(fragmento)
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
1.
Angustiosa situación religiosa en Alemania
Con viva
angustia y estupor siempre creciente venimos observando la Iglesia y el
progresivo exacerbarse ha largo tiempo el camino doloroso de la opresión de los fieles que le han permanecido leales en el espíritu y en la acción, en el país y en
medio del pueblo al que SAN BONIFACIO llevó un día el luminoso y feliz mensaje
de Cristo y del Reino de Dios.
Esta Nuestra angustia no ha sido aliviada por los relatos concordantes con la realidad que nos hicieron, como es su deber, los Reverendísimos representantes del Episcopado, al visitarnos durante Nuestra enfermedad. Junto con muchas noticias que Nos proporcionaron consuelo y esperanza acerca de la lucha sostenida por sus fieles con motivo de la religión, no pudieron, no obstante el amor a su pueblo y a su patria y la solicitud de expresar un juicio bien ponderado, pasar en silencio otros innumerables sucesos tristes y reprobables. Cuando Nos hubimos oído sus informes, llenos de un profundo agradecimiento a Dios, pudimos exclamar con el Apóstol del amor: No tengo dicha mayor que la que siento cuando oigo decir: Mis hijos caminan en la verdad[2]. Pero la franqueza que corresponde a la grave responsabilidad de Nuestro Ministerio Apostólico y la decisión de presentar ante vosotros y ante todo el mundo cristiano la realidad en toda su crudeza exigen que añadamos: No tenemos mayor ansiedad ni más cruel aflicción pastoral que cuando oímos decir: muchos abandonan el camino de la verdad[3].
2.
El Concordato
Cuando Nos, Venerables Hermanos, en el verano de 1933, a pedido del Gobierno
del Reich, aceptamos reasumir las deliberaciones para un Concordato, fundado en un proyecto elaborado varios años antes, y llegamos de
este modo a un solemne acuerdo que fue satisfactorio para todos vosotros, estuvimos
inspirados por la indispensable solicitud de tutelar la libertad de la misión
salvadora de la Iglesia en Alemania[4]
y de asegurar la salvación de las almas a Ella confiadas, y al mismo tiempo por
un leal deseo de prestar un servicio de capital interés al desenvolvimiento pacífico
y al bienestar del pueblo alemán.
3.
Las intenciones del Papa
No obstante muchas y graves preocupaciones llegamos, no sin esfuerzo, a la
determinación de dar nuestro consentimiento. Queríamos evitar a nuestros
fieles, a nuestros hijos y a nuestras hijas de Alemania, en lo
humanamente posible, las tensiones y las tribulaciones que, en caso
contrario, eran de esperarse con toda certidumbre, dadas las condiciones de
los tiempos. Queríamos asimismo demostrar con los hechos a todos que Nos,
buscando solamente a Jesucristo y
lo que a él pertenece, a nadie rehusamos, a menos que él mismo lo rechace,
la mano pacífica de la Madre Iglesia.
4.
La culpa de la lucha no es de la Iglesia
Si el árbol de la paz, plantado por Nos en tierra alemana con intención
pura, no ha producido los frutos que Nos esperábamos en interés de vuestro
pueblo, no habrá nadie que tenga ojos para ver y oídos para oír, que
pueda decir que la culpa es de la Iglesia y de su Supremo Jerarca. La
experiencia de los años transcurridos pone en evidencia las responsabilidades y
descubre maquinaciones que desde un principio sólo se propusieron una lucha
hasta el aniquilamiento. En los surcos en que Nos hemos esforzado en arrojar
la semilla de la verdadera paz, otros arrojaron –como el inimicus homo
de la Sagrada Escritura[5]– la cizaña de la
desconfianza, de la discordia, del odio, de la difamación y de una aversión
profunda, oculta o manifiesta, contra Jesucristo y su Iglesia, desencadenando una lucha que
se alimentó en mil diversas fuentes y se sirvió de todos los medios.
Sobre ellos y solamente sobre ellos y sus protectores ocultos o
manifiestos recae la responsabilidad de que sobre el horizonte de Alemania no
parezca el arco iris de la paz, sino el oscuro nubarrón precursor de destructoras
luchas religiosas.
5.
