ESTAMOS EN UN MUNDO
DONDE SIEMPRE PODEMOS SER DETENIDOS POR SOSPECHA
(JORGE TELLIER)
 
Por Cristóbal Bianchi.
 
Los pacos persiguen. Los estudiantes incendian la maleza de las calles. Y en el derecho humano de una piedra con sangre y conchetumadre, dibujan la violencia. Los pacos corren mientras la molotov riega sus llamas. Los pacos disparan y en la trinchera invisible de su condición, disfrazan sus modales en la carabina que mata dos veces. Malos modales. ¿ Necesita un paco buenos modales?. Los pacos se consuelan convencidos de la identidad emblemática que les refleja ese curioso hábito humano para no caerse horribles a sí mismos. 
Todos vivimos con ellos al enfrentar nuestra vida a la presencia despreciable de su poder. Porque así es el vinculo cotidiano con estos tipos, una continua  lucha con aquel que, para mantener el orden callejero, prolonga su espíritu en ese perro policial adicto a las drogas. Además de portar armas son serios, no ríen, no hablan mucho, te revisan, te manosean y de vez en cuando te cuentan una historia de sus gustos y aspiraciones. 

Después del tiroteo en una micro protagonizado por los pacos y unos terroristas que asaltaron un banco, frente al centro comercial Apumanque en Santiago de Chile, podemos decir que los pacos ¿están preparados para portar armas?. Ese día se disparó a diestra y siniestra y murieron los terroristas y un grupo de gente por el solo hecho de viajar en esa micro ¿ Están preparados realmente para trabajar con criterio e inteligencia en estas situaciones?. 

 
El sentido común dice que los pacos son necesarios y que en el árbol del bien y del mal comen de la bondad, pero en esa intuición no existe el criterio que, para comportarse con personas en situaciones apremiantes - como sacar un parte, ordenar el tránsito, vigilar la entrada y salida de una estadio lleno, etc. -, lo importante es la disposición y la actitud que te permita resolverla de modo conveniente y respetuoso. Los pacos se vuelven tan locos y agresivos como la masa. Gritan igual, corren igual, garabatean igual, se disfrazan igual y enmascarados en esos camiones bélicos que tiran agua con mierda pretenden lograr un orden, que  siempre es  momentáneo. Siempre quedan bien parados, al menos públicamente. Siempre su labor se evalúa como intachable y eso aparte de ser hipócrita, es mentira porque cada vez que un paco se comporta mal y  se hace público lo dan de baja, como si fuera una falla institucional específica, un desliz, un desviado entre tantos buenos ejemplos. 
Los pacos provienen de instituciones que alaban y mistifican el ejercicio de la guerra, la defensa y el orden entendido como un lugar donde todos hacen cola calladitos para luego volver a sus casas y almorzar en familia. En este tipo de lugares las armas son un mal necesario, un sálvese quién pueda y la disciplina un valor que como una fantasía erótica vuela entre sus papeles y sus cabezas. Como en todas las cosas generalizar suele no ser apropiado, pero es humano y  concluimos, obviamente, que no todos los pacos son iguales y que existen tipos de pacos. El paco que acompaña el traslado de un político importante no es el mismo que aquel que frena a los estudiantes en la Alameda. Y no es lo mismo manejar una moto BMW que un zorrillo, y así sucesivamente. 

Lo que más enerva es el estilo de planificación y decisión de su labor. Cuando se les ocurrió arrestar por sospecha la idea fue guiarse por el criterio  que le sobrevenía al paco en cualquier punto de la ciudad y ante cualquier situación. Y fue tan vergonzoso poner a prueba el ojo clínico de un paco que el proyecto terminó con más de la mitad de los jóvenes en la capacha  tratando de  justificar por qué no eran delincuentes. Más encima el trato en estas situaciones casi siempre está cargado de arribismo, agresividad y en otros más raros, si te toca ser rubio, tener el pelo largo o estudiar en la universidad te tratan con sinuosas intenciones mientras te acusan de irresponsable y acomodado. 

Siempre en el proceso de aprender un sistema existe un margen y una probabilidad de error. Esto significa que no todos los miembros de semejante proceso aprenden lo que pueden aprender. Eso ocurre también con los pacos, es decir, si se filtra un perverso o un psicópata pronto será dado de baja con el consuelo de que éstos ejemplos caen en el espacio permitido por el margen de incertidumbre que traspasa los proyectos educativos. Sin embargo, si evaluamos, si hacemos una lista y reunimos toda la negligencia que puede llegar a manifestar un paco (maltrato, empujones, faltas de respeto, manoseo, balines de plástico, piedras lacrimógenas, etc.) lo más seguro sería encontrar una cantidad de errores y pifias institucionales que exceden este margen de consuelo y nos veríamos en la obligación de dar de baja a muchos pacos que siguen abusando y, sin duda, terminarían (como yo): juzgando con desconfianza la efectividad de esta institución. 

En las superficies reposan las modas, maquillajes, ciertos gestos y todo el cuerpo de artefactos que retocan la imagen que a otros devolvemos. De estar forma muchos utilizan la transformación de la imagen para acceder con facilidad a otros. Fue así como los pacos, que no están ajenos a estos mecanismos, cambiaron del color negro al verde, lanzaron un coro con ecos estilo campaña política por la radio y siempre en función de la masa - que es mostrada como culpable de que ellos existan-; aparecen galopando a caballo, cayendo de helicópteros, o bien, cruzando la pantalla en las motos a todo terreno con sonrisa de modelo Calvin Klein, siempre listos para salvaguardar tu vida cotidiana. Pero la realidad está muy lejos  de la imagen, que apenas alcanza a mostrar un espejismo engañoso de lo que somos. Nunca se ubica donde realmente estamos y deja el espacio para las debilidades que terminan haciendo de los pacos personajes escondidos tras una insignia, un chaleco anti-balas, un gorrito que les da permiso para hacer de todo casi sin responsabilidad de sus actos. 
 

 
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