En la Cumbre de Río de 1992, los países industrializados se comprometieron a avanzar hacia el objetivo de dedicar el 0,7% de su PIB para ayuda al desarrollo de los países pobres. Casi 10 aņos después, la media real dedicada apenas llega al 0,3%. Las únicas y honrosas excepciones corresponden a Suecia, Holanda y Noruega, mientras EE.UU. no llega ni al 0,2%. La hipocresía de los países avanzados parece no tener límite. Además, la deuda externa ahoga a los países, que deben dedicar ingentes partes de su presupuesto a satisfacer los créditos concedidos por el primer mundo. Esto sólo tiene un nombre: USURA e HIPOCRESIA. Con el mismo talante de EE.UU. en Río, los hiperbóreos nos comprometemos a dejar de pensar que el principal precursor de la atrocidad del 11 de septiembre es el propio pueblo americano. Dios bendiga a América (pero ojalá que el muy hijoputa se acuerde de Guatemala, Venezuela u Honduras, por poner algún ejemplo, y no sólo de California, Florida o Rhode Island...)