Manifiesto para la Corriente Internacional Leninista
Cuarta parte
18. Una nueva clase obrera
En los años 80, durante el clímax del proceso de aburguesar, ya emezó a volverse. La crisis de sobreproducción se mostró más y más, después de que la burguesía había fracasado a suavizarla. El capital no se pudo permitir el lujo del keynesianismo. Sediente de ganancia, ha empezado a sacar algunas conquistas al proletariado occidental, comenzando a eliminar muchos costos improductivos, desmantelando profundamente el welfare state, empezando a bajar los salarios para acercarlos al salario medio mundial.
En suma, ha comenzando a romper unilateralmente, pero aceptado por los partidos y sindicatos „obreros“, el compromiso social con el proletariado. Por medio de radicales reestructuraciones en el sistema social se cambia de arriba hasta abajo no sólo el mercado de trabajo, sino también la misma fábrica. En este mercado de trabajo domina ahora casi completamente la flexibilidad de la mano de obra, se rompe todas las conquistas de un siglo entero de lucha y esto es cada vez más a la exclusiva merced de los tiempos de circulación del capital.
En efecto, la nueva generación proletaria no gozará de los privilegios de la vieja. El puesto de trabajo se transfiere con la misma velocidad con la cual el capital se disloca en el mercado. Ya no vale el puesto de trabajo, pero la relación laboral como tal, abstracta, despojada de cada durabilidad, de garantías contractuales. En efecto, para el obrero ya no hay ningún puesto seguro, pero un espacio, el mercado, en cual debe incesantemente circular para estar aceptado por el capital sólo un momento, ad interim.
Si el obrero viejo puede tratar de huir de este mecanismo, el más joven está destinado a llegar a ser un clono del obrero mexicano o magrebí. Lo que cambia es solamente el tamaño del espacio donde el obrero debe moverse para atrapar el capital y ofrecerle su fuerza de trabajo. En la fábrica, la informática y la robótica, el toyotismo han permitido al capital de establecer su tiránico dominio, ese dominio que el obrero de la cadena taylorista había puesto en duda.
El obrero joven está atado a un maquinismo exasperado, llevado a sus límites extremos, que no dejan espacio a ninguna forma de gratificación del trabajo, donde todos los aspectos de autonomía obrera del tiempo de valorización del capital están saturados en modo progresivo. El obrero fordista se ha transformado en un obrero total, en un obrero totalmente sometido a un proceso de cual no conoce el mecanismo intrínseco y que exige su sumisión incondicional. En estas condiciones, el antagonismo obrero o es completo y subversivo o no existe.
O se hace el sabotaje del mecanismo o la sumisión total. En estas condiciones los sindicatos pueden tomar solamente una posición corporativa, nada más que la posición de un órgano de control de la mano de obra según los intereses del capital. Hoy, más que siempre, los comunistas deben orientarse hacia la juventud obrera explotada, la palanca principal del futuro partido proletario.
Eso requiere prepararse, de encontrar instrumentos modernos para intervenir, de utilizar un lenguaje nuevo, de superar el propagandismo y el intelectualismo, de saber como unirse a los sectores más explotados y dinámicos, ser listos a tomar un papel dirigente en las luchas proletarias, porque serán estas luchas que formarán la materia prima de la futura Internacional.
19. La revolución mundial
El movimiento obrero occidental ha intentado a resistir a la ofensiva capitalista de los últimos 20 años apoyándose en partidos y sindicatos siempre más esclavos del imperialismo. El resultado era que el proletariado terminó en vender algunas conquistas históricas - la propia capacidad de lucha, la autoorganización en las fábricas y en la sociedad, sus organismos autónomos y de clase - por privilegios consumistas - que eran un sobreproducto de estas conquistas. Ahora el capital se ve obligado a tocar justamente esas conquistas.
Pero no todo malo siempre hace daño. Esos privilegios eran la fuente de la corrupción que ha paralizado la iniciativa antagonista: la pauperización moderna puede construir la base para la futura unión del proletariado mundial. Este proceso que cambiará a fondo las sociedades occidentales, profundizará la crisis del movimiento obrero organizado. Es la tarea de los communistas a empezar a defender del proletariado organizado contra la ofensiva y hacer posible la relación entre las partes que luchan en el viejo y el nuevo movimiento obrero.
