Comunismo
El comunismo es una sociedad sin Estado, sin propiedad privada y sin clases sociales. La gente se organiza en un proyecto, o para responder a alguna necesidad de la comunidad humana, pero sin que su actividad económica tome la forma de una empresa basada en los salarios. La circulación de bienes no se cumple por medio del mercado: por el contrario, el lema de esta sociedad es "de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad".
Con el comunismo, el gobierno sobre la gente da paso a la administración sobre las cosas. A diferencia de la ilusión producida por la sociedad actual, el Estado y sus instituciones no son el resultado inevitable del crecimiento y la complejidad de las sociedades, sino el resultado de la socialización frenética de la especie sin comunidad. La necesidad de distintos órganos de administración, represión y asistencia tiene su base en el mantenimiento de la sociedad de clases. El Estado es el defensor de la clase dominante que se integra cada vez más a éste. Es obligado a aliviar la miseria aumentada por una vida social donde el hombre es un lobo para el hombre.
Con el comunismo la relación opuesta pero complementaria entre las esferas política y económica desaparece. Por ejemplo, la contradicción del ciudadano que supuestamente gobierna la sociedad en libertad e igualdad y al mismo tiempo es un productor esclavo de la necesidad material, la jerarquía y el despotismo de la fábrica. La teoría y la lucha comunistas son una crítica de la economía y de la política.
Marxismo y anarquismo
La diferencia entre los marxistas y los anarquistas consiste en lo siguiente:
1) En que los primeros, proponiéndose como fin la destrucción completa del Estado, reconocen que este fin sólo puede alcanzarse después de que la revolución socialista haya destruido las clases, como resultado de la instauración del socialismo, que conduce a la extinción del Estado; mientras que los segundos quieren destruir el Estado de la noche a la mañana, sin comprender las condiciones bajo las que puede lograrse esta destrucción.
2) En que los primeros reconocen la necesidad de que el proletariado, después de conquistar el poder político, destruya completamente la vieja máquina del Estado, sustituyéndola por otra nueva, formada por la organización de los obreros armados, según el tipo de la Comuna; mientras que los segundos, abogando por la destrucción de la máquina del Estado, tienen una idea absolutamente confusa respecto al punto de con qué ha de sustituir esa máquina el proletariado y cómo éste ha de emplear el Poder revolucionario; los anarquistas niegan incluso el empleo del Poder estatal por el proletariado revolucionario, su dictadura revolucionaria.
3) En que los primeros exigen que el proletariado se prepare para la revolución utilizando el Estado moderno, mientras que los anarquistas niegan esto.