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   La película comienza: un soleado amanecer junto al mar, un hombre solo, inexpresivo, no sabemos que hay en su mente, aunque suponemos que no demasiadas cosas, o al menos no demasiado interesantes; sabemos, por el sol, las palmeras, el barrio de caravanas, la autopista junto al mar; los rumores que hemos oído antes de entrar al cine, que estamos en un paisaje, físico y temporal, del decadente mundo de las ex-estrellas cinematográficas.

  
  


   La película termina ... es de noche en un callejon de una ciudad indefinida, llueve. El mismo hombre, igualmente solo, ya no está vacío a nuestros ojos; suponemos sentimientos, recuerdos, agridulces penas y alegrías ... han pasado muchos años entre esas escenas; pero solo unos días, los más lejanos a este instante final, los más cercanos al joven bruto que se despierta al volante entre las palmeras, son los que sabemos que están en su mente cuando juega, a su extraña manera, bajo la lluvia.

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   La historia negra de Hollywood tiene un capítulo especial dedicado a James Whale; el creador de uno de los mitos del siglo XX; el Frankenstein que visita nuestros sueños y recuerdos es obra suya. Él puso rostro, manos, tornillos, voz a un espíritu creado siglos atrás una noche de tormenta y cuentos de terror.

   Su exilio voluntario cuando estaba en plenitud creadora y social, la causa de su muerte, siguen siendo un misterio y tema para novelas como "Father of Frankenstein" de Christopher Bram; en la que Bill Condon se ha basado para el guión (uno de los Oscar que no se han llevado las grandes producciones).    

Otros cuentos, algunos más horribles que los que Byron, Polidori y los Shelley se lanzaban como un reto, son parte importante de "Dioses y monstruos". Cuentos contados junto a una piscina en una mansión de California, bajo la lluvia en una recepción real, en un bar de carretera entre cervezas y rubias de bote; Y sobre todo, en una noche de tormenta, en la penumbra de una habitación, la lluvia y los relámpagos fuera, dos hombres asustados y esperanzados intentando dar un sentido a las horas o a los años que quedan por vivir; dos extraños pidiéndose auxilio.

 

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   Esta película esta hecha , desde luego, por cinéfilos para cinéfilos; lo que no quiere decir que no pueda gustar a los espectadores que no sienten esa pasión del "cine por el cine", los que se meten en una sala oscura para soñar, divertirse, aprender; sin importarles el mundo que ha hecho posible esos minutos de magia.

   Pero los que sepan que el director de "Dioses y monstruos", Bill Condon, es el responsable de la película "Sister, sister" ( un cuento de terror gótico y sensual  en los pantanos de Nueva Orleans ) o de la segunda entrega de "Candyman" ( esa entrañable y sangrienta creación de Clive Baker, que es también productor de "Gods and Monsters"), los que sepan que Ian Mckellen nació y jugo de niño en los mismos campos y callejones que James Whale, que como éste es un homosexual feliz de serlo, sin miedos; los que conozcan la obra y la vida del padre de Frankenstein, disfrutarán de manera distinta de la película.  
   

   No es una película "gay"; en el sentido de otras cuyo tema principal es la defensa o sencillamente el testimonio de este tipo de sexualidad (de vida); que James Whale fuera homosexual es una más de las características del personaje. Quizá la más importante sea la de la lúcidez y el terror ante la llegada de la temida senilidad; si lo más importante en tu vida es la busqueda de la belleza en el exterior y en el inerior de las cosas y las personas, la llegada de la decadencia (sobre todo la mental) que te condena a la fealdad y al olvido.

 

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"Dioses y monstruos" no es, como "Sunset Boulevard" el retrato de una ex-estrella que se niega a dejar de ser la reina de las portadas ... la nostalgia de James Whale es la nostalgía de un mundo que desea mantener enterrado pero no deja de aparecérsele en las caras, en los olores de su último exilio.

Si aún te apetece volver a ver "Frankenstein", "La novia de Frankenstein" o "El hombre Invisible" quizá "Dioses y monstruos" te desvele algún porque que te asaltó la última vez que disfrutaste con ese viejo terror en blanco y negro.

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