Diciembre 2001


Entrevista

Juan José Arreola.


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-Finalmente, a los lectores les gustaría saber en qué trabaja usted por ahora.
¿Podría decirlo?

-Anoche se me ocurrió algo, pero no sé, no sé...

-Dígalo usted de todas maneras.

-Se trata de algo así como una ballena. Es la esposa de un joven poeta, digamos, de un hombre común y corriente.

-¡Ah, ya! La ballena que se comió a Jonás.

-Sí, sí, pero no sólo a Jonás. Es una especie de ballena total que lleva dentro de sí a todos los peces que se han ido comiendo uno a otro, claro, siempre el más grande al más chico, y comenzando por el microscópico infusorio.

-¡Muy bien, muy bien! Yo también pensaba de niño en un animal así, pero creo que era más bien un canguro cuya bolsa...

-Bueno, en realidad no tendría yo inconveniente en cambiar la imagen de la ballena por la del canguro. Me simpatizan los canguros, con esa gran bolsa en que bien puede caber el mundo. Sólo que, sabe usted, tratándose de la esposa de un joven poeta, es mucho más sugerente la imagen de la ballena. Una ballena azul, si usted prefiere, para no dejar a un lado la galantería.

-¿Y cómo nació en usted tal idea?

-Es dádiva del mismo poeta, esposo de la ballena.

-¿Cómo es eso?

-En uno de sus poemas más bellos se concibe a sí mismo como una rémora pequeñita adherida al cuerpo de la gran ballena nocturna, la esposa dormida que lo conduce en su sueño. Esa enorme ballena femenina es más o menos el mundo, del cual el poeta sólo puede cantar un fragmento, un trozo de la dulce piel que lo sustenta.

-Me temo que sus palabras desconcierten a nuestros lectores. Y el señor director, usted sabe...

-En tal caso, dé usted un giro tranquilizador a mis ideas. Diga sencillamente que a todos, a usted y a mí, a los lectores del periódico y al señor director, nos ha tragado la ballena. Que vivimos en sus entrañas, que nos digiere lentamente y que poco a poco nos va arrojando hacia la nada...

-¡Bravo! No diga usted más; es perfecto, y muy dentro del estilo de nuestro periódico. Por último ¿podría cedernos una fotografía suya?

-No. Prefiero dar a usted una vista panorámica de la ballena. Allí estamos todos. Con un poco de cuidado se me puede distinguir muy bien -no recuerdo exactamente dónde- envuelto en un pequeño resplandor.




Juan José Arreola: BESTIARIO. México, Joaquín Mortiz, 1972, 103-104. Edición original: UNAM, 1959.



Gesqui



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