Muchos de los que formamos parte del colectivo de profesores universitarios
contratados hemos superado varios concursos públicos (beca de investigación,
ayudante de facultad, asociado A6, Asociado A9). Realizando nuestra tesis
doctoral soportamos buena parte de la carga docente de la universidad española, a
menudo en asignaturas de nueva creación emanadas de nuevos planes de estudio,
y participamos en proyectos de investigación multiplicando nuestro tiempo, ya que
sufrimos el mal juvenil de la preocupación por la docencia bien impartida. Además,
después de varios años (en mi caso 10), nos jugamos a una carta nuestro futuro
laboral en unas oposiciones donde nos podemos enfrentar con algún investigador a
tiempo completo que no haya impartido una clase en su vida. Y si ganamos la
plaza, parece que somos producto de una aberración, la endogamia.
Para entender mejor el problema habría que hablar mejor de exogamia. Y para
entenderlo mejor todavía, habría que acudir a la falta de financiación de la
investigación en España, que motiva que instituciones como el CSIC, o, en general,
las familias científicas, busquen hueco para sus investigadores, carentes, en la
mayor parte de los casos, de la más mínima preparación docente.
La formula: alteración en el sistema de oposiciones, tanto en la composición del
tribunal como en las pruebas, incluyendo una oscura tercera prueba que
incrementará notablemente el margen de maniobra de los tribunales.
Mientras tanto, los profesores contratados no solamente vemos cómo nos rehuye
nuestra legítima estabilización sino que además nos vemos sometidos a una intensa
campaña de desprestigio (żalgún despistado piensa que el artículo en Nature o el
reportaje de EL PAÍS no son producto del amiguismo?) como si en lugar de ser
los que mantenemos a la Universidad funcionando fuéramos la causa de sus
problemas.
Málaga (España)
26/01/99