Los mexicanos indios, gente del pasado, gente de tradición, gente antigua,
las primeras gentes, no rendian las mejores ganancias pues no eran
modernos, sino morenos, bajos, cerca a la tierra que tanto querian y
trabajaban, juntando sus pedazitos rotos, como los de "una tacita de té que
cada dí a se nos cae al suelo y se quiebra en pedazos, de madrugada se
juntan los pedazos y, con un poco de humedad y tibieza , se pegan y hay
tacita de nuevo". En el mundo de McDonald's no existen las tacitas, o la
realidad.
Como nos explicaron ellos, los mexicanos indios, "el Poder se mira al espejo y se encuentra eterno y omnipotente. Los grandes sabios le predican grandes triunfos, loas y robustas estatuas en toda la tierra. Un aguafiestas le ha prometido: "Reinarás hasta que la selva camine rumbo a tu palacio"... El Poder sabe que es imposible que la selva camine y se confirma su confianza y euforia...Con armas de madera camina la sombra colectiva en la madrugada del inicio. En el amancer de 1994 bajan los indí genas de las montañas...En sus fusiles hechos de madera caminan los árboles de la selva. El Poder tiembla y empieza morir. Un fusil de palo lo ha herido de muerte. Fin y principio."
Principio de un proyecto común con la sociedad civil. Un principio resumido en la lectura de la Cuarta Declaración de la Selva Lacandona que yo escuchaba mientras la fuerte, joven, y guapa mayor Ana Marí a la leia en el escenario de Aguascalientes II en Oventic Chiapas durante las primeras horas de 1996. El humedo frio del altiplano chiapaneco me confirmo que los pasamontañas y paliacates servian tanto para abrigarse que para ocultar el rostro.
La Cuarta Declaración nos llamaba a todos "a participar en la nueva fuerza polí tca nacional...el Frente Zapatista de Liberación Nacional, organización civil y pací fica, independiente y democrática, mexicana y nacional...Una fuerza politica que no aspira a la toma de poder...Una fuerza polí tica que no luche por la toma del poder polí tico sino por la democracia de que el que mande, mande obedeciendo...Nuestra palabra, nuestro canto y nuestro grito, es para que ya no mueran más los muertos. Para que vivan luchamos, para que vivan cantamos..."
Para los zapatistas no era cuestión de arrancarle las riendas del poder al PRI. Ni tampoco proponian una nueva moral politica. Más bien luchaban y nos invitaban a luchar para crear el espacio donde juntos todos participariamos en la creación de esa nueva moral en un mundo dondo todos quepan.
Oventic, Chiapas, ultimo dia de 1995 y primer dia de 1996. En este lugar donde las lluvias dan de nacer a un lodo espeso que te chupa hacia el centro de la tierra y que si no te dejas ir te quita las botas de los pies, hay un sol resplandiente con un cielo completamente despejado y mantenido limpio por un viento invernal. Habiamos llegado el dia del 30 de diciembre en la carga de un camion que salio de Don Bosco y en camino recogimos a Amado Avendaño que hacia autostop con su hermana. Ese dia la neblina nos aseguro el frio y el lodo de poca madre, para que se contraste con los simpatizantes zapatistas que nos recibieron calurosamente. Muchas veces se ponian a platicar con nosotros para saber de donde veniamos y si ahí también hací a frio. Si nos acercabamos a las colas durante la hora de comer, nos invitaban ir y nos acompañaban al frente de la cola para que no tuvieramos que esperar.
Esta gente triste e imperfecta parece haber descubierto el secreto de como
alcanzar la felicidad. Mantener la dignidad y luchar por la comunidad. Siento
Oventic en mis pasos. Amor prohibido. Me lleve un pedacito de ese lugar en
el lodo multicolor que mancho mis botas y toda mi ropa, y que aún no he
podido o he querido limpiar porque esos colores no se encuentran en
Oscar Hernández 31 de enero de 1996
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