Definición: También el cristianismo primitivo, o su moderno renacimiento bajo el nombre de Zen Christianism, como el budismo, pueden ser mirados desde el punto de vista de una ciencia de la mente. Un expositor válido para explicar esa postura es el padre Sylvan, que el 22 de diciembre de 1975 escribía en su diario:
Todo acerca de la Enseñanza debe ser experimentado por uno mismo y asimilado en el propio ser antes de intentar guiar a otros.
Llama a esto misticismo, si así lo deseas, misticismo verdadero.
Alguna vez la Iglesia entendió esto. Debe haber un misticismo perpetuo, perpetua experiencia.
Este es el origen de la desconfianza de la Iglesia por los así llamados "místicos". El misticismo en su sentido real es el estado natural de la mente humana. "Místicos" que tienen "experiencias" ocasionales terminan a menudo burlándose de la criatura humana al tratar esas experiencias como extraordinarias. Lo que sí es extraordinario es la rareza de ese nivel de experiencias,
Demasiado énfasis en experiencias interiores provoca inevitablemente resistencia y un giro hacia la organización institucional exterior. La libre exploración de la vida interior con relativa exclusión de la exterior provoca, de acuerdo a la ley, un contra-movimiento hacia el ordenamiento de la tradición en lo exterior, justamente lo que sucedió en el Tibet en el siglo XIII.
La Iglesia supo esto alguna vez. Una de las consecuencias de su olvido fue el miedo y el odio a la jerarquía en los pueblos occidentales. La organización de la Iglesia reflejaba originalmente la organización del hombre y del universo. Esta organización debe ser experimentada dentro de uno mismo, constantemente, "sin cesar".
"Orar sin cesar" significa orar ahora, en el momento actual.. Busca en el momento presente, ahora, la organización del universo, de Dios en tí mismo.
En uno mismo - esto se interpreta como en nuestro cuerpo. Lo estamos olvidando. Nuestra mente, nuestra atención, es lo más olvidado de todo. San Gregorio Palamas escribió claramente acerca de esto (Triadas, Triada1, Cuestión 2).
Continúa el padre Silvan:¿Escuchas ahora al Apóstol diciendo que "tu cuerpo es el templo del Espíritu Santo que está en tí"(1Cor.6:19) y nuevamente que "tú eres santuario de Dios"(1Cor.3:16) o "Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos; y seré su Dios"(2Cor.6:16)? ¿Quién, entonces, poseyendo una mente, estimará inadecuado introducir esa su mente en esto a lo que se ha dado el honor de ser la morada de Dios?
¿Cómo es que Dios mismo en el comienzo puso la mente dentro del cuerpo? ¿También ha errado?
Tales palabras son propias de heréticos que dicen que el cuerpo es maligno y es creación de un principio perverso. Pero lo que nosotros vemos como maligno es que la mente se ocupe del pensar propio de los sentidos y de la carne y no que la mente esté en el cuerpo, porque el cuerpo no es maligno.
Cuando el Apóstol (Rom.7:24) llama al cuerpo muerte, diciendo "¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?", significa con esto el pensar propio de los sentidos y de la carne.
Por lo tanto, nosotros luchamos contra esta ley del pecado, desterrándola del cuerpo y ubicando allí la mente como un obispo. Así establecemos leyes para cada poder del alma y para miembro del cuerpo de acuerdo a lo que es propio de cada uno. Para los sentidos percibimos qué tienen que recibir y en qué medida: esta práctica de la ley espiritual es la llamada práctica del "dominio de sí". A la parte del deseo del alma la llevamos a ese estado de máxima excelencia cuyo nombre es "amor". La parte mental la mejoramos expulsando de ella todo lo que le impide elevarse hacia Dios: a esta parte de la ley espiritual la llamamos "sobriedad".
Ves que no sólo el razonamiento espiritual sino el razonamiento humano general muestra la necesidad de reconocer como imperativo que aquéllos que desean pertenecerse a sí mismos y ser verdaderamente monjes en su interior, deben llevar su mente hacia dentro del cuerpo y mantenerla allí, No está fuera de lugar enseñar a los principiantes a mantener la atención en sí mismos.
Uno de los grandes maestros dice que desde la caída, el hombre interior generalmente coincide con los movimientos y posturas exteriores. Si esto es así, ¿por qué no aceptar que el hombre que busca volcar su mente hacia el interior obtendrá gran ayuda para esto si - en lugar de vagar con sus ojos de acá para allá - los dirige hacia adentro y fija su mirada en su pecho? Cuando los ojos vagan por el exterior, la mente se dispersa entre las cosas que está viendo. Del mismo modo, si los ojos se vuelcan hacia adentro, este movimiento naturalmente conducirá también a la mente hacia el corazón en un hombre que lucha por revertir los movimientos de su mente, es decir, recogerlos de afuera y conducirlos hacia dentro.
Dice Moisés (Deut. 15:9): "Pon atención en tí mismo, que no abrigue tu corazón algún secreto pensamiento, alguna iniquidad." Pon atención s ti mismo, es decir, la totalidad de ti mismo; no atiendas una cosa desatendiendo la otra. Debes observar todo. ¿Con qué ponemos atención? Por supuesto, con la mente. Ninguna otra cosa puede poner atención en la totalidad de uno mismo. Por lo tanto ponla como un guardíán sobre el alma y el cuerpo [Nota: obsérvese la terna mente-alma-cuerpo]. Así facilmente te liberarás de las malas pasiones del alma y el cuerpo. Mantente en guardia ante ti mismo, mantente por sobre ti mismo, obsérvate a ti mismo, o mejor, mira, examina y juzga. Porque de este modo subyugarás la carne ingobernada al espíritu - y tu corazón nunca abrigará una palabra secreta de iniquidad."
A través de la conciencia de la atención del cuerpo es posible ver cómo incluso los deseos instintivos obedecen instantáneamente a lo Superior, sin violencia. Sólo necesitan el "contacto" para que esta obediencia natural, el amor innato a lo Superior, se hiciera activa. El yo (Ego) evita el "contacto" entre las diferentes fuentes de atención dentro del organismo humano. Esta es su malignidad y es sólo lo que es necesario destruir. Sin embargo, es una tarea muy difícil.
El cuerpo es sagrado porque en él podemos llegar a experimentar - con diligencia y persistencia - directamente la jerarquía de Dios y la confusión de los deseos del Ego.
Nadie en la Iglesia se atreve a hablar o actuar respecto de un otro si no sabe si éste está o no está - en ese momento - experimentando la verdad acerca de si mismo y de la creación. Se nos pide que sepamos en qué estado interior de salvación estamos. Pero esto es difícil. Tan difícil que exige el todo de uno mismo. Es difícil porque la realidad es lo posible en este momento para nosotros, seres humanos: conocer nuestro estado interior de salvación. A lo que finalmente estamos destinados es otra cosa. Es algo de un nivel inconcebiblemente superior. No estamos destinados para lo que nos es posible ahora. Esa es nuestra tragedia. Es nuestra situación, que alguna vez fue definida con exactitud con la palabra pecado, palabra que ahora está vacía de sentido. Imaginar que lo que es posible ahora coincide con mi último designio, es la peligrosa ilusión del Ego, en este caso del Ego religioso, el más peligroso entre todos. Es lo mismo que imaginar que las palabras "Cristo trae la salvación" significan "yo ya estoy en estado de salvación".. Needleman - p 94/98 ; en elaboración, pronto estará completado
10.ene.2002
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Glosario de Bioingeniería del Conocimiento - Carlos von der Becke.