LECTURA 75
COMPLEJIDAD EN ESTRUCTURAS BIOLOGICAS SIMPLES - El sistema viviente más simple
que conocemos, la célula bacteriana, pequeña maquinaria de extremada
complejidad y eficacia, ya pudo haber llegado a su perfección hace
millones de años.
El plan de armado de esta célula es el mismo que el de los otros
seres vivientes. Por ejemplo, usa el mismo código genético y la misma
maquinaria de traducción que las células humanas (N. de los A.,
incluso simplificando la etapa de maduración de genes fragmentados).
Las células más simples que están disponibles para nuestro estudiono
tienen nada de "primitivo". Son el producto de una selección que
se realizó a través de quinientos o mil millones, inclusive un billón
de generaciones sucesivas y que pudo ofrecer, al final, un aparataje
que manifiesta un fin, un sentido, una ausencia de estructuras realmente
primitivas, que ya no se pueden reconocer. Es imposible reconstruir
sin fósiles una evolución de este tipo. Nuestra ambición es la de
poder, al menos, sugerir alguna hipótesis plausible en cuanto a la
vía seguida por la evolución, preferentemente acerca del punto
de partida.
Explicar el desarrollo de un sistema metabólico
que "aprenda" cómo movilizar el potencial químico y cómo
sintetizar los componentes celulares requiere hipótesis hercúleas.
Lo mismo, que "aprenda" a construir una membrana de permeabilidad selectiva,
en cuyo defecto la célula deja de ser viable. Pero el problema mayor
es el del origen del código genético y del mecanismo de su traducción. La
palabra "problema" no es la que debemos pronunciar, pues se trata
de un verdadero enigma.
El mensaje genético no tiene sentido salvo
que sirva para traducir. La máquina de traducción de la célula moderna
necesita alrededor de ciento cincuenta constituyentes macromoleculares
que ellos mismos están codificados en el DNA. El código no
puede ser traducido más que por los productos de traducción.
Es la nueva versión del omne vivum ex ovo. ¿Cuándo y cómo se
cerró ese lazo sobre sí mismo? Es excesivamente difícil de
imaginar.
Jacques Monod, El azar y la necesidad, p. 181 y 182. Colección de lecturas de Biología- Carlos von der Becke.