Edgar Morales Carranza
Edgar Morales Carranza es licenciado en sociología. Originario de Tierra Colorada, Guerrero, egresó con título profesional de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Era estudiante del quinto año en la Escuela Nacional Preparatoria 7 cuando estalló el Movimiento Estudiantil-Popular de 1968. El día que iba a tomar posesión de la vicepresidencia del comité ejecutivo de la sociedad de alumnos de ese plantel se produjo la represión del 26 de julio. Al día siguiente los estudiantes de la Preparatoria 7 se manifestaron contra el estado de cosas. Poco después fue representante de esa Preparatoria ante el Consejo Nacional de Huelga (CNH).
—¿Cómo se construyó el programa del Movimiento Estudiantil? ¿Cómo se llegó a los cinco puntos y cuáles eran?
—Normalmente se quiere ver una relación directa entre el programa del Movimiento Estudiantil y la lucha de los estudiantes. Creo que hay un cierto divorcio en eso. Había cinco puntos: libertad de presos políticos, que se entendía perfectamente porqué no solamente había presos del Movimiento Ferrocarrilero sino que también estaban los muchachos que habían detenido el 26 de julio, primero cinco, si no recuerdo mal, después cayeron más.
—¿Presos durante todo el movimiento? ¿Quiénes eran?
—Sí. Eran Félix Goded — hermano del pintor Jaime Goded—, Rubén Valdespino, Arturo Zama, Pedro Castillo —que eran dirigentes de la Juventud Comunista de México— y otro muchacho de Veracruz. Los aprehendieron afuera del Cine de las Américas por el pitazo que dio un policía al que le decían El Jarocho. Jaime Goded también estuvo preso, pero el cayó el 18 de septiembre. La libertad de los presos políticos, pues, era una demanda muy lógica. Otro punto era la derogación de los artículos 145 y 145 bis del delito de disolución social que el gobierno utilizaba para estigmatizar y perseguir a los luchadores sociales; aunque originalmente dichos preceptos no fueron prescritos para eso sino para prevenir posibles atentados de grupos fascistas después que México enfrentó a la Alemania nazi y envió al frente al Escuadrón 201 de la Fuerza Aérea durante la Segunda Guerra Mundial. Estaba la destitución de los jefes policíacos, sobre todo por represores. La indemnización a los estudiantes muertos, también era muy fácil de entender. Enarbolando estos puntos los jóvenes luchamos porque sentíamos ganas de luchar. Existía un sociedad de tipo victoriano, represiva en muchos aspectos, no solamente en lo policíaco. Me refiero a la represión sexual, cultural y de todo tipo que los muchachos obviamente queríamos romper y existía el ambiente para eso.
—¿Era una sociedad represiva?
—Sí, sobre todo contra los jóvenes. Por eso, las pocas organizaciones que había para los jóvenes eran de izquierda. Sólo ahí los jóvenes nos podíamos manifestar. Sólo en ellas podíamos adquirir una conciencia crítica.
—¿Eran clandestinas, o sea, no tenían reconocimiento público o político?
—Digamos que semiclandestinas. Porque, por ejemplo nosotros, los de la Juventud Comunista de México, operábamos con el grupo Joven Guardia que en la tarde se llamaba Partido Estudiantil Revolucionario (PER) y en la mañana Club Camilo Torres. Los muchachos trotskistas, a su vez, tenían también centros culturales y políticos de reunión, pero no tuvieron partido sino hasta más adelante.
—¿Cómo se construyó el programa del Movimiento Estudiantil? ¿Fue a través de las asambleas? ¿Fueron propuestas de los estudiantes? ¿Fue un grito colectivo? ¿O se fue elaborando en el Consejo Nacional de Huelga?
—Se dieron dos cosas. Había demandas anteriores, como la desaparición del artículo 145 y 145 bis, pero se adoptó la demanda política. La de los presos políticos ya existía, nada más se actualizó. Sin embargo, el programa que se dio de hecho no fue impuesto. Fue un programa que resumía el sentir de todos, por eso movilizó al estudiantado. Y lo movilizó porque el pliego petitorio resumió los postulados contra la represión cultural, sexual y política.
—¿Se puede decir que no hubo una dirección única, sino que era un proyecto colectivo?
—No. Era un proyecto colectivo. La dirección no era centralizada, era horizontal. Llevábamos al CNH acuerdos de asamblea, asuntos de los mítines. Y el CNH tomaba acuerdos por consenso.
¿Porqué se planteó el diálogo público?
—Era un movimiento tan grande, tan masivo, que realmente no sé si en el fondo realmente queríamos el diálogo público. Era una forma de decir: ¡Pongámonos aquí, frente a todos! Obviamente estábamos en una posición de desventaja contra un gobierno autoritario. Pero el diálogo público no lo pedíamos sólo para discutir el programa. Pues el Movimiento era más profundo. No era luchar por poner a determinado candidato, porque eso se puede negociar. Era más amplio. Luchábamos contra una sociedad victoriana, regimentada, burocratizada y cerrada. Por eso, siempre que pasábamos por algún periódico gritábamos: ¡Prensa Vendida! Y ese era un grito unánime.
—¿También era por abrir esos canales de expresión?
—No por abrirlos, pero gracias al Movimiento se abrieron. El 3 de octubre la noticia de la masacre fue parca.
—El periódico Excélsior de Julio Sherer García estaba al parecer contra la represión.
—Si. Fue el que más se acercó a la verdad de los hechos. Porque en la televisión la noticia no se dio. Creo que mencionaron un enfrentamiento entre estudiantes y granaderos y que habían resultado algunos heridos. El periódico El Día por su parte dijo que el Ejército había intervenido porque había sido atacado por los estudiantes.
—¿Crees que el movimiento sirvió para cambiar esa sociedad?
—Totalmente. Se abrió desde entonces la sociedad, cambió la forma de pensar en miles de cosas. (CP)