El espíritu de conciliación de la Iglesia y de la mala fe de los adversarios
Venerables
Hermanos, no Nos hemos cansado de manifestar a los dirigentes responsables
de los destinos de vuestra nación las consecuencias que habrían de derivarse
necesariamente de la tolerancia, o lo que es peor aún, del fomento de esas
corrientes. Todo lo hemos intentado en defensa de la santidad de la
palabra dada solemnemente, de la inviolabilidad de las obligaciones libremente
contraídas, contra teorías y prácticas que, oficialmente admitidas, harían
perder toda confianza y menoscabar intrínsecamente toda palabra para lo
porvenir. Si llegare el momento de exponer a los ojos del mundo Nuestros
esfuerzos, todas las personas de conciencia sabrán dónde se han de buscar
los defensores de la paz y dónde sus perturbadores. Todo el que haya
conservado en su alma un residuo de amor a la verdad y en su corazón una
sombra del sentido de justicia deberá admitir que en los años difíciles y llenos
de vicisitudes que siguieron al Concordato, todas Nuestras palabras y Nuestras
acciones tuvieron por norma la fidelidad a las estipulaciones aceptadas. Y
deberá también reconocer, con estupor y con íntima repulsión, cómo
de la otra parte se ha erigido como norma ordinaria desfigurar arbitrariamente
los pactos, eludirlos, quitarles su contenido y finalmente violarlos más
o menos abiertamente.
6.
La moderación es hija del amor pastoral y no de la debilidad
La moderación mostrada por Nos hasta ahora, no obstante todo esto, no Nos fue
sugerida por interesados cálculos terrenales, ni mucho menos por debilidad,
sino simplemente por la voluntad de no arrancar juntamente con la cizaña
también alguna hierba buena, por la decisión de no pronunciar públicamente un
juicio antes de que los ánimos estuviesen maduros para reconocer su
necesidad, y por la determinación de no negar definitivamente la
fidelidad de otros a la palabra dada, antes que el duro lenguaje de la
realidad hubiese arrancado los velos con que se ha querido y se trata aún
de ocultar, de acuerdo con un plan preestablecido, el ataque contra la Iglesia.
7.
Pese a los ataques, esperanza
Y aun en estos
momentos en que la lucha abierta contra las escuelas confesionales tuteladas
por el Concordato, y la denegación de la libertad de voto para los que tienen
derecho a la educación católica manifiestan, en un campo particularmente
vital para la Iglesia, la trágica seriedad de la situación y una nunca vista
opresión espiritual de los fieles, la paternal solicitud por el bien de las
almas Nos aconseja tener cuenta de las escasas perspectivas, que pueden todavía
existir, de un retorno a los pactos, a la fidelidad y a un acuerdo permitido por
Nuestra conciencia.
8.
Defensa valerosa de los de los derechos de la Iglesia
Accediendo
a las súplicas de los Reverendísimos Miembros del Episcopado, no Nos
cansaremos también en el futuro de defender ante los dirigentes de vuestro
pueblo el derecho violado, despreocupados del éxito o del fracaso del momento,
obedeciendo solamente a Nuestra conciencia y a Nuestro Ministerio Pastoral, no
cesaremos de oponernos a una mentalidad que trata con violencias abiertas u
ocultas de sofocar el derecho autenticado por los documentos[...]
(Fe
genuina en Dios)
10.
Rechazo del concepto panteístico y germánico de Dios
Ante todo, Venerables Hermanos, procurad que la fe en Dios, primero e
insustituible fundamento de toda religión, se mantenga pura e íntegra en el
territorio alemán. No puede ser considerado como creyente el que emplea el
nombre de Dios sólo retóricamente, sino el que da a esta venerable palabra el
contenido de una verdadera y digna noción de Dios.
Quien
identifica con indeterminación panteística a Dios con el universo, materializando
a Dios en el mundo o deificando el mundo en Dios, no pertenece a los
verdaderos creyentes.
Ni
tampoco es creyente quien, siguiendo una así llamada doctrina precristiana
del antiguo germanismo, pone en lugar del Dios personal el hado ciego e
impersonal negando la sabiduría divina y su providencia
que con fuerza y suavidad
domina el mundo del uno hasta el otro confín[6]
el que así piensa no puede pretender que sea considerado como un verdadero
creyente.
Si
es verdad que la raza o el pueblo, el Estado o una de sus formas determinadas,
y los representantes del poder estatal u otros elementos fundamentales de la
sociedad humana tienen en el orden natural un puesto esencial y digno de
respeto; con todo, quienes sacándolos de la escala de los valores terrenales
los elevan a la categoría de suprema norma de todo, aun de los valores
religiosos, y divinizándolos con culto idolátrico, pervierten y falsifican
el orden creado e impuesto por Dios, están lejos de la verdadera fe en Dios y
de una concepción de la vida conforme con ella. [...]
12.
