ENCUENTRO DE LOS JOVENES CON EL PAPA EN EL MONTE DE LAS BIENAVENTURANZAS
(24 DE MARZO DEL 2000)
CIEN MIL JOVENES DESAFIAN LA LLUVIA Y EL FRIO PARA VER AL PAPA
El mayor encuentro organizado por la Iglesia en Israel
KORAZIM, 24 mar (ZENIT.org).- Miles de jóvenes pasaron toda la noche bajo la lluvia y el frío helador. Los que pudieron, se refugiaron en los autobuses, las escuelas, o incluso en los kibutz. Vinieron al Monte de las Bienaventuranzas para participar en el encuentro más multitudinario organizado por la Iglesia en el Estado de Israel. Sin lugar a dudas eran más de 90 mil. Algunos cálculos aseguran que su número alcanzaba los 120 mil. Probablemente sólo el funeral de Isaac Rabin ha reunido a tantas personas en este país.
Mientras esperaban al Papa, Kiko Argüello, fundador del Camino Neocatecumenal, cantaba y tocaba la guitarra junto a un grupo de jóvenes que le acompañaban con instrumentos (clarinetes, laúdes, guitarras...).Grupos de chicos y chicas bailaban en círculo. El comentarista de la televisión del Estado de Israel se preguntó: «¿Por qué han venido todos estos jóvenes a ver al Papa?».
La mitad, unos 50 mil, eran miembros de las comunidades neocatecumenales de
todo el mundo. El Camino ha creado en estas colinas la «Domus Galilaeae» (Casa de Galilea), un gran centro de formación para sacerdotes y seminaristas que fue inaugurado hoy por el Papa antes de celebrar la Eucaristía. La otra mitad eran chicos y chicas de otros movimientos e instituciones eclesiales, como Comunión y Liberación, los Focolares, o el Opus Dei, así como de parroquias y diócesis del mundo. En total, se encontraban representados ochenta países. Con su presencia en Tierra Santa, con el cansancio agotador de la espera y de la celebración, Juan Pablo II quería lanzar un mensaje gráfico al mundo: la paz en Oriente Medio necesita una nueva generación. La gran sorpresa fue la significativa participación de cristianos ortodoxos, judíos y musulmanes, que conviven con las comunidades cristianas locales.El escenario no podía ser el más adecuado. En este mismo monte --más bien una montaña de unos 15 metros de altura--, Jesús proclamó la Ley más ilógica: «Bienaventurados los pobres»; «Bienaventurados los humildes»; «Bienaventurados los que son perseguidos»... Una Ley que sólo se puede entender con el amor. Juan Pablo II repitió este mensaje y los jóvenes le respondieron con esa generosidad que siempre han caracterizado sus encuentros con el Papa Wojtyla.Celebró la Eucaristía en un gigantesco palco rojo, resguardado por una
enorme tienda negra, que recordaba el Éxodo y el camino del pueblo de Israel por el desierto. Concelebraron doce cardenales, cien obispos y 1.200 sacerdotes.La presencia de tanta juventud pareció quitarle años al Papa, quien durante la homilía definió este encuentro como un ensayo general para la Jornada Mundial de la Juventud que tendrá lugar en Roma durante el mes de agosto.La lógica ilógica de las Bienaventuranzas Presentó plásticamente el combate espiritual que experimenta todo joven.Por un lado representó el mensaje de las Bienaventuranzas de Jesús que ensalza a los pobres de espíritu, a los que lloran, a los que tienen hambre y sed de justicia, los perseguidos... Y lo puso en contraposición con esa voz que resuena en el interior de toda persona: «Bienaventurados los soberbios y violentos, los que prosperan sin importarles el precio, los que no tienen escrúpulos, los duros de corazón, los descarriados, los queinstigan la guerra y no la paz, los que atropellan a quienes se encuentran en su camino». Esta voz, explicó el Papa, tiene particular fuerza en «un mundo en el que triunfan con frecuencia los violentos y en el que da la impresión de que los deshonestos tienen éxito».
Es la hora de los jóvenes
Hoy al igual que hace dos mil años, Cristo, afirmó al Papa, «os llama». «¿Cuál es la voz por la que optarán los jóvenes del siglo XXI?», se preguntó. «Confiar en Jesús significa que queréis creer en lo que Él dice, por más raro que parezca, y que rechazáis las seducciones del mal, por más razonables o atractivas que puedan parecer». «Ser buenos cristianos en el mundo de hoy puede parecer algo superior a vuestras posibilidades en el mundo de hoy. Sin embargo, Jesús no se queda con los brazos cruzados y no os deja solos a la hora de afrontar este reto». La clave está por tanto en estar con Jesús, para «conocerle y a amarle profundamente».
Aquella misión que Cristo encomendó en estas tierras a sus apóstoles, el Papa la puso hoy en manos de los jóvenes, en la aurora del tercer milenio: «Ahora os toca a vosotros ir por el mundo y predicar el mensaje de los Diez Mandamientos y el de las Bienaventuranzas». «Jóvenes de Tierra Santa, Jóvenes del mundo: ¡responded al Señor con un corazón abierto y dispuesto!».
Los jóvenes respondieron «sí» a la invitación del Papa dejando en libertad doce palomas, símbolo de los doce apóstoles que hace dos mil años llevaron desde aquí el mensaje del Evangelio al mundo entero.