NOTA SOBRE LA INVESTIGACIÓN RACIONALISTA
Hermelinda Camacho, José Padrón
Maracaibo, Junio 2000
Como se sabe, son muchos y divergentes los puntos de vista acerca de la investigación en general y, más en particular, en Ciencias Sociales. Lo demuestran las célebres disputas ocurridas desde 1922 a propósito de la constitución del llamado “Círculo de Viena”, pasando por las argumentaciones de Popper y sus alumnos, junto a las posturas de la “Escuela de Frankfurt”, hasta llegar a las actuales confrontaciones alrededor de conceptos tales como “cualitativo vs cuantitativo”, “comprensión vs explicación”, “objetividad vs subjetividad”. Lo evidencia también, la gran cantidad de “ismos” existentes en la Filosofía y Metodología de la Ciencia: realismo, idealismo, instrumentalismo, convencionalismo, operacionalismo, empirismo, racionalismo, inductivismo, deductivismo.
A tal punto ocurren estas divergencias que hasta ahora nadie tiene la autoridad suficiente como para dictar un canon estricto y específico respecto a cómo debe investigarse, más allá de aquel acuerdo generalizado según el cual la investigación es un proceso de producción de conocimientos esencialmente comunicable, replicable, evaluable y sometible a pruebas de fiabilidad. Más allá de ese acuerdo fundamental, la superación de las divergencias subsiguientes, las que surgen a partir de dicho acuerdo, suele resolverse en la práctica cuando los investigadores conforman comunidades académicas alrededor de ciertas hipótesis epistemológicas y metodológicas y se dedican a producir conocimientos dentro de su área, esperando que el éxito de dichas producciones respalde o aumente progresivamente la confiabilidad de aquellas hipótesis de trabajo.
Todo esto tiene dos implicaciones de interés: la primera es que cualquier investigación y cualquier tesis doctoral está en la obligación de legitimar sus propios modos de abordaje y de resolución, frente a la gran divergencia de criterios existentes. La segunda implicación es que, justo para lograr esa legitimación, toda investigación debe definir y declarar sus orientaciones de trabajo a partir de un cierto marco de convicciones epistemológicas y metodológicas que es compartido por la comunidad académica en la que dicha investigación se inscribe y que, además, tiene evidentes referencias dentro de la historia de la ciencia y del desarrollo académico mundial.
Así, las investigaciones se analizan, interpretan y evalúan sólo a partir de esas definiciones epistemológicas y de ese marco de convicciones. La calidad de un trabajo académico será siempre determinable por relación con esa posición y esas definiciones epistemológicas y no por relación a otras convicciones diferentes. Podrá discutirse acerca de esa orientación epistemológica frente a otras opciones y podrá también estarse en desacuerdo con ella, pero ésa será una discusión muy diferente a la discusión sobre la calidad del trabajo y de sus logros. Esta última es la que resulta significativa a la hora de interpretar y examinar un estudio cualquiera, atendiendo al grado de consistencia y coherencia con respecto a sus marcos epistemológicos y a la magnitud de sus logros con respecto a las expectativas de la comunidad académica que comparte esos mismos marcos.
Evidentemente, como ya se dijo, es importante que esos lineamientos de fondo tengan referencias claras dentro de la historia de la ciencia, es decir, que se encuentren apoyados por otras investigaciones de reconocido éxito en el plano mundial, que también se hayan fundamentado en los mismos lineamientos.
Uno de estos lineamientos es el que se fundamenta en mecanismos de razonamiento, que parte de cuadros teóricos más que de la observación de regularidades y frecuencias y que, por encima de las vías inductiva e introspectiva, prefiere la vía de la deducción y la argumentación rigurosa. "Racionalismo" ha sido una de las expresiones clásicas con las que se ha designado este abordaje investigativo (a veces, también, "deductivismo", "teoricismo", etc.). Tiene sus máximos exponentes y defensores en autores como Popper, Bunge, Bachelard, Lakatos y muchos otros, cuyos postulados sirvieron de base a numerosas investigaciones exitosas en la historia de la Ciencia: Einstein, Mendeleiev, Dirac,,, y, en el caso de las Ciencias Sociales, Chomsky, Fodor, Austin, Vigotski y muchos otros casos más.
Se reseñarán algunos de los rasgos elementales que conforman este marco de convicciones epistemológicas, tal como se puede ver en la historia de las investigaciones y en las declaraciones de los filósofos de la ciencia adscritos a esta posición. Por razones de claridad práctica, se formularán estos rasgos en términos de convicciones no discutidas, confrontando lo que no es, con lo que es investigar:
1. Investigar no es necesariamente medir y contar ni tampoco es sólo experimentar. Investigar es, esencialmente, razonar: dados unos hechos y dado un cuerpo de conocimientos previos en torno a los mismos, todo en una relación problemática, confusa o dudosa, el científico formula grandes suposiciones o conjeturas que aclaren el problema y que expliquen los hechos, conjeturas a partir de las cuales realizará luego el trabajo de ir derivando proposiciones cada vez más finas, siempre dentro de toda una cadena de argumentaciones y razonamientos sistemáticamente controlados tanto por reglas lógicas como por evidencias observacionales. El papel de las teorías y del desarrollo teórico deductivo es, pues, lo fundamental en el proceso de investigar. Los conteos, mediciones y experimentaciones son apenas un trabajo auxiliar que sólo tiene sentido dentro de un proceso general de teorización y, eventualmente, en ciertas fases del desarrollo de los programas de investigación. Este rasgo es sintetizado en el siguiente pensamiento de Popper:
Mi epistemología implica que las ciencias no comienzan con ‘mediciones’, sino con grandes ideas y que el progreso científico no consiste en acumulación ni clarificación de hechos, sino en ideas intrépidas y revolucionarias, que entonces son sometidas a aguda crítica y examen.
