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SU ARQUITECTURA
Existen algunas diferencias en la forma de construir los pueblos en función de dos parámetros fundamentales, la situación y lo economía, existiendo dos grandes grupos: a).- Una mayoría de pueblos ubicados en las zonas montañosas, de mayor dificultad en las comunicaciones y obtención de materiales y también de menor nivel económico, formando subcomarcas alrededor de pequeñas llanuras. b).- Una minoría de pueblos que constituyen centros subcomarcales, situados en las mencionadas pequeñas llanuras y constituyendo históricamente y en la actualidad el centro comercial y administrativo de la comarca. A pesar de estos diferencias y algunos otros entre zonas, son mayores las similitudes, por lo que se puede hablar perfectamente de un urbanismo genuinamente alpujarreño y una arquitectura vernácula, es decir, realizado por la experiencia común, que no ha seguido los ciclos de las modas y cuyo origen, si bien puede tener influencias de civilizaciones anteriores, parece ser bereber, pero ha resistido inmutable a posteriores repoblaciones, dando aún más carácter de identidad de toda una comarca. No obstante los recientes cambios) en la actividad agrícola y, sobre todo la emigración, primero con el abandono de las construcciones y luego can la vuelta de los emigrantes, con otros objetivos y. sobre todo, con mayor nivel de vida, que ha de demostrar destacándose de los demás y acostumbrados a las modas y comodidades de las capitales, cuyos esquemas quieren imitar, están poniendo en serio peligro el mantenimiento de esta importante parcela de la cultura popular. En los centros subcomarcales, el urbanismo tradicional en franca regresión, está condicionado, como hemos dicho, no sólo por su situación física sino también por el mayor nivel económico de sus habitantes. Como tienen un mayor espacio para extenderse, sus calles son menos estrechas y horizontales, sus casos más espaciosas con materiales menos pobres y más decoradas. algunas de la cuales denotan la importancia económica y política del posado, estando dotadas de las comodidades del presente, tal es el caso de Órgiva, Cádiar, Ugíjar, Adra, Berja, Dalias y Canjáyar. De ellos destacan Ugíjar, cuyo esplendoroso pasado, de gran importancia política y económica, le ha dejado una serie de ricas casas de gran fachada blanca, con patios interiores y torres con techos de tejas. Berja y Dalias muestran su antiguo poderío económico de los tiempos de la exportación del mineral de plomo y de la uva de mesa, con abundantes construcciones decimonónicas, casi palacetes, de rica decoración exterior e interior, y bellas rejas. En los pueblos de las laderas de las montañas, el urbanismo está perfectamente adaptado a la forma del terreno y condicionado por la tradicional pobreza de materiales Son inclinados, cuya vista de conjunto da la impresión de estar derramados sobre la ladera. La mayoría de ellos están orientados hacia e Sur o suroeste, para mejor aprovechamiento del sol, pero existen bastantes excepciones como Torvizcón orientado al noroeste, Jorairátar, Mecina Tedel y bastantes de la cuenca del río Andárax, Fondón, Almócita, Padules, Ragol. Illar y Alhama de Almería, que lo están al norte o algunos, como Turón y Narila en una pequeña explanada. El plano del pueblo no sigue ningún esquema predefinido, sino que se adapta perfectamente al terreno y a las necesidades de sus habitantes, No se adapta la construcción a ella, adquiriendo los pueblos la forma de ladera, la loma o el collado donde están situados, a veces en forma de 'U', para sortear un pequeño barranco - Turón - o divididos en dos por el mismo - Nechite -. Se respetan los huertos y acequias, entrecruzándose los cultivos con la construcción. Es el urbanismo adaptado al entorno natural ya lo forma de vida del hombre como miembro de la Naturaleza, totalmente al contrario de lo que ocurre en las ciudades, en que el entorno es alterado para crear un espacio urbano artificial, y éste condiciona a su vez la forma de vida del hombre. El aspecto que ofrecen los pueblos alpujarreños es de un apilamiento de volúmenes cúbicos blancos con poco orden y menor concierto. Las casas están pegadas las unas a las otras, sin guardar alineación y escalonadas, con el suelo de unas a nivel del techo de otras, lo que favorece la comunicación entre ellas y el mejor aprovechamiento del sol. Entre cada conjunto de ellas aparecen plazas y anchurones de trazado irregular separando los barrios. De todo este conjunto destaca muy visiblemente la Iglesia, generalmente de dimensiones desproporcionadas, de materiales de construcción más ricos, techos inclinados y con tejas -en muchos casos es el único edificio que las tiene-, señal de la importancia que el alpujarreño le da a la religión. Los espacios públicos no están apenas decorados, son utilizados para paso y estancia de personas y animales, para colocar los aperos de labranza y otros utensilios y para ubicación de las fuentes, imprescindibles hasta hace poco para el abastecimiento de agua, pero además, constituyen excelentes lugares de reunión y los únicos elementos decorativos públicos, siempre con la filosofía utilitaria del alpujarreño, creados a base de llevar la propia naturaleza al entorno urbano y dando al ambiente esa sensación de