El adiestramiento por etapas ha allanado el camino. Cada una de ellas presentó problemas diferentes. No obstante todas utilizan el mismo valor.
Para que esa mente llena de conocimientos pueda conducir al estudiante de Karate a sus metas, es necesario que éste pueda "vaciarla". La mayoría de las personas, al enfrentar a un enemigo, concentran su atención en el ataque, la defensa o según el aspecto particular del combate. Además el luchador puede sentir, ante la situación violenta, la angustia de ser derrotado, el deseo de vencer o, también, el temor de dañar excesivamente al circunstancial adversario. Si además tuviera que detenerse a pensar en qué técnica utilizar, difícilmente pudiera estar a la altura adecuada para resolver
exitosamente el conflicto. Por eso es necesario que la mente esté "vacía", en blanco, que las acciones y reacciones sean un producto no consciente.
Para automatizar los movimientos, liberando los procesos preconscientes e inconscientes, el practicante de Karate debe ejercitarse en forma contínua. La realización constante de sus técnicas sumerge en su personalidad a las mismas haciendo cada vez menos activos a los procesos conscientes. El buen combatiente sabe que, cuando usó una buena técnica en un momento de la lucha, no es porque haya decidido usarla previamente sino porque inconscientemente la eligió, de ahí la importancia de volver a la primera etapa del aprendizaje, cuando la mente estaba en blanco.
La práctica contínua e infatigable del Karate permite mantener en buena forma las capacidades anteriores y reflejos automáticos para que surjan adecuadamente y en el momento deseado.
Desde un cierto punto de vista, los veteranos de este arte marcial son expertos en el uso del inconsciente, pues aquel era un acostumbramiento destinado a liberar sus procesos.
Concluyendo, técnicas y vaciamiento de la mente consciente encarnan los dos básicos elementos del Karate.
Las primeras conducen a lo segundo. Y tal vez, en la búsqueda del ideal de perfección (inalcanzable como todos los ideales) sea necesario el poder "vaciarse" para que añoren en nosotros virtudes que desconocemos.