2. Investigar no es necesariamente determinar probabilidades sobre la base de técnicas estadísticas. No todos los hechos se someten al marco de las probabilidades (no todos los problemas tienen naturaleza probabilística) ni tampoco se llega a adecuadas explicaciones analizando la frecuencia en que ocurren los hechos sobre la base de unas hipótesis alterna y nula. Investigar es intentar descubrir aquellas estructuras abstractas de proceso, de donde se generan los hechos particulares o que son responsables del modo en que los hechos se producen y se repiten.
3. Investigar no es necesariamente hacer trabajo de campo. Una gran parte de los fenómenos estudiados por la ciencia resultan ya conocidos por el investigador, bien sea porque están cotidianamente a su alcance o bien porque han sido ya registrados en los trabajos descriptivos de otros investigadores. Más importante que la recolección de observaciones y datos observacionales es la decisión de explicarlos mediante la argumentación y el razonamiento, vale decir, mediante la formulación de teorías, que siempre serán hipotéticas y provisionales. El razonar sobre los hechos es más importante que el operar directamente con ellos. El investigador no es esencialmente aquél que se mueve entre personas, cosas y experiencias, sino, sobre todo, el que se mueve entre ideas. La deducción, y no la inducción, es la clave del descubrimiento.
4. Investigar no es necesariamente abordar hechos que sólo sean observables directamente. La evidencia empírica no es la única garantía de la ciencia. También es posible estudiar procesos no observables (del tipo de la llamada “caja negra”), mediante la formulación de modelos que imiten el funcionamiento del proceso, aun cuando éste jamás pueda estar a la vista. La evidencia racional, aquella que se estructura en forma de argumentaciones y razonamientos, es un elemento primordial para el avance de la ciencia.
5. Investigar no es dilucidar concluyentemente un problema ni agotar exhaustivamente sus posibilidades de estudio. Más bien, las investigaciones particulares son aportes pequeños y modestos que, en conjunto, van promoviendo aproximaciones cada vez más estrechas hacia la solución. El valor de cada trabajo individual depende de la medida en que arroje alguna luz sobre el problema y en que contribuya al avance del programa de investigación en que está ubicado. En ese sentido, las conquistas y logros de la investigación serán siempre provisionales, hipotéticas, graduales y relativas a un programa o agenda colectiva de trabajo.
6. Investigar no es reflexionar libremente, sin control, ni hacer retórica persuasiva. La investigación no es especulación anárquica, aquélla respecto a cuyo contenido nadie podría decidir si es erróneo o inválido ni entender en concreto a qué realidades se está haciendo referencia. Es teorización controlada por reglas lógicas, totalmente evaluable y criticable, cuyo contenido sea falseable y cuyos errores sean detectables. La retórica, los discursos eminentemente estéticos y literarios, las intenciones de persuadir ideológicamente y de lograr comportamientos convenientes, todo ello queda excluido del trabajo investigativo. Aun cuando hay la convicción de que la ciencia ha de estar al servicio de la felicidad humana y del bienestar, su trabajo se limita a proveer las bases para ello, en forma de explicaciones y aplicaciones exitosas, pero el resto queda en manos de quienes administran el progreso social y de quienes participan en la toma de decisiones concernientes a grandes grupos humanos. En esto, la investigación tiene una naturaleza bien distinta a la del arte, la religión, el activismo social o la política.
7. La investigación no es una actividad regulable por un único e inflexible esquema de desarrollo. Los problemas de la ciencia son tan variados y pueden ser enfocados de modos tan diferentes que resulta absurdo pensar en un algoritmo de resolución, no sólo en el nivel del trabajo de búsqueda y de configuración de soluciones, sino también en el trabajo de comunicación de resultados, donde también resultan absurdos los esquemas documentales que indican qué ha de colocarse en el capítulo 1, qué en el capítulo 2, etc. Tanto los procesos de descubrimiento y justificación, así como los procesos de escritura y de comunicación de resultados, ambos constituyen invenciones particulares, diseños humanos específicos, donde lo que cuenta es la eficiencia del abordaje con respecto al problema y a los objetivos de trabajo. Una investigación será de mayor o menor calidad en la medida en que sea coherente con sus lineamientos y eficiente para unos logros planteados, pero no en la medida en que se acoja rígidamente a un determinado patrón específico previamente establecido.
Dentro de esta referencia, la investigación se entiende como un proceso de razonamiento (que resulta controlado por la lógica y la experiencia) en una fase previa a la transformación de la realidad y perfectamente delimitada con respecto a este último proceso. Además, se asume que el valor del conocimiento radica en su poder generalizante y universal, mucho más que en la consideración de situaciones particulares e históricamente circunstanciales.