Reprobación de términos “Dios nacional” y “Religión nacional”
Solamente espíritus superficiales pueden caer en el error de hablar de un dios
nacional y de una religión nacional, e intentar la loca empresa
de aprisionar en los límites de un solo pueblo y en la estrechez de una sola
raza a Dios, Creador del mundo, rey y legislador de los pueblos, ante cuya
grandeza las naciones son pequeñas como gotas de agua en un arcaduz.
(Fe
genuina en Jesucristo)
16.
Jesucristo es la plenitud de la revelación divina
En
Jesucristo Hijo de Dios encarnado, se manifestó la revelación divina en toda
su plenitud. De diversas maneras
y en variadas formas en otros tiempos habló Dios a las antepasados por
medio de los profetas. En la plenitud de los tiempos nos ha
hablado a nosotros por medio del Hijo[7].
Los libros santos del Antiguo Testamento son palabra de Dios y parte
orgánica de su revelación. Conforme con el desenvolvimiento gradual de la
revelación, en ellos se contempla la aurora del tiempo que debía preparar el
radiante mediodía de la redención. En algunas de sus partes se habla de la
humana imperfección, de su debilidad y del pecado, como debía necesariamente
ser al tratarse de libros de historia y de legislación. A más de cosas
nobles y sublimes, hablan esos libros de la tendencia superficial y material que
se manifestó en varias ocasiones en el pueblo de la antigua alianza, depositario
de la revelación y de las promesas de Dios. Pero la luz divina del camino
de la salvación que al fin triunfa de todas las debilidades y pecados, no
obstante la debilidad humana de que habla la historia bíblica, no puede menos
de resplandecer aun más luminosamente ante los ojos de toda persona no cegada
por prejuicios y por la pasión.
Y justamente sobre este fondo a menudo oscuro,
la pedagogía de la salvación eterna presenta perspectivas que al mismo
tiempo dirigen, amonestan, sacuden, Levantan y tornan felices.
17.
El valor del Antiguo Testamento
Solamente
la ceguera y la terquedad pueden cerrar los ojos ante los tesoros de saludables
enseñanzas escondidas en el Antiguo Testamento.
Por tanto el que pretende que se expulsen de la Iglesia y de la escuela la
historia bíblica y las enseñanzas del Antiguo Testamento, blasfema de la
palabra de Dios, blasfema del plan de salvación del Omnipotente y erige en juez
de los planes divinos un estrecho y restringido pensamiento humano. Niega la
fe en Jesucristo, aparecido en la realidad de su carne, que tomó la naturaleza
humana en un pueblo que después había de crucificarlo. No comprende el drama
universal del Hijo de Dios que al delito
de sus verdugos opuso, a fuer de sumo
sacerdote, la acción divina de la muerte redentora, con lo cual dio cumplimiento
al Antiguo Testamento, lo consumó y lo sublimó en el Nuevo Testamento. [...]
18.
Jesucristo es el verdadero y único Salvador
La revelación divina que culminó en el Evangelio de Jesucristo
es definitiva y obligatoria para siempre, y no admite apéndices de origen
humano y mucho menos sustitutos de “revelaciones” arbitrarias
que algunos publicistas modernos pretenden hacer derivar del así llamado
mito de la sangre y de la raza. Desde que Jesús, el Ungido del Señor, ha
consumado la obra de redención, quebrantando el dominio del pecado y mereciéndonos
la gracia de ser hijos de Dios, no ha sido dado a los hombres ningún otro
nombre bajo el cielo para ser bienaventurados sino el nombre de Jesús[8].
Aun cuando un hombre llegara a acumular en sí todo el saber, todo el poder y
toda la potencia material de la
tierra, no
puede colocar otros fundamentos
que los que Jesucristo colocó[9].
Por tanto, el que con sacrílego desconocimiento de la diferencia esencial
entre Dios y la creatura, entre el Hombre-Dios y el simple hombre, osare poner
junto a Jesucristo, Y lo que es peor aún, sobre Jesucristo
o contra Él, a un simple mortal, aun cuando fuere el mayor de todos los
tiempos, sepa que es un profeta de quimeras al que se aplican terriblemente
las palabras de la Escritura: el que habita en tos cielos se ríe de ellos[10].
(Fe
genuina en la Iglesia)
19.
