaginar ahí, en un lugar imaginario. Todo se esfuma cuando tocas la superficie del agua y el sonido dibuja círculos. Esta idea de escribirte cartas tiene su encanto: da la oportunidad de usar tantas palabras que no pueden decirse durante el dia, y citar descaradamente, ya que en el fondo, espero que lo lea un(a) cortaziano(a) como tu. Sin embargo estás en París ¿no crees que es demasiada distancia?. Y se supone que Internet acorta las distancias (la globalización y todo eso) pero me parece que estás cartas hacen un viaje muy complicado, lleno de saltos y zambullidas. Cartas, que son tambien como animales (pero más lentos que los conejos del cuento) de un bestiario en que las descripciones de los animales superan con mucho a los animales mismos. |