DOMINGO BELTRÁN |
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Nació
en Vitoria en 1535 y su apellido completo era Beltrán de
Otazu. El 21 de abril de 1561 ingresó en la Compañía
de Jesús en el Colegio de Alcalá de Henares cuando
contaba veintinueve años. El escaso conocimiento que tenemos del considerado como el primero en fecha de nuestros escultores clasicistas, se debe a la documentación extraída de la Crono-historia de la Compañía de Jesús en la Provincia de Toledo, del P. Bartolomé de Alcázar, en cuyo segundo tomo se contiene una sucinta biografía de D. Beltrán. Al proceder toda la información del período posterior a su ingreso en la Compañía, hoy sigue siendo un enigma el origen de su formación artística antes de hacerse jesuita. Su entrada en la orden debió ir precedida de gran fama en su oficio, si nos atenemos a una carta dirigida al General de la orden que decía textualmente: "En casa ha entrado un hermano que en obra de imaginería y talla es extremadamente diestro...". También se ha podido contrastar que cuando ingresó sabía leer y escribir. Permaneció en Alcalá dos años y en 1563 fue trasladado a Medina del Campo, seguramente para terminar su noviciado, donde permaneció hasta 1569 en que ya no aparece en los Catálogos de la Orden en este lugar. En ellos consta también que era muy buen escultor antes de entrar en la Compañía y que tenía talento para su oficio. En el año de su llegada a Medina se había inaugurado la iglesia del Colegio, por lo que llegó el hermano Domingo a buen tiempo para proveer el templo de tallas que acreditasen la fama que le precedía. Consta documentalmente que labró al menos tres, pero debieron ser algunas mas. No obstante, tampoco parece que muchas, pues hasta nuestros días ha llegado noticia de que era lento y calmoso en su trabajo, acaso porque repasaba y apuraba sus esculturas al máximo. Las obras identificadas son las que adornan los altares que flanquean la capilla mayor, a ambos lados del crucero: Cristo flagelado y la Virgen con Jesús. El 30 de junio de 1568 Domingo Beltrán le escribió una carta al General de la Orden, manifestándole un deseo largamente acariciado: marchar a Roma para poder conocer y perfeccionar su arte. Antes de conocerse esta carta, se habían hecho suposiciones de que su aprendizaje se hubiera realizado en la misma Italia, dado su clasicismo, independiente y totalmente alejado de sus coetáneos nacionales. Sin embargo si no estuvo allí antes de ser jesuita, todo parece indicar que el General accedió a su petición y permaneció en aquellas tierras al menos un año. A su vuelta de Italia, en 1570 el hermano Beltrán iba inicialmente a ser destinado a Cuenca donde se estaba terminando la iglesia de la Compañía a falta del retablo, para lo que contaban con él, y por lo que fue reclamado. Sin embargo, no se sabe porque vicisitudes del viaje llegó a Murcia donde la Compañía había levantado colegio e iglesia bajo la advocación de San Esteban, protomártir, don Esteban de Almeida, Obispo de Cartagena. La iglesia se había comenzado en 1557 por un arquitecto muy señalado de la región (probablemente Jerónimo Quijano), y se concluyó en septiembre de 1569. |
El
obispo fundador no la pudo ver terminada, pero dejó
dispuesto en su testamento que se le enterrase en ella "en
espléndido sepulcro, que se había de labrar junto con
su reja y el retablo".
Al llegar a Murcia se iba a iniciar la construcción por lo que el P. Rector escribe al General solicitando que Beltrán se quede en Murcia un año y que posteriormente lo enviaría a Cuenca para encargarse del retablo de la iglesia. Se inició así una disputa por contar con las diestras manos del escultor que finalmente se resolvió quedándose en Murcia. Aquí realizó en primer lugar la talla de las esculturas alojadas en los nichos del retablo de San Esteban: El Calvario, San Juan Bautista, Virgen con el Niño, San Sebastián y San Esteban consideradas como sus obras maestras. En ellas se aprecia el clasicismo (sobre todo si se las compara con las que hizo en Medina) del que vino impregnado de su estancia en Roma. No hay que olvidar que fueron las primeras que realizó tras su vuelta de Italia y por lo tanto fueron las que recibieron con mas fuerza la inspiración de su aprendizaje romano. Por desgracia estas estatuas ardieron fortuitamente el 24 de diciembre de 1931 quedando totalmente destruidas la de la Virgen y San Esteban. El sepulcro del obispo D. Esteban de Almeida fue realizado conforme a su voluntad; los relieves de los costados del túmulo representando la Asunción y la Lapidación del protomártir San Esteban, flanqueados por los cuatro Evangelistas, destacan por su italianismo, opulenta composición y delicadezas de técnica. En 1576 debió marcharse D. Beltrán de Murcia, regresando no a su provincia de Castilla, sino a Madrid donde los jesuitas poseían una iglesia para la que realizó una importante ampliación y añadidura de piezas en el retablo, así como un Crucifijo. También en 1587 labró dos nuevos retablos laterales para la misma. En alguna ocasión debió acercarse a Toledo donde talló un hermoso Crucifijo que se puede admirar en la capilla de los jesuitas de esta ciudad. Fueron este tipo de obras las que le granjearon un considerable prestigio en la Corte, llegando a hacerle desear abandonar la orden y ingresar en los Jerónimos con el anhelo de que Felipe II le requiriera para trabajar en El Escorial. Es por ello que sus superiores decidieron alejarlo del bullicio de la Corte y enviarlo nuevamente a sitio tan tranquilo como era su anterior destino en Murcia. Esto fue entre 1581 y hasta 1584 en que regresó a Madrid. Es en este periodo de tiempo en el que debió de tallar el Crucifijo que se encontraba en el refectorio del colegio de San Esteban y que permaneció sin advocación hasta que los fundadores de nuestra cofradía decidieron otorgarle la de la Misericordia. En 1587 Beltrán fue trasladado al colegio de Alcalá de Henares, donde inició su vocación religiosa. Allí fue a hacer el retablo de la iglesia que no llegó a concluir por sobrevenirle la muerte el 27 de abril de 1590 a la edad de cincuenta y cinco años y transcurridos veintinueve en la Compañía. |
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