La Iglesia una y universal
La fe en Jesucristo no podrá
mantenerse pura e incontaminada si no está sostenida en la fe en la Iglesia,
columna y fundamento de la verdad[11] y defendida por ella. El
mismo Jesucristo, Dios bendito por
toda la eternidad, ha levantado esa columna de la fe, y su mandato de escuchar
a la Iglesia[12]
y de sentir de acuerdo con las palabras y los mandamientos de la Iglesia, que
son sus palabras y sus mandamientos[13]
vale para todos los hombres de todos los tiempos y de todas las naciones.
[...]
(Fe
genuina en el Primado)
24.
El Primado, manantial de fuerza y de unidad católica
La fe en la Iglesia no se mantendrá pura e incontaminada si no se apoya en la
fe en el Primado del Obispo de Roma. En el momento mismo en que Pedro, anticipándose
a los demás Apóstoles y discípulos, manifestó su fe en Cristo Hijo de Dios
Viviente, el anuncio de la fundación de su Iglesia, de la única Iglesia, sobre
Pedro, la piedra[14], fue la respuesta
de Cristo, que lo recompensó de su fe y de haberla profesado. Por consiguiente,
la fe en Cristo, en la Iglesia y en el Primado están unidas en un estrecho y
sagrado vínculo de interdependencia.
En
todas partes, una autoridad genuina y legal es un manantial de fuerza, una
defensa contra el resquebrajamiento y la disgregación, una garantía para lo
porvenir. Eso se verifica en el sentido más alto y noble cuando, como en el
caso de la Iglesia, a tal autoridad ha sido prometida la asistencia sobrenatural
del Espíritu Santo y su invencible apoyo. Si personas que ni siquiera están
unidas por la fe en Cristo os atraen y halagan con la proposición de una“iglesia
nacional alemana”, sabed que seguiríais no es más que renegar de la única
Iglesia de Cristo, una apostasía manifiesta del mandato de Cristo de
evangelizar a todo el mundo, lo que tan sólo una Iglesia universal puede cumplir.
El desarrollo histórico de otras iglesias nacionales, su aletargamiento
espiritual, su ahogo y su sometimiento a los poderes laicos manifiestan la desoladora
esterilidad de que con certeza ineluctable está herido el sarmiento arrancado
del tronco vivo de la Iglesia. Todo el que desde el principio opone su alerta e
inconmovible no a tan equivocados intentos, presta un inapreciable servicio no
solamente a la pureza de su fe, sino también a la vida sana y vigorosa de su
pueblo.
38.
Invitaciones falaces Y persecuciones
Representantes de aquel Maestro que en el Evangelio dijo a un joven: si
quieres entrar en la vida eterna, observa los mandamientos[15]
dirigimos una palabra particularmente paternal a los jóvenes.
Por
mil medios se os está repitiendo hoy un evangelio que no ha sido revelado por
el Padre celestial; millares de plumas escriben al servicio de un fantasma de
cristianismo que no es el cristianismo de Jesucristo. La tipografía y las
radios os acosan diariamente con
producciones de contenido contrario a la fe y a la Iglesia, y brutalmente y
sin respeto atacan todo lo que para vosotros debe ser sagrado y santo. Sabemos
que muchos de vosotros a causa de su adhesión a la fe y a la Iglesia y de su
afiliación a asociaciones religiosas tuteladas por Concordato han debido y
deben atravesar tristes períodos de desconocimiento, de sospecha, de vituperio,
de acusaciones de antipatriotismo y de múltiples perjuicios en su vida
profesional y social. Sabemos asimismo como mochos soldados ignotos de Jesucristo
se hallan en vuestras filas que, con el corazón despedazado, pero erguidos,
soportan su suerte y encuentran confortación tan sólo en el pensamiento de
que sufren contumelia por el nombre de Jesucristo[16].
39.
La juventud “estatal” y los derechos personales.
Hoy que amenazan nuevos peligros y nuevas dificultades decimos a estos jóvenes:
Si alguien quiere anunciaros un evangelio distinto del que habéis recibido sobre
las faldas de una piadosa madre, de los labios de un padre creyente, de la enseñanza
de un educador fiel a Dios y a su Iglesia, que sea anatema[17].
Si el Estado organiza a la juventud en una asociación nacional
obligatoria para todos[18],
entonces, salvos siempre los derechos de las asociaciones religiosas, los
jóvenes tienen el derecho obvio e inalienable, y con ellos los padres
responsables ante Dios, de exigir que esta asociación no tenga tendencias
hostiles a la fe cristiana y a la Iglesia, tendencias que hasta hace poco y aun
actualmente ponen a los padres creyentes en un insoluble conflicto de conciencia,
porque no pueden dar al Estado lo que se les pide en nombre del Estado sin quitar
a Dios lo que a Dios pertenece[19].
