¿Por qué vivir cómo cristianos con la esperanza en una promesa tan lejana?
Tema propuesto por Fernando Elizondo:
"El mayor problema que siento es que la gente
no encuentra suficiente
remuneración por tomar el camino moral. En esta pelea no siempre ganan
los técnicos en la última caída, o más bien, siempre ganan los técnicos
en la última caída, pero esa última es en otra vida, por ende no es tan
tangible como las victorias de aquí y ahora. Estamos tan llenos de
promesas a futuro por parte de gobiernos, abusadores, malos patrones
etc, que se confunde muy fácil la vida eterna con una promesa más.
Creo que sea cual fuere el tema que abordes, sería de gran provecho el
enfatizar no sólo la victoria final, sino las presentes: tranquilidad,
paz interior, fuerza interna, en fin, tú sabes mejor que yo como enfocar
prácticamente todas esas cosas".
Me parece muy iluminadora y muy actual esta afirmación, y creo que merece que le demos una pensada para ver cómo nos está afectando esta situación a cada uno de nosotros. Todos entramos seguido en el conflicto de que me gusta lo que "no se debe" y no me gusta lo que la sociedad y mi fe me dicen que "debo" hacer. Es la eterna lucha del hombre que ha sido descrita de muchas maneras a lo largo de la historia, pero que al fin de cuentas lo que importa no es cómo le nombren sino los efectos que en mi tiene esta situación.
Una opinión sobre el tema…
Yo me concibo a mi mismo como un hombre que no esta aquí para vivir sólo, sino que encuentro en los demás parte de mi identidad. Piensen un poco, si ustedes pudieran ser los que hoy son sin toda la gente que los rodea: sin un pasado familiar, sino una afectividad alimentada por amistades sinceras, sin un grupo de referencia que me reafirma mis cualidades y acepta mis deficiencias; inclusive cosas tan obvias como el vestir y el comer, no lo podríamos hacer si no estuviéramos dispuestos a relacionarnos con los demás. Entonces, como primer elemento constitutivo de mi persona encuentro "al otro". Sin esa referencia yo difícilmente podría ser un humano pleno.
Ahora, en un segundo momento yo he pensado que todas las relaciones que encuentro en mi vida son pasajeras, finitas; aunque algunas veces haya dicho, "sin ti no podría vivir", yo se en el fondo que si lo puedo hacer. Esto lo he probado cuando he vivido fuera de mi círculo de relaciones comunes, como cuando me salí a estudiar un año. Uno se da cuenta que aunque son muy importantes todas las relaciones, no hay ninguna relación que pueda determinarnos al grado que sin ella no existimos. Entiendo que hay relaciones con las cuales nos sentimos muy identificados, pero aún éstas son prescindibles.
Cuando llegue a esta conclusión me di cuenta que necesitaba buscar una "relación" que sostuviera mi existir, que me reafirmara desde lo más profundo de mi ser y entonces voltee a mi fe. Esa experiencia que quienes me rodeaban me habían ofrecido como un regalo gratuito. En ella encontré que existe Dios, y que no es una idea o un sueño, que no es un juez que está esperando que caigamos para castigarnos, ni es un "ancianito" de barba blanca que es feliz por que no tiene nada que hacer; tampoco es alguien tan lejano que no tiene nada que ver con nuestras vidas, ni tampoco es un Dios cruel que se goza con nuestros sufrimientos y se siente recompensado cada vez que sufrimos si se lo ofrecemos como "tributo".
Leyendo la vida de Jesús y de su pueblo, Israel, me di cuenta que Dios es una "Persona", con la cual me puedo relacionar, pero no es cualquier persona, sino que además él está siempre al pendiente de nuestro acontecer. Por eso les dice a Moisés: "He visto la aflicción de mi Pueblo". Dios NO es ajeno al sufrimiento de nosotros los hombres, el sufre con el que sufre y se goza con quien está alegre. Hasta ese momento entendí la profecía de Isaías que decía que nacería un niño de una virgen y se llamaría "Emmanuel" es decir, ¡Dios-con-nosotros! Y también comprendí la misión de Jesús de hacer presente la misericordia de su Padre. Jesús no vino sólo a curar y a corregir la Ley judía, él vino a dar testimonio de que Dios estaba con los hombres y que su presencia era INCONDICIONAL. A tal grado que después de su muerte y Resurrección Jesús les dice a sus apóstoles: "yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos". Esa es nuestra Buena Noticia, Dios está con nosotros.
