Doscientos cincuenta años
José Manuel Muñoz. Esos son los que cumplimos este año como Cofradía de Penitencia, si bien no sería hasta 1764 cuando hiciéramos la primera estación a la Santa Iglesia Catedral. Como Hermandad de Gloria sumamos casi los trescientos años, y como Sacramental se superan estas cifras en varios siglos. Curiosamente las tres ramas de las que procede el todo actual fundadas en San Bernardo donde se han mantenido hasta nuestros días, sin mudanza alguna. No es corta la edad que la Hermandad pretende conmemorar, ni se cumplen todos los días doscientos cincuenta años de existencia, con lo que eso lleva consigo de afanes y zozobras, de esplendores y sombras, de gozos y sinsabores. Y poder cumplirlos no lo es por otros motivos que la ayuda de Dios y la fe y el tesón de esos beneméritos hermanos y bienhechores que dieron lo mejor de si mismos en servicio a la Hermandad. Repasar la Historia, tantas veces publicada, o motivo de charlas y conferencias, con ser importante no es lo más, sino tomar de esa historia las enseñanzas y experiencias mejores a fin de poder adecuar -depurada y decantada- nuestra actuación dentro del seno de la Hermandad, y sobre todo para comprender mejor y aprender más de cuantos sirvieron, amándola, a nuestra corporación. Hay magníficos ejemplos desde la fundación hasta casi nuestros días quizás no todo lo conocidos que debieran. La historia se va escribiendo día a día, y el paso del tiempo se va encargando de tamizarla hasta dejar sólo lo realmente trascendente en la memoria de los hombre, a través del relato oral o escrito. Nosotros, queramos o no, estamos haciendo esa historia. De cómo la estemos haciendo depende el que cuando pasen los años -cuando vivan quienes ni nos conocieron-pueda seguir hablándose de la Hermandad como asociación viva, injertada en la sociedad de su tiempo. ¿Qué se podrá decir dentro de otros doscientos años? ¿Habremos sabido dar suficiente fortaleza y contenido y transmitir a esas generaciones sucesivas una Hermandad consecuente con sus fines? Pensemos en nuestros fundadores, aquellos muchachos tenaces y esforzados que no cejaron hasta ver culminada su ilusión de tener una Cofradía en el Barrio, y en la forma y modo más convenientes y acordes con las del resto de la ciudad. ¿Cómo iba siquiera a imaginar que tantos años después serían recordados con cariño por quienes hemos recogido el legado generoso que supieron dejar? Durante tan largo período la Cofradía ha ido adquiriendo su personalidad diferenciadora, formándose, puliéndose... labor que no se ha terminado ni acabará nuca, porque como toda obra viva y palpitante es constante la evolución, dependiendo de lo que vamos queriendo y haciendo los que en cada momento pertenecemos a ella. De ahí la gran responsabilidad que nos cabe ante Dios y ante la Historia que, inflexibles, nos habrá de juzgar, y no sólo por cuanto hicimos o dejamos de hacer, sino por el amor o desamor que pusimos en el servicio a nuestra Hermandad. Celebremos este acontecimiento con la alegría de sabernos continuadores de la vida de nuestra querida cofradía que, gracias a Dios, alcanza una vida de doscientos cincuenta años. |