frescor, descanso y placidez relajante del continuo fluir del chorro, escuchado interminablemente desde los domicilios cercanos en el profundo silencio de la noche. Es frecuente que las acequias pasen por el mismo centro del pueblo y algunas de sus calles, en estos casos suele ir a una orilla de la calle, bien descubierta con precarios puentes para cruzarlos, bien cubiertas en su totalidad por losas de pizarra, averiguándose entonces su presencia por el sonido monótono del continuo fluir. Es la estrecha convivencia con el agua y el disfrute de su poesía, tan característico de los pueblos árabes que dejaron aquí su cultura. Al viajero que sea observador le llama la atención la ubicación de los cementerios. Son sencillos, construidos con los mismos materiales y estilo que el resto de la población, sin decoración ni ostentación de riquezas. muy cuidados y pulcramente encalados, pero en la mayoría de las poblaciones se encuentran totalmente separados, encima de una loma - Picena-, en la parte más alto de un pueblo que mira hacia al valle -Laroles- pasado un barranco o en un cambio de vertiente -Trevélez-, pero siempre fuera de la vista del pueblo o al menos orientados de forma que las sepulturas no sean visibles desde las viviendas. Esto puede ser debido al temor a la muerte, con no poca dosis de superstición. Las calles son estrechas, ocupando el menor espacio posible, con la anchura imprescindible para permitir solamente el paso de las caballerías y su carga, manteniendo lo proximidad entre viviendas, lo que también sirve para aprovechar el calor. Son inclinadas por que así es el suelo y trazadas en zig-zags para ahorrar esfuerzo al subir y evitar resbalar al bajar. Las calles horizontales son menos estrechas, pues son las más importantes y en ellas se sitúan los comercios, posadas y otros establecimientos. La soltura de la composición permite continuas agregaciones en función de nuevas necesidades, Si la calle en determinado lugar no sirve para dar paso, se cierra para utilizar ese terreno en beneficio de un propietario. surgiendo el adarve pero si el paso no puede cerrarse, se construye por encima, dando lugar a tinao o pasadizos, con los cuales se amplía el espacio de una vivienda y se comunican varias de ellas. Además la calle no es sólo lugar de paso, sino que se hace en ella parte de la vida. De nuevo vemos cómo el sentido práctico predomina sobre os criterios formales y legalistas. Todos estos conjuntos son de un blanco inmaculado. cuyo brillo se realza añadiendo azulete a la cal en dosis suficientes para que, una vez seco. la cal acentúa su blancura sin que predomine la tonalidad azul. No obstante la característica blancura de los pueblos no siempre ha sido una constante generalizada, más bien ha estado supeditada a las posibilidades de obtener la cal, bien por factores económicos, bien por dificultad en las comunicaciones, Es obvio que las pueblos más altos, pobres e incomunicados, pertenecientes a la ladera pizarrosa de Sierra Nevada, hayan sido los más escasos en el blanco material, contrariamente a los más cercanos a las zonas calizas -parte central-. Así a mediados del siglo pasado, Madoz, escribe sobre el Barranco de Poqueira -que hoy se pone como ejemplo de arquitectura vernácula-: Sobre Capileira,, "... 290 Casas, algo peores que cuevas construidas de tierra y piedras por no haber ni yeso ni cal en las inmediaciones .... " Sobre Bubión: "... en sus 180 Casas la mayor parte viejas, de piedra y barro negro (porque la cal y el yeso cuestan caros) ..., a final de siglo, Olóriz asegura que "en muy pocas localidades se observan (las casas) blanqueadas por fuera" y aún en 1.920, Gerald Brenan observa sobre Mecina Bombarón: 'Este es un pueblo grande, parcialmente encalado ..." En las zonas altas aún pueden verse construcciones diseminadas sin blanquear, pero hoy todos los pueblos se encuentran pulcra y encantadoramente encalados, aunque en casi todos es fácil encontrar algunas excepciones de casas horriblemente modernizadas -ladrillo visto, azulejos, estilo de moderno chalét- y, lo que es peor. alterando todo el entorno. El piso de las calles, aunque no han faltado ni faltan las que son auténticos caminos de tierra, tradicionalmente ha estado empedrado, una forma de pavimento limpio, económico, fácil de obtener y colocar y, sobre todo, el más útil para evitar que resbalen las caballerías, o se atasquen en el barro en los días de lluvia. Hoy estas calles se recubren de cemento con beneficio para los automóviles -en calles en que caben- y de los tacones altos de las mujeres, pero con evidente perjuicio para las caballerías. Para paliar esto se han encontrado algunas soluciones intermedias, como estriar el pavimento o modo de rampa de garaje, o construir un carril central empedrado, a menor nivel que el resto del piso, con lo que se facilita el paso de las caballerías, encauzándose la circulación del agua de la lluvia, y de la otra. En la construcción de cada vivienda se utilizan también los principios básicos de la adaptación al relieve y la utilización de materiales del mismo entorno. Estos son piedras, barro y madera. Es muy frecuente que el suelo de la planta baja esté a un nivel menor que el de la calle, a pesar de los inconvenientes que puedan surgir con la lluvia, esto lo explican algunos por el hecho de obtener los