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Un rastro original | Iván Yauri | Arteidea Editores | |
Iván Yauri es un joven poeta nacido en Quillabamba, Cusco, en 1963. Viajero y escritor empedernido, ha publicado el sentido poemario Rastro, cuya mirada escrutadora hiende cálidamente los escombros de una sociedad que esforzadamente busca desmoronar los mejores sentimientos. Bajo esta tácita sombra el autor emerge una columna de emociones para mostrarnos la vida limpia de sentido y de anhelos. En esta cruzada Yauri no se anda con rodeos, pero sí con imágenes directas y sencillas. «Los ejércitos de náufragos/ de nómadas y de siervos/ continuaban su guerra civil.... Mientras la Tierra vivía/ en lucha de clases/ el desierto hervía de tropa/ de madres de 13/ y ancianos de 40». ¿Cómo emprender una mirada a la poesía cuando ésta vuelve sobre su tradición más noble y rebelde? La respuesta está en la misma poesía. En primer lugar, enfrentarse a un poemario cuya voz rescata la tradición social de la poesía peruana es pisar terreno conocido. La sensibilidad de Oquendo, la ternura de Juan Gonzalo Rose, la rebeldía de Vallejo y Romualdo, la lírica cotidiana de Scorza se dan la mano y bucean en los versos doloridos y esperanzados de Yauri. ¿Qué queda para la poesía peruana con un país despedazado por su propia pobreza? La postura de poetizar la basura, la insípida cotidianidad pequeñoburguesa, o el juego del lenguaje que sólo busca autonomía para cerrarle los ojos al mundo han sido versiones insatisfechas y poco creativas. Ahora nos quedan sus restos y sus hedores. ¿Qué queda para la poesía? Rastro sabe definir el dilema y mira su entorno, observa su país y alza su voz. «Aquí nos amontonamos como siempre/ trepamos remolcando rumor/ vamos ascendiendo al país/ desde el fondo de la tierra». La frase precisa entreabre un abanico de imágenes sobre el origen del hombre sencillo, los inicios concretos donde no caben los requiebros ni las dudas. Enseguida nos descubre la canción del emigrante, advierte sobre las miserias de las filosofías escondidas tras los escaparates de una vida cuya meta es el consumo, y canta al amor, reseña con claridad la voz de quienes verdaderamente hacen la historia aunque no aparezcan en los textos escolares. Un hilo de nostalgia acaso se desprenda de sus palabras cuando la justa rabia lo obliga a rendir tributo a la memoria. Tampoco la ingenuidad lo atormenta. «Si la historia ha terminado/señor Francis Fukuyama de la Rand Corporation/ qué hacemos aplastados/ en minas de diamantes de los blancos/en cloacas de New York...» La ironía, la imagen sorpresiva, la expresión lírica mezclada con el prosaísmo, la sencillez formal y el lenguaje cotidiano que lucha contra el ritmo edulcorado son algunas de las características de Rastro. En el poema «Oficio» acaso se observe mejor estos elementos: «Como nunca he leído a los poetas ingleses/seguí vendiendo en la calle/ huyendo de los policías después/ de romper ciento cuarenta y cuatro poemas./ Reconocí las mentiras de la Academia/ y el rastro de la Izquierda de Zimmerwald./ Arranqué el agua del subsuelo que tampoco es mío./Escribí este libro». Iván Yauri destaca por una vitalidad y vigor semejantes a los de Roque Dalton y a la desenvoltura de Leoncio Bueno. Se trata de un poeta intenso, acostumbrado a las cosas claras de la vida. Así lo demuestra, finalmente, en su poema «Advertencia»: «La poesía golpea y rompe/Hace trabajo de zapa. Legal/o ilegal salta de las calles/ Entre las carreteras se busca/ y se toca. Anda. Muerde/ Sale a correr y besa. Se multiplica. Se lanza y estalla./ La poesía es para las muchachas/ y los muchachos que combaten/ al capitalismo en cualquier/parte. Es para nuestros muertos que/murieron peleando por la única paz/ la paz sin clases». Es su grito de guerra. El poeta ha enmarcado su camino y le ha dado rumbo y vida a su propia poesía. La literatura no se convierte en instrumento pero sí en expresión de esos sueños, de esa rabia que Yauri desflora mediante la palabra. Es la otra vertiente de la poesía peruana, aquella que difícilmente encontrará espacio entre los altares de la cultura oficial, pero que andará por las calles, se trompeará y se hará hombre, y crecerá, y madurará bajo el inclemente sol de la experiencia. |
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(Ricardo Vírhuez) | |||
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