Entrevista


Salvador Martínez della Roca

México 2000, en la mira del triunfo, no la derrota del 68



 
Salvador Martínez della Rocca cursaba la carrera de fisico-matemáticas en la Facultad de Ciencias de la UNAM cuando estalló el Movimiento Estudiantil-Popular en 1968. Después de dos años, seis meses y nueve días preso en Lecumberri, junto con otros líderes del Movimiento, obtuvo la licenciatura en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) (1979). Luego la maestría en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (1982). Se graduó como doctor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM (1981). E hizo un posdoctorado en el Program on Mexico de la Universidad de California (1991-92). Ha sido profesor en las facultades de Economía y Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, en la ENAH y en la maestría de ciencias sociales de la Universidad de Guerrero. En este último campus fue director de la maestría en ciencias sociales y director de Investigación. Miembro del Instituto de Investigaciones Económicas (IIE) de la UNAM y director de Difusión e Investigaciones Económicas de la UNAM, representó al IIE ante el Consejo Universitario (1994-96). Es autor, entre otros libros, de Estado, educación y hegemonía en México, UNAM; Espejo del mejor México posible, Editorial Era; y Estado, educación y hegemonía en México (1920-1956), UAG. Miembro del Comité de Lucha de la Facultad de Ciencias y líder del Movimiento conocido popularmente como El Pino, fue preso de conciencia de 1968-71. Es miembro fundador del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Fue diputado federal en la quincuagésimo sexta legislatura al Congreso de la Unión. Actualmente es delegado del Gobierno de la Ciudad de México en Tlalpan.

—¿Cuál es el punto del pliego petitorio que anima el trabajo de la Comisión de la Verdad?

—El deslinde de responsabilidades para que quede claro quiénes fueron los responsables de las agresiones como resultado de las cuales fueron encarcelados y asesinados los estudiantes del Movimiento del 68. El deslinde de responsabilidades era un punto del pliego petitorio tan fuerte que La Comisión de la Verdad que se formó hace poco en la Cámara de Diputados trata de incluirlo como parte de un pliego petitorio presentado a su vez por ex dirigentes del CNH hace seis años, una de cuyas demandas principales es la apertura de los archivos de los gobiernos federal y de la ciudad de México para que quede claro quiénes fueron los responsables de la represión y se indemnice a los familiares de los compañeros muertos. Porque es claro que lo cometido en 1968 fue un atentado contra la vida, las libertades democráticas y los derechos constitucionales de los estudiantes, de los profesores y de los ciudadanos 1) empezando por quienes marchábamos el 26 de julio en protesta por la represión de granaderos a estudiantes politécnicos de la Ciudadela y 2) en conmemoración de un aniversario más de la Revolución Cubana. Todo esto pedíamos desde entonces que fuera aclarado y se resolviera en un diálogo publico con los representantes del gobierno como respuesta histórica del pueblo mexicano ante tantas agresiones. Porque las experiencia que teníamos respecto de movimientos anteriores era que las peticiones se dirimían en diálogos de recámara, de espalda a las bases y a los movimientos, y que los cochupos se armaban en privado. Nosotros pedíamos que eso se dirimiera públicamente, de cara a la nación. El pliego petitorio, pues, se vino conformando históricamente. No fueron ocurrencias, como dicen algunos—no quiero nombrarlos, pero participaron en el Movimiento Estudiantil de 1968, y hoy dicen que el Movimiento fue una fiesta—.

—¿Cómo ves el México de hoy, a 30 años del Movimiento Estudiantil?