Ahora, ¿cómo me dejará indiferente esta relación? ¿Cómo echar en saco roto tal derroche de amor? ¿Cómo permitir que tal amistad no influya sobre mi existir, no me afecte en lo más profundo de mi persona? Si nos atrevemos a decir que tal o cual relación cambió mi vida, por que me hizo entrar en razón o por que me ayudó a descubrir mis valores que yo no quería reconocer; ¡¿cómo no nos dejaremos transformar por una relación que lo es todo?!
Perdón que me haya tardado tanto en llegar al tema de la promesa de la vida eterna, pero es que me pareció importante exponerles cuál era mi concepción de mi relación con Dios para que comprendieran mi postura ante la vida eterna.
Es muy cierto lo que nos dicen arriba, es difícil a veces dejar afectar nuestras decisiones por una promesa que vemos tan lejos y que además en nuestros días hasta ha perdido credibilidad. Pero más difícil es vivirla si tenemos una concepción mercantilista de ella. Me explico: si nuestra concepción de fe y de Dios es que nosotros nos portamos bien y el nos da el cielo, creo que tenemos una concepción muy pobre de esta relación. La promesa que Dios nos hace, la podemos comenzar a vivir hoy. Sólo que muchas veces queremos empezar al revés. Es decir queremos empezar por el recibir y no por el dar. La promesa de la vida eterna se va haciendo vida conforme nosotros aprendamos a irnos vaciando de nosotros mismos para irnos llenando de la presencia de Dios en nuestras vidas. Es decir la lógica de Dios, no es la lógica del hombre; para Él, él más rico (y no estoy hablando de dinero) es quien más da ( y tampoco estoy hablando de dar dinero). La promesa no es algo que se nos dará sólo hasta que lleguemos al cielo, sino que ésta ya se va haciendo presente desde ahora si nosotros la sabemos aceptar en nuestras vidas. Esta realización la percibimos en sentimientos profundos de paz, de sabernos realizados, de gozo, de esperanza y de una actitud que nos hace sentirnos acompañados en todo momento de esa presencia especial de Dios.
El hombre de hoy, como dice el comentario de arriba, está harto de promesas falsas y vacías de contenido. Pero es tarea de nosotros los cristianos dar testimonio, que el Reino que Jesús vino a traer y a prometer no es una promesa falsa y vacía. Ya muchos filósofos modernos criticaron al cristianismo de "obsoleto", de "manipulador de masas", de "tranquilizador de conciencias", de "alienación del hombre", "opio del pueblo", etc. Pero está en nosotros dar testimonio de nuestra fe, de que ella no es un huida de la realidad, sino al revés, que esta fe me ayuda, me anima y me impulsa a comprometerme con mi realidad, con mi hermano que sufre o mi amigo que me necesita, y que en este compartir, en este salir de mi mismo, iré encontrando yo el sentido de mi vida eterna.
No como una promesa que me aleja de la realidad diciendo: "al cabo al final me confieso y me salvo" ¡No! Eso no es de lo que se trata esta promesa, ella busca transformar la realidad desde ya, desde nuestra vida presente. Por eso Jesús dijo, "el Reino de Dios ya está aquí". Jesús no vino a traer una salvación "mercantilista", sino una salvación que ya desde ahora se comienza a hacer presente en nuestras vidas conforme nosotros nos comprometamos con el hermano.
Así es que no olvidemos que para que la promesa del Reino, la promesa de la vida eterna, no sea una promesa más, necesitamos comenzar a buscarla vivir desde ahora por la caridad.
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