Empecemos esta historia por donde las más de las veces solemos tropezar con ellas: a mitad de camino; que es lo mismo que decir al principio y al final de otra historia.
Andamos por el año 800, hace ya tiempo que la leyenda de las predicaciones y muerte en España de un poco conocido apóstol, Santiago, recorre los pueblos y caminos de la península; historia criticada y condenada por el alto clero durante siglos ( no será hasta el siglo XIX que el papa León XIII respaldará oficialmente la leyenda ). Un anacoreta gallego, Pelagio, una noche, sobre las ruinas de un viejo castro, plantado en el camino entre El Padrón y el Monte Sacro, ve, o dice ver, lenguas de fuego; oye, o dice oír, cánticos angelicales o demoníacos conocido el suceso en la región, el obispo de la zona, al que llamaremos Teodomiro, ni corto ni perezoso comunica, a feligreses y superiores, que por inspiración divina se le ha dado a conocer que el milagro señala el lugar de la tumba y los restos del apóstol, de Santiago.
Comienzan las peregrinaciones, comienza la llegada de místicos y locos de todas partes del mundo conocido; comienza el Camino.
La iglesia oficial niega que jamás Santiago pisara las tierras españolas al principio. Año tras año son más numerosos los apoyos de la curia romana a la superstición ibérica. ¿ Empujados por el fervor popular ?, ¿ quizá por el beneficio económico que genera esa multitud de peregrinos que debe comer, pernoctar, vestir, comerciar ? o quizá por la nueva leyenda; la que dice que los restos que miles de personas vienen a adorar tras recorrer miles de leguas no son sino los del hereje ajusticiado hace cinco siglos: Prisciliano, el cristo español, obispo de Avila, líder espiritual de la perseguida iglesia heterodoxa española. No en vano se dice que el clero y el monacato gallego, y por tanto Pelagio y Teodomiro, están profundamente contaminados de priscilianismo, que la casi totalidad de las castas pensantes de Galicia pertenecen a una sociedad secreta que sigue los mandamientos del hereje
Así se consuma la estafa los huesos se santifican cuando el interés de la supervivencia supera al fastidio de asentir a las demandas del pueblo.
Pero ¿ quién era este Prisciliano ?, ¿ como consiguió prender en España la llama del viejo, olvidado, cristianismo gnóstico, ascetico, orientalista ?, ¿ como se convirtió en martir de una iglesia dentro de la iglesia romana ?.
Quiero desatar y quiero ser desatado
Quiero salvar y quiero ser salvado.
Quiero ser engendrado.
Quiero cantar: cantad todos.
Quiero llora: golpead vuestros pechos.
Quiero adornar y quiero ser adornado.
Soy lámpara para ti, que me ves.
Soy puerta para ti, que llamas a ella.
Tú ves lo que hago. No lo menciones.
La palabra engañó a todos, pero yo no fui
completamente engañado.
Prisciliano: Himno a Jesucristo.
Nacido en una familia culta y pudiente en la Iria Flavia del Siglo IV.
Niño protegido y prodigio, en la universidad de Burdeos se convierte en un joven ingenioso, seductor, mujeriego hasta que en su vida aparece Delphidius, profesor de retórica, del que será pronto su alumno favorito.
Era Delphidius, además de reconocido maestro, descendiente de druidas, asceta seguidor de las doctrinas de San Ambrosio, San Jerónimo, Martín de Tours, defensores de un cristianismo "puro y viejo" enraizado en antiguas tradiciones orientales.
Prisciliano, Delphidius y su mujer, fundan, en las afueras de Burdeos, algo que hoy compararíamos a una "comuna hippy"; una comuna ascética, dedicada a la meditación, a la iniciación en una religión que participa de los saberes druídicos y de la tradición gnóstica cristiana; del hinduísmo y del viejo culto mitraíco
Por supuesto, los fundadores y adeptos de esta "escuela de cristianismo" son expulsados de la universidad.
