Sus orígenes se remontan a las épocas precristianas cuando los señores feudales utilizaban grupos armados y entrenados para dominar a sus vasallos. Como éstos tenían terminantemente prohibido el uso de armas bajo pena de muerte, aprendieron a utilizar sus instrumentos de labranza y trabajo en general para defensa y también para ataque.
Simultáneamente, monjes de órdenes religiosas que no podían por razones de orden moral recurrir a las armas para defenderse de asaltos y agresiones, comenzaron a diseñar técnicas de combate con el uso del cuerpo. Fueron así transmitidos estos conocimientos de sectas en sectas y de grupo en grupo.
Originalmente el Karate fue un sistema de combate mortal. Posteriormente se le fue introduciendo una faz ética y llega inclusive a proponer como iremos viendo una particular y específica forma de vivir.
Si dirigimos nuestra atención a la historia de este arte, al reconocer todo lo que le debemos a los grandes maestros que lo crearon y lo fueron plasmando, percibiremos que se sensibiliza intensamente nuestra capacidad de agradecimiento. Pero representaría desvirtuar sus enseñanzas, o mejor dicho, el resultado de ellas, no poner en juego la plasticidad suficiente para aceptar la incorporación de nuevas técnicas
pedagógicas y la adaptación de lo que debe ser el aprendizaje
para el hombre de la sociedad actual en una determinada región del
planeta.