—Es muy serio lo que estás preguntando porque, o entendemos al Movimiento Estudiantil-Popular de México en 1968 como un acontecimiento, o lo entendemos como un proceso histórico. Como acontecimiento, decimos: el Movimiento comenzó y terminó en tal fecha, nos masacraron y se acabó. Pero si entendemos que los movimientos sociales son procesos históricos que dejan huella, aunque cuyunturalmente hayan sufrido derrotas también históricas, entonces resulta que no fue una derrota. Aunque —por las condiciones en que los lúdicos levantaron la huelga, no en condiciones de unidad, sin un programa de repliegue organizado para responder políticamente de manera clara a lo que había sucedido y sin decir hacia dónde debíamos caminar— dé la impresión de que lo fue. Después, con la forma en que el gobierno dirimió las cosas —con la salida autoritaria y el golpe—, muchos jóvenes y maestros concluyeron que la lucha en México estaba cerrada y decidieron tomar las armas. La masacre del 10 de junio de 1971 les confirmó que la lucha legal estaba cerrada. Hay razones de fondo en las decisiones que toma la gente. Esto lo digo por el subcomandante Marcos. El responsable de la guerrilla en México es el propio gobierno. La tesis más importante de los estudiantes y los profesores universitarios que tomaron las armas es que en México no hay Estado de Derecho, y eso se demostró el 2 de octubre de 1968. Por eso, que Marcelino Perelló no nos venga con su rollo de que la democracia es represiva. La conocimos en el 68, en el seno del Consejo Nacional de Huelga (CNH), en los mítines, en las marchas, en la Manifestación del Silencio, y no fue así. Las cosas que nos cuestionábamos, es cierto, iban cargadas de ideología, pero decidimos cuestionar otras diferentes a las que querían que cuestionáramos. En esa lucha se insertó un grupo que de alguna manera se desarrolló en torno a la revista Punto Crítico. Sin embargo, en 1988 toda nuestra generación conmemoró el vigésimo aniversario del Movimiento de 1968. Pero después del movimiento del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) de 1986-87 descubrimos que con el voto podíamos ganar y avanzar más hacia un proceso de transición a la democracia y que el voto en comicios electorales era un instrumento válido para la lucha. Teníamos el antecedente de Salvador Allende en Chile y el del gran fraude que le propinó el gobierno priísta a Cuauhtémoc Cárdenas en las elecciones presidenciales de 1988. Nos convencimos de que estábamos conmemorando el vigésimo aniversario del Movimiento del 68 poco después de que con una votación universal y directa habíamos ganado el gobierno pero nos lo quitaron. Por lo tanto, debíamos caminar y fortalecer esta forma de lucha. Hoy estamos conmemorando el trigésimo aniversario del Movimiento Estudiantil-Popular con Cuauhtémoc Cárdenas, jefe de Gobierno de la Ciudad de México, con una votación en la que no perdió en una sola casilla, con una elección democrática y abierta que ni con el fraude pudieron parar. Entonces, quien piense que el gobierno democrático de Cárdenas es algo que no tiene que ver con el 68, mejor se debería dedicar a otras cosas que andar haciendo política —que es un arte—. Estamos viendo un gobierno capitalino que está permeado por mucha gente. Muchos venimos militando desde antes del 68, pero sabemos que el 68 marcó nuestras vidas y que nuestra lucha actual es por las libertades democráticas. Nosotros, como gobierno, tenemos que ser garantes de que se cumplan. En esta delegación y en todo el Distrito Federal. Quien no se dé cuenta que en todo esto que estamos viviendo hay una continuidad histórica —que es la lucha por las libertades democráticas— no se da cuenta que en 1968 pedíamos la destitución de Cueto y Mendiolea, los jefes policíacos, porque, entre otras cosas, ocasionaron una matanza, la mayor de ellas el 2 de octubre. Quienes no observen eso son los que quieren que en este treinta aniversario del Movimiento Estudiantil de 1968 Cuauhtémoc Cárdenas no participe. Pero está participando, y desde luego, el ingeniero va a ir a la marcha el 2 de octubre. Eso es lo que ha pasado del 68 para acá. Poco, pero ganamos en el Distrito Federal, ganamos en Zacatecas. Somos mayoría en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y estamos caminando hacia el 2000 levantando las banderas del 68 que son las banderas de las libertades democráticas. (CP)

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