‘UNA’
OPORTUNIDAD DE LIDERAZGO PERDIDA
José Padrón G.
Universidad Nacional Abierta
Boletín del Centro Audiovisual
Marzo
de 1998
Apenas
al comenzar, en los albores de los 80’, la UNA se presentaba como la mejor y más
deslumbrante oportunidad institucionalizada de revolucionar, al menos en
Venezuela, el concepto de comunicación
instruccional, asociado a contextos de aprendizaje no escolarizado.
Todavía
para esa fecha muy pocos, relativamente, sospechaban la inminencia de nuevas y
extraordinarias demandas de aprendizaje cada vez más desligadas del aula de
clase. El asunto de los aprendizajes todavía era pensado exclusivamente en términos
de escolarización y, para la gran mayoría, adiestrarse en algo implicaba casi
necesariamente inscribirse en algún curso regular dictado por alguna institución
y asistir diariamente a las sesiones grupales de entrenamiento.
Así
que, al nacer la UNA, nacían también las expectativas de nuevas tecnologías
asociadas a nuevas formas de aprendizaje, más orientadas a las posibilidades y
circunstancias individuales que a los estereotipos grupales. Aun cuando la masa
de incrédulos y escépticos era, todavía para esa fecha, bastante grande, había
unas cuantas cosas que convertían a la UNA en una verdadera oportunidad de
liderazgo. Por ejemplo:
-
la idea del profesor o del docente era sustituida por la idea de un equipo de especialistas
tanto en contenidos de aprendizaje como en procesos de instrucción y en medios
de comunicación instruccional.
-
la idea de clase en la que el docente
improvisa la lección del día según los recursos y los vaivenes del momento
grupal, era sustituida por la idea de un proceso instruccional total y
detalladamente planificado, siempre de acuerdo a los mejores estándares.
-
la idea de un discurso didáctico monótono, centrado en el docente y en la
comunicación cara-a-cara y en el texto impreso, era sustituida por la idea de
discursos multimedios, centrados en
las polifacéticas exigencias de los contenidos, en las particulares condiciones
de emisión/recepción y en el aprovechamiento de las nuevas tecnologías
comunicacionales.
Estas
tres características citadas como ejemplo no sólo provenían de simples
declaraciones de principio, sino además de estructuras organizacionales en
pleno funcionamiento: había las célebres Unidades
Integradas de Diseño, en las que el proceso de aprendizaje era ventilado
desde puntos de vista interdisciplinariamente combinados (el punto de vista del
experto en contenidos, el del diseñador de instrucción, el del evaluador y el
del especialista en medios de comunicación instruccional). Había un excelente
centro de Diseño Gráfico, una envidiable unidad de Publicaciones y... un
extraordinario departamento de producción audiovisual, con los mejores recursos
de fotografía, cine, radio y TV.
Todo
esto permitía suponer que la UNA sería la institución líder,
el gran factor de avanzada en materia de nuevas estructuras de enseñanza/aprendizaje
y en materia de respuesta tanto a las nuevas demandas de unos tiempos en
movimiento acelerado (tiempos que ya se vislumbraban en el horizonte de las
rupturas culturales) como a la convulsionada aparición de tecnologías
comunicacionales.
¿Y
qué pasó después?
Ya
lo sabemos, sobre todo los que vimos nacer y crecer esta institución. Los
cambios vinieron. Todos se convencieron de la conveniencia y necesidad de nuevas
formas de aprendizaje centradas en la circunstancia individual y en el
aprovechamiento de las nuevas tecnologías de comunicación instruccional. Las
masas llegaron a concebir muchísimos tipos de aprendizaje no formal, de
entrenamiento no universitario y no escolarizado y, al menos para estos casos,
prácticamente llegaron a renunciar a los tradicionales esquemas definidos
exclusivamente por la asistencia a clases y por un docente in situ.
Pero,
muy contrariamente a las expectativas de los 80’,
no fue la UNA la que lideró las respuestas a estos cambios. Más bien se
mantuvo perezosamente a la zaga, mientras casi todas las demás instituciones
trataban de actualizarse, prescindiendo por cierto de cualquier asesoría de la
UNA, que se suponía debía ser la experta en comunicación instruccional de
avanzada.
La
mayoría de las universidades y de los departamentos de educación de la empresa
privada implementaron sus propias estrategias de respuesta al nuevo concepto de
comunicación instruccional, mientras la UNA se anquilosaba en el ‘material
impreso’, elaborado por especialistas externos, el cual con el tiempo llegó a
convertirse en el mismo texto de aula tradicional, tristemente integrado a
cursos presenciales que los mismos estudiantes suelen contratar con docentes o
empresas educativas particulares.
Mientras
la UNA se debatía frente al falso y absurdo dilema del “texto preexistente”
vs el “texto propio”, las grandes corporaciones inventaban el Demo
y el Tutorial, sistema de orientaciones que guían al usuario hacia múltiples
fuentes y hacia ejecuciones controladas (la gran mayoría de los usuarios de
computadoras, por ejemplo, han llegado a altísimos niveles de destreza mediante
estos tutoriales, sin mencionar su rendimiento en diversas áreas de
adiestramiento empresarial).
Mientras
el Centro Audiovisual de la UNA iba siendo progresivamente echado al abandono
gracias a directivos cada vez más incompetentes y a decisiones cada vez más
torpes, las grandes corporaciones inventaban el concepto y la técnica del Hipertexto,
por vía del CD Rom y de los softwares multimedios, donde los sublenguajes de la
palabra, la imagen y el sonido se combinan estratégicamente en función de
determinados objetivos y situaciones de aprendizaje (por cierto, en la época en
que cualquiera tenía en su casa un computador 486 con kit multimedia, en todo
el Centro Audiovisual había apenas dos o tres PC con procesador 286, asignados
a las secretarias para escribir correspondencia en Word Star. Y, todavía ahora, la UNA sigue enviando másters
de video a los Centros Locales, ignorando que prácticamente todo el mundo tiene
en su casa un VHS y que, por tanto, aun sin manejar hipertextos en CD Rom, cada
estudiante podría recibir una copia individual de programas en video que él
podría consultar en su casa, en combinación con el material escrito).
¿Y
qué decir de las redes? Para la
empresa privada, los sistemas de intra/internet
son un recurso de primer orden no sólo en materia de aprendizajes y
entrenamiento, sino también en materia de comunicación organizacional en
general. Si hubiera asumido su oportunidad de líder, la UNA habría instaurado
la primera intranet educativa del país.
O hubiera incorporado total y definitivamente el correo
electrónico a los procesos de asesoría y orientación.
De
ese modo, la UNA, que unos veinte años atrás parecía llamada a ser la gran líder,
la gran especialista en torno a la comunicación instruccional, ahora se halla
en la situación de tener que aprender de todos los demás, en especial de las
grandes universidades del exterior y de las grandes corporaciones
internacionales.
Ahora
que se ha oído hablar de “repensar la UNA”, probablemente sería un
excelente punto de reflexión la pregunta de por qué la UNA perdió la
oportunidad de ser la institución líder y la organización experta en el área
de las renovaciones vinculadas al concepto de comunicación
instruccional. Y, si ya esa oportunidad quedó irremisiblemente perdida,
convendría al menos reflexionar sobre las vías para no seguir al final de la
cola, en esa actitud de pereza organizacional y hasta de involución.