1
Por las noches los veranos
no son ciertos. Tras la ventana
el frío danza con el viento.
Tu primera mirada
fue tranquila, y era cierta
como el otoño.2
Los hermosos tiempos
son los ojos de la noche.
Un cielo abierto es el horizonte
de los hombres. Nada es mejor
sin tu sonrisa impredecible.
3
Apenas has llegado.
No hay otra emoción mayor
que gritarlo en los oleajes,
que romperle
el alma a los silencios.
A viva voz. Y calladito.
4
Mirabas mis palabras
como mirándote en las aguas
de tus propios ojos.
Tu mirada fue de hogueras,
un aguantarse la respiración
para ascender sobre los días
maniatados. Mientras,
avanzabas. Hechizabas.
5
Y yo te miraba las manos
y te miraba los ojos.
Y miraba tu forma de llegar
y tu manera de irte.
Y no podía dejar de mirarte
porque eras tú, porque contigo
me miraba, aturdido,
caminante bullicioso. Soñador.
6
Podría decir que tu voz
era suave y sencilla como el aire,
canto de luces y de brasas,
sueño de vientos y caminos,
y era tu voz tan verdadera
que no la oía, que sólo
la tocaba.
7
Los silencios parpadean
y la noche se torna luminosa.
Los estragos de las madrugadas
se parecen a todos los olvidos.
Sólo tu sonrisa fugitiva.
Sólo estas palabras para recordarte.
8
Podría escribir algunas palabras
para abandonar tu silencio.
Podría sencillamente
dibujarte dormida,
o acaso incendiarte
como se incendia el viento,
como se quema el fuego.
9
Porque corrías como una voz
repentinamente despierta.
Tu cuerpo atravesaba
la distancia, y te ibas
convertida en aires, cielos
de aguas, imagen desatada
en la viva estación
de los caminos.
10
Sólo estas palabras
Sólo la conciencia de que todo
es un vivir momentáneo
y duradero. Sólo el sentimiento
que se rebela y atropella.
Sólo estas palabras.
11
Ahora presiento que las calles
son aves fugitivas donde habitan
fantasmas y quimeras,
los sueños de los días inasibles,
los años del azar y de andariego
fervoroso, y también tu imagen
que de tanto regresar a mis orillas
es viva piel entre mis manos.
12
Miro el viento y el mar
y las veredas encendidas.
Toco la punta de tus dedos
y es la brisa loca, la canción
que a ti te canta o las enredaderas
atrevidas que te orillan.
Mis manos encubiertas.
13
También fui temerario
bajo las sombras de los árboles.
Mis años se forjaron tumultuosos
y fui parte de la tierra
y de los minerales. Anduve
y aún recorro el mundo,
y mis caminos son los aires,
las orillas turbulentas
y tu cuerpo sencillo y dulce
como un beso.
14
Todos los amaneceres se parecen.
Los buenos sueños emergen
de la memoria que sacude
nuestro aliento. El límite
es la luz, el viento, las aguas
contra la corriente.
15
Te recuerdo tranquila y suave.
Tu sonrisa sostenía el tiempo.
Observabas mi sorpresa
como se mira la sonrisa del viento.
Eras como te recuerdo. Tan bella
que parecías de mentira.
16
He tocado tus labios
y he bebido el cielo. De tu boca
a mi boca todos los vientos
se retiran. Tu beso fue una caricia
breve, una luna en llamas. Ahora
vienes y me miras y yo enloquecido
corro a escribirte estas palabras.
17
Por las tardes surgen
las imágenes que moldean
tu mirada. No hay salida
sino para esperar nuevas
estaciones, otros minutos
semejantes al olvido.
Pero las tardes también
son propicias para invadirte.
El largo adiós de tu presencia.
18
El aeropuerto tenía el aire
de las despedidas. Los vientos
eran fríos y la distancia
agitaba sus manitas temblorosas.
Pero ni una lágrima ni adiós.
Tan sólo la alegría de tu beso.
ebrio como el viento solitario.
19
A lo largo de las avenidas
nace tu rostro y tu mirada.
Y pueblas los mediodías,
las altas profundidaes y la razón
fugitiva. De ti está lleno el mundo,
borracho de ti, desbordado de ti.
No hay escape bajo el alegre cielo
ni ventanas para huir de la gran vida.
20
Ahora los silencios danzan
bajo la garúa. Todos los inviernos
yacen de colores y de sones.
Y mi palabra habla de ti,
se emociona, estalla, vigila
su propio estallido y por ti es,
hambrienta de mundo, fervorosa
de vivir bajo tu vida bella.
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