40.
La verdadera libertad y heroísmo genuino
Nadie piensa en poner ante la juventud alemana tropiezos en el camino que
debe conducir a una verdadera unidad nacional y fomentar un noble amor por la
libertad y una indisoluble consagración a la patria.
A lo que Nos oponemos y debemos oponernos es al conflicto querido y sistemáticamente
exacerbado, con la separación de estas finalidades educativas de las
religiosas. Por eso decimos a esos jóvenes: cantad vuestros himnos de libertad,
pero no os olvidéis que la verdadera libertad es la libertad de los hijos de
Dios. No permitáis que la nobleza de esta libertad insustituible se pierda en
los lazos serviles del pecado y de la concupiscencia. No es lícito al que canta
el himno de fidelidad a la patria terrena convertirse en tránsfuga y traidor
con la infidelidad a su Dios, a su Iglesia y a su patria eterna. Os hablan
mucho de grandeza heroica, contraponiéndola intencionada y falsamente a la
humildad y a la paciencia evangélicas, pero ¿por qué os ocultan que también
se da un heroísmo en la lucha moral y que la conservación de la pureza
bautismal representa una acción heroica que debiera premiarse en el campo tanto
religioso como natural? Os hablan de fragilidades humanas en la historia de la
Iglesia, y ¿por qué os esconden las grandes proezas que, en el correr de los
siglos, consumaron los santos que ella produjo, y los beneficios que obtuvo la
cultura occidental por la unión vital entre la misma Iglesia y vuestro pueblo?
41.
Robustecimiento corporal y santificación del Domingo
Mucho
os hablan de gimnasia y de deporte, que usados en su justa medida dan gallardía
física, lo cual no deja de ser un beneficio para la juventud, pero se asigna
hoy con frecuencia a los ejercicios físicos tanta importancia que no se tiene
en cuenta ni la formación integral y armónica del cuerpo y del espíritu, ni el conveniente cuidado de la vida de familia, ni el mandamiento de
santificar el día del Señor. Con indiferencia que raya en desprecio, se despoja
al día del Señor del carácter de sagrado recogimiento cual corresponde a la
mejor tradición alemana. Confiamos que los jóvenes católicos alemanes, en el
difícil ambiente de las organizaciones obligatorias del Estado, sabrán
reivindicar categóricamente su derecho a santificar cristianamente el día del
Señor. Que el cuidado de robustecer el cuerpo no les haga echar en olvido su
alma inmortal, que no se dejen dominar por el mal, sino que venzan el mal con
el bien[20], y por último se
propongan cuál nobilísima meta la de conquistar la corona de la victoria en el
estadio de la vida eterna[21].
Aquel que escudriña los corazones y las entrañas[22]
nos es testigo de que Nos no tenemos aspiración más íntima que la del
restablecimiento de una paz verdadera entre la Iglesia y el Estado en
Alemania. Pero si, sin culpa de parte Nuestra, la paz no llega, la Iglesia de
Dios defenderá sus derechos y sus libertades, en nombre del Omnipotente cuyo
brazo tampoco hoy se ha acortado. Llenos de confianza en el no cesamos de
rogar y de invocar[23]
por vosotros, hijos de la Iglesia, a fin de que los días de la tribulación
sean acortados y permanezcáis fieles hasta el día de la prueba, y también a
los perseguidores y opresores conceda el Padre de todas las luces y de
toda misericordia la hora del arrepentimiento propio y el de todos los que con
ellos erraron y yerran.
52.
Bendición Apostólica
Con esta plegaria en el corazón y sobre los labios, Nos impartimos, como prenda
de divina ayuda, como apoyo en vuestras decisiones difíciles y llenas de responsabilidades,
como sostenimiento en la lucha, como consuelo en el dolor, a vosotros, obispos,
pastores de vuestro pueblo fiel, a los sacerdotes, a los religiosos, a las apóstoles
laicos de la Acción Católica y a todos vuestros diocesanos y no en último
lugar a las enfermos y a las presos, con amor paternal, la Bendición Apostólica.
Dado en el Vaticano en el Domingo de Pasión, el 14 de marzo de 1937.
PÍO PAPA XI.
Notas
[1] Tomado de Colección Completa [de] Encíclicas pontificas. 1832-1965, 4ª edición, I, Buenos Aires Guadalupe, s. f., 1466-1481. Edición original en AAS 29 (1937) 145-167.
Trascripción y selección: Fr. Ricardo W. Corleto OAR. Tomo de la edición castellana las referencias bíblicas y la división en párrafos temáticos.
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