materiales del mismo lugar donde se edifica, no obstante algunos materiales son empleados sobre el terreno, si existe una piedra grande no se retira porque lejos de estorbar va a servir como muro o de primer escalón de un escalera. Las piedras se colocan tal y como se recogen, acoplándolas entre ellas con gran maestría y uniéndolas con el barro; las mejores y de mayor tamaño se colocan alternativamente hacia cada lado de la esquina. Los paredes son de un grosor de 60 a 80 centímetros, incluso las interiores, pues todas sirven para sujetar los techos. Hoy todas las paredes interiores están cubiertas de yeso - enfoscado- y el exterior lo ha estado siempre en las zonas baja y media y, rara vez en la alta occidental. Los techos sólo han estado provistos de tejas en las iglesias y casas señoriales y algunos edificios oficiales, pues son símbolo de poder económico, Lo característico es que sean techos planos, denominados terrados y sujetos por gruesas vigas de castaño, encina o álamo, sobre los cuales se colocan cruzados otros trozos de madera, menores pero más espesos, denominados alfajías. Encima se colocan trozos de pizarra, sobre las cuales se pone una capa de barro poco trabado, denominado malhecho y sobre él una capa de launa, una arcilla magnesiana bastante impermeable y cuyo color plateado brillante la hace reflectante, protegiendo la casa del calor canicular. En otras ocasiones, sobre todo en zonas más bajas donde las nevadas son menos intensas o no existen. en lugar de las alfajías y las losas de pizarra, se colocan sobre las vigas un entramado de cañas Los bordes del terrado se completan con trozos de pizarra en forma de alero, denominados veriles, que se sujetan con unas alineaciones de piedra denominadas castigaderas. Para desalojar el agua de la lluvia se instalan varios caños de los más diversos materiales; madera ahuecada, cerámica, una teja invertida o una simple piedra que aleja el chorro del agua de la pared. Esta forma del techo es constante en toda la comarca sin excepción, tanto en la parte alta como en la costa, incluso en las zonas más castigadas por las nevadas, lo que Pío Navarro explica, porque éstas son poco frecuentes pero muy copiosas y el techo plano permite subir a él para tirar la nieve con palas. Aunque las casas sean pequeñas en ellas siempre se alberga todo lo necesario para el trabajo del labrador, animales. aperos, productos del campo, si bien las nuevas técnicas de labranza y otras orientaciones de la economía, está transformando la utilidad y, por tanto. la distribución de espacios en las viviendas. Si bien hay Casas de una sola planta, lo frecuente es que tengan dos, incluso tres, de escasa altura en los pueblos de la zona alta occidental y mayor en el resto. El estar adaptadas al declive del terreno permite que tenga entradas a distinto nivel, generalmente la de la planta baja orientada al sur y la de la primera al norte. La planta baja se destina a la estancia de animales, la primera planta es la vivienda y la tercera, cuando existe, constituyen las cámaras, destinadas a almacén y conservación de productos de la agricultura, los trojes y secaderos de embutidos. El terrado es también parte aprovechada de la casa: se utiliza para secar y almacenar algunos productos agrícolas y para hacer en él parte de la vida, ahí se toma el sol en las tardes de primavera, el fresco en las noches de verano, las mujeres cosen y hablan, antes se hacían bailes y siempre son utilizados como mirador del campo y pueblo o presenciar determinados espectáculos, A él se accede por unas empinadas escaleras que conducen, bien a una terraza contigua, bien mediante subideros, especie de claraboyas periscópicas. Son muy llamativas las chimeneas, bien sobresalientes como desafiando la horizontalidad de las superficies y adoptando formas características. Los huecos no son muy abundantes: las puertas, generalmente de poco tamaño en las zonas altas y mayores en zonas más bajas. Los dinteles también son de madera de castaño, álamo o encina y los balcones tienen muy poco voladizo cuando lo tienen. Las barandas son de madera, si bien hoy se están sustituyendo por las de hierro. Los postigos generalmente tienen una hoja sin cristal, para asomarse y la otra con cristal, para que entre la luz. No son raros los porches, unos empotrados en el espacio de las casas, otros ocupando parte de la calle, Suelen ser de columnas rectas y arcos cuadrados, si bien en la zona oriental abundan los redondos, No son raros los poyos a la puerta de las casas para sentarse o colocar aperos de labranza. La decoración exterior es casi inexistente salvo la gran profusión de macetas para las que la mujer alpujarreña tiene un arte especial, hechas con cualquier vasija en desecho, que dan un extraordinario colorido a la blancura de las calles. Es frecuente pintar de un color más oscuro una franja de 80 cms. o un metro en la parte baja de la fachada para disimular las manchas producidas por las salpicaduras del suelo o los animales al rozarse. La decoración interior tampoco es mucho más rica salvo en las casas señoriales. Generalmente se reduce al blanqueado con cal y en los techos con ocre o azul. El mobiliario es escaso y utilitario, no faltan las alacenas y arcas para guardar útiles y ropas. |
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