Nuevas tendencias surgirán, otras reaparecerán, otras se pudrirán, como en un nuevo principio del movimiento obrero. Pero será necesario de liberarse de los conceptos tradicionales de izquierda y derecha. Estos no tienen ningún sentido si no están correlacionados a la composición de las clases y a su lucha a nivel mundial. Desde el punto de vista del orden social existente, Sadam Hussein está más a la izquierda que Jesse Jackson, un chetnico serbio no se halla a la derecha de un pacifista satisfecho alemán, un fundamentalista de Hamas está más vecino a los comunistas que un laborista israelí.
El movimiento comunista revolucionario no ha desaparecido de la escena solamente debido a que este es el transmisor de un proletariado imponente mundial que no ha dejado de crecer - también si no ha crecido sólo en los países „avanzados“- y que no ha dejado de luchar lo más fuerte que pueda. Si en el occidente siguen existiendo los comunistas, es porque no el entero proletariado ha sido integrado en el mecanismo cooperativista y sigue existiendo una minoría explotada, antagónica. Es esta minoría que podemos y queremos organizar, la materia prima de la revolución comunista.
El bloque social de la revolución en el occidente ya no puede definirse en los términos estrechos nacionales. La minoría explotada y oprimida del occidente ya no tiene su aliado más fuerte en la nueva y vieja pequeña burguesía de las fortalezas imperialistas, sino en el inmenso proletariado de Europa oriental, de los países atrasados y del extremo oriente.
La revolución portuguesa del 1974-75 es quizás un modelo auténtico de la futura revolución mundial. Era la última de las viejas revoluciones proletarias y la primera de las futuras. El proletariado portugués apareció a la escena bajo la presión de la lucha de liberación de los pueblos coloniales. Aceptó el desafío, abrió la puerta de la fortaleza asedida, unió su batalla a la de los esclavos coloniales y entró en el terreno de combate para la conquista del poder.
Como la revuelta de Chiapas siendo un descendiente de la vieja guerrilla campesina es el antecedente de la revolución americana que ahora empieza a dar sus primeros pasos y, todavía niño, ya lleva botas de soldado.
Como la revolución europea no podrá desarrollarse excepto como resultado de un proceso de desenvolvimiento del sistema neocolonialista que ya está en curso, de soldadura entre la lucha obrera en el continente y del proletariado oprimido del Magreb, del Medio Oriente, de los Balcanes y de la Rusia.
20. La refundación de la Internacional Proletaria
El carácter heterogéneo de la Internacional Comunista (IC), la derrota de la revolución europea y la ofensiva fascista, el acenso del estalinismo en la URSS, no la posibilitó de apropriarse consistentemente de la experiencia leninista y así de desarrollarla, ni en el aspecto práctico ni en el pensamiento. Esa tarea lo asumirá Trotski que, restringido por la urgencia de contrastar el asalto estalinista, sólo podía salvar lo salvable. El „comunismo de izquierda“ europeo y occidental al otro lado se mostró completamente incapaz en este terreno.
Excluyendo a Bordiga que opuso al socialdemocratismo y al estalinismo una versión exagerante del determinismo paralizante de Kautsky, de Rosa Luxemburgo a los „comunistas de izquierda“ no entendían la lección política de Lenin, y quedaban prisioneros de un excesivo subjetivismo neohegeliano, que se vinculaba a la metafísica de la clase obrera y al fetichismo de su lucha espontánea. En esta concepción el voluntarismo era el único motivo de guía para la acción del partido.
La curva descendiente de la revolución sólo podía enterrar para un largo período el „comunismo de izquierda“ que se levantaba brevemente después del Mayo francés para desaparecer nuevamente con el fin de este ciclo de luchas sociales.
Sólo partiendo de la reconquista y de la defensa de los angulares de la experiencia y de la practica bolchevique, se podrá desarrollar una acción revolucionaria moderna y también refundar teóricamente el marxismo para armarse en vista de la batalla resolvente entre el proletariado y la burguesía.
