Polvo de los caminos

Polvo de los caminos Casimiro Ramírez Tenorio Lluvia Editores 1991

Primero y, hasta donde sabemos, aún único libro de poesía de Casimiro Ramírez Tenorio (Jaén, Cajamarca, 1962), es la expresión auténtica del desarraigo del migrante, proveniente de los pueblos del interior del país hacia la gran urbe capitalina. La Poesía, en la voz de los propios migrantes, está empezando a encarnar este tema. Personalmente conozco tres exponentes: Rubén Urbizagástegui (De la vida y la muerte en el matadero, 1978). (Ver Alma Matinal Nº3: «Rubén Urbizagástegui: una revaloración»); Pedro Escribano (Manuscrito del viento, 1982) y Casimiro Ramírez (Polvo de los caminos, 1991). Cada uno desde sus respectivas identidades, expresan sus propias vivencias, ya sea a través de nostalgia, en el lirismo de Urbizagástegui; la ironía de Escribano; y la conciencia de la angustia de Ramírez. A diferencia de Urbizagástegui; que hace del paisaje y la vida rurales elementos positivos frente a la realidad opresiva de la urbe. Ramírez no encuentra tal Arcadia, sino violencia, muerte y desolación; injusticia y dolor. «Ese trajinar que se oye a medianoche invadir el pueblo/ya no es del ganado, Braulia./ Porque el ganado esta noche ya no volverá del campo/ y porque en cada bebedero ahora/ se encarama tétrico un lánguido soldado en el celo!» (...) «... Ya me voy, antes que cierre mi camino/ una negra patrulla militar./ Porque estas noches están mojando el campo/ con aquella escarcha de grito y sangre/ como una bendición arzobispal/ macabra». Los signos de la muerte pueblan los ámbitos rurales. Y en la ciudad siente mutilados sus signos de vida: «Y en este fondo gris mis árboles han muerto/ y mis pájaros trepando vidrierías y flores electrónicas/ se volvieron de cuarzo hasta romperse entre las rocas» (...) «Porque aquí entre los cementos y los mármoles/hay que rajarse en dos o en tres para seguir siendo el mismo». Pero el poeta entiende que el motivo que vuelve hostil a la ciudad se encuentra en las determinaciones económicas y políticas; la deshumanización de la urbe la generan las condiciones sociales producto de poder del capital; el poeta logra, así trascender la visión meramente circunstancial del fenómeno urbano, ubicando acertadamente la razón de ser de su angustia: «Amanezco ahora bostezando entre las chumaceras/de una fábrica de hilos que se cuelgan en mi cuerpo como rastros./ La niebla sorda del capital impera/ con su oxígeno sombrío sobre mi carne desarmada». Poeta al fin, su frustración lo llevará a optar por el exilio, para el cual el amor será el único bálsamo: «Y tu lagartucho prefirió el exilio a sus áreas/ de rocas y arenas/ prefirió/ partir del mundo en busca de los ríos para ti». Desde el punto de vista estrictamente técnico, hemos podido observar la ausencia de un mayor rigor crítico en los textos, sobre todo en cuanto al exceso de la retórica vallejiana, evidente en varios poemas: «Dan Braulia, las dieciocho horas/ Y hay cifras aún, en soles de oro/ en la jornada amarga de mis músculos». Pero el camino recién se inicia, y estamos seguros que los próximos tramos serán mejores. Pues ya lo dijo Machado: ... «Se hace camino al andar».
(Luis Alberto Castillo C.)


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