LECTURA 48
El viejo adagio de que demasiado de algo bueno deja de ser bueno es aplicable a la ingesta de dosis suplementarias de hierro. La hemocromatosis, enfermedad por exceso, ocurre en individuos que geneticamente muestran imposibilidad de frenar la acumulación de hierro ingerido diariamente. Hay circunstancias desusadas para esa enfermedad: los bantúes de Africa del Sur consumen cerveza fabricada en tanques de hierro que con la acidez del medio pasa a la bebida que luego se ingiere.
Pero el principal problema con el hierro es, de lejos, su déficit. La anemia, nombre de ese déficit, suele estar acompañada por crónicas pérdidas de sangre, por inhabilidad del intestino para absorberlo o por dieta insuficiente en hierro. Las pérdidas de sangre se deben a parásitos intestinales, nematodos como el Ancyclostoma duodenale y el Nectator americanus, que ingresan al cuerpo como larvas a través de pies y piernas, son arrastradas por la sangre a los pulmones, llegan de allí a la traquea y finalmente son tragadas y se alojan en el intestino hasta que, maduras, cinco semanas después del ingreso, se alimentan de sangre, mucus y tejidos, hasta morir individualmente unos 10 años después.
La deficiencia en hierro es el problema nutricional prevalente en el mundo actual. Dos terceras partes de los niños y de las mujeres en edad de menstruar, de los países en desarrollo, no alcanzan a cubrir las necesidades de hierro. La ingesta diaria debiera ser de 10, 15 o 20 mg, de los cuales basta que ingresen entre 0,5 a 1,0 mg para mantener buena salud. Si hay reservas, la ingesta resulta autocontrolada por el sistema digestivo. La dieta rica en hierro asimilable comprende hígado, corazón, yema de huevo, germen de trigo y la mayoría de las hortalizas verdes.
Resumen de Scrimshaw, Nevin S., Iron deficiency, Scientific American, oct 1991, vol 265, No. 4, p 24, con comentarios de David Francis Mettrick.
23.feb.2001
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Colección de lecturas de Biología- Carlos von der Becke.