¿Cuál es esquemáticamente el fundamento concepcional de un marxismo moderno? Es verdad que el desarrollo poderoso de las fuerzas productivas modernas es la primacía indispensable para la transición de la humanidad al socialismo. Pero con la actuación del imperialismo, el carácter antagónico de estas fuerzas y de este desarrollo se ha trasladado: las fuerzas productivas se han convertido en fuerzas destructivas, el desarrollo puede llevar a la ruina de la civilización.
No se puede mantener toda la herencia de la burguesía. Mucho tiene que ser destruido y radicalmente reconvertido, no solamente en la esfera superestructural, sino también en la base económica. Los elementos de ruptura en la transición del capitalismo al socialismo son más fuertes que los elementos de continuación. Para que estas fuerzas productivas materiales sean usables en un modo comunista, hace falta en efecto cambiar su forma y su contenido capitalista.
Esto no es un proceso espontáneo, sino sucederá solamente gracias al control consciente en que los trabajadores asociados mediante el plan oprimen las leyes ciegas de mercado. Las medidas que una clase utiliza dependen del carácter de su misión y de la naturaleza de sus tareas. El proletariado en sí es nada más que un objeto de explotación. Para resolver su misión histórica tiene que ser consciente de su objetivo histórico y organizarse. Esa consciencia, esa organización no maduran automáticamente cuando crecen en su fuerza numérica y social.
La fuerza del proletariado depende principalmente de su potencia política. Sin el partido revolucionario que tiene una estrategia y un programa revolucionarios, la clase explotada está políticamente impotente. La lucha de clase conduce al socialismo solamente si está dirigida de un modo revolucionario, si no se limita al cambio de lo existente sino se orienta a realizar un proyecto hacia la conquista del poder político. En este sentido la primacía no es tanto al proletariado más numeroso y „evolucionado“.
La ley del desarrollo desigual y combinado dice que esta primacía más bien tiene el proletariado que está confrontado con una burguesía frágil y un capitalismo raquítico incapaz de hacer su propia revolución y de llevar adelante sus fuerzas productivas; el proletariado más perseverante frente al capitalismo porque lo conoce y sufre, sin mediación alguna, de su aspecto más putrefacto y barbárico; el proletariado que sabe crear una vanguardia política leninista determinada a conquistar del poder.
Ya no hay un epicentro de la revolución mundial, un punto neurálgico. El capitalismo que es un sistema enteramente mundial todavía está fuerte en el centro pero está claudicante en la periferia „atrasada“, donde creará nuevos desastrosos conflictos sociales que reaccionando sobre los centros, llevarán finalmente al acenso excesivo de la lucha de clase y la cuenta final entre revolución y contrarrevolución.
La cuestión central sigue siendo, más que nunca, la construcción de un partido político adecuado a combatir por la dictadura del proletariado. Una tarea ciertamente larga y tortuosa que se podrá cumplir sólo internacionalmente en el contexto de la reconstrucción de una nueva internacional proletaria teniendo como base la teoría de Marx y de Lenin.
Como lo enseña toda la experiencia histórica, un partido proletario, y mucho menos una Internacional, pueden surgir sin procesos de fusión que cruzan traversalmente por toda la izquierda proletaria unificando y soldando los sectores más intransigentes. Tales procesos no pueden surgir de la mesa de estudios, ni basarse en primer lugar a disputas teóricas. Es la lucha de clase que verificará qué tendencias tienen verdaderamente un carácter revolucionario. Es la lucha de clase que decidirá qué fuerzas darán vida a una Internacional sólida, fuerte y homogénea.
Sabemos que un proceso de fusión (que no debe ser una reconciliación sin principio), solamente será posible cuando haya una tendencia que conquiste en el campo de batalla una hegemonía política y organizativa, que demuestre en la práctica que su programa y su método comienzan a tener los resultados relevantes y visibles.
Hoy luchamos con el arma de la crítica para unir a escala mundial los mejores elementos de la vanguardia proletaria, pero sabemos que, para construir la Internacional futura, es preciso pasar sin temer a la crítica de las armas.
Ratificado por la conferencia constitutiva de la Corriente Leninista Internacional Italia, Agosto de 1996