Pasan los años y un Prisciliano muy distinto al que marchara de Galicia, vuelve a ésta con el deseo y el propósito de reformar la iglesia de su gente.
Usando las armas que durante años le harán famoso y temido en todo el Occidente, la inteligencia y la elocuencia, se convierte en líder de una nueva Iglesia que invade todos los rincones de Galicia; una iglesia que busca la antigua perfección apostólica y que choca frontalmente con la Iglesia oficial en muchas de sus formas y de sus fondos:
Abre las puertas de los templos como participantes activas a las mujeres.
Predica la abstinencia de alcohol y carne.
No prohibe el matrimonio de monjes ni clérigos, aunque recomienda el celibato como un capítulo más del ascetismo vital que propone y practica.
Condena la esclavitud.
No condena los prohibidos evangelios apócrifos de Tomas, Juan y Andrés.
Cree en la herejía de que los ángeles y las almas humanas son, en esencia, de la misma sustancia que Dios.
Utiliza el baile como parte de la liturgia.
En el año 382, cuando cuenta la edad de 33 años, apoyado por el clero extremeño y portugués, que estaba siendo arrastrado por este viento del cambio, nuevo y viejo a la vez, es nombrado obispo de Ávila, tres años después de haber sido ordenado sacerdote y su nombre comienza a sonar peligrosamente alto en los oídos de los "guardianes de la fe" del otro lado de los Pirineos.
El clero francés, envidioso, asustado, amparado en la indiferencia y la cauta aquiescencia de Roma, convoca un sínodo en Burdeos para "corregir la heterodoxia del cristianismo ibérico".
Prisciliano y algunos de sus principales apóstoles, marchan dispuestos a una incruenta batalla de ideas y palabras
El sínodo, el juicio eclesiástico comienza; aparecen acusaciones de brujería, exhibicionismo, ritos orgiásticos nada se puede probar; Prisciliano, como siempre que se le deja hablar y razonar vence con su voz y su mente y su alma.
La balanza de la verdad no se decide a inclinarse ni hacia el cielo ni hacia el infierno y entonces la traición, la sorpresa para algunos, la sonrisa de alivio para otros: los jueces eclesiásticos se retiran, aducen falta de jurisdicción sobre los hechos y "ceden" su lugar a los jueces "laicos", al imperio francés, que no quiere que unos extranjeros inflamen de ideas no oficiales a una de los poderes más influyentes en todos los órdenes de la sociedad: el clero, espejo y consejero de reyes y de campesinos; los hombres sagrados, respetados, temidos, escuchados, seguidos por eso siempre cercanos, para ser sojuzgados o protegidos, al poder.
El fin de la historia de Prisciliano es conocido o esperado acusado de brujería será decapitado junto a cuatro de sus discípulos. Era el año 389 y era la ciudad de Tréveris.
Y, a mayor gloría de la ortodoxia cristiana y del imperialismo franco-romano, comenzará la persecución y el exterminio de todo aquello que en nuestra península huela a priscilianismo: anacoretas, vegetarianos, clérigos con el cabello largo, mojes sobrios
"Así, el priscilianismo, que estuvo a punto de ser religión nacional y masonería internacional, se encierra poco a poco en su concha. Vuelve a sus fronteras naturales, a Galicia. Allí, cual sociedad secretísima pero ampliamente extendida entre la curia y el monacato gallegos, sobrevive este cristianismo ascético y espiritual, gnóstico, ocultista, heredero de saberes orientales y precristianos"
Tan amplia difusión mantuvo esta corriente subterranea, que en el IV concilio de Toledo (683) se condena, como lacra prisciliana, el "delirante pecado" de no cortarse el pelo de la clerecía gallega. Si esas eran las formas que no serían los fondos.
La última noticia oficial que conocemos de Prisciliano es que, cuatro años después de su asesinato, un grupo de gallegos aparece en Tréveris, lugar de su enterramiento, exhuma los cadáveres y los devuelve a su tierra nadie sabe dónde o muchos lo saben y callan.